lunes, octubre 11, 2010

El aroma del tamal es más poderoso que la vaharada del fascismo

1. Edad psicológica. A la hora de explicar los resultados electorales del domingo pasado, los partidarios de la ola verde son clónicos y penosamente pueriles: el país está poblado por estúpidos a los que se compra fácilmente con un tamal, un plato de lechona o algo así, y por eso no escogen la honradez ni la cordura. De hecho, no faltan propuestas sensatas para corregir eso, obra de economistas de las mejores universidades. Por ejemplo, un comentarista del blog de Alejandro Gaviria proponía el domingo:
Y bueno, que hacemos? toca mandar buses y dar almuerzo el dia de elecciones. Y hacerse el loco pensando que eso no es comprar el voto, porque no hay transaccion en efectivo ni condicionamiento sobre el almuerzo, solo un pequeño recorderis.
Es terrible, mucha gente anda diciendo que la ola verde fracasó porque sus seguidores aún no tenían la cédula, pero la clase de razonamientos rutinarios basados en el tamal y el plato de lechona no parecen propios de personas de dieciséis años, sino de once.

2. La campaña de Mockus. El "latiguillo" de Mockus desde mucho antes de la ola verde es el cuento de "No todo vale", triste lugar común que encierra las típicas falacias de la propaganda: ¿es que hay alguien para quien "todo vale"? Bah, bah, ¿para qué vamos a preocuparnos? Ojalá el problema se acabara ahí. Antes de las elecciones Mockus lideró una campaña de protesta contra las ejecuciones extrajudiciales ("falsos positivos"). Los honestos y cívicos seguidores del ex alcalde ponen esos crímenes como ejemplo del "todo vale". Pero ¿existe alguna relación? Todo es falso, esos crímenes les han servido mucho a los terroristas y de ningún modo le servirían al gobierno. ¿No es increíble el descaro?

3. Halago y calumnia. De tal modo, el joven de clase media se ve llamado a formar parte de las huestes de las personas compasivas, justas, pacíficas, moderadas, razonables, etc., y para eso se lo hace cómplice de una mentira brutal, de una calumnia perversa tras la que están los intereses de los terroristas, de Chávez y su entorno. A medida que se integra en el bando de los buenos se le hace formar parte de los grupos de presión y se lo radicaliza y fanatiza con procedimientos de secta. ¿Hasta qué punto es eso deliberado por parte de Mockus? Exactamente hasta el punto en que acepta el apoyo de personajes cuya oposición al gobierno sólo encuentra en las supuestas "chuzadas" un pretexto: personas que en realidad no quieren que se combata a las guerrillas. Aunque él mismo declara que "Quienes hablan de salto al vacío quieren conservar a toda costa los vicios del pasado: los falsos positivos..." ¿Alguien lo cree? ¿O es tan despreciable la condición de los colombianos que nadie puede ver la mala fe de semejante aserto? De hecho, otro importante líder mockusiano, el rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, José Fernando Isaza, declara:
El rechazo a la cultura del atajo y al todo vale propuesto por Mockus traerá mayores niveles de bienestar que la política de más de lo mismo, que incluye asesinatos de inocentes...
Dando por sentado que los asesinatos de inocentes no son algo que favorece sus aspiraciones políticas, sino algo que ordena el gobierno.

4. Precursores de la "ola verde". Es imposible leer alguna noticia o artículo de El Espectador sin encontrarse con decenas y a veces miles de comentarios exaltados de personas para las que el presidente Uribe es un asesino responsable de todo lo que hicieron los llamados "paramilitares", José Obdulio Gaviria era el asesor de Pablo Escobar y en general cualquiera que discrepe del fervor del periódico y sus columnistas ante Piedad Córdoba o justifique la política de Seguridad Democrática es un asesino partidario de las motosierras. Todas esas personas, al parecer sólo unas pocas decenas, profesionalizadas por ONG, se entusiasmaron después de que Héctor Abad Faciolince llamara a la unión de Mockus y Fajardo y sirvieron de puntal de la ola verde.

5. Injerencia selenita. Los problemas colombianos se podrían resumir en uno solo: la inmensa mayoría de la gente no entiende que esos comentaristas son los mismos guerrilleros. Puede que no salgan de sus cómodos apartamentos ni torturen a nadie, pero es como decir que Hitler no empujó a nadie a una cámara de gas. Esos comentaristas fanatizados, llenos de odio, incentivados y convencidos de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad hacen más por la causa de las FARC que varios frentes de niños sicarios y rústicos intermediarios de la industria de la cocaína. Pero la gente ingenua cree que son sólo ciudadanos indignados por la mafia del gobierno ("lo malo de la rosca es no estar en ella") y así viene a resultar que las guerrillas prácticamente llegaron de la luna.

6. El fascismo ordinario. Odio, mentiras, intereses mafiosos, manipulación de adolescentes. afinidad con criminales (pues todo el odio contra Uribe procede de su éxito contra las guerrillas): es el retrato del fascismo. Cuando se piensa en el sentido de expresiones como "No todo vale" o "La vida humana es sagrada" (como si los que no apoyan a Mockus fueran asesinos) aparece el rasgo característico más marcado: la corrupción del lenguaje. El que se trata de un fascismo ligado de manera indisoluble al régimen venezolano y a las bandas terroristas es algo que explicaré más adelante.

7. El estilo de la propaganda. Las innumerables imágenes que hemos visto del candidato Juan Manuel Santos como monstruo siniestro, explotando su supuesta fealdad, son copiadas casi directamente de la propaganda nazi: se trata de un estímulo infantil sumamente perverso, gracias al cual se genera una asociación normalmente inexistente entre la apariencia física de alguien y sus intenciones y actuaciones. Cuando se piensa que el "argumento" es atribuirle al ex ministro responsabilidad en los asesinatos de inocentes que cometieron unos malhechores que trabajaban para las fuerzas militares, la afinidad con el nazismo resulta todavía más marcada: se trata de la misma clase de gente, y nadie debe dudar de que esos entusiastas propagandistas son los mismos que hace una década escribían comentarios en los foros de internet burlándose de los secuestrados y justificando los crímenes de los terroristas. A pesar de las intenciones que pudieran tener los ex alcaldes, la verdad es que su campaña se basó en la explotación de esa clase de recursos publicitarios.

8. Todo sea por la paz. Los textos que se publicaron en los días previos a las elecciones son los más dicientes respecto al espíritu que alienta la campaña de Mockus, incluso explican su persistencia en buscar un triunfo en la segunda vuelta. Paradigmático, y protegido por una ominosa omertà de los hampones ilustrados que ejercen en Colombia de "creadores de opinión" es este escrito, claramente encargado por algún agente de Chávez, del ex ministro Rudolf Hommes. Si alguien duda de que la campaña de Mockus es la representación del chavismo en Colombia, es alguien que obra de mala fe, o bien desconoce esa perla o padece un daño cognitivo tremendo. El brutal golpista antisemita que amenaza cada semana a los colombianos y promueve el asesinato de los que puede resulta la versión andina de Adenauer. La carrera armamentista del gorila rojo resulta inexistente y el único problema es la animosidad de los colombianos, que se remediaría eligiendo a Mockus. Naturalmente que los empleados de Santodomingo que pretenden orientar a la opinión tienen que callar ante perlas semejantes, pero ese silencio los delata. Al igual que delata al candidato, que también rehúye contestar acerca del apoyo de Chávez a las FARC.

9. Ocho años perdidos. No es ninguna sorpresa que una corriente política cuya esencia es la propaganda, en realidad la manipulación del triste vicio arribista de los colombianos, ansiosos por incluirse entre los escribas y fariseos para ostentar su virtud de un modo que es lo menos virtuoso posible, mienta sin cesar y de la forma más descarada. Uno de esos columnistas (pero son más del 80 % de los que aparecen en los medios bogotanos), Juan Gabriel Vásquez, nos cuenta en una obra de la reflexión que humillaría a un Larra, no en balde titulada "Adiós a los atajistas", que "el gobierno de los últimos ocho años fue, con distancia, el más politiquero y corrupto de la historia colombiana". Lógicamente no habrá quien lo ponga en duda, menos en la prensa bogotana, menos en el periódico del patrón de Martha Catalina Daniels. ¡Cuando el gobierno encargaba magnicidios, como el de Álvaro Gómez o el general Landazábal, la corrupción no era tanta! El alivio del ilustre pensador no encuentra límites: "La verdad es que los ocho años de Uribe han devuelto el país a la cultura del atajo, ese conjunto de manías y perversiones del cual parecía que habíamos salido, o comenzábamos a salir, al empezar el siglo". Es uno el que no ve lo que se ha perdido en estos años, el que no ve a Colombia peor que al empezar el siglo. ¡Entonces al menos había esperanza de justicia social! De hecho, al cabo de la década, se pregunta Vásquez: "¿valía la pena tanto atajo para no llegar a ningún lado?". Parece que no.

10. El despertar de los jóvenes. Ni a Hommes ni a Vásquez les reprocha nadie sus extrañas salidas. Los más avispados tienen siempre a mano el recurso perfecto: "A mí que me esculquen". ¿Qué hacían entonces en la "ola verde"? Algún pretexto encontrarán, y los favorece que nadie les pregunta: si el ex ministro explotaba el viejo recurso "pacifista" con que los pro-nazis británicos buscaban favorecer el rearme de Hitler, ellos tal vez no lo leyeron. Si el joven escritor explota la mala memoria de la gente, y adereza los olvidos con mentiras (Uribe no fue elegido para acabar con la "politiquería" sino para combatir a las FARC), a la mejor manera de Goebbels, ellos tienen otra especialidad. Nadie puede reprocharles nada. Pero el mejor retrato de la retórica fascista, ya incluso en términos grotescos, es otro literato: Ricardo Silva Romero. La épica renovadora y saturada de lirismo parece una torpe parodia tropical de los escritos del poeta oficial del fascismo, Filippo Tommaso Marinetti, aunque los excesos de lirismo muevan más bien a lástima (pongo mis comentarios entre corchetes):
Y un día, cuando ya los habíamos dado por perdidos, los jóvenes se levantaron de sus tumbas. [¿Estaban en tumbas? ¿Todos los jóvenes o sólo algunos? ¿Qué hacían en tales tumbas?] Y gracias a Internet, que les ha devuelto el alma a tantos cuerpos [Marinetti le escribía poemas a la aviación], que a todos nos ha hecho comprender de qué hablan cuando hablan de "democracia", descubrieron que no son una minoría [¿una minoría? ¿todos los jóvenes?] de inconformes [¿inconformes?] condenados a quejarse de la sangre fría de los políticos, que a nadie puede delegársele la responsabilidad de corregir el mapa de Colombia [¿corregir el mapa?], y que el destino de este país ajeno [¿ajeno?], en el que apenas han sobrevivido [¿apenas?] como si fueran inmigrantes ilegales, en verdad está en sus manos. Este domingo saldrán a votar para abrirle paso a una revolución pacífica que dejará al mundo entero con la boca abierta [Olé]: reclamarán, como una conciencia colectiva [hala], la patria que les quitaron a los padres de los padres de sus padres [¡les quitaron!].
11. Se cierra el círculo. Es fastidioso extenderse sobre la calidad literaria de la propaganda fascistoide que ha acompañado a Mockus. Mucho más interesante es que el lector entienda que la intensidad de la ola verde forma parte de la misma confluencia de intereses que mantiene a la prensa colombiana en continua campaña de calumnias contra el gobierno, que la unánime indignación de los columnistas y comentaristas por las supuestas "chuzadas" a Jorge Enrique Botero, Holman Morris o a algún magistrado amigo de Giorgio Sale no se dio cuando el interceptado era el presidente ("le parto la cara, marica"), o cuando publicaron una conversación privada de Fernando Londoño con el general Del Río. ¿O sí se dio y no nos hemos enterado? La ola verde es la coronación de ocho años de calumnias, pero éstas son sólo la resistencia a un gobierno que echó a perder la negociación con la que Santodomingo y los dueños de Semana se habrían hecho más dueños del país de lo que ya son. El colmo es el montón de escritos que han salido protestando por el leve chiste de José Obdulio Gaviria acerca del "manifiesto pederasta" del programa del Partido Verde. Ya dedicados a salvar la industria del secuestro, ¿qué importa hacer un poco el ridículo?

12. Inventándose la guerra. Por eso nadie va a encontrar ningún problema en la última columna del padre de la ola verde, el también literato Héctor Abad Faciolince. ¿Recordarán que desde el principio en este blog denunciamos la vaguedad de las ideas de Mockus respecto de las FARC? En los escritos de Abad no hay ninguna vaguedad: se trata del acta de defunción de la política de Seguridad Democrática. Tras ocho años de despilfarro de recursos seguimos igual que en 2002. El pensador se felicita del asesinato de nueve infantes de marina, hecho que refuerza sus bondadosas certezas, llenas de frustración por el mal uso que hizo Uribe del cheque en blanco que "le firmamos". Es exactamente la misma propaganda del Partido Comunista en 2003, tras la masacre de El Nogal: "Ni un peso más para la guerra". La guerrilla se acaba resolviendo sus causas, no con "ira y maldad". Así, ¿no es la ola verde una estafa en la que con un "sobrevenido" ecologismo y mantras de la época de la psiquedelia se intenta atraer a la gente arribista e ingenua al programa de los socios del terrorismo? Sin la menor duda, y fracasó porque no se puede engañar a todos todo el tiempo.

13. Calumnia, que algo queda. Las bandas terroristas son un fenómeno ligado a ciertas tradiciones colombianas, reforzadas por los intereses soviéticos y cubanos en una época, y después por las castas que se apropiaron del poder a comienzos de los noventa, en alianza con Pablo Escobar y los políticos más corruptos. El cambio cultural que necesita Colombia es ante todo el destierro del fascismo, de la violencia interesada, de la calumnia, de la intimidación que se practican primero en defensa de los intereses de las mafias políticas y después en las zonas rurales en aras de asegurar el poder de dichas mafias. Si Mockus trajera alguna novedad en materia de cultura y no fuera el socio de Hommes (abierto emisario de Chávez) y de Abad (abierto opositor al combate a las bandas terroristas), tal vez se ocuparía de los comentaristas de El Espectador o de personajes como Felipe Zuleta, que dan ejemplo a la peculiar secta de sicarios morales que acompañaron el despertar de la ola verde.

Como colofón a este escrito copio un ejemplo de un viejo conocido de la blogosfera, viejo acompañante de Mockus y desmesurado, típico calumniador. En el citado blog de Alejandro Gaviria, dejó esto Javier Moreno, el creador de Gacetilla:
"Ciertamente, un gobierno dedicado a ayudar a las FARC llevaría a una guerra civil. Es increíble que alguien lo dude. Lo que muchos dudan es que Moskus, habida cuenta de sus declaraciones, va a ayudar a las FARC."

Qué bueno. Ya Jaime "Mil Colinas" Ruiz empieza a prometer guerra civil si gana Mockus. Es bueno cuando este señor encapuchado deja sus amenazas bien claras. Así uno sabe con qué tipo de persona es que está hablando. Además de bruto, cerrado e ignorante es un matón solapado.
El texto en cursiva corresponde a un anterior comentario mío. "Mil Colinas" era la emisora de los genocidas ruandeses. Estos hampones siempre están con el mismo recurso de los escribidores pagados por ONG que dejan comentarios en El Espectador: quien no colabore con la causa de Hommes y Abad, los dos más conspicuos socios de Mockus, es porque forma parte de los paramilitares y está llamando a matar gente. Es el único recurso que tienen, cuando no pueden borrar los blogs para atribuirle las proezas a otros, o dejar amenazas de muerte anónimas como comentarios. Es el arte de los fascistas, intimidar y calumniar. Mandar matar gente y presentarse como víctimas. Explotar la propaganda y convertir los negocios criminales o la afinidad con Chávez, Piedad Córdoba y gente así en "honestidad", "decencia", "tolerancia", "respeto de la vida humana", etc.

Ojalá el lector se detuviera a pensar en lo que pasaría si un gobierno colombiano se dedicara a ayudar a las FARC a destruir pueblos con cilindros y secuestrar a miles de personas. Ahora resulta que algo que es obvio para cualquier persona recta es lo propio de matones. Realmente alrededor del payaso de los mantras se reunió la chusma fascista más desvergonzada y peligrosa, pero lo más seguro es que se aburrirán pronto en Colombia. Con Adenauer tendrán más suerte.


(Publicado en el blog Atrabilioso el 1º de junio de 2010.)