domingo, diciembre 11, 2011

La articulación del movimiento revolucionario

Tuve una discusión en Twitter con el señor
Sergio Araujo Castaño. Me impresiona que hasta la gente que escribe en la prensa comparta las rutinas más increíbles de la ideología colombiana. Como la oposición entre los conceptos de "criminal" y"político":
Para mí es un misterio. ¿Cómo concebir a las FARC como a unos bandidos apolíticos? ¿Desde cuándo el contenido político de alguna organización criminal es legitimador? Esa cuestión, que parece definir a Colombia, la encuentra uno a todas horas. Vale la pena hurgar en esa idea, para mí monstruosa, para entender lo que ocurre.

Pero la discusión al final era sobre la relación entre las camarillas de delfines y las organizaciones terroristas. No tanto eso exactamente, cuanto el papel de un personaje como Roberto Pombo, director de El Tiempo. Lo explicaré más adelante.

Delito político
Cada vez que uno cree haber alcanzado una conclusión precisa sobre un asunto y está feliz con la respuesta que ha encontrado, sólo hace falta que relea un poco algún texto de un clásico que se relacione con el asunto de su reflexión y encontrará ahí su descubrimiento genial, mucho mejor expresado. Eso pasa con la idea de que el delito político existe en la jurisprudencia colombiana, y aun en la cultura tradicional, como forma de proteger a los grandes señores de la política en caso de que fueran derrotados en alguna guerra que emprendían, de modo que los vencedores no los pudieran judicializar. Me gustaría que fuera una ocurrencia mía, pero fue algo que leí hace meses.

El caso es que esa oposición entre "criminal" y "político" es endémica y resulta imposible removerla. El fondo es el orden viejo, con jerarquías brutales que hacían que la vida de los indios y negros fuera insignificante en comparación con la de sus dueños. "Político" era el que podía aspirar a un cargo de poder. El que podía adornarse de retórica y estaba vinculado a castas poderosas. Cuando los colombianos (es incomunicable el que ¡NUNCA NINGÚN EUROPEO HARÍA ESO!) preguntan con rabia si determinado crimen es "político" están expresando ese punto de vista "clasista". La idea de que Breivik es apolítico, o de que si se lo considera político hay que negociar con él y nombrarlo ministro, bastaría para explicar a los europeos lo monstruoso y abominable de la realidad colombiana. Pero "la realidad" no son sólo los crímenes sino esas opiniones como la del trino del señor Araujo que copié arriba. Desligar a las organizaciones terroristas de esa opinión unánime es como percibir sólo la sombra de las cosas. Dichas organizaciones existen y hacen lo que hacen porque en Colombia es legal matar gente para hacer carrera política. No sólo legal, sino legítimo (es decir, legitimado hasta por las víctimas). El que detecta algo monstruoso en eso es percibido como un monstruo.

El Partido Comunista
Es decir, durante todo el siglo XIX el poder se basaba en actos de fuerza, en el triunfo en alguna guerra civil. Podría haber simulacros de elecciones, pero en definitiva gobernaba el jugador que se imponía en las intrigas armadas o en las batallas en campo abierto. Ése fue el contexto de la Guerra de los Mil Días, que pasó a librarse por otros medios hasta que estalló de nuevo a partir de 1948. Sólo que por entonces ya había otro actor, dotado de una tecnología eficacísima de dominación y agitación y con enormes recursos del imperio soviético. De todas las hipótesis sobre el 9 de abril la más plausible es la de la conjura comunista, no porque se pueda probar mucho respecto a los motivos de Roa Sierra sino porque los incendios y saqueos obedecían claramente a un plan, por no hablar del interés de contestar la Conferencia Panamericana, con la que EE UU pretendía "alinear" a los gobiernos de la región (imaginarse a los lambones rivales de Gaitán mandándolo matar con tantos testigos es pura colombianidad). Desde mucho antes el PCC trabajaba para crear una base rural que le permitiera emular a Mao Zedong y su guerra popular prolongada. Esa fase se llamaba "colonización armada comunista" e incluía la formación de cuadrillas armadas y el control territorial en rebeldía respecto del Estado.

Es muy importante considerar ese momento porque todo lo que ha ocurrido después parte de ahí. Tras 16 años en el poder, los liberales tienen una amplia hegemonía respecto de los conservadores, deslegitimados además por su adhesión al Eje. Los grupos de poder que han prosperado durante esos años ("la oligarquía") se ven desbordados por un caudillo populista que arrastra a las masas de su partido. La división del partido mayoritario permite que suba el rival, que copa los puestos (el motivo de todas las guerras) del Estado con gente de sus filas. Tras el bogotazo se desata la violencia contra los liberales y éstos en las zonas rurales se alían con los núcleos del Partido Comunista. Rojas Pinilla combate sobre todo a éstos, con apoyo estadounidense por la Guerra Fría, y detiene la cruzada contra los liberales. El Frente Nacional fue una tregua, pero "la oligarquía" liberal siguió aspirando a la hegemonía. La alianza de esas camarillas con los comunistas en los años cincuenta se ha mantenido de forma intermitente, según el juego de cada momento.

Contra el Frente Nacional se levantó el delfín por antonomasia, que creó una división dentro del Partido Liberal y se alió con los comunistas, poderosos en muchas zonas rurales. (Esta entrevista informa mucho sobre el origen de las alianzas actuales del santismo.) En las elecciones de 1960 el suplente de López Michelsen en las listas del MRL a la cámara era el dulce Juan de la Cruz Varela. La relación del MRL con la revolución fue aún más profunda. Plinio Apuleyo Mendoza contaba esto:
Cuando era dirigente de las Juventudes del MRL envié a Cuba, para adoctrinarlos, a más de cuarenta muchachos. Y varios de ellos, al regresar, crearon el ELN.
Cosa que explica que poco más de una década después el ya presidente López Michelsen impidiera la aniquilación del ELN, como ha denunciado muchas veces el general Valencia Tovar.

Movimiento estudiantil
La Revolución cubana y la efervescencia de los años sesenta hicieron que el centro de actividad del comunismo en Colombia se trasladara a las universidades. Una nueva hornada de delfines de la República liberal pasó a reemplazar a sus padres, comprometidos con el Frente Nacional, en la búsqueda de la hegemonía, Camilo Torres buscó un liderazgo como el de Gaitán en la oratoria, surgieron variantes comunistas basadas en la experiencia cubana (el "foquismo", con miles de partidarios en las ciudades), en la ruptura chino-soviética (maoístas, como el MOIR o los llamados "marxistas-leninistas", genuinos precursores del "pensamiento Gonzalo" y creadores del EPL) o en las revueltas de Mayo del 68 (trotskistas, principalmente).

El objeto de este escrito es mostrar la forma en que los cálculos de los delfines se acoplan perfectamente con los planes del Partido Comunista (y del expansionismo soviético de la época) y de las demás organizaciones "marxistas". Ese fenómeno por una parte está implícito en la ideología (el colectivismo es siempre el sueño del cura, del gran terrateniente, del dueño de clientelas políticas; y la ingeniería social de Stalin tenía siglos de trayectoria en la Rusia zarista), y por otro ocurre de forma casi automática en la sociedad colombiana, por el pasado esclavista. Un estudiante de provincia como Iván Ríos no tiene otra aspiración que asimilarse a los grupos de sabios de uñas pulcras, maneras suaves, vocabulario copioso, habilidades sociales, autoconfianza y organización previa o espontánea. En todas las organizaciones revolucionarias los puestos de mando correspondían a delfines o herederos de alguna forma de poder. La "elevación" social del militante de origen humilde iba acompañada de mística, mientras que los líderes estudiantiles pensaban sobre todo en acercarse a una elite para la que ellos eran sólo segundones. El liderazgo seguía en manos de los de siempre: Gilberto Vieira podía consultar sus decisiones con López Michelsen aunque éste fuera presidente, y durante esos años la identidad entre el PCC y las FARC era manifiesta. Raúl Reyes formó parte del Comité Central de dicho partido, así como muchos otros líderes de las FARC. El comunismo y la guerrilla (no habían pasado veinte años de la lista con Varela, como lo que media entre la época del Proceso 8.000 y la actual) seguían siendo para los líderes "liberales" una baza útil para conseguir la hegemonía en el control del Estado.

García Márquez le propuso a Enrique Santos Calderón crear Alternativa, según cuenta el propio Hermano Mayor del presidente. La revista agrupó las aspiraciones de la generación revolucionaria de la época, y reunió a lo más granado de la clase oligárquica. No hay ningún matiz importante que separe la ideología de Alternativa de la de las FARC. Y nada ha cambiado en el discurso hegemónico de las universidades, donde los lectores de dicha revista pasaron a ser profesores y a "formar" una nueva generación de activistas urbanos del terrorismo, obedeciendo siempre la doctrina de los mismos fundadores. Santos Calderón y Caballero son los grandes orientadores de esa clase, hoy poderosa gracias al "hijo" de Alternativa y de las intrigas de la camarilla de Santos Calderón: el M-19 (sobre el particular es del máximo interés este enlace). Bueno, la apuesta de fondo para el comunismo era el PCC y su organización armada, que también prosperó en esas décadas. El que las universidades estuvieran en manos de grupos académicos con esa disposición es otro tema extenso para las pretensiones de este artículo, pero también muestra la articulación entre la casta oligárquica y las organizaciones terroristas. A ningún gobierno le interesa dejar sin trabajo a Cienfuegos.

Todas las formas de lucha
La "combinación de todas las formas de lucha" no es, como se cree, una idea maquiavélica con la que se pretende justificar cínicamente el asesinato. La ideología colombiana lleva siempre a esa delicadeza:


¿También con la ideología nazi? Las posibilidades podrían ser muchas, y viene a ser el mismo punto que copié arriba: ser "político" es una cuestión de modales. Si alguien propone el exterminio de los judíos y la reimplantación de la esclavitud (y en Twitter-Colombia son "ideas" que uno encuentra), hay que plantearse que siendo personas desarmadas y que sólo opinan, pues resulta respetable.

Pero la "combinación de todas las formas de lucha" era una forma en que el PCC justificaba ante los radicales de las otras sectas su participación en la política electoral. Es decir, y la ceguera al respecto ya resulta fascinante (como alguien que considerara "ludópatas" a los dueños de los casinos), todo lo que hacen las guerrillas tiene el mismo objetivo que las diversas campañas electorales del PCC y las demás formas de "lucha". La aversión a las armas es una forma de exhibir uno su estrato (en otra época sería exactamente lo contrario, una espada o una daga no estaban al alcance de cualquiera), y el efecto, ya cómico, es que estaría bien que un día despojaran a la gente de sus propiedades y la mandaran a campos de concentración o de reeducación, por las buenas, gracias a la persuasión que irían ejerciendo los tiernos reformadores sobre la multitud. Todas las ideas son respetables.

Tanto el M-19 como las FARC y el ELN son apuestas de la casta oligárquica. Mientras que los imitadores de los tupamaros se aliaban con Escobar para asaltar el Palacio de Justicia y eliminar a las cortes de la época (vestigio del Frente Nacional que incomodaban a la nueva hegemonía), las otras dos bandas acompañaban la expansión de la "forma de lucha" sindical. De ese modo el PCC se apropió del Estado, primero gracias a los grupos universitarios y después a través de los sindicatos. Fue a punta de intimidación como los comunistas se impusieron en los sindicatos de Ecopetrol, Telecom, el ICSS, Inravisión, el poder judicial, el magisterio y muchísimos otros, gracias a lo cual por una parte generaron una amplia casta de privilegiados que se pensionaban a los cuarenta años y cobraban, siguen cobrando, el sueldo de diez o más sufridos trabajadores. Las amenazas servían para forzar a los empleados a participar en huelgas, para excluir o asimilar a cualquier sindicalista rival y para imponer los pliegos de peticiones en caso de que algún funcionario se obstinara en no firmarlo. A los "trabajadores al servicio del Estado" los nombraban los gobiernos "liberales" (sobre todo a partir del de Barco) y servían por una parte como fuerza de choque urbana del PCC y por otra como clientela electoral de quienes los habían nombrado. Sólo después del Caguán se planteó mover esas clientelas hacia una opción electoral heredera de Alternativa (promovida también por Orlando Fals Borda) y cuyo candidato de la CUT había sido miembro del Comité Ejecutivo Central del PCC: Luis Eduardo Garzón. La nueva apuesta correspondía al previsible fracaso del "liberalismo" tras el escándalo del proceso 8.000.

Al igual que el M-19, el Polo Democrático contó con el respaldo entusiasta de El Tiempo. En las semanas anteriores a las elecciones de 2002, pese a ser una opción nueva y claramente minoritaria, la candidatura de Luis Eduardo Garzón figuró unas ocho veces más que la de Uribe Vélez en el periódico. Pero antes de esa etapa conviene detenerse en las negociaciones de paz.

Rumbo al Paraíso
Mientras las bandas de asesinos secuestran, extorsionan y trafican con cocaína y el PCC organiza sindicatos y prospera maravillosamente gracias a los votos inducidos por las FARC (que se expandieron gracias al intento de Betancur de aliarse con los comunistas para crear un nuevo paradigma de bipartidismo con el que se recuperara el papel de su partido), la parte más noble de la conjura expande su hegemonía por las universidades y la prensa, así como por el poder judicial y otras instancias del aparato estatal. La Constitución del 91 fue como la conquista de la mitad del poder, y dejó abierto el camino para un "avance" más sustancial en la negociación siguiente. La expansión de las FARC durante los noventa fue acompañada de propaganda velada en la prensa y de presiones por la negociación, que condujeron al Caguán.

Cuando uno dice que las FARC son el servicio doméstico armado de los dueños de la prensa en Colombia lo miran como a un loco. El que crea otra cosa podría ir a una hemeroteca, buscar cualquier ejemplar de El Tiempo o El Espectador de 1998 o 1999, examinar las noticias, los artículos de opinión, etc. ¿Qué pretendían? NUNCA NINGÚN artículo publicado en esos periódicos mientras duró la negociación del Caguán puso en duda que fuera lícito negociar las leyes con organizaciones de asesinos, al contrario, cada atrocidad iba acompañada de la reflexión de que las partes necesitaban llegar fuertes a la mesa de negociación y de que todo eso había que aguantarlo mientras se superaba la fase de creación de confianza. Casualmente los mismos que habían dirigido el M-19 desde el control social (es decir, la relación personal con sus máximos dirigentes), que por entonces ya controlaban completamente El Tiempo, eran bondadosa, bobaliconamente benévolos con los terroristas. La deformidad moral que hace falta para creer en tanta inocencia comporta por lo menos una grave lesión cerebral.

La rabia de la gente con el Caguán, negociación que fracasó por los cálculos erróneos de Pastrana respecto a lo que tendría que conceder a los empresarios del terror (no hay que olvidar que Roberto Pombo formaba parte de los comités temáticos), condujo a la rebelión de 2001 que habría de llevar a la elección de Uribe Vélez el año siguiente. Pero en el contexto de esa campaña electoral ocurrieron los hechos que más marcaron la década en Colombia, como el secuestro de Íngrid Betancur y la masacre de Bojayá. A pesar de los ingentes esfuerzos de la prensa por promover la candidatura de Garzón (dado que Serpa se hundía en las encuestas, y para buscar un relevo del liberalismo que fuera más directamente dependiente de la fronda), ésta no despegaba. La masacre tuvo lugar pocas semanas antes de la elección y sin duda fue una jugada para impulsar al candidato de la paz persuadiendo a la gente de sus ventajas. La intención de voto por Garzón en las encuestas (y cualquiera puede comprobarlo yendo a una hemeroteca) se había multiplicado por seis una semana después. El escritor chocoano Óscar Collazos publicó una columna en la que advertía que eso era lo que le esperaba al país si optaba por la guerra (esa perla es imposible de encontrar en los archivos digitales de El Tiempo, al igual que el editorial en el que advierten que aunque las FARC fueran derrotadas otros tomarían sus banderas, del 21 o 22 de enero del mismo año). Ese mismo argumento movió al grueso de la clientela sindical y a las clases acomodadas urbanas (cada vez más formadas por personas ligadas al sindicalismo estatal) a votar por Garzón. La masacre fue el principal acto de campaña. ¿La encargaron los dirigentes de las FARC por iniciativa propia o fue una "directriz" del PCC o de sus superiores sociales? A lo mejor algún día se sabe. A lo mejor es parte de la información que guardan los computadores del Mono Jojoy y que Santos por algo oculta.

El acoso de la prensa contra el gobierno de Uribe fue inclemente desde el primer día. El hecho de que haya gente capaz de negarlo muestra sobre todo ese curioso déficit de humanización de los colombianos: no se concibe algo que sea verdad sino que se proclama lo que parece convenir en cada momento. "La verdad es lo que yo quiero" es el complemento de la noción de justicia consistente en atormentar y hasta matar a aquellos que a uno no le gustan. No obstante, los editoriales se hicieron vagamente melifluos, no por buena voluntad sino por física impotencia ante la popularidad del mandatario. Con Bush ayudando a Uribe y las encuestas siempre a su favor, no había modo de presentarse como opositores radicales, aunque sí era el tono de la mayoría de las noticias y de las columnas de opinión. No obstante, el episodio de la correspondencia de Piedad Córdoba y su grupo de profesores de la Universidad Nacional con las FARC sirvió para que se atrevieran un poquito más.

Por ejemplo, en este editorial la intención de cobrar los secuestros es abierta, por no hablar del respaldo a la iniciativa de la ex senadora.

El colombiano medio es un ornitorrinco al que uno quisiera mirar por todos los lados a ver qué es realmente. ¿Es un completo imbécil o un cínico lleno de maldad el que duda de que toda la iniciativa de doña Teodora es una jugada de legitimación de la actividad terrorista? ¿Y el que duda de que el apoyo a las iniciativas de la dama de la misma prensa dirigida por los creadores del M-19 y editores de Alternativa, promotores del Caguán y perseguidores despiadados de Uribe demuestra hasta la saciedad una relación clara, una "división social del trabajo", para usar la vieja jerga marxista?

En casi toda Sudamérica se han impuesto los castristas con retóricas populistas y el siempre eficaz apoyo de curas y maestros. En Colombia, el Tíbet de la región, donde el aislamiento es más profundo, la especificidad antropológica del hispanoamericano se hizo más extraña y extrema, tal vez como los vericuetos de un sendero que se extiende por las interminables montañas. La gente es mayoritariamente socialista, como en toda la región (herencia del catolicismo que algunos quieren reimplantar como obligación), pero desconfía de los políticos socialistas porque a fin de cuentas son las mismas castas de siempre. Por eso era difícil esperar que la "izquierda" ganara las elecciones porque el país era pobre y los privilegios maravillosos del sindicalismo estatal no alcanzarían para todos. Pero eso sí, todos aspiran a la "educación" para formar parte de esas castas. De ese modo, las poderosas guerrillas, a las que ni el Partido Liberal ni el Polo Democrático les han pedido jamás que se desmovilicen, son un agente cuya condición política se niega (porque comprometería las adhesiones ideológicas de quien juzga) al tiempo que se admite que se negocie el premio de sus crímenes (por puro sentido práctico). Fascinante.

Los proyectos negociadores de Santos, el acoso inclemente contra Uribe por parte de la prensa y los jueces y todo lo que se ve ahora es exactamente la continuación de la misma política de López Michelsen y el Hermano Mayor del presidente en los años sesenta y setenta. La complicidad ideológica de la mayoría, sobre todo con la falacia criminal del "delito político" (inconcebible en cualquier país civilizado), anuncia una multiplicación de los crímenes porque a pesar del control casi absoluto del Estado y de los medios de comunicación, la casta oligárquica es minoritaria en términos de opinión y electorales: Santos intentará destruir el ejército y las FARC crearán dos, tres, muchas Bojayás para persuadir a más gente de que es la hora de la paz. TODAS, TODAS, TODAS las iniciativas apaciguadoras de las ONG afines al terrorismo han sido promovidas por la prensa. La historia se repetirá y seguiremos encontrando a gente que cree que los determinadores de masacres no pueden serlo debido a sus conocimientos en materia de vinos, automóviles y ligueros.

Postdata: En este interesantísimo enlace se demuestra que Tirofijo emprendió su segunda campaña terrorista contratado por los líderes del MRL Manuel Cepeda Vargas y Carlos Lemos Simmonds.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 15 de agosto de 2011.)