martes, julio 12, 2011

Uribismo y anapismo


La adhesión popular a Uribe una vez concluido su gobierno y el contraste con quienes lo reemplazaron recuerda poderosamente el fenómeno de la Anapo a finales de los años sesenta. Pese a lo difícil que resulta comparar a un militar golpista como Rojas con un político popular como Uribe, hay muchos parecidos entre la clase de personas que los apoyan: no entre toda la gente, pero sí entre la mayoría de las clases medias bajas y entre los habitantes de la periferia que se sienten excluidos por la oligarquía tradicional que controla los partidos políticos.

Si bien los líderes no se parecen mucho (aunque se podrían encontrar muchos puntos en común) el medio al que se enfrentan es el mismo, incluidas las paradojas que la desfachatez de quienes monopolizan los espacios de opinión de la prensa permite pasar por alto. La dictadura de Rojas representó una cierta imposición de la institucionalidad, del Estado como garante de la seguridad y el bienestar común, sobre el gobierno al que derrocó. No se le atribuyen atrocidades graves, a diferencia de los "demócratas" que la reemplazaron, cómplices unos de una dictadura que promovió la violencia sectaria de los chulavitas y los otros de las guerrillas y grupos de "bandoleros" cuyos crímenes servían para justificar dicha violencia.

El gobierno de Santos recuerda en parte al Frente Nacional al comienzo (el acuerdo con el Partido Liberal y el pastranismo, bajo cuyos gobiernos vivió Colombia en los noventa horas tan oscuras como el periodo 1948-1953) y por otra parte el final de dicho régimen, con el fraude ahora encarnado en la traición completa y descarada al mandato de las urnas. Pero sobre todo en la increíble determinación de perseguir a ambos líderes: los socios de Laureano Gómez y Guadalupe Salcedo y compañía juzgando a Rojas son parecidísimos a los socios de Piedad Córdoba, Víctor G. Ricardo y Martha Catalina Daniels juzgando a Uribe. La responsabilidad de Pastrana, Samper y Gaviria, los actuales muñidores de la política gubernamental, se asemeja a la de Laureano Gómez y los patrones de las guerrillas, por lo demás aliados de los comunistas. No se inventan el descaro con su grotesca pretensión de juzgar a Uribe.

Entre las cosas que han cambiado desde entonces destaca sobre todo la Constitución del 91, con la imposición de una dictadura de los jueces basada en una retórica de "derechos" que legitima día tras día toda clase de atropellos y la aceptación de conceptos como el del "delito político", gracias a los cuales se mantiene la actividad de la obra muerta (la parte emergida, legal) de la nave terrorista. Y el uribismo fue un periodo mucho más largo que el gobierno de Rojas, y además reciente. Y la aceptación que encuentra entre los ciudadanos también es mayor.

Pero si no es capaz de encarnar una nueva política, con un programa libertario dirigido a reducir el gasto público y el parasitismo de la burocracia (que es la razón de ser de la tradicional repartija oligárquica) y con un proyecto de convocatoria de una Constituyente verdaderamente representativa que corresponda a ese ideario, el uribismo corre el peligro de terminar como la Anapo. De hecho, esa oportunidad se perdió durante el gobierno de Uribe, que en lugar de promover esos cambios intentó aliarse con los mandarines del orden impuesto por Pablo Escobar y los asesinos del M-19 para quedarse en la presidencia más de lo que la ley y la costumbre de las democracias determinan.

Es triste que una persona de tanto valor como Uribe no se interese por esas tareas que cada vez se hacen más necesarias y se niegue a admitir que el proyecto de referendo para otra reelección fue un grave error que terminó abriéndole las puertas a un socio de quienes a toda costa quieren destruir su legado. Más triste aún porque siendo un político de larga trayectoria tendría mucho que enseñarle a la confusa multitud de sus seguidores, muchos de los cuales recuerdan a los que en otros países de la región seguían a dictadores como Pinochet y Fujimori.

Pero no se vive sólo de buenos deseos y quejas lastimeras. Si el uribismo sigue siendo pura nostalgia y apego al caudillo, los partidarios de asimilar a Colombia a las democracias liberales tendremos que dar por descontado un proceso como el de la Anapo después de 1970 y pensar en otro modelo de renovación del país.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 23 de marzo de 2011.)