lunes, abril 25, 2016

La verdadera encuesta


Cuando se habla de los periodos históricos pasados es fácil aceptar el criterio predominante entre los periodistas o profesores, que tiende al consenso cuando ya no hay intereses inmediatos que muevan en una u otra dirección. Pero cuando se trata del presente reina la incertidumbre. Gracias al argumento de autoridad, y en últimas al rango social de los promotores del terrorismo, en Colombia parece de lo más lícito estar en el bando de la paz. Baste salir a cualquier otro país para ver que ese bando es sólo el bando del crimen. Lo más próximo es España, pero la comparación sería un escándalo, porque ETA no ha reclutado ni violado niñas, ni ha usado niños bomba, ni ha envenenado el territorio con agroquímicos ni con petróleo... No se puede comparar. Pero en España los únicos que piden que se negocie la paz con ETA son los partidarios de la banda terrorista. Bueno, en Colombia también, la paz es la bandera de los asesinos, pero como son los dueños de los medios de comunicación y del Estado, para mucha gente parece una gran audacia oponérseles.

La historia no está escrita, nadie puede asegurar qué pasará. A lo sumo puede uno tener la certeza de que quien habla de paz y reconciliación miente, porque el presupuesto de esa idea es que alguien agravió a los universitarios que emprendieron la revolución comunista, y que de algún modo las víctimas de los cientos de miles de asesinatos cometidos por los terroristas eran actores de un conflicto legítimo. La mayoría de los colombianos no creen en eso, pero eso no quiere decir que crean lo contrario: es por la esclavitud, el esclavo no cree nada, repite lo que le dicen para no sentir el látigo.

Por fin hay una respuesta popular a la infamia de La Habana, nadie puede a estas alturas no haberse dado cuenta de que todo lo que ha conseguido Santos es resucitar a las bandas terroristas y multiplicar su poder. Es el resultado natural de la legitimación que se ha hecho con ingente gasto del presupuesto en propaganda en los medios y aun con dedicación de los empleados públicos a tareas de propaganda. El fruto real de todo eso lo define con bastante acierto Jaime Bayly en la entrevista al coronel Plazas Vega que podrán ver al final de este post.

A estas alturas no se puede ser indiferente: no rechazar la infamia del régimen es hacerse cómplice de todas las atrocidades terroristas, que se han cometido para llegar a esta situación de completa impunidad y aun licencia para delinquir (con la práctica disolución de la Fuerza Pública por el gobierno, cosa que se comprueba en el "paro armado" del clan Úsuga, claramente convocado para sabotear la marcha del 2 de abril). Si las marchas no son masivas habrá que entender que los colombianos realmente prefieren llegar a tener los sueldos y las libertades de los cubanos, pero en Colombia será mucho peor, será otra Camboya.


(Publicado en el blog País Bizarro el 1 de abril de 2016.)

lunes, abril 18, 2016

Todos a marchar contra el desempleo, o por lo que sea


Sería interesante analizar lo que impidió la firma del acuerdo prometido el 23 de marzo, me atrevo a suponer que en definitiva Obama no se atrevió a promover el indulto a Ricardo Palmera ni la salida de las FARC de la lista de organizaciones terroristas, y que Santos les había prometido a sus socios algún logro en ese sentido. En todo caso no podrían firmar la paz y declarar abiertamente a Colombia un narcoestado reconocido por la DEA. Obviamente no van a dejar esa industria que deja rendimientos fabulosos, seguir negociando es más grato para todos, como una canción de Camilo Sesto que decía "Miénteme, porque sólo así me harás saber que aún nos podemos entender". "Negociemos, porque así tendremos una excusa para seguir en lo que interesa, que es controlar el ejército a punta de purgas, exportar cocaína, expandir la extorsión y someter mediante el terror judicial a quien se oponga." (Supongo que se publicarán explicaciones de más interés, no es propiamente el tema de este post.)

La detención de Santiago Uribe forma parte de ese terror judicial: cualquiera que se atreva a criticar la entrega del país a las FARC puede terminar preso, o viendo encarcelar a su familia con cualquier pretexto. Y como tal es lícito que se convoquen protestas masivas; uno podría lamentar que no ocurriera cuando detuvieron a Arias o a Ramos, o que Uribe y compañía no las hayan convocado para oponerse a la entrega del país al crimen organizado, pero en cualquier caso hay que apoyar la movilización: oponerse a la persecución del hampa judicial es un deber de cualquiera que crea en la democracia, en la ley, en la justicia, en la libertad y en los derechos humanos.

Lo que pasa es que no se convocan manifestaciones contra la detención de Santiago Uribe ni contra las demás persecuciones infames que impone el narcorrégimen, sino que literalmente se invita a quien acuda a buscar los motivos de su descontento. Los uribistas no soportan que se les diga que es una manifestación del uribismo, ni menos que es contra la paz. De eso no debe quedar duda, ellos apoyan la paz y aun quieren una Constituyente con las FARC. Lo curioso es que hasta ahora las marchas y protestas callejeras contra Santos y su paz son de unos pocos cientos de personas porque nunca las convoca Uribe ni los líderes uribistas. ¿Cómo es que cuando sí las convocan tienen vergüenza de hacerlo como tales?

Esa idea de que cada cual encuentre sus motivos de descontento retrata completo al uribismo: lo que se busca en definitiva atraer a gente cuyo problema son las dificultades económicas, fruto de la mala situación en que está el país. ¿Por qué la situación económica se deteriora? Pues porque cayeron los precios de las materias primas que son la mayoría de las exportaciones. ¿Es eso culpa del gobierno de Santos? Resueltamente no, también la situación económica se complicó después de 2008 y sólo a los peores propagandistas se les ocurrió culpar al gobierno de Uribe. Y no es que la gestión económica del gobierno de Santos sea defendible, pero al comienzo de su gobierno los altos precios de las materias primas aseguraban un crecimiento aceptable y no había resistencias.

Pero la gestión económica no es una cuestión que se remedie mediante manifestaciones. Alguna vez leí que unos economistas habían hecho un análisis histórico de la frecuencia de protestas callejeras y demostraron que aumentaban drásticamente cuando había recortes en el gasto público. Es decir, los manifestantes presionan a los gobiernos para que gasten más y por ese motivo son la causa del despilfarro, gracias al cual Europa occidental crece mucho menos que Norteamérica y Asia oriental. Las opciones correctas en la gestión de la economía no son las que pide la calle sino las que determinan los expertos.

Un ejemplo muy preciso de eso es el gobierno de Mariano Rajoy en España: las autoridades económicas internacionales, las agencias de calificación y todo el que entiende el asunto aplaude su gestión de la economía, pero entre los ciudadanos cunde el descontento por las dificultades que han tenido que pasar por efecto de la debilidad de su país. Los demagogos los soliviantan todos los días y de ahí salen muchos millones de expertos en economía y administración pública indignados por la corrupción y con recetas muy precisas para que la situación sea maravillosa. El país a estas alturas es ingobernable, pese a que se había alcanzado que estuviera a la cabeza de Europa occidental en crecimiento económico y creación de empleo. La elección de los ciudadanos destruye una buena gestión y lleva al país a la ruina. Las medidas que podrían generar más empleo no son las que mueven a los manifestantes.

En todo caso, no ocurre nada parecido en Colombia: los que salgan a manifestarse son los descontentos con la persecución y con la entrega del país a los terroristas. Esa clase de personas se identifican con Uribe en parte por el lloriqueo del expresidente y sus amigos (que les hace creer que le hacen oposición al régimen), en parte por la persecución de la propaganda oficial y en parte por identificación con su gobierno. Pero los líderes uribistas tienen exclusivamente interés en explicar que son tan amigos de la paz como Robledo y tan poco uribistas que no protestan por la detención del hermano de Uribe sino por el desempleo.

Esos líderes encauzarán cualquier descontento hacia sus cuentas mezquinas: ¿nadie recuerda los primeros meses del gobierno de Santos con bombas que el régimen y sus medios atribuían descaradamente a la "extrema derecha" mientras se rumoreaba que la cuota de Uribe en el gobierno era Rodrigo Rivera, uno de los líderes del partido de Samper, Serpa y Piedad Córdoba? Ese espíritu nunca se superará,

Pero es una buena cosa que la gente tenga la sensación de que si sale a protestar contra los terroristas no está sola: ojalá se acuerden de OPONERSE A LA INFAMIA DE LA HABANA. Nadie se lo prohíbe, al mismo Uribe y a sus amigos les conviene porque así tendrán más argumentos para corregir y mejorar la negociación, que sólo será perfecta cuando les ofrezcan garantías para sus cuotas de poder e influencia sobre los nombramientos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de marzo de 2016.)

domingo, abril 10, 2016

La derecha en Colombia


Sentido móvil
Hablar de "derecha" e "izquierda" es una cosa muy grata para los demagogos y propagandistas. Esas palabras tienen un sentido móvil que les conviene para atraer la adhesión de su público: el programa socialista de la Falange en las dos primeras décadas de la dictadura de Franco era de derecha, un programa casi idéntico en Rumania era de izquierda; la "violencia caballeresca" de los fascistas italianos era de derecha, la "máquina de matar" que a punta de odio construía el Che Guevara era de izquierda, por mucho que fueran ideas idénticas y aun la segunda copia de la primera (todos los ideólogos jesuitas de después de la Segunda Guerra Mundial parecen copiar a Enrico Ferri, el maestro fascista del fascistoide Jorge Eliécer Gaitán); el exterminio de los judíos por los nazis es de derecha, mientras que el de los kulaks (en el fondo otro grupo étnico, tal como la minoría judía en Alemania era una clase social) por los precursores bolcheviques es de izquierda (sin olvidar que hoy en día el odio antisemita es una seña de identidad de la izquierda), etc. Incluso cosas tan emotivas como las emociones "telúricas" del indigenismo y las teorías de resentimiento tipo Galeano proceden de la misma raíz romántica del Blut und Boden nazi.

La causa de los nuestros
No obstante, la izquierda gana partidarios de forma automática entre los jóvenes gracias a la identificación espontánea, tal como ocurre con los nacionalistas: el enemigo es el que no forma parte del "combo", el que cría vacas en regiones remotas o posee tierras o lleva uniforme militar. Cualquiera que parezca sometido a una disciplina distinta al cómodo relajo de los herederos naturales de los cargos públicos. Como no están cerca para explicarse, se les atribuyen todas las perversidades imaginables y la causa de todas las desgracias existentes en el mundo. También estar vendidos a las potencias extranjeras, por mucho que sea exactamente al contrario: tal como ocurre en toda Hispanoamérica, la propaganda comunista es lo que se llama educación, y aceptarla provee títulos, prestigio y rentas.

El partido de la tradición
Si la derecha es el partido de la tradición, como suponen los que usan esas distinciones, la izquierda colombiana sería la primera derecha: defiende los privilegios de los universitarios y los empleados estatales, que dadas las condiciones del país son los mismos. El origen remoto de esos sectores sociales son las castas superiores de la sociedad colonial, lo cual refuerza el aserto anterior. La izquierda colombiana es la más típica derecha. Si se toma por el lado de la desigualdad social, no sólo son claramente el sector acomodado sino que generan desigualdad, como se vio en los años noventa tras la Constitución que implantaron y gobiernos ligados al comunismo como el de Samper. Es verdad que son rotundamente hostiles a los empresarios, pero no porque defiendan valores poscapitalistas sino plenamente precapitalistas: su fundamento ideológico y moral es la mentalidad del castellano viejo, cuyo rasgo principal es la aversión al trabajo. Usando la jerga marxista, la izquierda colombiana es la fuerza que impide el desarrollo de las fuerzas productivas. La industria del secuestro lo confirma, tras destruir a todos los productores eficientes en las ciudades y en el campo, los patricios de siempre reforzaron su poder en un país mucho más atrasado y pobre.

Tradicionalismo oficial
No obstante, hay otra derecha que se describe como tal y que no enmascara los presupuestos jerárquicos de la tradición: son gente que expresa abierta nostalgia por las castas coloniales y que se puede encontrar entre los prosélitos literales de Gómez Dávila o la gente que rodea al procurador Ordóñez. Un rasgo de identidad que la define respecto a la izquierda es la militancia católica, un tanto paradójica cuando la Conferencia Episcopal y el mismo papa son aliados abiertos de los genocidas comunistas. Ya en una ocasión me ocupé de esta gente comentando un escrito de un abogado que se opone a los derechos humanos enarbolando la bandera del "bien común". Esta derecha del Partido Conservador y otros reaccionarios reactivos tiende a menguar porque no tiene nada que ofrecer a las mayorías, aunque gracias al terrorismo comunista sigue encontrando adhesiones.

El bando del Gran Colombiano
La inmensa mayoría de los colombianos mayores de cincuenta años que no disfrutan de rentas públicas tienen una imagen muy favorable de Uribe porque recuerdan el desorden sin fin de los ochenta y los noventa, que terminó con la tortura incesante del Caguán. Incluso la situación relativamente amable del último lustro es un logro de su gobierno, pues sin la extraordinaria ampliación que tuvo la economía y sobre todo la extracción de materias primas durante los ocho años en que gobernó no habría sido posible aprovechar los precios altos de que disfrutó el primer gobierno de Santos. Ese fácil reconocimiento en un líder que remediaba necesidades urgentes y proveía mejoras indiscutibles enmascara la tremenda confusión que en sí lleva: los uribistas pueden ser la típica gente que en Perú acompañaba a Fujimori y en Chile a Pinochet, y a la vez izquierdistas decepcionados por las FARC y sus socios (en un video de propaganda contra el gobierno vi el lema "la salud es un derecho y no un negocio", típica consigna comunista que no molesta a los uribistas. Incluso discutí una vez con uno que defendía a Fidel Castro).

El valor de la "burguesía nacional"
La denuncia del aislamiento colombiano y de la persistencia de la mentalidad colonial con su racismo, sus castas y el parasitismo cómodo de algunos lleva a muchos anticomunistas oficiales a rechazar este blog: les parece muy parecido a la retórica izquierdista y muy tibiamente anticomunista, pero ¡qué maravilla! NINGUNO abre la boca para rechazar las mentiras de José Obdulio Gaviria sobre el MOIR y su creador, Francisco Mosquera. 
... curiosamente, por ejemplo hay sectores de la izquierda como el de Robledo que nunca han estado vinculados al terrorismo y que inclusive fueron críticos del terrorismo siempre. Francisco Mosquera es uno de los adalíes de la lucha antiterrorista y es el fundador del Moir
Mentira que el MOIR nunca estuviera vinculado al terrorismo siendo aliado electoral del Partido Comunista ya en 1974 y miembro fundador del Polo Democrático. ¿Qué es estar vinculado al terrorismo? Las FARC eran abiertamente el brazo armado del Partido Comunista, cuya fuerza derivaba en últimas del dinero soviético y del poder que alcanzaran los asesinos. Pero ¿qué era el MOIR? Antes se llamaba "MOEC" y surgió cuando los comunistas chinos rechazaron el "revisionismo" de Jruschov por adhesión a la ortodoxia de Stalin y por rechazo a la negativa soviética a emprender una guerra nuclear contra Estados Unidos. La palabra mamerto se atribuye ahora a los nombres de pila de algunos dirigentes del PCC, pero en los setenta se consideraba derivada de "mamarse", echarse para atrás ante la urgencia de hacer la revolución. Mientras los "revisionistas" del PCC participaban en las elecciones, los maoístas de Mosquera distribuían el Libro rojo de Mao y hacían propaganda de la Revolución cultural china y de su heredera, la "Kampuchea democrática". Bogotá estaba llena de pintadas alusivas a esa bella ilusión firmadas por el MOIR. Si Mosquera rechazaba el foco guerrillero no era por principios "antiterroristas" sino por cuestiones tácticas, aunque siguiendo la experiencia camboyana sí envió a miles de jóvenes a "descalzarse" al campo para crear la base de la "guerra popular prolongada" con que esperaba hacer la revolución. Eso es el uribismo, confusión moral en torno a un líder que lo mismo lleva a asesinos como Everth Bustamante al Senado que reivindica a politiqueros infames como Juan Lozano.

Jóvenes libertarios
Dado que izquierda y derecha son palabras de significado móvil, conviene recordar que para millones de personas, sobre todo fuera de Colombia, la izquierda es el bando estatista y la derecha el bando antiestatista, el de la reducción al extremo del Estado. Siendo así, los seguidores del liberalismo radical serían típicos derechistas, pero ciertamente a los colombianos que predican esa doctrina no les gustaría que los llamaran así. Bueno, como sociológicamente no existe la base social del liberalismo (salvo en grupos religiosos como los evangélicos), ocurre como cuando organizan bailes en las cárceles y a algunos presos les toca hacer de mujeres. Los "libertarios" colombianos se proclaman equidistantes entre uribistas y santistas: al uribismo le reprochan, con razón, su estatismo, y gracias a esa coartada se sustraen a cualquier resistencia efectiva al premio del crimen, para la que proponen una "paz ciudadana" que no corresponde a la realidad (no que no sean realistas, sino que por sentido práctico se preparan para predicar su ideología irreal con alguna subvención en el mundo que seguirá a la firma de la paz). Cuando se habla del tráfico de drogas replican con la fórmula libertaria (que culpa a los prohibicionistas) que oculta la realidad colombiana de dominio de las bandas criminales.

Más allá de la izquierda y la derecha 


Sobre todo hay que entender que el resto del mundo no es como Colombia y que la primera urgencia del país es la vigencia de la ley y el freno al narcorrégimen que implanta la tiranía de las FARC y convierte al país en otro satélite del narcoimperio cubano. En el largo plazo, no se trata de un enfrentamiento entre abstracciones universales que se disuelven en el ácido local sino de la forma en que una sociedad esclavista se asimila a la democracia moderna. La tiranía de siempre tiene el poder con base en los millones de la cocaína y en el control del presupuesto, pero su única obra es el despilfarro y la creación de pobreza. En ese esfuerzo es necesario un discurso distinto de todos los aquí descritos como "derecha": ciertamente es necesario reducir el gasto público, pero más urgente es crear un Estado legítimo que haga cumplir la ley, es decir, superar el régimen del 91 y aun procesar a los funcionarios que durante estas décadas han delinquido de forma abierta, como el siniestro Montealegre, al que nunca nadie denunció por prevaricato, como correspondía.

Es decir, la clave es la vigencia de los derechos humanos, base de una legalidad que ni es vigente ni se cumple (baste pensar en la exclusión de los militares del voto o en la licencia para matar que admite el engendro del 91 con el nombre de "delito político"). Cualquier distracción doctrinaria que impida la lucha por esa causa, cualquier alianza táctica con los totalitarios, como la del uribismo con Robledo (un compañero de fatigas de Iván Cepeda cuyo proteccionismo lo hace peor que Santos, que al menos consiguió firmar varios tratados de libre comercio), termina siendo funesta.

(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de marzo de 2016.)

viernes, abril 01, 2016

No hay de qué sorprenderse


Como señalé en un post de hace pocas semanas, la claudicación del uribismo ante la toma del poder por los terroristas es total, y la reciente aprobación por consenso del régimen de las Zonas de Reserva Campesina lo confirma. Pero es algo que señalo desde 2010 sin que a nadie le parezca que se le debe prestar atención: los colombianos de las grandes ciudades ven la política como una confrontación futbolística y lo menos que se puede esperar de ellos es que sean leales a su equipo. Los hinchas uribistas lo son, no es que aplaudan las mentadas ZRC, pero tampoco muestran AHORA ningún rechazo. Si no están unidos se sienten traidores y casi partidarios del equipo rival.

Esa disposición unánime de los uribistas no obedece sólo a intereses espurios, ni siquiera al servilismo típico asociado a la esclavitud, sino que corresponde a la identidad más profunda del hispanoamericano, que es el español de los siglos XVI XVII exportado al nuevo continente y estancado en los valores de su época y en el confort del saqueo y la esclavitud (exactamente lo contrario del angloamericano, que huía de la persecución religiosa y encontró grandes extensiones vírgenes en las cuales crear su utopía, sin riquezas que saquear ni poblaciones mansas a las cuales esclavizar, y ni siquiera tierras fértiles en la Nueva Inglaterra originaria).

¿Cuáles eran esos valores del español de esos siglos que pobló amplias regiones de América? Los de la Contrarreforma católica, surgida como recuperación de las ideas de la Edad Media en respuesta a la orgía pagana del Renacimiento y a la rebelión de los pueblos de origen germánico que se conoce como Reforma. ¿Qué caracterizaba a la Contrarreforma? La unanimidad a ultranza en torno a la autoridad papal, que se consideraba infalible. ¿Cómo se garantizaba esa unanimidad? Mediante el terror, para lo cual existía el Tribunal del Santo Oficio o Inquisición, que castigaba cualquier disidencia u originalidad. Sin ir más lejos, las dos figuras más importantes del catolicismo español, santa Teresa y san Juan de la Cruz, sufrieron persecuciones.

Esa relación entre la idiosincrasia hispanoamericana y la Contrarreforma la señaló en muchas de sus obras el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, que resumió el asunto con la frase "Somos los hijos de la Contrarreforma" y que encontró en muchas actitudes vigentes el rastro de esa herencia, sobre todo en la imposibilidad de la crítica.

Eso es lo que se puede detectar en la actitud de los uribistas ante la proeza de sus representantes, que pueden lloriquear todo lo que quieran pero al final reconocen la infamia de La Habana prestándose a entregar territorios al crimen organizado. No es concebible la crítica ni el pensamiento independiente, ante eso hay un freno inconsciente poderosísimo, como el que impide la antropofagia o el incesto. ¿A quién se le va a ocurrir poner en cuestión lo que haga Uribe? Seguro que es alguien pagado por Santos, o afiliado a alguna otra candidatura o simplemente de las FARC desinformando. Los mismos que antes de que Uribe llegara a la presidencia se esperanzaban con Carlos Castaño, incluso víctimas de los terroristas, callan sobre las Zonas de Reserva Campesina para no resultar críticos con el Amado Líder infalible por siempre.

Lo rígido para los colombianos no es la ley (de ahí que ningún uribista cuestionara nunca la espléndida ocurrencia de buscar un tercer periodo para el líder, si la ley lo prohíbe, se cambia la ley), ni la ideología (José Obdulio Gaviria anuncia tranquilamente la confluencia con el MOIR, grupo maoísta que forma parte del Polo Democrático y que acompañó la campaña de Clara López a la Alcaldía de Bogotá, y ensalza como líder antiterrorista a Francisco Mosquera, que de haber tenido ocasión habría hecho las de Pol Pot, al que siempre aplaudió). Lo rígido es la adhesión y lealtad a las personas, al caudillo providencial que puede traer la redención, siguiendo una tradición hispanoárabe que también señaló Octavio Paz como rasgo de la idiosincrasia de la región.

A causa de esa idiosincrasia, a pesar del odio que la inmensa mayoría profesa a los terroristas, el perverso plan de Santos no ha tenido respuesta y no la tendrá. El uribismo es una minoría menguante que trata de mejorar la negociación y que bajo la tiranía comunista se acomodará. Ya el cuasi anuncio de una candidatura conjunta con Cambio Radical, uno de los partidos que sostienen a Santos, permite ver lo que ocurrirá. La izquierda perfectamente se podría dividir para forzar algún reconocimiento al nuevo régimen, con Robledo aliado con los uribistas sumado al lloriqueo y a la explotación del descontento, que siempre reinará y encontrará audiencia, en aras también de la cuota de poder de su capilla.

La negociación de La Habana es un crimen y constituye la instauración de una tiranía que traerá mucha sangre y mucho sufrimiento. Todos los que la acompañen, sean "liberales" como Mejía Vergnaud o Daniel Raisbeck o uribistas, forman parte de un mismo bando. ¿Que estamos en absoluta minoría quienes nos oponemos? Efectivamente, pero la idea de la democracia liberal no es natural y sin embargo avanza en la mayor parte del mundo. No la puede representar nadie que no se oponga rotundamente al reino del hampa, pues al admitirlo todos se hacen sus esclavos.

La guerra contra el totalitarismo y en defensa de la ley es una guerra de ideas. Ojalá esas enseñanzas de Octavio Paz sobre la necesidad de la crítica y la raíz contrarreformista de la mentalidad hispanoamericana fueran el fundamento del discurso de quienes queremos hacerle frente a la unanimidad del régimen y sus clases universitarias. La actitud de los uribistas ya los descarta como posibles aliados: son parte de eso que tenemos que combatir.

(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de marzo de 2016.)