martes, julio 05, 2011

La restauración cíclica

La historia reciente de Colombia se podría considerar teniendo en cuenta un siglo entero, o bien sólo los últimos sesenta años. En 1910 triunfa el "republicanismo" como encarnación de un proyecto que pretende superar los odios partidistas y el espíritu de la Regeneración. Esta fase de gobiernos conservadores más bien tranquilos y dispuestos a complacer ciertas demandas liberales se acaba veinte años después, cuando los liberales ganan las elecciones gracias a la división conservadora. A partir de entonces, y seguramente por la capacidad de repartir puestos estatales, el liberalismo se convierte en partido mayoritario. El nuevo régimen se caracteriza por la expansión del gasto público y la tributación que acompañan a la "Revolución en marcha", cuyo principal líder, Alfonso López Pumarejo, tenía trayectoria como financiero.

En 1946 gana las elecciones el conservatismo, esta vez gracias a la división liberal. En cualquier caso, para 1950 se da por seguro el triunfo del líder liberal Gaitán. Es interesante detenerse en este personaje, caudillo populista que se inspira en Perón y aspira a llevar adelante el programa socializante que había ido abrazando el Partido Liberal. ¿Cuál es el tema con el que atrae a las mayorías que le permiten triunfar en las elecciones legislativas de 1947? El rechazo a la oligarquía. Ya no se trata de un partido sino de los grupos que se habían formado alrededor del poder político y que las masas perciben como una minoría ínfima de privilegiados.

Quien haya organizado el asesinato de Gaitán se las arregló para asegurarse la impunidad. Por la fecha y por la reacción muy probablemente planeada que siguió al crimen, es más verosímil la participación del Partido Comunista, para el que Gaitán era un rival invencible. También por los evidentes esfuerzos por confundir al respecto. Pero quien más claramente sacó partido del crimen fue la "oligarquía", pues la persecución del Partido Liberal y su abstención en 1950 aseguraron el triunfo del amigo de López Pumarejo, Laureano Gómez. La violencia posterior devolvió al país a la época de la guerra de los Mil Días y a los odios partidistas, pero al cabo los líderes de los partidos se las arreglaron para repartirse el poder y restaurar el poder civil bipartidista, tras la dictadura de Rojas Pinilla. Al mando de ambos partidos seguían prácticamente las mismas personas que había antes del ascenso de Gaitán a la jefatura liberal.

El Frente Nacional, con su alternancia asegurada, se mantuvo por el periodo acordado de 16 años, pero sólo gracias a que veinte años después de las elecciones que habría ganado Gaitán se cometió un fraude contra el ganador de las elecciones. ¿Qué banderas enarbolaba Rojas y por qué tenía un apoyo mayoritario pese a su pasado golpista y a que sus huestes contaban con numerosos godos y ex policías, a diferencia de las de Gaitán? De nuevo el rechazo a la oligarquía, a las camarillas que gobernaban con el Frente Nacional y habían mandado en los años treinta y cuarenta. Todo el mundo sabe qué familias eran y son, y aun cuál es su juego y su efecto en la vida del país.

Uno de los más curiosos resultados del fraude fue la determinación de la oligarquía de explotar el castrismo, que reinaba en las universidades, como forma de atraer a las masas descontentas que habían seguido a Rojas hacia una oposición también controlada por ellos. Pese a que El Tiempo fue siempre el enemigo del general, fue ahí donde apareció la propaganda del M-19 en su primer momento, y uno de los herederos, el hermano mayor del actual presidente, creó una revista que fue en cierta medida órgano de la banda terrorista.

De nuevo se frustraba un intento de renovar las elites políticas apoyado por las mayorías. Y el antiguo régimen se sostuvo como siempre lo había hecho: comprando conciencias con los puestos públicos, a tal punto que el Estado se convirtió en nada más que un botín en el que los cómplices de los dueños sempiternos del poder accedían a ventajas de todo tipo y todas las posibilidades de prosperar eran ínfimas para los demás. Al heredero de Ospina Pérez siguió el hijo de López Pumarejo, y tras dos periodos de advenedizos sometidos a sus partidos (Turbay y Betancur), subió al poder otro patricio propuesto por El Tiempo y ligado a los anteriores gobiernos del Frente Nacional: Virgilio Barco.

Veinte años después del fraude contra Rojas Pinilla se da por seguro el triunfo de otro líder reconocido por las mayorías y enfrentado al clan López. El asesinato de Galán asegura la continuidad de la vieja "oligarquía" frente a un líder que de nuevo podría haber renovado las elites del poder. Cuando se piensa en la implicación de Alberto Santofimio, por una parte se olvida que la carrera de este político estuvo siempre ligada al clan López, y que la revista de ese clan descalificó todas las pruebas que lo comprometían.

Los veinte años siguientes conducirían, tras las guerras contra los carteles, los líos del presidente de las mafias y del clan López, la infame negociación del otro delfín con los terroristas y el ascenso de Uribe Vélez, a una nueva restauración de la misma casta oligárquica. Primero fue el asesinato, después el fraude electoral, después de nuevo el asesinato y ahora el engaño al electorado.

Porque hace falta ser idiota o muy cínico para no ver que el señor que se promovía con una página llamada "sinoesuribesjuanmanuelsantos" y usaba un actor con la voz de Uribe, en cuanto sube al poder nombra en el principal cargo del gobierno a un ministro cuya principal tarea es perseguir al uribismo, al tiempo que otros personajes de la oposición más brutal resultan promovidos. ¿Qué fue lo que la gente eligió? ¿Qué entiende el señor Santos que significa el mandato que tiene para gobernar?

Uno siempre está delante de los colombianos como ante gente que viviera en otro plano moral. ¿Para qué hay elecciones si finalmente el gobierno no responde a la voluntad de los ciudadanos sino que en cuanto legitima su cargo formalmente hace lo que le da la gana? El inspirador del nuevo gobierno, el filósofo y filántropo Felipe Zuleta, se felicita del engaño del actual presidente, pues en la lógica de estos pensadores, igual que en la del pensador complementario de Zuleta, Alejandro Gaviria, la voluntad de la gente no importa en absoluto.

La verdadera fuerza del proyecto restaurador, que garantiza la perpetuación de todas las desgracias del país, es la levedad del proyecto uribista: puestos a escoger entre el Estado de Opinión y la lealtad de los lagartos, todos los dirigentes próximos al ex presidente optan por lo segundo. Por mucho que cuenten con el respaldo claro de las mayorías, prefieren las migajas del poder que deja caer el defraudador a una determinación clara de renovar el país.

Colombia ha retrocedido en estos pocos meses varias décadas, como volviendo a su eje. La multiplicación de los actos terroristas es como un síntoma: da lo mismo que hoy por hoy las bandas castristas y sus proyecciones urbanas sean aliadas del gobierno contra las mayorías, la persistencia del viejo orden permite a los terroristas imaginarse como sustitutos, y la frivolidad de la cleptocracia asegura una disposición a negociar: ¿qué importa premiar los crímenes si a fin de cuentas lo que se paga es la libertad y los derechos de aquellos a quienes se engaña?

La restauración de Santos ha sido descaradamente el retorno de la peor cleptocracia, a un nivel que ni Samper y Serpa habrían imaginado. La multiplicación de los cargos burocráticos, la ley de víctimas, los intentos de aumentar la tributación de las empresas, etc., son la lógica de un sistema que no intenta representar intereses generales sino sólo repartir las rentas públicas entre los paniaguados con que se sostenían los abuelos de quienes ahora mandan.

Y para que Colombia dé verdaderos pasos hacia la asimilación a las democracias modernas es necesaria otra energía otro proyecto: desistir de los partidos dependientes de Santos y su reparto de prebendas, incapaces de expulsar a Pastrana los unos o de resistir la integración con la banda de Piedad Córdoba los otros, y buscar, aun desde la minoría más testimonial, la superación de ese viejo orden y del engendro de Pablo.

Para esa tarea el uribismo es en últimas un obstáculo. Millones de personas que desearían una administración de justicia eficaz y unas instituciones educativas con otra misión que propagar la ideología chavista se aferran a la imagen del ex presidente, cuyo juego político se limita a enunciar generalidades y cuyos compañeros de labor van de la nostalgia a la lambonería con el gobierno defraudador.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 23 de marzo de 2011.)