sábado, noviembre 07, 2009

Centristas desubicados

Si bien Ortega y Gasset dejó sentado que "Ser de izquierda es, como ser de derecha, una de las infinitas formas que el hombre puede elegir para ser un imbécil; ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral", el ser de "centro" no parece mejorar mucho las cosas: suele ser una forma de deshonestidad ligada a cierta ambivalencia, a cierto cinismo, y en últimas una actitud frívola.

Pero no tanto por la falacia implícita en esas nociones variables (¿en qué era Mussolini más de "derecha" que Chávez? Mucho se ha derechizado el socialismo desde el demagogo camaleónico hasta el militar convertido en reyezuelo que encarcela a sus críticos), cuanto porque los políticos centristas saben que sus ideas y proyectos no tienen buena acogida entre los votantes, que profesan ideas contrarias, y el centrismo resulta sólo una forma de distraer al votante y llevarlo con cualquier pretexto a apoyarlos.

El inventario de conductas escandalosas de los centristas colombianos en la última década es copioso y deja ver el centrismo como una forma diluida de complicidad con diversas facciones criminales. Durante la época del Caguán oí por Radio Nacional de España una discusión entre un representante de las FARC ("Marcos Calarcá"), un periodista independiente (Alfredo Molano) y una representante del establecimiento (María Emma Mejía): sorprendentemente estaban de acuerdo en todo. La señora Mejía representaba claramente el espíritu centrista.

Los centristas son así: Rafael Pardo se indigna contra Rodrigo Rivera por no hacer verdadera oposición pero defiende a Piedad Córdoba, la cual le parece coherente con la disciplina de su partido. Mockus pide la renuncia del presidente por el episodio de Yidis Medina (parece que los gobiernos anteriores no fueran clientelistas, o que la obstrucción de unos corruptos tuviera más valor que la voluntad popular), pero no ve nada condenable en la actitud de la Corte Suprema de Justicia ni ve ninguna irregularidad respecto de la parapolítica ni de los intentos criminales de comprar testigos para que declaren contra el presidente. Y los ejemplos se podrían contar por miles.

En términos generales los centristas son los socios del terrorismo que buscan votos entre gente que no ha tomado partido por los aliados manifiestos de las FARC. Por eso encuentran de lo más normal y respetable que los editoriales de El Espectador y la inmensa mayoría de las columnas de opinión de la gran prensa sean manifiestamente afines al grupo de Piedad Córdoba: JAMÁS he visto una discusión de un centrista con alguna figura o columnista del Polo Democrático: a la hora de intentar derribar al gobierno, los centristas se distinguen sólo porque disparan desde más arriba.

Y es que el centrismo en un entorno de crímenes atroces como el colombiano es sólo otra infamia. Y para entender el contexto de todo eso hay que volver la mirada una década y pensar que todos los políticos de algún nivel, con la excepción del ex gobernador de Antioquia Uribe Vélez, apoyaban la abolición de la democracia para premiar a una banda de asesinos. ¿De qué modo guerreaban las FARC contra el establecimiento que unánimemente era partidario de premiarlas? Ése es el punto: los centristas como Pastrana, Samper, Sanín, Mockus, Garzón y muchísimos otros reinaban felices con ingresos fabulosos y enormes redes de apoyo mientras los terroristas destruían pueblos a punta de cilindros: eran parte de un orden en el que eso se aceptaba como una fatalidad, y por ese camino terminaban explotando las atrocidades y el terror en su propio provecho.

De modo que el conjunto de la oposición a Uribe es sólo la resistencia de ese viejo orden, y da lo mismo que sean las FARC o los líderes del liberalismo o del conservatismo: hoy en día todos los centristas necesitan que las FARC se recuperen para ganarle la partida al gobierno. No quieren combatir a las FARC porque eso los pondría en el lado del "uribismo", pero tampoco las reconocen abiertamente porque eso les quitaría votos.

Hoy en día el centrista paradigmático es el ex alcalde de Medellín Sergio Fajardo, que no es antiuribista ni uribista sino al parecer todo lo contrario, y que frente a los cientos de enredos periodísticos y judiciales de los últimos años parece vivir ocupado de la realidad de otro país. Lo que pasa es que ya queda sólo un añito para las elecciones, y entonces algo hay que decir de todo eso.

Respecto a la pregunta ¿Es inevitable que las FARC dominen también la agenda de esta campaña?, responde:
Si las FARC son el tema central de la campaña Presidencial eso significa que no hemos avanzado. Significa que estamos en el terreno de la violencia que sigue siendo el factor que nos une en Colombia. Significa que la política es la de la polarización. Significa que no le apostamos a las oportunidades que potencian nuestras capacidades. Significa que estamos en más de lo mismo.
Ésta es la respuesta de un matemático y de un académico: ¿qué van a interesar los hechos en comparación con la interpretación que de ellos hagamos? Parece que el salir de la violencia y "apostar a las oportunidades que potencian nuestras capacidades" son el resultado de un acto de voluntad, como la supuesta manía de los avestruces de esconder la cabeza en la arena para conjurar el peligro.

Pero la respuesta del candidato tiene una segunda lectura: si "la política es la de la polarización" y eso se entiende como estancamiento, ¿cuánto falta para decir directamente que la "guerra" es el resultado de la actitud "guerrerista" del gobierno? Es decir (ahí el centrismo resulta perfectamente descrito), que lo que hace falta es decidirse a buscar la paz, según la doctrina casi unánime de los columnistas de El Espectador, a los que ningún centrista desautoriza ni desautorizará.

No faltará quien piense que estoy sobreinterpretando al señor Fajardo, pero la respuesta la da él mismo en una entrevista con un periódico español que aparece en El Espectador con el gracioso título de "Las FARC deben dejar las armas". Como si alguien fuera a decir que no, que deben seguir matando. Bueno, "alguien" que quiera ganar las elecciones en Colombia, de hecho, mucha gente dice eso, sobre todo fuera de Colombia.

Cuando le preguntan cuál es su postura ante las FARC, contesta que lamenta que la negociación del Caguán, con la que se habían ilusionado los colombianos y él mismo, fracasara: no ve problema en las premisas de esa negociación sino en que las FARC no la aceptaran. De hecho, es lo mismo que defendía un mes antes del final del despeje. Dice que la condición para negociar es que dejen las armas, pero eso no responde a la cuestión de si se van a premiar los crímenes: sólo es otro recurso falaz parecido al de Gustavo Petro que supone que gobernando los chavistas las FARC tendrán que desmovilizarse. Perfectamente podrían dejar las armas, pues recuperar el terreno perdido les resultará imposible, a cambio de un compromiso de una constituyente no elegida, como la que intentaba convocar Pastrana. Fajardo y los centristas no tendrían nada que perder, como César Gaviria no perdió nada promoviendo una constitución acordada con el M-19.

Pero las dudas se despejan del todo en las preguntas finales:
¿Qué posibilidades tienen?
El próximo gobierno de Colombia tiene que ser de coalición, de diferentes grupos, porque ésta es una tarea pendiente en América Latina y en Colombia. Hay un modelo que es Chile, el modelo de la concertación. Chile y Brasil son los modelos.
¿Socialdemócratas?
Sea lo que sea la socialdemocracia, institucionalmente ellos son los que han dado las mejores respuestas. Ahora mismo no hay otros puntos de referencia. En Europa no hay nada políticamente atractivo, en el sentido de que proponga algo nuevo, a diferencia de otras épocas. Creo que el mundo va a empezar a mirar lo que está pasando en América Latina, donde va a estar buena parte de la creatividad.
Nadie debe llamarse a engaño: diga lo que diga para atraer al electorado renuente a sumarse a Chávez, Fajardo buscará la concertación con los demás centristas, con Petro y Garzón y probablemente Mockus para la primera vuelta, y con el PDA y el "liberalismo" en caso de llegar a la segunda. Puede que en Colombia la noción de "socialdemócracia" siga ilusionando (en general, las clases instruidas han profesado el guevarismo durante varias décadas, seguramente la idea de imponer el socialismo con elecciones les parecerá el colmo de las concesiones). Pero en Europa el único país grande en el que gobiernan los socialdemócratas es España, y no sólo es el que más acusa la recesión y el que más destruye empleos, sino además el que más vive en un ambiente de continua crispación.

Fajardo, al igual que Mockus, pertenece al mismo grupo social del que surge la izquierda democrática y comparte buena parte de sus valores. Lo que nunca se llega a aceptar es que la guerrilla no es una rebelión de campesinos ni una máscara de traficantes de droga, sino la expresión de ese grupo social y el principal de sus proyectos. Por eso la actitud de toda esa gente frente a las FARC es de poco encubierta complicidad, por eso no ven que los magistrados son parciales respecto a los reos de complicidad con esas bandas, por eso no ven sesgos perversos en la prensa ni falacias criminales en las ONG.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 15 de abril de 2009.)