lunes, noviembre 22, 2010

Bienvenido, señor Uribe

Por Jaime Ruiz


En una escena de la encantadora versión televisiva de Guerra y Paz, el padre del príncipe Bolkonski le dice a su hijo, que había sido dado por muerto en Austerlitz, algo como "Es muy curioso, has muerto como un héroe pero al mismo tiempo disfrutas de estar vivo". Igualmente, el buda Shakyamuni se había librado de seguir en la rueda del samsara pero al mismo tiempo seguía existiendo, por pura compasión hacia los sufrientes, necesitados de su orientación.

Parecida es la situación en que el señor Uribe está a punto de entrar. Por una parte ya es historia, con más peso que cualquier líder político colombiano del siglo pasado, pero al mismo tiempo sigue siendo el referente decisivo de la política colombiana y el líder en el que se reconoce la mayoría de la gente. Perderá el mando sobre las instituciones, pero dada su capacidad de influir sobre la gente tendrá más poder que cualquiera de los que ostentan cargos públicos.

Semejante situación es a un tiempo un privilegio y una opresión, y mucho me temo que para Uribe será al principio más bien lo segundo, acostumbrado como está a la mística de la acción y el corto plazo: de los resultados tangibles y la microgerencia. Sobreponerse a esa nostalgia, acostumbrarse a que la política del día a día es tarea de otros, es el primer desafío que tiene que afrontar el casi ex presidente.

Y será tanto más duro cuanto que los pasos dados hasta ahora por su sucesor hacen pensar en un retorno de los noventa. Mejor dicho, de algo reconocible en los noventa pero en realidad más antiguo y más profundo, y que es lo que en últimas está en la base de la tragedia colombiana de la segunda mitad del siglo XX. El señor Uribe tiene que meterse en la cabeza no sólo que ya no es el presidente, sino que casi seguro tendrá que ser oposición, salvo que quiera jubilarse y dedicarse a defender su labor de gobierno. Ésa es la segunda tentación que tiene que, en mi opinión, rechazar.

Pero insisto, el poder del señor Uribe es inmenso, otra cosa es que sepa hacer uso de él. Basta con borrar las palabras "corto plazo" de cualquier determinación que se tome para entenderlo. Basta con meterse en la cabeza que la sociedad colombiana no necesita sólo a alguien apropiado a la cabeza del Estado, sino una conciencia clara y una determinación firme para superar sus taras. Que más que buenas medidas del gobierno los colombianos necesitamos saber qué queremos y qué rumbo vamos a tomar.

Para empezar, como líder indiscutido de cierta "derecha sociológica", el señor Uribe podría plantearse organizar un partido guiado por un ideario claro y formado por personas ilusionadas por hacer del país una democracia como las de Europa y Norteamérica, y no sólo por aspirantes a funcionarios que suscriben cualquier retórica con tal de asegurarse el nombramiento y el acceso al presupuesto. ¿Lo hará? Por ahora es el único que puede hacerlo, pero no parece muy claro que se lo plantee.

Como figura reconocida en todo el continente y aun en Europa, Uribe puede liderar la denuncia del chavismo y de las complicidades con las bandas terroristas. Nadie que examine a fondo la retórica y la actuación de las ONG como Amnistía Internacional o Human Rights Watch, así como de cierta burocracia de la ONU, puede albergar ninguna duda de que explotan los derechos humanos para conseguir el premio de los crímenes terroristas. Si el señor Uribe publicara un libro en el que copiara y analizara el sentido y la oportunidad de esa retórica, relacionándola con la realidad, ese libro podría no sólo vender millones de ejemplares, sino golpear el tinglado chavista-terrorista tanto como la Operación Jaque.

Más importante aún: puede que la misma persecución de los malhechores de las altas cortes le permita pensar en la necesidad de superar la Constitución de Pablo Escobar y el M-19. Es algo que debería inquietar a la sociedad colombiana, pero es que esa sociedad es intelectualmente indigente y la forman más bien la clase de personas que sacan provecho (o sueñan con sacarlo) del orden inicuo impuesto por el tinterillo que llegó a presidente por elección de un niño, en componenda con los secuestradores y masacradores, con quienes aspiraba a reconciliarse para superar los odios (lo que lo hace digno precursor de Juan Manuel Santos).

Algún día los colombianos entenderán la necesidad de que haya leyes. Parece que se la planteaba Santander hace 200 años, pero con el bodrio protochavista del 91 se encontró el atajo por el cual se podría prescindir de ellas (no los que no usan ruana, sino aquellos cuya familia no la ha usado nunca): la acción de tutela, que pone en manos de unos funcionarios todopoderosos los recursos comunes, y hasta las libertades públicas, sólo con invocar buenas intenciones y derechos fundamentales, que disfrutan los clientes de esos funcionarios y pagan los demás, a la manera de la antigua Roma.

Pero una decisión clara del señor Uribe de promover una nueva norma adelantaría ese proceso por varias décadas. Claro que es muy dudoso que lo haga, porque a pesar de su enorme aptitud y su enorme pasión , y a pesar del cariño que ha encontrado entre la mayoría de los colombianos, el señor Uribe ha mostrado tener sus limitaciones en materia de visión política (la patochada de la segunda reelección lo demuestra, y es la verdadera causa de que el poder haya caído en manos de las sempiternas camarillas de intrigantes).

Pero son sólo ejemplos de las portentosas posibilidades que tiene ante sí el nuevo ex presidente. Lo mismo podría liderar proyectos empresariales, periodísticos, pedagógicos, cívicos o culturales. Pero a pesar de la muy probable bonanza que vendrá (este mismo año podría llegarse a un crecimiento del 6 % del PIB), la gente echará de menos a un líder político aplicado y resuelto que sabe qué quiere.

Ayer se quejaba Noel Carrascal en este blog de la indefinición ideológica de la sociedad colombiana, que se aferra a "ismos" formados por nombres de personas y no de visiones del mundo. Esa indefinición sólo expresa la confusión ideológica, y aun moral, que acompaña a la barbarie. El nuevo gobierno la acusa: la amplitud de miras es la disposición natural de quien no tiene otras que salir en la foto de las rumbas y acudir a los cocteles a codearse con gente importante, todo a costa de los mismos que pagan las tutelas, obviamente. De políticos que tienen, como decía Galdós, unos ojos pequeñísimos para las ideas y grandísimos para los negocios. De aquellos para quienes los valores son sólo un adorno, el sacoleva del orangután.

Por eso, y porque un gobierno formado por esa vasta componenda y liderado por un presidente que no vacilaba en defender la segunda reelección de su predecesor pero se convirtió, una vez elegido, en el aliado de sus enemigos (a tal punto que Germán Vargas Lleras anuncia que consensuará con los magistrados la reforma a la justicia, que es como si alguien acordara el Código Penal con los delincuentes) muy pronto se mostrará incapaz de contener la corrupción y aun de hacer frente a las crecientes insolencias de los chavistas, el liderazgo de Uribe seguirá siendo el más importante del país. Ortega y Gasset decía que la vida humana estaba menos determinada por el afán de jerarquía que por la ejemplaridad. El ejemplo de Uribe marcará a los colombianos por mucho tiempo, y el contraste con el sucesor que se buscó por no aprovechar su prestigio hace cinco años para promover un nuevo partido y una nueva constitución lo hará aún más importante.

Me jacto de ser el primero que publicó por escrito la idea de que Uribe fuera candidato a la Alcaldía de Bogotá (que sin duda se le habrá ocurrido antes a mucha gente). Es muy probable que, visto el golpe de timón hacia el vacío que está dando el nuevo gobierno, esa opción se haga inevitable para evitar la dispersión del uribismo. Lo único claro es que otro candidato uribista perdería frente a Peñalosa y aun a Mockus. Pero se trata sólo de una de las muchas posibilidades que tiene Uribe ante sí.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 6 de agosto de 2010.)