martes, abril 14, 2009

Otro 9 de abril

Hoy se cumplen 60 años del “bogotazo” y la efeméride casi fuerza un comentario. Ojalá que la reflexión sirviera para ayudarnos a comprender el sentido de la tragedia que afronta Colombia más o menos desde esa época, y de la que las diversas aventuras terroristas y el ascenso de las organizaciones dedicadas a la producción y el comercio de drogas ilícitas son sólo un aspecto.

Los autores
Como con tantos magnicidios de la historia colombiana, finalmente no se sabe quiénes estaban detrás del asesinato de Gaitán, ni siquiera si fue el resultado de una conjura o la acción de un individuo aislado. En cualquier caso, esto último resulta muy dudoso porque la rapidez con que se dio de baja a Roa Sierra, como a Oswald unos años después, hace pensar en un primer intento de borrar el rastro de los que encargaron el crimen. Durante décadas la mayoría de los colombianos con acceso a la educación han aceptado la versión de que se trataba de “la oligarquía” contra la que se levantaba el tribuno. Esto es absurdo: ¿a quién se le ocurre que en las mismas fechas en que se celebra una conferencia internacional en que el régimen pretende legitimarse como democracia modélica los gobernantes mandan matar al líder de la oposición? La gente cree eso del mismo modo en que los hindúes y budistas asumen la creencia en la trasmigración de las almas, es lo que oyen siempre y averiguar la realidad de los hechos resulta laborioso e ingrato.

Sospechosos habituales
Si se piensa en quiénes podrían haber hecho eso por su particular disposición moral, en a quienes convenía un levantamiento en esas circunstancias, en la filiación política de los que atribuyen el crimen a “la oligarquía” o en los que a fin de cuentas heredaron la retórica de guerra civil de Gaitán, la responsabilidad de los comunistas es una tentación muy poderosa. Sobre todo si se tiene en cuenta que 1948 es el peor año de la Guerra Fría, el año de la fundación de la RDA y de la Corea comunista. La misma presencia de Fidel Castro, casi un adolescente, demuestra una intensa actividad de los agentes de Stalin en la región: estudiantes de todo el continente invitados a una asamblea que resultaría como la contestación de los “pueblos” al encuentro proyanqui de los gobiernos. ¿No les suena a algo conocido? Por lo demás, la pista comunista la han sustentado personas muy próximas a los hechos, como Carlos Lleras de la Fuente.

Tareas de encubrimiento
Pero la hegemonía de la justicia social en los medios de información y de las universidades hace que se exculpe sistemáticamente a los comunistas. Sin ir más lejos, un artículo publicado hace poco en El Tiempo y firmado por Carlos José Reyes declara: “Los primeros momentos fueron de zozobra y anarquía, lo que demuestra que no existía un plan preconcebido por fuerzas de oposición, en especial los comunistas, como se señaló por aquellos días”. ¿De qué manera lo demuestra? Alguien busca generar la anarquía, se produce la anarquía y eso demuestra que no había nadie detrás. En el mismo suplemento afirma Fidel Castro: “Apenas en cuestión de minutos comenzó a producirse de una manera espontánea, porque aquello no lo podía ni fraguar ni organizar nadie, una extraordinaria agitación. Se creó un estado de cólera indescriptible”. La conclusión del tirano cubano es igual de sesgada que la del teatrero: ¿cómo que aquello no lo podía organizar nadie? Los mismos que matan a Roa Sierra se dedican a recorrer la Séptima divulgando la noticia mientras que otros reclutan a media docena de delincuentes para comenzar un saqueo. ¿Cuál es el misterio? Con el descaro de quienes se sienten dueños de la verdad, los editorialistas de El Tiempo declaran: "El gobierno conservador propuso la absurda versión de que el asesinato era obra de un grupo de conspiradores comunistas". Eso, el epíteto resuelve todas las dudas. Se trata de un rasgo cultural: esa clase de personas creen que siempre hablan con sus criados y cualquier aserto lleva en sí la amenaza de despido, de modo que dan por sentado que todo el mundo asentirá. Por lo demás, basta con recordar las numerosísimas versiones de la prensa y los blogs que atribuían a agentes estatales el atentado de El Nogal o el de la Escuela Superior de Guerra para comprender que los comunistas están acostumbrados a cometer los crímenes y a señalar a otros inmediatamente, que matan para mentir.

Más allá de Gaitán
La mayoría de los errores de comprensión tienen que ver con aquello que se da por sobreentendido y en lo que no se piensa. El relato habitual sobre el asesinato excluye cualquier evaluación de Gaitán y su discurso y cualquier reproche a sus deudos dedicados a incendiar casas y a desocupar las joyerías y las tiendas de los judíos y libaneses. La misma idea de una insurrección popular que derribe al gobierno existente y redima a las mayorías excluidas, a la que no era ajeno en absoluto Gaitán, merece una mirada recelosa que por desgracia es en extremo minoritaria. Ningún magnicidio justifica miles de asesinatos cometidos en venganza, ni menos los saqueos y todas las demás muestras de barbarie que exhibió la población colombiana en esa ocasión. El llorado tribuno parece un precursor de Chávez, y de hecho sus recursos oratorios eran aprendidos de Perón y de Mussolini, al tiempo que sus seguidores fueron el sustento moral de la delincuencia de las décadas siguientes. Si, como algunos creemos, lo asesinaron los comunistas, sobre todo fue porque él como orador incendiario había contribuido a crear la atmósfera de revolución inminente que los hacía avizorar una victoria próxima.

Colombia hoy
La hegemonía “derechista” de esta primera década en Colombia, resultado de la larga orgía criminal de las guerrillas comunistas, puede hacer creer a muchos que la semilla de Gaitán está enterrada, pero eso sería un error. Como en los demás países de la región, los sueños de redención masiva por obra de algún gobierno que despoje a los ricos y aporte dignidad a la manera del coronel bolivariano tienen mucho arraigo y resurgirán cuando aparezca de nuevo la ocasión. Sería deseable que el relato de esa parte de la historia de Colombia incluyera una evaluación crítica de Gaitán y de sus propuestas, pues, más allá de los elementos conspirativos, ¿no estaba ya preconfigurado el bogotazo en esa retórica? ¿O es que sólo debemos condenar el crimen que lo provocó, precisamente lo que no sabemos a quién atribuir?
(Publicado en el blog Atrabilioso el 9 de abril de 2008.)