domingo, abril 30, 2023

La tentación de la paz


Con ocasión de las elecciones de 2014 me desconcertó que un columnista crítico con Santos y su proceso de paz lamentara que no se dejara esa cuestión fuera de la disputa electoral. ¿Cómo podía hurtarse a los ciudadanos la cuestión decisiva para el futuro del país? En todo caso, nadie le hizo caso, y el aspirante a la reelección continuó con su curiosa propaganda, pura intimidación, mientras que el supuesto adversario presentaba propuestas para consolidar la paz.

Pero desde cierta perspectiva ese anhelo tenía algún sentido: si Santos no contara con la ventaja de la paz, tal vez se lo podría vencer. La mayoría prefiere la paz. Para mí era un error obvio, pero es porque no vivo rodeado de colombianos. ¿De qué serviría quedar como una minoría intransigente y «guerrerista»? Eso era lo que querían los narcoterroristas y su socio Santos. De modo que no se hizo oposición a la paz porque ¿dónde se iba a hacer más oposición que en una elección presidencial consecutiva contra el segundo que lo intentaba desde principios del siglo XX? Cuando finalmente se convocó el plebiscito, Uribe tuvo que optar por el NO para no perder a sus partidarios más firmes, pero en cuanto el acuerdo cayó, algo que quizá no esperaba, corrió a socorrerlo porque sólo se oponía para seguirle mostrando a Santos que conservaba apoyos y porque, lícitamente, suponía que la mayoría de los votos del 18 por ciento que optó por el NO eran votos por él.

No hay una mayoría contra la paz y ése es un rasgo tremendo de la mentalidad de los colombianos. Si se mira la historia de la humanidad habría que retroceder al neolítico para encontrar legisladores cuya carrera incluía violar a muchos niños y que ni siquiera resultaron vencedores en una guerra sino que simplemente a la casta oligárquica le convenía premiarlos, y ahorrarse las dificultades de aplicar la ley era una tentación irresistible para las gentes de esa nación. La historia de Colombia desde los años setenta es la de la búsqueda de la paz, pues Rojas Pinilla y el Frente Nacional habían reducido drásticamente las guerrillas comunistas. Primero empezó Turbay, acosado por las acusaciones de torturas en la BIM y las habladurías que lo relacionaban con la corrupción y el narcotráfico. Siguió Betancur y tras él todos los gobiernos hasta el de Uribe, cedieron cada vez más a las pretensiones de los criminales.

El triunfo de Uribe surgió de esa reacción ciudadana contra la tiranía del hampa y sus desafueros. Parecía que las bandas narcoterroristas estaban vencidas hacia 2010 y la disputa política ya no pasaba por ahí. Pero Uribe dejó a Santos que volvió a la paz, erigiéndose en el jefe de los asesinos. Su acuerdo fue reconocido por el uribismo y aplicado por el gobierno de Duque, nadie debe sorprenderse de que Petro prometa más paz. La paz es lo mismo que los crímenes, la renuncia a la ley. Es inevitable que haya asesinatos si los asesinos tienen garantizado que obtendrán rédito de ellos. Colombia sólo está en tránsito a ser como Venezuela, que está en tránsito a ser como Cuba. La forma de conseguirlo es la paz.

La reciente masacre de nueve militares en el Catatumbo por el ELN dio lugar a un «análisis» que divulga Acore, la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares, que agrupa obviamente a los que han dirigido la lucha contra las guerrillas narcocomunistas. Dicho documento es un canto a la paz. Si la asociación oficial de los militares se permite algo así, ¿cómo será el resto del país?

El texto comienza afirmando que el ELN se equivoca cometiendo esas atrocidades, como el atentado contra la Escuela General Santander, presuponiendo que los jefes de la banda esperan llegar pronto a una negociación exitosa que les brinde acceso a las mieles del poder. Pero eso no es así: cuanta más gente maten, cuanto más miedo generen, mayor será su recompensa. Cuanto más se mantengan lucrándose del narcotráfico, más podrán exigir a un gobierno. Queda la impresión de que los líderes de los oficiales retirados tratan de orientar a los jefes del ELN para que accedan a una jubilación relajada como la de los afiliados de la asociación.

Ese documento increíble también pretende que el gobierno de Petro está interesado en sacar adelante esa «reconciliación», cosa que no es cierta porque sencillamente Petro es lo mismo que los jefes del ELN, un comunista que hace lo que mandan desde Cuba, país cuyo régimen tiene poder en Colombia gracias a los crímenes que le abren el camino a la paz y donde pudo haberse decidido la masacre del Catatumbo. Las atrocidades convienen a los designios del gobierno y del ELN porque ambos tienen el mismo fin, que es implantar el régimen comunista, tal como tienen el mismo origen, que es el régimen cubano.

Se reprocha al ELN seguir con la lógica de «llegar fuerte a la mesa de negociación», cosa que no se explica por qué no van a hacer: si no mataran gente tampoco habría que negociar con ellos. Se atribuye esa lógica a una posible división o al menos falta de cohesión en la banda, pero esos argumentos tienen un fondo: los autores estiman que lo deseable es la negociación. ¿Son cínicos o necios? ¿Es tan difícil ver que lo que alienta los crímenes es la propuesta de negociación? Parece que los líderes de Acore quieren mostrarse «constructivos» con el gobierno Petro, bien dispuestos hacia la paz.

Tras señalar que el gobierno no piensa desistir del proceso de paz, proponen que se obligue al ELN a suscribir el Derecho Internacional Humanitario y que se suspendan provisionalmente los diálogos. En resumen, aparte de algunos otros reproches, el análisis de Acore pretende expresar una preocupación que los lleva a afirmar: «… consideramos que la posición del gobierno debe direccionarse a la evaluación seria y juiciosa de la continuidad de los diálogos», y finalmente anuncian que seguirán vigilantes «para alertar o contribuir con conceptos de valor en el diálogo nacional».

Ese apoyo a las negociaciones de paz por los oficiales retirados no es una excepción, también el líder de los ganaderos y esposo de la senadora que supuestamente encarnaba la oposición firme a Petro forma parte de una comisión de diálogo con el ELN. Pero lo mismo pasa en todos los partidos, y si se pensara en la proporción de ciudadanos partidarios de ser inflexibles en la defensa de la ley y que reconocieran que la presidencia de Petro es sencillamente el poder en manos de los terroristas, resultaría una minoría irrisoria. Aunque ningún líder comunista consigue un gran respaldo popular, como el que en su día tuvieron Fidel Castro o Hugo Chávez, la verdad es que no hay resistencia a la tiranía porque ésta ya cuenta con una poblaciòn acobardada y envilecida dispuesta a acomodarse.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 9 de abril de 2023.)

sábado, abril 22, 2023

Haciendo frente al mal

  


Nunca he sido hincha de ningún equipo de fútbol. No entiendo esa pasión, no veo qué satisfacción obtiene alguien de que su equipo gane, y cuando es cuestión de nacionalismo o regionalismo, me parece algo funesto. El hecho de que Argentina gane el mundial no quiere decir que no sea un triste país que pudo ser una gran potencia y aun llegó a ser un centro de cultura y en el que hoy reinan la pobreza, la corrupción, la mentira y hasta el narcotráfico, como en la mayor parte de la región.

Señalo esto porque tratándose de ideologías políticas nada me resulta más desagradable que la gente que cree que son equivalentes, que se puede ser leninista o maoísta sin atribuirse de hecho una responsabilidad en los crímenes de Lenin y Mao. Es curioso que casi todos los que muestran respeto por las opiniones comunistas no dicen lo mismo si se trata de los partidarios de Hitler. El comunismo fue aún más criminal que el nazismo, y sigue haciendo de las suyas.

Esa equivalencia de las opiniones es lo que asoma en la contradicción izquierda/derecha, conceptos cuyo significado parecen tener claro la mayoría de los periodistas y políticos pero que vistos de cerca resultan falacias escandalosas. El socialismo no es sólo una mala idea sino de hecho un crimen. Si no lo pudiera definir como el mal tampoco gastaría energía en combatirlo, sería como enemistarse con alguien que no aprecia los camarones o los quesos fuertes.

Ciertos valores heredados de la Antigüedad están de manera tácita en la base de nuestra conciencia. Por ejemplo, la idea platónica del bien, la verdad y la belleza como ideales supremos no la tienen todos en nuestro mundo como su divisa, pero en cuanto piensan en ella la mayoría la suscribirían. Esa idea la transmitió durante milenios la religión cristiana.

¿Qué podría ser «el bien»? Supongamos que deseamos que todo el mundo se libre del sufrimiento o que cesen la crueldad y la humillación o que reine la justicia y la gente sea libre. ¿En qué medida es el socialismo en sus distintas versiones enemigo de ese «bien»? Habría que pensar en lo que significa «socialismo», porque se mezclan dos nociones distintas en un típico engaño. Por una parte está el ideal originario del cristianismo de la comunidad fraternal (cuando Marx predica «de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad» simplemente cita los Hechos de los Apóstoles), por la otra, está el hecho real de la expansión incesante del Estado, que no cesa en los países de Occidente a pesar de que hace varias décadas que cayó el comunismo. Por lo general se tienta a los incautos con el idilio igualitario para llevarlos a la esclavitud estatista, como las prostitutas que llevan a los borrachos a sitios solitarios donde sus cómplices los atracan.

El sufrimiento de millones de personas sólo tiene un remedio: la prosperidad, gracias a la cual se pueden pagar servicios, tratamientos, etc. que lo reduzcan. ¿Qué hace el socialismo al respecto? Siempre empobrece a las sociedades, no hace falta pensar en Cuba o Venezuela, también España ha pagado con los gobiernos de Zapatero y Sánchez el error de creerles a los socialistas. Los países europeos regidos por gobiernos socialdemócratas han prosperado, partiendo con mucha ventaja, mucho menos que aquellos de Asia en que hay libertad.

Lo que hacen los socialistas en el poder es multiplicar el gasto «protegiendo» a los débiles, cosa que en la práctica siempre se traduce sólo en comprar clientelas y en generar un vasto parasitismo, exactamente lo que hizo Chávez. ¿Quién paga ese gasto? El conjunto de los ciudadanos, sobre todo los que trabajan. En todas partes donde el Estado crece surge una casta que somete al resto de la sociedad: esa dominación y ese despojo son lo contrario de lo que podríamos concebir como el bien. Los gobernantes no tienen otro interés que conservar sus puestos y para eso no vacilan en crear ruina y sufrimiento y en limitar las libertades ajenas, no sólo en el plano económico. Durante toda la etapa soviética los homosexuales eran encerrados en campos de concentración o sometidos a crueles tratamientos psiquiátricos, pero ahora los comunistas se dedican a «defenderlos», y la intromisión en la vida privada de la gente llega a tal punto que en España una secretaria de Estado anda criticando que las mujeres busquen placer en la penetración en lugar de estimularse ellas mismas. (Eso mismo ocurrirá en Colombia con el gobierno narcocomunista, ya lo verán, siempre aplican el mismo libreto.)

La escritora ruso-estadounidense Ayn Rand describió ese fenómeno con las imágenes de Atila y el chamán, el primero usa el miedo y el segundo la culpa para someter a los hombres. En el socialismo se encuentran ambos elementos atávicos, lo cual explica la unánime adhesión de las clases altas de Iberoamérica a ideales socialistas: su prosperidad no procede de lo que producen sino de lo que les quitan a los que producen, y para conservar el mando adoctrinan a los pobres —que abundan gracias a sus exacciones— en una mentalidad de saqueo. Heredan la aversión al trabajo de la época en que España era rica gracias al oro y la plata de América y la contagian al conjunto de la sociedad.

En contraste, en las sociedades abiertas en las que predomina el hombre productivo, la riqueza se obtiene proveyendo bienes y servicios a otros que los compran libremente.

Recientemente se discutió una moción de censura contra el gobierno español. Pedro Sánchez replicó con un larguísimo discurso que llevaba escrito en el que se jactaba de todo el dinero que gastaba en regalar pasajes de tren y bienes semejantes. ¿Quién paga eso? Los que ganan el salario mínimo no entienden de economía y no se dan cuenta de que todo lo que les regalan se lo quitan en impuestos que creen que no pagan. Les hacen creer que es algo que quitan a los ricos, alentando el resentimiento y la envidia, cosas que sólo pueden entenderse como formas de maldad. En el socialismo sólo se hacen ricos los que están cerca del poder político.

Ese engaño es increíblemente eficaz. En Francia hay una tremenda rebelión porque Macron retrasó la edad de jubilación de los 62 a los 64 años. Para formarse una idea de la cuestión baste pensar que los alemanes, mucho menos endeudados, se retiran a los 67. ¿Quién creen los que protestan que pagaría esas pensiones si no se retrasara la edad? Una persona de 35 años normalmente ya tiene a sus padres retirados, con lo que cuando exige más gasto público en realidad pide que le quiten dinero para beneficiar a otros. Pero ese sueño de vivir a costa de los demás es irresistible.

El Estado en manos de esa casta corrompe la educación, que se convierte en pura propaganda a costa de la posibilidad de la gente de aprender cualquier cosa cierta. La promoción automática, cada vez más generalizada, significa en la realidad la persecución contra los mejores y hasta la prohibición de aprender. En Cuba o en Venezuela, y en realidad también en Colombia, socialista plenamente desde 1991 pero ya marcada por esa ideología desde mucho antes, se gradúan millones de personas cuyos títulos no suelen servir para nada productivo, pero que militan en las ideas dominantes.

Ni el bien ni la verdad, tampoco la belleza. Un mundo de multitudes resentidas o de personas que apoyan a Francia Márquez porque creen que en el gobierno también deben estar los que dicen «helicóctero», o que las personas negras de por sí son feas es un mundo condenado a ser cada vez más chabacano. Defender la libertad en el sentido de la tradición liberal (no del partido de Ernesto Samper sino de las ideas de Adam Smith), defender la justicia contra los atropellos de los tiranos, es corresponder al viejo ideal platónico. Es hacer frente al mal que en cuanto puede oprime a la mayoría, hoy con las «identidades» del resentimiento, que sólo son métodos de captación mediante seducciones y mentiras para conducir a los engañados a aborrecer el capitalismo.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 2 de abril de 2022.)

viernes, abril 14, 2023

España en el siglo XXI

 Por @ruiz_senior


En los años que siguieron a la muerte del general Francisco Franco (1975), que dejó como heredero del mando del Estado al nieto del último rey (depuesto en 1931), se implantó una monarquía parlamentaria mediante una constitución que fue aprobada por una gran mayoría y que fue resultado del intento de reconciliación entre los bandos que se habían enfrentado en la guerra civil de 1936-1939. Ese proceso, conocido como «la Transición» abrió las puertas a un gran desarrollo institucional y a grandes reformas gracias a las cuales España pasó a ser una democracia muy respetada y a formar parte de la Comunidad Europea en 1986.

En 1982 ganó las elecciones el Partido Socialista (PSOE), que se mantuvo en el poder hasta 1996, cuando la sucesión de graves escándalos de corrupción forzó el cambio por el partido que se había ido consolidando como la oposición hegemónica, el Partido Popular (PP), fundado por un antiguo ministro de Franco pero ya convertido un una organización liberal-conservadora reconocida en toda Europa. Durante su primer mandato, el presidente Aznar necesitó el apoyo parlamentario de los nacionalistas catalanes y vascos, pero en 2000 obtuvo mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.

Ese comienzo del siglo determinaría lo que ocurrió a partir de entonces. Deseseperados por verse fuera del poder, los socialistas y comunistas empezaron una labor de oposición violenta basada en la deslegitimación del gobierno, para lo que no vacilaron en aliarse con los nacionalistas catalanes y vascos, siempre dispuestos a exigir más competencias y a dominar totalmente sus regiones. Esa oposición combinó elementos de propaganda, gracias al dominio de los medios de comunicación, y de movilización callejera violenta. El desastre del buque petrolero Prestige en noviembre de 2002 fue una ocasión que supieron aprovechar, y la guerra de Irak el año siguiente, en la que el presidente Aznar tuvo la mala idea de mostrar apoyo a Estados Unidos y tomarse una foto con Bush y Tony Blair, les sirvió para soliviantar el tradicional antiamericanismo de la población.

No obstante, todas las encuestas anunciaban un triunfo del PP en las elecciones de 2004, que se celebraron el 14 de marzo. Tres días antes se produjeron los atentados de la estación de Atocha, en Madrid, que dejaron casi doscientos muertos. Como si lo tuvieran preparado, los socialistas y comunistas corrieron a rodear las sedes del PP y a responsabilizar al gobierno por su apoyo a Bush. Los atentados fueron atribuidos a unos islamistas a los que se masacró antes de que pudieran declarar. Son muchas las dudas que quedan sobre la verdadera autoría de esos atentados en una fecha tan problemática. La propaganda de esos días y la torpeza del gobierno, que intentó atribuir los atentados a ETA para evitar que se los relacionara con la guerra de Irak, determinaron el triunfo del PSOE, liderado esta vez por José Luis Rodríguez Zapatero.

Hasta entonces el PSOE era considerado un partido socialdemócrata de estilo europeo, y en su triunfo de 1982 se suele hablar de grandes cantidades de dinero estadounidense, invertidos a través de entidades del partido socialdemócrata alemán, para impedir que la facción hegemónica de la «izquierda» fuera el Partido Comunista (PCE). Con Zapatero empezó una deriva bastante parecida al chavismo con el acoso y la deslegitimación de la oposición y la alianza con los comunistas y con los nacionalistas catalanes y vascos. Así se recreaba el Frente Popular que ganó mediante fraude las elecciones de 1936 y dio lugar a la guerra civil tras el asesinato del líder de la oposición de entonces. No en balde Zapatero es hoy, junto con Ernesto Samper, una figura importante del Grupo de Puebla.

Entre las medidas que caracterizaron su gobierno destacan dos leyes que de algún modo representan el fin del periodo de concordia comenzado por la Transición. Una es la Ley de Violencia de Género, que anula la presunción de inocencia y la igualdad ante la ley (en aras de implantar reformas ideológicas de ingeniería social, esta vez con el pretexto feminista), y la Ley de Memoria Histórica, que criminaliza al llamado bando nacional de la guerra civil y al régimen de Franco, con lo que se intenta legitimar al gobierno del Frente Popular y al bando estalinista de la contienda.

En economía, Zapatero también actuó como Chávez, aunque tenía limitaciones por pertenecer a la Unión Europea. La crisis económica de 2008 fue particularmente dura en España y a pesar de la disposición del gobierno a gastar más con tal de seguir ganando elecciones, las autoridades europeas forzaron reformas drásticas como la reducción del sueldo de los funcionarios y la congelación de las pensiones. En medio de un empobrecimiento generalizado, Zapatero convocó elecciones en noviembre de 2011, en las que ganó por mayoría absoluta el PP de Mariano Rajoy.

El efecto de ese mal gobierno fue aniquilador. La actitud de Rajoy consistía en no hacer caso a los problemas en espera de que se resolvieran solos. Ciertas medidas como la reforma laboral y otras favorecieron la recuperación económica de una crisis que en Grecia, con gobierno socialcomunista, llevó a la intervención de las autoridades europeas y a un empobrecimiento drástico. Pero en lo que concierne a las leyes de Zapatero no hubo el menor atisbo de corregirlas, y respecto a los nacionalistas catalanes, cada vez más exaltados, a tal punto que a finales de 2017 dieron un golpe de Estado y declararon la república independiente, el gobierno de Rajoy fue inane y el descontento de las víctimas del secesionismo y de los críticos de Rajoy dio lugar al surgimiento del partido Ciudadanos, que en las elecciones de abril de 2019 se quedó a menos de un punto porcentual del PP.

Las dificultades y la salida del gobierno llevaron a los socialistas y comunistas a buscar de nuevo la agitación callejera, esta vez animada por personajes indistinguibles de los jefes de las FARC, con los que habían vivido en el palacio de Miraflores (Juan Carlos Monedero cinco años y Pablo Iglesias dieciocho meses). La copiosa inversión de dinero chavista le dio a Podemos, el grupo comunista dirigido por estos personajes, un gran protagonismo a partir de 2014. A lo que también ayudó el interés del gobierno de Rajoy por dividir a la «izquierda».

En 2018 una moción de censura del nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez, tumbó al gobierno de Rajoy. En las dos elecciones que hubo en 2019 se formó una mayoría sumando los votos del PSOE, Podemos y los nacionalistas catalanes y vascos. El gobierno llamado «Frankenstein» por estar formado por fragmentos incompatibles ha sido tan letal para España como lo fue el de Chávez para Venezuela, aunque en un país del primer mundo se nota menos: destrucción de la división de poderes, leyes ideológicas contra la mayoría de la población, despilfarro y endeudamiento extremos, sometimiento del Estado al interés del autócrata… La mayoría de los comentaristas dicen que si en las próximas elecciones generales (a más tardar en diciembre de este año) vuelve a ganar Sánchez terminará la democracia en España.

La oposición la forman el PP y Vox,  una escisión del PP que agrupa a sectores conservadores y resueltos respecto de la unidad de España. En las elecciones regionales de Andalucía de diciembre de 2018 Vox obtuvo el 10,5 de los votos y así fue posible el cambio de gobierno tras cuarenta años de hegemonía socialista. En las elecciones generales de diciembre de 2019 obtuvieron 52 diputados (de 350). La mayoría de las encuestas actuales dan una clara mayoría a la suma de PP y Vox, pero el PP no tiene ningunas ganas de entenderse con Vox y teme que una perspectiva de gobierno de coalición aleje a los votantes «centristas».

No parece muy probable que el bipartidismo que ha imperado en varias décadas siga reinando, los errores y deslices de Rajoy dañaron la credibilidad del PP y los votantes de Vox no se pasarán al PP. Se dice que la esperanza de Sánchez es dar a escoger entre la izquierda y la «extrema derecha», pero las dificultades económicas y los abusos de la ingeniería social pueden hacer fallar ese cálculo: tal vez los votantes prefieran buscar soluciones y no responder al resorte de la identidad, que es lo que opera con el cuento de la «izquierda». Tal vez la demagogia de un político generoso que da y da de todo a su pueblo sea demasiado burda para una sociedad que puede ver que aquello que recibe lo paga ella misma con creces.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 26 de marzo de 2023.)

viernes, abril 07, 2023

La guerra contra la familia

Como es bien sabido, fue el comunista italiano Antonio Gramsci quien se planteó la dificultad de atraer a las masas al proyecto de su partido sin romper las lealtades que éstas heredaban: la patria, la religión, la familia, etc., y la necesidad de alcanzar la hegemonía ideológica en la sociedad. El fracaso de todos los intentos de implantar regímenes comunistas fuera de la Unión Soviética durante el periodo de entreguerras, o incluso de formar mayorías afines ideológicamente, determinó la búsqueda de nuevos conflictos que explotar para alcanzar sus fines. Entre esos conflictos fueron muy importantes los que se producían entre las metrópolis de los antiguos imperios europeos y sus colonias, sobre todo cuando esos imperios decayeron definitivamente tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Otro elemento decisivo en la actualización del comunismo tras la caída del Imperio soviético en 1989 fue la experiencia aportada por el alemán Willi Münzenberg en los años veinte, con las redes de organizaciones y medios de comunicación que tenían en apariencia objetivos distintos a los de la Komintern pero que en realidad estaban controlados por los respectivos partidos comunistas. Después de 1945 la posibilidad de una insurrección obrera clásica en Europa occidental se alejó por el rechazo mayoritario a la implantación de tiranías en los países conquistados por el Ejército Rojo y porque se iba conociendo la realidad del paraíso soviético. Fue la ocasión para el relevo con modas como el existencialismo, una de cuyas figuras más prominentes, Simone de Beauvoir, estuvo en el origen del feminismo de segunda ola, que ya no buscaba la igualdad respecto de los hombres sino un conflicto permanente con base en elementos identitarios. O como la contracultura, concebida por los profesores de la Escuela de Frankfurt emigrados a Estados Unidos.

Esa contracultura tuvo su gran ocasión con motivo de la guerra de Vietnam: la explicable renuencia de los jóvenes a ser reclutados y tomar parte en ese conflicto les sirvió para alentar una tremenda rebelión basada en el lema “Sex and drugs and rock and roll” y en modas artísticas que a esas nuevas generaciones les podían vender como novedades absolutas. ¿Qué habrá pensado la gente informada de las generaciones anteriores? Parecía que antes el coito no tuviera atractivo para la gente o que las drogas no encontraran quien las consumiera. Como no era posible una insurrección obrera contra el capitalismo, los comunistas de las universidades crearon el Partido del Recreo, que fue decisivo en el triunfo comunista en Indochina (y en el consecuente genocidio de Camboya) al forzar la retirada estadounidense, a la vez que en ese contexto de rebelión generalizada alentaban el radicalismo de minorías negras (como los Black Panters) y feministas.

Era de eso de lo que hablaba el filósofo comunista francés Felix Guattari cuando mencionaba la «revolución molecular», la explotación de toda clase de agravios, sentimientos y causas para generar el caos y destruir la cohesión ideológica de la mayoría. Por eso es tan característico que los más extremistas defensores del transexualismo reciban dinero de Irán y sean indiferentes ante los atropellos que sufren las mujeres y los gais en los países musulmanes. Una sociedad dispersa en la que cada persona vive obsesionada por sus «derechos» y preferencias sexuales o religiosas conviene al fin de implantar una tiranía totalitaria, incluso sin insurrección violenta, basta con ensanchar el Estado y a la vez conquistarlo atrayendo a los votantes y a los funcionarios con móviles como ésos.

Ése es el contexto en el que hay que entender la propaganda del nuevo feminismo y la promoción de las relaciones homosexuales, de la promiscuidad y del transexualismo. No son causas que existieran de por sí (cualquiera que tenga cierta edad recordará que los hombres vestidos de mujer o con atributos femeninos postizos simplemente buscaban ingresos en el mundo de la prostitución y a veces en el del espectáculo), son modas creadas para disolver los nexos familiares y cuyo encanto es el mismo de las drogas y las sectas. En cuanto una persona se incluye en alguna identidad LGTBIQ… ya tiene acceso a gratificación sexual compartida y a compañía y comprensión, y cada vez más a recursos públicos.

El enemigo que se intenta batir con todas esas «causas» de la llamada «izquierda» es la institución familiar, siguiendo el enfoque de Gramsci. La mujer agraviada por la supuesta opresión de su sexo empieza a ver a los hombres como sus enemigos: a sus padres, hermanos, maridos, hijos… Hay una afinidad más importante que la de la consanguinidad o la afinidad personal, que empieza a verse como un error porque la sexualidad masculina empieza a percibirse como una agresión y el hombre de por sí como un violador. El lesbianismo no es la condición por la que una mujer se inscribe en la «izquierda» sino el resultado natural de la asimilación de la propaganda.

En las demás modas se da el mismo fenómeno respecto de la familia, que requiere cierto grado de monogamia: tal como el hippie de los sesenta se encontraba que era mas divertido retozar con varias parejas fumando marihuana que trabajar, lo mismo al joven actual le ofrecen ese caramelo de la promiscuidad y la singularidad, cosas que son más divertidas que el compromiso y el esfuerzo.

El que tenga alguna duda de que se trata del comunismo puede atender a las actuaciones de los partidos y líderes comunistas, incluidos los cubanos, que hasta hace poco encarcelaban a los gais. O fijarse en cómo cuando la propaganda abortista o contra el cambio climático termina en una condena del capitalismo, monstruo cuyo único remedio es la abolición de la propiedad, fenómeno que los comunistas actuales no proponen porque les basta subir sin cesar los impuestos para financiar su propaganda. O evaluar lo que realmente es la educación en todo Occidente, porque nada es tan rentable para los totalitarios como contar con el gremio de funcionarios docentes, a los que ponen a convencer a los niños de «salir del armario» o de cambiarse de sexo.

¿Cómo resistir a esa embestida totalitaria? Los políticos y partidos que se oponen a los comunistas obran en dos direcciones, por ejemplo respecto del feminismo: por una parte el resorte conservador (que supone que el mundo estaba bien hace unas décadas) y por la otra la galantería (apoyar el feminismo con cierta condescendencia, en el fondo el mismo enfoque conservador). En ambos casos se les hace un favor. También cuando la resistencia consiste en el móvil religioso. Un personaje de Dostoyevski decía «Dios no existe, todo está permitido». La verdad es que en Europa occidental las personas que realmente creen en Dios son una minoría, y las que practican alguna religión distinta del islam son más o menos tantas como las que se quieren cambiar de sexo. El retroceso de la religión no se va a parar, al contrario. En Iberoamérica ocurrirá sin la menor duda lo mismo.

El combate debe darse desde la racionalidad: explicando qué es el comunismo, qué resultados tiene su implicación, de qué modo la destrucción de la familia o la disolución de las costumbres favorece a esos tiranos y reivindicando la libertad y el valor de la verdadera educación.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 19 de marzo de 2023.)

domingo, abril 02, 2023

Los artistas

Considerable revuelo han producido en Colombia las actuaciones de la diputada Susana Gómez Castaño, alias Susana Boreal, sobre todo su confesión de que diariamente fuma marihuana. Los críticos del gobierno en las redes sociales y en los medios encontraron un filón que explotar hasta que saltaron las denuncias de la exesposa del hijo de Petro. El nivel y las perspectivas de esa oposición se reflejan perfectamente en esos móviles con los que resulta fácil llegar a las grandes audiencias, los vicios y las corruptelas. Parece que hiciera falta mostrar pruebas de que un pícaro se enriquece o de que la gente del gobierno consume drogas para despertar el rechazo que hechos de verdad graves como la renuncia a la explotación de los hidrocarburos o la abierta negativa a combatir el narcotráfico (por ejemplo en el discurso del asno en la Asamblea General de la ONU) no despertaron.

Y ciertamente las costumbres de la diputada Gómez Castaño no deberían suscitar tanto interés, varias generaciones de colombianos han recitado y aprendido de memoria los poemas de Miguel Ángel Osorio (más conocido por su nombre «de combate», Porfirio Barba Jacob), cuyo consumo de marihuana sin duda, habida cuenta de que se jactaba de él, tuvo que haber sido mucho mayor que el de la joven directora de orquesta. Tampoco las extravagancias que lleva a cabo y que forman parte de esa concepción frívola que tienen las clases altas de la política.

Me gustaría no tener que reaccionar a los comentarios que leí sobre ese asunto, pero es que los críticos del gobierno no entienden que el país está en manos de una banda de criminales, cuyo menor pecado es que una de sus representantes fume marihuana. ¿Les cuesta tanto entender que buena parte de los ministros tienen diversa relación con las guerrillas que siguen masacrando policías, militares y campesinos? ¿Qué creen que es el Partido Comunista, a cuya alta dirección pertenece la ministra Gloria Inés Ramírez? ¿Cuál cree que ha sido la labor de Iván Velásquez en la guerra jurídica contra las Fuerzas Armadas y los sectores políticos contrarios al narcocomunismo?

Lo interesante de esa diputada no son sus costumbres sino el hecho de que dirige las agrupaciones de músicos del país, que colaboraron masivamente en el Paro Nacional de 2021, con el que a punta de terror, mentira y destrucción las bandas de asesinos le abrieron el camino a Petro. ¿Qué clase de gente degenerada no se horroriza por ese hecho y por la adhesión de la dama en cuestión y la inmensa mayoría de los músicos profesionales a un partido como el «Pacto Histórico» fundado por alias Iván Márquez sino porque declara que sus vicios le proveen placer?

Pero el personaje es muy representativo, porque al lado de la infame «paz» de Juan Manuel Santos y de su corolario, el ascenso a la presidencia de un representante del crimen organizado, no sólo estuvieron los músicos sino también los actores y los pintores y los literatos y los periodistas y los profesores… ¿Qué son propiamente esas personas y qué las mueve a estar de parte de los asesinos y secuestradores?

Eso no se puede ni pensar porque la mente de los ciudadanos está condicionada por la dualidad «izquierda/derecha». Los artistas e intelectuales son de izquierda y en realidad nadie está para explicar qué significa eso. Como un chiste que contaban sobre alguien que toleraba que los franceses dijeran pain en lugar de «pan» y vin en lugar de «vino», pero el queso, ¡se ve tan claro que es queso!, la gente intoxicada por la propaganda «sabe» ¡tan claramente! lo que significan las palabras izquierda y derecha en política.

¿Quiénes son los artistas y por qué son unánimemente partidarios de los mutiladores y violadores de niños? Ante todo hay que entender que son las personas de las clases altas, pero ¿qué son las clases altas? Cada uno tiene su definición, de modo que si uno piensa que hacia 1970 la proporción de jóvenes colombianos que estudiaban en la universidad difícilmente superaría el 2 %, debería sorprenderse de que la propaganda comunista hablara de «obreros, campesinos y estudiantes», pero al parecer nadie nunca se ha sorprendido.

Las clases altas son las que mandan a sus hijos a la universidad. Ahora van muchos más que antes, de modo que las clases altas son las que estudian para artistas o los que obtienen doctorados y másteres y estudios en el extranjero. Ese proceso por el que las personas que gozan de privilegios sociales y cuentan con recursos prefieren las profesiones en las que no hay grandes riesgos ni grandes responsabilidades ha ocurrido siempre en todo el mundo. Lo particular de Colombia es que las ventajas de esos grupos derivan del crimen, y así los jóvenes universitarios de los años setenta que aplaudieron el asesinato de José Raquel Mercado y muchos otros crímenes del M-19 se vieron favorecidos con la expansión de los puestos estatales tras la Constitución de 1991 y los privilegios asociados a diversas disposiciones de esa norma.

Desconozco la labor de la diputada Gómez Castaño como directora de orquesta, me resulta evidente que las orquestas colombianas no viven llenando las grandes salas de Europa y Norteamérica ni sus grabaciones son las que primero aparecen en YouTube, y que los aportes del país a la música clásica son más o menos comparables a los que se registran la industria o en las ciencias, en las letras (aunque la gente ignorante todavía cree que García Márquez es un autor de gran trascendencia). A los artistas les ocurre lo que ocurre con todo, que gracias a esa vocación parasitaria de las clases altas, la forma correcta de prosperar es la política, y la política real desde hace medio siglo en Colombia está marcada por el crimen del comunismo y sus cómplices. Su arte es basura desconocida, salvo por casos como el de Doris Salcedo, con gran figuración en una época en la que arte y basura son más o menos lo mismo.

La frivolidad de la diputada y en general de los artistas colombianos, que se ganan la vida y conservan los privilegios de sus familias gracias a que se integran en alguna camarilla («rosca») próxima al poder, permite entender en qué consiste la llamada «izquierda»: la forman las viejas clases parasitarias, los descendientes de los encomenderos, que usan el pretexto de la cultura o la educación como antes lo hacían con el pretexto de la religión. La retórica comunista, ahora actualizada para la guerra contra la familia, es sólo la máscara de ese orden perpetuo. La rebelde radical que saca de quicio a los biempensantes es sólo un atavismo porque, a fin de cuentas, para explicar lo que significa «la izquierda» de modo que corresponda al diccionario habría que decir «la derecha», tal como «progresista» es en realidad «retrocesista», y precisamente gracias al parasitismo de esos revolucionarios las oportunidades de los colombianos de conocer la gran tradición artística y literaria en lugar de crecer menguan.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 12 de marzo de 2023.)