domingo, abril 29, 2012

Déficit de civismo


Continuando con la serie de artículos con que pretendo describir el ciclo histórico largo que atraviesa la sociedad colombiana (1, 2, 3), dedico esta cuarta entrada al gran ausente: la ciudadanía.

Una persona extranjera que se tomara el trabajo de tratar de entender a los colombianos descubriría con pasmo increíble que prácticamente todos consideran a las organizaciones terroristas algo ajeno a su sociedad, urgida eso sí de cambios que prácticamente todos consideran obvios y que de pura casualidad coinciden con las propuestas de dichas organizaciones. Muy curioso, como que cada ciudadano se sienta particularmente agraviado por la sociedad tal como es y con todo el derecho del mundo a exigir perfecciones que considera más o menos naturales y respecto de las cuales nunca considera que le haga falta hacer nada, aparte de indignarse y protestar, en el mejor de los casos.

Es una constante: las posibilidades de que algo despertara una movilización cívica masiva son prácticamente nulas. Claro que no faltará el que encuentre excesivo esto. ¿Cómo que no hay movilización cívica? ¿Qué es "cívico"? Es muy complicado decir cosas así: si el apellido "democrático" es el que tiene el "polo" que propone convertir en ministros a los asesinos sin siquiera el simulacro de las urnas (ahora ya lo son, como el vicepresidente, como el alcalde de Bogotá, elegido por una minoría gracias a las maquinaciones de Santos y al silencio de quienes supuestamente promovían otra candidatura), ¿qué significará "cívico"? ¡Claro!, un paro cívico, cuando sale la chusma a cortar las carreteras y si puede a saquear los comercios. El civismo en Colombia tiene un sentido particular, tal como la educación, la democracia, la defensa de los derechos humanos... Colombia es una realidad que envilece cada palabra que usa.

Y el problema es que no se puede concebir una sociedad civilizada si no hay ciudadanos, pero de nuevo uno se encuentra con las jodidas palabras. ¿Qué es "ciudadano"? Todo el mundo es ciudadano, como mucho dirán que es el de la ciudad. Y es porque la "ciudadanía" es el "conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación". Por eso conviene un repaso al diccionario para no seguir usando palabras de sentido tan vago que al final resultan vacías.
3. Habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país.
Eso es lo que no hay en Colombia, personas que intervengan ejercitando sus derechos en el gobierno del país. Por eso existe un endemismo tan increíble como el "voto de opinión", correspondiente a la noción de que la mayoría de los votos son "votos de maquinaria", es decir, comprados, aunque no siempre fuera una transacción directa.

Pues ese déficit es el elemento central de la realidad colombiana, tal como la ausencia de servicios médicos es el elemento central de las epidemias que asuelan a África. La fascinante transformación del gobierno elegido por la gente que veía avanzando el país con Uribe en uno cada vez más afín al castrismo (al punto de que oficialmente Colombia pide el fin del embargo estadounidense a Cuba y no la celebración de elecciones libres) es prueba de dicho proceso. ¿Dónde ha habido alguien que protestara? ¿Cómo es que la imagen del presidente se mantiene en tan alto nivel? ¿Cómo es que todo el legislativo se dedica a perseguir al anterior gobierno pese a que la inmensa mayoría de los representantes fueron elegidos como "uribistas"?

Es muy importante volver al diccionario, a la definición del "ciudadano" porque esos "derechos" que tiene el ciudadano van acompañados de deberes que en muchos casos son severas cargas. El colombiano se las arregla para librarse de ellas y sacar provecho de la situación sin tomarse en serio esa condición más bien supuesta de "ciudadano".

Y de nuevo se encuentra uno con la historia: los "derechos" y la condición de "ciudadano" son pura retórica porque antes de considerar esa categoría el colombiano está pendiente del rango, del "estrato", por lo que no es ciudadano igual que otros. De ahí que intervenir en el gobierno del país no sea una forma de ejercer el civismo, sino de enriquecerse o al menos de obtener algún bien o favor: el Estado era una empresa de saqueo y los saqueadores miraban a sus víctimas aborígenes con desprecio infinito. Siglos después, los saqueadores son los arquetípicos lagartos o lambones y los saqueados ya están mezclados de todos los tipos étnicos y sólo aspiran a formar parte del pueblo elegido de los que disfrutan de su nombramiento en alguna entidad estatal.
Es decir, ningún esfuerzo que no represente una ventaja inmediata y mesurable va a encontrar colombianos dispuestos a hacerlo. Por cada persona capaz de tomar parte en alguna iniciativa relacionada con los intereses generales hay cientos de lambones, cuya actitud es exactamente lo contrario del civismo:
1. m. Celo por las instituciones e intereses de la patria.
2. m. Comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública.
El lagarto no tiene el menor interés por la patria, como mucho por la selección de fútbol, y su comportamiento respecto de las normas de convivencia pública se acaba en la ostentación de lo que determina su nivel de consumo, a veces también su rango. El lagarto ayuda a robar a los demás ciudadanos y a corromper las instituciones, por eso tanta gente con puesto estatal festeja infamias como el encarcelamiento del anterior ministro de Agricultura o el espeluznante prontuario de la fiscal (estar en la cárcel en Colombia es para un político o un militar una prueba de su rectitud: quienes deberían estar presos, como Alfonso Gómez Méndez o la ramera que hace de fiscal actualmente, son la autoridad judicial).

Un aspecto casi cómico de esa ausencia de civismo, de esa disposición del lagarto, es el "criticismo": prácticamente todos los "científicos sociales" o incluso los titulados en otras carreras encuentran un gran honor en señalar los problemas del país, ocasión con la que descalifican a todos los políticos, como insinuando que la única solución es que gobiernen ellos. Eso sí, la información que manejan sobre la realidad del país es prácticamente nula: no les hace falta, ya mostraron sus buenas intenciones y la calidad de su estrato, manifiesto en el descontento con el mundo que se encontraron.

En ese nivel de patio de prisión se ejerce otra clase de "civismo", tan antitético con la definición del diccionario como todas las genuflexiones y puñaladas de los lambones rutinarios: la protesta. Casi siempre para acallar a alguien, como cuando algún político honrado va a una universidad, pero también para impedir cualquier progreso, como ocurrió recientemente con el hotel que se pensaba construir en el Tayrona: la chusma vocifera, también en las redes sociales, convencida de que lo que daña el medio ambiente no es su indolencia sino aquellos placeres que no puede pagar. Al colombiano, al candidato a lambón, le parece que algo se salvó de una posesión que descubrió el día anterior gracias a que se perdió la ocasión de crear puestos de trabajo y aumentar los ingresos de la región.

Un mínimo de preocupación por el medio ambiente llevaría a los colombianos a reciclar la basura, por ejemplo. En España, y sólo de la basura no específica, hay seis bolsas distintas (sin contar las pilas, el aceite, los materiales eléctricos, los bombillos y otros desechos específicos). En Suiza sólo para el vidrio hay varias bolsas distintas. Suponer que un mamerto (que es el verdadero nombre del lagarto y que es totalitario en la medida en que aspira a disponer de todo lo ajeno gracias a que obedece al correspondiente administrador de violencia) va a ser capaz de "rebajarse" a clasificar la basura es inconcebible.

Sin ciudadanía ("comportamiento propio de un buen ciudadano") no hay país viable tal como sin lectores no hay literatura. Al no haber ciudadanía los jueces se sienten autorizados a disponer de los recursos comunes para favorecer a sus clientes y los periódicos a mentir y confundir la información con la opinión, a hacer pura propaganda, porque al otro lado no hay nadie a quien interese la verdad ni el porvenir de la comunidad más allá de la lamentable y despreciable borrachera de orgullo que le da algún triunfo futbolístico.

También la política termina siendo lo bárbara que es por ese mismo déficit: al actual presidente sólo le interesa obtener aprobación inmediata con cualquier gesto, incluido algo como decir que un crimen contra un pueblo le da buena suerte a la selección de fútbol, porque a los pobladores del país sólo les interesa el beneficio inmediato que pueden obtener, aunque sea en términos de halago o de posible ostentación (tal como explotó la chusma convertida en dechado de perfecciones, obviamente anticapitalistas, con ocasión del hotel del Tayrona).

La inexistencia de ciudadanía es en definitiva puro primitivismo: el actual presidente trata a los ciudadanos como a ganado, al que un vaquero hábil de todos modos complace. Esa actitud de dueño de la finca es prácticamente obvia cuando lidia con personas sin dignidad, pues a fin de cuentas no se trata con respeto a quien no lo tiene por sí mismo. Y ahí se demuestra de nuevo lo que propuse antes: el déficit de civismo es el aspecto principal de la realidad colombiana, porque todo lo que se quiera construir presupone que existen personas con esa disposición. No los rutinarios y penosos indignados que prejuzgan que todo administrador público es ladrón y siempre terminarían robando si tuvieran puesto. Bueno, éstos son al fin sólo otra clase de lagartos-mamertos: los potenciales.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 29 de noviembre de 2011.)

martes, abril 24, 2012

Retrato de un muladar

Aunque no se crea, todo el mundo tiene su corazoncito y a su manera es patriota, hasta yo. Otra cosa es la disposición a creer mentiras halagadoras, cosa tras la que casi siempre he detectado un lamentable complejo de inferioridad. Es por amor propio y a la comunidad a la que se pertenece por lo que uno aspira a llamar a las cosas por su nombre: si uno quiere que los suyos vivan bien y en un país amable, nada mejor que hacer frente a lo que hay, no aferrarse con sentimentalismo a la ilusión de que escondiendo la cabeza se resuelven los problemas.

En el terreno de la discusión pública, de los argumentos de los intelectuales, la desventaja de Colombia respecto a los países avanzados es particularmente notable, tal vez más que en ningún otro. Que eso determine a largo plazo otras características del país es un poco más difícil de explicar, pero ciertamente las falacias y manipulaciones retóricas no son gratuitas, sino puros pretextos de una dominación atávica, de la persistencia de formas de vida previas a la modernidad que aseguran los privilegios de minorías improductivas.

Un buen ejemplo de la retórica falaz que predomina en la prensa y en el mundo académico en Colombia es una columna reciente del rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, José Fernando Isaza, que me propongo comentar.

Dados cargados
Una condición para que un Estado se llame democrático es la igualdad de oportunidades que se dé a los ciudadanos.
Uno puede empezar por releer la frase de la entradilla. Es completamente típico: el dictamen apodíctico no puede encontrar resistencia so pena de quedar uno como un falso demócrata. Yo invito al lector a buscar las definiciones de "democracia" a ver dónde se define dicho sistema de gobierno como necesariamente provisto de igualdad de oportunidades. Es una mentira con la que se chantajea a cualquier contradictor o a cualquiera que dude. También se podría decir "Para que una sociedad se considere democrática ninguna mujer puede ser mirada sin respeto por un hombre", y el que dude de esos rasgos de la democracia queda ya como un ofensor machista. ¿Y la provisión de papel higiénico? Para que una sociedad se pueda considerar democrática todo el mundo debe tener suficiente papel higiénico para sus necesidades, y saberlo usar.

Se trata, y perdón por detenerme en eso, de la misma barbarie. Los sentidos de las palabras se estiran hasta donde convenga a quien los usa, sobre todo de las palabras que pueden resultar gratas al lector gracias a la previa manipulación en la escuela. ¿Qué es "democrático"? En Colombia el partido que aconseja prescindir de lo que la gente escoge en las urnas y dar cargos de poder a quienes secuestran y asesinan ciudadanos se llama tranquilamente "Polo Democrático". En el sentido del diccionario, la democracia es "el predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado".

Pero ¿qué es "igualdad de oportunidades"? En la gente envidiosa siempre hay un rencor agudo respecto a las aptitudes ajenas (que se manifiesta en la aversión a la ópera, por ejemplo, o a la pintura abstracta o a la poesía), a los placeres (de donde la rabia contra los homosexuales o los consumidores de drogas) o a las posesiones (pasión que determina el antisemitismo, que es el anticapitalismo sin disfraz buenista). Luego, la "igualdad" siempre le parece la reparación de un agravio, reparación que si se deja llevar a cabo termina en la destrucción de lo humano (que es respecto del mamífero de origen siempre una excepcionalidad y que se construye a partir de injusticias como que mi oído no sea igual al de Johann Sebastian Bach). ¿Qué es "igualdad de oportunidades"? Si el lector está obsesionado con la educación de sus hijos y se gana el baloto, ¿debería prescindir de llevarlos a colegios exclusivos o contratar profesores particulares? El Estado debería prohibírselo, y a la larga debería matar a todos los que tengan buen oído para que seamos iguales.

Se trata de una expresión falaz, típica del mundo de la política que según la Wikipedia forma parte del acervo ideológico de la derecha (en oposición a la "igualdad de resultados", es decir, que todos tengamos oportunidad de aprender un oficio gracias al cual obtener cierto ingreso, no que lo obtengamos de todos modos). En el contexto de la cháchara del rector ayuda a perfilar su noción absurda de "democracia" para seguir con su cínica demagogia.
La educación es uno de los medios para buscar la equidad social y permitir que la clase dirigente o las élites se renueven permitiendo que a los altos cargos del Gobierno y del sector privado se llegue por calidades éticas y académicas y no sólo por herencia.
Mucha gente se escandaliza porque yo digo que en esencia lo que en Colombia llaman "educación" es puro adoctrinamiento de asesinos. El objetivo que le atribuye Isaza a la educación en su primer párrafo lo demuestra: ¿qué colombianos han pasado de los niveles bajos de la escala social a los más altos? Los asesinos. Ahí tienen al vicepresidente, cuya carrera como vicepresidente de la Unión Patriótica y dirigente sindical se basó en el poder que a punta de secuestros y asesinatos habían conseguido las FARC, el brazo armado del Partido Comunista a cuyo Comité Central pertenecía. El papel de las FARC y el ELN como elementos decisivos en el control sindical es obvio si se tiene en cuenta que el frente sindical más combativo era la USO, dominada por esas bandas. Ahí colaboraba otro prócer, Luis Eduardo Garzón, del mismo Comité Central. Bueno, y el alcalde de Bogotá, otro asesino de los que encargaron la ejecución de los magistrados que habrían impedido el golpe de Estado que llevaría a la Constituyente de 1991, y muchísimos otros crímenes. O el politólogo León Valencia, favorecido por la familia presidencial y recientemente veedor de la democracia. La forma correcta de acceder al ascenso social es el asesinato. Si dicho ascenso es el objetivo de la educación, ya se puede ver en qué consiste ésta. No es raro que el joven que planeaba matar a un hijo de Álvaro Uribe Vélez se "formara" en la universidad del señor Isaza.

Claro que el lector no dejará de encontrar traído de los cabellos todo el párrafo anterior. Por eso lo más probable es que me mostrará una elite social y política renovada gracias a la educación: cientos de abogados, ingenieros, médicos, etc. de origen humilde (es decir, ya se verá después, de estratos 1, 2 y 3, que forman más del 90 % de la población) que ocupan los primeros cargos del gobierno por delante de los delfines y herederos de fortuna y poder. ¡Claro que el señor Isaza no habla de otra cosa que de calidades éticas o académicas!, y visto lo que es la política en Colombia, ¿cómo esperar otra cosa que el poder de los asesinos?

No hay ningún problema, ningún problema: ¡si el lector detecta que tal renovación no se da es porque no hay suficiente gasto en educación! Esta gente siempre tendrá el recurso de ese tipo. Por ejemplo en Cuba, país apenas diferente de Colombia en ser mucho más rico en 1958 y en mayores restricciones a la iniciativa empresarial y a la opinión libre, es increíble el acceso a los cargos de poder que se tienen por calidades éticas o académicas, habida cuenta del formidable gasto en educación (que determinó en gran medida el estancamiento del país).
En Colombia estamos lejos de tener un sistema educativo que no discrimine en contra de los más necesitados. Se juega con dados cargados en favor de consolidar privilegios. La calidad de la educación básica y media ofrecida en los colegios oficiales es bien inferior a la media de los colegios privados. Algunos tienen precios de matrícula que sólo pueden sufragar las clases económicas altas. Los valores superan el millón mensual, a lo cual hay que adicionar los bonos y donaciones. Por su parte, el Gobierno destina por año, y por estudiante, menos de lo que los colegios privados de alta calidad cobran en un mes.
La primera frase de este párrafo es exacta, pero el contexto del discurso de Isaza es verdaderamente atroz, y el problema es que la gente no se escandaliza. Colombia es como un lugar en el que se sienta uno delante de alguien que está sorbiendo sesos humanos de su caja natural y no se incomoda.

De modo que los colegios a los que acude todo el mundo ofrecen una calidad inferior a aquellos en los que atienden a los hijos de la gente acomodada. Yo invito al lector a comparar la renta colombiana, la productividad de su industria, la evaluación del conjunto de sus centros de enseñanza y sobre todo el índice Gini que mide la desigualdad del ingreso con los de algún país de Europa occidental o de Norteamérica. ¡Dios Mío, es que en esos países los colegios de los pobres tienen igual calidad que los de los ricos! ¿Qué va a importar que comparados los conocimientos de los estudiantes del mejor colegio colombiano sean muy inferiores a los del promedio de un colegio surcoreano? ¿Alguien se imagina algún país en el que un colegio privado cobre menos de lo que gasta el Estado en atender a cada estudiante al que le ofrece enseñanza gratuita?

Yo invito al lector a prestar atención a todo eso no porque me guste ninguna desventaja en el resultado ni en el ingreso, sino porque la demagogia que siempre tiene más gasto que reclamar para producir más igualdad es la primera causa de la desigualdad, y sobre todo de algo más grave que la desigualdad, que es la pobreza generalizada. La mayoría de los colombianos son miserables por la exacción que lleva a cabo el Estado para pagar a personas como este señor por sus lamentos y exigencias, tan falaces que resultan de una inmoralidad escandalosa (las universidades privadas son canonjías para clientelas decisivas en política, y el ingreso de sus dueños está protegido por el Estado).
De acuerdo a la revista Dinero, de las 12.273 instituciones evaluadas por el Icfes en el 2011, el 64% son oficiales, el 36% privadas. Cuando se analizan los 800 con mejores resultados, sólo hay 56 públicas, el 7%; más preocupante aún, entre los 200 primeros colegios sólo hay dos establecimientos oficiales, de éstos el mejor clasificado ocupa el puesto 67 y el otro el 147.
¿Es importante esto en el conjunto de la educación de un país? Los argumentos igualitaristas siempre parten de un desinterés por el sentido de las cosas que resulta muy eficaz a la hora de proteger rentas privilegiadas alentando lo peor de la gente. Si por ejemplo en algún país hubiera igualdad entre los colegios que pueden pagar los ricos y los demás (cosa absurda porque lo normal es que la gente sea más rica por ser más avisada, no por ser tan estúpida como para pagar por lo que puede obtener gratis) ocurriera que un profesor genial (que increíblemente ganaría más dinero gracias a que trabajaría en un colegio donde los alumnos son hijos de familias ricas que pagan por eso) consiguiera grandes logros de sus alumnos, ¡estaría perjudicando a los demás! ¿Qué significa la educación, aprender, saber si no va a distinguirse de lo que tienen los demás? Todo eso es obsceno.

De modo que el problema de la calidad de la enseñanza pública no se debería medir por la comparación con la privada, donde sin duda van los hijos de Isaza, sino con el conjunto de la enseñanza en otros países. Si los ricos le ahorran al Estado el gasto en educación y además obtienen resultados excelentes, mejor que mejor. Lo que define el privilegio en Colombia no es la superior calidad de la educación privada sino la pésima calidad de toda la educación, y de ahí de toda la producción industrial y de los servicios que se prestan en el país. Si los colegios privados formaran ganadores del Premio Nobel en alguna ciencia su ventaja respecto a los públicos podría aumentar. Pero el país no produce nada de calidad y ahí el único mérito que tiene ocasión de afirmarse es la determinación de emigrar.

Hace unos años le escuché a Bernardo Toro la siguiente reflexión, que bien puede llamarse la “parábola del agua”. En una ciudad, ante la tradicional insuficiencia de recursos, se requiere hacer un acueducto. El Gobierno propone, para reducir costos, que a los barrios ricos se les suministre agua tratada de óptima calidad, pero los sectores populares sólo obtienen un servicio no continuo y de agua no potable. Es claro, la sociedad rechazaría indignada la propuesta. Sin embargo, esa es la política que se sigue en la educación. Ante la limitación de cupos en las universidades públicas, sólo pueden acceder los que tengan los mejores resultados en las pruebas del Icfes que no corresponden a los colegios oficiales. El crédito de Icetex permite que en la educación terciaria privada la matrícula de los estudiantes de estratos 1 y 2 sea el 22% del total. En el 2009, la cobertura en educación superior, incluyendo Sena, técnicos, tecnológicos, etcétera, o mejor educación postsecundaria, alcanzaba el 22% en los estratos 1 y 2 y 79% en los estratos 5 y 6. Es decir que los sectores socioeconómicos que más requieren de la educación superior, una forma de movilidad social, tienen 3,6 veces menos probabilidad de acceder a ella que los sectores de mayores ingresos.
La parábola del agua bien sirve para explicar esos endemismos colombianos. En Europa occidental la electricidad que la gente gasta, el agua, el teléfono, etc. les cuestan lo mismo a los pobres que a los ricos, tal como el vestido, el calzado, la comida, los libros, etc. ¡Qué casualidad que la diferencia del ingreso sea mucho menor! En realidad tanta bondad sólo es un pretexto para despojar a la gente que trabaja. La provisión de agua en los barrios ricos de Colombia está siempre servida por la altísima rentabilidad, mientras que en los barrios pobres tarda muchísimo en llegar y el favor siempre se paga con apoyos a algún político o similar. La idea de que los parásitos son buena parte de los habitantes de los barrios ricos no ayuda mucho: siempre pueden pagar los servicios gracias a sus rentas altísimas, que obtienen entre otras cosas gracias a los precios diferenciados de los servicios.

De modo que si en la ciudad todo el mundo tiene buena calidad de agua no es porque se cobrara por ella más a los ricos, sino porque la provisión del servicio aumentó a medida que aumentó el ingreso general. Lo mismo se podría decir de la educación: si en cada niño hay un Einstein latente, todos los sistemas educativos de este mundo fracasan porque nunca se puede educar tan bien a todos. Se educan mejor los más inteligentes que provienen de familias con más recursos. ¿Para qué ocuparse de eso? El problema colombiano no es que los ricos aprendan mejor sino que el conjunto de las instituciones educativas ofrece una calidad pésima, y eso determina la miseria generalizada. La idea de que unos pocos de los que no tienen acceso al agua empiezan a tomar de la mejor es de por sí indecente.

Para indecencia lo de que los sectores socioeconómicos bajos requieran más de la educación. ¿Cómo decirlo? Otro endemismo colombiano. ¿De manera que los hijos de personas sin instrucción requieren más de la educación que los hijos del señor Isaza? La idea es monstruosa, pero es el resultado de suponer que la función de la educación es la movilidad social y no la transmisión del conocimiento. Esa idea de la movilidad social daría para discutir y pensar mucho, pero ya el comentario a la perla del rector se hace interminable. De momento le dejo al lector la duda: si un país aspira a que los hijos de sus ciudadanos más desvalidos accedan a posiciones de poder y prestigio, ¿no sería conveniente para eso que los hijos de sus ciudadanos más meritorios y eficientes se echaran a la perdición? ¿Qué es educación? Llega una persona privilegiada socialmente y aprende a tocar el piano y dedica su vida a ello y a sus hijos desde muy pronto les enseña todas las características del arte musical de modo que se les vuelve una segunda naturaleza, ¿no está con ello creando una ventaja sobre los hijos de las personas que aborrecen la música? Pongamos que fuera como el vestido, ¿no hay un freno a la movilidad social cuando los hijos de las personas más pulcras, ordenadas y finas parten con ventaja respecto de los hijos de los más descuidados? La idea de la movilidad social como una supuesta equidad supone la destrucción de la cultura, que en esencia es un refinamiento que se sedimenta en muchas generaciones. En ese anhelo supuestamente justiciero se destruye lo que se había alcanzado en un medio social de delicadeza y comprensión de datos sutiles, tal como ha ocurrido en los países bolivarianos, sin que los índices de pobreza mejoren mucho a pesar de la bonanza y a costa de una multiplicación de los homicidios.

El gasto público en la educación superior contribuye a la mejora de oportunidades para los más necesitados. El 88% de los estudiantes de la universidad pública pertenece a los estratos 1, 2 y 3, el 3% a los estratos 5 y 6. La Universidad Nacional, altamente selectiva por el nivel académico, tuvo, en el 2009, el 78% de sus graduados en los estratos 1, 2 y 3, mientras que el 2% pertenecía a los estratos 5 y 6.

Es difícil enumerar todas las mentiras que hay sólo en la primera frase. ¿Quiénes son propiamente los más necesitados? ¿Qué son "oportunidades"? Por ejemplo en un barrio humilde cierta familia tiene un rendimiento inferior al promedio de coeficiente intelectual de la población, mientras que sus vecinos son muy brillantes. El gasto público en educación superior permite a los más dotados acceder a las clases de Francisco Gutiérrez Sanín o Miguel Ángel Beltrán y salir a secuestrar gente, lo que les asegura un futuro como funcionarios públicos. ¿De qué modo eso contribuye a mejorar las oportunidades de sus vecinos menos dotados? El dinero que se gasta en proveer tan bellas oportunidades a esos jóvenes se lo quitan a los demás, que precisamente tienen menos oportunidades que si se redujeran los impuestos a las empresas o la parafiscalidad, dado que así aumentarían las ofertas de empleo.

Pero el párrafo es una colección de lindezas que contribuyen como pocas cosas a explicar qué es un muladar. Se suponía que la universidad pública era un espacio de igualación social, que ofrece oportunidades para los más pobres. ¿Qué sentido tiene que el 88% de los estudiantes matriculados procedan de los estratos 1, 2 y 3 si éstos constituyen más del 90% de la población? Los de estratos 5 y 6 son el 3% de los estudiantes y el 3,1% de la población, mientras que el estrato 4, con sólo el 6,3% provee el 9% de los matriculados (pero el 20% de los graduados). Como favor a los pobres resulta muy dudosa la ventaja, más cuando el porcentaje del 88% (78% de los graduados) de estratos 1, 2 y 3 son mayoritariamente de estrato 3 (que es como cuando mi patrimonio se suma al de Carlos Slim y me planto frente al lector a ostentar "nuestro" promedio frente al de él y sus parientes). Pero eso es sólo por mostrar la mentira gruesa, mucho más divertido es que los de estrato 5 y 6 son en buena medida hijos de los profesores universitarios y van a universidades que podrían tener menos exigencias y más rendimiento (no hay tantas huelgas).
Si se quiere avanzar en equidad se requiere aumento sustancial de recursos para la universidad pública, adicionalmente al subsidio a la demanda con recursos presupuestales, que permita al Icetex ofrecer crédito con tasas, aún negativas para quienes quieran estudiar en universidades privadas por decisión propia o por insuficiencia de cupos en las públicas.
De eso se trataba el afán de equidad, de asegurarse rentas para sí y para su gremio. Si se quiere avanzar en equidad hay que dejar de gastar dinero en proveer diplomas por una educación penosa (los estudiantes de posgrado en Colombia no pasarían la escuela secundaria en un país civilizado por su ortografía, no hablemos de los fascinantes sesgos ideológicos que aprenden cuando hasta los rectores hacen cuentas de ese tipo). El dinero que permite la ventaja escandalosa del ingreso de Isaza y compañía por sus mentiras respecto a la gente que se desloma trabajando se le quita a ésta, a las oportunidades de mejorar su vida y la de sus hijos. En la medida en que en un país se trabaje y se produzca en lugar de protestar y maquinar engaños, todo el mundo vivirá mejor. Si sólo los hijos de los ricos pueden estudiar en una universidad, ¿qué empeora eso la vida de la inmensa mayoría que aunque estudie no tiene acceso a nada, ni siquiera a la información dada la penosa calidad de la enseñanza? Lo más probable es que en muy poco tiempo la situación de la mayoría mejore y eso marque la proporción de los que estudian.

Porque en últimas la educación superior realmente existente sólo es la persistencia del clero colonial adornado con un maquillaje de moralina al lado del cual el vividor "camandulero" era un verdadero filósofo y un verdadero santo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 25 de noviembre de 2011.)

jueves, abril 19, 2012

Ocultos tras el arbusto asesino



En mis dos entradas anteriores (1-2) traté de explicar varios aspectos de la situación colombiana actual considerando un ciclo histórico largo en cuyo centro está la Constitución de 1991. Esta vez intentaré analizar un acompañante de todo ese proceso, el tráfico de drogas, así como la percepción que de él tienen los colombianos.


Variantes de la "leyenda blanca "
En el contexto de la historia de Europa se llama "Leyenda negra" a lo que el diccionario define como "opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI": un mito gracias al cual los imperios rivales del español demonizaron la conquista de América. Cuando se piensa en las causas del tráfico de cocaína los colombianos suelen seguir una especie de "leyenda blanca": unos mitos absurdos y a menudo grotescos que divulgan a veces los mismos empresarios del negocio y que proveen a la gente buena conciencia a partir de un juego que podría considerarse "transferencia de la culpa", para usar esa antigualla psicoanalítica.

La variante más atroz, y sin embargo muy frecuente, es la que divulga el escritor Antonio Caballero, según la cual la prohibición es una maquinación de los bancos estadounidenses aliados con los gobiernos de ese país para acentuar la dependencia de los demás países. Este mismo prócer en una época justificaba el tráfico de drogas por la falta de oportunidades que tenían los países del Tercer Mundo para competir. Un ingrediente gracioso de esta versión, muy frecuente en otras y en la que tal vez creen la mayoría de los colombianos, es la singularidad del clima sudamericano para cultivar coca. La mayoría de los colombianos con los que he hablado me aseguran que la cocaína sería legal si la pudieran cultivar los estadounidenses en su país.

Otra historia parecida, dirigida a un público menos fanatizado, pero igualmente legitimadora del negocio, es la que atribuye el tráfico de drogas a la guerra contra las drogas. Es decir, se asegura que la tremenda expansión del negocio fue el producto de la guerra contra las drogas y no de la expansión del consumo. De esa atribución de responsabilidad se pasa a considerar que todos los problemas colombianos de las últimas décadas proceden de ese negocio, es decir, de la guerra contra las drogas. La función de ese discurso en la legitimación del orden impuesto por los terroristas en los años ochenta será algo que señalaré más adelante.

Voy a centrarme en esta última versión porque es la que aceptan hoy por hoy la mayoría de los colombianos doctos, y la que resulta útil para una manipulación que termina, con el pretexto de que la única solución es la despenalización del tráfico que saben que no habrá en medio siglo, "proponiendo" la inacción como efecto de la impotencia.

Lo primero que hay que aclarar es el origen del negocio. ¿Por qué se expandió el consumo de drogas a partir de los años sesenta? No es que antes no se consumieran, todo el mundo intelectual europeo sabía que Poe o De Quincey eran consumidores de opio o Verlaine de hachís, y el mismo poeta colombiano Porfirio Barba Jacob dice "Soy un perdido, soy un marihuano". Las espinacas que come Popeye y que lo cambian tan maravillosamente eran en la primera representación teatral de la historia una metáfora de la marihuana (lo cual tenía un sentido cómico en la obra). Pero ciertamente eran minoritarias, caras y paralizantes para quien tuviera que hacer los esfuerzos que se hacían para sobrevivir antes de la gran industrialización.

Fue el bienestar el que disparó el consumo, en compañía de la rebelión juvenil contra la guerra de Vietnam y las modas musicales de los años cincuenta y sesenta. La prohibición fue una respuesta a esa expansión del consumo entre los jóvenes. La guerra contra las drogas no fue, como pretende la variante comedida de la "leyenda blanca", una ocurrencia de un gobierno estadounidense que podría haber hecho otra cosa. Era un clamor que todavía es absolutamente mayoritario en todos los países y que en Estados Unidos cuenta con el respaldo unánime de los políticos que ganan elecciones y van al Congreso. ¡Cuánto me gustaría no tener que explicar esto! El artista, el académico o aun el periodista destacan hablando de despenalizar el comercio de drogas, pero sólo los políticos podrían hacerlo. Éstos nunca piensan en eso porque necesitan los votos de la gente, que en su abrumadora mayoría es prohibicionista.

Todo se complica yendo detrás de gente que se hace la distraída. Por eso tengo que hacer hincapié en eso: la "leyenda blanca" y la esperanza de solución del problema a través de la despenalización son estratagemas de los socios ilustrados de las mafias. Por eso el disparate que señalé arriba acerca de las causas de la guerra contra las drogas, y por eso también la falta de interés por explicar que el negocio floreciera en Colombia.

¿De dónde son los cantantes?
Esto se preguntaban los integrantes del Trío Matamoros, y viene a cuento porque cuando se habla del tráfico de drogas se suelen mezclar niveles en los que no hay ninguna relación. Una cosa es lo que significan las drogas en la historia, la cultura y la vida cotidiana de la humanidad; otra, que sean prohibidas o dejen de serlo; otra, sin mucha relación, el que Colombia haya llegado a ser el primer productor y exportador mundial de cocaína, y aun un importante productor de heroína. ¿De dónde salen los obreros, los ingenieros y los gerentes de esa industria?

Es decir, la "leyenda blanca", muy influyente en la conciencia corriente de los colombianos, se enreda en juicios sobre las drogas o sobre la legislación y oculta el problema de que no había nada particular que determinara ese papel para Colombia. Bueno, nada salvo el elemento humano, el delincuente, el pistolero. Muchos países tenían mejores condiciones para comerciar con Estados Unidos (como México), eran más pobres (como los demás de la zona andina), tenían más tradición de cultivo de coca y aun de producción de cocaína (como Perú). Sin la cultura de la delincuencia no habría sido Colombia el país afortunado.

Cuando los divulgadores de la "leyenda blanca" acusan a la prohibición o señalan con indecente victimismo que "Colombia sufre más que ningún país el flagelo del narcotráfico" por una parte ocultan el contexto social en que surgió el "capital humano" que dio lugar a esa industria y por la otra legitiman tácitamente el negocio. Decir "nosotros ponemos los muertos", como si no hubiera sido posible hacer otra cosa, hace pensar en un proxeneta que se lamenta de tener que soportar el adulterio de su compañera (a causa de los apetitos desaforados de los clientes).

Siguiendo con esa idea del victimismo, la idea de que la desgracia de Colombia es producto de la prohibición es más o menos como el rencor de un hombre contra el joyero que tentó a sus hijos a volverse atracadores. Es que de hecho la "leyenda blanca", al idealizar el pasado previo al tráfico de drogas y al dar por sentado que la emergencia de un negocio ilegal sería fatal para Colombia se muestra como una respuesta del statu quo ante una industria que en últimas genera recursos para todos los grupos privilegiados.

¿Por qué había en Colombia tanta gente dispuesta a dedicarse a exportar cocaína? Hay también una leyenda "positiva" sobre eso: la disposición emprendedora de los antioqueños y vallunos. La abundancia estremecedora de toda clase de delincuentes en las décadas anteriores no interesa a los de la "leyenda blanca", pero esos delincuentes sólo encontraron, como Pablo Escobar, un negocio más lucrativo que las lápidas. Antes había peligrosas mafias dedicadas a las esmeraldas, y miles de colombianos que ejercían de carteristas y apartamenteros en Europa y Estados Unidos.

Todo eso lo señalo porque el tráfico de cocaína no es la causa de la "cultura mafiosa" sino su efecto normal, y porque si en 2080 se acabara el negocio de las drogas ilícitas la familia marginal de la aldea global se dedicará a otro negocio criminal. Como ingrediente decisivo de la tal "cultura mafiosa" destaca el desprecio del trabajo como fuente de prosperidad, ingrediente cuyo arraigo procede de la sociedad colonial y antes de la mentalidad castellana de la Reconquista. Si bien la atracción por el "dinero fácil" está en el sentido común (en todo el mundo siempre se agradece poder hacer las cosas con menos esfuerzo), la idea de que el trabajo es propio de personas inferiores socialmente era hegemónica en el siglo XVII y en 1970. El colombiano que no sabía nada de las drogas vivía en medio de "vivos", de "corbatas" (no sé si aún se llaman así los empleos estatales en que sólo hay que ir a cobrar), de "impuestos" (la comisión que los policías cobraban a los ladrones para no detenerlos), de lambones, de componendas de manzanillos, de contrabandistas y hampones de las maquinarias políticas que hacían votar a punta de presiones y pequeños sobornos a cuanta persona desvalida pudieran controlar y después obtenían puestos en las aduanas o en los patios de la oficina de tránsito...

Lo que determinó el imperio del hampa, la desmoralización generalizada y la disolución del orden institucional fue la hegemonía ideológica de la "izquierda", primero en la universidad de los años sesenta y después en los medios intelectuales, a medida que los egresados empezaban a ejercer sus profesiones. Tal como según Jakob Burckhardt el modelo de autonomía y resolución que seguían los grandes artistas del Renacimiento era el de los condottieri, lo que inspiraba a Pablo Escobar (hijo de maestra) o a Carlos Lehder eran las hazañas del Che. El mismo Carlos Castaño declaraba que de no ser por lo mal que lo había hecho la guerrilla él sería un guerrillero. En cuanto toda propiedad y todo refinamiento son ilegítimos, fruto de la opresión o, peor, del arrodillamiento ante el imperialismo, la legalidad resulta un aspecto secundario frente a la propia afirmación del "pueblo". En la facultad de Derecho en que era decano el dirigente comunista Jaime Pardo Leal se recitaba que "el Derecho no es más que la voluntad de la clase dominante erigido en ley", cosa que en cuanto pudieron imponer el socialismo aliados con Pablo Escobar, y así convertirse en clase dominante, los discípulos de tal prócer han aplicado sin vacilación. No era raro que los izquierdistas de entonces afirmaran sin pudor que "las cosas no son del que las tiene sino del que las necesita", o llamaran "recuperación" al robo, cuando no se decidían en ejercicio de su actividad militante a "expropiar" cualquier cosa.

La pregunta sobre si fue primero la gallina o el huevo es más bien estúpida, pues todo el mundo sabe que el antepasado de la gallina fue un dinosaurio cuyos huevos fueron transmitiendo mutaciones hasta llegar al animal doméstico de nuestros días. En cierta medida, la relación entre la ideología socialista que tan cómodamente reproduce las jerarquías de siempre a la vez que pretende abolirlas, y la delincuencia, que constituye una respuesta obvia de personas convertidas por esa ideología en agraviadas, a las que se llena de rencores y complejos para poder manipularlas y así hacerlas útiles a los fines de control estatal de los empresarios del socialismo, plantea una cuestión parecida: esa ideología a su vez es reflejo de la "cultura mafiosa", del desprecio del trabajo, del irrespeto a las instituciones basadas en un fundamento moral (fruto del aislamiento: en la península no habría sido tan fácil decir "se acata pero no se cumple"), etc. Es decir, al deslegitimar las instituciones desarrolladas siguiendo el modelo de la Europa burguesa y de Estados Unidos, la izquierda obra como resistencia de las viejas jerarquías de la región y proclama la legitimidad de la pura fuerza, tal como en su día lo hicieran Álvaro de Oyón o Lope de Aguirre (como dato curioso, la rebelión del primero en el siglo XVI ocurrió en el mismo pueblo, La Plata, Huila, de donde proceden el finadito Luis Édgar Devia y su copartidario y coterráneo Jaime Dussán).

La historia escondida
Sociológicamente, la "leyenda blanca" es obra de la misma clase de gente que se puso a hacer la revolución siguiendo el modelo castrista en los setenta, de los mismos que se las arreglan para hacer antiuribismo sin buscarse problemas con los Colombianos por la Paz. Pero es aún más problemático: la atribución de culpas al tráfico de drogas sirve para que se olviden las proezas de los revolucionarios. Mientras todo el mundo veía a Colombia como el lugar en que sucedían atrocidades por cuenta del poder de unos cuantos bandidos, a punta de atrocidades físicas (masacres como la de Tacueyó, asesinatos cobardes como el de José Raquel Mercado, sin duda maquinado por algún novelista o director de periódico), estéticas (la vociferación de los lemas brutales que hicieron fortuna en Camboya y Albania, que también "decoraban" las ciudades) y morales (la inagotable sarta de mentiras en que se basan sus pretensiones), los grupos comunistas se hacían con el poder y obtenían toda clase de "conquistas", de "derechos adquiridos" para sus clientelas, en esencia las clases sociales ligadas al Estado y herederas de los dominadores de siempre.

De tal modo, la "izquierda" llegó a ser el poder y la oposición, a usufructuar el presente mientras "vende" el futuro. La última falacia es la "leyenda blanca" de la nueva generación, que da por sobreentendidos los "avances" de la Constitución de 1991 y las proezas de quienes la impusieron con copiosa financiación del Cartel de Medellín, previo exterminio de la cúpula judicial que podría haber impedido el golpe de Estado. ¡Siempre se les sale a deber, como ocurre con los tradicionales "vivos" colombianos! La persistencia del terrorismo se justifica por una insuficiente "justicia social", que se alcanzará tras otra negociación que permita a una parte de las bandas asesinas ascender socialmente y obrar como la parte emergida de una embarcación (que es lo que hace el ELN con su Corporación Nuevo Arco Iris, a la vez que secuestra y asesina). La enternecedora simpatía de los activistas de la legalización por el modelo constitucional protochavista que impuso Pablo Escobar es sólo una muestra más de la labor de enmascaramiento que es su retórica respecto al poder adquirido por las camarillas comunistas. Su silencio interesado ante las infamias judiciales de que son víctimas el general Uscátegui, el coronel Alfonso Plazas Vega o el ex ministro Andrés Felipe Arias los muestra como despreciable gentuza que asciende socialmente y prospera gracias a su lealtad hacia la tiranía del hampa.

Es en ese contexto donde florece otra falacia característica, que también comparten la inmensa mayoría de los colombianos (como hace unas décadas la de que el ejército no quería que dejara de haber guerrillas porque se reduciría el presupuesto que enriquece a los generales, cosa que todos creen porque es lo que harían, en aplicación de la ideología criminal que predomina y se reproduce con nuevas máscaras para cada generación): la de que la causa del conflicto es el tráfico de drogas. Para demostrar que eso es absurdo basta con repetir lo que tantas veces hemos señalado, que nunca ningún bandido ha tenido una oportunidad como la de Tirofijo y su gente de resultar impunes, ricos y prestigiosos como poder local en la región que Pastrana les entregó en 1998. Pero no haría ninguna falta pensar en eso, baste pensar en las guerras de Centroamérica, particularmente la de El Salvador, con el mismo patrocinio de jesuitas, agentes cubanos y universidades. ¿Era la guerra civil de El Salvador una querella alrededor del tráfico de drogas? Absurdo.

Cuando el hampa académica divulga esa leyenda sobre el tráfico de cocaína le presta un gran servicio a sus patrones, los que coparon el poder en 1991: el de quitar importancia a la extorsión y a la industria del secuestro que permitieron tantas "conquistas sociales", incluida la misma constitución, y las han garantizado desde entonces. ¿Cuánto dinero ha producido la extorsión que llevan a cabo las bandas armadas comunistas? ¿Cuántas muertes son producto de esa formidable industria que enriquece a buena parte del clero universitario?

El conflicto colombiano es una guerra por el poder y contra la democracia que emprendieron los grupos privilegiados a partir del movimiento estudiantil de los años sesenta y setenta. De la intensa propaganda, que caía en terreno abonado, que deslegitimaba el capitalismo, a Estados Unidos, a las instituciones democráticas y a la propiedad y el trabajo, surgió la desmoralización generalizada en que florecería la poderosa voluntad criminal que dio lugar a los grandes carteles. La droga no dejará de estar prohibida durante medio siglo y la sociedad colombiana no tiene otra salida a ese respecto que el combate enérgico contra las organizaciones que llevan a cabo ese comercio. Y sobre todo, la retórica antiprohibicionista es parte del mismo statu quo del que forman parte las bandas terroristas, hoy por hoy aliadas del gobierno en busca de una nueva hegemonía a partir de unas negociaciones en las que el horror (que pronto llegará a las ciudades) sirve como argumento para las buenas intenciones del gobernante.

Lo que se discute en Colombia sobre las drogas no tiene ningún impacto a la hora de pensar que Estados Unidos va a despenalizar el consumo, con lo que el más obtuso perseguidor y el más entusiasta consumidor pueden estar en el mismo bando, pues de lo que se trata es del poder de las organizaciones criminales y sus socios políticos (es decir, los comunistas, a quienes hoy por hoy sirven los ex presidentes de los noventa y la Unidad Nacional). Los innumerables mitos del hampa académica y periodística sobre el impacto del tráfico de drogas en la violencia local son parte de una operación de encubrimiento y propaganda, gracias a la cual millones de colombianos creen que secuestrar gente es menos grave que exportar drogas y aceptan el engendro de Pablo como la legalidad democrática más legítima y respetable.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 24 de noviembre de 2011.)

sábado, abril 14, 2012

La creación de la realidad


Como ya expuse en mi entrada anterior, todo lo que ocurre ahora, tanto en las selvas donde las tropas de la llamada izquierda democrática reclutan niños y guardan en jaulas a personas inocentes, como en las oficinas judiciales, donde personajes aún más siniestros protegen esa industria lucrándose copiosamente, forma parte de un ciclo largo en la historia del país, un ciclo cuyo núcleo es la Constitución del 91 y el crimen que le abrió camino: la toma del Palacio de Justicia por el M-19.

En numerosos textos de este blog he explicado hasta qué punto la historia del comunismo en Colombia (y de sus bandas criminales) es la de una conjura de las camarillas del poder, en especial de las herederas de la República Liberal. Puede que algún día un historiador minucioso demuestre que la toma del Palacio de Justicia fue algo concebido por algún delfín para forzar el cambio constitucional que abriría las puertas al socialismo y a la dictadura de jueces sometidos por diversos mecanismos a dichas camarillas.

En dicho relato el papel de la prensa es decisivo, y también la continuidad es clarísima entre quienes acumulaban poder gracias a los crímenes de los años cincuenta y quienes ahora presentan a Iván Cepeda (cuyo padre perteneció al MRL de López Michelsen al tiempo que al Partido Comunista y fue el financiador de Tirofijo) o a Javier Giraldo como "defensores de derechos humanos". Lejos de la "subversión" que pretenden representar, sólo son la continuidad de las peores tradiciones políticas locales: clanes que poseen periódicos, grupos de privilegiados dedicados a la rapiña que ejercen como clientela de los primeros (universidades, empleados estatales) y bandas de matones asegurando el control. Ah, y la perpetuación de la odiosa mentira que se impuso en la Conquista: el saqueo y la esclavitud justificados por la predicación de la religión del amor.

Uno de los elementos centrales de ese poder hegemónico es el control de los centros de investigación. Respecto de la historia reciente no se conocen obras importantes que den cuenta de lo que pasó, con lo que a pesar de que los determinadores remotos de los crímenes se podrían rastrear sin dificultad en las hemerotecas, no hay quien lo haga. (Esto es tan cierto que en las bibliotecas en que se guardan los periódicos viejos ya se han detectado adulteraciones y censuras criminales, como denunciaba Eduardo Mackenzie) Cuando ya no hay quien recuerde nada, la prensa se dedica a su principal labor: crear la realidad. No es en absoluto sorprendente que continúe una vieja tradición comunista.


En la foto de abajo ha desaparecido Trotski.

Buen ejemplo de dicha labor es un texto de Enrique Santos Calderón, tal vez el principal determinador de crímenes terroristas de la historia de Colombia, sobre la Anapo. Con el pretexto de relacionar la dictadura de hace casi sesenta años con la gestión del nieto del general Rojas Pinilla en la Alcaldía de Bogotá, el "periodista" cuenta una historia en la que la intención de engañar es evidente:
Cuatro años después, María Eugenia se lanzó a la Presidencia (enfrentada a otros dos hijos de presidentes: Álvaro Gómez y Alfonso López Michelsen) e hizo su espectacular aparición el M-19, con el robo de la espada de Bolívar y su consigna de "¡Con María Eugenia, el pueblo y las armas, al poder!".
Insistiendo en una vieja mentira, el origen de la banda terrorista resulta relacionado con el fraude de 1970 y hasta con la "capitana del pueblo"; como algo ajeno al "periodista". Lástima que los testimonios en contra sean tan abrumadores. Unas semanas después de la aparición del M-19 (previa campaña publicitaria en el periódico de la familia Santos) apareció Alternativa, revista concebida y dirigida por Santos Calderón. Al respecto conviene prestar atención a este documento sobre el tema.
Por esos primeros días de diciembre Enrique Santos desarrolló una amplia discusión con Jaime Bateman Cayón, cuyo grupo también se disponía a lanzar el M-19, prácticamente al tiempo que se lanzaría el primer número de Alternativa (el “Eme” el 17 de enero de 1974 y Alternativa el 18 de febrero). Juntos encontraron una gran afinidad entre los dos proyectos, pues coincidían en la necesidad de generar formas de comunicación política superiores al sectarismo, el dogmatismo y la hiperideologización que caracterizaba a la izquierda de la época.

A partir de ahí el M-19 participó en la vida de Alternativa periodísticamente y, en algunos periodos, económica y administrativamente. Pero la participación del M-19 fue mucho más allá. De la fundación de Alternativa hicieron parte personajes que durante 1974 se convirtieron en militantes de primera línea en la organización subversiva, entre ellos, Carlos Duplat, que se encargó de organizar en los primeros números el diseño y maquetación de la revista y Carlos Vidales —el hijo del poeta Luis Vidales—, que acababa de escapar de Chile luego del golpe militar, y que asumió como redactor y fiscal de la publicación. Asimismo, Carlos Sánchez, redactor y fotógrafo; Sebastián Arias, redactor; y Nelson Osorio, escritor y redactor; ya eran militantes del “Eme” cuando surgió Alternativa. Según estas cuentas, además del diálogo entre Bateman y Santos, el hecho era que, por así decirlo, la mitad del equipo de Alternativa en 1974 era del M-19; aunque algunos de ellos ni lo sabían, por el grado de compartimentación que existía.
No hará falta mucha imaginación para saber quién promovía la publicación de la propaganda del M-19 en el periódico. Yo apostaría a que incluso el absurdo pretexto de la rebelión contra el fraude de 1970 fue idea del mismo genio. Sólo se trataba de "agarrar pueblo" convocando a los que se rebelaron contra la oligarquía para sumarse a una conjura organizada por ella misma.


En el texto reciente de Santos Calderón sobre la Anapo, semejante implicación se despacha con una frasecita vaga:
Por esa época conocí no solo a su fundador, Jaime Bateman (ese es otro cuento), sino a la propia María Eugenia, a raíz de una serie de entrevistas que estaba haciendo para EL TIEMPO con los candidatos presidenciales.
[...]

Le pregunté por el recién aparecido M-19 y lo calificó como "fenómeno espontáneo del pueblo para defender el triunfo",pero dejándome muy en claro que ni ella ni el general tenían algo que ver con ese grupo armado.
Llama la atención la frivolidad y oportunismo de la señora Rojas —que sin duda tenía muy poca relación con la banda castrista-tupamara y sin duda desconocía a quienes la promovían—, pero mucho más el cinismo de Santos Calderón: puesta en el contexto de corto plazo, la aparición de la banda terrorista y de la revista antisistema unas semanas antes de las elecciones perfectamente podría ser una zancadilla concebida para dar lugar al fracaso de la Anapo en las elecciones. Sigamos con el texto de Santos:
Los comicios presidenciales del mes siguiente fueron golpe mortal para Anapo. María Eugenia sacó menos de medio millón de votos, frente a los casi tres de López Michelsen y el millón y medio de Gómez Hurtado (de 1970 al 72, Anapo ya había perdido un millón de votos), y de ahí en adelante todo fue cuesta abajo para un movimiento que había puesto en crisis al bipartidismo tradicional.
Es decir, el votante descontento tenía que escoger, como la reina coja del famoso calambur de Quevedo, entre el clavel blanco y la rosa roja, y para que prefiriera la segunda nada mejor que atribuirle un crimen al primero, cosa que desanimaría al descontento tradicionalista, al que no le gustaría el ultraje a Bolívar y preferiría lo malo conocido del hijo de Laureano Gómez, y tampoco al descontento populista, al que ilusionaría más el halago del "Pollo" de vieja trayectoria de izquierda. Puede que la idea de atribuir a la mano negra de la extrema derecha los crímenes del servicio doméstico armado venga de lejos.

Eso en el corto plazo, porque en el largo el interés de Castro y García Márquez, cuyo principal ejecutor era Santos Calderón, era otro. El primer director de Alternativa, Bernardo García, cuenta algo muy interesante sobre la fase final de la revista.
La tercera Alternativa guerrillera opera tras una transición de pleitos internos, retirada de la mitad de los socios, entre el n.º 90 y el 110, y que se prolonga luego hasta la liquidación de la revista. Consolidada bajo la dirección de Enrique Santos tiene la estrecha asesoría de Jaime Bateman y el montonero, «el gordo» Paco. Es una Alternativa de combate que rechaza la elaboración de análisis, teorías y reformas propias de ”los intelectuales”- Rechaza también el quehacer político para consagrar la insurgencia y la rebelión armada. Inmersa en la estrategia cubana de la Tricontinental y la formación de los mil vietnams antiimperialistas.

Marcha al unísono con las tácticas de combate empeñadas por los Tupamaros, los Montoneros, los Movimientos de Izquierda Revolucionaria y por supuesto del ELN. Jaime Bateman está en plena acción, en 1977-1978, crítico de las FARC y constructor de la Anapo radical y del M19. Después del robo de la espada del Libertador y antes de la toma de la embajada Dominicana, padece la urgencia de dotar a su movimiento, el M19 y luego Firmes, de una publicación de envergadura nacional, con su ideología inmarcesible del “sancocho a la colombiana”: acciones intrépidas y consignas de raca mandaca.

Lo intenta una primera vez con la “Alternativa del pueblo”, pero al parecer no logra asumir la dirección, sino la militancia de algunos. En la segunda arremetida gana Bateman con la venia de García Márquez…y de Fidel supongo –porque ambos prefieren a un chico más travieso y mágico que a todos sus Aurelianos Buendías peleados en mil guerras, pero ya a la espera de la pensión de retiro: Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Fabio Vásquez Castaño…

La revista toma pues su nuevo rumbo rompiendo un histórico record Guiness con más de un millón y pico de denuncias en su corta vida, hasta su caída final en el misterioso trance, pocos meses antes de la toma de la Embajada Dominicana (7.2.79) con 13 embajadores y el nuncio del Vaticano a bordo.
Llamativa, muy llamativa la forma de describir por encima la carrera del M-19 y su relación con la Anapo, sobre todo por el líder de una familia cuyo periódico se atravesaba así al previsible triunfo de Rojas en 1970:


Violencia y caos es lo que le han aportado a la vida colombiana las ambiciones y trapacerías de este delfín asesino. Bueno, y sobre todo las mentiras que durante medio siglo ha estado propagando gracias al poder del periódico familiar.

Tal vez no haya ningún protagonista de la historia reciente que se pueda comparar con el Hermano Mayor del presidente, que probablemente es quien maquina en la sombra para que el país se alinee día tras día con las brutales satrapías de la región. ¿Quién será, si no otro, el padrino de Angelino Garzón, de León Valencia y de Gustavo Petro? Habrá que averiguar cómo consiguió el terrorista ascendido a alcalde una beca en el Externado en la época en que el M-19 despuntaba.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 17 de noviembre de 2011.)

domingo, abril 08, 2012

Memorias del "posconflicto"

La senda de Hindenburg
La noción predominante, al menos en la prensa colombiana, cuando se alude al "conflicto" es que en algún momento se resolverá mediante una negociación política. Incluso los militares suscriben la doctrina según la cual su trabajo consiste en debilitar a las bandas criminales para que negocien.

Se olvida fácilmente que eso ya ocurrió. Más aún, que los asesinatos que se han cometido en los últimos veinte años son la consecuencia natural de la solución negociada que aplicó el gobierno de César Gaviria, aunque ya tenía su trayecto durante los dos gobiernos anteriores.

Para entenderlo, conviene detenerse a considerar las características de los grupos con los que negociaron esos gobiernos y el resultado de la negociación. Puede que todo lo que hoy es noticia o genera inquietud resulte fácilmente explicable atendiendo a esos dos puntos.

El M-19 era un proyecto comunista. Sus fundadores habían pertenecido a las FARC y su proyecto no tenía nada que ver con el populismo anticomunista de Rojas Pinilla, que gobernó siempre en favor de Estados Unidos. El programa y el discurso del M-19 recogían diversas variantes del Movimiento Estudiantil y su propósito no se diferenciaba en nada del de las otras bandas armadas comunistas. Lo mismo se puede decir de los otros grupos con que negociaron esos gobiernos.

Al ser grupos de asesinos, los gobiernos que negociaron con ellos se saltaron la ley que prohíbe matar gente. En el caso de Gaviria fue aún más lejos con el M-19, ya que les brindó una Constitución que además de instaurar a la banda asesina en el poder, aseguraba la impunidad de quien financiaba sus crímenes: Pablo Escobar, al prohibir la extradición.

Para entenderlo nada mejor que leer este texto del poeta vasco Jon Juaristi sobre la negociación con ETA:
Límites
Maite Pagazaurtundua, presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, ha sido bastante exacta al definir los términos del chantaje que la izquierda abertzale pretende imponer a la sociedad y al Estado, y las consecuencias que acarrearía ceder al mismo. El gobierno que lo hiciera se saltaría la ley, y un gobierno que se salta la ley, como muy bien dice Maite Pagazaurtundua citando a Benedicto XVI, se convierte en una banda de forajidos. Es evidente, por otra parte, que el Papa se refería al nazismo en su discurso ante el parlamento alemán, y también que el partido nacionalsocialista era ya una siniestra organización criminal cuyos propósitos genocidas nunca había ocultado, antes de hacerse con el gobierno de Alemania. En tal sentido, se parecía a lo que ha sido y es ETA y no a los gobiernos del Estado o de las comunidades autónomas en la historia de nuestro actual sistema político. No por ello vamos a pecar de ingenuos: en algunos de estos gobiernos ha habido forajidos y sinvergüenzas, pero esa innegable condición de unos cuantos gobernantes no se ha trasladado a los gobiernos en su conjunto. Podemos incluso tener la convicción moral de que más de uno de los gobernantes que delinquieron evadió la acción de la justicia, pero no por ellos estamos autorizados a calificar de delincuentes, en su totalidad, a tal o cual gobierno. Existe, por otra parte, una malsana y muy extendida propensión a ver delitos en lo que no son sino equivocaciones o errores a menudo garrafales, pero no delictivos. En democracia, éstos se castigan en las urnas, no en los tribunales.

¿Dónde está el límite entre la equivocación y el delito? En la complicidad con el crimen. El mariscal Hindenburg se convirtió en un delincuente cuando llamó a Hitler para ofrecerle la cancillería del Reich. Más aún, gran parte de la sociedad alemana eligió el delito al votar por los nacionalsocialistas, cuyos designios criminales eran de sobra conocidos (una vez en el gobierno, Hitler y sus secuaces dejaron muy claro que no iban a permitir que la complicidad de sus electores se limitase al voto e hicieron todo lo posible por transformarlos en asesinos).

Por eso la advertencia de Maite Pagazaurtundúa al gobierno —al actual y al que venga— es justa y oportuna. Acceder a las exigencias de la izquierda abertzale, que ni se toma la molestia de disimular su condición de mensajero de ETA, convertiría al gobierno que lo hiciera en cómplice de la banda y, a corto plazo, en una prótesis de la misma. Las decisiones de Hindenburg y de los electores alemanes que votaron el nazismo no fueron una equivocación. Fueron delitos conscientes. Todos ellos, el mariscal y los electores, eligieron sacrificar a una parte de sus compatriotas y a millones de gentes que no lo eran en aras de su megalomanía colectiva.

A partir de ese momentos, sus historias personales y su historia nacional se fundieron con la del partido nazi. El gobierno actual lleva dos legislaturas acumulando errores garrafales en la lucha contra el terrorismo abertzale. A las urnas corresponde castigarlo. Pero, si éste o cualquier otro gobierno traspasara el límite que ha señalado Maite Pagazaurtundúa, nos encontraríamos en una situación a la que no sobreviviría nuestra democracia.
(Las cursivas son mías)

Cabe señalar que en el momento en que Hindenburg entregó a Hitler el cargo de canciller los crímenes del Partido Nazi eran ínfimos en comparación con los de las bandas terroristas a las que premiaron los gobiernos colombianos de los ochenta y noventa, y que ciertamente ETA jamás ha pretendido secuestrar a toda la cúpula judicial. Sencillamente, todo lo que señala Juaristi como una advertencia fue lo que de hecho ocurrió en Colombia, incluida la supresión de la democracia.

Sin prestar atención al sentido de dichas decisiones no es posible entender nada de lo que ocurre actualmente en Colombia. La minoría que eligió a la Asamblea Constituyente de 1991, no sólo refrendó el premio de los crímenes del M-19 sino también la intimidación que sufrió el resto de la sociedad por parte de Pablo Escobar y los "extraditables", a los que también se buscaba complacer.

El precio de la paz
La cuestión decisiva es que el gobierno negocia en representación de la sociedad y cuando lo que concede es lesivo para los derechos de las víctimas pero ventajoso para el gobernante sencillamente está sacando partido del crimen. Eso fue lo que hizo Gaviria, lo que intentó hacer Pastrana y lo que intentará Santos.

La negociación de paz que pasó por encima de la democracia y aun del trámite legal de la nueva constitución (puede que fuera necesario sacrificar a la Corte que podría haberla considerado improcedente) no sólo significó el reconocimiento de los crímenes, sino también la entrega de buena parte del poder a los criminales. ¿Qué objetivo tenían sus acciones? La toma del poder para instaurar un sistema de partido único y economía centralizada. ¿Implicó la negociación que los asesinos cambiarían sus designios? En absoluto, sólo que intentarían llevarlos a cabo desistiendo de usar las armas.

El gobierno de Gaviria pronto se mostró resuelto cómplice de los terroristas premiados: todos los militares que incomodaban a los nuevos socios del poder vieron truncadas sus carreras, un importante grupo económico próximo a la oligarquía "liberal" se convirtió en el patrocinador del grupo parlamentario del M-19, un jefe terrorista fue nombrado ministro de Salud, la nueva Constitución fue obsesivamente generosa con las clientelas del grupo terrorista, en particular con la administración de justicia y las universidades públicas...

De particular interés fue lo que ocurrió en la justicia, pues la cúpula que reemplazó a la que mataron los terroristas en noviembre de 1995 resultó de lo más afín a sus intereses. Todos los prodigios que hemos visto en los últimos años por parte de la administración de justicia colombiana es el resultado de la cesión del poder a la organización terrorista.

La lucha continúa
El comunismo en Colombia no sólo cuenta con el Partido Comunista, sino con innumerables grupos universitarios de los años sesenta y setenta, que en el lenguaje corriente se conocen como "la izquierda". Toda la izquierda colombiana era marxista-leninista, es decir, comunista. Es perfectamente posible que la negociación que llevara a la desmovilización del M-19 estuviera acordada con las FARC, que contarían a partir de entonces con un aliado en el interior del Estado.

En los años que siguieron se formó el Foro de Sao Paulo, en el que se inscribieron las FARC, el ELN, el Partido Comunista y el desmovilizado M-19. Después del triunfo de Uribe, las dos organizaciones legales se integraron en el Polo Democrático, cuya lealtad respecto de los "bandos del conflicto" era más bien equívoca: el fruto de la reconciliación fue el clamor por la reconciliación. Todo lo que se intentó hacer para contener la expansión de las FARC durante los gobiernos de Uribe contó con el rechazo del Polo Democrático, que sencillamente se convirtió respecto de las FARC en la agencia de cobros.

Es decir, la paz que tantos festejaron hace veinte años fue sólo la conquista por parte de los totalitarios de una parte del poder. Desde ahí han estado favoreciendo por todos los medios la continuidad de las otras bandas e impidiendo que se las combata. En esencia, buscando otra negociación que ampliaría el poder de "la izquierda" a costa de la representación ciudadana.

Ya podemos estar advertidos: cuando llegue la reconciliación con las FARC, los terroristas redimidos se dedicarán a buscar la negociación política con el ELN, que naturalmente persistirá en sus ideales y crecerá gracias a la expansión de la parte del Estado conquistada por "la izquierda", lo que motivará nuevas demandas de paz y reconciliación. Fue lo que hizo el Partido Comunista cuando cesó la negociación de Belisario Betancur: tratar de buscar la paz negociada. En ésas están.

De hecho, el ELN ya se desmovilizó. ¿Cómo se explica que la "Corriente de Renovación Socialista" fuera para esa banda asesina una forma de escisión y liquidacionismo y no haya molestado al Comando Central? ¿Nadie les ha dicho qué les hacen en las FARC a los desertores? ¿Nadie ha oído hablar de Jaime Arenas o de Rodrigo Lara Parada? La Corriente de Renovación Socialista, ahora autodenominada Corporación Nuevo Arco Iris, es el ELN legalizado, impune y dedicado a favorecer los crímenes de los hermanos del monte.

Es importante volver al texto de Juaristi: ¿nadie recuerda que los ex presidentes López Michelsen, Gaviria, Samper y Pastrana presionaron a Uribe para que despejara Pradera y Florida? ¿Nadie recuerda que todos ellos son hoy por hoy aliados de Hugo Chávez? ¿Y el papel de los socios de Pastrana como Álvaro Leyva o Lázaro Vivero Paniza? Esos ex presidentes son socios del terrorismo, forajidos que se lucran de los secuestros y esperan sacar partido de las bombas y masacres. Lo decidieron el día que se propusieron ceder a las exigencias de los terroristas. La campaña de odio y malignidad contra Uribe es otra prueba de la relación de esos personajes con las organizaciones criminales: ¡qué extraño que a ese respecto resulten tan unidos! ¿O no es curioso que todos colaboraran con el presidente Santos para que uno de los terroristas que organizó la toma del Palacio de Justicia llegara a alcalde de Bogotá?

Muchos pensarán que sería demasiado sospechoso que también la prensa esté obsesivamente dedicada a promover la negociación y a perseguir a Uribe y sus seguidores. Se olvida que quienes la controlan fueron los mismos promotores de las bandas terroristas. Los mismos dueños del país desde los años treinta. Lo que los hace criminales es matar y secuestrar gente y tratar de abolir la democracia, no se libran por ser poderosos.

Acerca del control de la administración de justicia por los terroristas es muy llamativo este detalle (pero todas las condenas contra enemigos de las guerrillas, políticos o militares son parte de lo mismo): antes de que se profiriera la monstruosa condena contra Plazas Vega la Corte Suprema de Justicia encargó a tres ex presidentes de formar una "Comisión de la Verdad" sobre la toma del Palacio de Justicia, cuyo fin era el de presentar ante el público extranjero algo parecido a las que se formaron en Perú y Sudáfrica. Una farsa propia de criminales desvergonzados. El informe que elaboraron se basa en análisis académicos de dos personas ligadas al M-19: Socorro Ramírez y Laura Restrepo. La Corte Suprema de Justicia está formada por "fichas" de quienes accedieron al poder en 1991, gracias al asesinato de Galán (puede que además de Santofimio, subalterno de López Michelsen, los filántropos universitarios colaboraran con Escobar).

(Publicado en el blog Atrabilioso el 15 de noviembre de 2011.)

martes, abril 03, 2012

Bye, bye, Bambi




Dentro de diez días se celebran elecciones en España y ya no será candidato José Luis Rodríguez Zapatero. Parece un buen momento para evaluar su gobierno y lo que significó en la historia de España.


Antes de continuar, para no cargarme de trabajo superfluo, invito al lector a echar un vistazo a cuatro artículos que he publicado antes sobre el tema del socialismo español con Zapatero y a los que, a pesar de ser de hace mucho tiempo, no encuentro nada que corregir: "El trabajo de zapa", "Las dos Españas", "El lío español" y "Pero España, ¿sí se mirará al espejo?".


Zapatero era un político sin relieve que ascendió después de que los apparatchik sacaran al candidato Josep Borrell elegido por la mayoría de militantes, y pusieran al político derrotado, Joaquín Almunia, después de la derrota electoral de Felipe González en 1996. El escaso atractivo electoral de Almunia determinó una crisis de liderazgo, en la que de nuevo los citados apparatchik impusieron a Zapatero para frenar a otro político que no les convenía: José Bono.


Señalo todo esto para explicar que Zapatero era un completo desconocido cuando resultó elegido secretario general del PSOE: un oscuro diputado de una región secundaria demográfica y económicamente. Como secretario general, se hizo famoso por sus gestos antiamericanos, que siguió practicando después de ganar las elecciones contra el pronóstico de las encuestas gracias a que los terroristas de Al-Qaeda decidieron castigar al gobierno que había apoyado a Bush en la intervención en Irak.

Un detalle curioso de Zapatero es su fama de líder agradable y simpático, por lo que era conocido entre los suyos como "Bambi", sobre todo debido a su "mantra" del "talante", una supuesta disposición benévola y amable que pronto mostró ser otra cosa.


El gobierno de Zapatero, último superviviente de la socialdemocracia en Europa, es un buen ejemplo de la sinsalida en que se encuentra esa corriente, salvo por la simpatía que encuentra en las áreas más desgraciadas del tercer mundo, como la región andina. No buscó administrar bien el Estado sino ganar lealtades a punta de tensiones en el interior de la sociedad, aliándose con los sectores más hostiles a la unidad de España, algunos incluso aliados de la banda terrorista ETA (caso de Esquerra Republicana de Catalunya, partido que lo apoyó en su primer gobierno).


Esa confluencia del partido socialista con los separatistas catalanes y vascos fue lo que determinó la guerra civil. La política de Zapatero se puede resumir en el intento de resucitar la división entre españoles para intentar ahora sí ganar la guerra civil de hace 75 años. A tal punto llega dicha obsesión que las elecciones fueron convocadas para el 20 de noviembre, fecha en que los nostálgicos del franquismo conmemoran la muerte del dictador, en 1975. Eso con el fin de manipular a las nuevas generaciones, engañadas por la educación, como en todas partes donde el totalitarismo impera, a las que se les transmite a toda hora la falacia de que el PP es la continuación del franquismo (no hay que plantearse siquiera que haya muchos colombianos que encuentren la diferencia: Colombia es un muladar, decirle a algún universitario que el PP no es franquista es como que Bush no era un criminal y el Che Guevara sí, la mente criminal no entiende sutilezas).


La lista de añagazas de ese gobierno con ese fin es interminable. La "ley de violencia de género" determina que el hombre es potencialmente una amenaza para la mujer y fuerza a los jueces a entregar las propiedades comunes a las esposas en casos de separación, lo que está en la base del aumento de asesinatos de mujeres por sus ex maridos, convertidos en parias y despojados por la ley cada vez que a la esposa le da por separarse. Lo mismo con el matrimonio homosexual y la adopción de niños por parejas de esa orientación. Lo mismo con la llamada "ley de memoria histórica", con la que se inventaban agravios que sólo servían para resucitar los odios...


Semejante determinación sólo tiene un nombre: totalitarismo, pero una vez que señalé en Twitter que el PSOE de Zapatero tenía esa intención el venezolano Diego Arria me respondió que ahí se veía que no sólo había talibanes en el chavismo. Así es la superficialidad y vulgaridad de los juicios de la región.

El zapaterismo implicó también una notoria expansión del Estado en favor de clientelas (artistas y periodistas) que se aseguraban rentas fabulosas gracias a su colaboración en la guerra perpetua con el franquismo y Aznar (tratando de mantener vivo el recuerdo de la guerra de Irak, que tanta popularidad le dio: era corriente en los peores años del terrorismo oír a los locutores de la radio pública informar llenos de entusiasmo que una bomba había matado a cientos de iraquíes, cosa que debía alegrar al oyente por ser una contrariedad para Bush).


El ciudadano español ha estado durante este tiempo continuamente expuesto a la propaganda gubernamental: anuncios con cualquier pretexto que terminaban con la coletilla "Gobierno de España", y que servían para asegurar la lealtad de los periodistas. El zapaterismo ha sido un gobierno de la propaganda casi como lo es el gobierno de Santos en Colombia.


El totalitarismo de la supuesta renovación social que traía el zapaterismo es una ocurrencia muy incómoda para los colombianos. Resulta que una proporción del 40 % de los votos da para formar una mayoría absoluta parlamentaria, pese a que sólo corresponde a un 28 % de los ciudadanos (considerando una participación media del 70 %). ¿Qué derecho tiene esa proporción de ciudadanos, que además no siempre saben qué va a hacer el gobierno, para forzar a los demás a cambiar su noción de lo que es "matrimonio" y a considerarlos parias por no compartir los valores del gobierno? Eso es incomprensible para un colombiano porque el origen de la sociedad colombiana es la evangelización y cualquier asesino de los que forman las universidades se siente autorizado a imponer a los demás sus delirios.

La responsabilidad del zapaterismo en la crisis que afecta a España más que a la mayoría de los países de Europa (hasta 2008, su crecimiento era muy superior al promedio europeo) es altísima. En ese mismo año 2008 Zapatero negó la crisis, y aun aumentó el ya disparado gasto público prometiendo un descuento en el impuesto sobre la renta si ganaba las elecciones. Su frivolidad continuó, seguro como estaba de que los medios lo reforzarían atribuyendo los problemas a los especuladores y soliviantando así el siempre latente anticapitalismo de ciertos sectores significativos. Hasta que el año pasado se vio expuesto a presiones de Merkel, Sarkozy y Obama, que lo obligaron a bajar de un decretazo un 5 % el sueldo de los empleados estatales (que en España no tienen ni en sueños los privilegios que tienen sus homónimos colombianos).


España hoy es un país hundido, con un desempleo de cinco millones de personas, una deuda impagable, un crecimiento negativo durante varios años y una depresión anunciada para los próximos meses. La única buena noticia es que el partido de los tinterillos dejará de gobernar por un buen tiempo y es previsible que la misma desesperación lleve al nuevo gobierno a optar por políticas sensatas de reducción del gasto y de las distorsiones a la contratación laboral, así como de aliento a la inversión.


Con la despedida de Zapatero y Papandreau (por no hablar de Ben Alí y Mubarak, también miembros de la Internacional Socialista), el socialismo retrocede significativamente. Una esperanza, porque así Castro y Chávez, y sus poderosísimos socios colombianos, tendrán un aliado menos.


Al interesado en profundizar acerca de Zapatero lo invito a atender esta entrevista a Santiago González, autor del libro Lágrimas socialdemócratas, reseñado por Fernando Savater.



(Publicado en el blog
Atrabilioso el 10 de noviembre de 2011.)