domingo, abril 28, 2013

Educar contra la corrupción


Me impresionó leer hace poco en Twitter a alguien que proponía educar a los jóvenes contra la corrupción. Parecía la ocurrencia de algún novelista que quisiera retratar la mentalidad colombiana. La idea es ¡tan expresiva! 

Por ejemplo, ¿qué es la corrupción? Es la noción perfecta para Colombia, un enemigo indefinible sobre el que cada cual tiene una idea que no necesita contrastar con nada. ¡Le parece tan claro lo que es! La noción generalizada es que todos los problemas del país son el resultado de la acción de los corruptos, a tal punto que según un "periodista" que tiene más de un millón de seguidores en Twitter se le da demasiada importancia al terrorismo.
Es un horizonte perfecto. ¿Alguien recuerda al primer partidario de la corrupción? Yo no puedo siquiera imaginármelo. Al contrario: cuanto más vocifera contra la corrupción más sospechoso es un candidato de estar pensando en enriquecerse ilícitamente en cuanto llegue al puesto. Cuanto más propensa es una persona a secundar las diatribas de Pirry o de Gustavo Bolívar, más probable es que votará por algún ladrón.

De modo que no queda otro remedio que atender al diccionario.
1. f. Acción y efecto de corromper. 2. f. Alteración o vicio en un libro o escrito. 3. f. Vicio o abuso introducido en las cosas no materiales. Corrupción de costumbres, de voces. 4. f. Der. En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. 5. f. ant. diarrea.
Pero en honor a la verdad la misma palabra en su acepción 4 sufre de corrupción, en el sentido de la acepción 3. Llamar "corrupción" al hecho de que los funcionarios roben es corrupción del lenguaje, porque atendiendo al sentido de corromper (2. tr. Echar a perder, depravar, dañar, pudrir) habría que suponer que tales organizaciones o tales gestores fueron alguna vez decentes y correctos, cosa que no se puede creer. ¿O cómo creen que era la conducta de los funcionarios en la época colonial, cuando los cargos públicos se compraban?, ¿o en el siglo XIX, trastornado sin cesar por guerras de tinterillos que cometían cuanta atrocidad sea concebible para ocupar los cargos públicos, fuente única de las rentas interesantes?

En términos generales, la mayoría de la gente vive soñando con alguna solución mágica a la pobreza (el escritor venezolano Ibsen Martínez señalaba que el tránsito al bienestar gracias al amor era el argumento de TODAS las telenovelas de la región), de modo que los desfalcos de los funcionarios les generan una tremenda indignación por la envidia que despiertan. Si se comparara todo lo que se pierde por las corruptelas resultaría una parte ínfima de la cantidad que se paga en Colombia por pensiones que no se pagarían en los países ricos (por mencionar sólo una peculiaridad graciosa, no hablemos de los sueldos de los altos funcionarios o del gasto en "educación" "superior"), cosa que nunca ha generado descontento.

En la imaginación de la inmensa mayoría de los colombianos los "corruptos" son aquellos que favorecen a sus familiares y amigos para hacer negocios. La barrera entre el Estado, cuyos recursos son comunes, y las empresas, cuyos recursos son particulares, no le interesa prácticamente a ninguno: todos culpan de todo a los corruptos, pero, insisto, ¿es que no favorecerían si pudieran a sus parientes y amigos? La causa del atraso y la pobreza del país les parece a casi todos la exacción de los políticos ladrones, y a ninguno le preocupa que el país no exporte prácticamente nada que tenga valor añadido ni tenga ninguna empresa industrial destacada siquiera a nivel regional ni ciertamente desarrolle patentes ni nada parecido.

Es decir, la corrupción es la causa de todos los males, pero aquello que podría remediarla, que es la apertura de vías a la prosperidad privada productiva, no le interesa a nadie. Los males vienen a reducirse a que quienes pueden robar sean otros, en un círculo vicioso para el que no se ve salida, ni se desea ver: a fin de cuentas el odio a los corruptos sólo sirve para mejorar por un instante el amor propio del odiador, convertido de repente en adalid de la moralidad gracias a que no puede robar.

¡Pues la idea de la educación como remedio forma parte de la misma ideología y del mismo círculo vicioso! ¿Qué es lo que en Sudamérica se llama "educación"? La persona que supone que la corrupción se va a remediar si en los colegios se sueltan sermones contra las prácticas ilícitas parece olvidar que todos los políticos ladrones proceden de las "universidades" más prestigiosas y caras del país y son el paradigma de triunfadores salidos de esas universidades. Las corruptelas políticas no responden a la falta de educación sino que al parecer son su fruto.

¿Qué es educación? También parece que todo el mundo lo supiera, pero cuando uno está fuera del medio colombiano resulta fascinante la confusión. La educación no consiste, como se pensaría, en la transmisión de destrezas y conocimientos, sino sólo de opiniones y certificaciones oficiales de reconocimiento

Por ejemplo, en este cuadro se ve una evaluación entre niños de 4.º de primaria en 48 países, en la que Colombia ocupa el puesto 46. ¿Qué importa que no se aprenda nada, si de lo que se trata es de disfrutar de un derecho? Ese derecho consiste en que la persona que consigue disfrutarlo (no todos, pues los recursos comunes se gastan en financiarles el bienestar a los docentes y a los beneficiarios, una minoría de la población en el caso de las universidades) se puede llamar "profesional", "filólogo", "filósofo", etcétera. Ciertamente no hay ninguna filosofía ni ninguna filología, pensar en un filósofo colombiano es como pensar en un gato canino, una contradicción en los términos (el único que se aproximaba a esa noción, el ultramontano Gómez Dávila, no tenía estudios "superiores"), pero no faltaría más sino complicarse la vida con esas cosas.

¡La educación ofrece el remedio!: el filólogo, el antropólogo, el psicólogo, el sociólogo, el arqueólogo, el filósofo, el jurista, el periodista, el historiador, el literato, el graduado en artes plásticas, el cineasta, etcétera, no suelen hacer nada que tenga que ver con lo que han estudiado, pero ¡siempre se vuelven docentes universitarios! ¿Qué enseñan? Obvio, aquello que no pudieron aprender. Ya señalaba en una ocasión que los educandos colombianos tienen que leer clásicos en idiomas extranjeros y novelas de altísima complejidad intelectual mientras que sus profesores no pueden decir una frase completa sin grandes disparates gramaticales. ¿Quién les podría explicar que no se puede enseñar lo que no se sabe? Un profesor universitario me dijo hace varias décadas (yo era un adolescente) que una de las claves para enseñar era no saber.

Los robos de los funcionarios se dan en todos los países, y seguro que Colombia no figuraría como uno de los peores casos. El impacto de esas prácticas no depende del odio que sientan los ciudadanos ante los administradores pícaros, sino del peso del Estado en la economía, no cambia mucho el robo cometido en comisiones que el que se comete, mucho mayor, en pensiones y prebendas legales y públicas. Lo que hace especial a Colombia es la pasión por la educación.

Esas ideas sobre la educación son la base del chavismo, que ya era una ideología hegemónica cuando el hermano mayor de Santos impuso a través de su banda de asesinos la constitución de 1991. Casi todos los grandes criminales de la historia reciente en la región son hijos de maestras y no hacen más que aplicar la educación que sus madres impartían.

No hay, en fin, ningún ámbito de la vida sudamericana en el que reine la peor corrupción tanto como en el de la educación.

(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de diciembre de 2012.)

jueves, abril 25, 2013

Veinte años no es casi nada

Como ya expliqué en mi anterior entrada, el estilo colombiano de obrar acusa el pasado esclavista. No es sólo que haya racismo, que podría determinar el menosprecio y el recelo ante las personas de otro tipo étnico, sino la certeza de que los demás son como ganado al cual someter. Los crímenes terroristas son la aplicación de esa lógica y los cometen personas miserables y primitivas que obedecen a universitarios fanatizados que son en últimas sólo agentes de camarillas de gente que siempre se ha repartido los cargos públicos.

Pero la formación de un país tiene lugar a partir de esos embriones de poder. La ideología de los conquistadores, transmitida en cinco siglos de dominación, ya es compartida por casi todos los colombianos, sobre todo porque no hay ninguna tradición alternativa. La incapacidad de respetar los derechos ajenos es una tara generalizada.

En medio de los furores patrióticos que despertó la sentencia de la CIJ pasó completamente inadvertida la noticia de que seis soldados habían sido condenados a veinte años por darle una golpiza a unos detenidos. Publiqué varios comentarios al respecto en Twitter sin que por lo visto el hecho interesara a nadie.

Mirando más de cerca la noticia, resulta que habían ido a detener al responsable de violar a una niña y cometieron un delito de torturas contra un detenido. Sin dudar acerca de la importancia de castigar ese delito, queda la impresión de que el fallo es un atropello monstruoso porque aplica una pena desmesurada sin tener en cuenta los atenuantes.

Por ejemplo, que esos soldados a duras penas se podrían considerar funcionarios, que no están preparados para ejercer labores policiales, que hay una alarma generalizada por los delitos sexuales contra menores, que la presión no podía estar planeada ni suponía ningún refinamiento perverso. Una condena a veinte años por algo imprevisto en unos muchachos que no ejercen un oficio para el que están preparados es sencillamente el fin de toda perspectiva de tener una vida decente. Después no tendrán un trabajo, no serán más que despojos humanos.

Pero el tema de este blog no es el derecho y sólo señalo la desproporción de la pena para llamar la atención sobre esa forma de pensar típica. La dura condena corresponde también a la manía particular de la CSJ de perseguir a los militares, y no es raro que a ningún magistrado se le ocurra dudar de la conveniencia de ofrecer reconocimiento y cargos a los que ordenaron castrar a un policía delante de sus vecinos, quemar personas vivas, obligar a otras a llevar explosivos para matar militares, etc. Parece una paradoja pero no lo es, la condena es parte de la guerra de las facultades de Derecho contra el sistema democrático. Los crímenes de las FARC, también.

Y tampoco ése es el tema de este escrito, pues de eso hay pruebas infinitas. Lo que quiero es llamar la atención del lector sobre la indiferencia absoluta sobre ese hecho. Mostrar que esa indiferencia ante el sufrimiento ajeno es la herencia de la esclavitud. Colombia, paradójicamente un país cristiano, es tal vez el más cruel del planeta. Es rarísima la persona que no se emociona ante la idea de la pena de muerte contra algunos criminales, y que considera cualquier ínfimo confort que tengan los presos o cualquier indulgencia con los reos, algo intolerable.

Un solo día de cárcel sería insoportable para la mayoría de los colombianos, que no obstante miran con indiferencia las condenas a varias décadas por hechos casi banales cometidos por adolescentes. Eso muestra esa conciencia compartida de que los demás, los otros, los indios, los negros, los pobres, etc., son como ganado al que se puede tratar de cualquier manera. Y como tales los ven los poderosos oligarcas, que ahora aliados con las tropas de asesinos que prepararon por medio siglo les impondrán el mismo tratamiento que ya sufren los habitantes de regiones apartadas, los soldados y policías y muchas otras personas excluidas.

(Publicado en el blog País Bizarro el 1.º de diciembre de 2012.)

lunes, abril 22, 2013

El estilo colombiano


A causa del lío de la Corte Internacional de Justicia me quedé pensando en lo irrisorio del dolor de patria por la pesca perdida y en la cantidad ingente de recursos pesqueros que sencillamente no se explotan, por ejemplo en el Pacífico. ¿Por qué no hay pesca en Colombia? La respuesta es la misma siempre: por la misma razón por la que sólo hay unas cuantas pequeñas industrias manufactureras y casi ninguna industria turística, cosa que pasa en cualquier otro sector de la economía normal. Porque la pesca industrial plantearía la necesidad de grandes esfuerzos por parte de quienes la ejecutan y de ahí la especialización, los salarios elevados en proporción, etc. En Colombia sólo hay una parte de la población que vive del Estado, por lo general dedicada a protestar y ejercer presión por la rapiña, como actualmente los empleados judiciales, y una mayoría...

Es muy interesante plantearse qué define a esa mayoría. La diferencia de ingreso con los empleados oficiales o con otros profesionales es muy notable y define la desigualdad nacional, que los mismos beneficiarios "venden" al exterior como el resultado de que a ellos no se les concedan más privilegios. De ahí que unos cuantos cientos de miles de parásitos tengan verdaderas esclavas haciendo todas las labores penosas del hogar mientras que otras esclavas atienden las "bajas pasiones" de los doctores varones. Otros esclavos "bolean" ladrillo y hacen trabajos penosísimos por salarios que pueden ser una décima parte de lo que obtiene el doctor medio por explicar sus opiniones, mientras que otros barren las calles y cuidan los jardines... El contraste del ingreso y la productividad de los doctores y sus víctimas sería inconcebible en cualquier país civilizado, por no hablar de las posibilidades de prosperar que tendría una persona esforzada, y que en Colombia son nulas.

Bueno: la esclavitud es lo que define la vida colombiana. No hay modo de tener esclavos en industrias pesqueras pero sí en la producción y transporte de cocaína, ya que los "raspachines" o las "mulas" (que muchas veces son llevadas a punta de pistola al aeropuerto con la barriga llena de bolas de látex) no tienen ningún tipo de relación laboral correcta con sus "patronos" ni disfrutan de la alta rentabilidad del negocio: quienes de verdad prosperan gracias a la cocaína, sin el menor riesgo de ir a prisión ni pasar incomodidades, son los mismos esclavistas del siglo XVI, es decir, sus descendientes, hoy convertidos en logias de abogados y jueces que liberan a mafiosos presos con diversos pretextos, o dirigentes comunistas que cabildean con los anteriores para repartirse las rentas fabulosas de la cocaína. La ideología es un adorno muy grato de gente que es riquísima gracias a la primera empresa del país, que son las FARC.

Pero no sólo con la cocaína hay esclavitud: es lo mismo la extorsión, que convierte a la víctima en un esclavo del asesino que la amenaza, por no hablar del secuestro. Y también ocurre otro tanto con la creciente minería ilegal, negocio en el que de nuevo las grandes rentas del oro y el coltán que explotan las FARC van a manos de los intelectuales, columnistas, oenegeros, abogados, políticos, indignados profesionales y demás próceres. No es sólo la exención de impuestos y la alta rentabilidad de esas industrias ilegales, sino también la absoluta falta de derechos de las personas que hacen el trabajo pesado.

No es ningún misterio para nadie que para proteger esa industria los amos del negocio llevan décadas legitimando la producción y tráfico de cocaína como una imposición de los prohibicionistas y calumniando todo esfuerzo que se haga para perseguir a las mafias, que a la postre siempre terminan siendo subalternas de las redes de tinterillos. Pero con la minería ilegal ocurre lo mismo: las hordas de universicarios siempre están alerta a perseguir cualquier empresa minera que cumpla las leyes, toda vez que sus profesores son los verdaderos empresarios de la minería ilegal. Bueno, cada vez más son sólo simples empleados de una división de la gran industria, porque los verdaderos empresarios son las familias del poder, las mismas que poseen los medios de comunicación y controlan a los profesores y a sus jóvenes asesinos a través de la "izquierda". ¿O es para alguien misterioao que la sobrina de López Michelsen sea la presidenta del Polo Democrático?

El ascenso al poder de los terroristas, gracias no a sus crímenes sino a la tosquedad intelectual y moral de sus víctimas, incapaces de plantearse una oposición al gobierno heredero de Uribe, que sencillamente es el gobierno de las FARC, sólo afianzará ese orden de esclavitud en que transcurre la vida colombiana, así como las industrias de que viven los poderosos. Incluso advertirlo es casi perder el tiempo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 29 de noviembre de 2012.)

jueves, abril 18, 2013

El triunfo de Santos

Como ya he explicado en dos entradas anteriores ("La patria vulnerada" y "La nicaraguaca"), la decisión de la CIJ sobre la titularidad del mar territorial próximo a algunas posesiones colombianas en el Caribe es un regalo maravilloso para Santos y de paso para las FARC, banda criminal para la que el lamentable personaje "gobierna".

Lo primero que resulta del escándalo mediático es el desplazamiento del centro de atención al tema de las fronteras, dejando operar tranquilamente a la mesa de negociación de La Habana, ocasión que la propaganda gubernamental no desaprovecha para convertirla en una obviedad, no en una fraude a la voluntad ciudadana sino en un deber del gobierno, como decía el increíble senador Juan Fernando Velasco. A tal punto llega el descaro de esa propaganda que el hermano mayor de Santos y al parecer verdadero gobernante en la sombra amenaza con la pérdida del apoyo venezolano y cubano al proceso si no se acata el fallo, como si el reconocimiento y premio a los terroristas no fuera una infame rendición ante esos gobiernos criminales. Esa misma lógica resulta refrendada por un comentarista sanandresano que publica un artículo en El Tiempo.

La pasión patriótica provee a la vez buena conciencia y ocasión de lucimiento: ¡es tan grato ser de los buenos agraviados! El mar despojado es una posesión de los colombianos tan hermosa como el mismo derecho fundamental a la paz, y se les proporciona por parecidos motivos. La cuestión compromete tres niveles que conviene observar en detalle:

Uno es el de la justicia. Como ya expliqué en otra ocasión, la noción de justicia de los colombianos es particular: consiste en aquello que le conviene a cada uno en cada momento. En este caso más por razones propiamente futbolísticas, pues ¿cuántos podrían situar a San Andrés (no hablemos del cayo Roncador y los demás) en un mapa? ¿Cuántos saben con certeza cuál es el tamaño de la pérdida en términos económicos? Parece que Colombia tuviera una gran flota pesquera a la que se despojara de sus caladeros. ¿Qué proporción del mar que correspondía a Colombia pasa a titularidad nicaragüense? La justicia es un derecho, claro, siempre pendiente, respecto del cual todos somos víctimas, sobre todo cuando hay grandes despojos cuyos autores no ve ni defiende nadie: ¿o a alguien le importa el verdadero despojo a favor de los terroristas y otras organizaciones criminales que se da con la minería ilegal? ¿O el destino que se da a los recursos petroleros? La justicia es una emoción que aflora en el corazón del agraviado sin que tenga que entender mapas ni leyes. La justicia es un derecho de todos, y por eso todos los colombianos, incluidos los oligarcas y corruptos de la peor especie, se sienten víctimas de toda clase de injusticias.

El otro es el del derecho. El descubrimiento de esa hermosa herencia de la administración colonial ha permitido graduar a cientos de miles de expertos en derecho internacional, casi todos basados en la incuestionable precisión de los límites y tratados antiguos, como si fueran el mismo teorema de Pitágoras al que un desaprensivo intenta robarle una conclusión. Desde el supuesto cambio de orientación de Santos a la argumentación colombiana (que presupone que en La Haya se sientan juristas colombianos, carentes de conceptos y prestos a negociar los que les ofrecen) hasta la adjudicación del error a Pastrana al reconocer a la CIJ (como si en el caso de no reconocerla, la entidad hubiera tenido que decir "Ahí no me meto, no me dejan"), o hasta la más pintoresca versión del cabildeo nicaragüense (con toda clase de invitaciones y regalos a los magistrados, en la típica proyección del mundo colombiano), casi todo lo que uno lee, y todo por parte de los uribistas y demás partidarios de desacatar el fallo, da por sentado que éste no tenía fundamentos jurídicos: ¿cómo iba a tenerlos si no nos convenía? ¡Y conste que había olvidado la certeza de que se trataba de un encargo de Chávez! Si yo no fuera anónimo y expresara mi opinión en presencia de tales patriotas tendría miedo por mi integridad física: ¡tan claro es que "nos" robaron!

No obstante, valdría la pena calmarse un poco y tratar de entender que no hay un derecho perfecto y cuadriculado y que la doctrina de la CIJ al respecto fue exactamente la que aplicó en ese caso. Al respecto traduzco unas frases de una entrada de la Wikipedia en que se comenta el fallo de la CIJ sobre la Isla de las Serpientes y el mar territorial relacionado con ella, disputado por Ucrania y Rumania: 
El 3 de febrero de 2009, la Corte Internacional de Justicia emitió su sentencia, que divide la zona marítima del mar Negro trazando una línea  intermedia respecto de las demandas de cada país. La Corte invocó el criterio de desproporcionalidad a la hora de resolver la disputa, señalando que "tal como su jurisprudencia ha indicado, puede decidir en ocasiones no tener en cuenta islas muy pequeñas, o bien decidir que no se les dé derecho pleno sobre la titularidad potencial de zonas marítimas, si tal enfoque tiene un efecto desproporcionado en la línea de delimitación de que se trate".
El tercer nivel en que conviene fijarse al respecto es el de la argumentación. Casi no recuerdo ningún comentario que haya leído sobre el tema que no parta de dar por sentada la injusticia, bien por los incentivos de Chávez, bien por el sesgo "izquierdista" de la CIJ, etcétera. Yo estoy seguro de que muy pocos agraviados han visto el mapa y de que casi ninguno podría responder acerca del tamaño o la población de los cayos que daban titularidad marítima a Colombia sobre la zona (lo que se consideraba "derecho" para los colombianos, que todavía no entienden, ni siquiera los juristas, que creen que "el derecho no es más que la voluntad de la clase dominante erigida en ley", según les enseñan, que el derecho es lo que dictamina la CIJ). No creo que haya muchos que podrían responder al columnista "mamerto" Pedro Medellín, que afirma que:
Nadie quiere reconocer que el meridiano 82 nunca fue establecido como una frontera marítima, ni en el Tratado de 1928.
No es posible, el patriotismo es suficiente argumento para no necesitar entender, mejor dicho, para creer que se entiende, una materia tan espesa como el derecho internacional sobre límites marítimos, tal como el amor autorizaba al humilde plebeyo del antiguo vals peruano a pretender a una aristócrata:


Pero en definitiva no pretendo convencer a nadie de que el llanto por la patria vulnerada no corresponde a ninguna noción rigurosa de justicia ni de derecho, ni menos a una argumentación siquiera medianamente informada. La genial solución de no acatar el fallo es un "problema" relativo para Santos, tal como lo sería sufrir un esguince cuando uno va a cobrar el premio de la lotería. Podría hacer caso y no acatar el fallo, con lo que complacería a los críticos, que pronto encontrarían un pretexto para estar en el lado del gobierno y no en la incómoda oposición a la negociación de La Habana. Pero si optara por acatarlo, la fiebre patriótica cedería al cabo de un tiempo, mientras que entre tanto se habrían caído todas las resistencias a la negociación. En el primer caso, el desastre para Colombia sería mayor, además del regalo para el chavismo: no sólo tendría de su parte a todo el progresismo internacional, alineado siempre con David contra Goliat, sino además la legitimidad jurídica, y puede que incluso resoluciones de la ONU y amenazas militares, como las que afrontó Nigeria por negarse a aplicar el fallo de la CIJ sobre Bakassi. Pero sobre todo se le haría a la dictadura nicaragüense el mayor regalo: una causa legitimada internacionalmente que justificaría todas las persecuciones, un agravio persistente que le granjearía respaldo popular, tal como en Colombia lo buscan los que llaman a desacatar el fallo.

Al final se terminaría cediendo, como Nigeria, y a nadie le importaría tanto, porque en realidad buena parte de la fiebre nacionalista corresponde al anhelo de encontrar una causa de oposición que encuentre respaldo popular, ya que gracias a la prensa y a la ausencia de un partido de oposición parece que la mayoría de la gente está más bien ilusionada que descontenta con la negociación de La Habana. Sobre el precio de desacatar el fallo les recomiendo este artículo de la revista Posición.

Lo que pretendo es explicar que esa situación configura un triunfo total de Santos. Lo que sí tendría fundamentos en términos de justicia y de derecho, y argumentos formidables que nadie podría rebatir, es la defensa de la democracia, que resulta abolida cuando la voluntad ciudadana cede ante el atraco de una banda de asesinos. ¿Para qué hay urnas? Cuando ese crimen mayor se comete, todos los supuestos críticos están en la borrachera patriotera, incluso prometiendo apoyar a Santos si desacata el fallo. Todas esas adherencias repulsivas del uribismo, nacionalistas y "derechistas", afloran con ese pretexto, junto con otro rasgo que definitivamente anuncia su próximo colapso: la incapacidad de estar en contra de la opinión predominante, que ya se evidenció con ocasión de la impunidad de Sigifredo López. Como la mayoría de los "amigos" importantes e influyentes de Uribe apoyan la negociación, sea abiertamente (Martha Lucía Ramírez, Juan Lozano, Angelino Garzón o Francisco Santos, entre los que recuerdo ahora) o con reproches puntuales (todos los demás), el expresidente busca protagonismo y liderazgo con el tema patriotero, ¡al lado del cual el triunfo de los terroristas resulta un hecho secundario!

No es cierto que para el cacerolazo haya un nuevo argumento: por mucho que los enemigos de Santos lo quieran presentar así, hará falta estar muy descontento para creer que fue sólo la gestión del litigio por parte del gobierno actual la que condujo al fallo, mientras que la conciencia sobre el significado de la negociación se diluye. Santos seguirá dando pasos hacia la rebelión o la sumisión respecto del fallo, según la temperatura que detecte en las redes sociales, pero entre tanto esa mayoría resignada a premiar a las FARC que han creado los medios se habrá hecho casi unanimidad, y el rechazo a la negociación quedará como elemento testimonial. No es sensato decir que ya lo era, porque (perdón por insistir, fue lo que pasó con Sigifredo López) entre tanto la gente que se oponía a la negociación descubre que tiene audiencia y comprensión como patriota pero no como defensora de la democracia, y mayoritariamente se queda en la alharaca patriótica, hasta que mengua, y los activistas se deprimen ante la perspectiva de estar en una minoría aún más pequeña.

La infame negociación tenía una pequeña resistencia. Gracias al fallo de la CIJ y la bulla que siguió, no la tendrá y hará falta que fracase, como si el éxito de los negociadores no fuera un crimen en sí: que haya otros cientos de miles de muertos, para que la gente recuerde que si el asesinato es la forma correcta de hacer carrera política no faltarán quienes lo cometan, y entienda que el principal creador y promotor de los grupos terroristas no puede estar negociando a nombre de sus víctimas sino en una farsa que en últimas consiste en la consumación de un atraco, con la correspondiente amenaza. Copio el titular de Semana:
No se puede condenar a los colombianos a otros cien años de soledad y violencia.
Esa frase compendia a Colombia. En un escrito próximo explicaré de qué modo lo que hay detrás del atraco no es más que el recuerdo de la esclavitud, forma de vida que está detrás de todas las actividades típicas del país. El atracador diría directamente "No me obligue a chuzarlo". Es lo que dice el hermano mayor de Santos, al cabo triunfador después de casi medio siglo de actividad criminal, gracias a la tosquedad intelectual y moral de los colombianos, que todo lo fiaron a un mesías que no es capaz de romper con los partidos que sustentan la destrucción no sólo de su obra, sino también de todo vestigio de democracia.

(Publicado en el blog País Bizarro el 28 de noviembre de 2012.)

lunes, abril 15, 2013

La nicaraguaca


Para la mayoría de los políticos colombianos el reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre el contencioso por la titularidad de la posesión del mar territorial próximo a algunos cayos es islotes relativamente próximos a las islas de San Andrés y Providencia fue como una guaca que se encontraran: un tesoro maravilloso que les permite prosperar sin esfuerzo y salvarse de una situación apurada. Lo que se ve en esta ocasión es el afloramiento de un nacionalismo colombiano que tiene todos los componentes de irracionalidad y aun de racismo que siempre hay en todos los nacionalismos. Al respecto vale la pena citar la definición de los rasgos del nacionalismo que hiciera George Orwell:
Por nacionalismo quiero decir, primero, el hábito de suponer que los seres humanos pueden ser clasificados como insectos y que bloques enteros de millones o decenas de millones de personas pueden ser clasificados con certeza como buenos o malos. [...]. Pero segundo —y esto es mucho más importante— me refiero al hábito de identificarse con una sola nación u otra unidad, colocarla más allá del bien y del mal y no reconocer ninguna otra obligación más allá de la de promover sus intereses.
La manía se hace evidente: ¿cuántos piensan en las ideas de los nicaragüenses y los ven como otra cosa que como enemigos? La historia es viejísima y requeteconocida. El demagogo ecuatoriano José María Velasco Ibarra fue presidente cinco veces gracias a que agitaba el odio contra el Perú. En la identidad de ese pueblo queda el veneno de esa demagogia, patente en la violenta reacción de Rafael Correa cuando la operación Fénix: los ecuatorianos no reaccionaron indignados porque su país albergara a un criminal como Devia ni porque su gobierno manifestara su afinidad con el criminal, sino porque se había mancillado el suelo sagrado de la patria. El ascenso de esa manía en Colombia sólo es un avance del espíritu chavista, pues también en Venezuela se responde a los mismos resortes.

Los primeros beneficiarios de la agitación son Santos y sus cómplices: como no son idiotas, "acompañan en su pena" a los patriotas dolidos, y naturalmente demorarán todo lo que puedan la obvia e inevitable decisión de acatar el fallo: entre tanto, permiten a las FARC apropiarse del territorio, acumular miles de millones de dólares de sus negocios de cocaína, minería ilegal y extorsión, y siguen destruyendo al ejército a punta de iniquidad judicial, soborno de altos mandos y desmoralización. El ínfimo conato de resistencia que empezaba con el cacerolazo del 5 de diciembre se ha olvidado por completo. Para el gobierno, cuanto más se hable del territorio despojado más se olvidará la prisión de Arias, la condena monstruosa contra Plazas Vega, las infinitas infamias del fiscal, como la impunidad de Sigifredo López y muchísimas otras cosas, por no mencionar la negociación de La Habana. No falta el que cree que el fallo de la CIJ se puede usar como argumento contra Santos, cosa respecto de la cual su prensa podrá demostrar fácilmente que la reclamación nicaragüense es muy anterior y que la decisión de La Haya no obedece a una u otra estrategia de defensa. Es casi infantil pasar por alto el examen del mapa y de las condiciones jurídicas del problema para encontrar un error del gobierno. Pero incluso si ése fuera el caso, si hubiera suficientes incautos dispuestos a creer que con otra argumentación de los abogados colombianos el tribunal hubiera concebido el derecho de otra manera (no falta el que cree que los jueces acordaron con Chávez y compañía el fallo, según he leído en este mismo blog), Santos podría agitar el dolor de patria mientras llega la hora de la reelección y tiene a las FARC controlando los resortes fundamentales del Estado, que no otra es su política.

Otros beneficiarios son Uribe y los políticos que se le declaran leales. ¡Es por fin la ocasión de estar juntos con los políticos de la Unidad Nacional, con los que a toda costa el expresidente trata de hacer componendas! ¡Todos unidos en defensa del territorio sagrado de la patria! La invitación a desconocer el fallo es idiosincrásica: la misma lógica con que se emprendió la segunda reelección, se acatan las leyes mientras convienen, se acepta un árbitro para que dictamine lo que uno pretende. Tan bella actitud tiene público en Colombia, pero a la larga sólo significa que el expresidente mantiene la popularidad sin romper con los partidos que cogobiernan con las FARC y le ayudan a Santos a implantar un príato afín al chavismo. Es lo que Uribe ha hecho durante estos dos años y medio, y se engaña el que crea que hace oposición: ¿cómo es que no ha convocado una manifestación de rechazo a la negociación de La Habana? No la convocará porque su proyecto es influir en las elecciones de 2014 y encontrar un lugar en la mesa de negociación. Por ese mismo motivo su "Puro Centro Democrático", llamado así para que no los llamen de extrema derecha, para lo que invitan a unos cuantos huérfanos de Pol Pot y la banda de los cuatro, está abierto al partido de la U, a los conservadores y hasta a Cambio Radical: los que hoy persiguen a Uribe desde la Comisión de Acusación podrán ser sus aliados cuando vean los votos que arrastra. Y no tardarán en hacerlo. Pero ahí los tiene uno, los uribistas que defendían el prevaricato de Santos al cambiar la terna para fiscal, como Óscar Iván Zuluaga o Martha Lucía Ramírez, se envuelven en la bandera y aprovechan la ocasión para eludir el berenjenal de las negociaciones y participar en una causa que nos une y no en una que nos divide.

No hay que creer, como he leído a algunos, que los comunistas y sus afines no participan en la fúnebre borrachera del mar robado. No son tontos, por el contrario, son expertos en maquinaciones. En medio de eso llama la atención que Iván Marulanda, valedor tanto de la Marcha Patriótica como de Sergio Fajardo (lo que deja mucho que pensar sobre el gobernador de Antioquia), escriba en Twitter:  
Ya la negociación con las FARC, convertidas en equivalentes de las instituciones legítimas gracias a que mandan personas bomba y reclutan niños, amén de exportar cocaína y secuestrar a decenas de miles de colombianos, será una cosa digerida y olvidada. 

Se lo deberemos a todos los oportunistas que explotan el fanatismo idiota de la sangre y el suelo para su propia figuración al tiempo que dejan avanzar el mayor crimen de la historia de Colombia, que no es otro que el premio de los crímenes terroristas. Miente el que niegue que Uribe es cómplice de todo eso. No convocará ni promoverá ninguna manifestación contra la negociación, ni mucho menos romperá con los partidos de criminales que cogobiernan con los terroristas.

(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de noviembre de 2012.)

jueves, abril 11, 2013

El corazón linchador

Entre los logros más impresionantes de lo que en Colombia llaman educación ocupa un lugar preferente la creación de una masa de exaltados siempre dispuestos a linchar a cualquiera que exprese una opinión que no convenga a la ortodoxia comunista-progresista, y en realidad a los intereses de las mafias que manipulan esas corrientes. La lamentable moda global de la corrección política se expresa en Colombia con la tosquedad y la violencia con que ocurre todo, y además aferrándose a cualquier pretexto.

Ocurrió con el diputado antioqueño Rodrigo Mesa, que se oponía a que se gastaran recursos en el Chocó, recursos que en realidad, previsiblemente, sólo sirven para ensanchar la clientela del actual gobernador y sus diversos aliados (no hay que olvidar que lo acompañaba en su campaña el dulce filántropo León Valencia). ¡Ahí fue Troya! Las turbas de las redes sociales, organizadas y en muchos casos pagadas (Gustavo Bolívar y los demás indignados profesionales no parecen propiamente unos justicieros adoloridos), emprendieron el linchamiento del político.

¿Se puede discrepar de invertir dinero en Chocó? ¿Se puede pensar que esas inversiones no sirven para nada, tampoco al Chocó? La indignación fácil de los adolescentes fecodizados sólo sirve para imponer intereses específicos, como por lo demás ocurre casi a todas horas con el juego terrorista: el que los asesinos que emplean personas bomba y castran policías delante de sus vecinos se conviertan en padres de la patria reconocidos por el gobierno les parece al mentado Bolívar, a Pirry y a tales personajes una cosa menos grave que el que Andrés Felipe Arias firmara un convenio con una institución interamericana sin licitación. No es difícil ver detrás de esa emoción tan halagadora y catártica los petrodólares de Chávez y muy probablemente de Santos.

Otro ejemplo fue el del concejal que dijo que el Concejo se estaba volviendo una merienda de negros. La expresión es grosera y desafortunada, pero esas expresiones arraigadas en el lenguaje acuden a la mente sin necesidad de que la persona esté adhiriendo a su sentido literal. Es una expresión tan corriente y arraigada que aparece en el diccionario normativo del español. ¿Se puede encontrar una actitud racista en el señor que la expresó? Hay que ver cómo es el racismo en Colombia, la participación en los linchamientos es barata, está al alcance de cualquier idiota, de modo que ¡qué mejor que interpretar a toda prisa esas palabras en su sentido literal! ¿No son racistas esos linchadores. ¿Cómo? ¡Si lo que son es ciudadanos de lo más noble que no toleran que a los pobres negritos, encima de ser de ese color y con esos labios tan gruesos, y encima brutos, vayan a maltratarlos! No los conociera uno.

El caso más reciente es el del senador Roberto Gerlein. De nuevo se puede hablar de ese molde tradicional de zafiedad y violencia contra las personas diferentes, esta vez no por la raza sino por las preferencias sexuales. ¡Los mismos que el mismo día estaban haciendo chistes denigratorios sobre los homosexuales se convierten en generosos progresistas en cuando hay a quien linchar!

El fondo de la cuestión es la prohibición de pensar. La tradición cristiana prohíbe los actos homosexuales y la Iglesia siempre la persiguió. Muchas personas tradicionales y católicas pueden sentir aversión por esos actos, según sus creencias. Y tienen todo el derecho a expresar esa aversión tal como tendrían derecho los no creyentes o los mismos sodomitas (uso esta expresión para referirme a la práctica sexual entre varones homosexuales y no a la condición de tales) a discrepar. El linchamiento, que se volvería violencia en cuanto hubiera ocasión, es propaganda de las turbas fecodistas, cómicamente lideradas por el Partido Comunista y los castristas, por los amigos de Evo Morales (que atribuía a las hormonas de los pollos esa inclinación) gracias a lo cual consiguen adhesiones de personas que no entienden nada de la política.

Esa corriente de linchamiento sólo tiene el objeto de prohibir pensar, de imponer a punta de ruido y amenazas las opiniones que convienen a las mafias terroristas. No es raro que encuentren público en Colombia: el mismo que encontraban las hogueras en que ardían las brujas hace unos siglos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de noviembre de 2012.)

sábado, abril 06, 2013

El MOIR uribista


Me ha divertido y desconcertado un documento aparecido en la página del Centro de Pensamiento Primero Colombia titulado:
Declaración de apoyo a Uribe y contra el “Proceso de Paz”, Nueva Democracia Moirista 
La cuestión es tremenda, resulta que hay una facción del MOIR que es perfectamente uribista, la clase de sectores que el "Puro Centro Democrático" intenta asimilar junto con los pastranistas, los ultraderechistas, los de Cambio Radical y quién sabe cuántos más.

No voy a citar el texto, aunque vale la pena leerlo. Sólo comentaré la cita con que empieza y su impacto en el resto del escrito:
“Atravesamos un período histórico en el cual la inversión de valores parece ser el sello característico. Quienes pontifican sobre la revolución reviven con sus actos arbitrarios los crueles expedientes propios de la época colonial, y quienes siguen fieles a las formas civilizadas de la organización social burguesa pueden aún hacer valiosos aportes a la grandeza del país “(Francisco Mosquera, Resistencia civil, pág. 389)
El autor del párrafo es el fundador del MOIR, muerto en 1994. El texto corresponde a un viejo planteamiento maoísta, que ante el enfrentamiento a muerte con los prosoviéticos prefería aliarse con la "burguesía nacional". Los "aportes valiosos" a la "grandeza del país" que pueden hacer "quienes siguen fieles a las formas civilizadas de la organización social burguesa" se entiende sólo con ese adverbio tan expresivo y preciso: aún.

Esas tres letricas muestran el profundo disparate que es el moirismo uribista. "Aún" quiere decir "antes de la revolución", pues para los marxistas existe una fatalidad en la historia, según la cual los "modos de producción" siguen un ciclo que siempre conduce al comunismo: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo (dictadura del proletariado) y comunismo (sociedad sin clases).

Los de la "Nueva Democracia Moirista" pretenden legitimar su abandono de la disciplina de esa organización comunista en palabras del líder muerto, gracias a lo cual desautorizan a los que siguen con el Polo Democrático y apoyan la negociación de Santos con las FARC.

Pero el despropósito es tremendo y lo único que exhala ese documento es oportunismo y mendacidad. No porque sus autores provengan del MOIR, porque en alguna parte se inicia la gente en la política, sino porque la relación con un movimiento como ése debería romperse de cuajo.

El origen del MOIR fue el conflicto chino-soviético que estalló a finales de los años cincuenta y que dividió a los partidos comunistas en todo el mundo. Se trataba del enfrentamiento entre dos nomenklaturas imperiales, pero su pretexto era la ortodoxia ideológica: a los líderes del Partido Comunista Chino les molestó que Nikita Jruschov denunciara los crímenes de Stalin en 1956, en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, y ahí encontraron el pretexto para rebelarse contra sus antiguos jefes.

En todas partes los maoístas o pro-chinos denunciaban el "revisionismo" soviético y de sus sucursales. ¿En qué consistía ese "revisionismo"? En renunciar a la toma rápida del poder en los países en que no lo tenían, en permitir libertades donde sí lo tenían (muchas más en la URSS de los años sesenta que en la China del Gran Salto Adelante y la Revolución cultural), en apartarse en fin de la ortodoxia de Stalin.

En Colombia la primera expresión del maoísmo fue el MOEC, del que surgiría el MOIR. Es verdad que nunca tuvieron guerrillas, pero no porque en caso de llegar a tomar el poder fueran a ser menos totalitarios que los comunistas prosoviéticos, sino porque, según la ortodoxia (también Lenin, hermano de un terrorista condenado a muerte, se oponía al terrorismo) la rebelión debería partir de un gran partido de clase.

El MOIR respaldó durante muchas décadas al régimen criminal de Mao y al no menos siniestro de Enver Hoxha en Albania. Tratar de encontrar en ese prontuario una raíz democrática es un despropósito.

Dicen que muchos de los acompañantes de Uribe provienen del MOIR. Sería deseable para su propio porvenir que explicaran que han roto con esa tradición y que no están aprovechando el conflicto con el chavismo para preparar la revolución a su manera. ¿Será eso un engaño para sus militantes, que no aceptarán volverse anticomunistas de repente? Muy mal también así: el comunismo en todas sus variantes es un crimen y no se lo puede tratar con indulgencia por haberlo profesado.

No se trata del pasado de las personas. El vicepresidente Angelino Garzón dirigía las FARC desde el Comité Central del Partido Comunista (la relación era pública, al respecto se puede leer la cita de Gilberto Vieira en el texto de los moiristas) y era el jefe, tanto en ese órgano de dirección como en la vicepresidencia de la Unión Patriótica, de Raúl Reyes e Iván Márquez. Ni siquiera ese pasado es suficiente acusación contra él, otra cosa es que siga siendo parte de la organización terrorista y en sus mismos coqueteos con Uribe aplique un guión fariano: ¡qué casualidad que fuera el mismo que propuso despejar Pradera y Florida! Todo lo que ha hecho como vicepresidente es perfectamente compatible con el activismo fariano.

Lo mismo se puede decir del pasado de los moiristas: no importa, pero no se puede andar reivindicando el pasado maoísta y de entusiasmo con el régimen de Pol Pot (la "Kampuchea Democrática"). La impresión que deja eso es que unos náufragos convertidos en logia o cofradía intentan conservar las lealtades personales en un campo político con más futuro.

Quien quiera defender la democracia en Colombia tiene que pensar en hacerle frente a la poderosa tradición ideológica comunista. No reforzarla y justificarla para no parecer "extrema derecha" (que es el otro motivo aparente de la alianza con estos maoístas).

(Publicado en el blog País Bizarro el 22 de noviembre de 2012.)

martes, abril 02, 2013

La patria vulnerada

La lógica del fútbol
Si hay una calamidad en el mundo moderno, ésa es la sociedad de masas, ya que lo degrada todo al nivel ínfimo. Las multitudes creen que la poesía es una cosa más bien ridícula del pasado, que ciertamente nadie conoce, pero se enloquecen con el cantante de moda, un muchacho cuyo talento y cuyo mérito sólo consisten en los medios que se invierten en promoverlo. Las canciones que todos recuerdan son poesías rutinarias, malísimas, todas de octosílabos y todas llenas de disparates: el público no pone problemas, no se complica la vida por eso: ¿o recuerdan a alguien a quien le incomode que Nino Bravo sea libre "como el sol cuando amanece, como el mar"? ¿Qué relación puede haber entre el astro, o la masa de agua, con la libertad? Eso mismo ocurre con la pasión típica de las multitudes: el deporte, que en toda Europa e Hispanoamérica es prácticamente sólo el fútbol. Millones de personas sufren cada semana por los logros de sus ídolos en una justa guerrera benigna y se toman esos logros como un triunfo personal, a menudo como reivindicación de su ciudad o de su país, como si las comunidades que los habitan fueran a mejorar en algo con los triunfos o a empeorar con los fracasos del equipo. Hace muchos años que me pregunto si no habrá pasado una catástrofe fisiológica que haga que la gente se sorprenda de que los japoneses sean entusiastas de su empresa, que les proporciona efectivamente dinero y seguridad en la medida en que tenga éxito, pero acepte como lo más natural el fervor por el fútbol. Cuando la pasión de los hinchas se desata es pérdida de tiempo explicarles que su equipo no puede tener razón en todas las querellas ni que no todas las veces que un árbitro señala una falta de algún jugador de su equipo está obrando por motivos espurios... Las masas son como la humanidad reducida en sus facultades a un infantilismo grotesco que produce más bien tristeza. Cuando su espíritu se traslada a la política da miedo lo que puede pasar: en alguna medida, las tropas de asalto nazis estaban formadas por adolescentes casi inconscientes de la monstruosidad en que tomaban parte.

Disputas por el mar territorial
Todo lo anterior se me ocurre después de ver en Twitter la orgía de rabia por la decisión de la CIJ sobre la titularidad de unos cayos y una zona del mar en disputa entre Colombia y Nicaragua. ¿Qué le diría a un nicaragüense que discutiera conmigo sobre el derecho de Colombia a poseer grandes extensiones del mar gracias a la titularidad de Roncador, un "territorio" deshabitado de 300 por 600 metros situado a 140 km de Providencia y a 210 de San Andrés? ¿Qué tendría que pensar un magistrado de esa corte? ¿Tendría que ponerse de parte del país más grande y más rico, que se justifica en derechos de épocas remotas sobre esas piedras (Quitasueño ni siquiera es tierra emergida sino un atolón de coral) para ejercer soberanía a muchos cientos de kilómetros de sus costas? La indignación, insisto, es pura pasión futbolística, y, como en el caso del fútbol la utilidad del éxito o el fracaso es nula para la persona concreta, aparte de la embriaguez de patriotismo y otras bajas pasiones, que desgraciadamente en los siglos de las masas reinan por todas partes con la misma irracionalidad. Bastaría con que otro país más grande peleara por el mismo "derecho" para que el fervor patriótico ardiera por las causas opuestas: los hinchas no pueden concebir siquiera la noción de la justicia o del derecho, sólo se aferran a la emoción que les producen sus fetiches y el secreto halago de la indignación.

Argumentos sobrevenidos
Muchos aprovechan la ocasión para criticar al gobierno, como si quisieran ayudarle a mostrar al mundo la monstruosidad del premio de los crímenes de las FARC como una buena noticia, ya que sobre eso no hay casi resistencia. Un hermoso argumento es el de la riqueza del subsuelo y la pesca. Acerca del subsuelo, primero ¿sería legítimo explotar una riqueza que está al lado de Nicaragua gracias a la titularidad territorial basada en esas piedras? Pero ¿alguien tiene datos ciertos de que se puedan extraer riquezas de ese subsuelo marino? ¿Y es que Colombia explota con acierto sus recursos pesqueros? Bah, pero ¿cuándo entenderán que para riquezas en Colombia hay muchísimas y son más bien una maldición, a tal punto que la hegemonía del hampa acaudillada por Santos es casi segura para mucho tiempo gracias exclusivamente a la riqueza petrolera: ya el descubrimiento de Caño Limón fue decisivo a la hora de aprobarse el funesto engendro del 91. Es inútil explicar algo a los hinchas: los países ricos son aquellos que tienen una población productiva e instituciones eficaces, las riquezas naturales, sobre todo las que están concentradas, sólo sirven para despertar la rapiña. Si fuera por riquezas bastaría pensar en todas las que actualmente explotan los terroristas de las FARC y el ELN y otras organizaciones criminales en forma de minería ilegal (la violenta protesta de los universitarios contra todas las formas de explotación legal por empresas especializadas tiene por principal objeto defender esos negocios). Otro argumento ligado a la desaprobación de Santos es el del cambio en la línea de defensa, gracias al cual se convierte a los magistrados de esa corte en personas tornadizas que prevaricaron porque no hubo un buen alegato de un jurista que los convenciera. ¿Quién demuestra que con otro argumento no habría decretado la corte que los cayos pasaran a Nicaragua, toda vez que están dentro de su plataforma continental, despoblados y sin conexión de ninguna clase con Colombia aparte de la titularidad otorgadas viejas disposiciones?

La noción de patria
Es siempre preferible una población indolente a una capaz de soliviantarse por motivos como ése y no por las infamias reales que afronta. ¿No es genial que después de ocho años de la peor corrupción de los comunistas en Bogotá los hayan dejado seguir en cabeza de uno de los peores, el más próximo personalmente a Hugo Chávez? Estaban felices porque los medios los alentaban a contrariar a Uribe. ¿No es un verdadero prodigio que la reciente atrocidad de Pradera, cometida sin duda para convencer del todo a los lugareños de que es mejor callar todo lo que saben sobre su exalcalde Sigifredo López, no haya dado lugar casi a críticas ni en la prensa ni en las redes sociales, como ocurre con todas las que han ocurrido en los últimos dos años? La propia vida vale poco para los colombianos porque lo único que los puede mover es el sagrado suelo de la patria, por mucho que nadie sepa dónde están esos cayos ni conozca a nadie que los conoce. A ese respecto el infantilismo ya roza la idiotez. Comparado con lo que pierde cada persona concreta con la legitimación que regala el gobierno a los terroristas y con el efecto del cogobierno que se viene, en forma de "príato" de décadas, la pérdida de toda la Amazonía sería nada, pero una nación de hinchas borrachos y vocingleros está demasiado ocupada con sus pasiones para pensar en su interés. Ni corto ni perezoso Santos se puso bravucón, tanto con la CIJ cuanto con las FARC, a las que ya les sacó una tregua en la que irán extendiendo el control territorial y preparando las masacres del año que viene, al tiempo que exportan cocaína y reclutan niños fecodizados en todo el país, toda vez que la negociación los hace respetables. No tienen que preocuparse por el ejército y la policía, ya Santos y el poder judicial se encargaron de intimidarlos. Pero a una chusma tan inepta es fácil manipularla con esa farsa y así, por mucho que crucifiquen a la canciller, de la que Santos podría prescindir sin perder nada, el plan criminal del gobierno avanzará sin resistencia: la indignación porque se perdieron millas náuticas en un mar remoto es la ocasión para perdonarse por la sumisión a los terroristas y al gobierno que los premia.

(Publicado en el blog País Bizarro el 21 de noviembre de 2012.)