lunes, enero 10, 2011

Abducción y amnesia

Esas dos palabras sirven para describir en el contexto colombiano lo que cierta jerga periodística ha dado en llamar "poder duro" y "poder blando": las dos formas en que una potencia se impone en el contexto global, bien con sus misiles y sus fuerzas especiales o bien con su prestigio, sus universidades, sus productos tecnológicos y sus industrias culturales.

El bando revolucionario en Colombia, que se describe a sí mismo como "izquierda democrática" y es en últimas sólo la expresión de los grupos sociales que siempre han dominado el país, cuenta con el poder duro de la amistad de las fuerzas extraterrestres que retienen a las personas que no contribuyen a la causa, y con el poder blando de sus redes de relaciones y del control de los medios de comunicación, gracias a los cuales los ciudadanos están a salvo de recordar siquiera que las víctimas existieron.

Claro que esas palabras, abducción, extraterrestres, hacen pensar a mucha gente que no se trata de algo muy serio, pero eso es por el efecto del poder blando: es decir, de los cientos de personas influyentes y "creadores de opinión" que se lucraban de los secuestros y viven dedicados a hacer creer a los incautos que tales hechos no tuvieron lugar y que Colombia es un país como los demás, con algunas confusiones derivadas de la falta de obediencia de los políticos a los tecnócratas.

Si lo que uno llama secuestros no eran abducciones, ¿cómo se explica que ninguna autoridad judicial se interese por las personas que se llevaban a las víctimas de las ciudades ni por los que controlaban sus horarios ni por los que pasaban información a los abductores sobre el patrimonio de ciertos ciudadanos? ¿Y que tampoco lo haga nunca ningún periodista?

Para que no hubiera ahí una presencia extraterrestre habría que empezar a preguntarse por la extraña desaparición de los medios de información de una importante líder del sector izquierdista del Partido Liberal, Martha Catalina Daniels, gran defensora de Ernesto Samper. Mejor dicho, habría que pensar que la desconcertante lealtad de ese partido con la senadora Piedad Córdoba, que abiertamente alienta a las FARC, tiene motivos muy, muy parecidos a los que tenía la finadita.

De modo que yo hablo de abducciones y extraterrestres por pura cortesía: en Colombia suponer que los secuestradores tenían cómplices y que las decenas de miles de millones de dólares que recaudaron las FARC con los secuestros y la Ley 002 enriquecieron a muchos miles de personas que viven orondas en las ciudades, es como estar loco o como ser un fanático amigo de los paramilitares. La primera organización económica del país obraba por altruismo y nunca tuvo quien le ayudara.

Y no hay que ser un lince para suponer que los entusiastas defensores de esa generalizada "presunción de inocencia" son a menudo quienes han obtenido ganancias gracias a esos hechos, como la mencionada senadora difunta y quienes la rodeaban. El problema no es que tales personas controlen a los jueces e intimiden a todo aquel que los denuncia, sino que los demás no ven ningún problema en su impunidad y aun en su poder.

La Colombia de hoy en día es un país en el que ese pasado resulta casi honroso, y las nuevas generaciones de pensantes, críticos y revolucionarios, las de los hijos de quienes se enriquecieron secuestrando gente y cobrando extorsiones son EXACTAMENTE las que se rebelaron hace unos meses en aras de la "decencia". ¿O alguien recuerda una sola vez en que uno solo de los simpatizantes de la ola verde se preocupara por los cómplices de los secuestros? ¿O a alguien se le ha ocurrido poner en duda que el Partido Comunista que organizó y dirigió abiertamente las FARC por muchos años encuentra recursos fabulosos, inconmensurables, para las dos campañas de Luis Eduardo Garzón en 2002 y 2003 por pura solidaridad de los entusiastas de la justicia social?

En fin: el poder de la izquierda democrática se ejerce en varios niveles o estratos. Hay un aspecto duro de quienes organizaban las extorsiones y mandaban niños rústicos a castigar a quien no pagaba, y de quienes hicieron carrera política con esos recursos fabulosos, hay un aspecto intermedio de quienes elogian día tras día a los líderes de la izquierda democrática en la prensa o, peor, de quienes tienen por oficio hacer olvidar ese poder, y hay unos estratos bajos, que son los de la mayoría de los colombianos, criaturas serviles que no llegan a molestarse siquiera porque los proveedores de iniquidades sean poderosos y ejerzan de maestros de moral.

Lo cierto, lo innegable, es que los secuestros y extorsiones fueron un negocio muy seguro y muy rentable, y que son muchos más los que prosperaron gracias a ellos que los que ven con alguna inquietud ese poder, que se ha hecho hegemónico en los medios de comunicación, en las redes sociales, en la prensa, en el gobierno local, en las universidades y en las instituciones de justicia.

Y es que sinceramente tampoco hay por qué juzgar a quienes al menos obtienen algún provecho de la complicidad con esos hechos cuando son mayoría quienes sólo se halagan a sí mismos poniéndose de parte de los primeros. Los canallas desprendidos y gratuitos son los más dañinos, no porque sea mayor su perversidad sino porque lo es su número:
Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos,
que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenos.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 22 de septiembre de 2010.)