lunes, julio 05, 2010

La década que viene

La vida de los colombianos en las últimas décadas ha sido de continuos sobresaltos y sólo la primera de este siglo ha traído una leve recuperación. Y los acontecimientos de los últimos días parecen anunciar que la que comienza en enero de 2011 (la segunda del siglo) o comenzó hace un par de meses (la que empieza a tener la terminación en "diez") será la del retorno de los sustos y la inestabilidad. Es tan clara la intención de cometer un gran fraude por parte del registrador (nombrado por los descarados prevaricadores que persiguen a los militares que recuperaron el Palacio de Justicia después de que los delitos de que los acusan han prescrito, y a pesar de que no hay ninguna prueba contra ellos), que se puede dar por seguro un cataclismo en los próximos meses: los intereses de Chávez y sus socios colombianos son demasiado grandes como para que permitan un tranquilo triunfo electoral del continuismo.

Y a pesar de la popularidad del gobierno y del rechazo de la gente al proyecto chavista, no se puede decir que haya una voluntad clara de entender los retos ante los que está el país. Una cosa es condenar a los asesinos y secuestradores de las FARC y el ELN, otra aceptar que la oposición al gobierno, casi unánimemente la prensa bogotana, las altas cortes, sobre todo la CSJ, la "academia" y muchísimos "poderes fácticos", como ciertos grupos económicos, obran aliados con esas bandas, en cierta medida coordinados, pero sobre todo animados financieramente por los regímenes cubano y venezolano. ¿Quién va a distinguir al "jurista" Augusto Ibáñez de sus compañeros de lista en el partido de Vargas Lleras en 2006? ¿Quién va a recordar que Ernesto Samper apoya abiertamente a Chávez en sus quejas por el uso conjunto de las bases, o que los instigadores más desvergonzados del terrorismo ocupaban altos cargos durante su gobierno? La prensa vive dedicada a ocultar las conexiones de toda esa vasta mafia con el régimen venezolano y con las guerrillas.

Es decir, la vacilante voluntad de tomar un rumbo distinto al de Venezuela por parte de la mayoría de los ciudadanos no lleva consigo una toma de conciencia de la magnitud del reto que tiene que afrontar el país. Y eso porque la gente está preparada para esperar avances que obtenga el gobierno, mejoras en los servicios públicos o en la seguridad, etc., pero no para comprender que la amenaza del chavismo y de las organizaciones criminales enquistadas en el Estado colombiano requiere mucho más esfuerzo del que ha demandado el combate inconcluso contra las bandas de asesinos surgidas de las universidades públicas y en realidad adoctrinadas y capacitadas con recursos de las víctimas.

Y como por una parte el reto es descomunal y por la otra la mafia es resuelta, poderosa y desvergonzada, la probabilidad de que al cabo de la década Chávez y los suyos se hayan apoderado de Colombia es mayor que la de que no lo hayan conseguido. Ese proceso se puede rastrear en la década pasada. Pese a los éxitos del gobierno de Uribe, de ninguna parte surgió una fuerza que se planteara realmente abolir la Constitución que impuso Pablo Escobar aliado con el tinterillo que le ofreció una jaula de oro y con la banda de asesinos que le habían quitado de en medio algunos obstáculos jurídicos, banda que por entonces ya trabajaba para el grupo económico que haría su agosto durante esa década. Menos se le ocurrió a alguien crear un partido que expresara la voluntad de la mayoría de la gente de vivir en un país de Occidente, menos todavía cerrar las universidades públicas para impedir que se forme la nueva generación de terroristas, o reformar seriamente las pensiones para que el despojo a que sometieron al Estado dichas mafias y sus clientelas resultara al menos mitigado.

Uribe se va y deja el poder de esas mafias intacto: se puede dar por seguro que tanto él como su gobierno serán objeto de persecución por parte de los malhechores de la CSJ, y la negativa a extraditar a alias Don Mario es un anticipo de ese hecho. Sin duda el capo mafioso empezará a colaborar con los socios de Asensio Reyes y Giorgio Sale aportando su palabra, como un segundo Pitirri, para favorecer la toma completa del poder por parte de quienes "empoderaron" a dichos angelitos.

Los errores que cometen los pueblos se pagan durante mucho tiempo. Los cubanos tardarán todavía en expiar su credulidad con el orador entusiasta que robó a los inversores extranjeros y a los cubanos esforzados para favorecerlos a ellos. Los venezolanos apenas se están despertando del error de elegir a un golpista asesino que cabalgó una época de precios fabulosos del único producto de exportación masiva del país. En realidad Colombia está en las mismas: sus clases altas se ilusionaron con el castrismo y transmitieron ese fervor a las mismas clases medias urbanas, al tiempo que en algunas regiones los traficantes de drogas fueron el modelo de mucha gente por un tiempo. De esos errores no se saldrá fácilmente, y las torpezas de Uribe (como el intento de buscar una segunda reelección), así como su indefinición a la hora de cambiar el marco legal o de crear un partido basado en un ideario claro y en el rechazo de las prácticas de la vieja política, favorecen el retorno de la incertidumbre.

De momento es clara la intención de robarse el resultado de las urnas, y el descaro de no informar de lo que está ocurriendo con el recuento es como un anticipo de lo que harán después del 30 de mayo, sin duda tratando de forzar una segunda vuelta en la que la acción coordinada de todas las fuerzas podría llevar a elegir a un candidato dócil a Chávez: el fraude se cometería tanto en el recuento como antes de la votación, en la compra masiva de votos, que ya se registró en 2006 (con un inverosímil triunfo de Carlos Gaviria en La Guajira) y al parecer en esta elección (con una votación inexplicablemente copiosa por el socio de Piedad Córdoba en Santander).

Pero lo que anuncia grandes dificultades en los próximos años es sobre todo la desfachatez de los socios del crimen. Ha sido tan abierta en esta década la afinidad con los terroristas de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que sólo la pereza de la gente de leer lo que escriben esos Padres de la Patria (como que las FARC obran por altruismo) le permite distraerse del horror que se avecina. Ni hablar de la prensa, que en algunos casos llama abiertamente a las FARC a cometer atrocidades (en cierta ocasión, ante los golpes del Ejército, apareció en El Espectador un artículo no firmado en el que se decía que tenían que reaccionar), o de las universidades, que durante estos años no han dejado de publicar la propaganda abierta de las FARC ni de pagar sueldos fabulosos a los adoctrinadores.

Los criminales se sienten fuertes e impunes. Que de la retórica y los gestos se pase al derramamiento de sangre es cuestión de tiempo y de oportunidad: una vez consumado el triunfo de Chávez (con una acción combinada de los "juristas", los profesionales de la protesta, los grupos controlables por la "izquierda democrática", las bandas terroristas y el armamento moderno de que dispone el Gorila), el poder se asegurará como se aseguró en todos los países comunistas: por el terror.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 18 de marzo de 2010.)