domingo, mayo 05, 2019

Bhagwan, una advertencia


Occidente en el presente siglo es una verdadera distopía, con una casta perversa controlando los medios de comunicación, las universidades, los organismos internacionales, las redes sociales, en gran medida los Estados y también la economía. La disposición de esa casta y sus ideas merece la máxima atención, y al respecto es muy elocuente la serie de Netflix Wild, Wild Country, que relata la trayectoria de la comunidad que dirigía el místico indio Bhagwan Shree Rahneesh, también conocido como Osho.

La década prodigiosa

Durante mucho tiempo el mainstream ideológico occidental ha impuesto la noción de que los años sesenta del siglo XX fueron "la década prodigiosa". Vale la pena detenerse a evaluar qué fue lo prodigioso. Alguien nacido después fácilmente estará tentado a creer que antes no había música ni alegría ni placer ni sueños. Si se piensa sólo en la música popular, los logros de las grandes bandas británicas hacen que los músicos de las generaciones anteriores parezcan muy inferiores sólo debido a su más modesto éxito comercial. ¿Cuál es el prodigio de los años sesenta? La rebelión juvenil contra la Guerra de Vietnam se "vende" a las nuevas generaciones como un gran avance cuando es exactamente lo contrario. Sólo habría faltado que los jóvenes estadounidenses de 1941 se hubieran negado a ir a combatir contra los japoneses y después contra los nazis. La victoria del comunismo, como se suele decir, tuvo lugar en las calles estadounidenses antes que en las selvas indochinas, y su fruto fue no sólo el avance totalitario en toda Asia oriental y la opresión de los vietnamitas y laosianos, sino también el genocidio de Camboya.

Contracultura
Mientras que en Europa proliferaban las versiones del comunismo que se apartaban de la "ortodoxia" soviética, trotskistas y maoístas (estos últimos entusiasmado por la orgía de persecuciones que se desencadenó en China con el curioso nombre de Revolución cultural y por la formidable inversión de ese régimen en propaganda), en Estados Unidos la rebelión tenía otro tono, más centrado en el rechazo de la nueva generación de "señoritos satisfechos" al deber y al esfuerzo y el disfrute optimista del "amor libre" y la "psicodelia". Al mando de esa corriente estaban los profesores marxistas de la Escuela de Fráncfort, cuya figura más popular, Herbert Marcuse, arrasaba en las listas de ventas de libros. La contracultura, como se dio en llamar a ese movimiento de elites que transmitían su modelo al resto de la sociedad, particularmente a los jóvenes, seguía la directriz del comunista italiano Antonio Gramsci, que llamaba a buscar la hegemonía ideológica a partir del dominio de los medios de comunicación, de las instancias académicas y de los ámbitos de expresión cultural.

Mundo, demonio y carne
La novedad, muy relativa, de los sesenta y el conflicto central, sobre todo en Norteamérica, es que grandes masas se alejaron de las creencias cristianas de las generaciones anteriores. La entonces reciente invención de la píldora anticonceptiva, la nueva prosperidad y la consecuente tendencia al relajamiento de las costumbres incentivada por el creciente consumismo ofrecieron a los jóvenes de entonces una sensualidad sin freno ni conflicto, que se sumó al constante estímulo a la vanidad y aun a la soberbia que define a la publicidad comercial. Los tres enemigos del alma que denunciaron los padres de la Iglesia. Ese nuevo confort ya había sido anunciado por Aldous Huxley en Brave New World, (Un mundo feliz), su distopía de 1932. Ese desdén por la milenaria tradición cristiana no le abre las puertas a un reino de la razón, como creerían los ateos vulgares, sino que comporta el renacer de todas las supersticiones, y también hace atractivas las doctrinas exóticas, como el zen y como las tradiciones indias. La adhesión de los Beatles a la "meditación trascendental" es un hecho característico de esa época. Parte de la "espiritualidad" de "nueva era", de la que el grupo de Bhagwan es una expresión característica.

El ashram

El gurú Bhagwan era un catedrático de filosofía que se había dado a conocer en India como brillante orador y polemista, y por predicar la apertura en materia de sexualidad. Así se lo empezó a llamar "el gurú del sexo". Una heredera de la industria naviera griega le proveyó recursos para crear la primera comunidad en un ashram (especie de monasterio) que crecería, con cada vez más proporción de catecúmenos occidentales y cada vez más implicación con corrientes estadounidenses de contracultura. Así, las prácticas místicas, mezcla de diversas tradiciones indias, al parecer adaptadas para atraer a los occidentales (a tal punto que el estilo del gurú se fue acercando al final al zen, tradición china con poca relación con India), se tiñeron de psicoanálisis y otras modas de Occidente. Las "terapias" se hicieron conocidas, lo que por una parte hizo multiplicar las visitas de occidentales ricos y por la otra causó problemas con las autoridades indias. El paso siguiente fue el traslado a un área rural de Oregón, donde tiene lugar propiamente la historia de la "secta". (No es posible ni sensato extenderse aquí sobre esa historia, vale la pena ver la serie de Netflix y buscar información adicional.)

Sofistas

En otro contexto me llamó la atención que el más conocido de los sofistas de la Grecia antigua, Protágoras, fuera célebre por su habilidad para atraer a gente muy rica y hacer así rentable su sabiduría. Creo que se puede hacer un paralelismo entre sus planteamientos y los de Osho, y también entre la trayectoria de la comuna de Oregón y el mundo moderno, controlado por elites frívolas, corruptas y y dispuestas a hacer el daño que haga falta para asegurar su dominación. La clave es el halago y la oferta de placer a personas que poseen recursos muy superiores a sus méritos y aptitudes. Protágoras, con la autoridad que le daba su brillantez, les aseguraba que el hombre es la medida de todas las cosas, Osho, que añadía el carisma personal y el encanto del exotismo, la noción de que el libertinaje no era la forma de echarse a perder sino un estado superior de conciencia. El relativismo de los antiguos sofistas, que negaban absolutos respecto al bien, la verdad o la belleza, encuentra su correlato en el eclecticismo de Osho, que mezcla el psicoanálisis con las doctrinas jainitas de sus antepasados. En la distopía que vivimos reina el mismo relativismo, la misma oferta de placeres fáciles y el mismo desdén por el conocimiento establecido.

Crímenes
El grupo de Bhagwan disponía de recursos fabulosos gracias a la adhesión de muchos miles de personas muy ricas, gracias a eso intentó llevar a cabo en el rancho de Oregón un proyecto de ingeniería social cuya base es esa abundancia. El paraíso en la Tierra que empiezan a construir pronto entra en choque con las costumbres y valores de los pobladores de las áreas vecinas, a las que los miembros de la comuna desprecian absolutamente. Allí se asentaron miles de sanniasins (discípulos), que tomaban parte en terapias costosísimas, para las que a menudo se financiaban mediante la prostitución (cosa que también ocurre con otras organizaciones de ese tipo, como la Cienciología) y otros negocios similares. Así consiguieron ganar las elecciones en el pequeño pueblo de Antelope, cuyas calles cambiaron de nombre (lo mismo que hacen los neocomunistas en España). Cuando se trataba de controlar el condado de Wasco, los discípulos estadounidenses inscritos eran insuficientes para ganar, por lo que llevaron indigentes de varias ciudades para que se inscribieran como votantes (ejemplo que permite entender el amor de los progresistas europeos por los inmigrantes musulmanes) y cuando a pesar de eso no había suficientes votantes para ganar, propagaron la salmonela en las ensaladas de los restaurantes de la capital del condado para que los enfermos no pudieran ir a votar. Además, planearon matar al fiscal de distrito, y atentaron contra la vida de miembros de la comuna.

Modelo

La distopía actual es la continuación de toda la que vivió el siglo XX, esta vez con un gran proyecto de ingeniería social que incluye la creación de un nuevo orden de castas (no otra cosa es el muticulturalismo, en el que cada individuo resulta preso en los rasgos de la comunidad que se le impone), en un nuevo despotismo ilustrado, con elites académicas, mediáticas y burocráticas (como las de la ONU) riquísimas y totalmente ajenas a las inquietudes de los ciudadanos. La comuna de Bhagwan anuncia en gran medida la disposición de esas elites. Se la describe a veces como una estafa, pero eso vendría a ser como considerar víctimas a los clientes de la prostitución. Sencillamente, los opulentos miembros de la secta disfrutan de ser a la vez autoridades espirituales, libertinos y usuarios de drogas, adalides del progreso, pioneros del paraíso y gestores de la economía y el gobierno. El exotismo del gurú y su relación con una cultura milenaria les permite epatar ("descrestar") a los de fuera y disfrutar de su vida comunal aislada. Recuerda a las elites artísticas, invariablemente "progresistas", cuyos mamarrachos demandan más recursos públicos cuanto más absurdos le parezcan al ciudadano corriente. La efímera trayectoria de esa secta puede orientarnos sobre el rumbo que está tomando nuestro mundo.

(Publicado en el blog Pais Bizarro el 22 de diciembre de 2018.)