viernes, marzo 27, 2009

El Gran Acuerdo Nacional

Dentro de dos años Colombia estará metida de nuevo en la decisión de elegir al presidente y por tanto de nuevo en la incertidumbre sobre el futuro, pues, como ocurre en toda la región, siempre hay una masa de votantes dispuestos a seguir a un Chávez, a un Ollanta, a un AMLO... De algún modo la pobreza y el atraso sólo son ese círculo vicioso en que debido a la inseguridad jurídica y a la ineficacia de las instituciones los créditos son más caros y las inversiones más cautelosas.

La existencia de una segunda vuelta electoral fuerza la definición de dos bandos que arrastrarán a los diferentes sectores sociales y políticos, y el ganador es el que consiga agrupar una mayoría no tanto de apoyo a su programa cuanto de rechazo al del adversario y de consenso en torno a alguna propuesta específica. Incluir esa figura en la Constitución fue un gran acierto, si hubiera habido segunda vuelta en el Chile de 1970 probablemente no habría ascendido Allende y ese país se habría salvado de la inestabilidad que generó su presidencia y de la dictadura que la siguió.

¿Cuáles serán los “finalistas” en la elección de 2010? Al pensar en eso aparece claro aquello que lleva a tanta gente a anhelar un tercer periodo de Uribe: en realidad no hay en el bando de la “derecha” un programa claro ni líderes a los que se pueda identificar con una propuesta de gobierno definida. La figura del presidente convoca una enorme aprobación gracias a su acierto de oponerse al proceso del Caguán y de hacer retroceder a las bandas narcoterroristas, pero más allá de eso ni siquiera hay entre los grupos que lo apoyan ningún consenso respecto a minucias tales como la negociación política. Bueno, ni siquiera en el presidente hay una posición clara, que probablemente tendría que ceder en caso de que las FARC mostraran el menor interés en desmovilizarse a cambio de una Constituyente negociada. Si no lo hacen es porque cuentan con la posibilidad de tener un presidente complaciente en 2010 o 2014 y porque entre tanto cuentan con protección en los países amigos.

Antes de seguir conviene hacer una advertencia: los gobiernos y los partidos surgen de la sociedad y no al revés. Cuando se alude a los errores o a las mezquindades de unos políticos la inquietud debería llevar siempre a la cuestión de la sociedad que les permite obrar así. Soñar que unos señores preocupados sobre todo por su carrera y por sus ingresos van a curar a la sociedad de su confusión es empezar a formar parte de las filas totalitarias. La ausencia de un programa claro para orientar al país hacia el desarrollo no es algo que permita cuestionar sólo al gobierno y a los partidos, sino que llega a la responsabilidad de todos los ciudadanos, al menos de los que se interesan por la política.

La propuesta de una segunda reelección encuentra su campo abonado en esa orfandad programática de la “derecha” pero hay algo en lo que conviene reparar, más allá de lo que eso signifique como amenaza para la democracia (y para entender la peculiaridad colombiana basta con ver a todos los partidarios de la negociación política y panegiristas de Chávez convertidos en veedores de la más estricta observancia de las normas democráticas: ya no es que el diablo haga hostias, sino que parece el único autorizado para hacerlas): que tal vez un Uribe candidato resulte más conveniente para los diversos sectores de la oposición, todos ellos notoriamente afines al eje Chávez-FARC, que otro representante de la “derecha”. Ya han aparecido propuestas, por ejemplo del ex gobernador del Valle Angelino Garzón, de unir esfuerzos para lanzar a un candidato de unidad. En todo caso, un caudillo triunfante en 2010 sólo sería el anticipo de un triunfo chavista en 2014, por no hablar de las dificultades de mantenerse en el gobierno durante tanto tiempo.

El desgaste del gobierno se adivina por la mezquindad que exhiben los políticos que lo apoyan, no sólo en la incapacidad de lanzar en las regiones candidatos sin vínculos con el paramilitarismo, sino en su falta de iniciativa y su estrechez de miras. El formidable respaldo ciudadano que ocasionaron las infamias de las FARC en los meses precedentes sólo les sirvió para buscar primero la segunda reelección y después la subida de aranceles que aseguraría las rentas de grupos próximos al gobierno. ¿Alguien recuerda por ejemplo la propuesta de un referendo que prohibiera la negociación política y los despejes de territorios? Parece que por ahí no se ven ni negocios ni modo de asegurar puestos, aunque viéndolo bien estos últimos dependerán en última instancia del acierto en política.

Esa unidad que despierta la adhesión a un caudillo cuyas intenciones resultan misteriosas y cuyas ejecutorias son cuestionables desde muchos ángulos podría ceder fácilmente ante la unidad de sus adversarios, generosamente engrasada por los recursos de Chávez y Santodomingo y por el poder de los medios de comunicación y las redes clientelistas que tanto poder alcanzaron durante los gobiernos de Gaviria, Samper y Pastrana. Mientras que el único activo convincente de Uribe serían sus logros en materia de seguridad y crecimiento económico, la unidad alternativa podría ofrecer la paz, garantizada por algún compromiso de las FARC y el ELN, amén de la siempre anhelada redistribución y de la siempre comprendida protesta contra la corrupción reinante.

Es en ese contexto donde debe entenderse la obstinada campaña del columnista Eduardo Posada Carbó por un “gran acuerdo nacional” del gobierno con la oposición. ¿Qué sentido tendría para un gobierno muy popular y exitoso ofrecer reconocimiento a quienes han hecho de lobby del Secretariado de las FARC presionando por un despeje de territorios, como los tres ex presidentes citados? ¿O al PDA, que ciertamente no pretende que las guerrillas se desmovilicen, como reconocen muchos de sus miembros? El columnista no es tonto, sino que está buscando ese consenso que permitiría presentar una mayoría alternativa a Uribe o a cualquier candidato de “derecha”. Es decir, formar una mayoría de políticos y comentaristas conocidos en torno a esa propuesta, la cual se presentaría a los ciudadanos como expresión de sus anhelos.

Es en resumen, lo mismo de Angelino Garzón, lo mismo que en la elección de 2006 propuso Rafael Pardo: el “Toconur”, pero disfrazado de consenso contra la guerrilla. Bueno, ese disfraz en el caso de Posada Carbó es grotesco. En una de sus columnas recientes se entusiasmaba con la carta de William Ospina a Chávez pese a reconocer que el gran intelectual colombiano aboga por la negociación política (por lo difícil que es derrotar a las guerrillas, claro, como si no quedara abierta la veda para cualquier asesino que pretendiera adueñarse del país a punta de masacres). ¿Qué haría el gobierno buscando un acuerdo con semejantes personajes? Nada, el acuerdo del gobierno con la oposición es un pretexto para hacer presentable la alianza con personajes que declaran que admiran y respetan a Chávez y que quieren que se premie a las guerrillas pese a que las llenen de reproches.

En otros escritos Posada Carbó da muestras de la misma inclinación al cinismo. Con ocasión del comunicado del PDA en que declara no sumarse a la marcha del 4 de febrero escribe:
Uno de los 12 puntos de la declaración con que el Polo justificó su distanciamiento de la marcha merece también destacarse, en el propósito de propiciar ese encuentro: "Condenamos sin vacilación" -dice el numeral 2- "el secuestro y los demás crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por las Farc". Ya lo había hecho en ocasiones anteriores. Pero es importante subrayar esa nueva y expresa condena, por si quedasen dudas.
En lo que tampoco hay vacilación es en admitir tácitamente los demás actos de guerra “lícitos” de las FARC, como cuando alguien critica a los violadores por llevar las uñas sucias y morder a las víctimas. ¿A qué viene mostrar reconocimiento frente a semejantes promotores de asesinatos? Como ya he explicado, nadie espera que el gobierno sacrifique sus esfuerzos y el apoyo ciudadano para favorecer a los socios del narcoterrorismo, lo que pasa es que para Posada es una forma de brindar reconocimiento a un aliado necesario en el frente con el que pretenden formar una mayoría para 2010.

El nivel de mentira a que se llega en la prensa colombiana es difícil de comparar con nada, pero da la impresión de que la gente no lo percibe, de que a fin de cuentas la mayoría de los lectores se aburrirían si las cosas fueran simplemente ciertas y no contuvieran halago y aun promesas de ascenso social. Sin el menor pudor, Posada sale en otro escrito evocando el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que firmaron los partidos españoles en 2000. ¿Habrá quien se figure que ese pacto excluía a quienes no exigen el fin de las organizaciones terroristas? El Gran Acuerdo Nacional por el que aboga Posada Carbó no los excluye sino que en realidad sólo tiene la función de integrarlos en un consenso que desactiva la exigencia del 4 de febrero (“no más FARC”) y prepara el “Frente Popular” con el que aspiran a poner presidente en 2010.

En ésas estamos, por una parte un gobierno sin más ideas que la lealtad a su jefe y el apego a los cargos y por la otra una oposición capaz de mentir y deformar las cosas hasta convertir el clamor contra las FARC en reconocimiento para quienes quieren que se las premie. ¿Cuándo habrá un verdadero clamor contra el cinismo de los poderosos que han hecho de la mentira un oficio virtuoso? Sin el menor pudor el ex guerrillero León Valencia aparece llamando a marchar el 6 de marzo ¡con una derecha civilista para salvar la democracia! A muchos los escandaliza que uno diga que Colombia es un muladar, pero ¿dónde puede figurar un personaje así como defensor de la democracia? Los comentaristas que han desaprobado esa marcha, Fernando Londoño, Plinio A. Mendoza y José Obdulio Gaviria resultan acusados por este asesino pensionado de ¡meterle violencia a la política! ¿No es evidente que algo deforme tiene que haber en el público que lee esas cosas sin inmutarse?

Mientras que la marcha del 4 de febrero, que obtuvo tan clamoroso respaldo ciudadano, no servirá para nada, la del 6 de marzo, claramente minoritaria, servirá para presentar a los protagonistas del Gran Acuerdo Nacional y el pretexto del paramilitarismo y de los crímenes de Estado les vendrá de perlas. A fin de cuentas en el bando de la “derecha” lo que no abundan son las ideas ni menos las audacias. Hay voces que desaprueban la segunda reelección pero nadie que se postule, como si hacerlo o hacer propuestas no autorizadas por el caudillo y su sanedrín fuera faltar a la lealtad que deben a esas personas. Y a ese paso la catástrofe parece difícil de revertir.

Publicado el el blog Atrabilioso el 27 de febrero de 2008.