domingo, junio 25, 2023

El ídolo más nefasto

Muchos años después de la muerte de Gulliver, la gente seguía diciendo para reforzar una afirmación: «Haz de cuenta que te lo dice el señor Gulliver». Algo parecido se ve en la mayoría de los libros que se publican sobre temas políticos, la reductio ad trumperum: el ejemplo de la maldad en el mundo es Trump y todo se compara con Trump para decidir si debe ser desechado o cancelado. «Estás haciendo lo mismo que Trump» es una descalificación completa.

Según ese curioso consenso, lo que amenaza a la democracia liberal son los tiranos como Donald Trump, Boris Johnson, Viktor Orbán y Jaïr Bolsonaro, y es cuando uno se pregunta si uno solo de esos gobernantes ha hecho algo parecido a lo que ha hecho Pedro Sánchez en cinco años de gobierno. ¿Alguno nombró fiscal a una exministra asociada a un exjuez condenado por prevaricación y reconvertido en abogado de narcotraficantes? ¿Suprimió delitos para favorecer a reos presos que prometían seguir delinquiendo? Nada de eso, ni remotamente parecido. Y Sánchez ha cometido muchísimos desafueros como ésos. Y eso por aludir a Europa, porque un personaje como Juan Manuel Santos resulta aún peor y recibe aún más aplausos.
¿Por qué los enemigos estadounidenses de Trump ven a Sánchez y a Santos como demócratas modélicos?, simplemente porque están aliados con el narcocomunismo. ¿O es que denuncian a personajes como Alexandria Ocasio-Cortez, claramente alineada con los regímenes de Venezuela y Cuba?
Esa reductio ad trumperum es muy frecuente entre los académicos y periodistas estadounidenses, y es algo muy llamativo porque en la realidad continúan una tradición de su casta. ¿Quién despertaba más animadversión en las universidades del país, Pinochet o Fidel Castro? Los gobernantes que, como Trump, discuten los mandatos ideológicos de la casta les producen miedo, y la causa de ese miedo es que la resistencia de las sociedades liberales a su dominación les impide, como dice Fernando Savater en un excelente artículo sobre Jean-François Revel, «apoderarse enteramente de la dirección del prójimo».

Ese anhelo de dominación está en el origen del Estado, que según el propio Marx y otros pensadores ajenos a sus doctrinas, como Franz Oppenheimer, siempre surge como organización que sirve a la dominación de un grupo sobre otros y permite asegurar la explotación económica. Cuando se ha asentado, la casta guerrera que funda el Estado se convierte en casta sacerdotal y se plantea un dominio basado menos en el miedo que en la persuasión.

Así surge la casta clerical o de mandarines, que son como señores que viven del trabajo de los demás mientras controlan sus almas. Detrás de la noble intención religiosa o ideológica están el rango y las rentas de los funcionarios. Eso son por ejemplo los docentes en todos los países occidentales, grupos poderosos que con el pretexto de la educación implantan la propaganda que conviene tanto a los políticos que dirigen los partidos totalitarios como al conjunto de los funcionarios.

De modo que al mismo tiempo que unos se sirven del Estado, el Estado se sirve de ellos porque su expansión es una lógica fatal. Baste pensar que en todo Occidente hoy en día es la primera organización económica, en la que se mueve más dinero y se pagan más carreras.

Lo más preciso que yo conozco sobre el Estado es el fragmento de Así habló Zaratustra en que Nietzsche lo describe. Un monstruo frío que reemplaza al pueblo y miente y roba y trae muerte. Leer con atención ese fragmento es indispensable para entender la conexión en apariencia incoherente que hay entre la llamada izquierda woke y el leninismo.

Ortega y Gasset lo explicó de otro modo: la sociedad crea el Estado y en cierto momento empieza a servirle, la criada se hace señora. Dice que ese fenómeno determinó la decadencia de la antigua Roma y lo asocia al hecho de que los vientres se secaban (la población de origen europeo y cristiano mengua cada año mientras que la de otros orígenes crece, lo cual tiene relación con la epidemia de «diversidad sexual» de nuestro siglo). Eso es lo que ocurre en Occidente desde la época de la Revolución industrial, un Estado cada vez más poderoso que mantiene a la sociedad sometida a punta de engaños e intimidación.

La gente que no conoce la historia del comunismo puede pasar por alto el  actual olvido de la retórica totalitaria por parte incluso de los partidos llamados comunistas. Ya no viene el fin de la explotación del hombre por el hombre ni de la propiedad privada sobre los medios de producción ni de la sociedad de clases, ahora se habla de derechos, de feminismo, de libre determinación de género o de “lo público”. En toda Europa y toda América los abanderados de esas bellezas son partidarios de Lula, de AMLO y de Petro. Tienen miles de pretextos, ésa es la tal revolución molecular disipada que atribuyen a Félix Guattari, la defensa de la lengua asturiana o del legado islámico de alguna región valen igual que el transexualismo, el animalismo o algún disparate ambientalista. De lo que se trata es del dinero ajeno, y el Estado, dirigido por personajes de la catadura intelectual y moral de Pedro Sánchez, los agrupa y ejerce la violencia que permite esa exacción.

Por eso las discusiones ideológicas que no se centran en esa cuestión son falsas: no se trata de qué ideas se divulguen en la escuela pública, sino de que ésta exista y todo el mundo la pague. Los únicos que se libran de mandar a sus hijos a recibir la propaganda de Fecode y sus hermanas de todo el mundo son los ricos, para los demás es obligatoria. Cuanto más sometida esté una comunidad al Estado, mayor es la proporción de gasto público en educación, y cuanto más gaste el Estado en educación peores son los resultados, como se puede comprobar en países como Cuba y en realidad en toda Iberoamérica. La educación pública parece una dádiva del Estado pero la pagan todos los ciudadanos, que renuncian a transmitir su forma de vida a sus hijos. Siendo deseable que todos accedan a la instrucción, el que fuera gratuita debería corresponder sólo a los que puedan demostrar que no pueden pagarla. No hay que temer que fueran tantos, porque el dinero en las manos privadas aporta más a la producción y con menos impuestos habría un crecimiento económico mayor.

Pero el de la educación es sólo un frente: en realidad la mayor parte de lo que paga una persona al comprar algo va a parar a manos del Estado, que cobra el IVA por el producto y antes ha cobrado el IVA por los materiales y servicios que han permitido producirlo, y cobra su parte del margen del comerciante y del beneficio del industrial y de los salarios de todos los que intervienen en el proceso.

Lo señaló con gran acierto el citado Oppenheimer: el hombre se busca su sustento trabajando o robando. El Estado, la política, lo público, las causas ideológicas, la propaganda, etcétera, son las formas modernas de ganarse el sustento robando, y engrandeciendo a una organización insaciable que en su propia lógica contiene el anhelo de dominación total.

Ése es el móvil del odio a Trump y a cualquiera que se atreva a representar a la sociedad contra la casta burocrática. El que quiera evaluar a esos gobernantes tan denostados debería fijarse en que intentan bajar los impuestos y reducir el gasto público. Eso es lo que despierta las iras de los periodistas, profesores y vividores del erario. Todo el que se atreva con eso será descrito como el peor tirano, baste prestar atención a lo mucho que inquietan a los antitrumpistas los regímenes de China, Cuba o Irán.

El error más espantoso es creer que se puede ser partidario de un Estado gigante sin formar parte de las huestes totalitarias. En decidir que la educación la deben escoger los padres y no los funcionarios que intentan reemplazarlos está la definición ideológica de cada persona, y cuando se atiende a eso se descubre que en realidad los que se oponen a esa dominación están en minoría, al menos en Iberoamérica.

(Publicado el el portal IFM Noticias el 4 de junio de 2023.)

domingo, junio 18, 2023

Tus zonas petrosas

Hay gente que despierta envidia, como el autor del libro Tus zonas erróneas, que ha vendido 36 millones de copias y fue acusado de plagiar sus ideas por el gran psicólogo Albert Ellis, que a la vez reconocía que las explicaba muy bien. Es muy común despreciar los libros de autoayuda, sobre todo por gente que tampoco lee otra clase de libros, pero en este caso el menosprecio de los psicólogos se parecería al de un médico que denostara los libros de primeros auxilios. Según la Wikipedia, «El libro da pautas para superar el miedo, la culpa y la conducta autodestructiva, resultado de procesos cognitivos que pueden ser perjudiciales».

Eso mismo debería plantearse la persona que quiere un mundo diferente al que están construyendo Petro, Lula, AMLO, Sánchez, Zapatero, Samper…: ¿en qué cree realmente? ¿Cuáles son sus verdaderos valores? Evaluándose así cada uno encontraría elementos ideológicos que pueden ser afines con el petrismo y la tiranía que viene y letales para todos. Tras una capa de aparente sensatez, la mayoría de la gente resulta imbuida de la ideología castrista que ha sido hegemónica en la región. Pero en general y en todas partes la mayoría de la gente es muy ignorante. La información en su cabeza está bastante desordenada. Un director de películas documentales decía que si deja a alguien hablar delante de una cámara durante cinco minutos se detecta que está absolutamente loco, pero esa locura sólo es la percepción turbia del que no sabe nada.

A lo mejor a la gente le gusta este escrito, con el que se pretende llamarla a buscar contenidos afines al petrismo en sus certezas. Por ejemplo, leí un artículo del poeta español Luis Antonio de Villena en el que condena el populismo comunista, cuya entradilla reza así: «Hispanoamérica y España son hoy una parigual comunidad cuyo fundamento es la cultura, la lengua, la mutua ayuda y la defensa contra el claro enemigo yanqui». Si uno comparte esa idea está en el bando de Maduro y las FARC. Pero este señor está muy seguro de estar contra esos regímenes.

Esa manía del antiamericanismo es muy frecuente en toda la Iberosfera, como llaman los del partido español Vox a nuestra comunidad. La entradilla citada resume el error: la persistencia en el odio a la gran potencia en lugar de la asimilación a su democracia y a su libertad económica. Ser antiyanqui implica estar en el bando petroso, aunque no se apoye directamente a Petro.

La guerra de Ucrania fue otra ocasión en la que afloró esa indigencia moral de mucha gente que se supone partidaria de la «guerra cultural» contra el wokismo y el narcocomunismo. Da casi pesar descubrirlos defendiendo la invasión rusa de Ucrania. Son tan criminales y tan despreciables como los petristas, están en su lado, que es el de la violencia y la opresión, no en balde los únicos que votan a favor de Putin en la ONU son los regímenes narcocomunistas.

Ya he señalado muchas veces la aceptación de la salud y la educación como «derechos fundamentales», idea basada en la creencia tradicional de que las soluciones salen de los decretos, cosa que le ocurre al que recibe un nombramiento para vivir a costa de los demás. De otro modo, el derecho a la educación es el que tiene el educador sobre los demás a cobrar un sueldo seguro por fuera de la competencia por enseñar lo que quiera o lo que le ordenen personas distintas a los padres. Con Petro también los profesionales de la salud tendrán ese derecho, pues la reforma que acaba en la práctica con las EPS limita la libertad del usuario y al final la atención estará controlada por algún sindicato de la salud comparable a Fecode o Asonal Judicial. Otra canal por la cual detraer el dinero ajeno.

Pero en Colombia casi todo el mundo está dispuesto a aprovechar la ventaja que pueda tener para mejorar la propia situación con la mera invocación de esos derechos fundamentales en recursos de amparo ante la justicia («tutelas»). Es quizá el aspecto en que el narcocomunismo es más claramente hegemónico en Colombia. El que no ponga en cuestión esos productos de la «Constitución» de 1991 está en el bando petroso, pues el régimen actual, que se quedará muchas décadas, es la consumación de ese engendro.

En general, el error yace en la idea de salvarse de la intemperie a la sombra del Estado generoso, es lo que ha pasado con el peronismo. Carlos Alberto Montaner decía que el comunismo dominaba a los países por mucho tiempo porque establecía un pacto con la sociedad según el cual todos tenían posibilidad de comer sin necesidad de trabajar. Es fama que en Polonia se decía «trabajes o no, el Estado te da 2.000 zlotys al mes». Siempre hay gente esclavizada en campos de trabajo, o que muere de hambre si la situación se complica, pero ésos ya no hacen oposición.

Lo que se consigue con la reforma laboral de Petro, que dificulta el despido, es alentar al trabajador a ser ineficiente o vago, porque el empleador tendría que arruinarse para despedirlo. Y el resultado a la larga es que nadie crea empresas ni ofrece empleos, y la persona a la que no se puede despedir termina con un sueldo de menos de veinte dólares, como un venezolano o un cubano, y cada vez menos ganas de trabajar.

Esa reforma es un crimen en toda regla y traerá debilidad económica y pobreza, pero encontrará partidarios, gente que cree que la beneficia como en general pasa con todas las dádivas de los gobernantes socialistas, como las misiones de Chávez. De leyes parecidas a ésas para dificultar el despido emitidas en la época de Franco viene el endémico desempleo español: se vuelve muy riesgoso y caro contratar gente. Lo que se necesita para que haya prosperidad es abaratar el despido, de forma que el empleador tenga garantía de que podrá ampliar o reducir su plantilla según lo necesite. Esa tensión hace aumentar los sueldos, porque habrá más inversiones, empleadores y ofertas.

Quien no experimente un rechazo rotundo a esas ideas antiliberales no está realmente en contra del petrismo sino de alguna de sus aristas. Y es cuando se descubre que realmente en Colombia no hay una mayoría que esté en contra de esas ideas. La mayoría está aleccionada para odiar al «imperio», para creer que la universidad la deben pagar los demás y que según los contactos que se tengan se puede prescindir de la ley, y también para odiar a los ricos y al trabajo. La gente de la clase alta admira a María Jimena Duzán, a alias Daniel Coronell o a los Daniel Samper y desprecia a cualquier empresario próspero.

Vivir del cuento es más prestigioso que trabajar, esa convicción está en la base del petrismo, y el retrato de un país en el que la mayoría razona así es deprimente, por mucho que sea más grato buscar proclamas sentimentales de amor y aprobación a la patria que reconocerlo.

(Publicado en el portal IFM el 29 de mayo de 2023.)

domingo, junio 11, 2023

Antihumanismo


Todos conocemos a personas que practican el yoga, es una cosa muy frecuente desde hace muchas décadas. Se considera una especie de terapia y a la vez de deporte que armoniza el cuerpo y produce bienestar y paz espiritual. Pero ese yoga popular tiene detrás el contexto de las religiones y doctrinas sapienciales de India, yoga es unción con la divinidad, y la palabra tiene la misma raíz que yugo. La persona de clase media, deseosa de condecorarse con un adorno exótico y a menudo caro, llega a entender muy poco del hinduismo, pero en cambio se ha alejado de las creencias de su tradición, y también de la ciencia, porque si el yoga fuera una disciplina evaluable sería asignatura fija en la carrera de Medicina.

Ese desarraigo conviene a lo que propuso el comunista italiano Antonio Gramsci de alcanzar la hegemonía desarraigando a la gente de sus valores habituales, religiosos y nacionales, y si bien la influencia del comunismo en ese cambio de mentalidad puede ser ínfima, es innegable que le conviene. Las creencias indias tienen otras bases morales, y sin darse cuenta el converso distraído pierde las suyas.

Lo mismo se puede decir de la meditación trascendental, de las diversas variantes de budismo y de otras modas, como el Mindfullness, que es una técnica de meditación budista. Dentro del suntuoso escenario en que la gente de clase media se siente sabia en el campo de la atención plena habita una percepción del mundo que no entiende y que la deja sin defensas morales.

Las generaciones nuevas, los hijos de los del yoga, cada vez más dados a tatuarse, son más proclives a disfrutar de la diversidad de género, de las relaciones sexuales sin compromiso personal o del uso de drogas recreativas, y a dejarse arrastrar a un bando en el que los hilos los mueven los comunistas aliados de gobiernos como el de Venezuela. Es muy llamativo que el Partido Comunista Cubano sea ahora un valedor del transexualismo después de la persecución que llevó a cabo contra los homosexuales durante muchas décadas. Todo radicalismo feminista, animalista, ambientalista, asistencialista, etc. termina declarándose anticapitalista. Y los funcionarios se suman a ese bando, hay que cobrar impuestos para sobrevivir, los niños trans son los votantes del futuro.

Otro caso más sangrante de una ideología oculta en la propaganda es el antihumanismo: la pretensión de que hay intereses superiores a los de la humanidad y que ésta es culpable del daño que inflige a la naturaleza y a otros seres vivos. Piensen nada más en las teorías del decrecimiento, que no son una ocurrencia de una ministra de Petro ni menos del petulante niño gretino que muestran los medios narcocomunistas, sino una bandera corriente, por ejemplo del Partido Comunista de España, uno de cuyos líderes, el jefe de las FARC Enrique Santiago, tiene uno de los apartamentos más suntuosos de Madrid. ¿Va él a vivir como un pobre venezolano? La única manera de que el pobre de Venezuela tenga acceso a una vivienda digna y a mejorar su nivel de vida es el crecimiento económico.

Lo que estas personas están diciendo es que no hace falta que todos vivan bien, porque ese interés de cada ser humano y en últimas esencia de la democracia liberal, es malo para la Tierra (y la humanidad perecerá, como dice el representante gubernamental de los colombianos, personaje de una obra de Gustavo Bolívar escrita a imitación de García Márquez). Su severa advertencia se basa en una ciencia para él indiscutible porque es la clase de ciencia que se enseña en las universidades colombianas.

En España, un país castigado por la sequía y por la carestía de la energía, se han destruido muchas presas durante el gobierno de Sánchez, y es que los ecologistas, presentes en la parte comunista del gobierno, quieren que el río fluya por donde solía, como si tuviera derechos superiores a los intereses de la gente.

En otras variantes de ambientalismo se detecta la misma pulsión contra la humanidad, el hecho de que se hayan desarrollado otras fuentes de energía es una magnífica noticia, pero usarlas, a veces por intereses económicos, para prohibir los combustibles fósiles o la energía nuclear también es protección de la pacha mama al precio de la prolongación del sufrimiento de los más débiles.

Lo mismo, lo mismo pasa con el animalismo. Cuando se declara que los animales tienen derechos se degradan los que tenemos los humanos, porque el animalismo es en últimas un antiespecismo, y la igualdad de las especies exige combatir a la especie dominante, zoófaga y egoísta.

En niveles más exigentes todo eso está teorizado por radicales que incluso proponen que la humanidad se extinga, y es poco probable que no haya quien se resista. Nietzche decía que los débiles y malogrados no sólo debían perecer sino que había que ayudarlos a perecer. Estos visionarios se permiten disponer de las vidas ajenas pero no son combatidos como monstruos sino respetados por las universidades y los medios, en última instancia controlados por los comunistas.

La rebelión actual que acaudillan los comunistas con sus socios ayatolás, narcotraficantes y corruptos llega a niveles de odio a la humanidad incomparables. La persona que se pega a un cuadro maravilloso porque quiere proteger a la Tierra no puede entender nada de la pintura ni de todo lo que significa dentro del proceso de humanización, pero no le importa porque en esencia su odio al lujo es al odio a la felicidad ajena. Lo mismo los que siguen a payasos como López Obrador o Ada Colau cuando condenan a Colón y a los conquistadores, mejor no hubieran hecho nada, mejor no llegar a América a exterminar a esos hombres diferentes (acusación falsa y ridícula). ¡Sus partidarios se pasan la vida fumando marihuana y viviendo de la caridad pública gracias al poder de gente como Enrique Santiago, pero se permiten sentirse superiores morales a Colón! Les parece que la humanidad no vale nada en comparación con sus sentimientos.

La humanidad son las artes, la literatura, la música. Quien aprende a amarlas de verdad está vacunado contra la perversa propaganda antihumanista de gente que a la hora de la verdad no hace nada para limpiar los mares o hacer fértiles los desiertos porque sólo tiene interés en el dinero público que usa para promover su agenda. La humanidad es el orgullo de ser un mono que aprecia una frase, estos enemigos, la gente en la que la humanización no cuajó o se echó a perder por el afán de poder, sólo son la parte malograda de ella. El interés supremo de los humanos es la defensa de lo que han hecho, de su bienestar y plenitud. Eso no lo podrán vencer.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 21 de mayo de 2023.)

sábado, junio 03, 2023

El largo brazo del hampa


En un episodio de la serie Breaking Bad, Jessie y Walter tienen que buscar un abogado y Jessie persuade a Walter de que en esa circunstancia no necesitan un criminalista sino un criminal. Así conocen a Jimmy McGill, que en esencia es un delincuente ejerciendo de jurista.

Eso son los abogados comunistas que dominan las cortes en Colombia. Un abogado comunista es como un santo violador porque su designio es destruir el orden legal. En Colombia son una cofradía que se reparte los puestos de jueces y fiscales y otros cargos que también generan rentas altas, como las ONG del posconflicto.

Cuando la gente lee a García Márquez se maravilla de su imaginación, pero ésta aporta más bien poco, al escritor le bastaba describir lo que había visto. ¿No es de Macondo ver al Fiscal General de la Nación pronunciando en un acto de proselitismo político un discurso en el que elogia a Carlos Lozano, líder del Partido Comunista de Colombia que comparte programa con las FARC, y a Piedad Córdoba, abierta promotora de la banda de las personas bomba, los policías castrados y los niños violados en los campamentos?

Eduardo Montealegre, que antes de ser fiscal presidió la Corte Constitucional, es un jurista macondiano, como muchos de los que redactaron la Constitución de 1991, individuos claramente comprometidos con acciones como el secuestro y asesinato de los niños Álvarez Murillo o de José Raquel Mercado, pocos años antes.

Con la elección de Petro esas personas acceden a un nivel de influencia incomparable porque además de disponer del presupuesto y la capacidad de nombrar funcionarios establecen contacto con aliados poderosos de otros países. Así pueden extender el prevaricato que practican en Colombia.

Buen ejemplo de lo anterior es la persecución al coronel Luis Alfonso Plazas Vega, al que dos poderosos bufetes de abogados han demandado por lo civil como representantes de Helena Urán, cuyos buenos servicios al narcocomunismo se han visto recompensados con un cargo como asesora de la Cancillería en asuntos relacionados con la No Repetición, en el que la nombró el actual ministro de Relaciones Exteriores, antiguo representante internacional de las FARC, Álvaro Leyva Durán.

La demanda se basa en la acusación infundada de tortura y desaparición forzada del padre de la demandante, el magistrado Carlos Horacio Urán Rojas, asesinado con ocasión de la toma del Palacio de Justicia. No hay ninguna investigación formal en Colombia contra el coronel Plazas Vega por esos hechos, pero el caso puede prosperar porque no se exigen pruebas para presentar la demanda, y ha sido admitido a trámite a pesar de que no se han agotado los recursos en el país de origen. La ventaja de los demandantes, firmas de abogados financiadas por redes de organizaciones que recuerdan el Trust Münzenberg de hace cien años y que aparecen descritas en Google como habituales promotoras de las causas de la «extrema izquierda», es que el demandado debe rebatir la acusación, lo que comporta contratar costosos abogados, algo que no está al alcance del coronel. El hombre que se enfrentó a los narcoterroristas que tomaron el palacio para salvar a Pablo Escobar de la extradición y abolir las instituciones democráticas, que fue condenado injustamente a una cruel sentencia de treinta años —de los que pagó ocho que cesaron cuando la Corte de Justicia tuvo que admitir que las pruebas aportadas eran falsas—, y que todavía no ha sido resarcido por el Estado colombiano por el injusto martirio que sufrió, está en absoluta desventaja ante los representantes de las bandas criminales y de los narcotraficantes a los que combatió como funcionario del gobierno de Uribe.

Es una historia macondiana, grotesca, otro caso de realismo mágico en el que la ausencia de la ley conduce a las peores iniquidades. Y lo peor es la relativa indiferencia de la mayoría de los colombianos, que antes relegan al olvido al coronel y su gesta que siquiera preocuparse por las infamias de que ha sido víctima.

La palabra más socorrida en la cómica retórica de Petro es cambio. Curiosamente, Andrés Pastrana ganó las elecciones en 1998 con la Gran Alianza por el Cambio. Colombia siempre tiene ganas de cambio. La muchedumbre de pobres quiere un cambio para convertirse en ricos, para lo cual se suma a los políticos que se lo prometen con fórmulas mágicas, lo cual viene a ser como untarse de excremento para buscar novia. Pero en realidad ¿cuál es el cambio de que habla Petro? La suplantación de las élites por el pueblo oprimido, la vicepresidencia para una mujer negra de origen rural, el aumento de impuestos que se cree que pagan los ricos, la generosidad a costa del empobrecimiento y la hiperinflación…

Pues bien, el cambio en el que las élites pierden el poder y lo consigue la mayoría es exactamente lo que no representa Petro. Su gobierno es el de las élites de siempre, quienes lo apoyan son los profesores de universidad, sobre todo los de aquellas en que estudia la gente rica o los que directamente cobran del Estado, los miembros de las altas cortes, cuyos ingresos son muchas decenas de veces los de un trabajador corriente, los dueños de los medios, como el Grupo Santodomingo y otros semejantes, los sempiternos clanes del poder, con los hermanos Santos Calderón y los hermanos Samper Pizano en cabeza, los sindicatos funcionariales, formados sobre todo por titulados universitarios que disfrutan de prebendas fabulosas en un país miserable…

En lugar del cambio en el que se desplaza a las élites a favor del pueblo, el de Petro es el gobierno de las élites, directamente de los descendientes de los encomenderos (el fundador de la dinastía de los López era el sastre del virrey, y la familia de Antonia Santos era ya poderosa antes de la independencia) y la perpetuación del parasitismo de esos grupos, cuyas fuentes de rentas se multiplican mientras el país se hunde en la miseria, como Nicaragua y Venezuela. De hecho, la funcionaria que demanda indemnización del coronel Plazas Vega es una típica representante de esas élites, como el propio canciller que la nombró, hijo de un ministro de Laureano Gómez y tan responsable de las atrocidades de las FARC como Von Ribbentrop de la invasión de Polonia.

Y el único cambio deseable para que el país salga del realismo mágico y acceda a la prosperidad, para que los salarios corrientes sean de más dos mil dólares y no de menos de veinte, como en Venezuela, para que haya seguridad en las calles y productividad en las empresas, es acabar con ese viejo orden: reducir los impuestos, reducir el funcionariado, reducir el gasto público: arrancar de las manos de esas mafias los recursos de todos.

Y todo eso presupone el imperio de la ley, es decir, que la judicatura no sea un arma de los oligarcas y sus aliados comunistas. ¿No es llamativo que ni Ernesto Samper ni Horacio Serpa ni Ramiro Bejarano hayan pagado nada por la infinidad de crímenes de su gobierno? ¿O que todos los posibles rivales de Santos fueran procesados y en muchos casos encarcelados o tuvieran que convertirse en fugitivos? El apoyo al asno Petro es sólo el conformismo con ese orden de cosas, la renuncia a la ley, la cual es en realidad una novedad en un país acostumbrado a vivir sin ella.

La infame demanda contra el coronel Plazas Vega, que ya denunció Mary Anastasia O’Grady, columnista de The Wall Street Journal, es la revancha del hampa oligárquico-comunista tras el fracaso de la infame condena a treinta años que emitió el Tribunal Superior de Bogotá y que fue anulada al cabo de ocho años por la Corte Suprema de Justicia, que era a su vez la venganza por el éxito del coronel dirigiendo la operación que impidió el golpe de Estado que intentaba dar la banda de asesinos creada por el régimen cubano y sus agentes en Colombia, Enrique Santos Calderón, Gabriel García Márquez y muchos otros patricios, absolutamente seguros de quedar impunes. Como señala acertadamente la señora O’Grady, un intento de reescribir la historia del M-19 en las cortes estadounidenses.

El apoyo al coronel ante esta iniquidad es el primer deber de quien de verdad desee vivir en una república democrática.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 14 de mayo de 2023.)