viernes, abril 24, 2015

El vagón de ganado

Los vagones de ganado en que los nazis llevaban en sus víctimas a los campos de exterminio pueden servir de modelo de lo que en últimas constituye la vocación de todos los Estados. Al respecto conviene no olvidar el sentido que tiene el Estado según Franz Oppenheimer:
El Estado, totalmente en su génesis, esencialmente y casi totalmente durante las primeras etapas de su existencia, es una institución social, forzada por un grupo victorioso de hombres sobre un grupo derrotado, con el único propósito de regular el dominio del grupo de los vencedores sobre el de los vencidos, y de resguardarse contra la rebelión interior y el ataque desde el exterior. Teleológicamente, esta dominación no tenía otro propósito que la explotación económica de los vencidos por parte de los vencedores.
Según la fase histórica, ese despojo tiene un objeto diferente. Pueden ser los pobladores de los territorios que caen en manos de los imperios expansivos, como el romano, los esclavos importados por el Imperio español para que "se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas", o los kulaks rusos y los judíos alemanes cuando los conquistadores no tuvieron mejor botín que la población de su propio país. La estructura se mantiene aunque en las sociedades más maduras tiende a primar la ley sobre el interés del clan dominante y sus clientelas, de modo que los derechos concretos de los ciudadanos (a la vida y la libertad) no pueden ser transgredidos sin respuesta.

La dominación de una comunidad por otra condujo durante la mayor parte de la historia a la esclavitud, y en los últimos siglos, en que en todo el planeta rigieron Estados pero no siempre democracia ni derechos, la resistencia de los esclavistas a la cultura de la libertad se tapó con la retórica socialista. En Rusia. la abolición de la servidumbre tuvo lugar en 1861, 56 años antes del ascenso de los bolcheviques, que la reinstauraron en su versión más eficiente. También el país americano en el que el triunfo total de los comunistas les permitió quedarse tanto tiempo como en Rusia fue el último en abolir la esclavitud. Sencillamente, la clase de los funcionarios encontraba nuevos pretextos y nuevas retóricas para disponer a su antojo de la población sometida.

Es muy importante recordar el sentido del Estado cuando se piense en la política actual. Tras surgir como máquina de dominación controlada por un grupo pequeño y muy cohesionado, en las sociedades en que se enfrentaron diversas burocracias y una masa crítica de población que buscaba autonomía, es decir, en las de Europa y Norteamérica, se puso en el centro la oferta de garantías a los ciudadanos. En las sociedades en que la tradición esclavista perduró hubo que inventarse nuevas tareas, gracias a las cuales la burocracia podía disponer de los bienes ajenos. En la novela Los que vivimos de Ayn Rand se cuenta cómo las viviendas de las ciudades rusas fueron colectivizadas, es decir "okupadas" por turbas de menesterosos que servían como agentes de la burocracia para despojar a los propietarios. ¿Cómo se llamaba ese despojo? "Derecho a la vivienda". el supuesto "derecho" a exigir que los demás le provean a uno vivienda. La evolución de la vivienda en Rusia a partir de entonces puede explicar el fruto de esa política. Al igual que en Cuba, sobre lo cual ilustran ampliamente las fotos del bloguero @Yusnaby.

Pero mucho más productivo para la burocracia es el "derecho a la educación", que se vuelve en las sociedades con pasado católico la principal tarea del Estado sin que a nadie le parezca algo siquiera vagamente discutible. La esencia de esas sociedades es el parasitismo del clero y los grupos sociales ligados a él. La conquista de América proveyó recursos fabulosos para pagar ese parasitismo, y una excusa potente en la evangelización. Lo que ahora nos parecería una diferencia cultural (las formas de vida tradicionales de los aborígenes) ha sido durante toda la historia americana posterior al siglo XV una aberración que se buscaba extirpar. De ahí viene la certeza de todos los colombianos de que "lo que falta es educación". La vida sin la asimilación cultural era el pecado, y combatirlo era lo más urgente. Esa ideología se rastrea por ejemplo en el uso del eufemismo indígena porque indio es insulto (no tienen relación, los nacidos en un país son indígenas), con lo que la corrección política mezclada a la indigencia intelectual produce una flor ridícula. Para no ser indio hay que educarse, eso es lo que piensan todos los colombianos.

A medida que la población crecía y la masa de mestizos se hacía importante, se necesitó proveer a los dominadores de un pretexto más eficaz que la pureza racial. Para eso sirvieron los seminarios y universidades. A través de la educación se mantenía el control ideológico y se aseguraba el poderío de los grupos que heredaban el mando de los encomenderos. Nunca importó que no se aprendiera nada ni menos que no se investigara ni inventara nada. El que podía pagarse los estudios obtenía el "título", palabra que se usaba para aludir a las dignidades nobiliarias.

Esa función de la educación como marcador de la jerarquía social explica por qué en más de cuatro siglos los aportes de las universidades iberoamericanas al conocimiento sean literalmente inexistentes. De lo que se trata es de buscar un pretexto para librar a los de arriba del trabajo y asegurarles rentas a quienes predican.

A medida que aumentan los recursos, el mismo mecanismo se amplía sin cesar y el clero educativo crece al mismo ritmo, a tal punto que en Colombia es el gremio más numeroso de funcionarios.

Mención aparte merece la educación "superior", basada en el mismo principio de librar del trabajo por unos años a los privilegiados y proveerles certificados que legitiman su mando, a la vez que rentas a sus orientadores. Las materias mismas son una farsa, a tal punto que todo estudiante de secundaria se ha tenido que enfrentar a lecturas como El Cid, la Divina ComediaLa Montaña Mágica Great Expectations (en inglés, estos ejemplos corresponden a personas que conozco, no a posibilidades). Con toda certeza, NINGUNO de los profesores que ordenan esas lecturas conocen los libros, pero los jerarcas de la educación no pierden nada con obligar a leer. Si al menos una parte ínfima de los que acaban carreras de letras fueran capaces de entender lo que publican los periódicos ya se habría obtenido algo. Sencillamente los que dirigen las universidades son unos ignorantes increíbles (conozco a varios) y basta que abran la boca para oírles los mayores disparates. Nadie es más desinteresado en hablar de filosofía que el "filósofo", que a fin de cuentas sólo está para transmitir su tedio a los estudiantes.

Sobre los problemas de la expansión de la educación a las multitudes, acompañada de la concentración en áreas cada vez más reducidas ("especialización"), son del máximo interés las "consideraciones intempestivas" que Nietzsche escribió en su juventud.

De todo lo anterior se hace evidente para mí que no puede haber progreso ni bienestar general sin hacerle frente a la mentalidad que está en la base de esa educación. Del mismo "derecho a la educación", cuya materialización más clara es que una persona es más sensata si no ha estudiado en una universidad colombiana que si lo ha hecho, que los estudiantes sobre todo aprenden a intimidar y ejercer violencia, como ocurrió recientemente en la Universidad Libre de Pereira, y que por descarado que sea el disparate que promueven los terroristas, que son los mismos profesores universitarios (algunos de cuyos alumnos hacen de capataces en el monte de la industria del horror), no encontrarán resistencia entre los afortunados doctores, que suscriben lo que sea porque está probado que ser de ese bando se premia bien (las pensiones que cobran los profesores colombianos, muchos de poco más de cincuenta años, pasan con frecuencia de los quince millones de pesos mensuales: su trabajo consistía en alentar la rebelión contra la desigualdad, y ni ellos ni nadie se molesta por eso).

Un ejemplo de mentira monstruosa es el cuento pacifista de que quien se opone a que los genocidas queden impunes y triunfen en toda regla obedece a intereses ligados a la "guerra" y se lucra de la muerte. ¿Es tan difícil darse cuenta de la falsedad de ese aserto típico de Petro? No, es facilísimo, pero al fin de cuentas la mentira y el parasitismo son la vocación del país.

La educación es otra cosa, no la misión del Estado sino la de cada persona, no la obtención de diplomas sino la superación constante, no la adquisición de una profesión (para la que siempre se está "sobrecalificado" porque los recursos de quienes trabajan en algo productivo se van a asegurar las rentas de quienes recitan la propaganda) sino la formación como personas que no depende de instituciones. Un Estado que no da garantías a sus ciudadanos de que no los maten ni aplica la ley sino que tiene por misión proveer el "derecho a la educación" es un Estado fallido y sus habitantes tienden a la hambruna y a la ignorancia más extrema, como ocurre en Cuba, el país que más gasta en educación como proporción del PIB con unos resultados más ruinosos que en vivienda.


El hecho de que no haya nadie que quiera ver eso (la campaña de Óscar Iván Zuluaga tenía como promesa central ofrecer diplomas para todos los jóvenes) sólo agrava la situación. El uribismo y las FARC están en el mismo bando, suponiendo que "lo que falta es educación" y no precisamente dejar de despojar a los que producen para asegurar las rentas de los parásitos.

Educación es propiamente lo contrario del vagón de ganado en que los regímenes totalitarios meten a la población para forzarla a recitar su propaganda, y si las FARC avanzan día a día en su control de Colombia es precisamente porque esa base ideológica no tiene ningún rechazo. La educación es el pretexto con el que la clase de los opresores recluta catecúmenos y agentes de su dominación.

(Publicado en el blog País Bizarro el 21 de marzo de 2015.)

sábado, abril 18, 2015

Embrujados

Por @ruiz_senior

El Leitmotiv de la propaganda del régimen de Santos y su proceso de paz es la dificultad de equilibrar la justicia y la paz. Así comienza la entrevista que publicó hace unos días El País:
El presidente Juan Manuel Santos entiende que el reto más dificil al que se enfrenta en el intento de negociar el final de la guerra civil colombiana, que ha durado 50 años y ha cobrado más de 200.000 vidas, es convencer a su pueblo de que es necesario sacrificar justicia para lograr la paz.
También es el tema de un artículo que publicó ayer el propagandista Miguel Ángel Bastenier.
... un conflicto en el que las concesiones más visibles las tiene que hacer el poder público, lo que en el país se llama justicia transicional y en lengua romance se traduce en que ningún guerrillero conozca la cárcel. Ese es el gran escollo, quizá no tanto para firmar como para cumplir lo firmado...
Creo que vale la pena relacionar todo eso con lo que conciben los colombianos como el proceso de paz, y es que siento que respecto a lo que está ocurriendo viven como embrujados, hasta ahora porque la prensa los confunde y porque la componenda de Santos con las FARC no tiene oposición, por una parte, y porque la situación económica durante los años de Santos no ha empeorado a tal punto que la gente la sienta, por la otra. Si hay que admitir cierta impunidad a cambio de ahorrarse el peligro de ver volar a los hijos por una bomba, la mayoría aceptará: sólo mueren todavía algunos soldados y policías, pero eso también pasará y todo mejorará, como se ve.

La gente que odia a los guerrilleros y comunistas puede indignarse con eso, pero siempre terminaría en minoría, ya que haría falta otra clase de seres humanos para el esfuerzo que habría que hacer para vencer a las bandas terroristas, ahora apoyadas por casi todos los gobiernos sudamericanos y protegidas por el propio gobierno colombiano, reconocido por todos los gobiernos y medios importantes de prensa del mundo. De hecho, a mí mismo me resultaría imposible argumentar en favor de la justicia implacable con las FARC si por ahorrarse miles de bajas y un régimen totalitario hubiera que renunciar a castigar todos sus crímenes.

¿Por qué el lema de los uribistas es "paz sin impunidad"? Alguien me comentó que esa frase la empezó a usar Francisco Santos antes que los demás uribistas. Viendo el pasado del personaje (defensor de la negociación de paz durante muchas décadas y promotor del Grupo de Memoria Histórica) me resulta irresistible la tentación de pensar que al hacerlo obedecía a una consigna acordada por la camarilla gobernante. No hay nada que convenga tanto al régimen como esa dualidad entre la paz posible y la exigencia irrenunciable de castigo. Es lo que impide que haya resistencia y lo que permite a los propagandistas como el ABC español "vender" la solución maravillosa como algo razonable. Los uribistas son una chusma fanática que no puede ver las limitaciones y ambigüedades de su líder y resulta fácil de manipular de esa forma.

Por si todavía hay que explicarlo: puestos a elegir entre continuar con "el conflicto" o renunciar a encarcelar terroristas, la inmensa mayoría de los colombianos optarían por lo segundo, y sería muy difícil convencerlos de lo contrario. Pero ¿es ésa la elección? Para eso es la consigna "paz sin impunidad" para que los uribistas pongan "pereque" por un problema inexistente quedando siempre en minoría. Es un lema concebido para favorecer a los terroristas.

Porque si ésa fuera la cuestión de la paz las negociaciones habrían durado unas pocas semanas y el referendo lo habría convocado Santos antes de salir reelegido por una mayoría abrumadora. ¿Cómo es que se negocia el sistema político, el régimen de propiedad de la tierra, etc.? ¿Cómo es que siquiera se permite negociar eso? Curiosamente los uribistas no discuten sobre el hacho de que se discuta, sólo presentan el reparo absurdo de la impunidad, que hace pensar que las FARC están pidiendo perdón y hay que ponerse duros.

Digo que los colombianos viven como embrujados porque no entienden que la negociación de paz con las FARC conduce inexorablemente al país a una tiranía como la cubana y a la multiplicación de los crímenes de las FARC. ¿Qué colombianos no lo entienden? Habría que ir de nuevo a la cuestión de la naturaleza de las guerrillas y de su relación con un statu quo sociológico que en últimas defienden. Los partidarios de las FARC sí ven que la paz es su triunfo rotundo, pero obviamente eso no les molesta. Los demás quieren vivir tranquilos y creen que por eso vale la pena dejar sin castigar los crímenes. No se les explica lo que ocurrirá después.

Como tema secundario al de la impunidad los uribistas presentan quejas por la "dejación" de armas, que no es la entrega de las armas. Pero vamos a suponer que los terroristas entregaran las armas y se quedaran desarmados. ¿Qué serían en las regiones en que han extorsionado, matado, violado y mutilado gente? ¿Se volverían buenas personas y tratarían con respeto a sus víctimas? ¿No tendrían alguna ventaja como grupo organizado capaz de ejercer una presión prácticamente prohibida a los demás? ¿Qué harían los funcionarios policiales respecto a ellos si obviamente la policía pasaría a estar controlada por gente afín, tal como ya lo está el poder judicial, todos los gremios docentes, la prensa, etc.? Pero ¿no serían después de todos sus crímenes impunes una facción política que a alguna hora triunfaría seguro gracias a su formidable financiación con los recursos de la extorsión pasada y el tráfico de cocaína (eso sólo por suponer, en gracia de discusión, que no continuaran con esos negocios)? ¿O es que acaso han renunciado las FARC al comunismo o han prometido disolverse?

Lo mismo se podría decir de la producción de cocaína: si la practican regímenes de países ricos como el venezolano, ¿por qué no van a continuar con ella las FARC? Todo el mundo sabe que continuarán y que gracias a ella dominarán el Estado colombiano, simplemente cooptando a la oligarquía y a las castas de parásitos que siempre las han apoyado. ¿O no lo saben? ¿Qué creen que pasará? 

Lo que llaman la paz, el reconocimiento del atracador como dueño parcial de nuestro sueldo, sólo es la imposición de la tiranía que buscan las FARC. La cuestión de la impunidad no existe, los uribistas no han exigido que no se negocien las leyes con los terroristas ni que no se discuta partiendo de reconocerles alguna legitimidad. Ni siquiera han cuestionado la increíble comisión histórica. Al aceptar la negociación y no declarar que no la acatarán ni oponerse a ella en las campañas electorales, están mucho más en el lado del gobierno que alguien que sólo quisiera ahorrarse sufrimientos renunciando al castigo: están propagando una mentira, haciendo creer a la gente que las FARC sólo intentan librarse del castigo cuando ya dominan el país. ¿Hasta qué punto saben que colaboran con Santos? Mejor dicho, ¿en qué rango empieza a haber incautos que creen que se está haciendo oposición y no contribuyendo como decorado al triunfo del mal?

(Publicado en el blog País Bizarro el 13 de marzo de 2015.)

domingo, abril 12, 2015

Las mentiras de "El País"

Por @Ruiz_senior

La reciente visita a España del presidente colombiano Juan Manuel Santos ha servido para que El País despliegue su labor propagandística, a la cual por otra parte ya tiene acostumbrados a sus lectores. El grupo Prisa posee en Colombia una importante cadena de radio, Caracol, muy favorecida por el gobierno de Santos en su copiosísima inversión en propaganda (bastaría ese dato para entender que el régimen colombiano no es en absoluto diferente de los de Bolivia y Venezuela). Esta semana El País le dedicó a Santos un editorial que paso a comentar.
Beneficios de la paz

Colombia disfruta ya de los efectos de la derrota de las FARC y del diálogo para el acuerdo final
Hay que prestar mucha atención al título y al subtítulo, porque hablar de derrota de las FARC requiere una determinación de mentir que sólo se puede permitir quien se dirige a un público que no sabe nada de Colombia. ¿Derrota de las FARC? En la campaña electoral del año pasado exigían claramente la imposición de un régimen comunista, como se puede ver en este vídeo.


No estaría mal que se analizaran las estadísticas de recuperación de las FARC . En los casos en que se registran descensos en 2014, se trata simplemente de que la extorsión ya no requiere amenazas porque el gobierno protege a las bandas terroristas.


La derrota de las FARC era un hecho hacia 2010. Hoy en día se puede hablar claramente del triunfo de las FARC, que tienen la hegemonía absoluta en los medios de comunicación, el poder judicial, las universidades y el legislativo, dado que los recursos públicos financian a los legisladores que apoyen a Santos y su proyecto de premiar el genocidio.
El proceso de paz iniciado en Colombia, con las conversaciones que desde septiembre de 2012 mantienen en La Habana el Gobierno y la guerrilla de las FARC, es un óptimo ejemplo de los beneficios que la sola perspectiva de normalización puede tener en la vida social y económica de un país y en su imagen internacional.
¿"Normalización" es el hecho de que los asesinos, secuestradores y traficantes de cocaína legalicen su copioso patrimonio y puedan a partir de él corromper todas las instancias de un país? Después de que se premie el genocidio y los asesinos en masa se conviertan en amos, Colombia no será más normal sino mucho más violenta y ajena a las sociedades democráticas que nunca.
Sin duda la diferencia más evidente es el número de vidas humanas salvadas por la simple baja intensidad de las hostilidades paralela a las negociaciones. Un informe presentado la semana pasada en Bogotá por la Fundación Paz y Reconciliación calcula que solamente durante 2014 se ha evitado que 5.000 colombianos resultaran muertos o heridos. Es una gran noticia para el conflicto armado más antiguo de Latinoamérica, que en medio siglo ha costado más de 220.000 vidas y millones de desplazados.
La fundación de que hablan miente hasta en el nombre, pues habla de "reconciliación" como si el genocidio cometido por las FARC fuera una riña entre iguales. Es una agencia de propaganda que paga el Estado colombiano como otras miles, y sirven para proveerles rentas a las clientelas de las FARC. Ese conglomerado social de tinterillos y charlatanes que cobran las masacres es el verdadero sentido de la banda terrorista, formada por rústicos y niños a los que controlan los compañeros de los jefes de esas fundaciones desde el Partido Comunista y desde sinecuras magníficas en alguna de las centenares de universidades que hay en el país (todas públicas, pues las "privadas" tienen prohibido el lucro y no pagan impuestos). Su existencia explica todo el "conflicto": la incapacidad de las castas que descienden de los encomenderos de vivir en un régimen como el que impera en Europa y Norteamérica. Para eso ha sido la orgía de sangre, para asegurarles el dominio.

La falacia de esas cuentas es que si efectivamente pudieran mostrar que se han reducido las muertes de policías y soldados a manos de los terroristas las publicarían. La verdad es que han aumentado a partir de 2010. Las cuentas "contrafactuales" son falacias. Las FARC sólo estaban presentes en pequeñas áreas de las fronteras de Venezuela y Ecuador y han vuelto a todo el país, por no hablar de la legitimación clara del gobierno de sus crímenes en los acuerdos alcanzados hasta ahora ni de la promoción continua en los medios de comunicación como si fueran líderes de algo distinto que del crimen organizado.
En paralelo, la consolidación del proceso de paz está teniendo un claro reflejo en la economía del país, que presenta un crecimiento sostenido en torno al 4%, y eso a pesar de las repercusiones que el hundimiento del precio del petróleo tendrá en las cifras macroeconómicas. Una sociedad en vías de reconciliación que ha sufrido un largo conflicto es optimista respecto al futuro, como lo son las previsiones de crecimiento que aventuran un gran salto adelante tras la liberación de energías que ese conflicto ha maniatado.
Casi cada palabra es una mentira. El crecimiento de la economía colombiana durante los años de Santos fue de 4,0 (2010), 6,6 (2011), 4,0 (2012) y 4,7 (2013). Era mucho mayor antes de que Santos anunciara su negociación a tal punto que en 2012, el año en que se anunció la negociación, bajó 2,6 puntos respecto a 2011. La situación de la economía colombiana recuerda a la de España tras el primer gobierno de Zapatero, en que la multiplicación del gasto público en propaganda, despilfarro y puestos parasitarios (cosa que en Colombia puede ser decenas de veces peor que en España) genera un gran crecimiento que después se paga. Ahora mismo el gobierno promueve una reforma tributaria que fuerza un empobrecimiento generalizado (el que dude de que eso es así me lo puede recordar dentro de un par de años). En comparación, durante los años de Uribe, con un gasto militar mayor, la economía crecía a tasas más altas. Las previsiones de crecimiento que auguran un gran crecimiento cuando las FARC tengan legalizadas áreas para producir cocaína, guarden las armas y presionen con sus sindicatos y grupos estudiantiles son producción de las mismas fundaciones de la que extraen cifras fachendosas los propagandistas pagados del socio de las FARC.
El tercer aspecto en el que se aprecia un notable cambio a mejor es en el creciente papel de referente que juega Colombia en la comunidad internacional y su capacidad de cooperar en la solución de otros enfrentamientos, aunque sean muy distintos en origen y evolución. Lo que importa es el ejemplo de voluntad de diálogo: por eso el ofrecimiento hecho por el presidente Juan Manuel Santos —presente hoy en Madrid en el Foro por la Paz en Colombia, organizado por EL PAÍS y la Fundación Buen Gobierno, patrocinado por Telefónica, BBVA, Ferrovial, Alcaldía de barranquilla y Avianca — para facilitar una mediación en Venezuela no debería caer en saco roto ni ser interpretada como una injerencia. Es una oportunidad real de aprovechar la experiencia adquirida en la resolución de conflictos.
Esto ya es un chiste: ahora el país es modélico porque en lugar de tener a los asesinos matando los tiene gobernando y pronto como amos absolutos. ¿Qué país no querrá resolver sus problemas así? España podría hacerlo, no es raro que el presidente del partido ligado a El País se reuniera con ETA antes de ser presidente. Por ilegítima que sea ETA, las FARC lo son mucho más, mucho peores son sus crímenes, mucho menos representativas de la sociedad y mucho más culpables de genocidio y todos los crímenes contra la humanidad tipificados. Sencillamente, el remedio que promueve el país es la abolición de las leyes en favor de la dominación del más fuerte. ¿Qué clase de gente lee esos editoriales? Pero además esa monstruosidad les resulta ejemplar.
Todavía queda lo más importante: culminar el proceso. “Falta lo más difícil, y los procesos se rompen en los puntos más difíciles”, advertía ayer con enorme cautela el presidente Santos en una entrevista con este periódico. Pero Colombia está en el buen camino: antes de alcanzarla del todo, ya conoce los beneficios de la paz.
Eso más difícil que queda es someter totalmente a la sociedad: hay muchos miles de militares presos, la mayoría inocentes (el que quiera saber cómo obran los jueces colombianos debería ver este vídeo), y los altos mandos han sido "purgados" desde la época en que Santos era ministro de Defensa, de modo que ahora la cúpula del Ejército y la Policía la forman mafiosos comparables a los militares venezolanos, que se muestran dispuestos a premiar en lo que haga falta a quienes matan a sus subalternos por decenas de miles para lucrarse. Pero la mayoría de la gente no quiere vivir sometida a las FARC ni soportará con tanta paciencia una dictadura cuyas atrocidades serán sin duda mucho mayores que las que se han visto en Cuba y Venezuela (ya es peor, hay más rivales de Santos presos o fugitivos que de Maduro).

Viendo las "reformas" que esperan imponer las FARC sin ser representativas de nadie, por encima de las urnas (ver el video arriba), es comprensible que al proceso le falte lo más difícil: que la población se resuelva a someterse a sus verdugos. Lo que le espera a Colombia en los próximos años es mucha más violencia que nunca, y nadie va a pedirles cuentas a estos desalmados que promueven al verdugo.

Ojalá los colombianos lean ese editorial. En España es más fácil engañar a la gente sobre eso.

(Publicado en el blog País Bizarro el 7 de marzo de 2015.)

domingo, abril 05, 2015

El traidor que destruye a Colombia


No, no es Santos. que a su manera es leal a su clan y a su casta y hace lo que siempre han hecho los patanes que se apropiaron del país desde el siglo XIX y que ven a los ciudadanos como "indiamenta" a la que tratan de cualquier manera sin preocuparse mucho. Claro que es el agente directo de la destrucción, pero exculparlo sería como culpar al VIH de la expansión del sida por ciertos países. Antes de que un personaje de su categoría intelectual y moral pueda hacer de las suyas hace falta un medio favorable, un medio de indolencia y servilismo formado por gente que en cuanto dispone de una renta recita cualquier mentira y se hace amiga de cualquier asesino.

Se puede decir que engañó a los colombianos pero ¿habrá engañado a alguien? No recuerdo haber leído a nadie que tenga buena opinión de Santos. Cuando era ministro de Defensa de Uribe se lo aceptaba como parte del equipo de gobierno, pero no había ni hay nadie que lo considere su líder o su modelo. Salvo, claro está, Fernando Carrillo, personaje que forma parte de un estilo de criatura característica de Colombia, como Cristo Bustos o Silva Luján, seres cuya altura de miras y cuya moralidad avergonzarían a los peores personajes de cualquier época y lugar.

El que engañó a los colombianos fue Uribe, que primero prometió no buscar un tercer periodo y después lo buscó, y que generó la impresión de que al irse quedaba algo que seguía controlando. NINGUNO de los congresistas y senadores elegidos como "uribistas" planteó ningún rechazo notorio a los desmanes de Santos. Si se piensa en el optimismo de los colombianos hacia 2010 resulta todo infundado: no había cambiado en nada el poder judicial heredado del 91 y controlado por los terroristas, ni había una prensa diferente a la que controlaba el grupo de Alternativa, con un predominio increíble de las opiniones favorables a los terroristas. Tampoco había ningún partido diferente sino una componenda a través de la cual Uribe recibía el apoyo interesado de Santos y la red de los López y los Samper, sin ninguna renovación. Eso por no hablar de la universidad, que en 2010 era el mismo adoctrinadero de asesinos que en 2002 sin que a los felices gobernantes les preocupara mucho.

Pero Uribe es quien es y no tiene mucho sentido andarle pidiendo peras al olmo: los hampones del PSUN que lo persiguen desde 2010 eran sus compañeros en su época de senador, cargo al que llegó del brazo de Samper, al que defendía incluso después de dejar la gobernación de Antioquia en 1997. Nunca cuestionó la Constitución de 1991 y por el contrario fue el ponente de una ley que aseguraba la impunidad de los jefes del M-19. En lugar de pensar en desplazar al clan oligárquico del poder, se dedicó a gobernar en alianza con él (el mismo Enrique Santos era un reconocido "uribista" y en las elecciones de 2006 el editorial de El Tiempo que recomendaba el voto apoyaba a Uribe).

Además, después de salir del gobierno se le vieron pocas ganas de oponerse a Santos, pese a lo que digan los propagandistas de las FARC. En las elecciones de 2011 no hubo ninguna muestra de oposición a Santos sino al contrario un apoyo a sus candidatos. Ni siquiera se denunció la maquinación que permitió elegir a Petro alcalde de Bogotá: Uribe estaba seguro de que la gente votaría por el candidato que él recomendara y más allá de lo que los candidatos representaran intentó demostrar que era así. Sus compañeros elogiaban a Santos pese a la persecución (por ejemplo, Óscar Iván Zuluaga) y a toda costa trataban de salvar los puestos de personas afines que peligraban si se combatía a Santos.

Pese a lo que piensan muchos, Uribe es un personaje del pasado y su influjo es menor de lo que se cree. Sus diversas críticas a la paz no llevan nunca a un cuestionamiento rotundo y resultan suavizadas por las actuaciones de su séquito, formado por la misma clase de gente con la que gobernó, personajes que se ven encantados de acudir a las tertulias de María Jimena Duzán a hacer el papel de "extrema derecha" con toda clase de quejas para buscar la mejora de la negociación.

De hecho, en pocos meses habrá de nuevo elecciones y no habrá ningún candidato que cuestione la paz. Contra ese peligro (de que algún candidato buscara votos denunciando la paz) se manifestaba hace poco un columnista uribista. Tal vez quienes menos se puedan definir como traidores son esos personajes próximos a Uribe, extremadamente leales a tal punto que estarían con su líder si se aliara con las FARC, y pendientes de las recompensas que reciben por su lealtad (muchos accedieron a curules en el Congreso y el Senado y muchos otros esperan ser concejales y alcaldes en los próximos años).

El traidor que destruye a Colombia es otra clase de personaje: el que siendo consciente de que el premio al genocidio es la abolición de todo vestigio de democracia y la entrega del país a los criminales (que ahora dispondrán de sus grandes fortunas legalizadas y de un control total gracias a ellas y al miedo que generan), no es capaz de hacer nada por miedo a estar en minoría, no quiere acudir a marchas contra los terroristas porque no las promueven los medios y cree que un grupo pequeño haría el ridículo, no quiere denunciar en las redes sociales la paz porque cree que eso no tiene impacto, no discute nada de lo que hacen los jefes uribistas porque teme echarse de enemigos a los demás uribistas; espera en secreto, y a veces en voz alta, que los militares se rebelen y resuelvan el problema por mucho que cada vez más se ve que el régimen tiene cooptado al alto mando...

Ese personaje es el ÚNICO que podría hacer algo para impedir la catástrofe anunciada pero no lo hace, y esa traición es más grave porque es una traición a sí mismo. Cuando pase el tiempo y se dé cuenta de lo que fueron estos años, de la cobardía generalizada y la indolencia que permitieron a los terroristas implantar su tiranía, verá que su enanismo moral fue lo que lo permitió.

(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de febrero de 2015.)