lunes, enero 11, 2010

Perversidad del buenismo

Una duda que me asalta con mucha frecuencia es lo que sentirán los entusiastas de Obama respecto a los acontecimientos de las últimas semanas. Es posible que se consuelen pensando que todo está controlado y nada es tan grave como el hecho de que EE UU invadiera Irak en tiempos de Bush. ¿Cómo distinguir al antiamericano y en realidad antimoderno del papanatas que cree que a Chávez y Ahmadineyad se los contiene reconociéndolos? ¿Cuánta gente cree de buena fe, más allá del atrevimiento que le permite la ignorancia, que los iraquíes estarían mejor sometidos al criminal que arrastró a la muerte a casi un 10 % de los ciudadanos y al exilio a otro 20 %? Es difícil saberlo, porque las campañas de la prensa, por ejemplo de la prensa colombiana, crean una falsa comunidad en la que a fin de cuentas la amenaza para el mundo era Bush mientras que Chávez es un demócrata de lo más legítimo, o casi.

No obstante, vamos a suponer que muchos de esos entusiastas de Obama obran de buena fe y creen realmente en la democracia. ¿Cómo interpretarán los hechos de las últimas semanas? A mí me hace recordar el chiste del aristócrata que le ofrece su palacio a una señora de su clase social a cambio de una noche de amor. Cuando ella acepta le ofrece lo que se ofrecería a una prostituta barata. "¿Por quién me ha tomado?" "Eso ya se aclaró, ahora discutimos el precio." La frivolidad y en últimas deshonestidad intelectual de esas personas ya quedó en evidencia cuando callaron respecto a la negativa de los demócratas a firmar el TLC con Colombia. Insisto, no hablo de los chavistas, que tienen sus motivos, hablo de los que se consideran diferentes.

¿Qué clase de pretexto es el de que el gobierno no protege a los sindicalistas? Ya lo han explicado muchos periodistas estadounidenses, a los que los demócratas leen, que los tales sindicalistas son simples afiliados a sindicatos y son asesinados unas ocho veces menos que los demás colombianos. ¿No sería más razonable condenar al gobierno colombiano por no proteger la vida de los demás ciudadanos? No, porque en ese caso se recordaría que los índices de homicidios bajaron radicalmente a partir de 2002.

La envarada reprimenda por no proteger a los sindicalistas sólo corresponde a que las personas poco informadas en Estados Unidos interpretan esos regaños como una actitud digna ante la dictadura latinoamericana de derechas que persigue a la oposición, según un mito que divulgan los extremistas de la prensa y los amigos de las guerrillas en EE UU. El prurito de amor por los sindicalistas, que provocaría mucho asco si la gente entendiera las falsedades sobre las que está montado, por una parte complace a los afiliados a sindicatos, tradicionales votantes demócratas, por el otro frena la posible firma del TLC con Colombia.

Pero ¿a quién no le conviene que se firme el TLC con Colombia? La gente más débil tiene mucho recelo ante el libre comercio con otros países porque las diferencias de salarios terminarían arrastrándolos al desempleo o a la reducción de ingresos. Por eso creen que un TLC con Colombia ayudaría a perder empleos en EE UU, y los sindicalistas (es decir, los que viven del sindicalismo) les ayudan a creer eso. Esa gente no sabe que Colombia exporta todo lo que quiere sin aranceles a EE UU por el Tratado de Preferencias Andinas, mientras que EE UU exportaría sin aranceles a Colombia con el TLC. Sin el menor atenuante: se engaña a la gente para que crea en una ficción y se la perjudica con el pretexto de defenderla. Ni hablar de las posibilidades de desarrollo de un aliado en una región en la que reina el antiamericanismo.

Pero no: Colombia no es un aliado de Obama porque el gobierno de Uribe y sus éxitos contra el terrorismo servían a la propaganda republicana. El tener a un aliado firme en la región interesa menos que la hegemonía entre los votantes y la ventaja respecto de los republicanos. Los admiradores de Obama no se han detenido a pensar en eso pese a que lo saben muy bien: les resulta justificable a ellos también puesto que la no firma del TLC perjudica a Uribe y, se dirán, se traduce en mayor respeto de los derechos humanos. Sólo es que ya no se trata sólo del cinismo del presidente estadounidense, sino del de sus partidarios en Colombia.

En realidad la disposición dialogante de Obama tiene el mismo sentido falaz de la negativa a firmar el TLC: se trata de un elemento de propaganda política que asienta el mito de que los problemas, como la costosa factura de la guerra de Irak, empezaron por la arrogancia y agresividad de Bush: lo que hace falta es diálogo y comprensión. Ese diálogo y comprensión llevan en sí un reconocimiento tácito a los más siniestros tiranos como líderes de sus naciones. Todos los campos de concentración cubanos, los fusilamientos de gente que intenta huir y los encarcelamientos de disidentes quedan redimidos porque el presidente estadounidense necesita mostrar al mundo un talante urbano, comprensivo, académico y de "poder blando". Lo mismo se puede decir de los mil atropellos de Chávez, de la opresión de los iraníes (sobre todo de las iraníes) a manos del régimen teocrático, etc.

El resultado de esa actitud es fácilmente previsible: antes del diálogo los incomprendidos ganan posiciones. Chávez encarcela a Baduel y persigue a Rosales, los iraníes avanzan con su programa nuclear, los norcoreanos se envalentonan más que nunca, etc. ¡Ya están reconocidos, ahorá sólo hace falta ponerse difíciles para llegar bien situados a la negociación! El bondadoso renovador no entiende que su tierno ofrecimiento no genere una masiva adhesión de esos a quienes ha abierto los brazos, de modo que se muestra más abierto y generoso, como esos enamorados a quienes sus amadas desprecian y manipulan con cómodo desparpajo. El discurso de El Cairo es un caso de reconocimiento de todas las aspiraciones no de los ciudadanos de países musulmanes, sino de sus gobernantes, casi nunca elegidos, como lo demuestra Arcadi Espada.

Tras ese discurso el atrevimiento de los ayatolás fue aún mayor: tranquilamente cometieron un fraude masivo en las elecciones y reprimieron la protesta de la gente, seguros de que cuanta más crueldad exhibieran más dispuesto estaría el líder de Occidente a ceder.

Del mismo estilo es la reunión de la OEA en que mostró tan amplio reconocimiento a Chávez y los Castro: no van a llegar a disgustarse por sus diferencias de opinión, los países están llamados a entenderse, etc. Ellos encantados: sin la menor duda, nada animó más a Chávez a encargar a Zelaya el golpe de Estado con que hundiría a Honduras en el creciente agujero negro del Socialismo del Siglo XXI. Después de que EE UU y Colombia votaran a favor de la incorporación de Cuba ya casi se podría adivinar que también respaldarían la expulsión del pequeño país centroamericano porque sus elites resistieron al golpista. Como si fuera muy complicado proponer en la OEA que en lugar de expulsar a Honduras se convocaran elecciones anticipadas y se las vigilara bien. ¿Quién va a esperar que el civilizado líder estadounidense va a ponerse a defender a esos golpistas en lugar del presidente elegido? ¿A quién se le va a ocurrir que Estados Unidos hoy en día vaya a detectar rasgos antidemocráticos en un país ahora amigo como Venezuela?

Los asesores de imagen de los políticos siempre les aconsejan pensar en una persona que ve por un momento la televisión mientras come y trata de quitarse de encima a los niños, de distraerse del cansancio del trabajo, de pensar en lo que hará con la compañera o el compañero de trabajo con quien espera tener una aventura, o en las facturas, o en su infancia. Las sutilezas de la política no están al alcance de esa gente. Vagamente recuerdan su rechazo de otra época por los regímenes militares de Hispanoamérica y sin dificultad se indignan cuando ven un golpe de ésos. Obama sabe llegar a esa clase de gente: las posibilidades de que los hondureños vivan libremente y tengan instituciones que funcionan no le interesan en absoluto, sino la adhesión de esa gente que no conoce nada de Centroamérica ni del avance del chavismo.

De tal modo, Chávez y sus socios resultaron los amos de la OEA y los garantes de la democracia con el resuelto apoyo del gobierno estadounidense. Hay una palabra vieja que describe a esa clase de personas: santurrón: "gazmoño hipócrita que aparenta ser devoto". Esa clase de demócrata es Obama, el que para alimentar la ficción de que el mundo sólo sufre por la arrogancia de los republicanos deja hacer tranquilamente a cuanto criminal gobierna y condena a Colombia a estar expuesta a las agresiones del sátrapa venezolano, pues no faltaría más sino intervenir en la región y pecar como los republicanos.

La expansión del imperio chavista encontró un aliado espléndido en el nuevo presidente estadounidense. Emulando con ventaja a su precursor en el "buenismo", Jimmy Carter, el que toleró el genocidio de Camboya, el mayor crimen desde la segunda guerra mundial, y ayudó a Daniel Ortega a apropiarse de Nicaragua y a llevar la Guerra Fría a Centroamérica, Obama parece empeñado en ayudar a todos los enemigos de la democracia. Sobre todo reconociéndolos, pero también aislando a los países que podrían serles hostiles y mostrando debilidad, como explica Gabriel Albiac.

Los episodios de Honduras y el nuevo papel de la OEA anuncian para Hispanoamérica una catástrofe mucho mayor que cualquiera conocida. ¿Se detendrá Chávez en su proyecto expansionista ahora que ha sumado dos nuevos países, El Salvador y Paraguay, a su imperio? ¿Se volverá un demócrata? Lo más probable es que considere que ya tiene permiso para convertir la frontera con Colombia en un burladero para las FARC y el ELN, respaldado por el armamento que compró y por la evidente determinación de Obama de ayudar a caer al gobierno aliado de los republicanos. Eso sí, siempre complaciendo los prejuicios del ciudadano ordinario que puede ser persuadido de que el gobierno colombiano vive dedicado a matar sindicalistas.

He pensado mucho en esa clase de personas leyendo una cita del discurso de Obama sobre la prisión de Guantánamo:
Al mismo tiempo, en lugar de servir de herramienta contra el terrorismo, Guantánamo se convirtió en un símbolo que ayudó a al-Qaeda a reclutar terroristas para su causa. De hecho, la existencia de Guantánamo probablemente creó más terroristas en el mundo que los que allí detuvo.
¿Quién lo dudaría? Al Qaeda resulta un movimiento que busca las libertades cívicas y sus nuevos militantes resultan humanistas indignados por la crueldad. Sinceramente es difícil encontrar algo más falaz que esa cita: ¿los terroristas los crea la prisión de Guantánamo o el permiso para gobernar un país que se les dio en tiempos de Clinton? ¿Ha crecido Al Qaeda desde que existe esa prisión? Eso sin hablar de la tranquila acusación de torturas, respecto de lo cual la misma Administración Obama reconoce que no las había, como explica Ramón Pérez Maura.

En esa mentira Obama tiene un precursor muy característico, obviamente también dedicado a halagar los prejuicios de sus votantes: el presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, que en un discurso ante la ONU explicó tranquilamente que Al Qaeda era un producto de la desigualdad económica. La gente ignorante en España puede llegar a creer eso.

El demagogo sabe explotar el prejuicio y complacer a los suyos: una vez la brutal hostilidad de Chávez y Ahmadineyad contra la democracia y contra Estados Unidos es culpa de Bush y de la falta de buenas maneras, una vez Al Qaeda recluta gente que se inmola para rabiar contra la crueldad, etc., la simpatía de la gente por el hombre bueno aumenta. Puede que al mismo ritmo con que se implanta el reino del terror en los países del ALBA y se prepara quién sabe qué barbaridad en cualquier parte del mundo.


(Publicado en el blog Atrabilioso el 8 de julio de 2009.)