martes, noviembre 24, 2020

Los legalizadores


En Colombia se suele describir el narcotráfico como un enemigo de la sociedad, y ya en ese aserto es evidente la mala fe generalizada. El narcotráfico es sobre todo una expresión de la sociedad, lo cual se hace patente en la audacia de las "racionalizaciones" con que se lo defiende. A las viejas teorías de Antonio Caballero (que aseguraba que la prohibición es una maniobra de los bancos para concentrar el negocio) se suma ahora la presión de la red de Soros y la multinacional izquierdista, que por una parte encuentra votantes entre los consumidores, clientelizados de diversas maneras, en una especie de "proselitismo químico", y por la otra seduce a importantes grupos de población en los países productores, donde para tapar el poder de las mafias se describe un paraíso sin conflicto cuando se acabe la persecución.

1. La polémica de la despenalización

La prohibición del tráfico de sustancias psicotrópicas ha acompañado a la humanidad durante tanto tiempo como su uso. Entre los aztecas la embriaguez podría castigarse con la muerte y en Rusia durante mucho tiempo había graves castigos por consumir tabaco. En los países musulmanes el consumo de alcohol está aún prohibido, y respecto de las sustancias desarrolladas más recientemente, son ilegales en todos los países. 

El caso es que en Occidente las prohibiciones chocan con los principios de libertad individual que han estado en la base de la modernidad y numerosos pensadores han abogado por la libertad de consumir lo que cada cual quiera. Desde Milton Friedman hasta Savater o Escohotado y muchos otros. 

Esta visión trata de la prohibición en los países ricos y cuando se interpreta en Colombia, donde la principal industria es la cocaína, se la falsea: dado que se considera deseable permitir que cada persona consuma lo que quiere, se infiere que el problema es la persecución, la causa de la violencia y el delito. Y eso es falso: la causa de la violencia es el poder de las mafias, que cuando no era importante el narcotráfico tenían formidables negocios con las esmeraldas y una rentable industria de extorsión y secuestros, y cuando ese negocio se dañe tendrán el tráfico de órganos y la prostitución infantil. 

El problema no es que en Estados Unidos castiguen el comercio de cocaína sino que en Colombia no rija la ley. Se puede ir a un fondo antropológico: una sociedad propensa al parasitismo, al abuso y a la mentira. Cualquiera que se interese por la vida colombiana en el siglo XIX encontrará lo mismo que en el XXI, la misma nostalgia de la esclavitud de la época colonial y la misma disposición a aprovechar cualquier trampa para librarse del trabajo. La cocaína es la quina moderna y los esclavos que la producen no han visto grandes cambios en su vida desde entonces.

2. La transferencia de la culpa

Hace catorce años el entonces vicepresidente Francisco Santos lanzó una campaña con la que se pretendía culpar a los consumidores de los problemas que causa el narcotráfico en Colombia, cosa tan absurda como si el padre de una prostituta culpara a los clientes. Pero esa transferencia de la culpa es tan característica de Colombia que casi todos los razonamientos que uno oye sobre el narcotráfico la reproducen. (Sobre esa campaña y su sombra publiqué entonces un post que me parece haber escrito ayer mismo.)

El narcotráfico es muy conveniente para muchos colombianos. En los años setenta y ochenta, cuando los jefes del Cartel de Medellín llegaron a contarse entre los hombres más ricos del mundo, la complicidad era generalizada. Los propietarios veían elevarse el precio de sus bienes, los empresarios veían liquidez y demanda de sus productos, los políticos, periodistas y jueces veían incentivos copiosos para animar sus decisiones, los gobernantes unos resultados económicos gratos... Después el negocio mágico desembocó en una orgía criminal, pero antes hubo una complicidad generalizada. Es el dato que no se puede pasar por alto y que explica la actual fiebre "legalizadora".

Y en definitiva, el narcotráfico es una actividad delictiva que lesiona los intereses de la mayoría de los colombianos tal como cualquier vida criminal lesionaría los intereses de la persona y de su familia, por mucho que genere rentas abundantes. Cuando en Colombia se discute sobre la legalización del narcotráfico de lo que se habla es de la legitimidad del narcotráfico, cuando se culpa a los consumidores o a los prohibicionistas es como cuando un par de proxenetas culpan a los policías o a los clientes. Los colombianos no están para decidir si es lícito o no prohibir las drogas sino para decidir si siguen siendo un país sometido a las organizaciones criminales o si intentan ser un país respetable.

Es decir, los legalizadores sólo expresan el conformismo con el narcotráfico, negocio que según muchos analistas tiene un gran papel en el relativo bienestar económico del país en la última década. El exministro y preso político Andrés Felipe Arias publicó un ensayo explicando que fue la cocaína lo que estabilizó la economía del país entre 2015 y 2018. Pero más allá de eso, ¿quiénes la producen, la transportan, la venden e invierten el dinero que produce? Si uno cree lo que se dice en las redes sociales no hay nadie comprometido, salvo gente extraña, indios, guerrilleros, bandidos de regiones apartadas...

La forma en que se expresan esas complicidades es en el discurso legalizador. Nadie está hablando de legalizar el narcotráfico en otros países, en general el consumo de marihuana está tolerado en todo Occidente y en algunas partes de Estados Unidos ya es legal. Nada parecido ocurre con las demás drogas psicotrópicas. Desde siempre se sabe que el fin de la prohibición sería el fin del negocio, de modo que es casi un chiste que los amigos de las FARC y del narcorrégimen cubano y otros personajes afines se preocupen tanto de convencer a los colombianos de que el problema se resolverá acabando con la prohibición.

Nadie se lo plantea, sólo es marketing interno para que los colombianos resulten las víctimas de unas leyes bárbaras y no los cómplices del crimen organizado.

3. Argumentos legalizadores


Leí por casualidad el prólogo que escribió Alejandro Gaviria a una vieja novela de Juan Gossaín. Este rector y exministro formó parte del gobierno en el que la producción de cocaína se quintuplicó (ver Gráfica 8 en este enlace), en gran medida gracias a su labor, pues como ministro fue el responsable de terminar la aspersión con glifosato, y no obstante señala con admirable desparpajo que ese proceso fue un avance. Voy a comentar algunas frases elocuentes de dicho prólogo.
Colombia sigue siendo el principal proveedor de cocaína a los mercados internacionales. Pero los efectos nocivos han sido menores. Es como si el país hubiera puesto en práctica, institucionalmente, podría decirse, una estrategia de reducción del daño. La tasa de homicidios es la menor en cuadro décadas, inferior a la que existía cuando se publicó por primera vez La mala hierba, en 1981.
La tasa de homicidios bajó gracias a la derrota de las bandas narcoterroristas durante los gobiernos de Uribe, la producción de cocaína también bajó en esos años. Durante los gobiernos de Santos los homicidios siguieron bajando gracias a que las guerrillas comunistas se hicieron dueñas del negocio de la cocaína con la ayuda del gobierno nacional. La maduración de la sociedad en el párrafo de Gaviria sólo es el triunfo del hampa, que ya no tiene resistencia.

El párrafo final alude a la marihuana, pero la condena de la prohibición como causante de la violencia se puede aplicar igual a la cocaína.
El debate sobre la legalización total de la marihuana parece más necesario que nunca. Este libro muestra, entre otras cosas, los efectos nocivos de la prohibición. Los muertos. La violencia. La destrucción institucional. En retrospectiva, todo aquello parece inútil. La mala hierba dejó de serlo, pero el legado de muertes y sufrimiento, por cuenta de una guerra imposible, hace parte ya del absurdo de nuestra historia.
Pongo en negrita lo de la "guerra imposible" porque es el centro del discurso "legalizador": el problema no es si la gente toma o no cocaína sino si tu país está dominado por organizaciones criminales dedicadas a ese negocio. La "guerra imposible" es una realidad porque en Colombia no impera la ley ni se la echa de menos, de lo cual Gaviria es un representante, pues ¿no fue la multiplicación de la producción de cocaína un designio del gobierno de Santos relacionado obviamente con negocios fabulosos para los diversos gestores y defensores de "la paz"?

Un aspecto del narcotráfico al que nadie presta atención (obviamente por la naturalización de la esclavitud en la mente de los colombianos) es la vida de quienes cultivan la coca, fabrican el alcaloide y lo transportan a otros países. Vidas miserables, desesperadas y llenas de sufrimiento que no interesan a los que hablan de guerras imposibles y desprecian a los prohibicionistas. Las rentas de la cocaína llegan cómodamente a manos de los poderosos, de gente que puede no tener ninguna relación directa con el negocio y que obviamente no tiene prisa por combatir a las mafias: es una guerra imposible para quien no tiene ningunas ganas de emprenderla, como si se pidiera a los proxenetas que velaran por la castidad ajena.

Woody Allen lo explica al final de Annie Hall: un hombre le cuenta a su médico que su hermano cree ser una gallina. "¿Por qué no lo lleva al psiquiatra?". "Lo haría con mucho gusto, pero es que necesito los huevos". A fin de cuentas el proxeneta no es el que tiene que experimentar contactos asquerosos, sólo proteger el negocio y lucrarse sin esfuerzo. No va a renunciar a los huevos.

Pero la legalización no es sólo atractiva para los amigos de la mafia cubana y sus bandas de asesinos, como Caballero y Gaviria, también en el uribismo se ven razonamientos en esa dirección. El líder uribista Sergio Araújo cierra así un hilo de Twitter bastante razonable: 
Primero, se puede aplicar el ejemplo de la prostitución: una cosa es discutir si es absurdo o no prohibirla. Mientras tanto, ¿qué más pueden hacer tus hijas si tienen tantos admiradores generosos? Araújo tiene que saber que no va a haber legalización de la cocaína en ningún país, y que si la hubiera en Colombia el país sería un paria global, y de hecho no habrá ningún referéndum. Sólo es la complacencia con un negocio que tiene muchos usufructuarios y aun partidarios. Esa "sensatez" ante lo absurdo no llevará a ningún referendo ni a ninguna legalización, pero aliviará la conciencia de los que toman parte en el negocio.

Claro que Araújo es el mismo que en 2014 decía que Zuluaga habría seguido con el proceso de paz y que el futuro de Colombia depende de los cupos universitarios. Simplemente es un líder uribista más autónomo que dice lo que otros más deshonestos callan.

El argumento de la demanda es monstruoso: serviría para la prostitución infantil que, pese a que Vanessa Vallejo diga que el interés por las jovencitas "no es normal", tendría una altísima demanda en caso de ser legalizada. Bueno, y para el tráfico de órganos y la producción de donantes, que además serviría para salvar las vidas de personas que les aportan mucho a sus países (detalle que me interesa señalar porque con motivo del derribo de la estatua de Belalcázar vi muchos tuits de gente que se preguntaba qué aportan los indios al país, como si determinada herencia genética debiera incluir a alguien en organizaciones delictivas).

Pero no sólo los procubanos, santistas y uribistas abogan por una legalización que saben que es una mentira, también los cómicos libertarios colombianos se lanzan a condenar la prohibición con el argumento de la libertad individual. Un tuitero que sin duda los conoce mejor que yo me lo explicaba:Son las cuentas que hace la gente que calcula, con razón, que al menos al principio acabar con el narcotráfico traería una reducción de ingresos para el país.

La prevalencia de la cocaína en la economía colombiana es una tragedia para el país, y perdón por insistir, como cualquier actividad delictiva en cualquier familia. Los principales beneficiarios de ese negocio son los comunistas, que gracias a sus bandas armadas dominan los cultivos de coca y la producción del alcaloide, y también la función publica, el poder judicial, la educación, los medios de comunicación y hasta las redes sociales gracias a los recursos que les provee esa industria. El futuro de Colombia sin hacer frente al narcotráfico es el de Venezuela y Cuba, pues el apetito de poder de los subalternos del régimen cubano generará una destrucción parecida.

A esa prevalencia hay que atribuir la desmoralización total de la juventud, particularmente de las clases altas, no sólo evidente en su adscripción ideológica criminal sino en su cada vez más lamentable mediocridad, tosquedad intelectual y achabacanamiento. ¿Qué porvenir brillante va a haber si lo conveniente es sumarse a las hordas de Petro, calumniar a Uribe en las redes sociales y aspirar a un puesto cómodo en una universidad, en alguna agencia de la paz o en alguna ONG feminista, ambientalista, etc.?

Combatir el narcotráfico es la decisión pendiente en Colombia. Requerirá la firmeza para movilizar grandes fuerzas militares y policiales a fin de destruir los cultivos y laboratorios y para encarcelar a todos los que tengan relación con esas actividades, así como una determinación gubernamental para denunciar a los cómplices infiltrados en las instituciones y ofrecer recompensas por todos los que tengan que ver en el negocio. Eso tendría un precio altísimo, más en forma de "costo de oportunidad" que directamente, pero también el que prostituye a sus hijos (para usar el lenguaje inclusivo) perdería mucho dinero si pensara en trabajar.

Y puedo asegurar que no pasará. Hay familias, castas enteras, que nunca salen del barrio miserable en que se acostumbraron a vivir, cuyos vástagos después de muchas generaciones siguen delinquiendo y prostituyéndose.

(Publicado en el blog País Bizarro el 18 de septiembre de 2020.)

lunes, noviembre 09, 2020

El libreto revolucionario

El festín de violencia que se han dado los universitarios colombianos a partir de la muerte de Javier Ordóñez es la aplicación de un libreto conocido que hace unos meses se ensayó en Chile con éxito notable, aunque en ese país la provisión de fondos para pagar los incendios y otros actos de sabotaje sin duda será más difícil de manejar. En Colombia los terroristas son la primera organización económica nacional, no sólo por los rentables negocios de narcotráfico y minería ilegal sino también por negocios legales derivados del despojo de tierras y de la inversión del producto de 40.000 secuestros y muchas más extorsiones, y sobre todo por el control del Estado a través de las organizaciones de funcionarios, como Fecode y muchas otras, y de importantes alcaldías obtenidas gracias a la compra de votos a través de la "maquinaria" "liberal". El libreto se seguirá aplicando y la esperanza del hampa es aprovechar la miseria y la desesperación que dejará la pandemia para acceder al poder por la violencia. 

La esencia del leninismo
La inmensa mayoría de las personas que se declaran de derecha o anticomunistas, en Colombia "uribistas" porque se identifica al expresidente con el rechazo al comunismo, desconocen por completo la doctrina marxista y sobre todo el leninismo. Por eso se permiten suponer que es posible librarse de un problema firmando la paz con las bandas de asesinos, como si con eso se asegurara que desistieran de su propósito de implantar un régimen de partido único basado en el terror y en el empobrecimiento de la población. Visto que el foco guerrillero no iba a conducir a la toma del poder, pues vuelven al movimiento estudiantil de siempre, al de la época de Camilo Torres, sólo que ahora hay decenas de veces más estudiantes y el partido —o mejor dicho, el régimen cubano— ya tiene el control de los resortes del sistema. 

Es decir, el comunismo colombiano, la llamada "izquierda", sigue combinando las formas de "lucha" en aras del mismo objetivo de siempre. La idea de un "caracazo" les resulta muy tentadora, pues fue lo que funciono´en Venezuela y esperan explotar la pandemia para sacar a la calle a la gente desesperada. Si el gobierno no cae, al menos crean el ambiente de descontento que les permitirá ganar las elecciones y reeditar la experiencia venezolana y nicaragüense.

La delincuencia común y la corriente
Esa idea del "delito político", más como figura constitucional y doctrina de la judicatura, es inconcebible en cualquier país civilizado, pero los colombianos no se dan cuenta de lo monstruosa que es. Ocurre como cuando uno se mete al cine y ve esas aventuras que protagonizan Gregory Peck, Gary Cooper, James Stewart o John Wayne: fácilmente uno cree que son como uno, pero resulta que todos medían más de 1,90 m y formaban parte de sociedades distintas. Colombia es un país singular y los colombianos son gente singular. En Colombia reina el crimen porque se le rinde culto, no sólo por la popularidad de Pablo Escobar en su tiempo, sino sobre todo por la tolerancia con asesinos como Carlos Pizarro, más popular que el antioqueño, o Gustavo Petro, candidato presidencial que obtuvo más de ocho millones de votos.

La barbarie es algo interior, por ejemplo, esa idea de que el que sueña con una sociedad mejor puede violar la ley y ese objetivo se considera noble y elevado, "altruista", es algo que todavía sostienen la mayoría de los colombianos. Forma parte de la idiosincrasia local: ideas convertidas en hormigón armado en los cerebros de la gente, que nadie puede remover. Como que una Constituyente elegida por el pueblo sería peor que la del 91, como que las universidades públicas son el ascensor social para los pobres, como que los militares no deben votar, como que si se quita la parafiscalidad se quedan sin financiar ciertos servicios, como que la "acción de tutela" es una justicia rápida y eficaz. Son cosas que sólo ocurren en Colombia, pero que cuentan con el apoyo de los colombianos. Combatir el comunismo, el narcotráfico, la violencia, la pobreza, el atraso, etc. serían tareas sencillísimas comparadas con la ilusión de que un solo colombiano entendiera que no hay otra maldad que la que alberga en su interior y que todas esas cosas que señalé antes son la ideología del crimen.

Lo anterior viene a cuento respecto del libreto revolucionario por lo siguiente: los CAI son los Centros de Atención Inmediata de la policía y tienen la misión de prestar atención a personas expuestas a ser víctimas de delitos. ¿Qué sentido tiene destruirlos? Sobre todo, facilitarles la tarea a los ladrones y violadores. El estudiante de universidad razona que la policía es el brazo armado del Estado, el que protege la propiedad de la burguesía y el dominio de los banqueros, pero él mismo o su familia podrían quedar desprotegidos al destruir los CAI. Lo que pasa es que su adscripción a la universidad es como a una secta, sus profesores predican la revolución, sus compañeros también, las manifestaciones son la ocasión de divertirse, sentirse importante y hasta conseguir novia, y la recitación de consignas le provee la sensación de ser un conocedor de la historia y la política. El joven, sobre todo el que no tiene muchas luces ni un gran bagaje cultural detrás, entiende "aprender" como "complacer a sus profesores", y es lo que hace tomando parte en la "lucha".

Pero en esas algaradas el enemigo es la policía y el compañero de lucha es la delincuencia. La diferenciación tan obvia para los colombianos entre delincuencia común y rebelión altruista tiene un fondo "clasista" que en realidad es un atavismo: lo que contrasta no son los doctores con retóricas económicas y jurídicas burdas y falaces frente a los rateros y vendedores de drogas, sino los criollos frente a los indios. El caso cierto es que la revolución necesita al "lumpen", como se puede comprobar con la historia venezolana reciente (y cualquiera que estudiara las revoluciones comunistas en todo el mundo encontraría siempre el mismo patrón) y que los ataques a la policía buscan generar suficiente desorden y terror para animar a los saqueadores.

El fin altruista del "delito político" es la burda retórica de los políticos, que se sacrifican y se vuelven tiranos sempiternos por puro amor a la patria. El estudiante revolucionario sueña con tener mando e ingresos sin haber estudiado nada ni trabajado, y de hecho lo consigue. Cualquiera que tenga algún conocimiento de economía notará que Petro no tiene ni remota idea de esa materia (tampoco la tiene el jefe de gobierno español Pedro Sánchez), pero es un hombre poderoso y en una época se jactaba de tener un doctorado. Lo mismo se puede decir de casi todos los congresistas de ese bando (ya se podrán figurar qué entiende de administración pública un prócer como Gustavo Bolívar) y de casi todos los gobernantes castristas en Latinoamérica. 

Las actuaciones del estudiante revolucionario son delitos comunes, si acaso más graves por las pretensiones que conllevan.

Pero es que TAMBIÉN la delincuencia común es la sombra de esa disposición de las clases poderosas. El peón demasiado seguro de sí mismo o demasiado valiente para dejarse intimidar empieza a creer que está por encima de la ley, cosa que es posible precisamente porque SIEMPRE ha sido así en Colombia, a tal punto que cuando la Corona española estableció normas para tratar a los indios, Jiménez de Quesada dejó aquello de "se obedece pero no se cumple". Es lo que ocurre siempre, se finge respetar la ley pero en la realidad se hace lo que el poderoso quiere, eso es la "acción de tutela", eso fue lo que hizo Santos, que llegó a la presidencia a perseguir a quienes lo eligieron. La delincuencia y el odio a la ley no son manías de los estudiantes revolucionarios sino la forma de vida colombiana. El atracador es un pequeño tirano que obra por cuenta propia.

Turbas disponibles
¿Qué pasa cuando alguien se lanza a la calle a protestar y a ejercer violencia? Pues que pronto tiene a numerosos espontáneos acompañándolo. Si el control es imposible por parte de las autoridades, pues pronto proliferan los saqueos e incendios, y los ladrones y violadores harán de las suyas con menos riesgo. Pero, insisto, es la forma de vida del país y basta pensar en los "paros cívicos" que siempre había para saber con certeza que el desorden siempre tiene partidarios. Ahora además están organizados y conectados por las redes sociales, pero no todos los que toman parte en las algaradas son activistas ni estudiantes. Parece que a grandes masas de población les hace falta adquirir el amor al orden y la seguridad. Ése es otro elemento que cuenta a favor de la mafia.

El libreto revolucionario se sigue aplicando y en realidad es una incógnita lo que pasará en las próximas semanas en Colombia. El presidente es un personajillo vulgar al que hasta Daniel Coronell retrata con acierto, de modo que nadie puede esperar que vaya a liderar ninguna respuesta. Uribe propuso decretar el toque de queda y sacar al ejército, pero nadie espera que el gobierno le haga caso. También, cuando lo encarcelaron, uno de sus hijos habló de convocar una constituyente, pero fue una audacia que pronto se olvidó. Ojalá hubiera una propuesta que agrupara a la sociedad contra el plan probablemente acordado en la reunión de Santos con Cepeda y los jefes de las FARC, pero eso supondría hacerle exigencias al gobierno que sólo busca complacer a los grandes poderes, como los medios de comunicación (en la prensa de todo el mundo salió la noticia de los disturbios ocasionados por la muerte de Javier Ordóñez, como si no fuera una farsa plagiada de la farsa de la "izquierda" estadounidense a raíz de la muerte de George Floyd).

Me gustaría equivocarme, pero creo que esa reacción no llegará. A pesar de que es evidente que el hampa mueve sus fichas, es algo que ocurre desde hace más de diez años, "la paz" era sólo el comienzo, y la sociedad no reacciona. 

(Publicado en el blog País Bizarro el 13 de septiembre de 2020.)

martes, octubre 27, 2020

Los organilleros


La distopía de este siglo se parece cada vez más a las tiranías totalitarias del siglo pasado, que persisten en algunos países y en la segunda potencia mundial mantienen buena parte de sus rasgos. Los medios de influencia ideológica, que fueron totalmente leales a la tiranía nacionalsocialista y a la comunista, tanto las escuelas como los medios de comunicación y las industrias culturales, adquieren la rutina de las fórmulas que recuerdan el Heil Hitler! de las emisiones alemanas de los años treinta o la fatigosa enumeración de los cargos de los altos burócratas soviéticos cada vez que se aludía a ellos. Es un rodillo de organillo que reproduce siempre las mismas rutinas y no se detiene ante la absurdidad de lo que dicen porque el sueldo del maestro o del periodista está seguro y su trabajo es cómodo si aplaude a los que mandan.

El organillo (ver descripción en la Wikipedia) era un instrumento que se usaba para producir música sin necesidad de tocarla, sólo girando una manivela asociada a un rodillo que hacía golpear unas cuerdas. La propaganda de la conjura totalitaria parece ese rodillo y los periodistas, profesores, políticos y escritores que la divulgan cada vez más son simplemente organilleros que dan manivela. El público es una masa ignorante y estúpida intimidada gracias a las redes sociales e intoxicada con mentiras por el adoctrinamiento escolar.

En la "Edició Migdia" del 21 de agosto de RNE (en este enlace se puede descargar, es más o menos a partir del minuto 45) se cuenta lo siguiente sobre un montaje teatral basado en la creación de la canción "Garota de Ipanema", de Vinicius de Moraes. Traduzco el fragmento que me interesa.
La obra [...] narra la apasionante historia de amor entre Vinicius de Moraes y una chica treinta años más joven que él. Cuando se conocen, el poeta tiene cuarenta y nueve y ella diecinueve. La pareja se enfrentará a los prejuicios y las presiones de la sociedad de la época. El montaje explora los límites del amor y revive la lucha de las mujeres por la igualdad en un contexto muy restrictivo. 

¿Se han puesto a pensar en el significado de la diferencia de edad en las parejas? Sencillamente es mayor en los países cuanto más se mantengan moldes machistas, y ciertamente era mayor en 1962 que ahora en cualquier país. Pero según el noticiero es un avance en la liberación femenina. Un matrimonio de esas características escandaliza hoy más que entonces, pero siempre hay que transmitir la idea de que vivimos en un paraíso con el que ni soñaban en 1962 (cosa que en parte es cierta, pero no gracias a los parásitos totalitarios sino a la tecnología inventada en los países libres). Con toda certeza sería más probable que un hombre de cuarenta y nueve años que tuviera un romance con una muchacha de diecinueve fuera tolerado en 1962 que ahora.

La noticia continúa con la idea del "contexto muy restrictivo", ¡con un comentario de una actriz que toma parte en el montaje que habla sobre las libertades en la España de la época! 

De modo que la alusión al feminismo es segura (en esa emisora que se financia con el dinero de todos los españoles no hay ni un minuto en que no se esté hablando de la guerra de los sexos), y aquello que define lo que el feminismo combatía, la reducción de la mujer a un papel secundario, la mera explotación de su juventud para alegrar la vida de hombres poderosos ¡se convierte en una nueva conquista feminista contra la represión del heteropatriarcado!

La ley actual establece la mayoría de edad en los dieciocho años en la mayoría de los países, pero es probable que en Brasil en la época fuera a los veintiuno. Los "izquierdistas" actuales intentan reducirla aún más, pero en todo caso no hay ningún acontecimiento mágico que traiga una maduración efectiva al cumplir cierta edad. Un niño de catorce años es menos niño que uno de nueve, pero sigue siendo un niño. Una muchacha de diecinueve años es menos adolescente que una de quince, pero no es una mujer madura. Si para una muchacha de esa edad una relación con un hombre más viejo que su padre es lícita, ¿por qué no lo será para una de quince una relación con uno de veintinueve? Y así la liberación que trae el "partido del recreo" es sólo la oferta de libertinaje para corromper y ablandar a la gente y convertirla en vasalla del Estado.  

La gente conservadora o "derechista" aborrece todo feminismo y tal como en realidad echa de menos la esclavitud también echa de menos el tiempo en que se iba a la cárcel por sodomía y las mujeres no podían votar. Otros aprobamos la lucha de las mujeres por la igualdad, lo que pasa es que el intento de los organilleros por convertir una historia como la de la famosa canción en un logro feminista es un despropósito increíble. Una muestra de la forma en que todo se interpreta de cualquier manera y a la propaganda, como a la publicidad comercial, le basta el halago al público para imponerle los condicionamientos ideológicos que el poder prefiera.

(Publicado en el blog País Bizarro el 27 de agosto de 2020.)

sábado, octubre 10, 2020

Los de las FARC también son víctimas

 A pesar de su inspiración y financiación inicial foránea, las bandas terroristas colombianas representan en gran medida al país y el vivero del que surgen, la universidad pública, no sólo sigue intacto sino que ha multiplicado su impacto. Nadie quiere acabar con el adoctrinamiento de asesinos, y eso asegura un genocidio superior al ya experimentado. Los propios terroristas son víctimas de esa inconsciencia y esa indolencia generalizadas.

Yo conocí a gente parecida a los miembros del Secretariado de las FARC. No creo que ellos en su fuero íntimo se sientan satisfechos de su vida, saben que son criminales y sólo el ensueño de ascenso social y poder les mantiene, junto con el acceso a placeres costosos, la conciencia adormecida. 

Pero sus vidas no son el edén que los envidiosos se imaginan. La organización Partido FARC y la representación en el Congreso están ahí como garantía de "la paz", es decir, para amenazar. No defienden un programa distinto al de Santos y los partidos que controla y podrán pasar al ostracismo o a la prisión cuando al clan oligárquico le convenga.

Para lo que se concibieron la Constitución del 91 y los diálogos de paz fue para garantizar el ascenso al poder de los comunistas o populistas dirigidos desde La Habana. El mayor peligro que afronta Colombia es un triunfo electoral de la llamada "izquierda" en 2022, que es lo que preparan la JEP y la Comisión de la Verdad. También tiene ese propósito la detención de Uribe que acaba de ordenar la Corte Suprema de Justicia, ejemplar institución que mantuvo preso (en rigor, secuestrado) al coronel Luis Alfonso Plazas Vega durante ocho años tras una condena basada en testigos falsos, majestuosa autoridad que desechó las pruebas de que Iván Cepeda Castro y Piedad Córdoba formaban parte de la banda terrorista FARC que había en los computadores de alias Raúl Reyes, honorable modelo de equidad que condenó a diecisiete años a un exministro por firmar papeles que también firmaron sus antecesores y sus sucesores y en fin órgano de la justicia que ordenó la liberación de alias Santrich para favorecer su fuga.

Pero los jefes de las FARC sólo son asesinos que han contribuido a esa toma del poder. En cuanto el control del Estado sea suficiente o se pueda contar con otros productores de la cocaína, los esconden y los condenan al olvido. Los "comunistas" que esperan tomar el poder son sobre todo el clan oligárquico que manda desde hace un siglo en el Partido Liberal y los agentes cubanos, iraníes y quizá chinos que dirigen el conjunto de la trama. Los López, los Santos y los Samper han dominado el Estado colombiano desde el fin del Frente Nacional y con ese propósito han utilizado a las sectas de asesinos comunistas.

En la jerga de los enemigos de esas sectas se alude a sus miembros como "bandidos", lo cual es un error que forma parte de la idiosincrasia que termina produciendo esa clase de sujetos. Un tipo como alias Alfonso Cano no es un bandido que comete iniquidades por lucro o placer sino un individuo de clase acomodada que emprende una carrera criminal para imponer un régimen que le parece que redime a la humanidad. El origen de esas ideas es la tradición local, que comparten sobre todo los que lo ven como un "bandido". Si su móvil fuera el lucro, tanto él como la mayoría de los dirigentes de las FARC, habrían encontrado medios más cómodos. Su móvil era "altruista", del modo en que se imagina que una sociedad gobernada con las ideas que lo han seducido le parece deseable. Obviamente el núcleo psíquico de esa disposición es "egoísta" (el sueño de mandar), pero eso no era tan fácil de ver para él. La organización comunista es una secta mafiosa y muchos de sus jefes son meros criminales ansiosos de lucro, pero eso no quiere decir que lo sean todos los que forman parte de ella. A muchos los mueve más el ideal heroico. Y la disciplina hace el resto. Un tipo como alias Alfonso Cano no es más criminal que uno como Luis Eduardo Garzón, que tenía un rango más alto en la organización del Partido Comunista y como líder sindical se ganaba el sueldo de 50 personas, el cual no obstante llegó a alcalde de Bogotá y a ministro y sin duda disfruta de una lucrativa pensión.

En los años del Caguán recuerdo una semana especialmente dura, con cientos de asesinatos, secuestros, cilindrazos a pueblos y otras atrocidades, en la que el inefable oligarca Alfredo Molano (no olviden que por algo dirigía la colombianísima "Comisión de la Verdad", una patochada que parece una representación de Orwell en un porno-show) afirmó en su columna en El Espectador que todo eso que se decía de Tirofijo también se dijo en su día de Bolívar. Yo lo leí con asco e indignación, pero ¿no tenía razón? Sí, lo mismo se decía de Bolívar porque cometió atrocidades comparables, al igual que Santander y los demás próceres de la Independencia. Los dirigentes de las FARC de origen universitario son víctimas de esa épica, de un país que no ha sabido hacer frente a su pasado, al que idealiza y presenta como admirable cuando no es más que "cómicos heroísmos de patanes", como lo definió el escritor Eduardo Escobar.

Una vez leí que en ciertas guerras africanas descuartizaban a los muertos que habían caído tiroteados. ¿Cómo certificar que estaban muertos si nadie había visto la bala? Los colombianos de comienzos del siglo XXI odiaban a muerte a las guerrillas comunistas sin saber que todos sus crímenes formaban parte del libreto del comunismo. En los países en que han tomado el poder, los comunistas han cometido muchos más crímenes después. ¿Por qué la condena a las guerrillas no se extiende a todos los comunistas como autores efectivos de todos los desmanes? Porque nadie ha visto la bala, y sobre todo porque ese poder de los comunistas es el orden secreto de la sociedad colombiana. Un individuo que formara parte del partido y tuviera alguna ventaja en su relación personal con personas influyentes podría haber vivido dedicado a adoctrinar terroristas con un excelente sueldo público, pensionarse joven y ofrecer a sus hijos, probablemente afiliados también al partido, puestos del mismo estilo, y a sus nietos y bisnietos. Bastaría con que hubiera empezado cuando el marxista Gerardo Molina era rector de la Universidad Nacional (1944). ¿Por qué ningún gobierno se ha planteado combatir el adoctrinamiento comunista en las universidades?

Esta pregunta lleva a la conclusión más dolorosa: las FARC no son sólo una banda de asesinos y traficantes de cocaína dirigidos desde el exterior sino agentes de un orden secreto de la sociedad que nadie quiere ver o señalar. ¿Por qué a lo largo de casi ochenta años el Estado ha pagado el adoctrinamiento comunista en las universidades? La explicación que se me ocurre es que los descendientes de castas poderosas tienen más poder que las autoridades legítimas, de modo que la universidad es un "poder fáctico" que nadie se atreve a tocar.

Lo que es repugnante es que se culpe exclusivamente a quienes intentan hacer realidad las enseñanzas que reciben mientras sus mentores siguen lucrándose copiosamente y ejerciendo autoridad. Todavía no hay nadie en Colombia que proponga un juicio al comunismo y el fin del adoctrinamiento en los centros educativos. Grotescamente el actual gobierno promete la educación superior universal, cosa que no hay en ningún país civilizado y que en uno que no produce prácticamente nada —salvo drogas ilícitas, personas para la prostitución y materias primas— es una atrocidad: más sueldos para los comunistas y menos oportunidades para los demás. Pero nadie lo cuestiona.

Ese embeleco de la educación es el aspecto que más muestra a los narcoterroristas de las FARC, el ELN y las demás bandas como víctimas de una sociedad inmoral y perversa, pero podrían señalarse muchas otras, tantas que al final ni siquiera la muy probable caída del Ejecutivo y de todo el Estado en manos de los cubanos resulta la peor amenaza: ¿qué proyecto de país se tiene, qué papel quieren que tenga Colombia en la aldea global? Apegados a sus rutinas, los colombianos son incapaces de interesarse por otra cosa que por prosperar arrimados al poder.

Las personas asesinadas por los terroristas no pueden ser acusadas de complicidad, pero sí sus deudos: ¿cuántos han hecho algo para impedir que los asesinos lleguen al poder? Lo que se ha visto, por ejemplo con los diputados del Valle, es que los familiares intentan lucrarse defendiendo a los asesinos. ¿Qué puede disuadir a los jóvenes reclutados en los últimos años si al final cometer asesinatos y secuestros es la forma correcta de obtener poder?

Lo que movía a los jefes de las FARC y las demás bandas de asesinos para integrarse en la guerrilla no era violar niños ni secuestrar ancianos, fue la vida en la selva y el ejercicio de la violencia contra la libertad ajena que emprendieron lo que los convirtió en monstruos. Los culpables son muchos más, pero es un ejercicio que en Colombia no se quiere hacer porque el primitivismo impide pensar en el largo plazo y todo se acaba en quién será el próximo presidente y en qué nexo personal tiene uno con él para prosperar.

Uno lee las redes sociales y se da cuenta de que la nueva hornada de asesinos ya está lista. Cuando alias Alfonso Cano era estudiante, toda la Universidad Nacional era revolucionaria. Ahora también, sólo que ahora hay decenas de veces más estudiantes y los comunistas son mucho más poderosos. Una orgía de crímenes superior a la que se ha vivido es segura, pero sencillamente a nadie se le ocurre que se debe frenar el adoctrinamiento.

Los asesinos de las FARC también son víctimas de un país contrahecho. Los sicarios de Twitter, que muy pronto serán verdugos, como en Venezuela, seguirán su camino. ¿Cuántos colombianos pueden decir que han hecho algo para impedirlo? 

(Publicado en el blog País Bizarro el 10 de agosto de 2020.)

miércoles, septiembre 23, 2020

La amenaza "iliberal"

Últimamente se ha puesto de moda en los medios esa palabra, iliberal, sospechosa como todos los neologismos y fea como pocas. Se supone que es algo parecido a "antiliberal" y en realidad se usa para describir a cualquiera que ofrezca resistencia a la conjura totalitaria global, cuya existencia niegan quienes usan el término. En últimas, el objetivo de tal definición es Trump y su partido, junto con Bolsonaro, Orban y otros líderes que cuestionan el consenso gracias al cual los socios de Cuba e Irán gobiernan tranquilamente en España, Argentina, México y otros países sin que esos "liberales" lo rechacen.

La plaga del arcoíris
Así tituló Mario Vargas Llosa un reciente artículo en el diario El País en el que se refiere a las elecciones en Polonia. Es un texto que merece muchos comentarios y da que pensar. Primero por su pésima factura, que en realidad corresponde a la vulgaridad de sus ideas. Una frase como "Es norteamericana, casada con un polaco democrático y liberal y vive en Polonia" habría lesionado gravemente la nota de una redacción en la secundaria.

Su cita de una periodista izquierdista a la que admira lleva a pensar que es su única información sobre las elecciones polacas. La autoridad del premio Nobel hace que una opinión poco fundamentada cuente más que la de gente que conoce el asunto. La calidad del juicio de Vargas Llosa sobre esa periodista se puede imaginar recordando su apoyo a la negociación de Santos con las FARC, influido por su amigo Héctor Abad Faciolince. 

Pero en fin el cuento con que empieza es con que Duda obtuvo un segundo mandato gracias a una campaña contra los homosexuales. Es algo que se debe evaluar con cuidado.

Admítase que en Polonia la mayoría de la gente mayor o rural o de mentalidad tradicional desaprueba las relaciones entre personas del mismo sexo por motivos religiosos, lo que Vargas Llosa está diciendo es que las personas que practican esas relaciones son objeto de una campaña de odio que llevó al triunfo de Duda, y eso es falso. Lo que mueve al votante no es la defensa de las costumbres, y antes de la caída del comunismo la vida sexual de la gente no era objeto de discusión en las campañas electorales.

Lo que define esa polémica no es la persecución a esas personas, que obviamente no está en el programa del presidente polaco, sino las políticas de identidad, que son sólo una forma de ingeniería social distópica a la que con razón se resisten los polacos, y en general todas las naciones que sufrieron el comunismo como imposición resultante de la Segunda Guerra Mundial en Europa.

El tabú de la sodomía y de otras formas de relación sexual entre personas del mismo sexo ha acompañado a la humanidad desde que hay registros, y el hecho de que sea algo especialmente condenado por la tradición central de Occidente, el cristianismo, debería ser objeto de atención. Es realmente discutible que haya un gen gay, pese al intenso condicionamiento genético de toda la conducta. El caso es que cualquier persona puede verse tentada a obtener placer de ese modo, es decir, a violar el tabú que impera en las culturas de Extremo Oriente, de la India, del islam, de toda África y hasta ahora también de Occidente (cierta clase de relaciones entre varones de distintas edades eran admitidas en la Grecia antigua, pero nadie debe pensar que la vida entonces era una fiesta de "locas"). La tolerancia con esas actitudes es ya algo unánimemente aceptado en Occidente, pero nadie está proponiendo ninguna clase de persecución: cada uno vive como quiere.

Esa ruptura de tabúes que se experimenta como una liberación se va ampliando. La promoción sistemática del aborto y la eutanasia expresa el anhelo de dejar atrás el tabú que prohíbe matar, y pronto se verán corrientes que hagan retroceder tabúes como el incesto y la pedofilia. También la antropofagia terminará siendo lícita. Depende de lo que digan los jóvenes, pues ocurre en todos los países con los partidos de la conjura totalitaria, que la mayoría de los votantes son los jóvenes, increíblemente dotados por la propaganda de una autoridad que no tienen los demás. Este cambio también es novedoso, antes se valoraba la sensatez y se elegía un senado, palabras que derivan del latín sen, anciano. A los jóvenes es más fácil manipularlos, como puede comprobar cualquiera que ha cumplido cuarenta años.  

Las políticas de identidad se presentan como una forma de lucha contra la intolerancia y de defensa de la libertad pero son una gran campaña de corrupción y división de la sociedad que emprende la conjura totalitaria. Un muchacho que cede a las ofertas de felación de otro hombre en otra época sería visto como un criminal, un degenerado, una persona débil de carácter, etc. Con  las políticas de identidad se convierte en un agraviado, víctima de los que sólo disfrutarían de eso con mujeres o no lo harían. Tras la caída del comunismo los grupos radicales de las universidades encontraron en el feminismo, el ambientalismo, el antirracismo y otras causas parecidas al pueblo elegido que enderezaría la historia, el trasunto del viejo proletariado. El colectivo LGBTI es una de esas opciones, particularmente útil para que esos grupos alcancen poder político porque la propaganda se hace con caricias, fiestas y maquillaje y la intimidación es más eficaz.

La conjura totalitaria tiene una base social amplia constituida por una especie de casta sacerdotal que se va generando en las sociedades posindustriales: maestros, jueces, periodistas, empleados de las diversas industrias de entretenimiento, funcionarios de diverso rango y personas improductivas cuya vida consiste en consumir drogas y buscar diversiones sexuales. Vista la rentabilidad de la causa LGBTI, se han dedicado grandes esfuerzos, de la poderosa red de medios de Soros, de las grandes empresas de internet, de los gobiernos "de izquierda" en todos los países (no sólo los gobiernos centrales sino muchos regionales y municipales, que son los directamente implicados en el adoctrinamiento escolar), de Netflix y las demás fábricas de fantasías y de las farándulas de cada lugar para hacer "normal" las relaciones entre personas del mismo sexo. Un niño de cuatro años en España ya está persuadido de que algún día tendrá novia o novio, da lo mismo. En realidad tener novia es ser antiguo y opresor, cuanto más opte el niño por la homosexualidad más aprobación tendrá de sus maestros.

No hace falta decir que el presupuesto público es el principal móvil de todas esas causas. Hacerse homosexual profesional y afiliarse a alguna secta taimadamente comunista es lo que se dice labrarse un futuro, con sueldos de ensueño y muchas opciones para prosperar. El editor que publica libros sobre familias de dos madres tiene seguras las ventas porque los maestros exigirán esos libros a los niños, con ese mercado seguro, los escritores de libros para esos segmentos de edad inventan historias de ese tipo, sin hablar de que las ofertas de trabajo en la televisión y las demás industrias culturales abundan. En países como España los diversos frentes estatales de mejora de la conducta pública, es decir, de persecución del machismo o de la homofobia, son una formidable fuente de empleos que pagan los machistas y homófobos que necesitan que sus hijos experimenten la necesaria corrección.

Particularmente espantoso es el caso de las personas "trans". Hace ya muchas décadas se sabe de hombres jóvenes que se operan o toman hormonas para tener pechos parecidos a los de las mujeres y en general un aspecto parecido al de una prostituta. Casi siempre eso tenía que ver con las expectativas profesionales que tenían. Puede que tener relaciones sexuales sea más rentable y cómodo que otros trabajos que se les ofrecen a las personas de esos estratos sociales. Creer que se pertenecía a otro sexo era hasta hace poco un trastorno psiquiátrico, además muy raro. Yo nunca oí hablar de personas que se creyeran de otro sexo. Esas personas son inventadas por la conjura totalitaria y existen en las leyes antes que en la realidad. Sirven para crear una dictadura de la opinión con el "delito de odio", de lo cual es buen ejemplo de un autobús español que llevaba estampada en su cubierta la leyenda "Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva", cuyos autores fueron encausados por un juez por delito de odio contra las personas "trans". Como ocurre con todas las campañas totalitarias, los niños son víctimas predilectas.

La conjura totalitaria es el viejo comunismo con nuevas consignas: no será el paraíso de los de abajo sino el recreo perpetuo. La variada oferta de libertinaje sexual se refuerza con el consumo de psicotrópicos. Las personas débiles, desgraciadas o desorientadas encuentran en las drogas una euforia incentivada que las hace sentirse en una fiesta perpetua y descuidan sus actividades laborales, se van convirtiendo sin  darse cuenta en una especie de mendigos, sólo que su condición no les resulta visible porque los han convencido de que la vivienda o la salud son "derechos" que sólo tienen que reclamar y que tienen que pagarles los que trabajan.

Pero a su vez el comunismo sólo fue una epifanía, una avatara (en la India, encarnación del dios Visnú), de algo más antiguo y aún no derrotado: el Estado moderno, una maquinaria tan poderosa que la casta que lo controle se hace dueña de la sociedad, como de hecho ya ocurrió en la antigua Roma. La corrupción de las costumbres promovida por esa casta es un aspecto que merece la mayor atención, pero en general ese tema es extenso y ya lo he comentado en entradas anteriores (1-2)

De eso trata el "odio al gay" que encuentra Vargas Llosa en las elecciones polacas, de la resistencia de una sociedad a esa imposición brutal. Según él, además del "odio" al gay hubo en las elecciones polacas otras dos "taras sanguinarias", el nacionalismo y el antisemitismo. Respecto al nacionalismo, no parece una manía de odio al extranjero ni de afán belicista, pero es obvio que la resistencia ante una imposición como la de la distopía moderna tenga que recurrir a la comunidad y a la identidad originarias. No habría tradición sin nación. Fiel a su rigor, resulta que para Vargas Llosa cualquier patriotismo es igual al nazismo.

La acusación de antisemitismo también da que pensar. El final del artículo de Vargas Llosa termina ocupándose de los periódicos de capital extranjero. Puede que el antisemitismo sea sólo la resistencia a la red de Soros. Es el dominio de ese consorcio lo que Vargas Llosa entiende por "democracia civilizada" y "genuina democracia". Las otras son "fanáticas e iliberales", como Hungría a la que, dice, "es muy difícil seguir llamando democrática". ¿Se podría comparar con España, donde el gobierno fue elegido con los votos de los herederos de una banda de asesinos, partidos de golpistas condenados y sicarios iraníes y venezolanos?  Claro, depende de lo que le parezca a Soros. Aparte de los insultos contra el presidente húngaro y su partido, no hay nada que permita cuestionar la legitimidad de su sistema político.

La democracia "iliberal"
De las elecciones polacas y el "iliberalismo" se ocupa también Guy Sorman, un periodista francés del que habría que esperar más circunspección y rigor que de Vargas Llosa. Lo que se encuentra es una sarta de mentiras más grotesca, empezando por la acusación de antisemitismo contra el reelegido presidente polaco y contra el húngaro Victor Orban. En ambos casos son falsedades, mucho más descaradas en el caso de Orban, cuya amistad con los judíos y con Israel es bien conocida. De nuevo el antisemitismo que ven estos personajes es la hostilidad hacia Soros y su red.

Sí que pronunció Orban en 2014 un discurso contra el liberalismo, entendido éste como el orden en el que las naciones se disuelven y el poder real termina en manos de las grandes corporaciones. El efecto de sus políticas, además de la hostilidad de los amigos de Soros y del "consenso socialdemócrata" no va más allá de las calumnias tipo "extrema derecha", "antisemita", etc. Los críticos húngaros o polacos del gobierno cuentan con garantías casi impensables en España, donde el gobierno es una obscena caterva de delincuentes dirigidos por un impostor grotesco.

Ni Vargas Llosa ni Sorman ven el problema de la dominación implícito en la campaña de la nueva izquierda y su casta sacerdotal. Como dijo Borges en alguna ocasión de algún contradictor, hay que dudar de su honestidad para creer en su inteligencia. La batalla que conciben contra oscurantistas e intolerantes parece del siglo XIX y la realidad de la invasión vertical de los bárbaros, o si se quiere de los "libres de tabús" les resulta invisible.

Lo que se votaba en Polonia, y en noviembre en Estados Unidos, es la persistencia de la sociedad libre. La hegemonía de los comunistas y sus herederos sólo asegura para muchos países un futuro como el venezolano, a veces tras cruentas guerras civiles. A punta de placeres, los totalitarios están conquistando a la gente más blanda para implantar esos regímenes.

(Publicado en el blog País Bizarro el 3 de agosto de 2020.)

lunes, septiembre 07, 2020

Evocación del macartismo

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial el comunismo se erigió como una amenaza global poderosísima: primero Stalin se apropió de media Europa y extendió el telón de acero, poco después cayó China y el año siguiente intentaron apropiarse de toda la península de Corea, mientras avanzaba su expansión por Indochina y muchas otras regiones. El propio "bogotazo" y la violencia de esos años forma parte de esa expansión. Como reacción, se produjo en Estados Unidos una movilización popular para expulsar a los comunistas (que ya le habían dado la clave de la bomba nuclear a la URSS) de los cargos públicos y de los medios de comunicación, y defender los valores de la nación, reacción más que razonable y necesaria. ¿No es lo que falta ahora, una respuesta masiva y coherente en defensa de los valores de la libertad, la democracia, la justicia, el bien común, los derechos humanos, la verdad, la racionalidad económica y el acuerdo entre las naciones?


"Sacas", "checas" y otros términos desconocidos
¿Qué ocurrió en España en los años treinta? Un lector colombiano difícilmente podrá responder con mucha información objetiva. Todo lo que le llega es la propaganda comunista. Se supone que cayó la monarquía (sobre la cual los colombianos no tienen ni remota idea y creen, por ejemplo, que algún país sudamericano ha sido alguna vez menos absolutista que la Inglaterra victoriana) y se instauró la república y que cuando ganó la izquierda el fascismo emprendió una guerra civil que finalmente ganó. Al lado del pueblo estaban todos los intelectuales y fueron a combatir al fascismo muchos artistas de otros países, héroes que crearon las Brigadas Internacionales, que hicieron frente al fascismo. 

¿Alguien ha oído otra historia? 

TODO LO ANTERIOR ES FALSO. La instauración de la república fue un golpe de Estado ilegítimo pues sólo triunfaron los republicanos en unas elecciones municipales y nunca se consultó a los ciudadanos si querían acabar con la monarquía, el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 fue el resultado de un fraude, ese gobierno de socialistas marxistas y sicarios de Stalin empezó a implantar una tiranía de tipo soviético, tal como hicieron después Allende y Chávez, y el detonante de la guerra fue el asesinato por sicarios del Partido Socialista del líder de la oposición, José Calvo Sotelo. 

Los generales que se alzaron con Franco eran simplemente personas conservadoras, monárquicas, católicas, etc., que ya veían la persecución totalitaria y que no tenían ninguna relación con el fascismo. La Falange era un grupúsculo de intelectuales sin influencia, y ciertamente el conjunto de los artistas no estuvo con los comunistas, ni muchísimo menos. Las Brigadas Internacionales eran grupos comunistas que intentaban colaborar con la revolución, como se ha visto en toda Hispanoamérica, y sobre todo, en las áreas que cayeron en manos de los comunistas y socialistas, tuvo lugar una orgía de crímenes monstruosos que jamás cometió el franquismo, ni durante la guerra ni después: asesinatos de miles de personas que no tenían ninguna relación con el alzamiento, a las que se sacaba (de ahí las "sacas") de sus casas al amanecer, "cárceles del pueblo" ("checas") en las que se cometían torturas y muchos otros crímenes... 

No era la democracia luchando contra el fascismo sino la nación haciendo frente a la tiranía comunista, algo parecido a la historia de Colombia en las últimas décadas.

Hijos de la propaganda
Esa idea de la lucha del pueblo contra el fascismo o de la república contra la tiranía es común en Hispanoamérica, donde la historia se desconoce por completo, pero también era la doctrina de Hollywood: recuerdo haber visto una versión del libro ¿Por quién doblan las campanas?, de Ernest Hemingway, que fue una de las películas más vistas ese año (1943) y tuvo 9 nominaciones al Óscar. Resulta muy gracioso encontrar a la rubia Ingrid Bergman como campesina española, pero era lo que convenía para crear adhesión de los jóvenes a los "idealistas" de la Brigada Lincoln, a la que pertenecía el personaje encarnado por Gary Cooper, y que en realidad era un frente del Partido Comunista estadounidense. 

Es verdad que eran los años de la Segunda Guerra Mundial y de la alianza con los soviéticos, la época en que era frecuente escuchar en la radio estadounidense la "Sinfonía de Leningrado" (la Séptima sinfonía de Shostakóvich), pero no se puede negar que la influencia de los comunistas ya entonces era una amenaza. 

El caso de la república española es más fácil de detectar para mí, pero sin duda habría muchos otros que demostrarían el uso del cine, la radio y la prensa como medios de propaganda por los comunistas. 

No hay que investigar demasiado, lo vemos hoy todos los días en las series de televisión y películas estadounidenses, casi todas obsesionadas con la más obstinada y a menudo delirante propaganda feminista, ambientalista, vegana, abortista y transexualista en una tarea de desmoralización que, mucho me temo, podría tener patrocinadores chinos (no es explicable que asuman tantas pérdidas en producciones propagandísticas como Los cazafantasmas femenino y muchas otras). ¿Qué interés puede tener para Netflix imponer una ideología problemática y contrariar a una parte del público? En el caso de Soros es evidente la conexión con los gobiernos comunistas de Sudamérica, es decir, con el narcotráfico y el régimen cubano, es decir, con Irán. 

Seguro que entre los que mandan en las grandes empresas de entretenimiento y de redes sociales hay acuerdos incentivados por grandes poderes, y sólo los chinos cuentan con recursos para eso.

La "caza de brujas"
En Colombia, donde el teatro es tradicionalmente un medio eficacísimo de propaganda y reclutamiento de los comunistas (un amigo iraquí me contó que en Irak era exactamente lo mismo: la universidad, el teatro y el dinero soviético pagando la carrera de artistas militantes), hubo montajes muy trabajados de la pieza de Arthur Miller Las brujas de Salem, que trataba de hacer un paralelo entre la Inquisición del siglo XVII y la persecución que dirigía el senador Joseph McCarthy contra los comunistas. 

¿No es maravilloso? Los mismos que aplaudían "el paredón" (a lo mejor ya nadie recuerda el entusiasmo que despertaban los fusilamientos arbitrarios del castrismo en los primeros sesenta) resultaban los defensores de la libertad de expresión, con una naturalidad que se encuentra por todas partes, los mismos asesinos de las FARC, cuyos jefes delatados tuvieron que huir para no terminar respondiendo ante el juez de Nueva York, acusan de narcotraficante a cualquiera que se les oponga. El hecho de que los colombianos se hayan acostumbrado a ese cinismo deja ver una lesión moral gravísima.
Toda la estigmatización que se hizo de McCarthy y sus ideas es obra de los comunistas y sus socios, que ya han convertido en un crimen contra la libertad el hecho de hacerles frente. En la conciencia de un colombiano, el país en el que no se puede pensar libremente es Estados Unidos y el de la libertad es Cuba. El dinero soviético y después el de la cocaína han pagado la propaganda que crea ese tipo humano.

McCarthy y sus actosDe origen modesto y provinciano, Joseph McCarthy llegó a liderar como senador el combate contra el comunismo en el seno de la sociedad estadounidense. ¿Hubo excesos en sus denuncias, interrogatorios y señalamientos? Seguramente, pero según la Wikipedia:
Gracias a documentos desclasificados de archivos soviéticos y descifrados del proyecto Venona de mensajes soviéticos codificados, se descubrió que la Unión Soviética había participado en actividades de espionaje sustanciales en los Estados Unidos durante la década de 1940. La Unión Soviética financiaba copiosamente al Partido Comunista de los Estados Unidos cuyas directrices políticas controlaba, y había acusaciones de que a menudo se reclutaba como espías a los miembros de dicho partido.
Lo cierto es que aparte de los despidos, interrogatorios y arrestos en casos en que hubiera pruebas de implicación en actividades antiestadounidenses, las consecuencias para los acusados no fueron mayores, como para compararlas con las que sufrían las víctimas del comunismo en todo el mundo en esos mismos años, con torturas, ejecuciones extrajudiciales y confinamiento en campos de concentración para millones de personas. Todo lo que han hecho las bandas narcoterroristas en Colombia esmera rutina en el prontuario comunista.

¿Alguien tiene algún recuerdo de esos hechos? Ahora mismo, en el último año, los comunistas han matado a miles de personas en Venezuela sin que esas víctimas aparezcan en los medios, casi ni siquiera en las redes sociales. La demonización de McCarthy es lo mismo que la benevolencia con el comunismo, como si hacer frente a sus propagandistas fuera amenazar la libertad de opinión que precisamente ellos tratan de abolir.

El cinismo del hampa
La noción que cada persona tiene del mundo depende de su medio, cualquiera que acude a una universidad colombiana es comunista, cosa que cada vez es más frecuente en otros países. Pero incluso quienes se consideran ajenos al comunismo no son conscientes de lo monstruoso de su percepción del mundo, como si alguien de una comunidad de antropófagos afirmara detestar la carne humana.

El comunismo es el mayor crimen de la historia, lo es estadísticamente, porque en términos morales podría llegarse a una discusión infinita y ociosa. Ni siquiera el nazismo alcanza las cifras de asesinatos, torturas y demás atrocidades de los comunistas.

Si se juzga objetivamente, sin la falsificación que introducen las nociones de izquierda y derecha, el nazismo no es algo opuesto al comunismo, sino una de sus variantes. Originalmente el NSDAP era también una banda de resentidos para los que era fácil identificar a los judíos con la burguesía (dada la condición urbana y a menudo de empresarios y banqueros de muchos miembros de la minoría judía de Alemania). El desorden de la posguerra fue arrastrando a esa clase de grupos a la demagogia supremacista, igual que en Italia, y a hacerlos atractivos para quienes soñaban con la revancha y para clases medias empobrecidas que veían en la expansión al este una esperanza de prosperidad.

Pero en fin la cuestión que nos plantea el macartismo es la de la necesidad de combatir la ideología comunista como "un crimen colectivo", para usar la definición de Octavio Paz. McCarthy no es el demonio del fanatismo y la intolerancia sino un precursor en una batalla ideológica que por desgracia sigue vigente.

Me llamó la atención descubrir en el blog del exministro Alejandro Gaviria una referencia a un libro sobre el macartismo en el que esa obscena presentación de los genocidas como víctimas de la persecución de unos locos aparece con todo el desparpajo del país del crimen. Me parece que leer esa perla ilustra mucho sobre el personaje y muy poco sobre McCarthy. Es el mismo rector que considera un logro la multiplicación de los cultivos de coca durante el gobierno del que formaba parte, pues a fin de cuentas el enfoque prohibicionista le parece un error y algo que por suerte se superó, alguien para quien la tarea legislativa de los violadores de niños es una conquista de la civilización y que se jacta de su buen trato con alias Pablo Catatumbo, cuya admirable labor legislativo no le impide llegar borracho al Congreso.
Los comentarios de los lectores a esa entrada de Gaviria son de una elocuencia maravillosa: cualquiera que los lea quedará convencido de que Colombia puede darles lecciones de democracia y libertad a los Estados Unidos, y que incomodar a los comunistas es un crimen, un obstáculo a su noble labor. El servilismo típico del país alcanza en el ámbito universitario ribetes cómicos, y la solicitud de los jóvenes ante este rector es como un halo que lo rodea y le permite una actitud majestuosa y como de respetabilidad sobreentendida.

Es posible que el hombre sea candidato para 2022 porque podría resultar aceptable tanto para los afines a Petro como para los que siguen a Fajardo. Nadie debe pasar por alto que en definitiva obra como representante de la mafia cubana. El barniz académico puede hacerlo simpático a las facciones estadounidenses y europeas de la conjura totalitaria, que no sólo obtienen beneficios económicos del narcotráfico gracias a los amigos de Maduro y los cubanos, sino que también colaboran efectuando una especie de "proselitismo químico", pues cuantas más drogas consuma alguien más probable es que se haga votante suyo.

Quienes evalúan los regímenes totalitarios del siglo XX tienden a considerar a la cúpula nazi como una vulgar organización criminal y la ideología como una máscara legitimadora. Eso mismo se puede decir del comunismo y de sus aliados. Juan Manuel Santos no es una persona engañada por nociones ideológicas sino un oligarca desaprensivo cuya alianza con los traficantes de cocaína le deparó poder y reconocimientos. Este ministro suyo es un personaje del mismo jaez.

McCarthy seguirá siendo macartizado, pero al fin la denuncia del comunismo y de sus herederos disolventes e identitarios es la tarea de nuestra época.

(Publicado en el blog País Bizarro el 17 de julio de 2020.)

sábado, agosto 15, 2020

El embajador activista

Un breve vistazo a la cuenta de Twitter del embajador de Alemania en Colombia deja ver que el hombre se toma muy en serio el activismo a favor de las organizaciones comunistas y sus redes de propaganda y control social. Más allá de lo grave que es eso, a fin de cuentas ya una tradición con ese país, hay algo espantoso en el conformismo de los colombianos. No importa que el gobierno sea siempre complaciente con activistas así, ni siquiera que lo sea el partido que se supone opuesto a los terroristas. Es que tampoco hay nadie que se interese por el asunto, abundan los odiadores de Duque y Uribe y muchos más los adoradores del pequeño Gran Colombiano, pero respecto a esa injerencia criminal el silencio es total.

Imagínense que un diplomático colombiano mostrara su apoyo a los terroristas de la Fracción del Ejército Rojo, también conocida como "Banda Baader Meinhof", activa en los años setenta y en realidad benigna si se compara con las bandas terroristas colombianas: no violaron a nadie, no destruyeron pueblos, no castraron personas delante de sus vecinos, no usaron personas bomba... ¿Qué diría el gobierno alemán si eso hubiera ocurrido? ¿Qué dirían los ciudadanos alemanes? El trato que dio el gobierno de la República Federal Alemana a los miembros de esa banda habría dado para un proceso por violación de los derechos humanos, pero nadie estaba para cuestionar a un país tan poderoso.

 ¿A cuenta de qué se dedica el embajador alemán a divulgar la propaganda de las organizaciones de fachada de los terroristas y a opinar abiertamente sobre la política colombiana tomando partido por esas organizaciones? Habría que recordar que durante décadas la empresa Mannesmann financió abiertamente al ELN y que el gobierno alemán envió a un par de espías (pronto nadie se acordará de esas ratas, los Mauss) para ayudar a cuadrar las cuentas de la banda. Incluso el arzobispo de Maguncia organizó una conferencia para reunir a los apoyos de esos asesinos y así alentar su actividad y aprovechar la debilidad del gobierno de Pastrana para sacar partido de los secuestros y masacres, pero la banda fue debilitada y se creyó que su desmovilización tendría lugar en poco tiempo.

En la cuenta de Twitter del citado embajador uno encuentra toda clase de muestras de apoyo a la cantante vallenata de ojos saltones que promovía los desmanes del paro del ELN, las denuncias por la muerte de los "líderes" (que sólo son los terroristas semiactivos en algunas regiones y que con toda certeza caen por rencillas con sus compañeros por el botín de la cocaína o del secuestro), de apoyo a cuanta iniciativa emprendan las redes urbanas de las bandas terroristas... En fin: la cuenta de un profesor universitario del Partido Comunista. Sólo que es el representante de otro país.

Muy llamativo es el hecho de que intente "orientar" al ELN para que descanse un tiempo y mate después.
¿Quién podría dudar de que el mundo puede esperar buenos ejemplos de esos asesinos?

La tradición de servilismo de los gobiernos colombianos ante la intromisión de los europeos a favor de los terroristas daría para una investigación periodística de largo aliento. Baste recordar a los países que acompañaban la negociación con las FARC cuando el Caguán, o la liberación del asesino alias Rodrigo Granda por Uribe, en clara violación de la ley, para complacer a Sarkozy, que esperaba obtener réditos de imagen en su país complaciendo la increíble propaganda de los secuestradores, que culpaban a quien no premiaba el secuestro y recibían el apoyo masivo de los franceses.

Esa intromisión es en fin un misterio, algo inexplicable en términos lógicos, pero no porque no se entienda que los gobiernos europeos promuevan terroristas en Sudamérica, porque también fabricaban armas nucleares para Sadam Husein en los setenta, ni porque los gobiernos colombianos  se muestren complacientes, pues a fin de cuentas una de las fuentes de financiación de los políticos son las ayudas de esos países y con tal de poderse robar una parte aceptan cualquier ultraje para el país. De hecho, cientos de miembros de bandas terroristas han sido funcionarios diplomáticos y han organizado las redes del crimen organizado en Europa, como el propio Petro, o como la siniestra María Jimena Duzán, que fue cónsul en Barcelona.

Lo misterioso es la disposición de los ciudadanos colombianos  El secuestrador es menos monstruoso que el colombiano de a pie que no ve ningún problema en que los representantes de potencias extranjeras animen a quienes lo matan y secuestran. Casi no hay ningún caso en que no se vea lo atroz que es el complejo de inferioridad que genera el racismo. Uno mismo lo señala como por diversión, sabiendo que nadie se va a incomodar, tal como nadie se inquieta por los recientes asesinatos de soldados en la Macarena. 

La desfachatez de ese personaje y su abierta incitación al crimen, que de ninguna manera toleraría en su país, hace pensar que el nazismo dejo una lesión moral profunda entre los alemanes. No es difícil imaginarse lo que sentirían los oficiales de las SS o personajes como Heydrich cuando ordenaban cometer atrocidades.

(Publicado en el blog País Bizarro el 18 de junio de 2020.)

lunes, julio 27, 2020

La guerra cósmica: de la banda de los cuatro a los antivacunas


El desconcierto general ante la crisis causada por la COVID-19 ha dado lugar a una explosión de reacciones desmesuradas y muchas veces disparatadas por parte de gente que parecía sensata, como si el impulso para la discusión ideológica no se pudiera contener y tener que atender a la realidad fuera sólo un fastidio. Asusta la frecuencia creciente con que se describen las medidas de cuarentena como un ataque contra los derechos individuales y se propone simplemente acabar con todas las restricciones y todas las medidas de control porque, según dicen, cada uno verá si se contagia. No siempre son los mismos argumentos, pero creo que es innegable que hay mucha gente haciendo esa traducción de las medidas contra la pandemia al conflicto ideológico, bien que se vea como izquierda y derecha, bien como libertarios y socialistas, bien como patriotas y conjurados globalistas de Soros. Esa visión recuerda al profeta persa Mani (siglo III), cuyo dualismo sólo reproducía lo que ya creían siglos antes los adeptos del zoroastrismo; una guerra perpetua entre el bien y el mal de la que todo fenómeno es de alguna manera representación. Imposible no recordar ante esa paranoia a la "banda de los cuatro" que tomó el poder en China en los últimos años de vida de Mao Zedong y que previamente había lanzado una guerra ideológica contra Lin Biao y Confucio.

Ciencia y superstición
En un texto sobre Sócrates, Estanislao Zuleta explicaba el espíritu de la ciencia a partir de la idea de "no saber", si uno va donde un gran médico, éste suele no saber que tiene uno y le manda hacer un montón de análisis, pero si va al curandero de la plaza de mercado, éste siempre tiene el diagnóstico y el remedio. Por eso la tarea de Sócrates no era ser sabio sino anhelar saber, que es lo que significa filosofía. 

La ideología o prejuicio siempre tiene las respuestas antes de que se formulen las preguntas porque ve los fenómenos como meras representaciones de conflictos metafísicos, de modo que para muchos no hay que detenerse a pensar en lo que ocurre realmente con la pandemia, ya saben que los gobiernos van a aprovecharla para restringir libertades y cobrar impuestos, y que la paralización de la economía es más grave que la muerte de unos cuantos. Los penosos disparates que publicó Fernando Vallejo sobre la inmunización masiva yo los había leído antes en tuits de libertarios. Como los curanderos de Zuleta, con unas cuantas líneas que hayan leído sobre la pandemia ya resultan graduados de virólogos y epidemiólogos. Si el cierre de negocios los afecta, muchos se vuelven los más severos críticos del gobierno, por ejemplo del de Duque, al que no le reprochaban su adhesión a la paz de Santos y ni siquiera su disposición a premiar al ELN. En realidad, el gobierno sólo había estado en minoría cuando pretendió subir el IVA a los productos básicos porque esos libertarios se verían también afectados.

En otros, el resorte no es el interés personal directo sino la situación de la gente más débil, pero es curioso que cuando uno habla de las endemias colombianas, como la educación superior pública o la parafiscalidad, se nota que no les inquietan en absoluto, como si no fueran la causa de la miseria de la mayoría. Para estas almas sensitivas la situación de los "habitantes de la calle" o de los presos antes de la pandemia era tolerable.

La economía o la salud
Obviamente no merece el menor reproche el que se preocupe por la situación económica, pero el llanto y la protesta que presuponen que no se debe aplicar la cuarentena es por una parte el atrevimiento de sentar cátedra sobre lo que se desconoce y por otra la reacción más egoísta a los problemas. En el fondo lo mismo, no tratar de entender la realidad sino hacerle frente con armas de juguete. Otros ni siquiera tienen nada que decir sobre la economía sino que sufren síndrome oposicional respecto de los políticos del bando hostil, de modo que cuando un personaje como Claudia López propone mantener la cuarentena hasta que haya vacuna ellos proponen acabar ya con toda restricción y culpan de las dificultades a la conjura globalista y a veces incluso a la vanidad de la alcaldesa. El economista Juan Ramón Rallo aborda, creo yo que acertadamente, la cuestión. Recomiendo leer su artículo para no insistir en esa absurda discusión.

La biología no obedece a la ideología
Es obvio que todos los políticos de todos los partidos intentan aprovechar la pandemia en favor de sus intereses (sobre todo lo hacen cuando se quejan de que los demás lo están haciendo). De tal modo, conviene entender que a los totalitarios que mandan en países como España, México y Argentina, y en gran medida también en Colombia, les interesa el empobrecimiento y la destrucción de puestos de trabajo. Si esas sociedades valoraran el trabajo, ellos no obtendrían votos. Y nadie debe pensar que el sufrimiento de los venezolanos, por poner un caso, inquiete en absoluto a sus gobernantes, que viven rodeados de lujos y en fiestas. Ésa es la historia del comunismo, en tiempos de las más espantosas hambrunas los recursos de los Estados se dedicaban a promover revoluciones en otros países, como ocurrió con la Komintern. El comunismo en Colombia es el fruto de ese dinero sustraído a los hambrientos, no sólo a los rusos sino también a los chinos, que pagaron la creación del MOIR, tan influyente en el partido Centro Democrático. En España esperan (y lograrán) que una renta básica universal les asegure los votos de los millones de personas que se han quedado sin trabajo. La miseria resultante generará tensiones de las que saldrá vencedora la mayoría paniaguada.

Pero todo eso no quiere decir que fuera posible desistir de la cuarentena y así evitar la ruina y la destrucción de empleos. Esas bobadas sólo las dicen personas muy desinformadas en Colombia. La primera vez que se decretó el estado de alarma en España todos los partidos apoyaron las medidas de cuarentena, no había alternativa porque lo que se anunciaba era el colapso hospitalario. No hay ningún caso en el que un gobierno haya desistido de imponer medidas de restricción de la movilidad y no haya conseguido una multiplicación exponencial de los contagios y las muertes, y por tanto, también de la ruina y la destrucción de empleos. Boris Johnson pagó su comedimiento contagiándose él mismo. Y hoy el Reino Unido es el país con más muertes por COVID-19 en Europa. Lo mismo ocurre en Brasil y México, países que ahora encabezan el censo de muertes por la pandemia en Iberoamérica.

La tontería de las interpretaciones ideológicas impide plantearse respuestas reales tanto a la pandemia como a la amenaza no menos letal de expansión del poder del hampa dirigida desde La Habana. Cuando los críticos del gobierno "amigo de la paz" se dedican a clamar al cielo contra las medidas restrictivas, por una parte les dan la razón a los defensores de dicho gobierno y de la llamada izquierda, y por el otro gastan energías en algo que no conduce a nada. Si hubiera un partido que representara una verdadera alternativa, se esforzaría en proponer medidas que permitieran trabajar y a la vez proteger la salud de la gente. De eso se trata, de evaluar el riesgo de cada actividad, de cada persona, de cada espacio, de modo que esa elección absurda entre el sacrificio de unos cuantos y la continuidad de algunos negocios deje de tener sentido. Eso es posible en todas partes, si pueden abrir las tiendas de alimentación, ¿cuántos negocios no habrá en los que la exposición al contacto entre personas sea menor?

Las soluciones, tanto asistenciales como técnicas, dependen más de la eficiencia de los gobiernos y la disciplina de la gente que de la ideología. Baste pensar en China, donde, si bien es cierto que publican cifras engañosas y tapan muchos contagios y muertes, tendrían millones de muertos si no hubieran sido eficientes cerrando la provincia y la ciudad en que se detectó la infección. Si los gobernantes comunistas chinos fueran del nivel de los socialdemócratas y chavistas españoles no sólo habría una mortandad monstruosa por la pandemia sino además una hambruna generalizada, aunque ciertamente los chinos son más disciplinados que los españoles (ayer salí a pasear por Barcelona y se me ocurrió contar las personas que llevaban mascarilla, que eran la minoría a pesar de que es obligatoria).

La manía ideológica, como ya expliqué antes, hace recordar la campaña de algunos gánsters comunistas chinos contra sus rivales cuando el segundo del régimen, Lin Biao, cayó en desgracia: una querella palaciega se presenta como una guerra cósmica. Lin Biao no tenía nada que ver con Confucio, pero el adanismo de esos terroristas-propagandistas los alentaba a presentar al creador de la cultura china como un elemento caduco al que combatir para elevar de nivel la justificación de sus persecuciones. Y también recuerda a los enemigos de las vacunas, personas que reciben rumores por WhatsApp y creen que la biología molecular es algo que se entiende reduciéndolo a una cuestión de gustos personales. Encuentran público porque efectivamente la mayoría de los niños no vacunados no se contagian de las enfermedades infecciosas contra las que se aplican vacunas, pero eso ocurre precisamente gracias a que la inmensa mayoría de la población está protegida. En otra época la mortalidad por la viruela era enorme.

Lo que se haga para afrontar la pandemia y la crisis que vendrá debe ser objeto de una discusión seria, y mucho me temo que al final los criminales totalitarios sacarán provecho de ambas calamidades. Eso no se podrá impedir mientras la respuesta de quienes deberían combatirlos sean la sinofobia, las teorías de conspiración o los fanatismos ideológicos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de mayo de 2020.)

martes, julio 14, 2020

Sergio Fajardo y el milagro de las encuestas


Durante mucho tiempo me ha fascinado la carrera de Iván Duque: de ser un completo desconocido durante los gobiernos de Uribe, pasó a candidato al Senado en la lista única que encabezaba el expresidente en 2014 y de ahí a personaje intensamente promovido por los medios, como la revista Semana, elegido como mejor senador por una cámara dominada por los amigos de Santos (el ganador normalmente es Jorge Enrique Robledo) y elogiado por personajes como León Valencia, Rodrigo Uprimny y Vladdo. La manipulación de las encuestas previas a la primera vuelta de las elecciones de 2014 prueba que había un acuerdo de la mafia gobernante con Uribe y su partido para imponer a Duque como presidente y que la forma en que se consiguió fue impidiendo el paso a segunda vuelta de Sergio Fajardo.

Noté algo muy raro en las encuestas a la primera vuelta de las elecciones de 2018 y empecé a publicar en Twitter los resultados de dichas encuestas que aparecían en la Wikipedia, y pocos días después esas encuestas desaparecieron de la página. Es verdad que eso lo puede hacer cualquiera, pero ¿quién puede tener interés en tomarse ese trabajo? Afortunadamente se me ocurrió mirar la versión inglesa, donde todavía están.


La columna morada corresponde a la votación que se preveía por Petro, la azul, a la que podría alcanzar Duque según las encuestas y la que hay debajo del cuadro verde a la de Fajardo. Fíjense en que la única encuesta en la que el resultado que obtendría Fajardo se parece a lo que ocurrió el día de la elección es la de un instituto ajeno al medio colombiano. (El resultado final fue 39,14 para Duque, 25,06 para Petro y 23,73 para Fajardo.)  ¿Cuándo aciertan las encuestas en Colombia? Nunca, no porque la población sea imprevisible sino porque la mala fe reinante hace que las encuestas sólo sean propaganda. Para formarse una idea de la forma en que las encuestas se usan para influir en la elección conviene prestar atención a las que se publicaron antes del plebiscito de 2016:


No tiene sentido que todas se equivoquen tan gravemente, sencillamente, si era seguro el triunfo del sí, nadie iba a perder el tiempo votando no. Y del mismo modo, si era tan escasa la votación por Fajardo, muchos irían al "voto útil", contra Duque o contra Petro, por no hablar del aliento que tendrían los que dominan las maquinarias de compra de votos para invertir en un tipo como Petro que no pasaría a segunda vuelta.

Los votos que obtendría Fajardo en las encuestas de los medios colombianos en las últimas encuestas previas a la elección siempre anuncian más de diez puntos de diferencia respecto a lo que resultó finalmente, y en algún caso son un tercio del resultado. Como pasa siempre que se discute con colombianos, ningún argumento conmueve las certezas de nadie, pues, como decía Hannah Arendt de la época nazi, cuando es imposible negar las mentiras los que decían creerlas admiten que sabían que era mentira pero tienen algún pretexto.

De haberse aproximado las encuestas a los resultados finales, muchos votantes habrían tenido la duda de si apoyar a Petro o a Fajardo, o bien a Duque o a Fajardo, y sus posibilidades de pasar a segunda vuelta eran muy superiores. En lugar de los 15 puntos de algunas encuestas tuvo 1,33 puntos de desventaja respecto de Petro.

La cuestión es ¿qué habría pasado si Fajardo hubiera pasado a segunda vuelta contra Duque? Pues que muy probablemente habría ganado. Es más inteligente, más simpático y por entonces más conocido por la gente. De modo que favorecer a toda costa el paso a segunda vuelta de Petro era una jugada para asegurar la elección de Duque. Petro no podría ganar, si hubiera estado cerca de disputarle realmente la presidencia al inverosímil ungido de Uribe se habrían movilizado muchas fuerzas dormidas para impedirlo, mucha gente que votó por otros candidatos y después se abstuvo habría ido a votar. Pero Fajardo parecía una amenaza menor.

¿Es realmente distinto Fajardo a Petro? Yo creo que no. En la época del Caguán era o había sido alcalde de Medellín y publicó un artículo lamentando el fin del despeje, después se encontró a uno de sus funcionarios en un campamento terrorista y finalmente fue gobernador de Antioquia por el Partido Verde, que es sólo el M-19 lavado de cara y con una trayectoria bastante problemática. Fajardo forma parte de la mafia cubana exactamente igual que Petro o que otros políticos abiertamente comunistas.

Luego, ¿qué interés podría tener el clan oligárquico en impedir su triunfo? Por una parte, sería un agente nuevo con alguna autonomía, por la otra seguiría habiendo un "polo" de descontento en torno al uribismo, con el que claramente hubo acuerdos para llegar a ese resultado. El ascenso de Duque es perfecto para los planes cubanos, el acuerdo de La Habana se aplica sin cambios, las entidades surgidas de ese acuerdo, como la JEP o la Comisión de la Verdad, siguen operando sin contratiempos, la propaganda contra Uribe mantiene a los descontentos ocupados defendiendo a su líder, se reclutan muchos uribistas cuya verdadera aspiración se acaba en un puesto bien pagado (como la que elogia al padre De Roux) y se neutraliza completamente cualquier descontento. Incluso se comienza una nueva negociación de paz con el ELN, gracias a la cual todas las atrocidades de la paz de Santos quedan confirmadas y poco a poco olvidadas, tal como ocurrió antes con el M-19 y los grupos guerrilleros que negociaron la paz en los ochenta.

Es decir, Fajardo habría ganado con los votos de la "izquierda" y la gente descontenta seguiría cuestionando el acuerdo de La Habana. Con el triunfo de Duque eso desapareció, sólo algunas personas aisladas en Twitter decimos algo y nos describen como "extrema derecha" (si por algún motivo yo tuviera que tomar partido entre la izquierda y la derecha, sin duda estaría más cerca de la izquierda, palabra que siempre ha querido decir la igualdad, la libertad, la fraternidad, el respeto de los derechos humanos y del sufragio universal, sólo que en las cabezas brutales de los colombianos ya ha llegado a significar lo contrario, que es como si alguien se opusiera al amor porque entendiera que Tornillo les hacía el amor a los niños campesinos secuestrados para servir de carne de cañón). La presidencia de Duque es exactamente lo que conviene a los cubanos, a tal punto que no hay un solo periodista extranjero que no lo sitúe en las antípodas de Maduro y compañía por mucho que su gobierno no haya cambiado absolutamente nada de lo que dejó Santos.

¿Qué motivos podría tener Uribe para prestarse a una jugada parecida? Por una parte él es un político de la vieja escuela, formó parte del Poder Popular con Samper y del Senado que permitió la Constitución de 1991, incluso fue ponente de una ley que refrendaba la impunidad del M-19. Por la otra, es víctima de un acoso judicial inclemente, que incluso significó el encarcelamiento de su hermano. Uno no sabe qué pruebas pueden tener en su contra para encarcelarlo o destruir su imagen, por ejemplo por actuaciones de los años ochenta, cuando era alcalde de Medellín y director de la Aerocivil. Además, gracias a ese acuerdo sigue siendo un importante senador y un líder que influye en una parte de los nombramientos. No en los más importantes, que son para los que encarga Santos o su club mafioso, pero sí en algunos.

Y bueno, como concluyen los porteños: no es fácil responder a los porqués pero ahí están los hechos. Duque nunca lideró ningún rechazo al acuerdo de La Habana, incluso cuando ganó el no corrió a matizar ese triunfo para convertirlo en apoyo a la paz, salió de la nada, fue promovido por los amigos del narcoterrorismo y gobierna sin molestar en absoluto a los exportadores de cocaína ni al nuevo poder surgido de los acuerdos de La Habana. Incluso nombra ministras que tomaban parte en protestas contra su gobierno.

La mayor decepción no procede de los votantes uribistas cuyo conocimiento de la política es tristemente precario, ni de Uribe o Duque, que ya mostraron en los años anteriores a 2018 sus verdaderas inclinaciones, sino de las personas que mostraban oposición a Santos y su acuerdo. Hoy son perfectos socios de los terroristas y ejercen de comparsas en el show del Congreso. Desde mi punto de vista son otros criminales. Desde mi punto de vista, cualquier intento regenerador tiene que hacerse contra esa gente igual que contra los terroristas. Son socios y valedores de un gobierno criminal de guante blanco.

(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de mayo de 2020.)