lunes, junio 10, 2013

El votante siempre tiene la razón

Vendedores
Cada vez hay menos vendedores, esas personas que iban de casa en casa ofreciendo brilladoras, enciclopedias, etc., a veces a partir de una respuesta a un anuncio en la prensa, a veces "en frío". Esas personas trabajaban para empresas cuyo negocio consistía en esa distribución un poco forzosa, en extremo rentable, ya que daba para pagar la capacitación de miles de aspirantes que después no se animaban a trabajar y a proveerle ingresos al vendedor pese a las innumerables ventas fallidas. Es evidente que el comprador no tenía un gran interés, porque en tal caso habría ido a buscar el producto, pero debido a las habilidades del vendedor, a menudo a su personalidad dominante o a su estilo de clase social superior, terminaba comprometiéndose en una compra costosa a plazos que le resultaría difícil pagar.

Técnicas
El éxito del vendedor dependía de su capacidad de persuadir a la víctima, para lo cual las empresas lo aleccionaban para que ofreciera una "actitud mental positiva", de optimismo y seguridad, que terminaba contagiando al comprador. El axioma que todo vendedor debía tener siempre presente era "El cliente siempre tiene la razón", es decir, que para consumar la venta (que, como ya expliqué arriba, dados los recursos que se invertían en vender, tenía mucho de estafa) el vendedor tenía que escuchar al cliente y encontrar una forma de hacer coincidir sus aspiraciones con las ventajas que predicaba del producto. Dar la razón es una forma de persuadir astuta, propia de quien no ofrece nada realmente valioso.

Politiquería
Eso mismo ocurre con la politiquería, con la política vulgar de personajes que sólo aspiran a alcanzar los puestos públicos y el poder, y a menudo las rentas que provee. Característico es ver la foto de Santos y Vargas Lleras rodeando a una anciana negra para dar la impresión de que están con el "pueblo". Pero todo el populismo tiene siempre ese aspecto: el aspirante a un cargo de elección halaga al público como un vendedor de bienes sobrevalorados porque de algún modo tiene que conseguir los votos, y comprarlos podría resultarle menos agradable. Lo lícito en una democracia es que de algún modo el político encarna valores que la gente comparte: pertenece a un partido que suscribe un programa y una ideología, tiene una trayectoria personal como activista o como profesional que permite a la gente creer que hay alguna correspondencia entre lo que dice y lo que hace, entre sus promesas y halagos y sus convicciones. En Colombia es más complicado, la misma idea de democracia es fastidiosa para la gente y todo el mundo odia a los políticos con los que no tiene relación personal, siguiendo el viejo lema de que "lo malo de la rosca es no estar en ella".

Drogas
De ese nivel es la obsesión del uribismo con la persecución de la dosis personal de drogas. Hay una abrumadora mayoría de los colombianos que achacan la delincuencia a las drogas ilícitas y las consideran lo peor, actitud en la que se adivina no poca envidia por los placeres que se supone que disfrutan las personas que las consumen. Esa intolerancia, parecida a la que hay con las personas homosexuales, le presta un enorme servicio a los terroristas, que fácilmente agrupan a los consumidores como víctimas de una conjura clerical, y terminan haciendo una especie de proselitismo químico: el hecho de fumar marihuana convierte al usuario en enemigo del uribismo o de los godos o prohibicionistas y amigo de la "izquierda". Mientras que la mayoría intolerante siempre tendrá otras ofertas de represores, los consumidores están siempre agrupados alrededor de sus modelos "progresistas". El caso es que el destino de Colombia no se juega alrededor de ese tema, pero siempre parece un "gancho" con el cual atraer votantes: ya lo era en el referéndum que convocó el gobierno de Uribe en 2003, pero la Corte Constitucional no aprobó esas preguntas. Además del grotesco espectáculo de convertir a los castristas en defensores de la libertad, se refuerza y justifica a los ultramontanos: a esa clase de personas que no tienen realmente una condena del terrorismo sino de todo el mundo moderno y que si pudieran abolirían el divorcio y restaurarían la prisión por actos homosexuales, vigente en el Código Penal colombiano hasta los años ochenta. ¿Hay una mayoría de colombianos en esa actitud? ¿Quieren vivir en una sociedad como Arabia Saudí o el Irán de los ayatolás o en una como Massachusetts, donde se va legalizando el cultivo de cannabis? La tentación de complacer a los votantes pinchando un resorte seguro termina siendo peligrosa, ¿a fin de cuentas no es más grave para un padre colombiano encontrar a su hijo jugando con los genitales de una persona de su mismo sexo que fumando marihuana? Fácilmente el halago termina en una persecución brutal de la homosexualidad. Esa manía es algo que uno siempre se encuentra allí donde los colombianos se expresen.

Patriotismo
Lo mismo ocurre con el fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre el mar territorial de San Andrés: el gobierno de Santos está entre la espada y la pared porque el ruido patriótico que levantaron los uribistas podría deslegitimarlo. ¿Qué importa que realmente no se le pueda atribuir ninguna responsabilidad particular por un fallo completamente coherente con la doctrina de la Corte? Nada, porque si acata el fallo resulta responsable y si no lo acata convierte al país en un paria internacional. ¿Qué busca el uribismo? De nuevo, complacer al ciudadano ignorante que de ninguna manera acertaría a localizar a San Andrés en un mapa ni menos a entender los líos de la CIJ. Como ya he explicado ampliamente, esa mayoría circunstancial en torno a un tema accesorio termina distrayendo de la cuestión importante, que es el establecimiento de un régimen comunista-bolivariano a partir de la negociación de La Habana. El motivo es exactamente el mismo: no hay una mayoría clara que se oponga a los diálogos. El politiquero no puede hacer pedagogía ni civismo porque necesita los votos por cualquier motivo. Dado que el ciudadano no se mueve porque Romaña resulte un poderoso cacique político gracias a sus crímenes pero sí porque el mar territorial derivado de la titularidad de una piedra remota que nadie podría situar en el mapa, pues jalémosle al patriotismo, que de algún lado deben salir los votos. (Más sobre el tema.)

Sigifredo
Respecto al caso de Sigifredo López se detecta de nuevo la misma situación anterior. ¿Qué piensa Uribe de ese caso? ¿Qué piensan los políticos próximos a él? Algún columnista próximo a esos líderes me reconoció en Twitter que creía en la culpabilidad del exdiputado. Seguro que muchos uribistas importantes piensan lo mismo, pero no lo dicen porque en tal caso contrariarían a la opinión pública, manipulada a conciencia por los medios. No sé qué sea realmente peor, si el cinismo de unos politiqueros que comulgan con mentiras monstruosas con tal de resultar agradables a un público manipulado, o la torpeza de unos mediocres que no detectaron nunca el sesgo obsesivo de la prensa para borrar las pruebas que había contra el exdiputado ni las intervenciones a su favor de prácticamente todos los columnistas afines a las FARC. En realidad, ambas cosas son complementarias: la vulgaridad, la ignorancia, la torpeza, la mezquindad y el cortoplacismo tienden a acompañar a las mismas personas. Tal vez no leen la prensa, tal vez la leen pero no la entienden muy bien, tal vez en definitiva no les interesa en absoluto la justicia ni el hecho de que matar colombianos resulte tan fácil y aun tan prestigioso. El día que se esclarezca completamente eso, porque ya no estamos en la época de Gaitán y algún perito demostrará que la voz del video es la del exdiputado, quedarán como cómplices. (Más sobre el tema.)

Doblez
Ese fenómeno de la politiquería, de la falta de respeto al elector, se podría encontrar en cada aspecto en que obre el uribismo. El último caso es la marcha que organiza el líder forzado por los medios, Herbin Hoyos, cuya retórica últimamente se enciende contra las FARC. ¿Quién puede explicar que la emisora del Colombiano por la Paz Darío Arizmendi, la misma que calumnia a todas horas a Uribe, dedique un programa a la solidaridad con los secuestrados? ¿Y el rocambolesco secuestro del "periodista", los repetidos intentos de asesinarlo, siempre fallidos, y ahora las amenazas de muerte? ¿Y su curiosa amistad con Sigifredo López? El mismo hijo de Uribe ayudaba a promover la marcha "contra las FARC", que a la hora de la verdad contará con amplísima participación de mamertos y predominio de las exigencias de cambios en el proceso, que con todo el gusto los de La Habana acogerán con respeto y simpatía. ¿Es que son todos idiotas? No, es que sólo están pensando en el puesto y no tienen ningunas ganas de contrariar a los todopoderosos medios. A lo mejor tras la concesión de un puesto en la mesa para Sigifredo López en nombre de las víctimas terminan aceptando a algún representante uribista. No en balde la exministra Martha Lucía Ramírez criticaba que no hubiera representación femenina en la mesa de negociaciones. Y el senador Juan Carlos Vélez Uribe felicitaba al equipo negociador. ¿Alguien recuerda algún reproche de Uribe a esas personas o alguna propuesta clara de no reconocer los diálogos? No la hay ni la habrá por mucho que los leales interpreten el lloriqueo como rebelión.

***

Tengo que salir de la política colombiana para explicar el sentido del éxito, en contraste con las audacias y astucias de los charlatanes que engatusaban incautos para venderles electrodomésticos de mala calidad, la gente que ha conseguido grandes fortunas en el comercio lo ha hecho con base en la calidad. En Europa las empresas de distribución de más éxito, como Zara, Ikea, Mercadona o Decatlón ofrecen productos con una excelente relación calidad/precio. El político cuya opinión sigue a la del público es como ese vendedor de mi primer ejemplo: otros que tienen convicciones o al menos medios de persuasión para imponer su interés terminarán moviendo hacia donde quieren a la opinión, y el hombre carismático sólo será el capitán de una camarilla de tinterillos de segunda que no llegan a ninguna parte.

Un episodio que había olvidado lo explica todo. El "genial escritor" Héctor Abad Faciolince escribió una columna intimidatoria contra Uribe en la que no faltaba la insinuación del asesinato, aparte de bellezas como ésta:
¿Por qué se va al exilio la señora Hurtado? Para no tener que decir de dónde venía la orden de oír a los jueces, a los políticos y a los periodistas, ya que confesar esa verdad era lo mismo que poner una lápida en su pecho. Mejor callada en Panamá que acorralada aquí entre la pared de la verdad y la espada del miedo.
¿Cuál fue la reacción del flamante líder? ¡NINGUNA! No sería él quien fuera a hostigar a tan importante figura amada por la patria y bien relacionada con personas como Vargas Llosa o Savater. El que esa perla sea basura terrorista de la peor no importa en absoluto: precisamente el hecho de poder confrontar a Vargas Llosa y Savater era lo que le permitiría poner en su sitio a ese siniestro sicofanta. Pero ¿cómo va a contrariar a la opinión publicada que tiene en ese mediocre mártir heredero a un modelo de rectitud? 

A mí me sorprende el apego de la gente a Uribe. Su presupuesto es que su popularidad lo hará imprescindible para los políticos que controlan las clientelas y presupuestos, por lo que no abandona la Unidad Nacional por mucha hostilidad que le muestren los congresistas y senadores que hizo elegir. Y al paso que vamos la gente que quiera votar por Uribe ya no sabrá qué es lo que elige, porque obra como consejero no deseado del gobierno y capitán del lloriqueo, sin que todavía se sepa si quiere que cese el proceso de La Habana o que continúe, si tiene algún candidato preferido para la presidencia en 2014 o no, etc. Su lista al Senado estará formado por la misma clase de gente que hizo elegir en 2010, salvo algún añadido del M-19 y algún otro del MOIR.

Cuando los ciudadanos que no quieren someterse a los terroristas se den cuenta de que esa respuesta fácil del líder infalible es una trampa, que hay que romper con la Constitución del 91 y toda la vieja política, será demasiado tarde.

(Publicado en el blog País Bizarro el 8 de febrero de 2012.)