jueves, mayo 29, 2014

Paz


Una muchacha que esté en una situación desesperada puede encontrarse con un tipo que le ofrece una salida ejerciendo la prostitución y puede que eso le parezca una salvación, pero sólo es el comienzo de una degradación creciente, que será mucho peor después.

Es exactamente lo que le pasó a la sociedad colombiana con la "paz" que firmó hace veinticinco años con algunas bandas terroristas: para remediar un problema que no era tan grave como lo que vendría después, los colombianos aceptaron premiar a unos asesinos y abrirles las puertas del poder. A partir de entonces los crímenes se multiplicaron, hubo muchos más homicidios relacionados con el terrorismo en los noventa que en los ochenta, pues ya tenían una parte del poder controlado y les quedaba muy fácil escalar los crímenes.

Pero los asesinatos y secuestros son sólo un aspecto del precio de esa infamia que cometieron los colombianos y que llaman "paz" como si la muchacha de mi ejemplo llamara "salvación" al puesto de trabajo que le ofrecen. No sería nada raro que la urgencia económica la hubiera provocado el mismo proxeneta, tal como los promotores de la paz de hace veinticinco años fueron los mismos que antes cometieron los crímenes: el profesorado universitario a través de sus discípulos, que fueron los militantes de las diversas bandas criminales y después los activistas de la "papeleta de la paz" que llevó a la Constitución de 1991.

Mucho más grave es la caída del poder final del Estado en manos de los mismos promotores del terrorismo: después de que la Corte Constitucional cae en manos de personajes como Alfredo Beltrán (relacionado con Fecode), Carlos Gaviria (después senador y candidato del Partido Comunista) o Eduardo Montealegre (ahora defensor a ultranza de las FARC), ya Colombia estaba entregada al crimen organizado, por mucho que los colombianos "compraran" el cuento de que por fin había verdadera democracia y progresismo (también a las pupilas de los proxenetas las intentan convencer de que su actividad es en realidad una vida de diversiones y placeres).

Los crímenes se cometen gracias al poder judicial, que tiene encarcelados a más de 15 000 militares y policías en procesos que no se conocen pero que si se estudian con atención resultan tan perversos como los que tienen en la cárcel a Plazas Vega o a Uscátegui.

Pero es mucho más: el parasitismo de los funcionarios estatales, sus privilegios increíbles, el despilfarro de recursos fabulosos en la promoción de la ideología del terrorismo y la destrucción de las perspectivas de prosperidad a punta de atropellos judiciales, son otra parte del precio. Baste recordar hasta qué punto la desigualdad creció durante la primera década de la Constitución impuesta por el M-19 y Pablo Escobar y que tan alegremente firmó Álvaro Gómez Hurtado y aplaudió Álvaro Uribe Vélez. O prestar atención a los resultados del informe PISA.

El hecho de que un maleante brutal, desvergonzado y zafio como Gustavo Petro haya sido alcalde de la capital es otra parte de ese precio: gracias al poder que les generan los asesinatos y el control del poder judicial, fuerzan a todos los demás sectores del poder a hacerse sus aliados. El precio de esa infamia en términos morales, la tranquilidad con que asesinos sin escrúpulos como León Valencia o Angelino Garzón se permiten dar clases de moral, es algo que garantiza para las futuras generaciones un destino cruel: lo lógico es que el asesinato y el secuestro sean la forma correcta de acceder a cargos de poder. No va a ocurrir que las elites surgidas de las FARC, a las que se pliegan las clases altas de lagartos con su tradicional servilismo y bajeza, sean las últimas. No tienen otra legitimidad que la que otorga el miedo y animarán a otros criminales a emularlos.

Nunca hubo ninguna “guerra”, las bandas terroristas son expresión de una conjura de las clases altas que encontraron en la cocaína (también aliadas con el cartel de Medellín y el de Cali) una forma de multiplicar los ingresos del secuestro. No representan a ningún sector social significativo, sólo la inercia de perpetuación del orden colonial.

Hoy todo se agrava y la caída del país en una tiranía como la cubana se puede dar por segura. El mismo candidato de la supuesta oposición acepta las premisas de la propaganda del crimen organizado y trata de introducir algún matiz para no pasar inadvertido.
Recuperar a Colombia de la condición en que cayó al firmar la "paz" es tan complicado como convertir a una mujer que ha ejercido ese desprestigiado oficio en una dama respetable. Lo que suele pasar es que los hijos que tiene se convierten en matones dispuestos a responder con la máxima violencia cada vez que se les recuerda el pasado de su madre.

Pero ¿es del todo una pérdida de tiempo señalar eso? A menudo lo parece. Para los budistas no hay otro sentido en la vida humana que la posibilidad de llegar a convertirse en el buda, pero la historia está llena de ejemplos de personas y naciones que sólo existen como ejemplos de indignidad y bajeza, a los que todos desprecian.

Tal vez sea ése el destino de los colombianos, tal vez nunca haya quien quiera entender que la historia de las naciones afortunadas siempre se basa en el triunfo de la ley sobre la barbarie, del honor sobre el miedo y la bajeza. Lo cierto es que la infamia multiplicada, el reino de los criminales, es hoy la opción que la inmensa mayoría aprueba. Y que pagará carísimo, porque el resultado de dar poder a quienes se han acostumbrado a prosperar matando es que sus crímenes se multipliquen, como ya ocurrió en los últimos veinticinco años gracias a la "paz".

(Publicado en el blog País Bizarro el 2 de abril de 2014.)

jueves, mayo 22, 2014

¿Qué es "carisma"?


Atendiendo a la definición del diccionario de María Moliner, el carisma es el "Don abundante concedido por Dios a una criatura", noción de la que surge la segunda acepción, "Don de atraer y captar a la multitud". ¿Qué es lo que hace que algunas personas resulten favorecidas con la simpatía de las masas y otras no? Por lo general se suele usar el término como explicación suficiente, tal vez remitiendo a la noción teológica: si algún caudillo resulta fascinante para miles de personas, es por un atractivo de su personalidad que no tiene explicación racional.

Pero en la situación colombiana actual no se puede andar dando cosas por sentadas. Conviene analizar en qué consiste ese atractivo y sobre todo por qué carece de él el candidato que se espera que haga frente a Santos y su alianza con los terroristas.

Primero aparece la evidencia de la fe en sí misma de la persona y la audacia para exhibirla, pero en el ámbito de la política eso no ocurre porque sí, ya que entran en juego intereses de muchos, ideologías, valores, tradiciones, etc. La personalidad imponente tendría más éxito en otros ámbitos si no fuera acompañada de la firmeza en las convicciones, como el antisemitismo de Hitler o el odio a la clase burguesa de Chávez. No se puede tener carisma sin convicciones claras, y sin la capacidad de transmitirlas. En el caso de Zuluaga su ausencia le resulta inocultable, por lo que aquello que expresa en su cuenta de Twitter termina sonando ocioso y difícil de creer.

Hay un concepto de la jerga de los psicólogos que viene al caso, la "asertividad", que es la capacidad de defender los propios intereses de forma eficaz y sin violentar a los demás. Es una habilidad social que pueden aprender mejor unas personas que otras, pero que es esencial en el caso de un político. En una transacción la persona "asertiva" se sale con la suya porque transmite la convicción de que aquello que propone es correcto: no se podría decir que alguien es "asertivo" porque invoque sin cesar sus buenas intenciones. Eso no basta. Un político necesita convencer a la gente de que lo que propone es acertado, no sólo proclamarlo.

Otra metáfora del "carisma" es la seducción: el seductor se las arregla para hacer coincidir sus proposiciones con los anhelos de su víctima. El político halaga a su público y consigue decir lo que ese público está pensando, pero el halago necesita ser creído, si no todo el mundo sería seductor. El caso de Zuluaga es el de un seductor al que no se le hace caso, como un admirador de una damita que la piropea sin cesar sin conseguir despertar su interés. Esa capacidad deriva de muchos rasgos de personalidad en el caso de los seductores, y de convicciones y valores de fondo en el caso de los políticos.

Voy a comentar sólo algunos tuits de Óscar Iván Zuluaga de los últimos dos días porque creo que toda la falta de carisma que se le atribuye se puede explicar leyéndolos y buscando explicar hasta qué punto son "asertivos" y seductores. Se suele creer que las cuentas de Twitter de los políticos las llevan otras personas, pero al fin llevan su firma y es responsabilidad suya lo que ahí aparece.

El primer elemento del atractivo de una persona es el hecho de destacar. En una competencia presidencial, una afirmación como ésta sencillamente es vacía: ¿habrá algún candidato que diga que se va a oponer a la equidad y va a irrespetar a alguien? El que defiende sus intereses diciendo lo que todos dirían sin atender a lo que los demás se están preguntando fracasa, no muestra respeto por su público (que es el componente esencial de la "asertividad") y desde luego no seduce a nadie. El usuario de Twitter que lee ese tuit puede sentir que está perdiendo el tiempo, cosa que explica el escaso seguimiento que encuentra el candidato.
El televidente recibe sin cesar mensajes para que lleve su dinero al bolsillo de otros. Hace caso a algunos y no a otros que le ofrecen lo mismo, según la capacidad de llamar su atención. ¿A quién puede interesar esta propuesta de Zuluaga? ¿Los demás están proponiendo algo distinto a la renovación política? No se puede existir limitándose a repetir lo que repiten todas las campañas hasta tal punto que nadie le puede prestar atención.

¿Cómo se va a evaluar su trabajo por conseguir la paz? Es otro rasgo de la presencia de Zuluaga en Twitter: lo que promete no es evaluable ni preciso. ¿Va a seguir con lo de La Habana o a negarse a acatar lo que el gobierno acuerde con los terroristas? Él quiere agradar a todos y lógicamente no agrada a nadie. ¿Acaso los demás candidatos proclaman que no trabajarán por la paz o que no la buscarán, o que recuperar la seguridad no es la mejor inversión?

Esa idea de prometer generalidades domina toda la cuenta: ¿qué le cuesta multiplicar la salud, mejorar la educación, dar de todo a todos? Sin detenerse a pensar, la gente tiende a creer que los recursos son infinitos pero se los roban "los corruptos". Pero en el fondo todos saben que los recursos no son infinitos. Sencillamente, las promesas son vacías, como si un indigente promete palacios: habría que hacer creer a alguien que los recursos que hay van a alcanzar para aquello. En la cuenta de Twitter de Zuluaga se transmite la idea de que no se cree en cumplir lo que se promete, ya que se promete todo, como si hacerlo fuera decir algo. La metáfora de la publicidad televisiva vuelve a venir al caso: mientras se acaba de cenar se espera la continuación de la película y se soportan algunos anuncios sin el menor interés. Los que no aludieron a cosas que le interesan a uno es como si no hubieran pasado. Eso es esa cuenta de Twitter.

Al parecer se busca que los votantes del Eje Cafetero se ilusionen con su futuro turístico, pero ¿alguien se ha puesto a pensar qué buscan los turistas? Después de ver las verdaderas posibilidades del nuevo turístico mundial habría que pensar si le seguirá alcanzando la plata al rey Midas después de haber generalizado la longevidad y multiplicado la educación y la protección a los ancianos.

Parece como si sólo se tratara de tener buenas intenciones y proclamarlas, y ésa es la forma en que no se existe, en que se es por completo irrelevante, en que, para usar las palabras con que el neocolombiano Miguel Ángel Bastenier aludía a Zuluaga, "sólo se hace sombra a sí mismo".

Las arengas y demás metáforas militares son importantísimas en el lenguaje de la política, pero primero hay que convencer a los que las van a recibir. En esta proclama, en la que parece que falta un verbo, parece que el hombre ya soñara con una mayoría triunfadora, cosa que las encuestas le niegan.

Bueno, así es toda la cuenta, estos tuits son consecutivos. Podría hacerse agotador el comentario a todos los demás: produce la impresión de un discurso que un profesional de la propaganda usara para cualquier cliente. Creo que un humorista que usara la imagen de perfil de otro candidato con las mismas palabras podría hacerlas pasar por reales.

Colombia va hacia el infierno, mucho peor que nunca antes. La increíble recuperación de las FARC desde 2010 será ahora una realidad más terrible. Nada es más urgente que sacar a Santos de la presidencia y elegir un gobierno que sea capaz de vencer el terrorismo. Con esa clase de propaganda es seguro que Zuluaga perderá, por mucho que los patéticos hinchas de las barras bravas del uribismo respondan con insultos y calumnias a cualquier cuestionamiento: la lambonería no es la respuesta a la tragedia que creó el ungido de Uribe, resultado de la segunda reelección y de las pluscuamperfectas visiones del Gran Timonel y su sanedrín.

Si no cambia el discurso el fracaso es seguro, y tristemente se hace evidente que el discurso no cambiará. No porque Zuluaga no sea beneficiario de un capricho divino sino porque no se sabe cuáles son sus convicciones ni qué propone realmente, más allá de que asegura tener buenas intenciones y quiere darles todo a todos. De hecho, incluso se oyen rumores de que en los actos públicos pasa el tiempo cuchicheando con sus acompañantes o se retira en medio de una conversación: la relación con los votantes es un aburrido trámite en el que hay que escribir cosas bonitas en Twitter, apretar manos, sonreír y aprobar todo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 26 de marzo de 2014.)

jueves, mayo 15, 2014

La campaña babosa


Alergia a la crítica

Tratando de explicar el carácter de los hispanoamericanos y el origen de su mentalidad, Octavio Paz señaló que "somos los hijos de la Contrarreforma": los siglos de la colonización española de América son los del retroceso a un orden medieval, tras la gran libertad del Renacimiento, y la imposición de la doctrina ortodoxa a punta de terror. Eso determina la disposición de la gente a aceptar cualquier imposición de la autoridad y el rechazo de todo lo que haga dudar de las convicciones férreas que exigía la Iglesia, so pena de terminar ardiendo en una hoguera del Santo Oficio (por supuesto que también en territorio colombiano hubo montones de hogueras con seres humanos, pero esos hechos permanecen ocultos).

La Contrarreforma determina todo el atraso cultural hispánico, que se transmitió a las colonias americanas. El escritor José Ángel Valente señala que "en 1650 no había en Salamanca ningún alumno matriculado en matemáticas, y ninguno en matemáticas ni en cirugía en el último año del siglo XVII". Por entonces España era tal vez la primera potencia mundial y seguro que las cortes inglesa o francesa no podían contar con un pintor como Velásquez.

Ese rechazo de la razón es algo que cualquier colombiano desarraigado detecta enseguida como una forma típica de reaccionar de sus compatriotas: las respuestas a cualquier aserto siempre son descalificaciones o por lo menos proclamas de desacuerdo. Muchos parecen creer que en el anonimato de internet el tono firme y aplomado reemplaza el rango social: el otro debe responder a la intimidación con el silencio, como una empleada doméstica insolente. Los argumentos se desconocen, baste ver cualquier discusión de este blog en los años de la blogosfera para comprobarlo.

En el contexto de la política actual eso se evidencia en la feroz unanimidad de los uribistas en torno a la infalibilidad de su líder. No es concebible que se equivoque o que alguna cosa que dijera o hiciera se pudiera discutir. La idoneidad del candidato Zuluaga sólo fue respondida por los que tenían alguna lealtad con sus enemigos o con su rival, que no sólo es tanto o más blando respecto de la infamia de La Habana sino que se atribuía su paternidad (al igual que la de los sexenios de que hablaba hace poco Saúl Hernández). Y respecto a lo que hace Zuluaga todos los cuestionamientos se hacen en voz baja: no fuera a ser que se los considerara desleales o críticos. A todos les parece que la imagen del candidato podría resultar lesionada por las críticas, pero así sólo lo acompañan en sus errores, hasta llegar a la complicada situación actual.

Cuando la razón y la verdad no importan, siempre termina imperando el interés práctico: todo resulta interpretable y al final todo quiere decir cualquier cosa. Esa desafección respecto del diccionario es lo que más fascina a alguien que no viva entre colombianos. El Polo Democrático es el partido que siempre ha buscado que se prescinda de las urnas, la izquierda es el bando de las personas que heredan privilegios y reciben los ingresos de decenas de compatriotas sin que su productividad se pueda evaluar, etc.

La disposición a interpretar es una experiencia característica: el uribismo nunca ha rechazado con firmeza los "diálogos de paz" de La Habana sino que ha intentado mejorar la mesa (buscar un sitio ahí) y de ahí viene la extraña queja sobre la impunidad (se emocionan con la nostalgia del castigo mientras llevan al Senado a uno de los que dirigió la toma del Palacio de Justicia en 1985). Pero sobre eso ya he insistido muchas veces en este blog.

Zuluaga y Santos
La política en un medio así está muy lejos de un juego limpio sobre la orientación del gobierno: casi siempre están de por medio los intereses prácticos de los funcionarios, que predominan sobre cualquier opinión. El inverosímil giro de 180 grados de Santos fue posible porque podía asegurarse el control del legislativo gracias a su posesión de la llave del cofre. También la inexistente respuesta del uribismo, expuesto a perder a todos los funcionarios leales porque la oposición habría hecho que los despidieran o los forzaran a cambiar de bando. Por odiosa que fuera la persecución judicial y periodística contra Uribe, éste siempre se mantuvo leal al PSUN, hasta las últimas semanas de las elecciones legislativas, en que los votantes descubrieron que la U no era de Uribe (en octubre de 2012 el eslogan era exactamente "La U es de Uribe").

Para ver hasta qué punto la actitud del uribismo respecto a Santos fue de sumisión durante casi todo su gobierno invito al lector a ver este video realizado en mayo de 2011.



Pues tres meses después Óscar Iván Zuluaga hacía este balance del primer año de Santos. Ya en 2012, cuando Luis Carlos Restrepo dio a conocer un decálogo de oposición a Santos, Zuluaga le respondió invocando su anhelo de que a Santos le fuera bien y su lealtad al PSUN.

Los diversos enemigos del uribismo intentan a toda costa describir a Zuluaga como un hombre gris sin mucha determinación ni convicciones muy claras. Les resulta muy fácil hacerlo: ésa es toda la falta de "carisma", lo que transmite un señor que podrá ser el mejor gerente imaginable pero que de ninguna manera puede liderar la reacción de una sociedad cuya democracia se ve destruida por una conjura criminal. Ciertamente, no se le ha visto nunca descalificar a Santos, a lo sumo reprocharle algunos errores.

Claro que los medios del oligopolio oligárquico intentan hacerlo invisible, pero ¿no es invisible? Veamos cuál es su discurso sobre la "paz".

Zuluaga y la paz
En una entrevista con María Isabel Rueda de octubre de 2013 se lee esto:
Y si, por el contrario, usted llega a la presidencia y encuentra firmado el proceso de paz, ¿qué hace?No sé qué tipo de proceso de paz será, porque claramente los colombianos no la queremos a cualquier costo. Espero interpretar el sentimiento de los colombianos en que sea una paz digna, estable y duradera. 
Le insisto: ¿desconocería lo firmado?Habrá que ver qué es lo que se va a firmar, y por eso les estamos advirtiendo que no vayan a firmar una paz con base en impunidad, que no sea digna para los colombianos. Queremos la paz, pero desde otra perspectiva. Seré el candidato que luchará por una paz que para los colombianos signifique superar sus problemas de empleo, educación y salud. Esa es la paz, dentro de la institucionalidad, con la Constitución y la ley, de la mano de las Fuerzas Militares, que es la paz digna para el país.
Tal vez sea un discurso familiar para muchos: "No queremos la paz a cualquier precio", eso por la intensa presión de la propaganda y el adoctrinamiento escolar. ¿Qué es "paz"? Cuando Zuluaga espera que sea "digna, estable y duradera" está reconociendo lo que se hace en La Habana, como si fuera legítimo negociar las leyes con los criminales. Las arandelas del proceso, una vez se le ha concedido a Santos la legitimidad de llamar "paz" a su componenda, quedan en manos de los negociadores.

La segunda respuesta es más diciente: ¿qué relación tienen los problemas de empleo, educación y salud con la "paz"? De nuevo ese lenguaje ambiguo en el que a la vez que se invocan otras prioridades se legitima el terrorismo, como si fuera el resultado de la falta de educación-salud-empleo. Eso sin forzar a los intérpretes a plantearlo así, pues las metáforas permiten entender cualquier cosa.

Sencillamente resulta más cómodo no responder a la cuestión de si se deben premiar los crímenes, mayoritaria en la opinión gracias a la propaganda engañosa y al miedo. Siguiendo una vieja costumbre de los políticos de segunda fila, se dice lo que la gente quiere oír, en la medida de lo posible nada, para que todos se sientan interpretados.

Más preocupante es lo que Zuluaga escribe en su cuenta de Twitter. Por ejemplo, al pasar por Inzá después de un ataque terrorista:
Los tristes intérpretes miran para otro lado: ¿cómo van a detectar que se está HACIENDO PROMESAS sobre el resultado de La Habana? Lo de "consolidar la paz" es jerga típica tanto de Santos como de Iván Cepeda: el crimen atroz que están cometiendo se vende como sobreentendido para multiplicar su rentabilidad.

Inanidad
Algo aún peor que la indefinición es la incapacidad de parecer creerse lo que dice. Los tuits como éste son muy característicos de la cuenta de Zuluaga:
¿No se les habrá ocurrido pensar que todos los políticos invocan sus buenas intenciones y eso no significa nada? No, incesantemente están en esa actitud, proclamando lo buenas personas que son y lo mucho que valoran la educación. ¿Van a aumentar el gasto educativo, por ejemplo en cupos universitarios? Una cosa es que los aspectos dolorosos de las propuestas políticas no se deban exhibir, otra que la gente no se sienta irrespetada cuando todo lo que se le ofrecen son promesas generales que no cuesta nada hacer.

La conversión por los medios de Peñalosa en un candidato viable y que podría ganarle a Santos es otro intento de impedir el paso a segunda vuelta de Zuluaga, lo terrible es que les podría dar resultado porque la gente no encuentra en ningún candidato una deslegitimación rotunda de lo que ha sido el gobierno de Santos y la inscripción de Colombia en el eje bolivariano. Ni la denuncia firme del fraude electoral ni de las mil atrocidades de Santos. Si es para que le ofrezcan más educación y más honradez en la gestión, es comprensible que muchos que desearían vivir en un país orientado al desarrollo terminen quedándose en su casa o cediendo a la propaganda favorable a Peñalosa.

Hacia 2008 señalé el error fatal que era buscar otra reelección de Uribe en lugar de crear un partido que defendiera la democracia contra la hecatombe que se temía. Nadie hizo caso. Lo mismo respecto a la oposición firme y clara al santismo. No hicieron caso. Si Zuluaga quiere parecer creíble tiene que empezar por parecer alguien que no tiene un tesoro inagotable para obrar con generosidad sino explicar en concreto qué hará con la nómina oficial, explicando qué ha hecho Santos, qué hará con las regalías (el descontento de las regiones respecto de la capital es un enorme caladero de votos), qué hará en concreto para mejorar la educación, qué hará con la negociación de La Habana (sí que ha dicho que debe cesar, pero también sigue llamándola "paz" y haciendo muchas otras concesiones semejantes)...

Sin deslegitimar rotundamente a Santos y su componenda no habrá segunda vuelta para Zuluaga. Pero aunque la hubiera, ¿cómo iba a ganar si tendría que enfrentarse a un Estado archicorrupto y a unos medios que forman parte de una conjura criminal que no denuncia?

El caso de Sigifredo López, como he explicado muchas veces, resume la estrechez de miras del uribismo. Con toda certeza, la CPI no estaría tan dispuesta a pasar por encima del único dictamen técnico que concluye que la voz del video encontrado en un campamento terrorista es la del exdiputado. La perversidad de la prensa, el prevaricato del fiscal y muchas otras infamias del gobierno de Santos saldrían al descubierto.

Pero no presentarán una denuncia por genocidio. Tan previsible como que perderán, por mucho que se los intente ayudar. Siempre podrán culpar de todo al enemigo y a sus ventajas, pero es evidente que no hacen lo que se debería hacer. Ni cuando Uribe contaba con un respaldo absolutamente mayoritario ni ahora que a fin de cuentas no llega a conseguir que un 10% de los que pueden votar apoyen su aspiración al Senado.

(Publicado en el blog País Bizarro el 17 de marzo de 2014.)

jueves, mayo 08, 2014

Fraude e idiosincrasia

Por mucho que se esfuercen, no pueden ocultar el fraude electoral que denunciaba Fernando Londoño. Ayer mismo Salud Hernández Mora aportaba datos decisivos sobre el extraño comportamiento del electorado. Pero les quedan muchos otros recursos, como explicar que siempre ha sido así o que a pesar de los votos robados (los anulados después de manchar los tarjetones antes de la votación y muchísimos otros casos no se mencionan), de todos modos cantan victoria por el triunfo del gobierno "centrista" (la definición de izquierda y derecha, términos siempre engañosos y relacionados con la propaganda, depende en Colombia de la disposición a premiar a los terroristas y sobre todo a quienes cobran sus proezas).

Paradigma de esa clase de próceres es Héctor Abad Faciolince, un campeón del cinismo que cuenta con la ventaja de ser muy representativo del país. En su cuenta de Twitter no vacila en escribir: 
¿Verdaderamente hay quien crea que Santos tiene el doble de apoyo que Uribe en Colombia y que esos resultados en votos y en senadores representan a la sociedad? ¿Cómo es que esas masas no aparecen nunca en las redes sociales? Para el caso resulta muy útil lo de la izquierda y la derecha:
Y de nuevo los más de cincuenta senadores de la U, el conservatismo y el "liberalismo" resultan gracias al arte del sobreentendido como verdaderamente representativos de la sociedad. Eso por no hablar de que el Polo Democrático y la Alianza Verde son partidos de las FARC, sin contar con el "liberalismo", que incluía entre sus candidatos al hijo de Piedad Córdoba, al mínimo y dulce Sigifredo López y a muchos otros benefactores de la humanidad.

Abad saca un refrito de sus falacias justificando el fraude (como si todo el gobierno de Santos no fuera un ultraje abierto a la democracia) en su columna de El Espectador. Pero lo verdaderamente gracioso es esta recomendación:
Vale la pena leer a García Villegas porque en un esfuerzo por aprovechar la actualidad del fraude para aludir a la idiosincracia nacional da una buena prueba de ella. Por ejemplo, después de aludir a las denuncias de fraude se pregunta si son justificadas.
Lo son, sin duda. La causa de que haya tanta denuncia de fraude es, en buena parte, que hay mucho fraude. Pero creo que se necesita de algo más que eso para explicar tanto pataleo.
La existencia del fraude no se niega, pero a partir de entonces se olvida por completo quién comete el fraude y por qué: la causa de que mataran a Kennedy es que se cometen muchos homicidios o que hay muchas armas en manos de particulares. El sentido de la cuestión, las pruebas de que se robaron cientos de miles de votos del Centro Democrático, por no hablar de las demás maquinaciones que falsean la voluntad popular, se pasa por alto y no se vuelve a mencionar.

Los párrafos siguientes inciden en argumentos "culturalistas" para explicar las denuncias de fraude, argumentos que mencionan rasgos idiosincrásicos típicos pero sólo para aprovecharlos a favor del escamoteo de la voluntad ciudadana: si siempre hay lloriqueo por los votos porque reinan la envidia y la desconfianza ya no importa que la mayoría de los ciudadanos (hasta el nivel de abstención es efecto de las bien provistas campañas del voto en blanco y de la constante propaganda calumniosa contra Uribe) resulten refrendando a un gobierno que no tiene partidarios y a unos políticos como Roy Barreras, que sólo se mencionan en las redes sociales para insultarlos.

Decía que pretendiendo comentar la indiosincracia nacional García Villegas da muestra de ella porque es de lo que trata su artículo, de la "viveza" con que se pasa a hablar de otra cosa y el tema que está en discusión se olvida (así resultan entregadas las curules a quienes no tuvieron los votos, o se oculta un triunfo claro del uribismo gracias al prevaricato de la Registraduría, como cínicamente admite el comentarista de turno de La Silla Vacía).

Otro "vivo" de ésos, Ricardo Silva Romero, con una prosa pomposa y falaz que en cualquier lugar distinto a Colombia movería a risa, despacha la cuestión de los votos robados con una frase también idiosincrásica, también típica: 
Colombia sigue siendo tan uribista que hasta a Uribe le hacen trampa.
Mientras tanto el robo evidente de los votos se va olvidando: para eso son las falacias de los comentaristas, que son a fin de cuentas el bando de Santos, o sea de la llamada "paz" (del reconocimiento y premio a unos criminales que cada día matan más y seguirán matando mientras estos pensadores se oponen a que se intente "refundar la guerra"). Son lo mismo que los terroristas, cumplen una función en la conjura criminal como cualquier otro propagandista del crimen. ¿O alguien cree que los nazis no vivían hablando de paz? Claro que es bastante improbable que Abad Faciolince, García Villegas o Silva Romero tengan una centésima de la cultura musical, por decir algo, de un nazi promedio.

(Publicado en el blog País Bizarro el 17 de marzo de 2014.)

jueves, mayo 01, 2014

¿Es posible ganarle a Santos?


Finalmente llegó el día y los resultados electorales arrojaron alguna sorpresa. La principal fue el relativo fracaso de los grupos manifiestamente afines a las FARC: en 2006 el PDA obtuvo 10 senadores, en 2010, 8; en 2014, 5. La Alianza Verde obtuvo 5 senadores que compensan el retroceso del PDA. Es decir, a pesar de la legitimación continua del gobierno y los medios y de la abundancia de recursos que genera la benevolencia del gobierno con las industrias de sus socios armados, no consiguieron ningún avance.

Más curioso fue el triunfo del PSUN, partido que sencillamente no tiene partidarios. Yo no recuerdo a nadie en las redes sociales que lo defienda. Se queda uno pensando si los activistas de la llamada izquierda eran conscientes de que trabajaban para la compra de votos de la mafia gobernante cuando emprendían las campañas de acoso a Uribe y por el voto en blanco (que finalmente atrajo a muchos, pero sobre todo influyó en la altísima abstención).

Los resultados del uribismo son agridulces: por un lado estuvieron en la franja alta de las previsiones (había quien calculaba que obtendría 12 senadores), por el otro no consiguieron ser el primer partido, que claramente son en términos de opinión popular. Es obvio que el resultado electoral deja ver el éxito de las marrullerías de Santos y el prevaricato de la alta burocracia del CNE y la Registraduría, pero también de los errores cometidos desde 2010: se quejan de que la U engañara a los votantes haciéndoles creer que era el partido de Uribe, olvidando gracias a la mala fe típica que durante tres años estuvieran proclamando exactamente eso, que la U era el partido de Uribe.

Se abre ahora la campaña por las presidenciales y las FARC se "estrenan" de su pausa electoral, claramente observada para favorecer a Santos, matando a cuatro militares. ¿Será posible ganarle a las campañas de persecución de los medios, el poder judicial y los activistas comunistas de las redes sociales? La respuesta es la de siempre: sería posible si no se tratara de Uribe y Zuluaga y sus asesores y acompañantes.

El votante se verá expuesto a la propaganda pacifista, reforzada con los crímenes en regiones apartadas, que sirven para inducir sutilmente miedo (en 2002, tras la masacre de Bojayá, Óscar Collazos salió a advertir de lo que le esperaba a Colombia si se elegía "la guerra", cosa que reprodujeron miles de activistas en las aulas y cafeterías). Presentarán a Santos como el hombre de la "paz" y buscarán descalificar a la oposición como opción por la "guerra". Ya lo han hecho durante todo el gobierno de Santos.

La respuesta de Uribe y Zuluaga ha sido huir de ese retrato declarando que "no serán obstáculo para la paz" y que "son amigos de negociar con los terroristas", reacción miserable que en aras de complacer al público al que la prensa engaña, reproduce esa atroz falacia legitimadora del crimen.

Como ya he explicado muchas veces, el resultado es que el votante no tiene opción de escoger entre la paz y la guerra porque ambos candidatos son entusiastas de la paz y finalmente no acude a votar o se ve identificado en las políticas positivas de Peñalosa (candidato de la Marcha Patriótica) o en la identidad conservadora de Marta Lucía Ramírez, tan amiga de la paz que lleva de candidato a la vicepresidencia al comisionado de Paz del Caguán.

Zuluaga ya tiene muchos handicaps, no es un hombre apuesto ni particularmente simpático ni su personalidad es llamativa, si encima se dedica a inscribirse entre los pacifistas será simplemente un candidato de segunda que no animará a muchos que sí votarían por Uribe. Los términos de su campaña son de una torpeza y una vulgaridad lamentables: mientras que caen asesinados casi cada día varios colombianos, él propone "consolidar la paz", para lo que ofrece "educación", como si el país estuviera en medio de unas circunstancias tranquilas (es lo que busca hacer creer la propaganda del régimen) y pudiera optar por un candidato que fuera a traer mejoras en determinados ámbitos.

Colombia es hoy una república bolivariana en la que se dan los primeros pasos del chavismo: multiplicación de la nómina estatal, despilfarro de recursos en propaganda del régimen, destrucción de la división de poderes, desmoralización sistemática de la fuerza pública, persecución de la oposición... Si no se denuncia eso, si no se explica que la "paz" es sólo el ascenso de los terroristas y la conversión de los crímenes en la fuente del derecho no sólo se estará obrando contra la moral y contra el propio papel en la historia, sino que se estará ayudando a ganar las elecciones a Santos.

Prácticamente todos los uribistas se indignan cuando uno señala eso, los únicos que le ven defectos a Zuluaga son los que lamentan que el candidato no sea Francisco Santos (que se atribuía la paternidad de los diálogos de La Habana) y después se han vuelto entusiastas de la candidata conservadora, pero obrando así se pegan un tiro en el pie: la fe ciega en el líder no se puede transferir a otro, y el resultado es que legitiman lo que hace Santos.

¿Es posible ganar la presidencia? Tal vez lo fuera denunciando la negociación de La Habana como un crimen de lesa democracia. Lo que pasa es que Uribe y Zuluaga no lo harán, y por eso fracasarán. Nadie podría asegurar que ganaran deslegitimando la negociación y exigiendo que se cancelara, lo que sí se puede asegurar es que no haciéndolo perderán. Es lo que ocurrirá.

(Publicado en el blog País Bizarro el 11 de marzo de 2014.)