domingo, diciembre 30, 2012

Las guerras del aborto

La cosa más importante que ocurre en Colombia tiene que ver con la conciencia de los colombianos. En realidad, la orgía de crímenes y la ausencia de instituciones creíbles y respetables es sólo el resultado de la clase de cosas que piensan y dicen los colombianos. El mismo hecho de que nadie se pregunte cómo es que ocurren tantos prodigios que en el resto del mundo serían insoportables ya dice mucho sobre esa realidad.

Desde que Santos llegó al poder empezó a preparar el terreno, como lo he señalado muchas veces, para imponer un régimen chavista sustentado en el apoyo de los terroristas y sus clientelas. Con ese fin ha ido copando todo el Estado, nombrando a personas de condiciones morales como las de los fiscales Morales y Montealegre. El único funcionario que se mostraba leal al DERECHO, el procurador, ha sufrido recientemente una campaña de acoso basada en el PRETEXTO de sus creencias religiosas.

La desgracia es que ¡nadie lo defiende porque crea en el derecho! A los partidarios del procurador no los asusta ser esclavos de los terroristas ni tener cada semana decenas de personas asesinadas, sino que el peligro consiste en que la legislación se parezca a la que impera en todo el mundo. No les importa tanto el asesinato ni el poder terrorista, cuanto la amenaza del mundo moderno.

En otras partes se pensaría en aunar apoyos para oponerse al avance de unos criminales, en Colombia sólo se acordaron de contener a los terroristas aplaudiendo a Castaño. Esa misma clase de personas explotan toda clase de efectos gore y de falacias para mantener el espíritu de intolerancia que precisamente les sirve a los socios del terrorismo para presentar sus avances como progreso.

Se podrían decir muchas cosas de la "moda" de defender el aborto, lo cierto es que el fanatismo religioso y el afán de encarcelar a las que abortan no resuelven nada sino que ponen en peligro la vida de las madres. No es nada raro que los mismos cavernícolas se opongan también al uso de anticonceptivos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 20 de septiembre de 2012.)

martes, diciembre 25, 2012

La sociedad infiltrada

La reciente campaña de acoso al procurador Ordóñez es evidentemente promovida por Santos, lo que se demuestra en el entusiasmo de los medios por hacerse eco de la bulla que la militancia totalitaria consigue introducir en las redes sociales, y las inclinaciones religiosas del funcionario son sólo un pretexto para justificar que se quiere en el cargo a alguien dócil a todas las atrocidades jurídicas que comportará la componenda de Santos con los terroristas, además de castigar a quien destituyó a Piedad Córdoba, denunció el montaje con que encarcelaron a Plazas Vega y pidió ampliar la investigación del caso de Sigifredo López.

Pero no se debe creer que esa manipulación es clara para todos los que ayudan a acosar a Ordóñez: son muchísimos los que se aferran a una especie de ensueño, según el cual viven en un país tranquilo amenazado por ultramontanos que quieren imponer sus creencias a todo el mundo, y a partir de esa curiosa suposición se suman a un bando "progresista" que no ve nada perverso ni criminal en los más descarados propagandistas del terrorismo (lo cual ocurre por los bajísimos índices de lectura del país) y que "compra" frívolamente la leyenda de que hay una "guerra" que se resolverá cuando ambas partes se sienten a negociar, con lo que salir a masacrar gente resulta equivalente a salir a protegerla. El ingenio de los empresarios de la muerte es burdo, pero corresponde al nivel de exigencia intelectual y moral del público que lo consume.

Durante años he sentido verdadera fascinación por esa curiosa distracción de los colombianos. No hay día en que no sean asesinadas varias personas por los terroristas, pero a muy poca gente le parece que eso deja ver una sociedad enferma: parece una infiltración de una realidad ajena, tal como la inmensa mayoría de la gente cree que hay infiltración guerrillera en las universidades. El joven urbano de clase media, completamente ignorante de la nula productividad del país y aun de su propio parasitismo, siente que es lícita su adhesión al bando de los enemigos del procurador, que cuando son figuras públicas a duras penas pueden ocultar su relación con las bandas terroristas y sus negocios.

Es algo general, durante años he llamado "injerencia selenita" a esa idea de que las FARC son algo ajeno a la sociedad, como mucho algo relacionado con ciertos ambientes rurales o con viejos conflictos agrarios. Y no se debe pensar que son sólo los jóvenes lectores de la prensa oficial, imbuidos de una rebeldía tan ridícula que a la vez es servilismo con los poderosos, ¡ya que en esa concepción los poderosos dejan de ser los señores de los grandes grupos económicos y pasan a ser oscuros terratenientes de regiones tórridas y remotas! Esa idea es muy general y convendría que se empezara a plantear cuál es el sentido real de la violencia terrorista y su origen. Por ejemplo, un observador como Eduardo Mackenzie escribe sobre la negociación de Santos con las FARC:
Quienes firmaron ese papel parecen ignorar que los colombianos, gracias a la democracia, están en paz con ellos mismos y que sólo una facción subversiva absolutamente minoritaria, que trata de demoler esa democracia, se opone a esa paz desde hace 50 o más años. Esa facción armada se ha auto excluido del pacto social. Ese documento acepta de entrada hacerle concesiones de principio enormes a ese grupo. Es la civilización capitulando ante la barbarie.
De donde se infiere que la sociedad colombiana es democrática y civilizada y las FARC no tienen más apoyos que los de algunos cientos de personas a las que sobornan. Desde mi punto de vista esa visión es inaceptable. Las FARC son la fuerza de choque de una facción importante de la sociedad y esa facción impuso sus condiciones en 1991. De otro modo sería inconcebible que toda la prensa esté siempre a favor del premio a los terroristas, y que el poder judicial colabore con ellos de forma desvergonzada (hoy mismo aparece la noticia de que había funcionarios judiciales en una fiesta en la que se celebraba el cumpleaños de Ricardo Palmera).

Por minoritario que resulte quien vea a la sociedad colombiana de otra manera, es necesario cuestionar profundamente la visión que expone Mackenzie en esas frases. No hay una diferencia tan grande entre cometer asesinatos y creer que se deben premiar. Cuando se piensa en los grupos sociales que hacen presión por la negociación siempre resultan ser la etnia dominante de la sociedad tradicional, minoritaria en número de individuos pero hegemónica en poder político y económico.

De tal modo, el conflicto armado no puede entenderse como la ocurrencia de unos cuantos psicópatas ni como un remanente de la Guerra Fría, ni menos (como pretenden los habituales partidarios de premiar a las bandas terroristas) como el efecto de la prohibición de los psicotrópicos, sino como la resistencia de las castas tradicionales al mundo moderno. La negociación que buscan las FARC corresponde a la concentración de la riqueza en manos del Estado, al que dominan los descendientes de los criollos, que a su vez son la "izquierda", que comparte esas reivindicaciones. Uno de los errores más espantosos que uno ve día a día es la asimilación literal de la retórica comunista de esa izquierda como si nadie pudiera entender que la Constitución del 91 tuvo el efecto inmediato de aumentar la desigualdad gracias a que los empleados estatales multiplicaron de muchas maneras sus rentas.

Mientras no se entienda que el M-19 sólo es distinto de las FARC en la tarea específica que lleva a cabo ahora y en absoluto en sus propósitos, se estarán dando palos de ciego. La "izquierda" surgida en las universidades en los años sesenta y setenta accedió al poder en 1991 y la actividad de las FARC y el ELN sólo ha podido persistir gracias a que sus aliados dentro del Estado se lo permiten, como se ha visto con la persecución a los militares y a los políticos hostiles. Muy lejos de lo que dice Mackenzie, las FARC representan un orden de dominación al que es imposible superar mientras no se entienda lo que es. La sociedad colombiana no es democrática, y menos desde 1991, cuando la retórica socialista sirvió de pretexto a la expansión del gasto público en favor de la casta de los dueños del Estado, y disposiciones como la "acción de tutela" abolieron las leyes y contratos en favor de la discrecionalidad de los funcionarios.

Es triste descubrir que un autor que cuenta con el respeto de mucha gente parece creer seriamente que los mandamases de la prensa y el gobierno de Santos cometen un error de apreciación acerca de las guerrillas y no son sus promotores, como si no leyera columnas de opinión o como si tomara literalmente la retórica de sus autores. ¿Habrá que contarle la historia de Alternativa y del papel del hermano mayor de Santos en la promoción de las guerrillas comunistas?

La discusión sobre el fondo del conflicto armado sólo cuenta con los argumentos de los que aspiran a ascender sobre la mediocre burocracia de los partidos tradicionales gracias al terrorismo. La  incuria generalizada les permite imponer su versión y la sociedad resulta indefensa ante las monstruosidades que negociará el gobierno, actualmente asociado con los terroristas. ¿Habrá algún día un interés genuino por entenderlo?

jueves, diciembre 20, 2012

Adiós al uribismo


Todos los intentos de explicar que la oposición al cogobierno terrorista y al régimen que implantará en Colombia debe surgir de una visión distinta de la política encuentran oídos sordos. Los pocos que podrían encontrar algún reproche que hacerle al expresidente lo callan ante la abrumadora sensación de soledad que experimentan. Y no obstante, es la hora en que, tras dos largos años de persecuciones, alianza con terroristas y multiplicación de los peores vicios de la política tradicional el gobierno de Santos carece de oposición mínimamente articulada o siquiera de una crítica coherente que sirviera de base a esa oposición. El nuevo país chavista avanza sin verse afectado en lo más mínimo por el lloriqueo y la nostalgia de los seguidores de Uribe.

Pero ¿cómo llegaron Santos y el actual legislativo al poder?
Todas las protestas de los uribistas dos años después de la bomba de Caracol, que Benedetti y el mismo Santos atribuyeron veladamente a Uribe, consisten en registrar la perversidad del gobierno, de la prensa, de los funcionarios judiciales o de los terroristas. El ascenso de ese presidente y esos miembros del poder legislativo parece una decisión caprichosa de la Providencia. Queda la impresión de que nadie quiere ni puede darse cuenta de que fueron elegidos por consejo de Uribe, que algo los conocería para darles cargos tan importantes y promover sus candidaturas. ¿Cómo se dio esa componenda? Claro, porque en 2006 era necesario reelegir a Uribe. ¿Por qué? Porque a nadie se le ocurrió que debería haber un partido que se opusiera a los gobiernos que en las décadas anteriores se aliaron con los terroristas. Los políticos del Partido de la U fueron aquellos provenientes del "liberalismo" que se aliaron con Pastrana y apoyaron el Caguán. Santos había sido el primero en proponer un despeje y aun había sido ministro de Pastrana.

Viejos hábitos
Es decir, la determinación de combatir a los terroristas en el primer gobierno de Uribe generó por una parte un amplio apoyo popular al presidente y por la otra una notable recuperación económica. ¿No debería haberse pensado en un partido que representara ese rechazo a la claudicación ante el terrorismo, que por entonces era mayoritario? Cuando le preguntaron eso a Uribe, contestó que él no iba a hacerle eso al liberalismo. Cuando se formó el pseudo partido de la "Unidad Nacional", sencillamente, a la vieja usanza, se formó una alianza con los mismos de siempre, encargada a un eterno aspirante presidencial que pidió a cambio un ministerio de primer nivel. El precio de la primera reelección fue la renuncia al reformismo a cambio de las componendas con las peores castas de la vieja política. Bueno, no sólo al reformismo sino también al TLC, que se dificultó y en últimas se pospuso para que el candidato no tuviera que hacer frente a la hostilidad de los gremios. Esa renuncia al reformismo también significó someterse a la tiranía de las altas cortes, a las que un partido democrático habría hecho frente con la convocatoria de una Asamblea Constituyente.

Mayoría acomodaticia
La inmensa mayoría de los políticos y funcionarios de cierto rango que promovieron la segunda reelección de Uribe están hoy apoyando el cogobierno de Santos con las FARC. Es algo explicable porque su entusiasmo por la presidencia vitalicia de Uribe era sólo apego al cargo, que ahora está más seguro y es más rentable con Santos. Más allá de su violación de la ley y de su inconveniencia general, el intento de reelegir por segunda vez a Uribe fue una jugada estúpida, ya que a Santos y a la mafia de la que procede no le costó nada presionar a la Corte Constitucional e impedirla. De ese modo, sin que la opinión abandonara la fe en su líder, el gobierno resultó siendo de signo contrario. Y lo fascinante es que a los uribistas no les parece que se pudo hacer algo mal. Más que una corriente política equivocada parece una especie de distorsión cognitiva.

Oposición constructiva
La respuesta que debería haber tenido el cambio de rumbo de Santos no se dio porque todo se somete a la conveniencia del caudillo y a su interés de conservar los buenos términos con los políticos que sostienen al gobierno, que podrían juzgarlo por hechos como la operación Fénix, por no hablar de las interceptaciones del DAS. ¿Qué papel tiene la ciudadanía en todo eso? Nada, sólo puede servir de testigo del drama personal del expresidente, cuyos edecanes muy vagamente se alejan de la pretensión de reelegirlo, y ciertamente no se oponen a la negociación de Santos con los terroristas. La gran prueba del santismo eran las elecciones de 2011, pero en ellas se vio a Uribe haciendo campaña con Benedetti y con Luis Eduardo Garzón, apoyando al hijo de Roy Barreras y a muchos otros políticos equívocos ligados al partido de Santos, todo con base en la idea de que su popularidad atraería votos que harían inevitable la lealtad de los políticos de ese partido. La catástrofe fue absoluta, contra Peñalosa se aliaron todas las maquinarias y todos los recursos, para promover candidaturas de distracción a las que, por las conveniencias ya señaladas, Uribe no denunció, lo que condujo al triunfo de Santos que le abrió el camino a su plan de negociación política con los terroristas e inscripción del país en el eje chavista: la elección de Petro como alcalde de Bogotá.

Deriva confusa
Lo que ha hecho el uribismo después es seguir con ese juego. La inmensa mayoría de los políticos señalados por el propio Uribe como sus aliados han expresado su apoyo resuelto a las negociaciones de Santos (por ejemplo Martha Lucía Ramírez, Francisco Santos o Angelino Garzón), mientras que algunos de los otros inventan reparos que ponerle. Ni siquiera el mismo Uribe rechaza que haya negociación sino que denuncia su oportunidad. De ese modo, lo que era una mayoría clara, resuelta y triunfante termina convertido en una minoría confusa, acomplejada y perdedora. De momento el apego al caudillo es la verdadera garantía que tiene Santos de ganar la reelección, pues en una segunda vuelta no tendría rival. Salvo que haya quien crea que lo podría ser Óscar Iván Zuluaga, que aplaudía al gobierno aun después del encarcelamiento de Andrés Felipe Arias, tal vez por considerarlo un rival peligroso.

Hacia una renovación política real
Lo cierto es que hacia 2001 se formó una mayoría social que se oponía a los terroristas y a los políticos aliados con ellos. Para que esa mayoría vuelva a prevalecer tiene que surgir otra actitud, por ejemplo, debe partirse de cuestionar los acuerdos de "paz" que condujeron a la Constitución de 1991, que nunca han sido cuestionados por el uribismo (el propio Uribe fue ponente de la ley que indultaba a los miembros del M-19) y que son la base de la actual negociación. ¿Qué fundamento tienen quienes se oponen a premiar a las FARC pero aceptan que se premiara al M-19? También hay que pensar en un partido de la ciudadanía,  opuesto a los partidos tradicionales y a los políticos que hoy son simples aliados del cogobierno fariano. No es ninguna revelación para mí que eso tardará, incluso generaciones. Pero ¿no tardó un invento como la palabra tal vez milenios en ser asimilado por comunidades de Homo sapiens aisladas? El mismo imperio inca desconocía la rueda. Sencillamente en las democracias hay partidos que defienden intereses de sus votantes y los partidos actuales, uribistas para conseguir votos gracias a la popularidad del caudillo, no lo hacen. De hecho, ya hace más de un año señalé que el uribismo seguirá los pasos de la Anapo. El que quiera seguir en la nostalgia, bien pueda. De momento ha sido uno de los elementos que sostienen el orden actual porque impiden que surja una oposición clara que defienda la democracia.

(Publicado en el blog País Bizarro el 16 de septiembre de 2012.)


domingo, diciembre 16, 2012

La paz es otra forma de lucha


Prolifera una noción del problema de las drogas psicotrópicas según la cual todo aquel que alguna vez fumó o fuma marihuana es un "adicto", y la garantía de que alguien entiende el problema es que las desconoce por completo. A partir de esa noción salen maestros de moral que se permiten todos los libertinajes salvo ése, pero se imponen y hasta figuran honrosamente gracias a que forman parte de una mayoría en la que todos se reconocen y felicitan. No hay que hurgar mucho en la psique de esa mayoría para ver algo parecido a lo que se detecta en la aversión obsesiva al homosexual: envidia mezclada con temor, la suposición de que esos pecadores disfrutan de placeres que podrían tentar al intolerante.

Esa misma inclinación a emitir dictámenes sobre lo que se desconoce ocurre con las organizaciones revolucionarias: ¿recuerda el lector a alguien que no asegure que las universidades públicas están "infiltradas" por la guerrilla? ¿O a alguien que no crea que los columnistas de la prensa están engañados por la ilusión de la "paz"? Quién sabe de dónde creerán que salen las guerrillas, a lo mejor creen que matriculan a sus miembros para ir a reclutar gente a las universidades públicas. Y los columnistas engañados serían los ministros y embajadores de un régimen fariano, como ya se vio cuando el M-19 ascendió al poder aliado con César Gaviria (que reemplazó a Pablo Escobar como socio de esa banda de asesinos).

Habrá que explicarles lo elemental. Los marxistas quieren implantar un sistema de partido único y total hegemonía del Estado sobre la sociedad. Con ese fin aspiraban a una insurrección popular de la mayoría obrera o humilde en los países desarrollados, cosa que nunca se dio. En Rusia consiguieron el poder no gracias a una insurrección obrera sino a la derrota militar contra Alemania, a los millones de soldados hambrientos que pululaban por las ciudades y al colapso del régimen anterior. En los países de mayoría rural intentaron la conquista de territorios a partir de los cuales emprender una guerra prolongada hasta tomar todo el poder. Fue lo que consiguieron en China y fue el modelo que el Partido Comunista intentó aplicar en Colombia en los años cuarenta.

Es decir, la guerrilla es un frente del Partido Comunista para tomar el poder y no existe por sí misma sino con ese objetivo. Persistió tras la derrota de los años cincuenta debido a las expectativas de éxito que se atribuían los comunistas después de la Revolución cubana, y sobre todo gracias a la alianza con los herederos de los clanes oligárquicos de la República Liberal, que fueron excluidos del poder entre 1946 y 1958 y que después se dividieron por discrepancias con el Frente Nacional dando lugar al MRL de López Michelsen, aliado continuo de los comunistas y en gran medida máscara de ese partido.

Lo que ocurrió en el planeta durante los años sesenta (la ruptura chino-soviética, la deriva comunista de la Revolución cubana y su influencia continental, la rebelión juvenil en Estados Unidos contra la guerra de Vietnam y el mayo de 1968 en París) determinó una gran dispersión del proyecto comunista, que a la vez se expandió en Colombia. Surgieron maoístas, trotskistas y guevaristas que no obedecían al PCC y más bien aspiraban a ser ellos el partido que tomaría el poder, pero siempre con el mismo proyecto marxista-leninista. Esa ideología se hizo hegemónica en las universidades y fue promovida por los mismos oligarcas a través de Alternativa, en la que eran redactores todos los decanos de la opinión en Colombia, empezando por el actual director de El Tiempo y siguiendo por el clásico columnista de Semana. Esa revista estuvo ligada al M-19 y hay suficientes razones para pensar que el clan de los Santos-López-Samper manipuló a los jóvenes terroristas primero para confundir a los votantes y hacer ganar las elecciones a López en 1974 (se acabaron las ilusiones de la Anapo) y después para aprovechar la prosperidad de las mafias de la cocaína e imponer una constitución que les asegurara el control, precisamente a través de las organizaciones revolucionarias, que desde entonces colaboran desde cargos públicos y desde la política legal con las bandas que persisten.

Mientras no se entienda la hegemonía de esa visión en la universidad y a partir de ahí en la burocracia no se podrá entender nada de lo que ocurre en Colombia. Por cada guerrillero o miliciano hay diez personas, por lo menos, que militan en la causa revolucionaria y colaboran con ella, y los gobiernos de los ochenta y noventa favorecieron o en todo caso permitieron la implantación de esas personas en la función pública. Los crímenes de las organizaciones guerrilleras son parte de una estrategia de toma del poder que comparten cientos de miles y tal vez millones de colombianos, que colaboran con esa tarea y forman parte de la sociedad urbana corriente, en proporción mucho mayor cuanto más alto sea el rango social de que se trate. Al punto de que el proyecto totalitario se confunde con la persistencia del orden de castas colonial y sus jerarquías, como ocurrió en Cuba.

La negociación de paz es un logro de los terroristas, que obtienen reconocimiento como fuerza legítima en igualdad de condiciones que el gobierno elegido por la gente, y quienes la promueven son mayoritariamente parte de la misma conjura. Pero es imposible encontrar colombianos que lo entiendan porque creen que los que pintaban palomitas de la paz en tiempos de Belisario Betancur, o en todo caso quienes las mandaban pintar, y ahora forman un unísono espeluznante con las falacias de la "paz", son distintos a quienes secuestran y masacran. Y no hay tal: el grupo de Alternativa es hegemónico en El Tiempo, Semana y El Espectador, y de forma indirecta en los nuevos medios electrónicos, mientras que dominan las redes sociales a través de empleados estatales parasitarios y de estudiantes que defienden su forma de vida, sobre todo más gasto en universidades, apoyando el poder terrorista que avanza.

De modo que los invito a dejar de engañarse. Los verdaderos jefes terroristas son los que dominan los medios y la palabra paz, entendida como otra cosa que la aplicación de las leyes penales que se aplican en todos los países civilizados para quienes matan, extorsionan y atentan contra la democracia, sólo es una falacia con la que se comete el atraco. En Twitter el hashtag #PazColombia es un típico recurso de los militantes comunistas para presionar por el cobro de los crímenes.

Por esa cómoda suposición de que la guerrilla es un agente externo y no la expresión más típica de las endemias morales e ideológicas de Colombia es por lo que se permite su avance. Y puede que al final la oposición al diálogo o la negociación con los terroristas sea en extremo minoritaria (no hay ningún partido que se oponga y casi todos los ministros de los gobiernos de Uribe están en el bando del gobierno de Santos, sin que se sepa si el expresidente realmente se opone), pero es la única visión democrática y justa.

(Publicado en el blog País Bizarro el 15 de septiembre de 2012.)

miércoles, diciembre 12, 2012

Las certezas del mamerto



Por @Ruiz_senior

Refiriéndose a Pablo Casals, Albert Einstein declaró que el gran violoncelista catalán "ha sabido comprender con mucha clarividencia que el mundo corre un mayor peligro de parte de los que toleran el mal o lo alientan que de los mismos que lo cometen". Esta sencilla idea es por completo incomunicable para los colombianos, para los que el mal consiste en tener calzado de mala calidad o de estilo inapropiado. Por eso no se les puede explicar que todos esos dolientes de Jaime Garzón que pululan por las redes sociales y los comentarios de la prensa son criminales mucho peores que los pobres niños que les hacen el trabajo sucio y les generan rentas. (No pretendo que puede haber delito de opinión, pero negar que esa gente es la base del terrorismo es como imaginarse una liga de fútbol sin aficionados).

Tomar conciencia de eso es ir entendiendo que las palabras y las ideas son lo letal y no son gratuitas: lo que sostiene el negocio terrorista es la ideología omnipresente del totalitarismo tropical, el "protochavismo" que era la ideología que subyacía al burdo, chabacano, sectario, grosero y mezquino "humor" del finadito. No es nada raro que para esas personas las decenas de miles de víctimas ocasionadas por las bandas con las que Jaime Garzón colaboraba sean como mucho "argumentos" para exigir prebendas y favores para ellas gracias al poder alcanzado por los asesinos.


De tal modo, es apremiante que se entienda que las FARC son sólo la fuerza de choque de la "izquierda", es decir, de la universidad y de los funcionarios públicos, es decir, del clero republicano que forma la mayoría del primer decil de ingreso en Colombia, sobre todo en Bogotá. Es decir, del público de Jaime Garzón. No son "bandidos" y ni siquiera las siglas FARC representan otra cosa que una organización dependiente de un poder superior, 

Bueno, uno de los "personajes" del humorista era el malvado Godofredo Cínico Caspa, personaje que decía lo que le escribía el guionista, Antonio Morales Rivera, uno de los más cínicos promotores del terrorismo. Tan cínico que cuando la gente se impacientaba con el Caguán escribió en El Espectador que las negociaciones no podrían ser rápidas porque ¿para qué habrían servido tantos años de lucha?

Este prócer sobrevivió a su joven intérprete y sigue escribiendo textos del malvado de su invención que publica en Kien&Ke. Voy a comentar el último porque el ascenso de los comunistas, es decir de la universidad colombiana, al poder es no sólo un crimen monstruoso, cientos de miles de asesinatos para llegar a este punto y cientos de miles o aun millones para someter del todo a la sociedad, sino además un crimen estético, el ascenso de la peor literatura, de la que este genio es un exponente característico, aun más que el cursi William Ospina o el sinuoso Abad Faciolince.

Hay que dar de baja al diálogo: “¡Bala, señores!”
Quiero poner en perspectiva de futuro histórico lo que se está jugando en estos aciagos días en los cuales llueve sobre nuestras ya albas cabezas, la ceniza, la pestilencia y la escoria del volcán luciferino de los diálogos de paz. 
La estrategia de la traición a largo plaza pensada por esa masa de sesos retorcidos que tiene el Judas Santos en la moima, para mí resulta tan clara como oscuras son las pretensiones de entregarle el país al comunismo bolivariano, en un largo juego de filigrana de ajedrez en el que nos están quitando los alfiles sagrados de la Seguridad Democrática, los caballos del Ubérrimo, las torres del puro centro y hasta la peonada ignara, todo con el fin de acabar con nuestro glorioso juego eterno, nuestro reinado de 212 años de generosa hegemonía de la raza blanca y de la gente de bien.
El tono altisonante parece corresponder más a las diatribas de William Ospina o del mismo Timochenko que a la visión de un enemigo del terrorismo, como Luis Carlos Restrepo, por poner un ejemplo. Pero queda claro qué es lo que Morales Rivera aplaude en el diálogo: la vieja convicción de que la revolución va a quitarle el poder a unos oligarcas que detentan el poder desde hace 212 años. ¿Tiene eso algún sentido? ¿Habrá alguien que recuerde que el antiuribismo es la pasión más típica de los colombianos de clases altas y de raza blanca, sobre todo en Bogotá? Es una mentira típica, los patrocinadores de la guerrilla son los oligarcas que ahora intentan premiarse negociando con representantes de la tropa a la que protegen. ¿O es que son los pobres oprimidos de las regiones los que leen Semana? Sencillamente, los propios patrocinadores del terrorismo se creen los oprimidos mientras ganan sueldos y pensiones propios de Dinamarca y tienen montones de criadas. Me gustaría saber cuántas tiene este desvergonzado redentor.

Bueno, todo lleva en medio de su tosquedad el halago y la complicidad con el lector, ese ingenio maravilloso de llamar "moima" a la cabeza y en que a la persona joven y empobrecida intelectualmente por Fecode le resultan despreciable las personas viejas que conocen y usan palabras como "filigrana". Verdaderamente es genial. 
Miremos cuidadosamente el infundio. La seguidilla de atrocidades contra la dignidad de los dueños de esta nación es evidente y de largo plazo. Han comenzado ya los enemigos de la tradición, la familia y la propiedad, con astucia y mala sangre, el proceso que nos conducirá al abismo. Desde hace dos años, a espaldas de nosotros y en aleve acto de manguala con los bandidos, iniciaron acercamientos con la FAR y desde hace seis meses venían concertando y negociando este satánico pre acuerdo para ponerse a conversar con los mefistos camuflados. No contentos con ello, finalmente lograron dizque convencer a los terroristas de entrar en un diálogo para acabar con el divino conflicto armado, que tan pingües beneficios nos ha dado. Y ahora ¡descarados! entran en la fase dos de la traición, o sea hablar de frente guerrillero con esos bastardos en Oslo y luego en La Habana, la Sodoma del Caribe, gobernada por los visires Castro, bajo la tutela de Hugo Rafael Chimpancé.
A uno de los dueños de esta nación lo quemaron vivo por negarse a llevar un burro bomba en Toribío. Los enemigos de la tradición la familia y la propiedad (mito ridículo de un rechazo al terrorismo por camanduleros retrógrados, con lo que quemar gente viva es un acto de progresismo indiscutible, sobre lo que no falta hablar). El lector se muere de la risa ante el anciano que ve conjuras satánicas donde sólo se ve el anhelo de dar ministerios y embajadas a quienes encargan esas bellezas. Y de nuevo la mentira: ¿a quiénes ha beneficiado el conflicto armado? La clase de mentiras de ese tipo y la gente que las cree muestran cómo opera la mente criminal. ¿De qué modo quien quiere que las FARC no extorsionen ni secuestren se lucra del conflicto armado? Es verdad que eso lo dicen también uribistas ilustres, como Rafael Nieto Loaiza, pero es una mentira monstruosa. ¿Habrá alguna vez algún sabio que explique cómo ocurre eso?

Lo que va ahí como sobreentendido es que someterse a las FARC es lo propio de personas juiciosas, positivas, jóvenes y justas, toda vez que los secuestros, masacres y los demás infinitos crímenes de las bandas comunistas son culpa de los que no se someten. ¿Cómo hay que decir que el que llora a Jaime Garzón es sencillamente un asesino? La tosquedad de la manipulación de Morales Rivera es tal que la condena de "la Sodoma del Caribe" lleva por complicidad al lector a ser partidario de la infame satrapía cubana. 


Observen lo que se nos viene encima y tengan esto como una fatídica premonición más del godofredismo, que tantas veces ha acertado. Si por un entuerto fatal del destino a Santos y sus cómplices de la FAR les suena la flauta de la paz (no lo quiera Píndaro) y antes que termine el mandato que le robó al Supremo Uribe logren estos descastados firmar la vaina, o cuando menos un cese al fuego, es casi seguro que la gleba voluble y maleable en medio de su ignorancia (que ha sido nuestra delicia) reelija al rampante usurpador. Y que este en una especie de ilegal segundo tiempo de la tal “paz”, se dedique a hacer las peligrosísimas reformas sociales para quitarnos lo que ha sido y es nuestro: es decir, el derecho a tener todo y con todo, incluida nuestra exquisita y “mágica” combinación de formas de lucha, en la cual hemos mezclado sabiamente el Congreso y la auto defensa.
Otra vez ese recurso burdo de la alegoría y el sobreentendido. Los malos que conocen a Píndaro, que dicen fatídico y premonición, obviamente temen a las reformas sociales que vendrían de las FARC, y el lector, esa clase de subhombre que produce Fecode por miles, resulta identificado, en medio de sus sonrisitas satisfechas, con los terroristas y aplaudiendo el que se los premie. ¿Cuántas veces hay que explicar que las guerrillas sólo han multiplicado la desigualdad al aumentar los sueldos y pensiones de los funcionarios públicos y el parasitismo de las universidades, a tal punto que todos los magistrados que cobran la pensión de decenas de personas cuando se jubilan se dedican a apoyar al Partido Comunista o sus organizaciones de fachada?
Una vez reelegido Santos en el 2014 y adelantadas sus subversivas y sediciosas reformas liberaloides, lópez-pumaréjicas por decir lo menos, el camino estará abierto para que en el 2018 se nos instale un gobierno terrorista (que aunque sea elegido popularmente, no dejará de ser una asonada y un manotazo) un gobierno ese si ya definitiva y trágicamente de izquierda, que acabe de una vez con esta católica república de bananos y palma africana.
Otra vez la gracia genial de sobreentender que el proyecto de los dinosaurios farianos y universitarios es lo moderno y que se le resisten quién sabe qué retrógados bananeros, una historia tan falsa y absurda que hace falta una ignorancia tan espantosa como la del colombiano medio para tolerar tanta idiotez. Claro que todo el que ame la democracia y la decencia teme que los terroristas se hagan con el poder en 2014 porque sólo traen opresión, como se ha visto con sus infinitos crímenes, como se ve en Venezuela y los demás países de la región. Como de hecho se puede comprobar en la historia reciente de Colombia, en la que las bandas de asesinos asociados al clan López-Santos-Samper han accedido en gran medida al poder.

Para el 2018 –si no logramos parar como sea este “proceso” de paz– estos salvajes liberalo-socialistas, se dedicarán a llevar a cabo sus cancerígenas reformas en todos los terrenos. Veremos la propiedad de los históricos detentadores del campo, transmutada en reservas campesinas, mingas, programas agrarios marquetalianos, en las cuales no solo la FAR (así ya no tengan armas) sino en general el campesinado insurrecto y sus liberales envalentonados, van a cambiar la economía tradicional y a desarrollar la negativísima justicia social, la equidad y la repartición de la riqueza, todas cabezas del mismo monstruo de las inconvenientes revoluciones sin tiros.
Insisto, hay que ser idiota o torcido para negar que todo este párrafo es burda propaganda fariana. ¡Ahora la banda terrorista trae la equidad, a la que el malo de la película llama por ese nombre! Cuando uno dice que Colombia es un muladar alude sobre todo al nivel de esa literatura. Bueno de ese humor, pues esto era lo mismo que decía Jaime Garzón.

A mí sí me han gustado las revoluciones a bala, porque esas nunca llegarán al poder. En cambio esta vaina que se está planeando conlleva el riesgo de que a la indiada le dé por mandar y decidir sobre su propio destino, lo cual es ni más ni menos que un delito de lesa patria.
¿Se entiende? La negociación con las FARC ¡no es a bala! Las decenas de personas asesinadas en la última semana no existen. Al lado del deudo de Jaime Garzón, cualquier otra clase de criminal de los muchos que hay en Colombia es una persona recta.

Si la paz le resulta a la FAR y al truhán del póker, corremos el tremendo riesgo de no poder volver al poder. Porque el pueblo se va a acostumbrar a la paz misma, al bienestar que ella implica, a las reformas sociales, al crecimiento y la tolerancia, que son enemigas todas de la extrema derecha cuyas enhiestas banderas nosotros portamos, cual estandarte de nuestra coreografía.
Ahora la extrema derecha se llama a sí misma extrema derecha, las FARC representan al pueblo y los dos tercios de los votantes que habrían reelegido a Uribe cuantas veces se presentara son oligarcas ridículos, por no hablar de que la paz es aquello que buscan las FARC. Hay un nivel de la vida colombiana, el de la universidad, la prensa, etc., que no es propiamente humano, que aúna a tal punto la idiotez y la perversidad que realmente hace de los asesinos de las FARC personas decentes y cultas.

Siguen otros muchos párrafos de lo mismo, realmente no voy a aburrir al lector. Que con razón ya estará aburrido. No es raro que los sicarios de las redes sociales digan que a Jaime Garzón lo mataron por chistoso: hay algo de la sordidez de Colombia que hace que la persona se sienta orgullosa de mentir. Las idioteces y mentiras de este canalla son un modelo de algo general y típico: aquello que hace que Colombia sea un país miserable y primitivo. Pero realmente, por eso mismo, encuentran público que las reproduce.



Publicamos en Twitter: (@Ruiz_senior)




El salario del sicario



Cuando algún historiador esforzado se meta a hurgar en los archivos de la Komintern en Moscú se sabrá de qué modo se planeó y organizó el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y también quiénes fueron los autores, cosa que debería ser obvia para cualquier mente deductiva: ¿a quién le convenía? A los soviéticos, urgidos de sabotear la Conferencia Panamericana con la que Estados Unidos alineaba a su patio trasero (1948 fue el peor año de la Guerra Fría), a los comunistas, que necesitaban quitar de en medio al líder hostil que les ganaba en demagogia eficaz, y a los herederos de la República Liberal, a los que Gaitán les había robado el favor del pueblo liberal. 

La relación entre esos clanes asociados (López-Santos-Samper) y los comunistas marca la historia posterior de Colombia, sobre todo en lo concerniente a magnicidios. El MRL seguramente tuvo incentivos soviéticos para promover a los comunistas y el suplente de López Michelsen en 1960 era el precursor de Tirofijo, Juan de la Cruz Varela. Las FARC nacieron incentivadas por el MRL, el ELN surgió de un grupo de las juventudes del MRL enviado a Cuba. López estableció relaciones con Cuba en cuanto se posesionó en 1974 e impidió la derrota del ELN. Por otra parte, para frenar a la Anapo lanzaron el M-19, controlado por García Márquez y Enrique Santos Calderón... 

En materia de magnicidios la relación también es evidente. Galán fue el disidente que impidió la reelección de López en 1982 y Santofimio era el principal protegido de ese patriarca, mientras que sus cuasiparientes Samper gobernaban cuando cayó Álvaro Gómez. 

Por medio de ese juego se mantienen en el poder, y no es tan raro que una vez alcanzada la presidencia Santos intente resucitar a las FARC. Son la creación de su grupo y cumplen las funciones de un sicario al que hubieran contratado: tienen que pagarle y complacerlo, a la vez que lo utilizan. Ahora ofrecen el show de las negociaciones para agrupar a sus partidarios, tanto los sicarios místicos que adoctrina Fecode como los desaprensivos lagartos de la vasta clientela parásita. ¿Cuándo hablarán las víctimas perpetuas?

(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de septiembre de 2012.)

sábado, diciembre 08, 2012

El triunfo de Santos

La última encuesta publicada sobre aceptación del gobierno y sus políticas muestra una notoria recuperación de la imagen del presidente Santos gracias a la promesa de la "paz". En esa percepción coinciden casi todos los comentaristas serios, en que a la gente la consiguieron ilusionar con el fin de la violencia. Y lo que ocurrió fue que se volvieron entusiastas del premio del crimen.

Si la política no tuviera las implicaciones morales que tiene, si fuera un puro juego de habilidad, habría que reconocerle grandes méritos al señor Santos. Acertó plenamente al apostar por una claudicación de los colombianos, lo que le permitió gobernar para los terroristas, poniendo así de su parte a los grandes poderes de la prensa, los sindicatos, las universidades, el progresismo internacional, incluido el gobierno estadounidense, los gobiernos de la región, etc. Y eso sin echarse en contra a la mayoría, que fácilmente terminó embaucada por otra ilusión de reposo al precio de someterse a quienes la secuestran y masacran.

Todavía hay gente que duda de que Colombia es otro régimen bolivariano, con una retórica más sinuosa y taimada, pero con absoluta obediencia a los estrategos cubanos. Pronto se desengañarán, también en las urnas en 2014, cuando los colombianos que prefieren el premio del crimen a la aplicación de las leyes serán mayoría.

Esa disposición de los colombianos es una de las cosas más misteriosas que puede haber para una persona que vive fuera, y bastaría para explicar el atraso, la miseria y la violencia. Es decir, para explicar la esencia de la cultura local. Parece que la Inquisición de la época colonial acostumbró a la gente a confundir la noción de culpa con la de castigo, de modo que si alguien es perseguido resulta culpable, como ocurrió con Andrés Felipe Arias, mientras que si alguien consigue librarse del castigo, por abrumadoras que sean las pruebas, resulta inocente, como el asesino múltiple Sigifredo López.

La desmoralización y ruina que vienen, similares a las de los demás países andinos, son la obra de esa mayoría, a la que Santos ha sabido complacer. Y es comprensible que la emigración sea muy dura para los descontentos, pero dentro de Colombia sólo habrá una opresión creciente y una orgía de sangre parecida a la que tendrá Venezuela cuando intente librarse del chavismo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 9 de septiembre de 2012.)

lunes, diciembre 03, 2012

La hegemonía terrorista

Las FARC, que son a la llamada izquierda, o sea, a los comunistas, o sea, a los que usufructúan al Estado (políticos, periodistas, funcionarios de todo tipo, maestros, estudiantes universitarios y demás gente improductiva), lo que el cuchillo al atracador, empezaron a resurgir desde el momento en que Santos anunció que las premiaría, el mismo día de su posesión. Es un proceso natural, como quien contrata a alguien para que haga algo a cambio de un salario. El cambio de rumbo de Santos fue aplaudido por los columnistas y por sus lectores, el mismo grupo social que domina el país desde siempre.

Ese mismo tipo de personas es hegemónico en las redes sociales, en parte porque representan a la vieja casta de explotadores, en parte porque el ascenso de la banda de asesinos anima a sus partidarios a acompañar moralmente las masacres calculando ascensos y subvenciones para la cultura cuando la revolución se consume gracias a los anhelos de Santos de ser reelegido y complacer a los viejos socios de su hermano mayor, los Castro, en parte porque la extorsión deja mucha plata y así hay con qué pagar a revolucionarios profesionales para que hagan tareas de Agitprop en Facebook y Twitter.

Pero además esos criminales cómodos dominan las redes sociales por la indolencia de los colombianos, que no tienen ni idea de lo que les espera por permitir a Santos premiar el crimen de forma tan descarada. El caso es que hoy era la gran noticia que al cómplice de los secuestros Hollman Morris lo investigaba el DAS durante la presidencia de Uribe, y no que él hiciera entrevistas a los secuestrados a los que iban a soltar en las que se los chantajeaba para que contestaran lo que convenía a los terroristas. ¡Ahora el crimen es vigilar a un personaje así y no lo que hacía él y sus socios!

A eso se ha llegado, a que el crimen sea tratar de impedir los secuestros y masacres y vigilar a quienes los cometen. Los terroristas de las redes sociales no vacilan en presentar todo eso como lo justo, y el populacho no tiene decisión ni para hacer un clic. La tiranía será en Colombia mucho peor que en Venezuela en apenas dos años, y nadie puede compadecerse de gente tan despreciable.

(Publicado en el blog País Bizarro el 8 de septiembre de 2012.)