sábado, mayo 23, 2009

El gran acuerdo nacional del "país político"

Desde que el columnista Eduardo Posada Carbó empezó a proclamar la necesidad de un “gran acuerdo nacional” del gobierno con la oposición para acordar políticas deduje que de lo que se trataba era de un programa común de la oposición para cambiar la orientación del gobierno a partir de 2010. ¿Qué sentido tiene buscar acuerdos con políticos desprestigiados cuyo apoyo sumado apenas llega a un tercio de los votantes y de los entrevistados en encuestas de opinión? Sencillamente el columnista trata de salvar de la derrota a esos políticos en apariencia pidiendo que el gobierno les brinde reconocimiento y someta sus políticas a un consenso con ellos, pero en realidad buscando que ese acuerdo llegue a darse contra el gobierno.

País político y país nacional
Esa peculiar diferenciación se presta para muchos malentendidos, y no hay demagogo que no se presente como portavoz del “país nacional” contra el “país político”, término que sirve para aludir a sus rivales. No obstante, ¿es válida esa vieja descripción de Gaitán? El país político es una noción que podríamos aceptar como “conjunto de personas que viven de los cargos públicos”, pues si se tratara de interés por la política el “país nacional” no podría tener voceros ni intérpretes: todos dejarían de pertenecer a él en cuanto se metieran en política. A lo que aludía Gaitán es a las personas cuyos negocios dependen de la política, a los políticos profesionales y a sus cohortes de lagartos, como ya he explicado, a los que viven de empleos estatales o de relaciones con funcionarios públicos.

La Gran Sociedad del Estado y el resto
La definición de “país político” de Gaitán corresponde a una tradición que se remonta a los orígenes mismos de la sociedad colombiana, y que hoy en día se puede reconocer en el gran bando de funcionarios y jubilados estatales, de sectores privilegiados afines a éstos, abogados, periodistas, políticos viudos del poder, etc. Esa parte de la sociedad es casi unánimemente hostil al gobierno actual. Es la base social a la que Posada Carbó llamaba a un “Gran Acuerdo Nacional”. Ese acuerdo ya se concreta en declaraciones como las de Gustavo Petro en una entrevista en El Espectador: resulta evidente que el ex presidente Gaviria y los ex alcaldes Mockus y Fajardo, junto con el ex magistrado Gaviria y el ex asesino Petro, forman un solo bando con Piedad Córdoba.

La catástrofe del “narcoparauribismo”
Todos los pretextos que se usan para justificar esa alianza son falaces y más bien disparatados. Sencillamente Colombia, como cualquier país de la región, tiene que optar por tomar el rumbo de las democracias occidentales o el de Cuba. Pero el rumbo cubano no es una excepción de ese país, ni menos el resultado de la infiltración de “ideologías foráneas”. La Conquista fue tal vez la primera avanzada del totalitarismo y el Estado en gestación que constituían las tropas de Jiménez de Quesada, por poner un caso, ya pretendía disponer de todo. Los descendientes de esos conquistadores se acostumbraron a vivir de esas rentas y del forcejeo entre ellos siempre sale como resultado el ensanchamiento del Estado, de los puestos y misiones, de los informes y derechos. Una vez los éxitos del gobierno actual le granjean el apoyo más o menos unánime de la opinión prooccidental, los aspirantes a reemplazarlos son cooptados por el “polo” castrista, por Chávez y sus inagotables recursos. El caso de la Anapo es apenas típico, el problema no es que en 1970 fuera víctima de un fraude, sino que en 1974 el “pueblo” descontento se ilusionó con un demagogo más eficaz y el partido pasó a ser irrelevante: el nieto del dictador anticomunista resulta elegido alcalde de Bogotá en 2007 con el apoyo manifiesto de las FARC. La velada justificación de personajes como Posada Carbó de una alianza con los castristas contra la reelección resulta a un tiempo obscena, estúpida, irrisoria y deprimente. Lo mismo que los supuestos nexos de políticos afines al gobierno con paramilitares: ¿dónde está la propuesta que prima el rechazo al terrorismo y a la exportación de la revolución bolivariana sobre cualquier otra consideración?

Todos hacia el centro
El domingo pasado no sólo salió en la prensa la novedosa propuesta de Petro de negociar con las FARC sólo las condiciones de su desmovilización, eco del discurso con el que su jefe, el sátrapa venezolano (todo un líder mundial, según Petro), pretende desentenderse de las evidencias que lo inculpan en el computador de Raúl Reyes. Parece que las FARC son dadas ya por desahuciadas por sus propios socios, y entonces se pide su desmovilización. Negociar las leyes con ellas les resulta ya una aspiración imposible: así, del ahogado el sombrero, los que decían que las FARC se levantaban contra el gobierno de Uribe porque no era democrático se convierten en los más rigurosos defensores de la democracia. ¿Alguien recuerda que el M-19 formaba parte del Foro de Sao Paulo junto con las FARC y el ELN? ¿Qué pedían durante los años del Caguán? ¿Cuál ha sido la conducta del Polo Democrático durante el gobierno de Uribe? El descaro con que ahora se cambia de política sólo es muestra de la calidad de pretexto del discurso: de lo que se trata es de los intereses de unos grupos sociales parasitarios.

Izquierda y derecha
En términos generales la izquierda es el altruismo de los maestros que se niegan a ir a determinados barrios y a someterse a cualquier evaluación, de los profesores universitarios que, generosamente pagados por el Estado, predican el asesinato de policías y soldados, de los políticos que reclaman privilegios inicuos como “derechos adquiridos”, de los profesionales de la tutela y de la protesta: izquierda es la virtud de dejar el trabajo a los demás. Pero la vaga idea igualitaria, colectivista, etc. sirve para justificar cualquier desmán. Por ejemplo, el concejal de Bogotá Roberto Sáenz se declara distanciado de los miembros de su partido que siguen pensando en la dictadura del proletariado y el régimen de partido único. ¡Qué curioso! ¿Cómo es que está con ellos? ¿En qué son mayores sus diferencias con los concejales y votantes peñalosistas que con los amigos de las FARC, que nadie niega que haya en su partido? De hecho, ¿alguien recuerda alguna vez que algún dirigente de ese partido haya dirigido algún reproche al régimen cubano? Claro: no se les puede pedir, es que son de izquierda, tienen principios. Ya se entiende.

Bipartidismo forzoso
Todos los que han lanzado su candidatura presidencial para 2010 (Pardo, Garzón, Petro) y los que probablemente lo harán (Fajardo, Gaviria Trujillo, Mockus), buscan la aprobación de Chávez y Piedad Córdoba por una parte y de la opinión por la otra para ser adversarios del candidato uribista. De la entrevista de Petro se infiere que Fajardo y los “visionarios” comparten esa visión “frentista” (de otro modo, ya habrían mostrado su discrepancia), lo cual hace pensar que el Gran Acuerdo Nacional ya es un hecho. Sólo queda comprobar hasta qué punto los medios y toda la poderosa facción estatal consiguen arrastrar votos, naturalmente de personas descontentas con las FARC pero a las que se puede engatusar con diversos pretextos. Al respecto, se debe recordar que la adhesión al castrismo y a su modelo de sociedad es mucho mayor que el apoyo a la guerrilla o a sus socios políticos: el castrismo es genuina expresión de una tradición regional, las ideas liberales son las propiamente foráneas. Al respecto no hay que engañarse. Y esa afinidad con Piedad Córdoba y su mentor la tratarán de ocultar de muy diversos modos, siempre tratando de crear la percepción de que hay algún valor o dato más importante que esa afinidad (como la patética petición de renuncia de Mockus). Triste papel el de un ex alcalde cuyo sucesor afín fue apoyado con entusiasmo por el entorno del presidente.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 18 de junio de 2008.)