domingo, noviembre 15, 2009

El país de la gentuza

La reacción normal de la mayoría de los colombianos cada vez que se alude a las grandes lacras del país (el tráfico de drogas, la corrupción política y el terrorismo ligado a la industria del secuestro) es atribuirlas a causas ajenas a ellos mismos, a minorías, a gente de otras regiones o de otros grupos sociales o a la injerencia externa. Es muy difícil convencer a alguien de que se trata del resultado natural de una forma de vivir, de las ideas y valores que han compartido las últimas generaciones, sobre todo entre la gente más educada, y de rasgos corrientes de la mayoría. No obstante, y aun pasando por alto que tanto Pablo Escobar como las FARC tuvieron millones de partidarios, cada día en la prensa se dejan ver rasgos morales que justifican el título de esta entrada.

Se podría empezar por el escándalo relacionado con los negocios de los hijos del presidente. Siendo un asunto cuyas implicaciones éticas y legales parecen muy relativas (si bien debe imperar el principio de que la mujer del césar no sólo debe ser honesta sino también parecerlo, nadie ha demostrado que haya tráfico de influencias ni ninguna figura delictiva), el acusador es nada menos que un periodista que intentó sacarle al Estado una cantidad comparable a la que ganaron los hijos del presidente con una inversión lícita. ¿Cómo intentó hacerlo? Naturalmente, manipulando las influencias de su abogado entre los jueces. Ese abogado, personaje que merece un párrafo aparte, es nada menos que el defensor de un antiguo presidente de la Corte Suprema de Justicia. ¿Alguien se sorprende? En Colombia no: es lo más normal que el diablo haga hostias, que los expertos en enriquecerse robando al erario sean los veedores de la ética.

La gentuza, la gente de la clase social más baja, se distingue por no tener honor que defender: la impudicia es su rasgo característico y es algo que a todas horas encuentra uno en Colombia. ¡El Catón local es nada menos que un pícaro con una trayectoria espeluznante! ¿Alguien recuerda que Bejarano era el director del DAS en la época en que los testigos incómodos que podrían incriminar a los miembros del gobierno caían asesinados? Uno se echa a temblar pensando en lo que pasaría en esos años en esa entidad. Para formarse una idea de lo que rodea a ese maestro de moral basta con prestar atención a este comentario identificado de El Tiempo del domingo 3 de mayo:
Todos estos periodistas torcidos como un tal zuleta lleras ,,al igual que el nefasto exdirector del das ,de una de las mas turbias epocas de ese ente ,cuando estaba completamente infiltrado por la mafia del narcotrafico y en su nombre se cometian toda clase de crimenes y torturas ,yque en esa epoca si daba era pavor ,un tal bejarano,no dan sino grima ,.yo fui testigo de esa tragedia cuando trate de indagar la cruel tortura y posterior asesinato aberrante y dantesco ,de un companero de trabajo .logre ubicar el sitio donde habia ido la noche de su desparaicion y cuando trate de profundizar mas ,una persona anonima ,me llamo para decirme ,sr botero deje las cosas asi ,el cartel de cali ya sabe que a ese sr amigo suyo lo asesino un capitan del das ,igual que ha asesinadao aotros mas y su vida corre serio peligro si se entromete mas y si comoci bien la manguala ente el das de esa terrible epoca y la mafia mas podrida y ahora vivo escondido por temor a que me asesinen ..
Pero en fin, el motivo del escándalo es el presunto enriquecimiento de gente próxima al poder. ¿Dónde iba a denunciarse eso con más autoridad que en el periódico del señor Santodomingo, hombre probo donde los haya, siempre ajeno a cualquier relación de favor con los gobiernos y a cualquier injerencia en política? Ningún problema, decenas y decenas de pensadores, sabios, profesores universitarios, ex congresistas, ex ministros, ex magistrados y demás próceres se suman a la campaña de denuncia, ¡por la higiene cívica! No faltaría más. No hay como tener ejemplos de honradez para encontrar el compás que señale un norte moral para la patria.

La alusión a las clases sociales no debe entenderse en un sentido literal: en buena medida Colombia es el mundo al revés, la conducta innoble parece ser la característica que define a los más linajudos patricios, un poco como en un patio de prisión la autoridad la tendría el asesino más despiadado. Por ejemplo, otro campeón de la moral (y del orgullo de la tradición familiar) es el ínclito adalid Felipe Zuleta Lleras. Basta leer una de sus columnas para entender que pese a las apariencias los jueces colombianos están sometidos al gobierno: son tantos los delitos que el controvertido invertido atribuye a quien no contribuya a la causa de Santodomingo y Samper, que después de leer cualquiera de sus encendidas diatribas se llega a la conclusión de que algo anda muy mal, de que alguien debería estar en la cárcel después de tantos crímenes. ¿Para qué caer en el sarcasmo? Todo el mundo sabe que la cúpula judicial abiertamente mafiosa protege a un calumniador semejante, que en un país civilizado, no les quepa duda, estaría preso por mentir, y sería despreciado por su ignorancia, su inclinación a maltratar el lenguaje y su estilo soez y sicarial.

Pero la mentira es un rasgo persistente, y créanme que los extremos a que llega son propios de Colombia, tan propios como los gamines, los sicarios y los guerrilleros. Por ejemplo, un decano de economía y antiguo miembro de la junta del banco emisor no tiene ningún freno moral para publicar un escrito como éste, del que copio un par de párrafos:
Así las cosas, las fuentes de prosperidad de los hijos del Presidente son su capacidad de generar favores del Gobierno a ciertas empresas y el traslado de patrimonio público (más precisamente de recaudo tributario) a las zonas francas portátiles. El Gobierno se desprende de capacidad tributaria, aun en tiempo de crisis, para el logro de mantener la supuesta confianza inversionista de los pocos afortunados.

Estas ventajas sustanciales están en la base de los negocios de los delfines y en el incremento de los contratos de las empresas en las cuales participan. Se trata también de exenciones que lesionan el patrimonio público a favor de empresas privadas, siendo capturadas algunas gracias a la indebida influencia de los hijos del Presidente. Lo que ha dejado de recibir el Gobierno por todas estas gabelas tributarias alcanza los $5,8 billones al año, lo mismo que los parafiscales que lesionan el empleo. Y si es tanto dinero, ¿por qué no compartir un tris en familia?
Es difícil explicar que ni siquiera Felipe Zuleta llega a tanta bajeza. Una tras otra, cada frase de esos párrafos es una mentira despreciable, pero no hay nadie que tenga interés en discutirla: sobre todo entre los demás expertos, cada uno de los cuales piensa sólo en su carrera y en sus buenas relaciones con la mafia ligada a ese personaje.

¿Cuáles son los favores del gobierno a empresas que consiguen los hijos del presidente? Si alguien mañana publicara que Kalmanovitz recibe comisiones por cada secuestro que se comete lo más probable es que exhibiera tantas pruebas como el decano. Pero ¿cómo se da el traslado de patrimonio público a las zonas francas portátiles? ¡ese patrimonio público es recaudo tributario! Un poco como si yo interpelo a la gente por la calle para que me den las ganancias de un negocio que no pude empezar. La frase siguiente es igualmente cínica y falaz: ¿quiénes son los pocos afortunados? Naturalmente que los inversores no son todo el mundo y en ese sentido son "los pocos afortunados", pero sin esas inversiones (que obviamente no tendrían lugar sin el alivio fiscal) todos los indicadores económicos, incluidas las cuentas públicas, serían peores.

Estos hampones no tienen el menor pudor: las inversiones existen porque hay rebajas fiscales, y no cabe duda de que sería preferible que esas rebajas no se dieran a discreción del gobierno ni en zonas francas especiales, pero ¿qué decían estos señores cuando el ministro Carrasquilla presentó una reforma fiscal que reducía los impuestos a las empresas? Sencillamente Kalmanovitz denuncia una pérdida patrimonial del Estado de un patrimonio que de todos modos no existiría. De ahí a encontrar un desfalco en favor de la familia presidencial no hay sino un paso que no vacila en dar: ¡ya son 5,8 billones! ¿Alguien se ha interesado de lo que hacen todos los gobiernos del mundo para atraer inversiones? Sólo en Colombia aparece en la prensa alguien que insinúa que se han robado todo el dinero que se rebajó en impuestos. Y sólo en Colombia algo de ese estilo pasa inadvertido.

Pero siempre hay algo más atroz, más asqueroso, y siempre sale del alma máter del país, a la que nunca podrán hacer sombra las universidades privadas, por muchos valedores de las FARC que contraten (como las profesoras Wills y Tickner de la Universidad de Los Andes). El profesor de la Universidad Nacional Carlos Castillo Cardona descalifica las medidas individuales que podrían reducir los problemas ambientales, ¡porque son estratagemas para hacer sentir culpables a los lectores! Cuando los grandes responsables son las empresas, cuya actividad nada tiene que ver con lo que la gente consume. ¡Contaminan porque hacen negocio a costa del planeta!

Créanme: algo así NUNCA aparece en la prensa de un país civilizado, y cualquier persona que lo leyera tendría un ataque de risa. Pero no es nada raro en un país en el que en casi todos los colegios y en todas las universidades la principal lectura es el famoso libro de Eduardo Galeano, que no contento con demostrar que los hispanoamericanos sólo hemos sobrevivido gracias a las riquezas que había en la tierra se queja de que no "nos" las han pagado suficientemente (a lo mejor se podría demostrar que el pago ha sido excesivo, sobre todo si se piensa en términos de justicia: ¿qué diría la gente que no habita tierras llenas de riquezas, como los japoneses? No sólo viven mucho mejor sino que seguramente sentirán un desprecio infinito por los saqueados), y que los beneficios han ido a parar a unos pocos, como si hubiera ocurrido alguna vez con esa clase de riquezas que se repartan equitativamente entre todos. Es inconcebible una ideología más reaccionaria, más conformista ante el atraso cultural y en últimas el parasitismo que en el conjunto de la humanidad representan nuestras sociedades. Pero no hay que engañarse, ese discurso es hegemónico y las lindezas de los comentaristas reseñados, su mala fe, su bajeza inconmensurable empiezan por la adhesión a ese sueño de herederos de riquezas agraviados por tener que trabajar: los crímenes horribles son un resultado inevitable.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 6 de mayo de 2009.)