sábado, enero 12, 2013

Apartheid

La comparación entre Colombia y Sudáfrica ha aparecido varias veces en los medios. Primero en un artículo de la líder terrorista Natalia Springer y después en la carta de Desmond Tutu. En esa versión, las FARC vendrían a ser como el correlato local del Congreso Nacional Africano, cosa que escandaliza a muchos que, como Eduardo Mackenzie, las ven como una minoría aislada que amenaza a una democracia poco menos que ejemplar.

Y no obstante la comparación es muy apropiada. Se trata de territorios remotos respecto de las metrópolis europeas conquistados por gente de ese continente que sometieron a los nativos a condiciones próximas a la esclavitud. Tras siglos de situación colonial, los descendientes de los conquistadores crean un nuevo Estado pero mantienen la dominación sobre la mayoría de la población y tienen a su servicio la máquina estatal que les permite conservar la hegemonía sobre las rentas.

Es decir, salvo algunos matices ocurre lo mismo. El principal matiz es el nivel moral e intelectual de los descendientes de los holandeses y británicos que se asentaron allí comparado con el de los españoles que conquistaron a Colombia, otro es la facilidad de la exclusión por la ausencia de mestizaje. Otro no menos importante, la información que se tenía en el resto del mundo sobre la naturaleza del régimen.

El régimen de exclusión se superó en Sudáfrica imponiendo la democracia, el derecho de todos los ciudadanos a elegir a los gobernantes y la igualdad ante la ley. En Colombia es exactamente lo que los comunistas quieren abolir, y han abolido gracias al embeleso de las mayorías con un caudillo que sólo está pendiente de defender su gobierno y su buena imagen, y que le abrió el camino al Atila que destruye la democracia.

Se equivoca fatalmente el señor Mackenzie. Lo que las FARC representan es la resistencia de los criollos ante la democracia. De ahí que todos los sectores sociales privilegiados y parasitarios sean entusiastas de la "paz" consistente en premiar sus crímenes. El régimen de Apartheid tradicional no se superará con la negociación sino que se reforzará, como ocurrió en 1991 con la multiplicación del gasto público, la concentración del poder en la autoridad judicial (no elegida), la "acción de tutela", el delito político y demás disposiciones incompatibles con el sistema democrático. El bando de las FARC es el de los "blancos" dueños de todo, pero la lealtad que ese viejo orden despierta es tan grande que nadie quiere verlo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 29 de septiembre de 2012.)