domingo, octubre 27, 2013

Perry es más perro que Pirry

La prensa colombiana tiene por principal misión legitimar a las bandas terroristas, ligadas no sólo a sus dueños sino a los grupos de poder decisivos en el país, es decir, a los "trabajadores al servicio del Estado", que esperan mayores ventajas de la "paz" negociada con las FARC de las que ya obtuvieron de la "paz" de las décadas anteriores con las otras bandas terroristas (la mitad de ellos están entre el 10% más rico de la población y entre 1991 y 2002 la desigualdad aumentó casi diez puntos del Coeficiente de Gini).

Esa legitimación tiene muchas facetas y estilos, pero se podría resumir en este tuit del periodista Guillermo Prieto, alias Pirry (un canalla que hiede a bajos fondos y a sicariato mediático pagado por los peores criminales, pero muy eficaz en encontrar un lenguaje y un estilo asimilables por el público ordinario).
Ahí lo tienen, al terrorismo se lo combate con excesiva vehemencia, y es un problema comparable a la corrupción, que es como comparar a Pablo Escobar con la bromhidrosis ("pecueca"). Así se genera un estado de ánimo en el que los cientos de miles de asesinatos que ha cometido el crimen organizado son olvidables y a la vez se pone por delante el halago que cada patán encuentra en sentirse honrado por no poder robar como supone que hacen otros. (Sobre esa función de la indignación como halago para el público, como los chistes de Samper Ospina sobre la mutilación de Germán Vargas Lleras o los del siniestro Jaime Garzón, o como las curvas de las modelos de SoHo, escribí un artículo hace un tiempo.)

Pero las falacias y engaños llegan a extremos más atroces cuando proceden de académicos muy prestigiosos. Por ejemplo en estos días se comenta que Iván Cepeda intenta acusar a Uribe de promover los "falsos positivos" como política de Estado, pero eso mismo lo decía contra Santos el entonces rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, José Fernando Isaza.

De esa misma universidad es o era decano de economía Salomón Kalmanovitz, que no quiere ser menos que el rector y dice mentiras y atrocidades morales que impresionan. Por ejemplo, en una ocasión criticaba las exenciones fiscales suponiendo tranquilamente que todas las inversiones se habrían realizado igual sin esas exenciones. Y en otra asegura que el proceso de paz con las FARC será el fin de los señores de la guerra.

El domingo pasado apareció en El Tiempo una columna de Guillermo Perry, otro sabio de ese estilo que según la Wikipedia hizo estudios doctorales en el MIT (es decir, que no obtuvo el doctorado) y que se desempeñó como ministro de Hacienda del gobierno de Ernesto Samper. Conviene detenerse en esa obra, porque estos pensadores intentan aventajar a los sicarios morales que en Colombia se llaman periodistas (cualquier desaprobación de sus calumnias criminales se traduce tranquilamente en "amenazas" sin que nadie se moleste por esas "discusiones semánticas").
Los extremos se juntan
El uribismo y la izquierda se juntan y Santos no se ayuda: en vez de insistir en que todo va bien, debería aplicarse a corregir el rumbo de lo que no está funcionando.
Ya tenemos un lugar común extremadamente estúpido que por desgracia tiene mucho público: los extremos se juntan, no hay que ser demasiado limpios porque se tiene el mismo resultado que los que son demasiado sucios, ni que trabajar demasiado porque da lo mismo que no hacer nada. Los partidarios extremos de la igualdad producen lo mismo que los partidarios extremos de la desigualdad y los que amaban demasiado a los judíos son a fin de cuentas idénticos a los autores del Holocausto nazi. Las mentes vulgares siempre encuentran el halago de estar en el justo medio compartiendo las ideas del que proclama tal belleza.
Los comentaristas se han sorprendido con las crecientes coincidencias entre el uribismo y la izquierda. Ambas corrientes estimulan los paros, legítimos o ilegítimos, proponen una nueva constituyente y prefieren que el Estado mantenga la propiedad de Isagén en lugar de construir las carreteras que el país necesita.
El apoyo a los paros por ciertos uribistas y de ahí su coincidencia con las FARC y Robledo se llama oportunismo y no coincidencia de extremos que se juntan al cerrarse la circunferencia. Sin ir más lejos el precandidato Ramos asegura:
Tampoco tiene ninguna relación la idea de una nueva Constituyente, que no promueve ningún líder importante del uribismo con la de las FARC, que consiste en la abolición de la democracia. La igualación es una falacia monstruosa. Usted va a darle un abrazo a su novia, es igual que un atracador que va a robarle el collar, ¡ambos pretenden acercarse demasiado a ella! La idea de que para construir las carreteras es necesario vender Isagén es bien discutible, pero, siendo prensa colombiana, pasa como sobreentendido. ¿Cuántos críticos de la venta de Isagén quieren que se desista de construir carreteras? Es una manipulación digna de un patio de prisión.
Pero, ¿sí hay de qué sorprenderse? Acaso no ha sido esta una constante de la historia? ¿Qué tan diferentes fueron en realidad Stalin y Hitler, Pol Pot y Sihanouk, Ahmadinejad y el Sha, Castro y Batista, Chávez y Vicente Gómez? Todos ellos –unos de izquierda, otros de derecha– concentraron el poder en sus manos (nada de cortes o congresos independientes) y bajo su mando campearon la represión, la violación de derechos humanos, la censura y la total falta de respeto por la opinión ajena.
Claro que no han sido diferentes porque no son de extremos opuestos sino del mismo extremo. El extremo opuesto a un totalitario no es otro totalitario, eso es propio de quien trata con retrasados mentales, pero los colombianos, serviles e indolentes, no están muy lejos de serlo. Los mismos orígenes socialistas del hitlerismo y el estalinismo harían que el extremo opuesto fuera algo no socialista, y lo mismo en todos los demás casos, aunque el canalla no vacila en exhibir su ignorancia: ¿en qué eran opuestos y sobre todo extremos Pol Pot y Sihanouk, siendo este rey siempre un blando con los jemeres rojos con los que se alió a menudo? ¿En qué eran diferentes Castro y Batista, que gobernó con el Partido Comunista y lo mantuvo legal hasta el final de su dictadura?

En realidad no importa que el predicador sea un ignorante porque su público también lo es y entonces resulta todo muy halagador (la prosperidad de los últimos años, sobre todo para la clase de público de personajes así gracias a la multiplicación de las industrias extractivas, permite regar la ignorancia y la vulgaridad con ingestas copiosas de whisky caro). La mentira de los extremos resulta una payasada para idiotas: Chávez es como un "revival" de Juan Vicente Gómez porque su país reproduce sin cesar esos modelos y tiene en la casta militar el equivalente de lo que en Colombia es la casta "académica", en un bioma gemelo de estructuras de dominación.
En nuestro terruño: qué diferencia real ha habido entre las Farc y los paramilitares? ¿Acaso unos y otros no cometieron masacres de civiles, violaron mujeres y niñas, se aliaron con narcotraficantes y políticos corruptos y se robaron las regalías y las tierras de campesinos hoy desplazados? ¿Y qué diferencia real hay entre las actitudes de Uribe y Robledo (o Petro)? ¿No son, acaso, igualmente dogmáticos, autistas, impulsivos y autoritarios? ¿Por qué sorprenderse, entonces, de que acaben coincidiendo en sus posiciones?
Exacto, las FARC y los paramilitares no tienen diferencias porque ambos son crimen organizado, ¿en qué sentido son "extremos"? El extremo opuesto a los terroristas mafiosos somos los demócratas liberales. Es lógico que ellos se parezcan.

Los adjetivos con que pretende igualar a Uribe con Robledo y Petro son mentiras: ¿qué clase de dogmatismo es el de Uribe? ¿Qué es ser "dogmático"? Petro tampoco es dogmático, luego se puede igualar a Uribe. No hablemos de ser "impulsivos": ¡Hitler y Gandhi también son extremos que se juntan, el excesivo pacifismo y el excesivo guerrerismo, nada raro que ambos fueran vegetarianos!
La verdad es que los demócratas vivimos siempre bajo los fuegos cruzados o unidos de los extremos en política. Y por ello debemos apoyar a los gobernantes con talante democrático. Lo malo es que estos, a veces, no se ayudan mucho. Es lo que le está pasando a Santos. Sin duda, ha gobernado como demócrata: respetuoso de los otros poderes y de las opiniones contrarias (mientras no sean las de su antecesor), preocupado por las inequidades extremas y por los derechos de las víctimas del conflicto. Pero cuando insiste en que todo va bien, y en que hay una gran transformación del país bajo su gobierno, parece desconectado de la realidad y provoca una reacción muy negativa entre sus oyentes.
Perry se incluye entre los demócratas tal como cualquier malhechor se incluye entre las buenas personas. Cuando le atribuye a Santos "talante democrático" resulta una payasada ridícula: un autócrata que se siente por encima de sus electores, a los que persigue, que gobierna con quienes perdieron las elecciones, que negocia las leyes con criminales y contribuye a monstruosidades jurídicas como la persecución contra Andrés Felipe Arias o la impunidad de Sigifredo López, copartidario de Perry, sólo puede ser "democrático" a la manera colombiana: cualquier palabra significa cualquier cosa, sólo importa la resonancia grata que tenga. El "talante democrático" de Santos consiste en la disposición a favorecer la prosperidad de Perry y personajes como él.

La idea de que todo va bien no es una tontería de Santos sino una verdad: salvo en aquello en lo que Perry lo apoya, en la segura multiplicación del crimen una vez legalizado y premiado, en la multiplicación de la perversión de la justicia, hoy controlada por las FARC, en la conversión de los medios en propaganda perversa pagada con el dinero de las víctimas... En lo demás todo va razonablemente bien: la inflación se mantiene baja, el desempleo cede y también la pobreza, toda vez que Santos se encontró grandes recursos y precios altísimos para las materias primas.
Es cierto que la economía no va mal y que ello se debe, en parte, a las políticas de gobierno. Pero hay que reconocer que hemos tenido vientos de cola muy favorables: buenos precios de nuestros productos de exportación y entradas importantes de capitales, que no encuentran oportunidades ni rentabilidades suficientes en el primer mundo. Y también que no todo es color de rosa: la industria está postrada y la agricultura crece poco, porque acumulamos una revaluación muy fuerte del peso desde el 2003 hasta el presente.
La postración de la industria y el escaso crecimiento de la agricultura son problemas derivados de la misma riqueza minera y petrolera ("enfermedad holandesa") para los que Perry no tiene otra solución que señalarlos.
¿Y qué sucedió con el Plan de Desarrollo? Solamente en dos de las cinco ‘locomotoras’ hay algo para mostrar. La construcción de vivienda se ha recuperado algo con los programas y estímulos del Gobierno. Y la infraestructura de transporte recién ahora comienza a arrancar, después de tres años invertidos en ‘poner la casa en orden’. Pero la agricultura no crece, en parte por la ausencia de políticas de desarrollo agrícola (la acción del Gobierno se ha concentrado solo en el tema de restitución de tierras). Y no despega la innovación, porque los recursos destinados a ella se repartieron milimétricamente en el Congreso y no se ha apoyado ni se ha reformado a Colciencias. Peor aún, la locomotora que iba a pleno vapor a inicios del Gobierno, la minería, se ha frenado en seco por falta de políticas claras que armonicen el desarrollo minero con la protección ambiental y el proceso de consultas comunitarias. En otros frentes (como salud y educación) también hay luces y sombras.
Las críticas al gobierno y los llamados a mejorar son parte del afán de mostrar conocimientos de economía, una vez que se ha convertido la oposición a Santos en lo mismo que la rebelión promovida por el terrorismo y se ha denunciado, siguiendo la vieja rutina, a quien no quiere ver de ministros a los asesinos (ya lo son, Angelino Garzón, Luis Eduardo Garzón y Gustavo Petro son determinadores de masacres encumbrados gracias a "demócratas" como este personaje) resulta un extremista peor que éstos (que una vez prosperan ejercen de maestros de moral y democracia: moderados.)
A Santos le queda un año para enmendar el rumbo en lo que no está funcionando. Si lo hace, lo reelegiremos con entusiasmo. De lo contrario, lo haremos con algún desgano.
Buenísimo, si le hace caso a Perry "reelegiremos" a Santos con entusiasmo. Si no, con algún desgano. Tácitamente el hombre se atribuye la vocería del país después de situarse en el centro, de convertir a los uribistas en paramilitares y a los que no quieren premiar a las FARC en idénticos a las bandas criminales y sus agentes políticos.

Burda retórica de lagartos que con este gobierno terrorista sólo es otro crimen.

(Publicado en el blog País Bizarro el 21 de agosto de 2013.)