lunes, julio 23, 2012

¡Hay tantos Caguanes que todavía no han despuntado!





("Hay tantas auroras que todavía no han despuntado" reza un verso del Rig-Veda que inspiró a Friedrich Nietzsche el título de su libro Aurora. En Colombia vuelve la presión por un despeje para los terroristas.)

No entiendo qué clase de consuelo será para algunas personas el que la semana pasada cayeran 33 miembros de las FARC en Arauca y esta otros 32 en Vistahermosa, Meta. Una victoria pírrica en una guerra repugnante en la que el gobierno y sus aliados cubanos y venezolanos pueden encargar unas y otras muertes y los jefes terroristas ven caer la carne de cañón como quien gasta un montón de dinero en una inversión rentable: esas muertes no son avances importantes sino la prueba de algo atroz, al igual que la muerte de tres estudiantes de la Universidad Pedagógica el fin de semana: las FARC ya están organizando columnas de decenas de personas y planeando grandes atentados en las ciudades, pues ¿para qué eran las bombas que preparaban los estudiantes?

Esos tremendos avances de los terroristas, de los que las incontables bajas militares de este año son sólo un aspecto, ocurren mientras la prensa, convertida más que nunca en órgano de propaganda del terrorismo o de la "paz" (es decir, de las negociaciones de "paz") o del gobierno, conceptos que hoy por hoy son lo mismo, va introduciendo con vaselina la nueva realidad de alianza del gobierno con los terroristas y premio de sus infinitos crímenes.

Entre los ingredientes de esa campaña de presión, que a fin de cuentas empezó desde que ascendió Santos a la presidencia (baste recordar el ruido que acompañó a la bomba de Caracol o el aquelarre de Buenos Aires, con copiosísima inversión en llevar a personajes caros como Mayor Zaragoza) llama la atención una carta que le enviaron a Santos los habituales de Razón Pública, que es a las FARC lo que la Corporación Nuevo Arco Iris al ELN, o sea, una organización de fachada, y que suscribieron los habituales columnistas y profesores (que son columnistas y profesores gracias a que colaboran con el terror).
Bogotá, D.C., marzo 5 de 2012


Señor Presidente:

Dijo usted en el discurso de posesión el 7 de agosto de 2010: “La puerta del diálogo no está cerrada con llave”. Para fijar destinatarios de tales palabras, usted agregó: “A los grupos armados ilegales que invocan razones políticas y hoy hablan otra vez de diálogo y negociación, les digo que mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa”.
Es como la profecía que se ejecuta a sí misma: el argumento de los cobramasacres es que Santos lo dijo, y así pasa como la cosa más razonable del mundo que se pueda construir una sociedad próspera, equitativa y justa premiando las masacres, los cilindrazos, las bombas, etc. Bueno, en cierta medida tienen razón: Santos empezó diciendo eso y nadie le respondió, los congresistas elegidos por el "uribismo" no estaban para incomodar al que tiene la llave del botín, y el propio Uribe tampoco estaba para echarse en contra a los congresistas de su partido y encima a los medios de propaganda: los portavoces de las FARC reclaman lo que dijo Santos porque siendo el presidente semejante atrocidad fue tolerada por los colombianos, cada uno por diversas razones, pero sobre todo por la confianza ciega en el guía infalible que todavía manifiesta su respeto por Santos y afirma no querer hacer oposición, a tal punto que la respuesta de Luis Carlos Restrepo fue enseguida desautorizada por Óscar Iván Zuluaga obrando casi como portavoz de Uribe.
En diversos momentos y con énfasis distintos, ha reiterado usted el primer enunciado en lo que va corrido de su mandato. Recientemente en Florencia, al término de un Consejo de Seguridad, usted redundó sobre la misma imagen. Es cierto que en su intervención formuló una inquietante indicación: “El Gobierno no tiene en este momento ningún indicio, ninguna manifestación que nos pueda a nosotros convencer de la buena voluntad de la contraparte en materia de llegar a un acuerdo de paz. Por lo tanto, la acción de la fuerza Pública será contundente y seguirá siendo contundente sin ninguna contemplación”.
Los firmantes de la carta lo saben bien, la mayoría de ellos son profesores universitarios comunistas que han leído algún manual de historia, pero hasta un niño lo sabría, la promesa de premiar los crímenes los alienta. Los gestos de paz se reservan para el momento en que "la contraparte" ha matado a suficientes soldados y controlado suficiente territorio, reclutado a suficientes combatientes y hecho acopio de suficientes recursos para imponer sus condiciones. El demandante de gestos de paz siempre tiene que resignarse a esperarlos; y como a fin de cuentas no pierde nada, ni siquiera apoyos políticos porque para eso tiene controlados a los compañeros del guía infalible y el pueblo es servil e indolente, pues es una resignación más bien cómoda. En otras palabras, las amenazas del demandante de gestos de paz como mucho producen las muertes de la consuetudinaria carne de cañón, mientras los firmantes de la carta calculan cuál será la embajada que les corresponda al cabo de unos cuantos años de masacres y terror. La promesa de premiar los crímenes es una forma de encargarlos, sobre todo cuando el premio es la lealtad de las vastas redes de poder que crecieron alrededor de la Constitución del 91 y el consecuente apoyo al terrorismo.
Nos ha estimulado a escribirle estas líneas el hecho de que usted no haya arriado la bandera de la reconciliación, pero también nos ha empujado a hacerlo ahora la Declaración Pública del Secretariado del Estado Mayor Central de las Farc, conocida por la opinión nacional el 26 de febrero pasado. Como a la inmensa mayoría del país, nos ha alegrado que a la liberación de los seis militares inicialmente anunciada se haya adicionado el nombre de cuatro más, así como la manifestación de agilizar por parte de la guerrilla las acciones de la liberación.
Es muy interesante tener en cuenta el contexto. La carta es del 5 de marzo y la declaración del Secretariado es de una semana antes: el impacto de la carta y la campaña de presión es paralelo al de las orgías sangrientas que han tenido lugar desde entonces. Las muertes de guerrilleros deberían cargarse en la cuenta de los firmantes de la carta porque a fin de cuentas son vidas de colombianos humildes segadas por la ambición de estos desalmados. La mayoría de esos muchachos están forzados a matar y a morir por la carrera de estos personajes. Pero sobre todo, sin asesinatos no habría nada que negociar, sean cuales sean los términos de las cartas de presión. Las supuestas liberaciones, anunciadas ya no recuerdo cuántas veces, tienen en las cartas de apoyo a la "reconciliación" una parte de la onda expansiva.

Eso sí: uno siempre está en minoría explicando a los colombianos que Santos está en el mismo bando de los terroristas. ¡Su calzado es demasiado elegante para poder concebir tal afinidad! El hecho de que comparta con los cobramasacres una mentira monstruosa como ese término, "reconciliación" no significa nada para los colombianos: las palabras son gratis y no cuentan nada. ¿Cuál reconciliación? ¿No es la agresión del Partido Comunista financiada por la URSS en su día y coordinada por el régimen cubano algo comparable a un atraco? ¿Han agraviado las víctimas a los firmantes de esa carta, algunos ancianos que siempre han disfrutado de sueldos y pensiones fabulosos gracias al poder terrorista, como para que se hable de "reconciliación"? Ese lenguaje legitima a los terroristas, con los que Santos negocia a espaldas de los ciudadanos sin que el uribismo plantee ninguna respuesta (y en realidad ningún rechazo).

Por las implicaciones que a más largo plazo tiene, asumimos como importante novedad, de cara a la trayectoria de 48 años de las Farc, la decisión de proscribir el secuestro extorsivo y de abolir la llamada Ley 002 que establecía para la guerrilla una aberrante atribución fiscal y la escandalosa “institucionalización” de la amenaza del secuestro con fines extorsivos.
Proscribir el secuestro extorsivo se debe entender que a quien no pague la extorsión sencillamente lo matarán, y es algo que está por verse que lo proscriban, pues ¿cuánta gente está secuestrada por los terroristas? De hecho, es posible que estén "tercerizando" esa labor en las bandas criminales, que ya colaboran, tanto judicial como operativamente, con las FARC. Pero es más graciosa la condena a la Ley 002. ¡Estos pensadores la condenan ahora que las FARC no la pueden cobrar, en los años del Caguán la apoyaban más o menos expresamente!

En la etapa actual del conflicto interno se hacen evidentes primordiales realidades: el avance decisivo de la acción contrainsurgente del Estado mediante la acción de la Fuerza Pública, la pérdida de la proyección estratégica de la guerrilla, la persistencia de estructuras organizadas de las guerrillas que operan en lógicas nacionales y producen diverso tipo de operaciones ofensivas. De este cuadro se desprenden coordenadas que de mantener su trayectoria hacen previsible la continuación del conflicto interno con la inevitable prolongación de sufrimiento humano, pérdida de vidas, destrucción material y envilecimiento de la guerra.
En una ocasión uno de los firmantes de esa carta, el inefable señor Molano, escribió un artículo, eran los tiempos del Caguán, en el que mostraba todos los sufrimientos de los secuestrados. Sólo había que leerlo hasta el final: tanta compasión tenía el objetivo de ablandar a los lectores para que premiaran a las FARC. Es el sentido que tienen en los textos de estos criminales las alusiones al "sufrimiento humano": amenazar. Los crímenes atroces que siguieron a la carta, incluida la acción de coserle la boca a un campesino, probablemente encargada por alguno de los firmantes, complementan esa retórica.
Ante tan sombría perspectiva creemos que sólo la audacia política, que no identificamos con inopinada temeridad, puede abrir caminos inéditos para la reconciliación. Creemos, Señor Presidente, que políticas como la que está induciendo la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, con las limitaciones que a nuestro juicio ella presenta, así como la decisión que hizo posible la acelerada normalización de las relaciones internacionales con los vecinos, son iniciativas cuya calidad quisiéramos ver dirigidas también a la búsqueda de superación del conflicto interno mediante el diseño de una política que permita conversaciones serias y claras con la insurgencia.
Las "conversaciones serias y claras con la insurgencia" son en buen romance la abolición de la democracia, pues el "gobierno del pueblo" resulta reemplazado por la imposición de unos asesinos. Lo único que hace pensar en "reconciliación" es que hasta el líder de los ganaderos, señor Lafaurie, apoya la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, a la que califica de "inédito y enorme ejercicio de justicia". ¿No le producirá desconfianza el entusiasmo de estos cobramasacres?
Cuando señalamos la necesidad de coraje y audacia, también en el campo de la reconciliación, somos conscientes de que en el país operan poderosos intereses de orden militar, económico y político que se benefician con la prolongación de la guerra. Allí está, al menos en parte, la fuente que alimenta la retórica belicista y la excitación a la revancha que cobran intensidad cuando se producen señales de distensión. Tal vez no sobre consignar aquí, para evitar juicios insidiosos, que nos inspira la idea de la instauración definitiva en Colombia del monopolio de la fuerza por parte de Estado, pero bajo la inamovible condición de que es el monopolio legítimo de la fuerza el que corresponde construir.
En este párrafo la desfachatez orwelliana de estos asesinos llega a niveles casi cómicos: ¡la paz es la guerra! Lo que llaman "prolongación de la guerra" es cualquier esfuerzo de aplicar las leyes, mientras que la orgía de sangre de estos días, en medio del floreciente negocio de la cocaína con apoyo estatal venezolano, que a muchos de ellos sin duda hace prósperos, es la paz y la reconciliación, no faltaría más. Y claro, la frase final es una perla de esas que lo explican todo: ¡la legitimidad de la fuerza no consiste en el respaldo ciudadano sino en la bendición que dan ellos! La fuerza estatal no es legítima porque no está refrendada por los que castran gente en público y reclutan niños.
Quisiéramos rodear de optimista expectativa uno de los enunciados de la Declaración de las FARC aquí glosada: “Por nuestra parte consideramos que no caben más largas a la posibilidad de entablar conversaciones”. Diversas señales permiten pensar que está aflorando el sentimiento de que la prolongación de la guerra es un propósito que no tiene sentido, miradas las cosas desde el alto interés nacional.
No hacen ningún esfuerzo en ocultar su carta como un intento de cobrar la declaración de las FARC. Eso sí, el alto interés nacional es la conveniencia de los negocios y carreras de los firmantes, que en los veinte días pasados desde la fecha de la carta se ha cobrado varios cientos de vidas y en los próximos años se cobrará cientos de miles de vidas: no es la perversidad de estos asesinos lo que importa, sino la frivolidad e indolencia de la mayoría.
Usted, señor Presidente, ha insistido con razón que se le permita al gobierno proceder en materia de conversaciones con independencia y cautela. Esa observación la entendemos cabalmente en el plano operativo que implican los contactos, las imprescindibles exploraciones. Con toda convicción asumimos la justeza de tal advertencia, pero al mismo tiempo reiteramos que los problemas emanados de un conflicto que cubre al menos un cuarto de la historia republicana del país no pueden asumirse por la ciudadanía como asunto privativo, o bien de las instituciones armadas, o bien como asunto del fuero presidencial. La búsqueda colectiva de la paz es quizás el objetivo nacional a la vez más incluyente y exaltante.
La carta es perfectamente un encargo de Santos, cuyo hermano mayor siempre ha coordinado a esta clase de personajes, y tiene por objeto legitimar la negociación, como ya expliqué al principio. De repente estos cobramasacres resultan cobrando las bandas de asesinos, formadas por unas cuantas decenas de sicarios durante décadas, como "una cuarta parte de la historia republicana". ¡La búsqueda colectiva de la paz es la orgía de sangre que comenzó con la elección de Santos y ha hecho de este primer trimestre de 2012 el peor de todo lo que va corrido del siglo!
Comprometemos nuestra buena voluntad en coadyuvar a la construcción de un movimiento amplio por la paz en Colombia en la persuasión de que encontraremos también comprensión más allá de las fronteras del país, en pueblos y gobiernos que aspiran a que los conflictos se tramiten por los senderos civilizados de la controversia democrática, del respeto a los derechos humanos y a las normas del Derecho Internacional. Entendemos igualmente que la alusión contenida en la Declaración de las Farc a “un acuerdo de regularización de la confrontación” no tendría sentido alguno como figura pensada por fuera del contexto creado por el Derecho Internacional Humanitario. Para los analistas de conflictos, los cambios de lenguaje constituyen un síntoma y un paso fundamental para la búsqueda de la resolución negociada.
Tan dulces humanistas tienen una larga trayectoria, en la mayoría de los casos, como líderes de organizaciones comunistas y como jaleadores de los terroristas. El mismo señor Molano, citado arriba, reaccionó a la indignación de la gente con la orgía de asesinatos de los años del Caguán felicitando a las FARC por la masacre de Vigía del Fuerte (¿quién recuerda una sola de tantas masacres?) diciendo que "era una base paramilitar", y cuando los secuestros llegaron a ser de diez cada día, aparte de las innumerables atrocidades, salió a decir que lo mismo que se decía de Tirofijo se había dicho en su día de Bolívar. ¡Cómo no van a estar optimistas si en las mismas fechas en que redactan su carta se multiplican los asesinatos! César Gaviria nombró ministro a Camilo González como efecto de la alianza con el M-19, seguro que Santos nombrará en cargos importantes a muchos de estos firmantes, aunque para que quede legitimada la "paz" no bastan las presiones de firmantes, sino que harán falta unos cuantos cientos de miles de asesinatos, cosa que nadie se toma en serio, claro, como si no hubiera habido ya millones de víctimas de la ambición de estos filántropos.
Estimamos la contribución modesta que podamos hacer a un movimiento de esa naturaleza, también como apoyo a su propósito expresado en circunstancias extraordinarias, con las palabras que introdujimos en la presente misiva y que ahora la cierran: “… mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia, y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa.”
Humildes y solidarios, los próceres ofrecen su ayuda a un gobierno tan noble. Claro que como las cosas van saliendo francamente bien y ya se extorsiona en medio país, pues no falta el que sale con pasos más audaces, como para materializar la ayuda. Por ejemplo, ¡oh sorpresa! un columnista de El Tiempo.

Iniciativas que podrían servir de base para avanzar en la construcción de una agenda de paz.
Es el lenguaje del Caguán: todos los días se hablaba de eso, cuando ya se habían dedicado varios años a la "construcción de la agenda de paz", el poder terrorista era tan grande que los constructores decían que "las partes necesitan llegar fuertes a la mesa de negociación". Sencillamente la agenda de paz es la principal tarea del accionar terrorista, el ir ganando legitimidad a punta de intimidación soterrada.
Muchos analistas del conflicto colombiano, columnistas y políticos en general nos preguntamos: ¿cómo transcurriría una posible negociación con las Farc?, ¿cuáles serían sus alcances, su metodología?, ¿a qué están abocados esa guerrilla y el Gobierno para lograr una salida política negociada?, ¿cómo ganar credibilidad frente al tema entre la opinión pública?

No sobra insistir en que estos interrogantes los formulamos sin desconocer que deben darse unas condiciones mínimas para que las partes puedan sentarse a la mesa de negociación. Pero perfilemos el escenario posible, luego de que se concrete la liberación de todos los militares secuestrados, de que fructifiquen las diferentes gestiones en marcha y de que ambas partes tomen la iniciativa que haga realidad los acercamientos. Es en ese momento cuando tales preguntas cobrarán vigencia.
"Ganar credibilidad frente al tema entre la opinión pública" es algo que el columnista dice sin darse cuenta, pero en lo que se evidencia la alianza del gobierno con los terroristas. ¿No? En un lado están los que se reconcilian y en el otro la opinión pública que puede desconfiar. El resto es como un dejà vu, la jerga del Caguán. Parece que quienes nacieron después de 1985 pueden consumir eso sin vomitar.
Entonces se van a requerir propuestas novedosas que permitan ganar confianza entre la ciudadanía y credibilidad en la opinión pública internacional, así que me atrevo a sugerir que se tengan en cuenta algunas iniciativas que podrían servir de base para avanzar en la construcción de una agenda de paz.

Si bien hablamos de una negociación nacional y global, con temas de ese nivel y condiciones ajustadas al mismo escenario, no se debe descartar que para avanzar en ella se puedan concretar algunos acuerdos integrales, de carácter regional o territorial que, con unas reglas del juego claras y mecanismos de verificación aceptados por las partes, vayan consolidando la ruta de la negociación.

Me explico: si el secretariado de las Farc y los delegados del Gobierno Nacional ponen sobre la mesa sus cartas y a partir de ahí se explora cómo empezar a materializar los compromisos y a definir el esquema aquí propuesto, se podría acordar un territorio determinado como comienzo de dicha apuesta de paz. Esa región puede ser, a manera de ejemplo, el Valle del Cauca, Antioquia y Chocó juntos, los Santanderes, u otro territorio del sur del país, cada uno por separado e incluso con tiempos y momentos distintos.
Ahí lo tienen: ya no es Pradera y Florida, ni regiones selváticas como el Caguán primigenio, sino el Valle del Cauca, Antioquia y Chocó juntos los que el hombre pide... bah, ¡sugiere! que se entreguen a los terroristas. No faltará el "enterado" que se burle, pero la brillante propuesta podría ir acompañada de las bombas que preparaban los estudiantes de la Pedagógica que explotaron este fin de semana.
En una de esas regiones, previo establecimiento de las reglas para un cese del fuego, se analizarían los focos de tensión del conflicto, bajo la dirección del Gobierno Nacional pero con participación de las autoridades locales, y se abordarían temas como el desminado, el reclutamiento de niños, cultivos ilícitos, minería ilegal, problemas de desarrollo regional, y otros de interés de las regiones y de las partes, mientras delegados de ambos bandos tratan temas nacionales en el orden político, económico y social, al igual que los mecanismos de definición de los acuerdos, sin descartar posibles desmovilizaciones y reinserciones parciales.
Ya se ve, los terroristas resultarían gobernando regiones en las que habitan al menos una cuarta parte de los colombianos, todo, claro en aras de la paz y la reconciliación. El caso, y TODA LA DESGRACIA COLOMBIANA ES QUE NADIE LO QUIERE ENTENDER es que la propuesta aparece en el diario de la familia del presidente, absolutamente hegemónico, mientras que los que discrepan de esos planes están marginados. Poner a gobernar a los terroristas es el plan de Santos, que ya gobierna aliado con ellos, por mucho que permitan a los militares matar tropa.
Este podría ser un punto de partida que vale la pena explorar como posible vía para la solución negociada y en perspectiva de la reconciliación nacional, sueño tan acariciado por los colombianos.
Seguro, los colombianos "acarician" el sueño de la reconciliación tal como los parientes de los secuestrados quisieran ver libres a sus seres queridos. Que los entusiasme pagar el rescate es otra cosa, pues el escrito de este terrorista es la más descarada legitimación del asesinato en masa y el más descarado cobro del rescate.

El Caguán fue como una aurora del horror que mostró a Colombia lo que podría vivir bajo el comunismo. La "paz" de Santos ya ha devuelto al país al periodo previo a esa tragedia, pero será muchísimo peor porque el control del Congreso y el poder judicial por Santos y su séquito es absoluto, y la gente no tiene otra esperanza que la añoranza del tiempo del caudillo enérgico.

En el escrito que publiqué con ocasión de la bomba de Caracol (en el que sale como cosa rara el obsceno canalla Gustavo Petro acusando a los que se oponían a premiar los crímenes) aludí al precio que tendría la voluntad de Santos de premiar a los terroristas: la multiplicación de los crímenes a niveles muy superiores a los del Caguán es tan segura como que el próximo año se conocerá como el 2013, pero es el destino de Colombia, de nada sirve advertir lo que pasará porque nadie hará nada para evitarlo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 28 de marzo de 2012.)