miércoles, diciembre 22, 2010

La tarea de Robin

Según Immanuel Kant el "negocio de los filósofos" son "los secretos juicios de la razón común", los sobreentendidos en los que los demás no se detienen a pensar y que no obstante son lo que más importa. Para entender de verdad por qué ocurre lo que ocurre en Colombia valdría la pena que probáramos a hacer de filósofos, a examinar esos juicios y cuáles son sus implicaciones.

Podría empezarse por la idea más unánimemente aceptada, la de que en el país hay una enorme desigualdad entre los ricos y los pobres y de algún modo debe enmendarse esa injusticia. La rebelión perpetua sale del anhelo de contribuir a esa apremiante necesidad: sacar del poder a los corruptos, a la "clase bellaca" y quitarles todo lo que se han robado para proveer derechos a las mayorías.

Bueno, ya en ese juicio está casi todo: ¿de qué modo han llegado los corruptos o la clase bellaca a robar tanto? Sólo por disponer de todo, por la diferencia entre lo que deja la explotación y exportación de las riquezas naturales del país y lo que resulta del trabajo, diferencia que hace que quienes controlan las leyes y los ingresos derivados de exportar materias primas concentren el poder. ¿Y cuál es la solución casi unánimemente aceptada por los colombianos? Cambiar de manos ese control y entonces hacer justicia y organizar el país de tal modo que al cabo de unos años aflore el paraíso que debería haber sido y que se echó a perder por la miseria moral de los corruptos.

Esa lógica, esa retórica es exactamente la miseria moral de los corruptos. La condena de los lujos en medio de que viven los que pueden no es más que envidia, y la santa indignación del justiciero cincuenta millones se resume en el tradicional adagio "lo malo de la rosca es no estar en ella". El hombre pusilánime y apocado se pasa la vida soñando con la justicia y hasta trabaja, mientras que el que no se resigna a vivir en medio de tanta injusticia estudia y lidera las luchas sociales hasta que llega a concejal, congresista, senador, procurador, etc., según su talento y su linaje, y ¡claro que sigue luchando contra los corruptos, que se pueden describir como los que amenazan su cargo!

El famoso bandido británico Robin Hood es el modelo de los colombianos, y es inconcebible una generación que no tuviera alguna propuesta para repartir la riqueza. ¿Alguien se sorprenderá de saber que los demiurgos que corregirán la desigualdad son casi siempre ricos y miembros de familias de altos funcionarios? Bah, el colombiano ordinario, el justiciero cincuenta millones, no concibe otro progreso que el propio, que la relación personal y en lo posible el parentesco con los que tienen el poder y la inclusión en un estrato grato. Si se le pregunta qué quiere ser siempre resultará administrando maravillosamente la cosa pública y dando de todo a los desposeídos (a los que desprecia infinitamente y sólo compadece porque ese afecto como que legitima su sublevación, es decir, su adhesión al crimen del que podría resultarle un ascenso social).

En ese sueño y en sus consecuencias se resume el pasado y también el futuro de Colombia. El que crea que la conciencia de una minoría va a cambiar algo sólo tiene que fijarse en la tragedia que ha sido el petróleo para Venezuela y en cómo "la creación de un pueblo parásito e inútil" la anunció hace más de setenta años Arturo Uslar Pietri sin que haya sido posible evitarlo. Al contrario: los incesantes procesos redistributivos dieron lugar a una tremenda selección negativa en la sociedad y en la cúspide del poder, y no hay que ser un lince para ver en Colombia un destino parecido.

El país de Robin Hood, por el contrario, superó pronto el desorden y el primitivismo en medio de los cuales prosperó el famoso bandido. Pocos siglos después fue el país de la Revolución industrial, fruto de la laboriosidad y del respeto de la propiedad. En nuestro triste trópico el mito de la redistribución es expresión de la mentalidad del castellano viejo, que desprecia el trabajo y se siente con derecho a disponer del fruto del trabajo ajeno. Los generosos redistribuidores son los descendientes del viejo clero, del que sólo se distinguen por el contenido de las salmodias, ahora dedicadas a legitimar con retórica violenta y populista una exacción que ya no cuenta con Dios como garante.

Un Leitmotiv de los consuetudinarios dadivosos es la reforma agraria, el sueño de dividir los latifundios y dárselos a los más pobres, pretensión tras la cual se oculta el deseo, cuya materialización más clara es el régimen venezolano, de abolir la propiedad. Con la tierra está el pretexto de que las personas de origen indígena de una región fueron despojadas por los conquistadores hace varios siglos o por los colonos hace varias décadas. Es muy difícil que los colombianos se hagan conscientes de que ése es exactamente el punto de partida de la propiedad agraria en todo el mundo, y el cuestionamiento sólo conduciría a interminables querellas que derivarían en inseguridad jurídica y parálisis de la producción.

Cuando se les dice que la confiscación por parte del Estado es de por sí ilegítima replican que se haría con indemnizaciones, y es entonces cuando se percibe el aspecto predominante de Robin Hood, que robaba antes para sí que para sus protegidos, tal como Pablo Escobar. ¿Quién pagaría las indemnizaciones? El contribuyente, y los manejos tramposos conducirían a un enriquecimiento de los antiguos dueños de la tierra, de los políticos y de sus clientelas, a costa de los demás ciudadanos. (Hay que aclarar al respecto que los procesos de restitución de tierras despojadas en las últimas décadas por grupos criminales deben seguir hasta el final.)

No es que no haya que combatir la pobreza rural, pero dividir la propiedad agrícola no mejora la producción ni resuelve las penurias del campesino. Cuando se piensa en esfuerzos capaces de dar resultados siempre salen ideas como Agro Ingreso Seguro, que los justicieros de las universidades no quieren evaluar más que desde su profundo resentimiento y sus brutales prejuicios. Bueno, en realidad, desde su más arraigada condición: la de perseguidores del botín estatal, pues en Colombia no se estudia para trabajar sino para redistribuir la riqueza.

Otro conejo que sacan de la chistera los filántropos es la Ley de Víctimas que el partido de Piedad Córdoba al parecer acordó con el presidente Santos. Hay que estar alerta ante este nuevo zarpazo al bolsillo del contribuyente. Los cincuenta billones, que se dice pronto, unos cinco millones por una familia media, 25.000 millones de dólares, los repartirían los políticos entre sus amigos, creando clientelas gracias a la miseria en que sus tropas han dejado a millones de colombianos. La pobreza de la mayoría se agravaría para aliviar la de quienes pueden relacionarse con el poder político.

Más grave aún que esos despojos proyectados es la actitud del justiciero cincuenta millones ante la tributación: de nada sirve señalar que cada vez que hablan de reformas tributarias y de cobros de impuestos rehúyen la cuestión básica de la progresividad del tributo. El sobreentendido es que los impuestos los deben pagar las empresas. Hasta en el lenguaje se detecta esa singularidad colombiana. Lo que en Colombia se llama "impuesto de renta" sería en Europa "impuesto de sociedades", y su monto es en el viejo continente mucho más bajo, mientras que los ingresos de las personas ricas se gravan con tasas mucho más altas que en Colombia.

Es decir, Robin Hood no sólo es riquísimo, sino que no paga impuestos y sí pretende que los paguen quienes trabajan, que son en últimas quienes soportan sueldos más bajos y condiciones más duras en las empresas sometidas a tributos confiscatorios. Es cuando se entiende la altruista disposición constitucional de hacer a las universidades entidades sin ánimo de lucro. ¿Cuánto gana el rector Isaza y cuánto paga de impuestos? En términos generales, en Europa alguien que se ganara diez veces la renta media pagaría la mitad de sus ingresos como "impuesto de renta", mientras que en Colombia no llega ni al 20 %. Los agraciados, no vale la pena preguntárselo, son los mismos que se dedican a redistribuir la riqueza: los congresistas, los magistrados, los rectores, los funcionarios públicos titulados. Exactamente los que no producen más que estratagemas para robar a los demás.

Lo que necesitan la inmensa mayoría de las víctimas de la violencia y de los pobres del campo es lo mismo que necesitan los demás colombianos: oportunidades. En lugar de arrancarle 50 billones a los ciudadanos, el gobierno debería plantearse en serio cobrar impuestos a los ricos y abolir por fin la parafiscalidad y aun reforzar las políticas de empleo, por ejemplo compensando a las empresas por las alzas del salario mínimo. Es decir, al tiempo que promoviendo la contratación reforzando las políticas pro-empresa que tan evidente crecimiento generaron durante la administración anterior.

No está de más relacionar esas políticas pro-empresa con las vaguedades y la vulgar combinación de las componendas y el "tapen, tapen" del gobierno de Santos. ¿De qué manera es la innovación una "locomotora" de la economía? Pese a lo que muchos creen, la inversión en ciencia tiende a ser en países como los nuestros otra forma de despojo al contribuyente a favor de los habituales buscadores de rentas ligados a los redistribuidores. Hace poco se preguntaba Guy Sorman, ¿quién va a innovar si no es el «empresario». Y añadía:
Este término [empresario], acuñado en Francia hace dos siglos por Jean-Baptiste Say, sigue sin comprenderse bien en Europa: para que quede claro, según la «Ley de Say», el crecimiento en todas las sociedades depende del estatus del empresario porque es el único que combina las innovaciones científicas, el trabajo y el capital. Por tanto, las únicas políticas económicas eficaces son las que liberan de forma duradera al empresario: ¿le son o no favorables el sistema fiscal, el crédito y el derecho laboral? Lo demás no afecta a la economía real.
Ojalá se generara una conciencia al respecto: en Colombia hay una casta todopoderosa que es la de los redistribuidores, su afinidad con Robin Hood viene de la aliteración de Robin y ROBAR, y la forma en que despojan a los que trabajan en favor de los ricos (ellos) pretendiendo favorecer a los pobres y a las víctimas corresponde sobre todo a la relación con unos ciudadanos que todavía no son conscientes de la necesidad de hacerse respetar. De que no les digan que les dan algo cuando lo que hacen es quitarles oportunidades e ingresos.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 9 de septiembre de 2010.)

viernes, diciembre 17, 2010

Enemigos de la desigualdad


De todos los trabajos relacionados con la música, el más cómodo es el de director de una orquesta, sólo hay que estar agitando el palito y hacer gestos nerviosos, y como uno ya conoce la música, no cuesta mucho. Eso sí, hay que saberse poner el frac, no vaya a ser que quede uno como Uribe, que motivó la vergüenza ajena de Felipe Zuleta.

Bueno, pienso en la dirección de orquesta y en el figurín, a veces un anciano, con su palito porque la gente que no sabe nada de música puede "razonar" como en el párrafo anterior: es lo que pasa cuando se relaciona lo que ocurre en Colombia con lo que se dice en Colombia. Parece que no hubiera relación y en realidad basta con saber un poco de la música de las ideologías para entender que las falacias y maquinaciones de los profesionales de la mentira son lo que mueve la orquesta de secuestradores y asesinos.

Pero uno dice "se dice", y no es sólo lo que se dice, sino más aún lo que se calla. ¿Alguien se acuerda todavía de Germán Restrepo, el sindicalista asesinado hace poco? ¿Cuánto ruido hizo la prensa con la supuesta persecución a los sindicalistas y cuánta indulgencia muestra con los asesinos de José Raquel Mercado o de Germán Restrepo? ¿Y los líderes negros de Urabá que incomodaban a Javier Giraldo? No existen, no son útiles para la "paz", o mejor dicho sí lo son pero precisamente porque desaparecen, tanto físicamente como de la prensa.

Las palabras, las ideas, las opiniones y juicios son la verdadera historia, los hechos son sólo como la sombra, como el sonido que crean los músicos de una orquesta siguiendo la partitura y las indicaciones del señor del palito, que es el que recrea la pieza. Pero lo que los colombianos leen y oyen, lo que publica la prensa y lo que enseñan las universidades, es sólo una ristra interminable de mentiras destinadas a favorecer los intereses de los criminales y a promover los crímenes.

Un crimen concreto, por suerte evitado a tiempo, es el proyecto de asesinar a un hijo del ex presidente Uribe por parte de un estudiante de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Ese joven sólo aplicaba lo que le enseñan en su centro, hacía realidad una exigencia tácita del rector y los profesores de dicha "institución". Nicolás Castro estaba a punto de convertirse en un asesino porque estaba condicionado por los líderes de su alma máter para ello.

Por ejemplo, el rector de dicho centro no vacilaba en acusar al gobierno colombiano de asesinar inocentes:
El rechazo a la cultura del atajo y al todo vale propuesto por Mockus traerá mayores niveles de bienestar que la política de más de lo mismo, que incluye asesinatos de inocentes [...].
La calumnia está vagamente disimulada, pero las aptitudes literarias del rector no son las de un Saramago: basta buscar en el diccionario "política" para entender que se está diciendo que el gobierno mandaba matar inocentes. Copio dos acepciones que corresponden:
11. f. Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado.
12. f. Orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado.
Es decir, matar inocentes para presentarlos como bajas terroristas era una forma de obrar del gobierno, o bien la directriz que se aplicaba.

No hay ningún problema: si la gente en Colombia se olvida de los secuestrados y de las masacres, ¿qué importancia le va a dar a semejante fruslería? Nicolás Castro sí se la dio, y en comparación resulta inocente. Le habrá parecido que no merecen vivir quienes prosperan mandando matar inocentes.

Pero esperar que alguien se sorprenda de que un rector calumnie de forma tan despreciable es olvidarse de que se está en Colombia. ¿A alguien se le puede ocurrir que un rector debe distinguir entre "infringir" e "infligir"? Un rector es sólo un hampón con alguna destreza para la política (entendida como public relations).
Por otra parte, si las bajas infringidas a la guerrilla son pequeñas, la opinión y el Ejecutivo pueden cuestionar la efectividad de la guerra antisubversiva.
Nadie debe creer que es sólo cuestión de esa universidad. ¿Cuántos estudiantes o egresados de carreras como Derecho, Psicología, Ciencias Sociales, Artes, Literatura o Filosofía aseguran que la pobreza en Colombia aumentó durante los años de Uribe? Si yo pienso en los que he oído resulta que son TODOS, y el lector puede hacer la encuesta entre sus conocidos. La universidad no existe para corregir la superstición o el prejuicio, sino para inculcarlos.

Lo mismo se podría decir de la desigualdad, noción que hace pensar que el lenguaje de los colombianos ha llegado a ser como la jerga de unos criminales. ¿Qué es desigualdad? No se puede concebir otra que la diferencia entre pobres y ricos, tal como un raponero no puede concebir el verbo "desarrollarse" con otro sentido que el de "eyacular".

El uso de esa palabra en Colombia es una incesante y sonora algarabía de mentiras, disparates, manipulaciones, paradojas e indecencia. Voy a señalar lo más curioso:

1. Se fomenta la envidia de las personas ignorantes. ¿Por qué no rabiar también por las diferencias en talento y eficiencia? ¿O en belleza y simpatía? El acierto de quien prospera resulta un despojo a los demás, pese a que por lo general el trabajo enriquece a la comunidad tanto como al trabajador.

2. Todos los críticos de la desigualdad están en el lado agradable de la desigualdad, cosa que no importaría de no ser porque suelen ser personas que no producen nada sino que viven del erario, ellos sí despojando a los que pretenden proteger.

3. Se "vende" el sobreentendido de que a la gente le interesa la igualdad. Por ejemplo el que gana el salario mínimo no quiere que Bill Gates se gane un millón de mínimos, y preferiría no ganar dos mínimos con tal de que Bill Gates no triplicara sus ingresos (pues aumentaría la desigualdad).

4. Se "vende" como un acierto la fuga de la gente rica. Si Bill Gates decidiera instalarse en Colombia e invertir en el país toda su fortuna, la desigualdad aumentaría mucho. Mejor que invierta en otra parte.

5. Se cae en un grotesco fetichismo del dinero. Por ejemplo, en un país africano el 20 % más rico ingiere 3.000 calorías diarias y el 20 % más pobre ingiere 1.500 calorías diarias. La diferencia es sólo el doble. En EE UU alguien muy pobre consigue 500 dólares al mes y un potentado 500 millones de dólares al mes. Un millón de veces más. Claro, y si Bill Gates decidiera que fulanito debe desaparecer, su dinero no sería suficiente para conseguirlo, mientras que Fidel Castro, aun si fuera tan pobre como los demás cubanos, lo haría sin problemas.

6. Se falsean las causas de la desigualdad, como hace el citado rector en un ejercicio de cinismo y bajeza que en un país civilizado sólo podría uno encontrar en convictos muy perversos.

7. Se emplean los datos del índice Gini para sugerir que el leve aumento de la desigualdad durante el gobierno de Uribe es equivalente a un empobrecimiento de la gente pobre.

8. Sin el menor reparo, se usan falazmente esos mismos datos para condenar las políticas pro-empresa del gobierno anterior.

9. Se aprovecha un indicador secundario para imbuir ideología totalitaria y condenar la propiedad y la iniciativa privadas.

10. Se culpa al trabajo, que es un agente de corrección de la desigualdad, y se oculta que sería muy sencillo cobrar tributos al ingreso personal, como en Europa, que redujeran la ventaja de los ricos: eso afectaría los ingresos de los mejoradores del mundo, el vasto clero sicarial (muchos miles de justicieros y hasta empleados de la justicia tomaron parte en los secuestros) que despoja desde el Estado al resto de los colombianos.

El citado rector Isaza da un ejemplo fascinante de la desfachatez de que hacen gala los líderes universitarios colombianos:
“La inequidad, medida por el coeficiente de Gini, es mayor después del pago de impuestos que antes, debido a que los impuestos al consumo son superiores a los de la riqueza”. A esto agrega: “Se entregan subsidios generosos a aquellos grupos que están razonablemente bien, como jubilados de la clase media y funcionarios públicos, lo que ha traído como resultado que la desigualdad inicial de la región se reproduzca”.

En Colombia la situación es aún más inequitativa. Basta mencionar los subsidios a los ricos con programas como Agro Ingreso Seguro y las exenciones tributarias a los grandes inversionistas, mineros e industriales. El resultado ha sido un aumento del índice de Gini que llegó a 0,584 en 2008 y coloca a Colombia como el país más desigual de América Latina, superando a Brasil, que pudo mejorarlo a 0,54.
Las frases que aparecen entre comillas son de Francis Fukuyama, y corresponden exactamente a lo que señalé en el punto 10. El IVA es elevado pero no los impuestos al ingreso personal, y se subsidia a los jubilados de la clase media y a los empleados estatales, es decir, a la clase de gente que vive quejándose de la desigualdad.

Pero el texto que no está entre comillas es un añadido de Isaza, y permite ver hasta qué punto para ser rector de una universidad colombiana ni la ignorancia ni la mendacidad son obstáculos, sino más bien requisitos. Figúrense que el índice Gini mide esto:
This index measures the degree of inequality in the distribution of family income in a country.
¿Qué tienen que ver las exenciones tributarias a los grandes inversionistas con el ingreso de las familias? Muchos de esos inversionistas viven en otros países. Pero aun suponiendo que fueran colombianos, ¡las exenciones a la inversión no aumentan sino que reducen su ingreso inmediato! Quiere decir que si una empresa reinvierte una cantidad se ahorra impuestos a condición de no repartir ese dinero como dividendos de los inversores.

Claro que podría darse que al cabo de varios años el capital invertido fuera mayor y así también el reparto de dividendos. Eso no quiere decir que las exenciones aumenten la desigualdad porque precisamente contribuyen a crear puestos de trabajo que sacan a la gente de los deciles más bajos de la escala, ni que tal aumento no se pudiera corregir con tributos al ingreso, como los que tácitamente sugiere Fukuyama. Lo mismo se podría decir de Agro Ingreso Seguro, que por una parte ayudó a mucha gente pobre de las áreas rurales, y por otra ayudó a crear puestos de trabajo por parte de los favorecidos ricos que tuvieran explotaciones a las cuales mejorar con los subsidios.

Es tan ridículo el rector que usa a Fukuyama para vender su propaganda, que tiene el sentido contrario a lo que dice el profesor estadounidense. La relación de causalidad entre las exenciones y el aumento del índice Gini es una mentira tan despreciable como la de las políticas de matar inocentes.

Pero en Colombia nadie se inquieta: ¿qué se va a esperar del rector de una universidad sino que mienta y diga ridiculeces?

Entre los factores que están en la base del empeoramiento del índice Gini en Colombia en los últimos años destaca el aumento del precio de los alimentos en todo el mundo: la población extremadamente pobre cuenta con menos recursos para hacer frente a ese aumento pese a que sus ingresos sí mejoraron, así como su acceso a los demás bienes.

Otro factor, tal vez el más importante, es el contraste entre la regularidad del ingreso de los más ricos y las consecuencias de la crisis mundial: la mitad de los empleados estatales están en el 10 % más rico de la sociedad (la otra mitad son los soldados profesionales, los policías y las señoras que limpian las oficinas), y los gobiernos de Uribe aumentaron sus ingresos por encima de la inflación. Para la gente en situación de precariedad la crisis vino acompañada de reducciones en la inversión (a pesar de las exenciones) y en las ofertas de empleo.

Es decir, la desigualdad aumenta porque los enemigos de la desigualdad aseguran su ventaja. Pero no vacilan en culpar a aquello que podría corregirla. Y son los que enseñan y pontifican desde la prensa, y a nadie le inquieta.

Eso sí, todos se entusiasman con la educación y a ninguno se le ocurre que si a la gente se la forma para producir más harán falta menos empleados para un mismo fin, que es lo que critican en la inversión en bienes de equipo. Total, la gente en Colombia no se "educa" para producir sino para rentabilizar su inclusión entre los prósperos enemigos de la desigualdad gracias a alguna sinecura provista por la lucha.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 1º de septiembre de 2010.)

viernes, diciembre 10, 2010

Fronda y guerrilla

Engaño
Todos hemos oído eso de que "el primero que comparó a las mujeres con las rosas era un genio, el tercero era un imbécil", y muchos nos hemos preguntado cómo deberíamos calificar a quien nos lo dice. Pero cuando se oyen otros lugares comunes da rabia descubrir que son falsos desde el principio, que ya el primero que los usó hablaba a la ligera. Tal es el caso del dicho, usual entre periodistas, "La primera víctima de una guerra es la verdad"; y no porque en el contexto de los enfrentamientos no se mienta sin cesar, sino porque tácitamente se invierte la causalidad: la guerra no es la causa sino la consecuencia de la mentira. Por eso decía Cyril Connolly que "el escritor debe ser un detector de mentiras que exponga las falacias en las palabras y en los ideales antes de que maten a medio mundo". El engaño es la principal arma de los que promueven las guerras, y en el contexto colombiano la violencia persiste porque quienes sacan provecho de ella mantienen el poder de ocultarse y confundir a la gente sobre lo que ocurre y ha ocurrido.

Fronda
La causa principal de la violencia política que ha sufrido Colombia en las últimas décadas es el juego de intereses entre los grupos capaces de controlar el Estado, es decir, entre las camarillas y clanes de delfines y herederos de cargos y redes de poder, grupos cuyo origen es en cierta medida anterior a la Independencia. La forma en que dicho juego ha conducido a una sublevación sangrienta e incesante recuerda poderosamente a la fronda francesa del siglo XVII.
Frente al gobierno real, se encontraba la familia real. Gastón de Francia, eterno conspirador, no ocultaba su oposición a Mazarino, igual que su hija la Gran Mademoiselle. El príncipe de Condé y su hermana la duquesa de Longueville, querían pertenecer al Consejo real. Jean-François Paul de Gondi, futuro cardenal de Retz, coadjutor de París, era ambicioso y deseaba un cargo político y el capelo de cardenal. El Parlamento de París libró una auténtica batalla con la regencia a propósito de los impuestos. Ejerció, con frecuencia, su derecho de reconvención esperando, en vano, modificar la política del reino. Por último, París era una ciudad de carácter rebelde, fácilmente inflamable, que vivía de rentas y estaba dominada por las corporaciones.
Nada es tan fácil como para que haya una única causa de la violencia, pero me propongo demostrar que el principal factor gracias al cual persisten las bandas terroristas es esa conjura de grupos privilegiados que si bien no siempre crearon dichas bandas sí las apoyan y tratan de sacar partido, a menudo con éxito, de su actividad.

Elegidos
Las repúblicas instauradas en la América española tras las guerras de Independencia han estado sometidas a diversas formas de tiranía. En Colombia hasta cierto punto se mantuvo más que en otros sitios la alternancia y se permitió la oposición, aunque tanto los atropellos como las conjuras han reinado siempre. La forma correcta de enriquecerse es el poder político y quien lo alcanza lo mantiene a toda costa y lo lega a sus herederos. De ahí las típicas dinastías presidenciales y el continuo reagrupamiento de los que viven de la política, los también típicos "lagartos", alrededor de uno u otro heredero. Según las circunstancias, aquel heredero capaz de atraer a suficientes conjurados pero no de imponerse en las urnas recurre a la violencia, o bien saca partido de la violencia organizada previamente existente, en favor de sus intereses.

Revolución
La guerra de los ejércitos comunistas y sus frentes "civiles" contra las instituciones democráticas tiene su origen inmediato en la llamada época de La Violencia, la guerra informal entre liberales y godos de mediados del siglo XX. Pero esta guerra era también la continuación de un proceso anterior, la "Revolución en marcha" de López Pumarejo y la determinación de las masas liberales de imponer el socialismo en el país, según el rumbo que su partido había tomado desde Uribe Uribe y que había encontrado en el caudillismo fascistoide de Jorge Eliécer Gaitán su máxima expresión. La división liberal, el triunfo de Ospina en 1946 y la relativa marginación del poder de los herederos de los gobiernos de los años treinta son cuestiones que tienen mucho que ver con el conflicto de los años cincuenta. La dictadura de Rojas Pinilla y el siguiente gobierno del Frente Nacional marcaron aún más esa exclusión, esos herederos fueron aliados de los bandoleros de entonces y también de los comunistas, y de algún modo mantienen dicha alianza hasta hoy.

Comunistas
El comunismo proliferó por casi todo el mundo después de la victoria bolchevique en 1917. En Colombia ya en los años veinte se organizó un partido formado por las típicas camarillas de intelectuales y que tuvo su papel en el temprano sindicalismo, incluido el relacionado con las bananeras. A partir de los años cuarenta, el escalamiento de la hostilidad entre liberales y godos y las tensiones endógenas de las zonas de colonización atrajeron el interés de los comunistas hacia las zonas rurales, seguramente alentados y pagados por los soviéticos, interesados en reproducir la experiencia feliz de la "guerra popular prolongada" en China. Así surgió la "colonización armada comunista" y la infiltración de los grupos armados insurrectos ligados al Partido Liberal.

Guerrilla
Esa palabra alude, tanto en la historia como en el diccionario, más a una actividad que a una organización. Surgió en España durante la guerra de Independencia (que curiosamente sirvió de modelo a las guerras de Independencia que afrontaría el imperio pocos años después). "Guerrilla" es "guerrita" y se trataba de los hostigamientos de partidas pequeñas contra la retaguardia o contra grupos dispersos del ejército napoleónico. El que se llame "guerrillas" a los ejércitos terroristas ligados al Partido Comunista y a los demás grupos castristas es parte del vasto engaño que sufre Colombia por parte de esos grupos.

Dictadura
Los grupos armados liberales y comunistas asolaban el campo y se enfrentaban a las bandas rivales de godos y a la policía parcializada. El golpe de Estado de Rojas Pinilla legitimó al Estado, pues el nuevo gobierno no tomaba partido por los godos contra los liberales, gracias a lo cual fue posible la desmovilización de la mayoría de esos grupos. No obstante, era una dictadura proamericana y anticomunista. El acuerdo que dio origen al Frente Nacional rompió el vínculo entre la dirección del liberalismo y tales bandas. Pero persistían las que obedecían al Partido Comunista y que habían arraigado en algunas regiones, por entonces ya dotadas de un discurso agrarista.


Oposición
Me dice un amigo que en todas las tramas criminales que tienen que ver con la política en Colombia aparece de alguna manera Ernesto Samper, tanto en las redes de desfalcadores como en las alianzas con enemigos del sistema democrático, y me quedo pensando que eso sólo es verdad en la medida en que Samper es heredero de otro prócer de gran peso en la historia reciente: Alfonso López Michelsen: desde el escándalo de la Handel cuando su padre era presidente hasta las presiones a Uribe para que despejara Pradera y Florida, el historial de López es impresionante: de su grupo, el MRL, surgió el ELN; en las elecciones a corporaciones de 1960, su suplente fue el líder guerrillero Juan de la Cruz Varela; siendo presidente, impidió la derrota del ELN —como ha señalado muchas veces el general Valencia Tovar—; durante su gobierno se creó la tristemente célebre "ventanilla siniestra", después se reunió con los grandes mafiosos en Panamá y promovió la carrera de Alberto Santofimio... No faltará quien lo relacione con el asesinato de Galán.

Cuba
El triunfo de la insurrección dirigida por Fidel Castro en Cuba alentó a todos los revolucionarios de la región, y el planteamiento "foquista" puede haber servido de modelo a los dirigentes del Partido Comunista, o a los asesores soviéticos correspondientes, para crear las FARC con base en las antiguas organizaciones armadas del partido. La satrapía castrista ha tomado parte siempre en las actividades de las bandas terroristas colombianas, y también patrocina el núcleo principal de la fronda, a través de García Márquez. El antiamericanismo que promueve el dictador encontró un público copioso en toda la región, y en Colombia se apropió desde entonces de las universidades.

Sociología
Fue alrededor de Camilo Torres y Eduardo Umaña Luna, ambos patricios bogotanos, como se formó la primera conjura aristocrática, alrededor de la facultad de Sociología de la Universidad Nacional. El hecho de que los gobiernos entregaran a tales personajes ingentes recursos para que prepararan sus tropas dice mucho de la clase de aspiraciones que han tenido quienes gobiernan a Colombia. El mártir castrista creó un núcleo de seguidores que se hicieron dueños de las universidades y que serían el público al que la fronda propiamente dicha dirigiría a partir de los años setenta.

Anapismo
El movimiento orientado por el ex dictador Rojas Pinilla era ante todo populista y tenía fuertes rasgos conservadores. Muchos de sus activistas eran antiguos militares y policías, favorecidos años antes por el general. El aspecto antioligárquico era casi obvio en un movimiento populista, pero entre la odiada oligarquía no se hacían distinciones entre liberales y godos, y ciertamente no había la menor afinidad con los comunistas: el caudillo atraía a los descontentos y pretendía cambiar la sociedad anquilosada tras doce años de Frente Nacional. El fraude de 1970 era el paso siguiente a la campaña del "oficialismo" en su contra. La publicidad aparecida en la época de la campaña electoral en El Tiempo deja ver la feroz hostilidad que encontraba "Gurropín" entre los dueños de ese periódico. Esto último es muy interesante porque menos de un lustro después la rebelión que usaba el fraude como pretexto encontró precisamente en ese periódico un gran apoyo.

Alternativa
Las principales tensiones de la vida colombiana actual tienen su origen en los años setenta. Al terminar el Frente Nacional se abre la veda de la lucha política y los herederos de la República Liberal se aprestan a asegurarse el poder. Alrededor de Enrique Santos Calderón y Gabriel García Márquez se agruparon decenas de jóvenes patricios dispuestos a participar en la revolución: Antonio Caballero, Roberto Pombo, Alfredo Molano y muchos otros colaboran en la revista que divulgó la ideología hegemónica de las clases altas bogotanas desde entonces. La propaganda no cayó en saco roto y llevó tanto a la consolidación del M-19 como al triunfo castrista con la Constitución de 1991.

"Mecánicos"
El surgimiento del M-19 tiene mucho que ver con Alternativa: ocurrió el mismo año y tenían los mismos promotores. Tras el tiempo transcurrido resulta completamente absurdo creer que un periódico publica en la primera página
anuncios enormes de un producto del que nadie ha oído hablar sin saber nada del fabricante. Es obvio que alguien que tenía poder en el periódico favoreció la publicación de la propaganda del M-19. No importa que fueron los mismos que hicieron propaganda sucia contra Rojas Pinilla: el fraude de 1970 es un pretexto de una organización terrorista que buscaba emular a los tupamaros uruguayos, dejando atrás el esquema foquista y el de "guerra popular prolongada" y basándose en el poderoso Movimiento Estudiantil Revolucionario. La atribución de relaciones con la Anapo, sobre todo ideológicas, es una farsa interesada. Nadie más lejano a esos terroristas que los ex policías que seguían a Rojas.

Firmes
Al final de la década la fronda lanzó un movimiento político legal que de algún modo complementaba la labor del M-19: los líderes de dicho movimiento son los que dominan hoy en día la opinión en la prensa bogotana, y si bien los resultados electorales de Firmes fueron modestísimos, no se debe olvidar la categoría y consideración social tanto de sus líderes como de sus seguidores: una revolución dirigida por señoritos es como mandada hacer para la mentalidad del colombiano, en la que conviven y se "retroalimentan" el servilismo y el resentimiento. Se puede decir que a lo largo de esa década el castrismo alcanzó en Colombia la hegemonía ideológica, a la que siguió el dominio de las escuelas a través de los sindicatos de maestros, de la función pública, gracias a las diversas bandas de asesinos que aseguraban el control de los sindicatos de las empresas y servicios estatales, y poco a poco de la prensa oficial. El botín era gigantesco y ciertamente las camarillas que ejercían la rapiña eran diversas, pero la fronda de Alternativa y el M-19 contaba con mayor reconocimiento social y era intocable para los jueces, la policía y los militares, lo que le daba autoridad sobre las demás sectas de asesinos.

Carteles
El tráfico de cocaína había ido creciendo durante la década de Alternativa, pero fue en los ochenta cuando el poder de los capos mafiosos mostró sus verdaderas dimensiones. Se trataba de un nuevo actor político y contó con toda clase de alianzas, tanto de los íntimos de López Michelsen como del M-19 y sus líderes civiles. A medida que los cultivos se trasladaban a Colombia se hacía mayor también el peso de las FARC en el negocio, más debido al proceso de paz de Belisario Betancur, que les permitió extenderse por vastas regiones. Es notoria la participación de Escobar en la toma del Palacio de Justicia, y más aún en el gran pacto político que fue la Constitución de 1991, en la que se sellaba el triunfo de la fronda y se aseguraba el paso de sus "fichas" al control de la omnipotente Rama Jurisdiccional del Poder Público.

Santodomingo
El M-19 desmovilizado tenía la hegemonía ideológica entre las clases altas bogotanas, y más aún recursos fabulosos gracias a la generosidad de la nueva constitución con los organismos que la fronda controlaba, como la Universidad Nacional. No obstante, pronto empezó a llamar la atención que sus actitudes en el Congreso siempre coincidían con el interés del Grupo Santodomingo, el cual basaba y basa sus negocios en el favor estatal (como sigue ocurriendo con la resistencia al tercer canal). Muchas personas que conocían de cerca a la banda aseguran que aparte de puestos diplomáticos a los líderes les ofrecieron empleos formidables en la organización de Santodomingo, que desde esa época patrocina a todas las opciones de la izquierda democrática, desde el samperismo hasta el Partido Comunista (basta acordarse de Jaime Dussán defendiendo el IVA cero para la cerveza). Es muy probable que el nexo original entre la fronda y el empresario costeño fuera el mismo García Márquez.

Proceso
El escándalo surgido por la financiación por parte del Cartel de Cali de la campaña de Ernesto Samper condujo a una división técnica de la fronda: mientras unos se aferraban al antiamericanismo y defendían a capa y espada al presidente, como su hermano, el columnista más influyente de la época, otros preferían presentarse como críticos, al tiempo que en medio del caos prosperaban las FARC y el ELN y el surgimiento de bandas rivales capaces de las peores atrocidades legitimaba la "lucha". Se puede decir que la Constitución de 1991 había entregado en manos de la fronda castrista la mitad del poder, y que el apoyo taimado a las bandas supérstites les permitiría ensancharlo. Claro, todo eso operaba a través de la retórica de la "paz", que fue la que legitimó el despeje de Pastrana.

Caguán
Sin el proceso del Caguán sería mucho más difícil demostrar que el terrorismo en Colombia, la "guerrilla" (en realidad la guerra civil de un solo bando, que en gran medida es el dueño del Estado, contra la población, siguiendo el modelo de la Conquista), ha estado dirigido a control remoto por la fronda desde los años setenta. Pero está ahí, al alcance de cualquiera. Sólo hay que ir a una hemeroteca y buscar al azar cualquier periódico o revista de esos años para encontrar la presión incesante sobre el gobierno para que premiara las masacres, la justificación de todas las atrocidades con el pretexto de que "las partes tienen que llegar fuertes a la mesa de negociación", la descalificación ominosa de cualquier crítica al premio de los crímenes. Alguien que sepa leer entre líneas podrá encontrar sin dificultad órdenes específicas de cometer crímenes en los editoriales de Enrique Santos Calderón o en las columnas de los antiguos miembros de la fronda, de Alternativa, reconocidos y promovidos como líderes de opinión en el periódico de Santodomingo o en la revista del hijo de López Michelsen que dirige el hijo de Santos Calderón. Sólo el servilismo de los colombianos impide encontrar el apoyo manifiesto de esos medios a las actividades terroristas.

Antiuribismo
La "derechización" de principios de siglo, la resistencia a dejarse imponer las leyes a punta de masacres y secuestros, dio lugar al ascenso de Uribe y al cambio de pretexto de la fronda: la legitimación del terrorismo se dejaba a los activistas de estratos inferiores al tiempo que se gastaban los recursos públicos en promover el "intercambio humanitario". En lugar de aplaudir a las FARC, como hacían Alfredo Molano, Sergio Otálora y muchos otros personajes en los años del Caguán y antes, se calumniaba sin cesar a Uribe, cosa que llegó al clímax con la campaña electoral de este año y la reivindicación de la "decencia". Paradigmático de tal decencia es por ejemplo el caricaturista Vladdo, no por casualidad firmante de la correspondencia de Piedad Córdoba y la fronda brava con los terroristas. Pero es sólo un ejemplo: siempre que se hurga un poco en lo que anima a los antiuribistas se encuentra el anhelo de "paz", es decir, de negociaciones de paz y en realidad de resurgir de las bandas criminales. Parece una obra literaria de algún simiesco imitador de Orwell: "La paz es la guerrilla".

Mañana
Flaco favor le hacen a la democracia colombiana los que creen y aun sostienen que las FARC son sólo unos mafiosos a los que nadie ayudó a secuestrar gente en Bogotá y nadie quiere. Alfonso Cano es sólo un entusiasta líder del Movimiento Estudiantil que como responsable del trabajo sucio espera formar parte del combo de Pombo (no en balde el director de El Tiempo promovía la candidatura de Luis Eduardo Garzón en 2002, formaba parte de las comisiones del Caguán y siempre ha defendido el régimen cubano). En mi opinión, y pido excusas tanto por extenderme como por repetirme, es sólo primitivismo: parece que las atrocidades fueran ajenas a quienes las promueven. Me recuerda una noticia que leí hace tiempo: en ciertas guerras africanas descuartizan a los cadáveres, pues no hay certeza de que el occiso sea occiso: nadie ha visto la bala. Ojalá el fervor con que se tomaron los columnistas la designación de Piedad Córdoba al Nobel de la Paz, o la obstinación con que esos medios andan dedicados a buscar tramas de "ultraderecha" detrás de la bomba del 12 de agosto (Antonio Caballero lo decía sobre la de la Escuela Superior de Guerra, y toda la izquierda democrática sobre la de El Nogal), les abran los ojos. La parte principal de las bandas terroristas y de su accionar son las palabras, es la onda expansiva que en forma de mentiras y chantajes promueven los empresarios del crimen, que en Colombia son hoy por hoy los dueños de los medios de comunicación, y que dominan grandes áreas del Estado y aun tienen alianzas en el gobierno central.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 25 de agosto de 2010.)

sábado, diciembre 04, 2010

Gracias, señor Santos

Un amigo me dice que la percepción de un cambio en la actitud del gobierno colombiano puede ser provocada por los medios de comunicación, afanosos de dividir el uribismo. Creo que esa idea, bastante frecuente hoy en día (pero no dentro de unos meses) es muy equivocada. Parece no sólo el resultado de pensar con el deseo, sino de algo peor: de no tener claras las propias ideas. Algo muy corriente en Colombia, donde hasta el más esmerado comentarista se queda boquiabierto cuando uno se opone al aserto ligero y peligroso de que las FARC son sólo una banda de traficantes de droga sin intereses políticos.

Pero aun suponiendo que Santos tenga un acuerdo secreto con Uribe y estén jugando al amigo bueno/amigo malo con Chávez, los magistrados de las altas Cortes y las bandas terroristas (que son una y la misma cosa, tal como las uñas, los huesos y la lengua forman parte del mismo organismo), uno tiene que estar resueltamente en contra. Pero eso porque al menos uno pretende tener claros los nombres de las cosas, de tal modo que si viene un nuevo gobernante y los cambia habrá que ver qué dice.

¿Qué dijo el señor Santos en su posesión? Algo que enlaza directamente con el carro bomba del 12 de agosto: habló de odios, de reconciliación y de Unidad Nacional sin excluir a los grupos que alientan y usufructúan a las bandas terroristas. Claro que el carro bomba lo tenían que haber preparado mucho antes del discurso, y seguramente lo habrían puesto de todos modos, como el montón de crímenes que han cometido en las tristes cabañuelas de Santos, anuncio de la catástrofe que se cierne sobre Colombia. El problema es la rentabilidad fabulosa que tiene para los terroristas ese acto, pues la otra lindeza del nuevo presidente es que "las puertas de la paz no están cerradas con llave".

Es decir, no sólo cometen tranquilamente ese atentado y muchos otros, sino que asesinan a un sindicalista sin que la actitud de la sociedad sea de claro rechazo, sin pagar un precio político por sus atrocidades, todo gracias al esfuerzo de los socios de la prensa de explotar el atentado (con la complicidad de muchos funcionarios, despreciables lambones que no quieren incomodar la nueva concordia con Chávez) atribuyéndoselo a la "extrema derecha" y en algún caso incluso a Uribe.

Primero hay que detenerse en los "odios" y en la "reconciliación": ¿alguien cree que el poder de las bandas terroristas es el fruto de pasiones entre iguales que gracias al nuevo reyezuelo se van a resolver? ¿Odiaba el ganadero al que le asesinaron a todos los hijos a los dirigentes comunistas antes de ser víctima de sus encargos? ¿Odia el profesor universitario al policía al que manda castrar? ¿Odia el hermano del presidente a los soldados cuyas vidas sacrifica por montones sin escrúpulos desde hace más de cuarenta años? ¿Cómo se "reconcilia" el campesino al que quemaron vivo en el Caguán por resistirse a entregar a los hijos con los activistas de ONG que viven de hotel de lujo en hotel de lujo, más cuando hay esperanzas de paz, gracias a hazañas como ésa?

El lenguaje del señor presidente es repugnante. Canallesco, como sus intenciones de sacar partido del debilitamiento de las FARC para firmar un acuerdo de paz que resulte en el premio de los crímenes, obviamente a favor de quienes los encargan desde cómodos recintos de los barrios ricos. No se puede decir que sea como Pastrana, porque Pastrana al menos contó al principio con la aprobación de una parte de la sociedad a su proyecto. En definitiva va a ser cierto lo que decía el coronel Alberto Villamarín, que Santos había aprovechado su paso por el Ministerio de defensa para reforzar su carrera política, utilizando el esfuerzo de los militares para un fin personal.

Ahora bien, me dirán que últimamente ha puesto más condiciones a la negociación, como retrocediendo. ¿Cómo interpretan las actuaciones de la canciller en Venezuela y los discursos de Benedetti? ¿Cómo es que el presidente no lo reprueba? Porque habla en su nombre. ¿Y las declaraciones de Vargas Lleras sobre la reforma de la justicia y el manifiesto designio de ponerse de acuerdo con los magistrados? Yo no recuerdo mejor definición de "corrupción" que la conducta de esa gente. Y obviamente el resultado son las bombas, pues a Chávez no se lo cambia por ser complacientes con él, y nadie le puede pedir que renuncie a buscar la paz en Colombia. Para lo cual necesita argumentos a favor de la paz, como los que exhiben los estudiantes de la fotografía.

En resumen, tanto a los terroristas como a sus mentores políticos como a los gobiernos criminales de la región como a los prevaricadores que condenaron a Plazas Vega sin ninguna prueba, con base en los argumentos de los ideólogos del M-19 y declaran que el terrorismo es "altruista", se los debe reprobar, mientras que la conducta del nuevo presidente es exactamente la contraria, ofrecerles reconocimiento: como buen político colombiano sólo sabe hacer componendas y respecto a las atrocidades de los funcionarios tiene una fórmula perfecta: "tapen, tapen".

No hay que ser un lince para saber que los crímenes terroristas se multiplicarán: la prensa no tiene el menor pudor en atribuírselos a enemigos de un proceso de paz que el gobierno niega (aunque el señor Benedetti declaró a Telesur que eran tales enemigos los autores del atentado). Pero los ciudadanos tienen parte en eso, ¿por qué es más importante un atentado sin víctimas graves que un asesinato? ¿Por qué a nadie le sorprende que las consuetudinarias amenazas contra Iván Cepeda ocupen decenas de veces más espacio que ese asesinato? Negarse a entender que los redactores y editores de esos medios son tan terroristas como quien pone la bomba es seguir en el mismo juego: en lo que está en la base de la tragedia colombiana.

Baste un ejemplo: en los años setenta apareció un libro firmado por Umberto Valverde y Óscar Collazos, Colombia, tres vías a la revolución. Eran entrevistas a tres sectores de la izquierda. Por el Partido Comunista contestó Gilberto Vieira, el cual reconoció sin ningún problema que las FARC eran el brazo armado de su partido. ¿Alguien se imagina que hubo el más remoto deseo de denunciarlo? Vieira era amigo de muchísimos ex presidentes, ministros y ex ministros, etc. A esa gente no se la reprobaba, hubo algún intento de hacerlo con Uribe, lo cual es la causa del odio enfermizo de la prensa contra él, pero en general en Colombia mandar matar gente es legal cuando se está bien relacionado.

Esa atmósfera de los noventa se la debemos al señor Santos, a su afán de figurar en la historia (y desde ahora aseguro que figurará como una figura más funesta que Pastrana) con gestos grandilocuentes que no resuelven nada, aparte de su presencia en los titulares de la prensa. Lo característico de esa atmósfera es la avilantez, el atrevimiento de la prensa, que en los años del Caguán explicaba ante cada atrocidad que "las partes necesitan llegar fuertes a la mesa de negociación". Copio algunos párrafos inolvidables:

Sobre las afirmaciones de Petro:
El ex candidato presidencial Gustavo Petro, un activista por la paz en Colombia, reaccionó contundentemente sobre el atentado terrorista en Bogotá.
"Me atrevo a afirmar que la bomba tiene un claro objetivo, llevar al actual gobierno a la postura del anterior", señaló el líder político.
Según él, si "nos dejamos manipular seguirán poniendo bombas, exijamos la verdad en la investigación, no mas manipulaciones".
En ese sentido, pidió al alcalde de Bogotá, Samuel Moreno Rojas, convocar a una marcha de repudio a "la violencia y el terror".
Bueno, son los mismos que se gastaban los recursos de los bogotanos en campañas por el "intercambio humanitario", angustiados como estaban por los sufrimientos de los secuestrados. Ya se puede pensar cómo sería su marcha.

Bueno, convocaron un plantón, noticia que también merece atención. Pero no tanta como la que apareció en Semana, evaluando los hechos.
Armando Borrero, especialista en seguridad nacional y analista de razonpublica.com, cree que entre un “grupo de aventureros de la extrema derecha” podrían estar los autores del atentado. “Probablemente buscaban un lugar simbólico al ponerla frente a Caracol. Esto es terrorismo ilustrado, que es cometer un acto para que les echen la culpa a otros y provocar un efecto político”, dice.

Borrero agrega que es posible que sea un pequeño grupo que quiere enviarle un mensaje al presidente Santos para que se endurezca. Aunque no hay un proceso de paz formal, “de pronto hay gente que quiere decirle que ya no pudo con este tema. Son interesados en desestabilizar cualquier posibilidad de negociación (entre la guerrilla y el gobierno)”, señala el analista.
Claro que razonpublica.com es la página del Colombiano por la Paz y activista mockusiano Hernando Gómez Buendía, pero así son los expertos que emiten dictámenes en la prensa colombiana. Tan objetivos como Petro, apóstol de la paz.

Mucho espacio ocuparon las Amenazas a Iván Cepeda. Pero aún más interés para considerar los propósitos de los terroristas, es decir, de la prensa colombiana, presenta en "análisis de Semana, en el que todo termina en cábalas sugiriendo a los autores sin ninguna prueba:
El único funcionario del gobierno que señaló a la guerrilla como responsable fue el director del DAS, Felipe Muñoz, quien dijo que unas grabaciones e información de inteligencia recolectada días antes del ataque señalaban que alias 'Grannobles' había impartido la orden de ejecutar ataques contra medios de comunicación. Hecho que no deja de ser curioso, por decir lo menos, ya que si era cierto que existía información sobre un eventual atentado, lo lógico era haber intentado evitarlo o por lo menos alertar a los principales medios nacionales.

Ese tipo de explosivo y el modus operandi ya habían sido usados por las Farc en varias oportunidades en el pasado. Aunque para algunos ese es un fuerte indicio que señalaría a la guerrilla, la realidad es que armar un carro bomba con esas características no es ni muy difícil ni exclusivo de las Farc.

No menos extraña fue la hora en la que los terroristas programaron la explosión: 5:27 de la madrugada. A esa hora hay muy pocas personas en la calle en ese sector, lo cual hace pensar que el objetivo era causar la menor cantidad de muertos y heridos. En los ataques habituales de las Farc, tratar de minimizar víctimas no es prioridad. Y normalmente sus acciones tienen como objetivo primordial la fuerza pública o alguna entidad del Estado.

A pocas horas del atentado, la página de Internet Anncol, que usualmente reproduce comunicados de las Farc, negó la responsabilidad de la guerrilla en el hecho. Sin embargo, en la bomba del club El Nogal o en la masacre de los diputados del Valle también se expidieron comunicados negando esas acciones, que tiempo después terminaron aceptando las propias Farc. No obstante, no deja de ser llamativo también el momento político en el que ocurrió el atentado.

Hace tres semanas el jefe de las Farc, 'Alfonso Cano', divulgó un video en el que abría la posibilidad de buscar un acercamiento con el gobierno del presidente Santos. La propuesta fue acogida por el nuevo gobierno, que dejó abiertas las puertas de un eventual diálogo con condiciones. Aunque la lógica de la guerrilla no es la misma del país, y no pocas veces sus discursos van en una dirección contraria a sus acciones, no tendría ninguna lógica ejecutar un acto terrorista como el de la semana anterior que, de comprobarse la responsabilidad de las Farc, podría llevar eventualmente a que el gobierno se vea obligado a cerrar cualquier posibilidad de negociación, al menos a corto plazo.

Hay otra hipótesis bajo consideración, que toma cada vez más fuerza y apunta, irónicamente, a que fuerzas oscuras de la extrema derecha pusieron la bomba. Los recientes anuncios del presidente Santos no han caído nada bien entre estos fanáticos. La puerta del diálogo que abrió con Cano sumado al restablecimiento de relaciones con Venezuela han generado inquietud. El carro bomba estalló a escasas 48 horas después de la cumbre entre Santos y Hugo Chávez, en la cual quedaron superadas profundas diferencias y las relaciones entre los dos países adquirieron una nueva dinámica. No es descartable que lo que el ex presidente Virgilio Barco llamó las "fuerzas oscuras" esté tras el ataque con la intención de enviar un mensaje al nuevo gobierno y tratar de torpedear cualquier intento de paz con las Farc o con Chávez.

Una de las preguntas esenciales que hacen los investigadores cuando ocurre un atentado es: ¿a quién beneficia? A las Farc, evidentemente no. El rechazo fue total y hasta las personas más amigas del diálogo dijeron que si se confirmaba la autoría de la guerrilla, no se podría negociar.

A simple vista, los que más ganan con el atentado son aquellos que quieren que el Presidente asuma una posición radical, o como dijo el ex candidato presidencial Gustavo Petro, "llevar al actual gobierno a la postura del anterior".

Por eso es tan entendible y encomiable la prudencia del gobierno y la Fiscalía en el manejo de este asunto. Al cierre de esta edición, el fiscal general encargado, Guillermo Mendoza, insistía en que aún es aventurado señalar algún responsable del carro bomba. Dilucidar quiénes estuvieron tras el ataque se convierte en una prioridad para la justicia, el gobierno y el país.
Si en Colombia hubiera verdaderos servicios de información se llegaría a demostrar que el atentado fue ordenado por los mismos que encargaron ese análisis. Lo que es evidente para cualquiera es el interés del redactor en inventarse organizaciones criminales para sacar partido de la bomba. Cuando se demuestre que fueron las FARC dirán que las partes necesitan llegar fuertes a la mesa de negociación. Pero de momento les resulta más rentable evitar que las FARC paguen en desprestigio la bomba.

Lo interesante es la actitud del gobierno frente a los atentados terroristas, que evidencia el propósito de negociar el futuro del país con las FARC. La complacencia de Benedetti con Chávez es prueba de esa nueva actitud. No es raro que Santos merezca el aplauso de personajes como Cecilia López Montaño.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 18 de agosto de 2010.)

domingo, noviembre 28, 2010

El "ego" del estratego

Si alguien conoce una fórmula infalible para ganar en los juegos de envite, como el póquer, es poco probable que la divulgue. Pero yo conozco una fórmula infalible para perder: tener demasiadas ganas de jugar. Y es que, dado el componente de irresponsabilidad y aun de autodestrucción del juego, cualquiera que mantenga la calma está en ventaja respecto de un jugador ansioso. Cualquiera que evalúe riesgos y se interese más por lo que puede perder que por la satisfacción de un éxito fácil.

Cuando se trata de un estadista como el doctor Santos, todo es mucho más grave: el dinero que se juega no es suyo, y se supone que es el mandatario que ejecuta un mandato, que no era precisamente aliarse con la banda de criminales que hoy ocupa la Corte Suprema de Justicia (que impiden que se investigue a los que aparecen en los computadores de Raúl Reyes porque "no hay pruebas") y con Chávez y negociar con las FARC. Su conducta lo descalifica como demócrata, y dice mucho acerca de los enemigos del ex presidente Uribe, tan cargados de pretextos y moralinas que se entusiasman como niños en cuanto hay perspectivas de proceso de paz. Era la dicha que uno encontraba en la prensa en los años del Caguán.

¿Qué sale de la reunión de Santos con Chávez? Pues obviamente que el dictador venezolano perdona a Colombia y vuelve a permitir algunas exportaciones, que ya verá si paga (hace años que debe miles de millones). Claro que Santos podrá haber pensado en exigirle algo sobre las FARC, pero dado que su aspiración no consiste en promover la democracia en Venezuela ni en exigir al Gorila Rojo que deje de ofrecer el burladero a los terroristas, sino en ejercer protagonismo como "estadista", ni siquiera habrá mencionado a las FARC: lo que cuenta es salir en la foto con el hermoso trofeo de la reanudación de relaciones.

Esa actitud es calcada de la que animó a Andrés Pastrana durante la larga pre-negociación con las FARC, con la diferencia de que Pastrana había anunciado sus intenciones antes de ser elegido, y Santos no. Y el efecto es seguro y previsible: las FARC seguirán en Venezuela y las deudas del opulento exportador de petróleo se pagarán sólo en parte. Pero esos pírricos resultados serán presentados como un gran triunfo histórico por la prensa, la gran aliada de Santos (hasta ahora sobre todo hay halagos por el increíble fraude de aliarse con todos los enemigos de Uribe después de usar hasta un actor con su voz para ganar las elecciones).

La expresión de felicidad de Chávez es muy diciente: su régimen es una dictadura totalitaria en fase de consolidación que afronta algunos problemas, por ejemplo por la denuncia de Uribe ante la CPI. El reconocimiento de Santos a su gobierno descalifica esa denuncia y le provee material para afianzarse en el poder mientras acaba de aniquilar a la oposición y de ejecutar el previsible fraude en las elecciones de septiembre. Y como, lejos de lo que creen los tontos, no es nada tonto, llega a exigirle a Santos que se someta y aun a amenazarlo: sabe que el cómico estadista sólo busca protagonismo y que es indiferente respecto del futuro de la democracia en Venezuela.

Nadie duda de que el próximo paso de Santos será la negociación con las FARC, sobre la que sin duda le habrá hablado Chávez, provisto de la solución. No sólo la incluyó en su discurso presidencial, sino que sin duda cederá ante la presión de los medios que lo jalean, por no hablar de la muy probable labor de consejero privado de su hermano, el socio de García Márquez en Alternativa. Y el silencio ante ese rumbo es preocupante: como todos asumimos que Uribe debe dejar de obrar como si gobernara, la prensa acalla las voces críticas y así se va hacia otra "negociación" en la que Santos cree que tiene condiciones para imponer la desmovilización de las FARC.

Los militares, al menos los militares retirados, deberían alzar la voz. La mera posibilidad de emprender negociaciones de paz resucita literalmente a las FARC. Como todos los proyectos humanos, el ejército comunista vive de esperanza, con lo que los maltrechos frentes se aferrarán a esa posibilidad para persistir, al tiempo que los recursos bolivarianos permitirán reclutar más gente y controlar la deserción.

En el bando de las Fuerzas Armadas el efecto sería catastrófico: claro que todo el mundo anhela la paz, y más los que se van a jugar la vida, pero cuando ya se preveía la victoria y las tropas estaban llenas de moral, la posibilidad de que los asesinos pasen a ser poderosos jefes políticos, columnistas, defensores de derechos humanos disuade de cualquier esfuerzo para capturarlos. Claro que cuando escribo descubro que los asesinos ya son todo eso, y es que Santos no se ve como un nuevo Pastrana sino como un nuevo Gaviria, cuya magna remuneración al M-19 por sus asesinatos y secuestros seguramente le producirá admiración.

El lunes había dos artículos en El Tiempo sobre la negociación con las FARC. Mauricio Vargas advierte sobre las "trampas del diálogo", con atendibles razones. No obstante, se deja lo principal, y es como si perversamente ofreciera opciones a los terroristas. Claro que pueden dejar de secuestrar, sencillamente extorsionando con amenazas de muerte. Y también sentarse a la mesa con la promesa de desmovilizarse, pero ¿qué pueden hacer si finalmente el régimen no hace la reforma agraria ni los cambios que tanta falta hacen? A Mauricio Vargas no le molesta que se negocie con los terroristas la administración del Estado o las leyes: tampoco le molestaba durante los años del Caguán. De hecho, no le molestaba a ningún columnista.

La posibilidad de que se premien las masacres, castraciones y secuestros inquieta todavía menos a Eduardo Pizarro, usufructuario él mismo de una negociación de paz. Pese a su tono condenatorio, lo que le parece exigible es sólo lo que propone el nuevo gobierno (y que perfectamente podría estar acordado con las FARC, dados los privilegiados canales del hermano del presidente). ¿Cómo se puede negociar con alguien que se compromete a desistir de su poder? Es como si uno entra a la tienda con el compromiso de salir sin un centavo de ahí, ¿qué es lo que se negocia? Uno exige todas las existencias, aunque lleve poquísimo dinero. ¿Qué pasa si no se las dan? La negociación tiene que romperse, porque el problema no es el resultado final sino aquello que se negocia. O no, la negociación no se rompe porque el premio de las FARC es suficiente para que pasen a mandar sobre los colombianos, en lugar de sólo matarlos y castrarlos.

Lo que hay en el escrito de Pizarro, y también en la propuesta del gobierno, es la perspectiva del premio de los crímenes: en forma de leyes que legitimen el accionar terrorista, como quedó legitimado el M-19 después de la Constitución del 91, que la clase política nunca ha cuestionado. En forma de cargos de poder, incluso como diplomáticos, para los jefes terroristas, de nuevo, tal como se hizo con el M-19. Y también en forma de recursos millonarios: no hay que olvidar que Uribe contó que él mismo había tenido que darle mucha plata al M-19 por compromisos de los gobiernos anteriores.

Es en realidad un problema cultural: en Colombia no se entiende qué es la democracia, y entonces se llama así a cualquier cosa, como el unicornio de que hablaba Borges. El mismo partido de los terroristas se llama "Polo Democrático". De ahí que por el alivio de no tener que aplicar las leyes se permita que éstas sean impuestas a punta de asesinatos, y por las probables dádivas del poder todos los "creadores de opinión" se entusiasmen con un fraude descarado a la voluntad de los ciudadanos.

Todo eso terminará peor que con Pastrana, pero ¿cómo hacerle entender al señorito, devenido grotesco reyezuelo de una grotesca república bananera, que no puede jugarse la plata de la familia y que por su ridícula vanidad, amén de los turbios intereses familiares que sin duda estarían detrás de la promoción del terrorismo por su hermano, no debe echar a perder el esfuerzo de estos años? Está ansioso por jugar y por lucir su talento, y sólo conseguirá que Colombia vuelva a los noventa, peligro que se creía conjurado con la derrota del lamentable Mockus.

En enero de 2002 el hermanísimo, como editorialista de El Tiempo, advirtió que aun si las FARC fueran derrotadas pronto habría quien retomara sus banderas. Era profético: después de que se confirme una vez más que el asesinato es la forma correcta de hacer carrera política en Colombia, ¿cómo pedirle a un aspirante a diplomático, senador o columnista que se resista a ponerlo en práctica? Se verá a sí mismo como un nuevo Alfonso Cano, que por entonces será defensor de los derechos humanos y de las víctimas, probablemente en la ONG de Iván Cepeda.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de agosto de 2010.)

lunes, noviembre 22, 2010

Bienvenido, señor Uribe

Por Jaime Ruiz


En una escena de la encantadora versión televisiva de Guerra y Paz, el padre del príncipe Bolkonski le dice a su hijo, que había sido dado por muerto en Austerlitz, algo como "Es muy curioso, has muerto como un héroe pero al mismo tiempo disfrutas de estar vivo". Igualmente, el buda Shakyamuni se había librado de seguir en la rueda del samsara pero al mismo tiempo seguía existiendo, por pura compasión hacia los sufrientes, necesitados de su orientación.

Parecida es la situación en que el señor Uribe está a punto de entrar. Por una parte ya es historia, con más peso que cualquier líder político colombiano del siglo pasado, pero al mismo tiempo sigue siendo el referente decisivo de la política colombiana y el líder en el que se reconoce la mayoría de la gente. Perderá el mando sobre las instituciones, pero dada su capacidad de influir sobre la gente tendrá más poder que cualquiera de los que ostentan cargos públicos.

Semejante situación es a un tiempo un privilegio y una opresión, y mucho me temo que para Uribe será al principio más bien lo segundo, acostumbrado como está a la mística de la acción y el corto plazo: de los resultados tangibles y la microgerencia. Sobreponerse a esa nostalgia, acostumbrarse a que la política del día a día es tarea de otros, es el primer desafío que tiene que afrontar el casi ex presidente.

Y será tanto más duro cuanto que los pasos dados hasta ahora por su sucesor hacen pensar en un retorno de los noventa. Mejor dicho, de algo reconocible en los noventa pero en realidad más antiguo y más profundo, y que es lo que en últimas está en la base de la tragedia colombiana de la segunda mitad del siglo XX. El señor Uribe tiene que meterse en la cabeza no sólo que ya no es el presidente, sino que casi seguro tendrá que ser oposición, salvo que quiera jubilarse y dedicarse a defender su labor de gobierno. Ésa es la segunda tentación que tiene que, en mi opinión, rechazar.

Pero insisto, el poder del señor Uribe es inmenso, otra cosa es que sepa hacer uso de él. Basta con borrar las palabras "corto plazo" de cualquier determinación que se tome para entenderlo. Basta con meterse en la cabeza que la sociedad colombiana no necesita sólo a alguien apropiado a la cabeza del Estado, sino una conciencia clara y una determinación firme para superar sus taras. Que más que buenas medidas del gobierno los colombianos necesitamos saber qué queremos y qué rumbo vamos a tomar.

Para empezar, como líder indiscutido de cierta "derecha sociológica", el señor Uribe podría plantearse organizar un partido guiado por un ideario claro y formado por personas ilusionadas por hacer del país una democracia como las de Europa y Norteamérica, y no sólo por aspirantes a funcionarios que suscriben cualquier retórica con tal de asegurarse el nombramiento y el acceso al presupuesto. ¿Lo hará? Por ahora es el único que puede hacerlo, pero no parece muy claro que se lo plantee.

Como figura reconocida en todo el continente y aun en Europa, Uribe puede liderar la denuncia del chavismo y de las complicidades con las bandas terroristas. Nadie que examine a fondo la retórica y la actuación de las ONG como Amnistía Internacional o Human Rights Watch, así como de cierta burocracia de la ONU, puede albergar ninguna duda de que explotan los derechos humanos para conseguir el premio de los crímenes terroristas. Si el señor Uribe publicara un libro en el que copiara y analizara el sentido y la oportunidad de esa retórica, relacionándola con la realidad, ese libro podría no sólo vender millones de ejemplares, sino golpear el tinglado chavista-terrorista tanto como la Operación Jaque.

Más importante aún: puede que la misma persecución de los malhechores de las altas cortes le permita pensar en la necesidad de superar la Constitución de Pablo Escobar y el M-19. Es algo que debería inquietar a la sociedad colombiana, pero es que esa sociedad es intelectualmente indigente y la forman más bien la clase de personas que sacan provecho (o sueñan con sacarlo) del orden inicuo impuesto por el tinterillo que llegó a presidente por elección de un niño, en componenda con los secuestradores y masacradores, con quienes aspiraba a reconciliarse para superar los odios (lo que lo hace digno precursor de Juan Manuel Santos).

Algún día los colombianos entenderán la necesidad de que haya leyes. Parece que se la planteaba Santander hace 200 años, pero con el bodrio protochavista del 91 se encontró el atajo por el cual se podría prescindir de ellas (no los que no usan ruana, sino aquellos cuya familia no la ha usado nunca): la acción de tutela, que pone en manos de unos funcionarios todopoderosos los recursos comunes, y hasta las libertades públicas, sólo con invocar buenas intenciones y derechos fundamentales, que disfrutan los clientes de esos funcionarios y pagan los demás, a la manera de la antigua Roma.

Pero una decisión clara del señor Uribe de promover una nueva norma adelantaría ese proceso por varias décadas. Claro que es muy dudoso que lo haga, porque a pesar de su enorme aptitud y su enorme pasión , y a pesar del cariño que ha encontrado entre la mayoría de los colombianos, el señor Uribe ha mostrado tener sus limitaciones en materia de visión política (la patochada de la segunda reelección lo demuestra, y es la verdadera causa de que el poder haya caído en manos de las sempiternas camarillas de intrigantes).

Pero son sólo ejemplos de las portentosas posibilidades que tiene ante sí el nuevo ex presidente. Lo mismo podría liderar proyectos empresariales, periodísticos, pedagógicos, cívicos o culturales. Pero a pesar de la muy probable bonanza que vendrá (este mismo año podría llegarse a un crecimiento del 6 % del PIB), la gente echará de menos a un líder político aplicado y resuelto que sabe qué quiere.

Ayer se quejaba Noel Carrascal en este blog de la indefinición ideológica de la sociedad colombiana, que se aferra a "ismos" formados por nombres de personas y no de visiones del mundo. Esa indefinición sólo expresa la confusión ideológica, y aun moral, que acompaña a la barbarie. El nuevo gobierno la acusa: la amplitud de miras es la disposición natural de quien no tiene otras que salir en la foto de las rumbas y acudir a los cocteles a codearse con gente importante, todo a costa de los mismos que pagan las tutelas, obviamente. De políticos que tienen, como decía Galdós, unos ojos pequeñísimos para las ideas y grandísimos para los negocios. De aquellos para quienes los valores son sólo un adorno, el sacoleva del orangután.

Por eso, y porque un gobierno formado por esa vasta componenda y liderado por un presidente que no vacilaba en defender la segunda reelección de su predecesor pero se convirtió, una vez elegido, en el aliado de sus enemigos (a tal punto que Germán Vargas Lleras anuncia que consensuará con los magistrados la reforma a la justicia, que es como si alguien acordara el Código Penal con los delincuentes) muy pronto se mostrará incapaz de contener la corrupción y aun de hacer frente a las crecientes insolencias de los chavistas, el liderazgo de Uribe seguirá siendo el más importante del país. Ortega y Gasset decía que la vida humana estaba menos determinada por el afán de jerarquía que por la ejemplaridad. El ejemplo de Uribe marcará a los colombianos por mucho tiempo, y el contraste con el sucesor que se buscó por no aprovechar su prestigio hace cinco años para promover un nuevo partido y una nueva constitución lo hará aún más importante.

Me jacto de ser el primero que publicó por escrito la idea de que Uribe fuera candidato a la Alcaldía de Bogotá (que sin duda se le habrá ocurrido antes a mucha gente). Es muy probable que, visto el golpe de timón hacia el vacío que está dando el nuevo gobierno, esa opción se haga inevitable para evitar la dispersión del uribismo. Lo único claro es que otro candidato uribista perdería frente a Peñalosa y aun a Mockus. Pero se trata sólo de una de las muchas posibilidades que tiene Uribe ante sí.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 6 de agosto de 2010.)

miércoles, noviembre 17, 2010

El legado

El inverosímil episodio de Iván Cepeda Castro exigiendo al gobierno pedir perdón por el asesinato de su padre es sólo la punta del iceberg de lo que se mueve en ambientes menos públicos, de lo que sigue pasando en la vida colombiana: el poder que acumularon los terroristas, es decir, Manuel Cepeda y cientos de dirigentes comunistas, de los que las FARC y el ELN son sólo los peones, lo han heredado sus hijos, y no vacilan en seguir promoviendo crímenes y esquilmando a los demás colombianos, con los pretextos más inverosímiles. El caso de Cepeda es extremo: "el Estado" como tal no tuvo nada que ver, el presidente Samper era más bien un aliado del PCC que un enemigo, y más que cualquier otro crimen cometido por funcionarios, ése fue un crimen contra el gobierno.

Un ejemplo de esa herencia es el surgimiento de un grupo de "hijos del M-19" que reivindican la acción de sus padres con la mayor desfachatez, y ciertamente ostentando de forma arrogante el poder que gracias a los asesinatos, secuestros y extorsiones, junto con la alianza con Pablo Escobar y otros jefes de la mafia del tráfico de drogas, concentraron sus padres. Lástima que los nuevos asesinos carezcan de imaginación hasta niveles grotescos y se limiten a reproducir la penosa cháchara, el tosco lirismo, paradigma de la mala literatura, con que sus padres se dedicaron a imponer la tiranía, a mandar matar sindicalistas y a apoderarse de las instituciones.

Lo que pasa es que esa retórica, por mucho que haya tantos que quieran negarlo, es toda la enseñanza de las universidades públicas colombianas, que son a fin de cuentas, junto con las instituciones de justicia y otras entidades estatales, el premio que obtuvieron esos asesinos, y que ahora entregan a sus hijos. Y siendo que tienen gracias al Estado el rebaño al que pueden adoctrinar (lo cual es el verdadero crimen de Estado), ¿quién impedirá que dentro de unos meses vuelvan a las andadas? Yo podría apostar a que en pocos años surgirán los nuevos héroes que empezarán la tarea revolucionaria recuperando las banderas de Camilo, el Che y Carlos Pizarro.

Invito a los lectores a prestar atención a esa retórica, porque están diciendo abiertamente que quieren más guerrillas y más asesinatos, que los crímenes con que sus padres se enriquecieron eran necesarios y prácticamente que hacen falta más. (El mismo presidente Uribe reconoció que su gobierno tuvo que darle dinero al M-19 en agradecimiento por sus proezas, gracias a la negociación de César Gaviria y Rafael Pardo) . De hecho, hay un blog de "Juventudes del M-19" en el que se reproducen exactamente las clases de las universidades públicas. Sería muy lamentable que el lector por pereza no conociera esas perlas.

En realidad cuando surgió el primer M-19 la gente reaccionó con la misma indiferencia: unos jóvenes idealistas que iban a hacer la justicia social, bello objetivo que halagaba a todos los débiles y agraviados, aunque en la práctica sólo les produce rentas a los que tienen relación con las sectas dueñas de la función pública y de las universidades. Hoy en día pasa lo mismo, no sería nada extraño que los jóvenes de la ola verde terminaran afiliados masivamente al nuevo movimiento, pues las raíces del crimen en Colombia son ésas: desde el siglo XIX, la forma correcta de hacer carrera política es matar y secuestrar gente.

De hecho, esa capacidad de intimidación, esa organización cerrada y eficiente, es una herencia más rentable que un hotel o una flota de camiones. Por mucho que uno demuestre día tras día que todo lo que se enseña en las universidades públicas es ESO (claro que se finge enseñar otras cosas, lo cual es como si alguien defendiera a Alfredo Garavito porque no sólo hacía cosas ilegales, también cogía el bus y pagaba lo que consumía), ¿cuánta gente cree que el gobierno debería dejar de gastar el dinero de las víctimas en adoctrinar a sus verdugos? Yo creo que soy el único.

La magia de la retórica de esos asesinos está plasmada en la norma fundamental por la que se rige la sociedad colombiana, y se manifiesta en hechos como las exigencias de Iván Cepeda, pero también en la absoluta inoperancia del sistema judicial, que sólo sirve para esquilmar a los demás colombianos: el Estado tiene una serie de deberes con los ciudadanos. ¿Qué es el Estado? Los derechos los reclaman unos particulares y los cobran los jueces a todos los ciudadanos, pero en la retórica son éstos los beneficiados: al quitar lo han llamado "dar", y la gente está feliz con sus derechos.

Pero ocurre lo mismo que con las universidades: nadie, insisto: nadie quiere aceptar que el principal freno del desarrollo es ese esfuerzo por organizar asesinatos con recursos de las víctimas. Y tampoco nadie quiere aceptar que los derechos de la Constitución son una vulgar estafa con las palabras, y es porque en realidad todos quisieran estar en la situación de los privilegiados (de los herederos del crimen), a los que pretenden odiar pero en realidad admiran.

La indolencia generalizada ante la reaparición del M-19, y aun la simpatía con que se acoge su retórica, amenaza profundamente el futuro de la sociedad colombiana. Nadie debe olvidar que en los próximos años el peso de las industrias de extracción en la economía crecerá, y que esas industrias generan rentas enormes que van a manos de organismos públicos. De hecho, los años en que más funcionó la organización de las bandas terroristas y se impuso la Constitución protochavista, fueron los mismos del descubrimiento de Caño Limón. El enorme botín les abre la tarasca, y la violencia es una forma muy eficaz de acceder a él, como de hecho demostraron los padres de estos asesinos con pedigrí.

Ojalá la sociedad colombiana mirara a su interior y entendiera que un retroceso, una desviación por el camino de Venezuela, sería el comienzo de una catástrofe mucho peor que la experimentada hasta ahora. Y que el peligro es cierto, que efectivamente el Partido Verde tiene relaciones muy extrañas con el M-19, y la antigua secta asesina tiene suficiente poder para elegir, en alianza con el samperismo y el Partido Comunista, dos veces, y quién sabe cuántas más, alcalde de Bogotá.

Claro que mucha gente cree que el M-19 es algo distinto de las FARC (cosa tan cierta como que Rodríguez Gacha era distinto de Escobar, aunque ambos fueran socios del M-19). Al interesado lo invito a leer lo que cuenta Eduardo Pizarro sobre las relaciones internacionales de la guerrilla patriótica. Y esa idea engañosa encaja perfectamente en la nostalgia generalizada de una guerrilla "con ideales", que comparte hasta el general Valencia Tovar. De modo que todo está dispuesto para alguna acción admirable como el robo de la espada de Bolívar, o la toma de la embajada dominicana.

(Para formarse una idea de cuál es la Cultura de la Universidad Nacional, el "cun" que distingue a Cundinamarca de Dinamarca, los invito a leer este genial artículo de un destacado profesor, también columnista de El Tiempo. Respecto a la reclamación de Íngrid, el prócer manifiesta:
No es aceptable que los funcionarios, para liberarse de sus responsabilidades, le hagan firmar un documento al ciudadano. Los funcionarios del Estado tienen la obligación de impedirle el paso cuando sea necesario.
No es humor, es algo serio: los mismos que encargaban los secuestros se dedicarán ahora a hacer de defensores de los secuestrados [los jueces son sus compañeros de estudios, parientes, vecinos, amigos y en todo caso cómplices "ideológicos"], para cobrar dos veces o muchas más el secuestro, esta vez compartiendo el premio con las víctimas. Ese columnista no tenía empacho en pedir que se hiciera justicia social para que liberaran a Íngrid. Y entre tanto cada semestre se forma una nueva hornada de secuestradores, que cuando sean viejos despojarán a los demás colombianos mediante demandas por sus crímenes, pues a fin de cuentas el ciudadano colombiano, como el que juega a la lotería, vicio que algunos llaman "el impuesto de los bobos", no vacila en ser generoso con quienes roban de la caja común, siempre con el sueño de ser un día el afortunado.)

(Publicado en el blog Atrabilioso el 28 de julio de 2010.)

viernes, noviembre 12, 2010

Pero ¿esto qué es?

La ocasión del cumpleaños del Estado conocido hoy en día como Colombia es muy apropiada para ocuparnos de lo que ha pasado y de lo que somos, del papel que tenemos en la aldea global y de lo que podría ocurrir en el tercer centenario.

No es cualquier cosa el surgimiento de un Estado, y resulta muy erróneo suponer que, dada la relativa modestia del papel de Colombia en el concierto global, la independencia es una ficción. Quienes hacen esos juicios suelen desconocer el peso que tenían las sociedades de la América española en el mundo del siglo XVIII. Se podría decir que en términos de prestigio, poder y hasta demografía la Nueva Granada de 1810 vendría a representar tanto como Malawi o Bután en el mundo de hoy.

Por no tener en cuenta eso se suele comprender mal todo lo demás. Es característico de los hispanoamericanos que viajan a Europa el desconcierto ante la ignorancia de los europeos de la geografía del Nuevo Mundo: el más modesto turista puede recitar las capitales de veinte países veinte veces más pequeños que Colombia, pero el europeo, como cualquier Reagan, confunde a la patria del gran Francisco de Paula Santander con la remota y miserable Bolivia. Eso sí, ningún catedrático de geografía hispanoamericano recuerda más de media docena de capitales africanas.

Una vez me vi en un aprieto explicándole a un intelectual árabe quién era Simón Bolívar. ¿Simone de Beauvoir? Qué escándalo, como si yo pudiera recitar la lista de gobernantes de Siria, Túnez o Jordania.

Para formarse una idea del peso de la América española en la época, baste comparar los efectivos comprometidos en la batalla de Waterloo con los de la de Boyacá, mucho más trascendente para Colombia que aquélla para Europa, y que tuvo lugar apenas cuatro años después: en la primera unos 240.000, en la segunda unos 5.500.

La independencia era el paso que seguía a la conquista y posesión del territorio por los españoles: al cabo de unas generaciones los grupos de poder encuentran injustificada la exacción que lleva a cabo la metrópoli y aprovechan los altos costos de una guerra de reconquista para hacer rancho aparte. Pero esa determinación, surgida sobre todo del colapso del imperio español, sometido entonces a Napoleón, dará lugar con el tiempo al surgimiento de una nación, y en el largo plazo de una identidad.

Es muy curioso darse cuenta de que los pueblos son el producto de los Estados y no al revés. Los dos siglos de historia del Estado colombiano son los de la construcción de la nación colombiana: sometiendo a los poderes regionales, aumentando la población y creando instituciones. Muchos dirán que la población sigue tan fragmentada y segregada como en 1810, pero casi siempre quienes lo dicen desconocen por completo la sociedad de la época. El surgimiento de una nación, o de una identidad nacional, se relaciona con el arraigo de los grupos diversos sobre los que se impone el grupo creador del Estado. Con el tiempo pesan más las experiencias compartidas, las costumbres surgidas de las leyes y el sentido de pertenencia que los orígenes étnicos o aun la condición social que cada grupo tenía al comienzo. Hoy en día nadie pensaría que un "afrocolombiano" tiene más rasgos en común con un africano que con los demás colombianos, o que un patricio de inmaculadas raíces vascas piensa en su hogar pirenaico y se considere ajeno a la tierra en que vive.

Paul Johnson, un historiador británico, sostiene que el mundo moderno se creó en el periodo que va de 1815 a 1830. El surgimiento de las repúblicas hispanoamericanas está ligado a ese fenómeno, y determina en gran medida los valores de la población de la región: por una parte, se seguía el ejemplo de las trece colonias británicas que se hicieron independientes 34 años antes, curiosamente con ayuda española; por la otra, se asumían en parte los valores liberales triunfantes en la mayor parte de Europa occidental.

Como siempre, no falta el que piensa que esa aceptación de valores e ideas es falaz, dado que todavía no se ha construido el paraíso como en Cuba. Pero basta con pensar en las dificultades de asimilación de esos valores en regiones antaño civilizadas, como el norte de África o el Oriente Medio, para entender la importancia de que las libertades sean algo obvio y encomiable para la mayoría de los colombianos.

Lo descrito hasta ahora define a la colombianidad como una aceptación de los presupuestos ideológicos y morales del Occidente, y la historia de estos dos siglos como un incesante avance del arraigo y de la construcción de una identidad nacional en torno a esos valores. La frustración habitual de los creacionistas tiende a negar eso. Colombia ha "liderado" por mucho tiempo las estadísticas de homicidios y otros crímenes, y cientos de miles de compatriotas viven en el exterior dedicados a actividades ilícitas, o prostituyéndose, al tiempo que los organismos estatales son el fortín de los corruptos.

Tales prevenciones parten de la ceguera respecto a lo que era la sociedad del nuevo Estado hace dos siglos. No era concebible un funcionario probo, pues enriquecerse en el cargo era legal y se consideraba legítimo. Y el despojo a los débiles era lo corriente en una sociedad en que buena parte de la población estaba formada por esclavos. La mayor parte de las poblaciones actuales ni siquiera existía. El delito y la prostitución son los oficios de los advenedizos en cualquier época, y sólo es cuestión de tiempo que esa gente, o sea, sus descendientes, se integre en la comunidad, con la que comparte valores y a la que quiere asimilarse.

La sociedad colombiana recuerda a la del oeste de Norteamérica durante el siglo XIX en la violencia que surge entre los desarraigados. Pero el tremendo despilfarro de energías que es la delincuencia tendrá que menguar a medida que aumenta el nivel de vida y mejoran los mecanismos de control. La prostitución "virtuosa" (que ocupa a personas que quieren ganar grandes cantidades por ese medio) desplazará a la que sólo existe como salida desesperada de mujeres sin recursos.

También la tentación totalitaria es una herencia de la sociedad anterior al surgimiento del Estado independiente: en esencia se trata de resistencia de las castas poderosas ante el avance de los valores modernos. El hecho de que los comunistas triunfaran a medias con la Constitución del 91 y no llegaran a concentrar el poder estatal determina la resistencia a las fuerzas que intentaban imponer un régimen de partido único y concentración del poder estatal: el combate contra las guerrillas comunistas quedará como parte del patrimonio (en el sentido más literal, de "legado del padre") de los colombianos.

Es difícil no creer que la clase de gente sufrida que ha sobrevivido a climas espantosos y prosperado en paisajes agrestes sacará partido de la sociedad del siglo XXI. La identidad colombiana, la capacidad de reconocerse en la comunidad nacional, se afianzará con el tiempo a costa de otras identidades de la región, como la venezolana, y al mismo tiempo se asimilará a la forma de vivir y pensar que impera en Europa y Norteamérica. Con vacilaciones y retrocesos, el país del tercer centenario se irá alejando del que soñó Camilo Torres Restrepo y siguen soñando sus herederos en los antros revolucionarios. Previsiblemente, el colombiano tendrá más cultura del trabajo y más conciencia del valor de la propiedad que la gente de los países vecinos, y dado el peso demográfico del país, así como la capacidad de exportar productos culturales a los países vecinos y aun, en el medio plazo, de integrar inmigrantes, su papel será el de metrópoli regional, al menos para los países del área "bolivariana".

(Publicado en el blog Atrabilioso el 21 de julio de 2010.)