sábado, julio 28, 2012

Las raíces del socialismo


1. ¿"Perdimos la guerra"?
Así se titula un artículo reciente del representante a la Cámara Miguel Gómez Martínez, centrado en la idea, correcta en mi opinión, de que sólo puede haber paz como resultado de la victoria, pero que no obstante pasa por alto la cuestión de la legitimidad, que es la que desautoriza toda negociación y todo entendimiento con los terroristas ya que lo que amenazan es la libertad y el derecho de los ciudadanos a elegir a sus gobernantes. Esa omisión es en cierta medida justificable por el tipo de texto, más grave me parece que culpe a "los colombianos" de no querer hacer frente a los terroristas, como si alguna opción apaciguadora hubiera ganado las elecciones.

Pero lo que de verdad me parece problemático es esa primera persona del verbo: si "perdimos" la guerra "los colombianos", los guerrilleros no son colombianos, y esa cómoda pirueta retórica, muy socorrida en Colombia, por lo demás, convierte en inocentes a los apaciguadores. Creo que para empezar a entender la realidad colombiana hay que prestar atención a los sobreentendidos que maneja el señor Gómez sobre los integrantes de ese "nosotros".
El mayor triunfo de la guerrilla es haber convencido a los líderes de opinión en Colombia que la victoria militar no es posible. Con la excepción de Álvaro Uribe, todos los mandatarios colombianos desde la época de Belisario Betancur repiten sin cansarse que la única opción que tenemos es la negociación. También lo sostienen la totalidad de los medios de comunicación, los líderes empresariales, los políticos, las ONG e incluso algunos militares. 
Se puede ver que el señor Gómez concibe a la guerrilla como una entidad extraña a los "líderes de opinión", a los que aquélla convence de que la victoria no es posible. ¿Ocurre eso? ¿Qué es la guerrilla? Si alguien se toma en serio que Tirofijo y sus rústicos son tan astutos como para convencer a los "líderes de opinión" del país de algo tan absurdo como que hay que sacrificar la democracia para no estar en guerra, y de que son invencibles a pesar de que sólo la negociación ha permitido a las guerrillas ser un poder significativo, ese alguien está defintivamente engañado.

El mayor triunfo de los que aspiran a tomar el poder en Colombia gracias a los crímenes de la guerrilla es haber convencido a sus supuestos contradictores de que realmente una tropa de zarrapastrosos puede representar una amenaza para un Estado del siglo XXI, y de que obran por fuera de una vasta conjura cuyo sentido compromete al conjunto de la sociedad y al orden social profundo, cosa que explicaré más adelante.

¿A qué líderes de opinión se refiere el señor Gómez? Si uno piensa en los columnistas de los grandes diarios bogotanos y de Semana, con muchísima frecuencia tienen una clara trayectoria como militantes de sectas comunistas, empezando por el director de El Tiempo. ¿Son tontos y se dejaron convencer por los guerrilleros de que eran invencibles, al punto de que NUNCA durante los años del Caguán publicaron nada que cuestionara que se pudiera someter la voluntad ciudadana a la imposición de unos asesinos?

Bah, uno lo puede repetir un millón de veces: la mente colombiana es refractaria a la razón, como la leyenda cómica de que la guerra es el resultado del tráfico de drogas. Es muy improbable que aparezca una sola persona que quiera entender que los terroristas son sólo el servicio doméstico armado de los dueños de la prensa, que conforman una oligarquía que domina el país desde hace al menos ochenta años. Figúrense, esos elegantes compatriotas piensan en lo que se podría hacer para acabar con la guerra y con las bandas terroristas y alcanzar la paz, y en su inocencia resuelven premiar sus crímenes a pesar de que ya se habían reducido drásticamente y se vislumbraba la desaparición de las bandas. 

Bah, es desesperante. ¿Qué hay en la cabeza de los colombianos? No faltará el que encuentre sarcástico mi párrafo anterior, pero ¿NO ES LO QUE DICE EL SEÑOR GÓMEZ MARTÍNEZ? La mente colombiana está hecha a decir una cosa y la contraria, a suscribir varias opiniones contradictorias a la vez, por ejemplo si las suscriben varias personas que lucen los mismos zapatos italianos.

Mención aparte merece la "inocencia" de los líderes empresariales y similares: nunca ha habido una economía independiente en Colombia. Ahora menos: la participación del Estado en la economía a partir de la expansión de las industrias extractivas hace que todos los gremios resulten forzosamente afines a la facción política hegemónica.

2. Pero ¿qué es la guerrilla?
En definitiva, un país de varias decenas de millones de habitantes se encuentra un día con unos cientos de bandoleros mal armados que se disponen a someterla y mágicamente lo consiguen. Es más o menos lo que creen la mayoría de los colombianos, y las explicaciones son muy diversas. La del señor Gómez Martínez, que se trata de indolencia y candidez, es sólo una. El contexto real de surgimiento de esas bandas y la adhesión que siempre han tenido de grupos significativos de personas de las clases acomodadas se pasa por alto: los enemigos de la guerrilla no quieren pensar que se trata de un conflicto político entre grupos sociales distintos, en buena medida porque esa concepción les recuerda el tipo de análisis marxista.

En otros países hubo insurrecciones armadas comunistas, recuerdo ahora Indonesia y Tailandia, y los hechos sangrientos se mencionan y recuerdan como obra de "los comunistas". En Colombia no. Los comunistas son personas de buenas maneras, educadas y hasta bien vestidas, y parece (no lo dice el señor Gómez Martínez pero sí muchísimas personas) que también se dejaron engañar por los guerrilleros y les creyeron que eran invencibles.

La historia de las FARC es fácil de encontrar y entender, la mentalidad colombiana que llega a no ver a los que se aseguran el mando y rentas millonarias gracias a los crímenes de la banda, es algo fascinante. En realidad es todo el problema. Si el Holocausto judío hubiera ocurrido en Colombia habría muchas discusiones acerca de lo que hubieran hecho las SS y se despreciaría al que intentara relacionar al señor Goebbels con esos hechos. Incluso al mismo señor Hitler.

El fondo de esa monstruosidad es la persistencia de un orden social primitivo y lleno de elementos racistas y excluyentes: se concibe a las guerrillas como fuerzas de resistencia de salvajes hostiles a la comunidad nacional y no precisamente como su expresión más característica. Se pasan por alto todos los testimonios que prueban la relación del PCC con las FARC, el paso de Alfonso Cano o Timochenko por la Juco, el ideario de todas las sectas que conforman la llamada "izquierda": para los colombianos, y perdón por repetirlo tantas veces, el crimen consiste en mostrar rasgos de grupos étnicos o sociales excluidos, tener las uñas sucias y hasta mellas en la dentadura. Los que durante medio siglo han legitimado y alentado los crímenes terroristas desde la prensa son unos pobres engañados. 

Es de verdad angustioso y uno vuelve al mismo punto siempre: ¿DICE O NO DICE ESO EL SEÑOR GÓMEZ MARTÍNEZ?
3. ¿El mal surgió de la mente monstruosa de Karl Marx?
El comunismo fue descrito por Octavio Paz como "un crimen colectivo", y su éxito en Rusia en 1917 y en las décadas siguientes en medio mundo se puede considerar la mayor tragedia de la historia humana. No cabe indulgencia con los comunistas y casi que el grado moral de una sociedad corresponde a la respetabilidad que tienen los comunistas. En Colombia y Venezuela son bien considerados porque son países en los que reinan los bandidos, en las sociedades civilizadas hay un vasto consenso sobre la consideración de los comunistas como criminales del mismo nivel que los nazis.

Pero muchos anticomunistas en Colombia conciben la historia del país como el puro efecto de la llegada de esas ideas, y lo que me angustia de esa concepción es que POR TANTO COLOMBIA ERA PERFECTA ANTES Y LO SERÍA SIN MARXISTAS. La lotería: uno pone sus números del Baloto y salen, resulta millonario. El otro sigue pobre. Singapur no recibió la misma influencia marxista ni tuvo la tentación del tráfico de alguna droga, como Luxemburgo, Corea del Sur, Finlandia, etc. Colombia estuvo muy de malas.

De hecho, cuando uno les explica a esas personas que los poderosos que favorecen a las bandas terroristas no son marxistas, se desesperan. Ya intenté explicar en una ocasión de qué modo el plano ideológico es al conjunto del juego político como la química a la física: en lo muy grande y en lo muy pequeño no hay química, sólo física. En el juego de los grandes señores y en el de los esclavos de la guerra no hay ideología, sólo intereses concretos; la ideología opera sólo en el plano medio. López Michelsen colaboró con los comunistas y puede que aun fuera aliado de la URSS, pero no porque lo afectaran las ideas marxistas, y desgraciadamente he tenido que leer eso.

Tengo que resumir lo expuesto porque el tema genera dispersión y parece que no tuviera relación una cosa con otra. Las guerrillas no son ajenas a los intereses de los grupos de poder (como parece creer el señor Gómez Martínez, al que poco le falta para decir que los grupos de delfines herederos de la República Liberal son otras víctimas de las guerrillas) ni una fuerza ajena al grupo étnico y social dominante, ni menos el resultado de las ideas marxistas. Es al revés, las ideas comunistas encuentran público allí donde hay condiciones morales e ideológicas que lo permiten. En Occidente sólo en los países católicos del Mediterráneo y en Iberoamérica.

Cosa curiosa, los demás países de la región no han tenido el mismo problema de las bandas terroristas, pero de todos modos tienen gobiernos comunistas. En el plano del juego político eso tiene muchas causas que no voy a comentar aquí, pero en mi opinión la ideología es determinante: la inmensa mayoría de los ciudadanos sudamericanos simpatizan con el socialismo, y eso desde hace muchas décadas.

4. Pero ¿qué es socialismo?
Si yo fuera profesor empezaría cualquier clase con preguntas así. Parece que todo el mundo tuviera una descripción clara de lo que es socialismo y que preguntarlo fuera perder el tiempo. Los de derecha y los de izquierda contestarían que el socialismo es la ideología de la izquierda. Pero ¿el partido nazi era de izquierda? ¿O no era socialista? ¿Tampoco Mussolini ni el Baaz iraquí y sirio ni Gadafi? Los comunistas en Colombia, es decir, la inmensa mayoría de los que tienen estudios universitarios en materias sensibles a la política, creen que Hitler y Mussolini eran falsos socialistas, en realidad capitalistas disfrazados de socialistas. Los colombianos conciben las palabras como rótulos que les ponen a las cosas según les convengan y se quedan tan tranquilos. Por eso todos saben de sobra qué es socialismo. Esto dice el diccionario:
1. m. Sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes.
El comunismo con su dictadura y su régimen de terror nunca ha sido mayoritario en Iberoamérica, pero en las últimas décadas vive un periodo de esplendor gracias a la eficacia de su liturgia, a la disciplina de sus militantes, a la hegemonía del gobierno cubano en los grupos socialistas, pero sobre todo a que la inmensa mayoría de los ciudadanos son socialistas. Es decir, profesan el culto del Estado. El socialismo es el culto del Estado, fenómeno sobre el que advirtieron los filósofos del siglo XIX. Los grupos organizados de partidarios del crecimiento del Estado encontraron en el término un bonito pretexto. Al interesado en el tema le recomiendo las descripciones del Estado del Zaratustra de Nietzsche, y la que aparece en La rebelión de las masas de Ortega y Gasset.

El conjunto de los grandes crímenes modernos es perfectamente atribuible al socialismo, tanto al racista-imperialista de Hitler como al marxismo. En estos mismos días se cometen asesinatos en masa en Siria, país sometido al muy socialista Baaz. Que los fascistas rindieran culto al Estado, o que el socialismo sea eso, es una obviedad que nunca podrá conmover las certezas de los colombianos por sus raíces ideológicas profundas. Para resumir la noción de socialismo, baste citar a Hayek:
Totalitarismo es la nueva palabra que hemos adoptado para describir las inesperadas pero inseparables manifestaciones de lo que en teoría llamamos socialismo.
Bueno, Marx era sólo uno de los diversos socialistas. Otros, como el Baaz iraquí o el mismo fascismo europeo, ascendieron como respuestas al marxismo, y contaron con el apoyo de mucha gente que temía al comunismo. El problema es el Estado, tanto por sus inclinaciones como por el hecho de que la gente en países como Colombia cifra la solución a sus problemas en él. Se juntan el hambre con las ganas de comer.

La victoria militar sobre las organizaciones armadas comunistas es imposible porque las protegen instancias formidables de la sociedad. No es que los magistrados o los delfines políticos se extraviaran en la lectura de Marx, sino que las perspectivas de negociación les abren la posibilidad de expandir su poder. La negociación con el M-19 y la Constitución del 91 trajeron la expansión del Estado y del poder de los funcionarios y políticos. Una negociación futura con las FARC les aseguraría un dominio mucho mayor. Ciertamente hay de por medio una conjura del PCC y fortunas fabulosas comprando voluntades, pero si esa conjura no tuviera a su favor tanto a la mayoría de las clases altas como a los grandes poderes fácticos, sería facilísimo desarmarla.

Es decir, la voluntad de los terroristas es tomar el poder como en Cuba, pero en la realidad son un instrumento de dominación de los grupos que siempre han controlado el Estado, que sin conflicto ni perspectivas de negociación perderían su poder, eso explica la jugada de Santos, que optando por el socialismo y la negociación se gana a un tiempo a todos los lagartos, a los comunistas y a los poderes fácticos sin disgustar a la mayoría de los votantes, que esperan que el Estado les provea redistribución y derechos, muchos derechos.

5. ¿Cómo consiguió el PCC convertirse en el partido del poder?
La idea de que la causa de las desgracias colombianas son las teorías de Marx me indigna porque es como una ceguera profunda respecto a los verdaderos rasgos de la sociedad colombiana. Si se admite que el funcionario público tiene como tarea y objetivo el dominio sobre la sociedad y la expansión de su capacidad de gasto, resultará obvio que el socialismo lo tentará. Eso mismo pasa en todas partes y en otros países se ofrece resistencia a la expansión del Estado por la existencia de grandes grupos de clases productivas y de economías basadas en la iniciativa privada. En Colombia no ocurre tal cosa, y ahora menos.

El comunismo podía ser a principios del siglo XX una moda exótica vista con mucho recelo por las clases altas, más debido al ateísmo y otros rasgos. Pero con el tiempo se fue haciendo influyente en las universidades y en los sindicatos estatales. En las primeras la organización del Movimiento Estudiantil Revolucionario permitió a varias generaciones graduarse sin excesivas exigencias "académicas", multiplicar el gasto en "educación" "superior" (y así asegurarse puestos como profesores) y constituir un importante factor de poder por la organización y por el peso de los grupos armados. En los sindicatos estatales ocurrió un proceso parecido. Un par de décadas después ya se alcanzó la hegemonía, los profesores universitarios son los antiguos militantes, y los nombramientos en muchas entidades públicas dependen de la recomendación de los sindicalistas. Que los intereses de los comunistas coincidieran con los de los delfines y demás oligarcas era un proceso inevitable: la base del sindicalismo estatal es obtener rentas a costa del contribuyente. La del Movimiento Estudiantil también, aunque los usufructuarios (profesores-militantes y con ellos la conjura comunista) no tienden a figurar.

Pero ese retrato también es superficial: puede que al principio el marxismo fuera una opción de aventureros o resentidos, pero a partir de cierto momento, cuando empezó a ser productivo en términos de poder, fue una elección típica de los miembros de familias ligadas al poder político, tanto en las familias de magnates como en las de funcionarios de menos rango. Una de las preguntas típicas de los académicos es por qué el anticapitalismo de los intelectuales. En el caso colombiano es evidente: en una empresa se evalúan los resultados, en una organización comunista lo verdaderamente determinante, lo que establece la ventaja de un militante sobre otro, es la extracción social. La retórica es de igualdad pero la realidad es de brutal jerarquía. El ejemplo extremo de esa relación es la sobrina de López Michelsen como líder de la organización de masas de los comunistas.

Y es mi punto central, lo que parecen no entender ni el señor Gómez Martínez ni los anticomunistas al uso, el socialismo, marxista en este caso, es hegemónico entre las clases altas porque corresponde al tipo de vida tradicional. Las jerarquías se mantienen congeladas, se excluye la competencia, basta con suscribir una serie de respuestas-resorte y afectar cierta moralina y los privilegiados de siempre tienen seguras sus rentas y su autoridad como profesores. Pero eso está en la misma existencia del Estado y de la clase funcionarial. La afición a negociar con los terroristas corresponde a que la esperanza de paz es un pretexto con el que esa clase expande su poder, cosa que hace en toda Sudamérica sin necesidad de violencia.

6. ¿Qué era Colombia antes del comunismo?
Las sociedades marxistas estaban sometidas a un partido hegemónico que vivía del terror, es la situación actual en Cuba. Pero ¿qué hacen los miembros de ese partido? En esencia, divulgar la ideología. El totalitarismo basa su poder en una casta de mandarines que finalmente se hace hereditaria.

Es decir, la organización que domina la sociedad ejerce un poder espiritual, pues se fuerza a la gente a someterse a la ideología. Los funcionarios están a salvo de la evaluación de los ciudadanos (cosa que no sólo es la esencia de la democracia sino también del mercado): sólo evalúa la autoridad superior. ¿De qué modo llegaron los colombianos a aceptar eso, por ejemplo, que haya miles de profesores universitarios dedicados a divulgar la ideología de las FARC sin que ni en el gobierno ni en la sociedad alguien se interese por impedirlo?

Es la historia de Colombia: el Estado quemaba gente en público e imponía creencias so pena de tormentos atroces. Los funcionarios sólo tenían que coincidir con la autoridad superior y forzar a los ciudadanos a obedecer. Al tener relación con esa organización, tenían rentas aseguradas, prestigio y mando.

Antes de que los comunistas dominaran la universidad ya la productividad de ésta era nula en términos económicos, y es que su origen es el seminario y en la medida en que la vasta burocracia expandió su poder empezó a tratar de reemplazar a la Iglesia. En todos los países católicos ha ocurrido un proceso semejante. La certeza de los patanes de las universidades de estar por encima de la sociedad y tener derecho a rentas y poder pagados por los contribuyentes es sólo la continuación de la que tenía antes el clero.

De ese modo, el orden impuesto por los comunistas en 1991, que amplían en medio de la orgía de sangre, es sobre todo la continuación de una forma de vida muy arraigada. No se va a remediar con la suposición cómoda de que "los buenos somos más" ni de que las guerrillas son cualquier organización delictiva (es rarísimo el colombiano que no se indigne cuando se les atribuyen intenciones políticas). Sin plantearse cambiar la sociedad en la dirección del liberalismo (entendido como el ideario de Hayek y otros), de la reducción del tamaño del Estado, de la superación de privilegios, del cierre de las universidades públicas, de la creación de una administración de justicia recta, de la abolición de todos los rasgos totalitarios (socialistas) de la Constitución de 1991 y la crítica constante del legado de la tradición, los gobernantes tendrán más cómodo aliarse con los comunistas, como hace Santos, consciente de que el "caldo de cultivo" de su ideología es hegemónico.

Es decir, la guerrilla y las perspectivas de negociación son el statu quo. Quienes están en ese bando son los herederos de la antigua dominación y tienen hoy rentas millonarias gracias al petróleo. Las nociones del artículo del señor Gómez Martínez con que comencé este largo escrito son en últimas peligrosas porque toleran la ilusión de que los apaciguadores no están en el lado de los terroristas, de que son unos de los "nuestros" que proponen una solución técnica errónea.

El motivo por el que no se ha podido derrotar a la guerrilla es simplemente que el triunfo de cualquiera que se lo propusiera significaría la derrota del parasitismo que instauraron los españoles en el siglo XVI. Y a pesar de la miseria, el atraso y el sufrimiento que ese statu quo genera, la posibilidad de que la gente escoja otra cosa es difícil, ya que los vividores y charlatanes "intelectuales" son los modelos de la sociedad: baste pensar que si uno piensa que los jóvenes deberían trabajar en lugar de tirar piedra escandaliza a casi todos los rudos derechistas que proliferan en Twitter.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 4 de abril de 2012.)