domingo, agosto 20, 2017

Los uribistas rectos


La confusión de la política colombiana es una constante y tiene mucho que ver con la tosquedad del medio, en el que no predominan los valores o los propósitos claros sino la mezcla tóxica de sentimentalismos, hipocresía y cálculos de corto plazo. El ejemplo más fuerte es el Centro Democrático y quienes más lo ejemplifican son los miembros de ese partido que pretenden estar en contra de los acuerdos de La Habana, obstinados en creer que ese partido representa de algún modo el rechazo a dichos acuerdos. La tendencia a engañarse es algo muy humano, pero hay un límite en el que ya se cae en el ridículo.

Al respecto voy a comentar algunos párrafos de la "Respuesta a Carlos Salas" que publicó recientemente Eduardo Mackenzie.
[...] Es verdad que el CD es un partido joven, en construcción, ideológicamente heterogéneo y sin experiencia organizativa. Salas debería aceptar algo que es obvio en los partidos democráticos: que el derecho de expresión y el derecho a la crítica de la dirección hacen parte de la vida de esos partidos. Sobre todo, si estos son partidos que comienzan su andadura.
¿Qué clase de partidos son "ideológicamente heterogéneos"? Los partidos colombianos, por ejemplo, Álvaro Uribe Vélez era del mismo partido que Piedad Córdoba y al parecer a nadie le parecía algo problemático. Es porque en Colombia no se tiene en cuenta el diccionario, de modo que un partido no es un "conjunto o agregado de personas que siguen y defienden una misma opinión o causa" sino una asociación para acceder a cargos públicos "rodeando" a determinados líderes que los podrían proveer. Obvio que la discusión debe estar abierta, pero ¿cuál es la "opinión o causa" que comparten los del CD? ¿Tal vez las vagas proclamas de los textos programáticos, que en Colombia todo el mundo entenderá como le dé la gana? Lo único que une al CD es la adhesión a Uribe y en últimas a su aspiración a volver a la presidencia, cosa que se evidencia en la búsqueda de una Constituyente acordada con las FARC.

Desde su fundación, el CD ha sido un partido que defiende la negociación de La Habana. Una crítica que pretenda que sea otra cosa hace pensar en un cambio del NSDAP para que se dedicara a promover la causa judía o del antiguo PCUS para que adoptara las ideas de Hayek. La comparación parece excesiva porque efectivamente la mayoría de los votantes uribistas son hostiles a las FARC, pero la actuación de ese partido es inequívoca. No ya como CD sino mucho antes, cuando todavía decían que "la U es de Uribe". La "crítica" a la dirección y la discusión sobre el rumbo del partido son en realidad reconocimiento de una trayectoria que va más allá de lo que podría tolerar cualquiera que se tomara en serio la democracia. Como un amigo de un tipo que ha cometido diversos crímenes graves que lo invitara a discutir para corregir su trayectoria.

Es decir, lo que Mackenzie y los demás críticos hacen no es en realidad desaprobar una orientación que consideran incorrecta, sino fingir que no se habían dado cuenta de que esa orientación preside la actuación del uribismo desde 2010. ¿No les llamó la atención que en las elecciones de 2014 no se aludiera a "la paz"? Saúl Hernández pedía que se excluyera ese tema de la discusión electoral. No importa, la heterogeneidad del partido permite que se esté con una cosa y con la contraria, que se acompañe el proceso de paz y a la vez se lo critique, en aras de una "mejora" o "modificación" que cada cual puede entender como quiera. Cuando Uribe decía que "no sería obstáculo para la paz" los uribistas, gente desvergonzada como buenos colombianos, entendían la "ausencia de violencia" y no la negociación de La Habana.

Esa disposición de estos críticos es casi cómica: ¿cómo se puede estar en un ejército a favor del enemigo? Suponiendo que no se sabía qué hacía ese ejército. El CD y antes el uribismo del PSUN son en realidad el amortiguador del golpe de Estado de Santos. Después de impedir que en cinco procesos electorales (las regionales de 2011 y 2015, las legislativas de 2014 y las dos vueltas de las presidenciales) se discutiera la pertinencia de la negociación con las FARC, trataron de evitar el plebiscito (en aras de una Constituyente acordada con las FARC) y cuando no pudieron trataron de buscar la abstención. Ante la presión popular tuvieron que pedir el voto por el NO, pero lo hicieron disculpándose. El triunfo del NO les sirvió para buscar algún provecho propio, de ningún modo para defender la voluntad popular. En la gran marcha de Colombia hacia la tiranía que encabeza Santos, el CD va como de mala gana, y dentro del CD van estos descontentos que se preguntan en qué momento se unieron a los destructores de la democracia. Hace mucho tiempo que ocurre, lo único que tiene interés es entender sus motivaciones.

O tal vez haya otra cosa que vale la pena tener en cuenta: aquello en lo que Mackenzie está de acuerdo con Salas, la confianza en el futuro del CD. Salas cree que ganará las elecciones de 2018, Mackenzie proclama que es un partido que comienza su andadura. No queda mucho para ver que el candidato uribista no pasará a la segunda vuelta en 2018 y que el partido desaparecerá porque NO ES NADA, no representa más que la nostalgia de los buenos tiempos y la lealtad de grupos de "lagartos" al hombre del que creen que el pueblo está enamorado. ¿Qué es lo que propone el CD que sea diferente a otros partidos? Mackenzie y compañía no vieron que en 2014 no se discutía "la paz", tampoco que la propuesta central de Zuluaga (ampliar los cupos universitarios) era más atroz que la lamentable "economía naranja" que promueve su "bestia negra" (que cuenta con todo el apoyo manifiesto de Uribe).

En realidad lo que está pendiente de una evaluación objetiva es aquello que cimenta el uribismo: la obra de gobierno de Uribe. "De aquellos polvos estos lodos". Tanto lloriqueo por lo que haga o diga Duque deja pensando si realmente este émulo de Porky es peor que los ministros de Uribe, como el de defensa que reemplazó a Santos, Gabriel Silva Luján, o que sus partidarios en el Congreso, como Roy Barreras. Al final puede que el CD no sea tan heterogéneo e inconsecuente como creen muchos. Pero de momento sigamos con el escrito de Mackenzie.
[...] Por ejemplo: ¿no vale la pena discutir a fondo si el acuerdo Farc–Santos debe ser o no revocado por un gobierno del CD?
No, no vale la pena discutir si un gobierno del CD debe revocar el acuerdo de La Habana porque el CD es el partido de los seguidores de Uribe y Uribe ya prometió no revocarlo, y también respecto del voto mayoritario en el plebiscito no sólo fue a "interpretarlo" como un voto por él y como en realidad anhelo de "modificaciones" del acuerdo, sino que se jactaba de ello, ¡en aras de la palabra empeñada! El despropósito de "enmendarle la plana" al líder del partido suena a ingenuidad inverosímil. ¿Qué va a hacer Uribe ahora? ¿Va a decir que se equivocó y que en realidad no tenía derecho a vender el voto del NO? ¿Qué van a hacer todos los dirigentes del CD que han apoyado esa traición? ¿Por qué no plantear la misma discusión en el seno del PSUN o del Partido Liberal o del Partido Conservador o del Polo Democrático, partido este último que debería inquietarse por la abolición de la democracia, según su nombre?

No vale la pena convencer a las prostitutas de trabajar como empleadas domésticas ni a los mafiosos de volverse hombres honrados, mucho menos va a resultar sacar a estos politiqueros de su afán de asimilarse al nuevo orden. Simplemente, hay que decirle a la gente la verdad, que la mayoría de la población que no quiere someterse a las FARC no tiene hoy por hoy representación política. La aparente insignificancia de quien haga eso deja ver otra cosa, que Mackenzie y los suyos prefieren ocultar la verdadera actuación del CD para seguir de algún modo en relación con un partido que tiene recursos y votantes. Eso es simplemente complicidad. Para formarse una idea, baste ver este tuit de Rafael Nieto Loaiza: 
Con lo que el NO no era el rechazo al acuerdo, que dejaría de tener valor, sino el clamor por "cambios profundos" que salven a Nieto de desautorizar o contradecir a Uribe. ¿Cómo podría alguien que está contra Uribe ser candidato del CD? Los "cambios profundos" se pueden entender de cualquier manera, y en definitiva no serían nada, o serían tan profundos como elevada la probabilidad de que un candidato uribista, incluido Nieto, pase a segunda vuelta.
Otro punto no menos interesante. Salas trata de vender una idea rarísima sobre la lucha ideológica. Sin precisar el concepto y sin dar un solo ejemplo o referencia, él pretende que “las cuestiones ideológicas han sembrado cizaña”. Afirma enseguida que “Por encima de [las] cuestiones ideológicas está el porvenir de Colombia”. El planteo correcto debería ser lo contrario: el porvenir de Colombia depende del debate ideológico. El “proceso de paz” descansaba sobre el supuesto de que la paz era lo fundamental y que ir hacia un país socialista o capitalista era indiferente. Salas repite esa tesis errada con un argumento estrafalario: ahora “no es cuestión de izquierda ni de derecha”, “ni siquiera de capitalismo contra comunismo”.
Esa retórica de Salas delata al CD y la clase de gente que acompaña a Uribe, tan parecidos a Santos que no es raro que casi todos los congresistas elegidos gracias a Uribe se volvieran santistas en 2010. La contraposición entre las "cuestiones ideológicas" y "el porvenir de Colombia" es la retórica de los lambones que nunca están para pensar en nada que no sean intrigas y adulaciones. Pero la contraposición entre izquierda y derecha es el mundo en el que Mackenzie y los demás "críticos" se sienten cómodos. Es una contraposición falaz. Parte del supuesto de que la izquierda se define por los desalmados que cobran el sueldo de decenas de personas por despotricar de la desigualdad y en últimas derivan sus ingresos del crimen organizado. Esa complacencia en esa "lucha ideológica" es sencillamente una forma burda de mentir. Sin ir más lejos, baste la primera frase de la entrada "derecha política" en la Wikipedia:
Se conoce como derecha al segmento del espectro político que acepta las diferencias sociales como algo inevitable, natural o normal frente a la izquierda, que persigue la igualdad de la sociedad.
Las cosas que definen a Colombia como un país esclavista son las que defiende la llamada "izquierda". Pero (como ya he explicado muchas veces), su sentido es el de la más cruel derecha. Por ejemplo, la llamada "acción de tutela", que anula los códigos y los contratos en favor del arbitrio del funcionario, simplemente encubre la encomienda y la situación ventajosa de la casta de la que salen los jueces. Esa casta se agrupa alrededor de las universidades y secunda la propaganda de la "izquierda", pero en realidad la "acción de tutela" simplemente resguarda la desigualdad extrema del país. Por eso la "derecha" está cómoda con esa atrocidad. Están por la desigualdad, conservando hasta donde se pueda la vida de la sociedad colonial, pero pueden culpar del desorden a la "izquierda". Lo mismo pasa con la parafiscalidad, otra endemia cómica colombiana. Suena cómica pero no lo es, es otra norma derechista por la que se despoja a la gente que trabaja en favor de la casta dueña del Estado. A la derecha nunca le ha molestado esa otra atrocidad, la derecha en todo el mundo y en todas las épocas es el bando de la gente rica. El que se despoje a los pobres no incomoda en absoluto a los derechistas, por eso durante el gobierno de Uribe nunca se hizo nada para eliminar la parafiscalidad, al contrario, Uribe criticó que se la intentara limitar durante el gobierno de Santos. Lo mismo se puede decir de las tradiciones jerárquicas: las sociedades son jerárquicas o son competitivas, dado que la derecha sólo puede ser la tradición, una sociedad competitiva es una amenaza para el rango seguro de los criollos y ninguna derecha en Colombia se ha planteado cambiar eso. Obviamente tampoco lo va a hacer la izquierda, porque esa izquierda sólo es la derecha práctica.

La crítica no es un derecho que se ejerce en el interior de los partidos sino un deber de la razón. ¿Alguien ha hecho alguna vez una evaluación crítica del gobierno de Uribe? No recuerdo haber oído nunca nada parecido. Era el rumbo al paraíso porque se arrinconaba a las FARC, y por eso a nadie le inquietó en absoluto que la educación siguiera en manos de Fecode, que las universidades siguieran en su vieja tarea de adoctrinar terroristas con los recursos de todos y rentas fabulosas para los "profesores", que los medios siguieran en manos del clan dueño del país (siendo que en última instancia la principal fuente de ingresos de esos medios es el Estado, por no hablar de los anunciantes privados que reciben de algún modo favores gubernamentales), que no se pensara en cuestionar ni remotamente el engendro del 91, con sus cortes explícitamente afines a los intereses del terrorismo. Todo era maravilloso porque la guerra contra el terrorismo de Bush generaba un entorno internacional amable y los altos precios de las materias primas daban lugar a un crecimiento sostenido. De hecho, ¿Mackenzie o alguno de los derechistas del CD se han planteado reprochar a sus dirigentes que se terminara eligiendo a Santos? Todos ellos estaban felices con la reelección perpetua de Uribe, que fue el único cambio constitucional que se le ocurrió.

Ningún gobierno le ha dado tanto dinero a los comunistas de las universidades como el de Uribe, mientras que la amistad con los medios del clan López-Santos-Samper correspondía al sueño de incluir un nuevo apellido en la pléyade de los grandes colombianos. Ni hablar del engendro constitucional, que a fin de cuentas es obra de Uribe como de todos los políticos importantes de la época. Cuando se cuestiona el premio a las FARC se pasa por alto que todo eso se hizo antes con el M-19 y las demás bandas que se jubilaron durante los gobiernos de Barco y Gaviria. ¿Hay alguien que cuestione esas negociaciones y la Constitución en que terminaron? Yo no recuerdo a nadie, sobre todo a nadie que no esté pensando en volver a la república de Núñez y Caro.

El ascenso de Santos y la consecuente instauración del narcorrégimen no son el fruto de la "ingenuidad" de Uribe sino el producto lógico de sus hábitos de conducta. Es lo que pasa en el CD, con senadores ligados a bandas terroristas y líderes del Concejo de la capital cuyo único mérito es su parentesco con uno de los principales jefes históricos del PCC-FARC. No es el estilo de los demócratas, pero es que Uribe no es un demócrata sino un caudillo politiquero que maquina intrigas con personajes como sus ministros y los congresistas que hizo elegir en 2010. Los que creyeron que en 2010 había una mayoría hostil al terrorismo a la que Uribe iba a liderar sencillamente no entienden qué ocurre en un medio democrático. Si el presidente traiciona lo que prometió en su campaña y a la gente que lo eligió, se plantea hacerle oposición, pero eso no convenía a los cálculos clientelistas de Uribe y no se hizo, y no hubo críticos que se lo reprocharan porque lo que no hay es críticos sino a lo sumo oportunistas que tratan de formar parte de la mayoría para llevarla hacia donde les parezca.

El CD nació con esa marca del uribismo y no puede ser otro partido, por eso las camarillas del MOIR y otras más dudosas aún se hacen poderosas y tratan de acomodarse al nuevo orden: no está en su naturaleza bregar por la legalidad ni por la justicia sino por las cuotas de poder y los negocios derivados de ellas. El lloriqueo ante lo que hacen esas camarillas dentro de ese partido es un despropósito cómico: lo que la democracia colombiana necesita es otra organización, otro programa, otros líderes, otros hábitos, otro proyecto. Ante todo, la simple intención de asimilarse a las democracias, cosa que no es de ninguna manera el propósito de Uribe y su séquito. Asimilarse a las democracias no es un programa de izquierda ni de derecha, sino un esfuerzo por tomarse en serio los valores que las definen: equidad (Colombia es uno de los países del mundo con mayor desigualdad), imperio de la ley, respeto riguroso a los derechos humanos (un poder judicial que es a fin de cuentas una gran banda criminal está en todo momento violándolos). Todo eso presupone cuestionar a fondo el orden existente, sobre todo la Constitución de 1991 y las instituciones creadas entonces.

Todo eso suena como fácil palabrería porque nadie quiere ver nada que no sean las próximas elecciones. Era así en 2014, nadie se planteó que hubiera que discutir la negociación de La Habana, supongo que tampoco Mackenzie, en todo caso su crítica no resultó muy sonora respecto a la campaña infame de Zuluaga, vulgar, mediocre e inane, mucho más despreciable que lo que hace Duque ahora. ¡Todo se acababa en ganarle a Santos y no se le ganó a Santos porque no se dijo nada diferente! Las elecciones de 2018 las podría ganar un "enemigo de la paz" pero no va a ser alguien apoyado por Uribe y su camarilla. Eso es grotesco. Esas filigranas para oponerse a los acuerdos sin oponerse al que promete no revocarlos suenan a burdo engaño al votante.

Pero si no ganara un candidato así, al menos se habría sembrado el germen de una nueva política. El ritmo al que una nueva política adquiera relevancia depende de muchas variables, pero lo único seguro es que ningún uribista va a pasar a segunda vuelta, y daría lo mismo porque estaría claramente ligado al acatamiento a los acuerdos. Discutir con los seguidores de Uribe tratando de pasar por alto que es él quien "no quiere ser obstáculo para la paz" no sólo es mala fe sino exhibición patética de mala fe.

Si alguna vez hay una corriente política en Colombia que se plantee instaurar un genuino régimen democrático, tal corriente no tendrá nada que ver con el uribismo. Que surja ahora o al cabo de varias décadas no altera esa verdad. La confusión moral del partido heterogéneo y las peleas sobre la izquierda y la derecha son los elementos que salvan al narcorrégimen, porque la población indefensa no tiene quién la represente. La búsqueda de afinidad con la multitud sentimental que no tiene el menor interés en la democracia y tal vez estaría feliz con un nuevo Stroessner andino es oportunismo y mal gusto. Nada bueno resultará del CD: tratar de corregirlo es lo mismo que mejorar los acuerdos de paz, una forma de claudicar.

(Publicado en el blog País Bizarro el 31 de mayo de 2017.)

sábado, agosto 05, 2017

La derecha


Sutilezas
Cuando yo era niño era frecuente en Bogotá descalificar a alguna persona que no entendía algo o no podía hacer algo diciéndole "eso es duro para el campesino". Era típico ese desprecio por la gente del campo en un país en el que la inmensa mayoría procedía de áreas rurales, seguramente todavía lo es. Cuando uno piensa en la dificultad de tantos colombianos para entender que ese lenguaje de "derecha", "izquierda", "centro" es falaz y legitimador del crimen organizado se encuentra pensando eso, en lo difícil que es para los rústicos atender al detalle de las cosas. Ya señaló Ortega y Gasset que la izquierda y la derecha son formas de hemiplejía moral, pero nada disuade a los de mente perezosa ni a los que tienen agendas ocultas o móviles psicológicos turbios.

Polisemias

Cuando uno escucha a los derechistas descubre que la descripción que cada uno hace de su ideología es diferente, como un rótulo que les resulta grato y se lo ponen a cualquier adhesión sentimental, no importa que el uso de ese rótulo no corresponda en nada al diccionario ni al uso común. En la oposición entre el bien y el mal encontraron un nombre para el bien que corresponde a sus manías o pretensiones y se lo pusieron, la derecha puede ser la libertad religiosa o la Inquisición, la más rigurosa observancia de las leyes democráticas o la más desacomplejada dictadura militar, la libertad individual o la persecución de los estilos de vida heterodoxos, el tradicionalismo o la reforma más abrupta, da lo mismo, la derecha se define porque no es la izquierda y en la izquierda se encontró el fantoche fácil de aborrecer. Como las sutilezas y los matices les resultan insoportables, toda la izquierda resulta ser lo mismo, Savater es lo mismo que Pol Pot, La Escandinavia socialdemócrata es lo mismo que Camboya, no hay que complicarse la vida encontrando matices cuando uno es consciente de las violaciones de niñas que cometen los de la izquierda.

Realidades
La historia de los países hispanoamericanos es simple: la conquista y colonización del territorio trajo consigo el despojo y la esclavitud de los aborígenes. La explotación de las riquezas de fácil acceso añadió la importación de esclavos de otro continente. Los descendientes de los dominadores, llamados criollos, aprovecharon la invasión napoleónica de España para crear Estados nuevos dominados por ellos sin sujeción a las leyes imperiales. El orden social de la Colonia se ha mantenido en sus rasgos principales en la mayoría de los países, la religión que mantiene a la mayoría de indios, negros y mestizos en el temor perpetuo cimenta ese orden y los criollos forman clanes de familias prestantes que a veces mandan a sus miembros menos enjundiosos o menos sensuales a hacer carrera eclesiástica para llegar a obispos y formar parte de la elite del poder. La religión les ayuda a proclamar una coherencia moral que en caso de transgresión cuenta con el perdón garantizado por el enunciado de la religión, siempre y cuando se reconozca la autoridad de los  ministros de Dios (es decir, de los criollos, cuyos vástagos intelectuales conforman el clero). Para formarse una idea de esa coherencia moral baste esta legislación sobre el aborto de 1897: alguna dama bien situada socialmente tendría un inquilino molesto en el vientre y sencillamente se acomodaba la ley para que no tuviera que sufrir castigo terrenal.

Falacias
Ésta es la derecha real, la resistencia de esos clanes poderosos al mundo moderno, al sufragio universal y a la voz de las mayorías: a toda noción de igualdad ante la ley, noción que violenta el fundamento del orden social, que es la condición inferior de las castas excluidas (lo que une a la izquierda y a la derecha en Colombia es la reverencia ante la inefable "acción de tutela", la abolición clara del derecho). Lo más parecido que se puede encontrar a la derecha católica son los poderosos romanos que perseguían a los cristianos, aunque con la pequeña diferencia de que aquéllos habían creado un gran imperio mientras que los godos colombianos sólo han parasitado el territorio miserable que heredaron, rodeados de pompa eclesiástica y desprecio por su populoso servicio doméstico. Durante siglos los cristianos fueron lo contrario de esta gente, al principio personas de nivel social bajo. Esa paradoja explica muy bien la evolución del cristianismo, cuyos valores originarios son la base ideológica de la izquierda en todo Occidente: colectivismo, resentimiento social, comunión de los humillados y excluidos...

Disfraces
Si se entiende la derecha como la conservación de privilegios (y no puede ser otra cosa si se quiere atender al diccionario y a la realidad de Hispanoamérica), la izquierda realmente existente es la verdadera derecha: resistencia al mundo moderno en el que se disuelven las jerarquías tradicionales y las cocineras creen que tienen los mismos derechos que los obispos. La verdadera elite intelectual de la derecha sociológica son los jesuitas, cuya universidad es hoy un evidente adoctrinadero terrorista. En general, los sacerdotes católicos de extracción social alta tuvieron mucho que ver con el surgimiento del comunismo hispanoamericano, no sólo los jesuitas que adoctrinaron al Che Guevara y a Fidel Castro, sino personajes como Camilo Torres y sus compañeros del grupo Golconda, por no hablar de las demás versiones de la Teología de la Liberación en todo el continente. El mismo fenómeno se da fuera de la Iglesia, a través de la universidad, que cumple la función que tenía la Iglesia en la época colonial: las familias prestantes siempre cuentan con profesores comunistas que, como obispos resucitados, viven rodeados de lujos por predicar la justicia. Los de derecha sólo son más toscos, el orden que defienden es el mismo pero no quieren que esté enmascarado.

Democracias

La democracia moderna es una novedad que ha avanzado en el mundo lentamente y con grandes dificultades. Hace cien años los países democráticos se contaban con los dedos, y aun en la mayoría de esos países la mitad de la población estaba excluida del sufragio. El orden antiguo resiste en la periferia, y la adhesión al comunismo no es más que una forma de esa resistencia. Naturalmente, los comunistas se proclaman los más demócratas, los verdaderos demócratas, cosa que es casi lícita en un país como Colombia, donde nada encuentra más desprecio que el diccionario. Pero eso mismo es la derecha, cuando dice defender la democracia interpreta el término de modo que resulta ser su ideario franquista y pinochetista. Nadie debe olvidar la clara afinidad del laureanismo con el régimen de Franco. Y la continua expresión más o menos velada de rasgos de antisemitismo e intolerancia religiosa, social e ideológica en cualquiera de los derechistas que uno encuentra en Colombia en las redes sociales.

Ambivalencias

La derecha no puede entenderse de otro modo que como la tradición, y en Hispanoamérica esa tradición proviene de la herencia colonial y de la España anterior. Octavio Paz señalaba que la tendencia hispanoamericana a seguir a un caudillo provenía de la España musulmana. El propio Cid campeador era un caudillo de esa clase. La derecha hispanoamericana siempre sigue a caudillos cuya relación con la democracia es dudosa, trátese de pseudoliberales como Porfirio Díaz, de tiranos grotescos como los que asolaron a Venezuela, Bolivia y varios países centroamericanos o de golpistas como los militares chilenos y argentinos de los años setenta; la derecha se siente democrática porque la izquierda es el comunismo y ellos no son comunistas. El espíritu democrático se reserva para mejores momentos. El caso del fascista Juan Domingo Perón es elocuente: no importa que su nacionalismo, su antiamericanismo y su populismo alumbraran posteriormente la versión local del chavismo, la causa superior de la patria exigía la adhesión sin fisuras. Eso mismo ocurre con Uribe, nadie va a ponerse en contra de él y su partido por mucho que objetivamente sean protectores del siniestro acuerdo de La Habana. La patria es lo importante para la derecha, por eso protege a Sigifredo López y elige a la hija de Angelino Garzón. Eso sí, se proclaman tan demócratas como los de izquierda.

Ideologías

La derecha y la izquierda son máscaras de discursos complejos que a menudo coinciden (como en la realidad colombiana, defensa de privilegios y del orden heredado de la sociedad colonial), y a menudo proveen "identidades" falaces que resultan en adhesiones muy distintas a lo que la gente cree apoyar o le conviene. El patriotismo que "nos" une en torno al hombre fuerte resulta ser el pretexto por el que se escamotea la discusión sobre la negociación de La Habana (nunca se ha cuestionado en cinco elecciones, ni se la cuestionará en 2018). Y es que en definitiva, de lo que se trata es de encontrar pretextos para mantenerse ajenos a la ley. La pasión con que tantos se adhieren a esos paquetes ideológicos me hace recordar al filósofo polaco Leslek Kolakowski, que encontraba razones para ser "liberal-conservador-socialista" sin caer en contradicciones. O en sociedades como la sueca, en las que nadie ha molestado a la monarquía ni a la nobleza ni ha impedido el desarrollo empresarial pese a haber estado por muchas décadas gobernados por socialistas.

Necesidades

Lo que Colombia necesita no es retornar a la sociedad colonial sino asimilarse al mundo moderno. Superar el parasitismo de los funcionarios (que podría ser igual o peor antes de los comunistas), el servilismo de las costumbres, la indolencia generalizada, la laxitud de la aplicación de las leyes, el reino de la mentira en los medios de comunicación y las complicidades con organizaciones criminales. Nada de eso corresponde a lo que el diccionario concibe como derecha, menos cuando de forma obscena, grotesca y ridícula los derechistas afirman su pertenencia al partido de centro que protege el reino del narcoterrorismo. Tal vez lo que más se necesite sea el respeto de uno mismo. Y aún queda mencionar el regalo fabuloso que es para las mafias del secuestro y la cocaína que se les entregue la bandera del cristianismo originario (véase al respecto la "historia moral de la propiedad" que Antonio Escohotado publicó con el título de Los enemigos del comercio). La izquierda como una asociación de canallas dedicados a secuestrar y masacrar gente sólo existe en Colombia. Las discusiones sobre el gasto público, las libertades, etc., no se pueden degradar al punto de que quien no quiera el ideario corporativista de Laureano Gómez y los tribunos grecocaldenses sea equivalente a Petro y los demás malhechores. Eso a veces parece el recurso de gente que no se distingue TANTO de ellos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de mayo de 2017.)