sábado, julio 31, 2004

Las ONG y la gran industria colombiana

Diagnosticar la causa de nuestros problemas es fácil: en el origen de todo está la mentalidad rentista que se formó durante la época colonial, y la sociedad jerárquica, de castas, que heredamos. ¿Hasta ahí me explico bien? Bueno: pues esa sociedad tiende a excluir la competencia, y no hay que entender "competencia" como "concurrencia", "rivalidad", sino también como "aptitud". En la sociedad jerárquica no cuenta lo que uno HAGA sino lo que uno SEA. Por eso se buscan siempre argumentos y máscaras que más o menos sirvan de excusa a la exclusión de una parte de la gente. ¡En África se llegaba a entablillar la cabeza de los recién nacidos de las castas superiores para deformarla de tal manera que los otros creyeran que eran diferentes, una raza superior!

Ya hay dos cosas que definen a Colombia: el colombiano aspira a vivir sin trabajar y vive para ponerse los símbolos que lo caracterizan como persona de una casta superior. Eso explica que el que consigue algo tenga tanta necesidad de ostentarlo. Y que en medio de la pobreza, del endeudamiento, de la incertidumbre, las tiendas que alquilan fracs y las concesionarias de carros de lujo sigan funcionando a todo gas.

Pero ¿qué es lo que de verdad divide a las personas de modo que un esclavo, un indio, un negro, un pobre no pueda fingir jamás que lo tiene? Obviamente, la educación, los estudios universitarios, la cultura, el lenguaje. Por eso en Colombia siempre ha sido muy importante para todos el conseguir que sus hijos accedan a esa "educación", pero ahí viene el problema de la mentalidad jerárquica: ¡uno no va a la universidad a aprender nada útil sino a convertirse en doctor!

El ascenso social no está ligado al prestigio de HACER nada, sino de SER (abogado, médico, alcalde, senador, ministro). Y por eso jamás ha habido en las universidades colombianas (algunas son más antiguas que Harvard o el MIT) ningún invento importante, ningún profesor colombiano que pudiera dar clases en una universidad de un país civilizado. Y siendo tan importante ese servicio de ADORNO de los poderosos, el grupo que controlaba la universidad se fue llenando de pretensión y de ambiciones de poder.

Así se llega a la época de la Revolución cubana, en la que las universidades de toda América Latina hervían de fervor antiyanqui y socialista. Los muchachos que accedían a una universidad pronto eran captados por los grupos revolucionarios, y la forma en que eso funcionaba, y todavía funciona, es ésta: al muchacho, de 18-20 años, se le halaga y se le convence de que pronto se podrá convertir en un líder de un gran acontecimiento histórico y se le ponen los ejemplos de Rusia y Cuba, donde los jóvenes llegaron a cargos de mucho poder en una primera época.

La "injusticia" es una excusa perfecta para que el muchacho no se dé cuenta del fenómeno de VANIDAD que se le está inoculando. ¿Quién es él para decir cómo ha de ser el mundo? ¿Quién es él para decidir por los demás cómo se debe vivir? Para que un adolescente de ésos se sienta con derecho a matar y torturar gente hace falta que pertenezca, o aspire a pertenecer, a una casta de las que siempre han matado y torturado gente. O sea: el muchacho se siente con derecho a inventarse el mundo porque es de la casta de los doctores, porque es "universitario", y la recitación de la increíble letanía "revolucionaria" lo hace sentir superior a la gente que va en bus o que trabaja. ¡Se vuelve un "pensante"!

¿Qué hace el pensante? Ante todo, gritar y tirar piedras contra los policías, reunirse y establecer lazos solidarios con los demás pensantes y recitar las consignas comunistas, que en las universidades colombianas se convirtieron en una pseudorreligión bastante primitiva. ¿Se acuerda alguien de que estos muchachos son "universitarios" y que habían ido a la universidad a aprender una profesión que teóricamente tendría alguna utilidad? Pero es que, ¿qué interés va a tener aprender medicina o ingeniería cuando se está ante la formidable misión histórica de crear la sociedad sin clases y el reino milenario de los pensantes? El mismo método que se empleaba para combatir al gobierno servía en la universidad: los gritos y amenazas convencían a los profesores de que era mejor no ser demasiado exigentes con el rendimiento académico de los alumnos. Y las normas de la universidad se negociaban bajo esa presión, siempre haciéndolas más y más laxas.

Varias generaciones de estudiantes colombianos han sufrido ese proceso de convertirse en pensantes, y cuando terminan la carrera realmente no saben mucho más que aquello que los situaba en el organigrama de la organización revolucionaria: ésta es la empresa que se ha formado en las universidades, y pronto les voy a explicar qué es lo que produce esa empresa.

En los primeros años de euforia hubo muchos jóvenes que fueron a Cuba a entrenarse y fundaron el ELN, mientras que otros se sumaban a los residuos de guerrillas de los años cincuenta que controlaba el Partido Comunista y que en 1964 se convirtieron en las FARC. Después se fue viendo que no sería tan fácil tomar el poder y los revolucionarios se vieron convertidos en lo que han sido siempre los doctores en Colombia: "doctores", titulados sin ninguna aptitud. Como no podía ser menos en Colombia, la verdadera vocación de esos miles de doctores era la política, ya he dicho que todo el problema es el afán de vivir sin trabajar.

Los revolucionarios se dedicaron a organizar sindicatos y a recibir rentas de las que entonces llegaban de la Unión Soviética. ¿Cómo creen que llegó Luis Eduardo Garzón a trabajar en Ecopetrol? ¿Acaso no era un estudiante de Derecho en Bogotá? Allá estaban las redes que desde varias décadas antes había estado formando el Partido Comunista, y como Garzón hubo miles de revolucionarios que entraron a las principales empresas públicas, a los bancos, al sistema judicial, al magisterio, con el claro propósito de formar sindicatos y "concientizar a las masas", es decir, a preparar la revolución.

¡No estudiaban cuando iban a la universidad y tampoco trabajaban después, la revolución los alejaba de ambos objetivos y les permitía realizar el sueño de quince generaciones de encomenderos, el que definía a los españoles de la edad media: VIVIR SIN TRABAJAR!

Pero entonces ocurrió el increíble milagro de la tregua de Belisario y de la Mannesmann y las guerrillas se convirtieron en organizaciones legales que podían instalarse en cualquier parte. Así en vastas regiones hubo trabajo para los revolucionarios como políticos que representaban desde los cargos públicos el poder de terror de las guerrillas, que no habían dejado de secuestrar ni muchísimo menos de extorsionar a los campesinos.

¡Tenía que ser en Colombia! ¡Los puestos públicos ya habían garantizado sueldos altísimos y gran poder a unos estudiantes que no habían estudiado y que como funcionarios estatales sólo se dedicaban a protestar e intrigar! Eso los menos ambiciosos, los de "estrato" más bajo, porque los más avispados ya viajaban a Europa a establecer relaciones con las fundaciones de esos países y con los revolucionarios europeos, y así se creó otra fuente de ingresos importantísima y otro frente de acción revolucionaria.

¿Qué es lo que ha pasado siempre en Colombia? QUE-CIERTAS-CASTAS-VIVEN-SIN-TRABAJAR-A-COSTA-DE-LA-MAYORÍA. Al mismo tiempo, el auge del narcotráfico despertó el interés de las guerrillas, que se plantearon promover los narcocultivos en vastas regiones despobladas. ¡Otra fuente de ingresos, ya la mejor profesión en Colombia era ser revolucionario! Por rivalidades relacionadas con esos negocios ocurrió lo del secuestro del padre de los Castaño Gil y la consecuente matanza de revolucionarios legales.

Pero entre una cosa y otra el negocio ya había crecido a dimensiones fabulosas: miles de millones de dólares de las extorsiones, miles de millones de dólares del narcotráfico, cientos de miles de puestos de trabajo bien remunerados en el Estado, control de la rama jurisdiccional tras la masacre del Palacio de Justicia, control de la prensa, que pasó a ser un monopolio en manos de los que publicaban la revista Alternativa, y recursos fabulosos de los gobiernos europeos y de sus fundaciones.

Alrededor de este último aspecto surgió el frente de actividad de los revolucionarios que más daño ha hecho a Colombia: las ONG de "paz" y "derechos humanos". Se trata de cientos de microempresas controladas por algún antiguo dirigente de alguna secta revolucionaria que tiene ingresos muy superiores a los de un ministro y que hace de consultoría para el negocio del secuestro y el narcotráfico. Debido a su bonito nombre y a los convenientes contactos que sus jefes han establecido en Europa (pues estas ONG son propiamente el estrato 6 del movimiento revolucionario), son prácticamente intocables y tranquilamente se dedican a presionar, a explotar cada bomba y cada masacre (que a menudo no servirían para nada si no hubiera quien las rentabilizara), así como a organizar la presión que permitirá (?) sacar de la cárcel a los terroristas presos y despejar territorios.

¡Empezaron, acompañados por los inútiles y arribistas de ciertos países (que allá son los últimos micos y en las selvas colombianas son semidioses), llamando "guerra" a los crímenes más vulgares, y ahora ya han conseguido que haya una guerra! El único problema es que ellos no están por fuera ni por encima, sino que son la cara más repugnante, la de la mentira y el cinismo, del bando terrorista. Y en la medida en que el gobierno calle, en que la gente calle, en que se nieguen a verlo, en que cedan a la presión de medios como El Tiempo, que las convierten en portavoces de la "sociedad civil", estos criminales continuarán estrangulando a Colombia.

¡Nada ha hecho multiplicar tanto los secuestros y masacres como la existencia de estas organizaciones! En realidad son la división de ventas de la única industria que se ha organizado en gran escala en Colombia: LA INDUSTRIA DE LA MUERTE.

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