martes, abril 24, 2012

Retrato de un muladar

Aunque no se crea, todo el mundo tiene su corazoncito y a su manera es patriota, hasta yo. Otra cosa es la disposición a creer mentiras halagadoras, cosa tras la que casi siempre he detectado un lamentable complejo de inferioridad. Es por amor propio y a la comunidad a la que se pertenece por lo que uno aspira a llamar a las cosas por su nombre: si uno quiere que los suyos vivan bien y en un país amable, nada mejor que hacer frente a lo que hay, no aferrarse con sentimentalismo a la ilusión de que escondiendo la cabeza se resuelven los problemas.

En el terreno de la discusión pública, de los argumentos de los intelectuales, la desventaja de Colombia respecto a los países avanzados es particularmente notable, tal vez más que en ningún otro. Que eso determine a largo plazo otras características del país es un poco más difícil de explicar, pero ciertamente las falacias y manipulaciones retóricas no son gratuitas, sino puros pretextos de una dominación atávica, de la persistencia de formas de vida previas a la modernidad que aseguran los privilegios de minorías improductivas.

Un buen ejemplo de la retórica falaz que predomina en la prensa y en el mundo académico en Colombia es una columna reciente del rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, José Fernando Isaza, que me propongo comentar.

Dados cargados
Una condición para que un Estado se llame democrático es la igualdad de oportunidades que se dé a los ciudadanos.
Uno puede empezar por releer la frase de la entradilla. Es completamente típico: el dictamen apodíctico no puede encontrar resistencia so pena de quedar uno como un falso demócrata. Yo invito al lector a buscar las definiciones de "democracia" a ver dónde se define dicho sistema de gobierno como necesariamente provisto de igualdad de oportunidades. Es una mentira con la que se chantajea a cualquier contradictor o a cualquiera que dude. También se podría decir "Para que una sociedad se considere democrática ninguna mujer puede ser mirada sin respeto por un hombre", y el que dude de esos rasgos de la democracia queda ya como un ofensor machista. ¿Y la provisión de papel higiénico? Para que una sociedad se pueda considerar democrática todo el mundo debe tener suficiente papel higiénico para sus necesidades, y saberlo usar.

Se trata, y perdón por detenerme en eso, de la misma barbarie. Los sentidos de las palabras se estiran hasta donde convenga a quien los usa, sobre todo de las palabras que pueden resultar gratas al lector gracias a la previa manipulación en la escuela. ¿Qué es "democrático"? En Colombia el partido que aconseja prescindir de lo que la gente escoge en las urnas y dar cargos de poder a quienes secuestran y asesinan ciudadanos se llama tranquilamente "Polo Democrático". En el sentido del diccionario, la democracia es "el predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado".

Pero ¿qué es "igualdad de oportunidades"? En la gente envidiosa siempre hay un rencor agudo respecto a las aptitudes ajenas (que se manifiesta en la aversión a la ópera, por ejemplo, o a la pintura abstracta o a la poesía), a los placeres (de donde la rabia contra los homosexuales o los consumidores de drogas) o a las posesiones (pasión que determina el antisemitismo, que es el anticapitalismo sin disfraz buenista). Luego, la "igualdad" siempre le parece la reparación de un agravio, reparación que si se deja llevar a cabo termina en la destrucción de lo humano (que es respecto del mamífero de origen siempre una excepcionalidad y que se construye a partir de injusticias como que mi oído no sea igual al de Johann Sebastian Bach). ¿Qué es "igualdad de oportunidades"? Si el lector está obsesionado con la educación de sus hijos y se gana el baloto, ¿debería prescindir de llevarlos a colegios exclusivos o contratar profesores particulares? El Estado debería prohibírselo, y a la larga debería matar a todos los que tengan buen oído para que seamos iguales.

Se trata de una expresión falaz, típica del mundo de la política que según la Wikipedia forma parte del acervo ideológico de la derecha (en oposición a la "igualdad de resultados", es decir, que todos tengamos oportunidad de aprender un oficio gracias al cual obtener cierto ingreso, no que lo obtengamos de todos modos). En el contexto de la cháchara del rector ayuda a perfilar su noción absurda de "democracia" para seguir con su cínica demagogia.
La educación es uno de los medios para buscar la equidad social y permitir que la clase dirigente o las élites se renueven permitiendo que a los altos cargos del Gobierno y del sector privado se llegue por calidades éticas y académicas y no sólo por herencia.
Mucha gente se escandaliza porque yo digo que en esencia lo que en Colombia llaman "educación" es puro adoctrinamiento de asesinos. El objetivo que le atribuye Isaza a la educación en su primer párrafo lo demuestra: ¿qué colombianos han pasado de los niveles bajos de la escala social a los más altos? Los asesinos. Ahí tienen al vicepresidente, cuya carrera como vicepresidente de la Unión Patriótica y dirigente sindical se basó en el poder que a punta de secuestros y asesinatos habían conseguido las FARC, el brazo armado del Partido Comunista a cuyo Comité Central pertenecía. El papel de las FARC y el ELN como elementos decisivos en el control sindical es obvio si se tiene en cuenta que el frente sindical más combativo era la USO, dominada por esas bandas. Ahí colaboraba otro prócer, Luis Eduardo Garzón, del mismo Comité Central. Bueno, y el alcalde de Bogotá, otro asesino de los que encargaron la ejecución de los magistrados que habrían impedido el golpe de Estado que llevaría a la Constituyente de 1991, y muchísimos otros crímenes. O el politólogo León Valencia, favorecido por la familia presidencial y recientemente veedor de la democracia. La forma correcta de acceder al ascenso social es el asesinato. Si dicho ascenso es el objetivo de la educación, ya se puede ver en qué consiste ésta. No es raro que el joven que planeaba matar a un hijo de Álvaro Uribe Vélez se "formara" en la universidad del señor Isaza.

Claro que el lector no dejará de encontrar traído de los cabellos todo el párrafo anterior. Por eso lo más probable es que me mostrará una elite social y política renovada gracias a la educación: cientos de abogados, ingenieros, médicos, etc. de origen humilde (es decir, ya se verá después, de estratos 1, 2 y 3, que forman más del 90 % de la población) que ocupan los primeros cargos del gobierno por delante de los delfines y herederos de fortuna y poder. ¡Claro que el señor Isaza no habla de otra cosa que de calidades éticas o académicas!, y visto lo que es la política en Colombia, ¿cómo esperar otra cosa que el poder de los asesinos?

No hay ningún problema, ningún problema: ¡si el lector detecta que tal renovación no se da es porque no hay suficiente gasto en educación! Esta gente siempre tendrá el recurso de ese tipo. Por ejemplo en Cuba, país apenas diferente de Colombia en ser mucho más rico en 1958 y en mayores restricciones a la iniciativa empresarial y a la opinión libre, es increíble el acceso a los cargos de poder que se tienen por calidades éticas o académicas, habida cuenta del formidable gasto en educación (que determinó en gran medida el estancamiento del país).
En Colombia estamos lejos de tener un sistema educativo que no discrimine en contra de los más necesitados. Se juega con dados cargados en favor de consolidar privilegios. La calidad de la educación básica y media ofrecida en los colegios oficiales es bien inferior a la media de los colegios privados. Algunos tienen precios de matrícula que sólo pueden sufragar las clases económicas altas. Los valores superan el millón mensual, a lo cual hay que adicionar los bonos y donaciones. Por su parte, el Gobierno destina por año, y por estudiante, menos de lo que los colegios privados de alta calidad cobran en un mes.
La primera frase de este párrafo es exacta, pero el contexto del discurso de Isaza es verdaderamente atroz, y el problema es que la gente no se escandaliza. Colombia es como un lugar en el que se sienta uno delante de alguien que está sorbiendo sesos humanos de su caja natural y no se incomoda.

De modo que los colegios a los que acude todo el mundo ofrecen una calidad inferior a aquellos en los que atienden a los hijos de la gente acomodada. Yo invito al lector a comparar la renta colombiana, la productividad de su industria, la evaluación del conjunto de sus centros de enseñanza y sobre todo el índice Gini que mide la desigualdad del ingreso con los de algún país de Europa occidental o de Norteamérica. ¡Dios Mío, es que en esos países los colegios de los pobres tienen igual calidad que los de los ricos! ¿Qué va a importar que comparados los conocimientos de los estudiantes del mejor colegio colombiano sean muy inferiores a los del promedio de un colegio surcoreano? ¿Alguien se imagina algún país en el que un colegio privado cobre menos de lo que gasta el Estado en atender a cada estudiante al que le ofrece enseñanza gratuita?

Yo invito al lector a prestar atención a todo eso no porque me guste ninguna desventaja en el resultado ni en el ingreso, sino porque la demagogia que siempre tiene más gasto que reclamar para producir más igualdad es la primera causa de la desigualdad, y sobre todo de algo más grave que la desigualdad, que es la pobreza generalizada. La mayoría de los colombianos son miserables por la exacción que lleva a cabo el Estado para pagar a personas como este señor por sus lamentos y exigencias, tan falaces que resultan de una inmoralidad escandalosa (las universidades privadas son canonjías para clientelas decisivas en política, y el ingreso de sus dueños está protegido por el Estado).
De acuerdo a la revista Dinero, de las 12.273 instituciones evaluadas por el Icfes en el 2011, el 64% son oficiales, el 36% privadas. Cuando se analizan los 800 con mejores resultados, sólo hay 56 públicas, el 7%; más preocupante aún, entre los 200 primeros colegios sólo hay dos establecimientos oficiales, de éstos el mejor clasificado ocupa el puesto 67 y el otro el 147.
¿Es importante esto en el conjunto de la educación de un país? Los argumentos igualitaristas siempre parten de un desinterés por el sentido de las cosas que resulta muy eficaz a la hora de proteger rentas privilegiadas alentando lo peor de la gente. Si por ejemplo en algún país hubiera igualdad entre los colegios que pueden pagar los ricos y los demás (cosa absurda porque lo normal es que la gente sea más rica por ser más avisada, no por ser tan estúpida como para pagar por lo que puede obtener gratis) ocurriera que un profesor genial (que increíblemente ganaría más dinero gracias a que trabajaría en un colegio donde los alumnos son hijos de familias ricas que pagan por eso) consiguiera grandes logros de sus alumnos, ¡estaría perjudicando a los demás! ¿Qué significa la educación, aprender, saber si no va a distinguirse de lo que tienen los demás? Todo eso es obsceno.

De modo que el problema de la calidad de la enseñanza pública no se debería medir por la comparación con la privada, donde sin duda van los hijos de Isaza, sino con el conjunto de la enseñanza en otros países. Si los ricos le ahorran al Estado el gasto en educación y además obtienen resultados excelentes, mejor que mejor. Lo que define el privilegio en Colombia no es la superior calidad de la educación privada sino la pésima calidad de toda la educación, y de ahí de toda la producción industrial y de los servicios que se prestan en el país. Si los colegios privados formaran ganadores del Premio Nobel en alguna ciencia su ventaja respecto a los públicos podría aumentar. Pero el país no produce nada de calidad y ahí el único mérito que tiene ocasión de afirmarse es la determinación de emigrar.

Hace unos años le escuché a Bernardo Toro la siguiente reflexión, que bien puede llamarse la “parábola del agua”. En una ciudad, ante la tradicional insuficiencia de recursos, se requiere hacer un acueducto. El Gobierno propone, para reducir costos, que a los barrios ricos se les suministre agua tratada de óptima calidad, pero los sectores populares sólo obtienen un servicio no continuo y de agua no potable. Es claro, la sociedad rechazaría indignada la propuesta. Sin embargo, esa es la política que se sigue en la educación. Ante la limitación de cupos en las universidades públicas, sólo pueden acceder los que tengan los mejores resultados en las pruebas del Icfes que no corresponden a los colegios oficiales. El crédito de Icetex permite que en la educación terciaria privada la matrícula de los estudiantes de estratos 1 y 2 sea el 22% del total. En el 2009, la cobertura en educación superior, incluyendo Sena, técnicos, tecnológicos, etcétera, o mejor educación postsecundaria, alcanzaba el 22% en los estratos 1 y 2 y 79% en los estratos 5 y 6. Es decir que los sectores socioeconómicos que más requieren de la educación superior, una forma de movilidad social, tienen 3,6 veces menos probabilidad de acceder a ella que los sectores de mayores ingresos.
La parábola del agua bien sirve para explicar esos endemismos colombianos. En Europa occidental la electricidad que la gente gasta, el agua, el teléfono, etc. les cuestan lo mismo a los pobres que a los ricos, tal como el vestido, el calzado, la comida, los libros, etc. ¡Qué casualidad que la diferencia del ingreso sea mucho menor! En realidad tanta bondad sólo es un pretexto para despojar a la gente que trabaja. La provisión de agua en los barrios ricos de Colombia está siempre servida por la altísima rentabilidad, mientras que en los barrios pobres tarda muchísimo en llegar y el favor siempre se paga con apoyos a algún político o similar. La idea de que los parásitos son buena parte de los habitantes de los barrios ricos no ayuda mucho: siempre pueden pagar los servicios gracias a sus rentas altísimas, que obtienen entre otras cosas gracias a los precios diferenciados de los servicios.

De modo que si en la ciudad todo el mundo tiene buena calidad de agua no es porque se cobrara por ella más a los ricos, sino porque la provisión del servicio aumentó a medida que aumentó el ingreso general. Lo mismo se podría decir de la educación: si en cada niño hay un Einstein latente, todos los sistemas educativos de este mundo fracasan porque nunca se puede educar tan bien a todos. Se educan mejor los más inteligentes que provienen de familias con más recursos. ¿Para qué ocuparse de eso? El problema colombiano no es que los ricos aprendan mejor sino que el conjunto de las instituciones educativas ofrece una calidad pésima, y eso determina la miseria generalizada. La idea de que unos pocos de los que no tienen acceso al agua empiezan a tomar de la mejor es de por sí indecente.

Para indecencia lo de que los sectores socioeconómicos bajos requieran más de la educación. ¿Cómo decirlo? Otro endemismo colombiano. ¿De manera que los hijos de personas sin instrucción requieren más de la educación que los hijos del señor Isaza? La idea es monstruosa, pero es el resultado de suponer que la función de la educación es la movilidad social y no la transmisión del conocimiento. Esa idea de la movilidad social daría para discutir y pensar mucho, pero ya el comentario a la perla del rector se hace interminable. De momento le dejo al lector la duda: si un país aspira a que los hijos de sus ciudadanos más desvalidos accedan a posiciones de poder y prestigio, ¿no sería conveniente para eso que los hijos de sus ciudadanos más meritorios y eficientes se echaran a la perdición? ¿Qué es educación? Llega una persona privilegiada socialmente y aprende a tocar el piano y dedica su vida a ello y a sus hijos desde muy pronto les enseña todas las características del arte musical de modo que se les vuelve una segunda naturaleza, ¿no está con ello creando una ventaja sobre los hijos de las personas que aborrecen la música? Pongamos que fuera como el vestido, ¿no hay un freno a la movilidad social cuando los hijos de las personas más pulcras, ordenadas y finas parten con ventaja respecto de los hijos de los más descuidados? La idea de la movilidad social como una supuesta equidad supone la destrucción de la cultura, que en esencia es un refinamiento que se sedimenta en muchas generaciones. En ese anhelo supuestamente justiciero se destruye lo que se había alcanzado en un medio social de delicadeza y comprensión de datos sutiles, tal como ha ocurrido en los países bolivarianos, sin que los índices de pobreza mejoren mucho a pesar de la bonanza y a costa de una multiplicación de los homicidios.

El gasto público en la educación superior contribuye a la mejora de oportunidades para los más necesitados. El 88% de los estudiantes de la universidad pública pertenece a los estratos 1, 2 y 3, el 3% a los estratos 5 y 6. La Universidad Nacional, altamente selectiva por el nivel académico, tuvo, en el 2009, el 78% de sus graduados en los estratos 1, 2 y 3, mientras que el 2% pertenecía a los estratos 5 y 6.

Es difícil enumerar todas las mentiras que hay sólo en la primera frase. ¿Quiénes son propiamente los más necesitados? ¿Qué son "oportunidades"? Por ejemplo en un barrio humilde cierta familia tiene un rendimiento inferior al promedio de coeficiente intelectual de la población, mientras que sus vecinos son muy brillantes. El gasto público en educación superior permite a los más dotados acceder a las clases de Francisco Gutiérrez Sanín o Miguel Ángel Beltrán y salir a secuestrar gente, lo que les asegura un futuro como funcionarios públicos. ¿De qué modo eso contribuye a mejorar las oportunidades de sus vecinos menos dotados? El dinero que se gasta en proveer tan bellas oportunidades a esos jóvenes se lo quitan a los demás, que precisamente tienen menos oportunidades que si se redujeran los impuestos a las empresas o la parafiscalidad, dado que así aumentarían las ofertas de empleo.

Pero el párrafo es una colección de lindezas que contribuyen como pocas cosas a explicar qué es un muladar. Se suponía que la universidad pública era un espacio de igualación social, que ofrece oportunidades para los más pobres. ¿Qué sentido tiene que el 88% de los estudiantes matriculados procedan de los estratos 1, 2 y 3 si éstos constituyen más del 90% de la población? Los de estratos 5 y 6 son el 3% de los estudiantes y el 3,1% de la población, mientras que el estrato 4, con sólo el 6,3% provee el 9% de los matriculados (pero el 20% de los graduados). Como favor a los pobres resulta muy dudosa la ventaja, más cuando el porcentaje del 88% (78% de los graduados) de estratos 1, 2 y 3 son mayoritariamente de estrato 3 (que es como cuando mi patrimonio se suma al de Carlos Slim y me planto frente al lector a ostentar "nuestro" promedio frente al de él y sus parientes). Pero eso es sólo por mostrar la mentira gruesa, mucho más divertido es que los de estrato 5 y 6 son en buena medida hijos de los profesores universitarios y van a universidades que podrían tener menos exigencias y más rendimiento (no hay tantas huelgas).
Si se quiere avanzar en equidad se requiere aumento sustancial de recursos para la universidad pública, adicionalmente al subsidio a la demanda con recursos presupuestales, que permita al Icetex ofrecer crédito con tasas, aún negativas para quienes quieran estudiar en universidades privadas por decisión propia o por insuficiencia de cupos en las públicas.
De eso se trataba el afán de equidad, de asegurarse rentas para sí y para su gremio. Si se quiere avanzar en equidad hay que dejar de gastar dinero en proveer diplomas por una educación penosa (los estudiantes de posgrado en Colombia no pasarían la escuela secundaria en un país civilizado por su ortografía, no hablemos de los fascinantes sesgos ideológicos que aprenden cuando hasta los rectores hacen cuentas de ese tipo). El dinero que permite la ventaja escandalosa del ingreso de Isaza y compañía por sus mentiras respecto a la gente que se desloma trabajando se le quita a ésta, a las oportunidades de mejorar su vida y la de sus hijos. En la medida en que en un país se trabaje y se produzca en lugar de protestar y maquinar engaños, todo el mundo vivirá mejor. Si sólo los hijos de los ricos pueden estudiar en una universidad, ¿qué empeora eso la vida de la inmensa mayoría que aunque estudie no tiene acceso a nada, ni siquiera a la información dada la penosa calidad de la enseñanza? Lo más probable es que en muy poco tiempo la situación de la mayoría mejore y eso marque la proporción de los que estudian.

Porque en últimas la educación superior realmente existente sólo es la persistencia del clero colonial adornado con un maquillaje de moralina al lado del cual el vividor "camandulero" era un verdadero filósofo y un verdadero santo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 25 de noviembre de 2011.)