miércoles, junio 27, 2012

El guía en su atolladero

Cesarismo
La actitud de la inmensa mayoría de los partidarios del expresidente Uribe prácticamente basta para explicar todas las actuales desgracias de Colombia: raro, muy raro es el que no supone que la solución única, y hasta suficiente, para las dificultades del país es que Uribe vuelva a la presidencia. Aún más raro es el que supone que la realidad actual puede ser el fruto de errores del expresidente. Imposible: en 2010 el legislativo elegido estaba formado por los mejores, el partido formado por los herederos de Uribe era casi perfecto, nadie conocía la trayectoria de Santos ni sus inclinaciones y las ocurrencias geniales del segundo gobierno de Uribe, como la segunda reelección (tras dos años de silencio del presidente) o el "Estado de Opinión", ¡fase superior del Estado de Derecho! sólo fallaron por la maldad de los malos que no permitieron al líder de la nación presentarse de nuevo.

Digo que eso basta para explicar las desgracias del país porque en el otro lado, en el del vasto contubernio de Santos con Gaviria, Samper y Pastrana (todos dedicados hoy por hoy a complacer a Chávez, a justificar con el mayor descaro posible el premio de los crímenes de las FARC y a alentar las infamias judiciales, a veces añadiendo penosas protestas y bravuconadas que sólo sirven para demostrar su compromiso con los terroristas) sólo hay reos de traición a la patria, por mucho que tengan todo el poder y una hegemonía casi absoluta en los medios de comunicación. ¿Qué se puede esperar que pase si los contradictores de un régimen criminal sólo proponen remedios brutales e ineficaces? Suponiendo que los partidarios de Uribe, o al menos quienes condenan los crímenes terroristas y su complemento judicial y periodístico en forma de persecución, que moralmente no es menos atroz que los cilindrazos y minas, fueran la esperanza de redención, ¡qué tristeza da comprobar en qué creen y cómo esperan hacer frente a la inevitable hecatombe del ascenso terrorista y el retorno de las peores épocas!

Es curioso que Colombia a lo largo de su historia se haya resistido a ese odioso endemismo hispánico del "hombre fuerte", que se encuentra por todas partes en los demás países de la región y que en gran medida es continuación de una vieja tradición de la España árabe. Uno puede malgastar su vida explicándoles a los uribistas que los países desarrollados lo son porque aceptaron vivir bajo instituciones democráticas como los partidos políticos y los límites al poder personal del soberano. Ni hablar de tantas cosas que el gobierno de Uribe podría haber hecho para modernizar el país y que no hizo, en buena medida por las necesidades de "gobernabilidad" pero sobre todo por el afán de buscar apoyos para las sucesivas reelecciones. El mismo Santos cohesionó a los viejos clientelistas "liberales", los antiguos "lentejos" que acompañaron a Pastrana, como base legislativa de Uribe gracias a la necesidad de apoyos para la reelección de 2006, para la que también fue necesario complacer a los gremios que se oponían al TLC complicando la negociación hasta que un triunfo demócrata ese año la archivó por un lustro.

Lo mismo se puede decir de muchas otras cosas: la educación superior pública siguió siendo el viejo adoctrinadero de sociópatas que es desde hace medio siglo, el poder judicial siguió en manos de los herederos de Carlos Gaviria y Alfredo Beltrán sin que se pensara siquiera de lejos en cambiar el orden impuesto por los carros bomba de Escobar, salvo en lo que concernía a los puestos del presidente y sus allegados, los partidos siguieron siendo las viejas máquinas de favores y prebendas y en cuanto tuvieron ocasión se inclinaron de nuevo por la negociación con los terroristas... La perfección con que sueñan los uribistas es un infierno bastante parecido al actual, que a fin de cuentas surgió del uribismo.

Improvisación
La historia de Colombia en las últimas décadas se podría resumir como el afianzamiento de un viejo clan oligárquico que a punta de violencia, propaganda y clientelismo se apropió de todos los resortes del Estado: el de los herederos de la República Liberal. En las décadas anteriores la gente los reconocía y se rebelaba cada cierto tiempo contra ese poder inicuo. Eso era el gaitanismo, basado en la adhesión al demagogo inspirado que prometía sacarlos del poder y que se encontró su balazo como todos los que los amenazan. Eso mismo fue la Anapo, basada de nuevo en la ilusión de un caudillo ajeno a esa oligarquía y más afín al pueblo. A la Anapo le inventaron una guerrilla formada por antiguos miembros de las FARC controlados por Daniel Samper Pizano y Enrique Santos Calderón que gritaban "Con el pueblo, con las armas, con María Eugenia al poder" y que aparecieron oportunamente un par de meses antes de las elecciones en que la Anapo podría haber vencido a López Michelsen.

Ese statu quo siempre ha vivido de alianzas con los comunistas, muy probablemente para el bogotazo (a fin de cuentas ocurrió contra el gobierno godo, que podría haberse perpetuado a punta de clientelismo, como había durado 16 años la República Liberal), después con las guerrillas "liberales", aun con las alianzas del MRL con el Partido Comunista, y después con la creación del M-19, hasta llegar a la actual campaña de propaganda por la negociación. Pero en contra nunca ha habido ningún proyecto que no fuera la nostalgia goda o la improvisación.

El liderazgo de Uribe surgió como respuesta improvisada al desastre del gobierno de Pastrana y su alianza con las FARC (ojalá no salgan ahora a negarla quienes la negaban antes, porque ya el inepto expresidente prácticamente la reconoce). No era la expresión de ningún partido arraigado en la sociedad ni de ninguna corriente de opinión clara. Uribe no sólo había estado siempre con el gobierno de Samper sino que incluso había sido el promotor del reindulto al M-19. Su elección fue más bien una opción desesperada de mucha gente que no veía otra solución que una intervención estadounidense, un golpe militar o el ascenso de Castaño. La imagen que vendía antes de 2002 sólo era la de la "mano dura" y eso bastó para que la gente lo escogiera.

Su primer gobierno fue casi de ensueño, dada la desesperanza que cundía antes. Pero ¿cuál era el proyecto de país que concebía? Uno en el que él era el presidente y acordaba con distintos partidos parlamentarios las leyes. Sencillamente la continuación de las prácticas clientelistas de antes, cosa que se evidenció con los escándalos de la aprobación de la reelección en 2005 (ciertamente la "yidispolítica" es persecución prevaricadora, pero sólo porque el clientelismo no es delito, y si lo fuera todos los que han estado en el poder deberían ir a la cárcel).

De modo que ante un éxito rotundo e inesperado, no sólo en cifras económicas sino también en popularidad, Uribe no encuentra otra solución para su sucesión que buscar ser reelegido, remedio improvisado que complace a todos los que disfrutan a su lado de las "mieles del poder". El precio, como ya he señalado, era la alianza con Santos y muchos políticos de ese estilo. Pero después del triunfo la visión de corto plazo sigue imperando: no se llega a concebir una organización política que no esté sometida a las agendas de personajes como Santos sino que al cabo de un tiempo no hay, a pesar de los éxitos y la popularidad, ninguna idea de lo que ocurrirá al acabarse la legislatura. Los "porfiristas"
(para recordar al mexicano Porfirio Díaz, un gobernante que se quedó varias décadas convocando elecciones, aunque otros como Stroessner también lo hacían, y que terminó llevando a México a la revolución de 1910) creen que la urgencia de la situación amerita cambiar las leyes cada vez que hace falta, siendo que esa urgencia y la misma "hecatombe" la provoca esa misma determinación predemocrática de imponer una autocracia plebiscitaria.

Aparte de la torpeza de esos inventos del segundo gobierno, y de la candidez de esperar que la Corte Constitucional desaprovechara la ocasión de acabar con el uribismo, por no mencionar las presiones que los mentores de los magistrados harían, llaman la atención las muestras de improvisación increíble: cuando estalló el escándalo del AIS en lugar de defender a Arias intentaron impedir que salpicara al presidente, pues todavía tenían esperanzas del referendo, para el que no había tiempo, y cuando vieron que no había remedio volvieron a esperar que Arias fuera candidato conservador leal y le ganara a Santos. La derrota del joven uribista en la consulta conservadora le abrió el camino a Santos, al que entonces apoyaron.

La agenda de Santos se evidenció desde el principio, desde antes de la posesión, pero el juego de Uribe desde entonces es otra muestra de ese cortoplacismo y esa falta de visión de que he hablado hasta ahora: frente a la persecución inmisericorde del gobierno, a su alianza con Chávez, con los hampones de las cortes, con los sicarios morales más desvergonzados, como Coronell, con los expresidentes que lo presionaban para que le despejara Pradera y Florida a las FARC, etc., Uribe no es de ninguna manera un opositor a Santos sino una especie de consejero descontento. ¿La razón? No ha entendido que el Partido de la U obedece a quien tiene el botín, y quien tiene el botín anda dedicado a destruir todo rastro que haya de uribismo. O si lo ha entendido no quiere aceptar que eso no va a cambiar. Al parecer aún confía que su "gancho" electoral podría hacerlo imprescindible como apoyo en 2014, o que esos congresistas podrían ayudarlo a buscar otra reelección.

Las elecciones de octubre de 2011 evidenciaron el retroceso fatal del uribismo: pese al prestigio y atractivo propios y al apoyo de Uribe, Enrique Peñalosa quedó muy por detrás del candidato de Santos. La maniobra del régimen de lanzar varios candidatos copiosamente financiados, cuya única tarea era distraer votos, no fue denunciada en ningún momento por el expresidente, que no vaciló en acompañar a personajes como Luis Eduardo Garzón, el antiguo dirigente del Partido Comunista que recientemente amenazaba con un millón de muertos, o a Armando Benedetti, el "uribista" que acusaba veladamente a Uribe de la bomba de Caracol y elogiaba a Chávez. Es el fruto de una política que desorienta por completo al votante, pues aparte de una minoría que presta atención a las intrigas políticas la gente no entiende que el gobierno y el principal partido están dedicados a perseguir al gobierno anterior. ¿Cómo lo va a entender si a fin de cuentas se veía a Uribe participando en la campaña del hijo de Roy Barreras en Cali?

Perspectivas
Como anunciamos repetidamente desde la posesión de Santos, la situación del Estado dentro del "conflicto" ha empeorado muchísimo y empeorará muchísimo más en los próximos meses, cosa bastante fácil de imaginarse dado que el gobierno favorece la extorsión en las zonas fronterizas y alienta a las FARC a controlar territorios, traficar con cocaína y cometer todos sus crímenes con la zanahoria de la negociación. Al mismo tiempo, el aumento de los ingresos asegura a Santos la lealtad de todas las clientelas. La perspectiva para 2014 es que Santos podrá presentarse a la reelección y ganar, o buscar metas más dignas de un estadista como él, dejando un heredero que también ganaría seguro.

El propio silencio del señor Uribe al respecto, idéntico al que observó entre 2007 y 2009, hace pensar que espera de algún modo volver a ser candidato, si no en 2014 sí en 2018. La reciente propuesta de Luis Carlos Restrepo de oponerse a la reelección de Santos y convocar una Constituyente fue rechazada por Óscar Iván Zuluaga, un político considerado muy próximo a Uribe: puede que la consigna para 2014 sea "Si no es Juan Manuel Santos es Uribe".

La realidad es que la orgía de masacres que se avecina conducirá a un acuerdo de Santos con las bandas terroristas, acuerdo que en gran medida ya opera (basta recordar el papel de Baltasar Garzón y la secretaria de Unasur en la búsqueda de una negociación pública, porque en secreto ya se da, con las FARC). Eso, sumado al control casi absoluto de la prensa, a la adhesión del poder judicial, ya cooptado por los terroristas, y sobre todo al peso del Estado y sus rentas mineras en la economía hará que la democracia colombiana expire del todo, y por mucho tiempo. El uribismo, la suposición de que no había alternativa a seguir al guía infalible que le abrió el camino a Santos y se mantuvo leal al Partido de la U y al Conservador aun después de la peor persecución, será una de las principales causas.

Explicar a los colombianos que las instituciones en cierta medida son tecnologías es una labor imposible: como esos ancianos que se resisten a admitir que podrían aprender a usar un PC, se obstinan en proclamar que las ruedas en el país pueden ser triangulares, que no hace falta tener leyes claras y correctas ni partidos cuyos militantes se sientan identificados con idearios o proyectos, sino sólo confiar en el hombre providencial que de tanta perfección gobernó los últimos años teniendo como principal ministro al señor que acordó una Constituyente no elegida con las FARC.

Una resistencia de ese tipo es la que necesita Santos para alcanzar la reconciliación y meter a las FARC en la Unidad Nacional para que su clan siga siendo dueño absoluto del país en el siglo XXI como lo fue en el siglo XX. ¡Hasta demócratas parecen! Sobre todo porque sus adversarios, que por lo demás son en gran medida personas que aspiran a las mieles burocráticas y se han visto desplazadas por los nuevos mejores amigos de Santos, no es que tengan mucho apego a la democracia.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 22 de febrero de 2012.)

sábado, junio 23, 2012

El marco moral para la paz


Avanza la negociación
El designio del presidente Santos de negociar las leyes con las FARC avanza prácticamente sin resistencia a pesar de ser opuesto a lo que la gente eligió. El déficit de civismo al que aludí en otra ocasión determina que no tenga respuesta ni oposición: los pocos descontentos están casi unánimente resueltos a convocar una Constituyente para cambiarlo todo y... ¡volver a elegir a Uribe! Otros consideran que no hay que desesperarse por ese juego de Santos, por ejemplo Alejandro Gaviria, que en un comentario en su blog asegura:
... pero las pasiones de la política me parecen algo absurdas: la gritería de unas barras enardecidas ante un partido cuyo resultado sabemos de antemano: 0-0.

Bueno, de momento van, ¡sólo en este año! más de ciento cincuenta personas asesinadas, cuestión que se resuelve con otra perla: ¡el poder de las FARC en el sur de Colombia es culpa de Uribe!

... En suma, los problemas de seguridad de Cauca y Nariño no son nuevos, vienen de tiempo de atrás, del gobierno anterior.
El error del presidente Santos no es la ruptura, es paradójicamente la continuidad, es no haberse dado cuenta, a pesar de su experiencia y sus muchos asesores, de que la Seguridad Democrática había fracasado rotundamente en el suroccidente colombiano.

De modo que está claro: para este decano el designio negociador no es la causa del fervor asesino de las FARC y preocuparse por la evidente multiplicación de los crímenes, no sólo en el suroccidente, es manía de idiotas cegados por el odio y ebrios de pasiones sin sentido.

Eso no es nada sorprendente si su propia universidad anda dedicada a revisar la opinión general sobre el Caguán. (Recomiendo al interesado estos videos en los que todos los participantes recomiendan recomenzar el proceso.)

Respecto a las causas de las recientes masacres en el sur de Colombia, otro comentarista de esa universidad, Román Ortiz, tiene una opinión diferente:

la intención de la dirigencia de las FARC es poner al gobierno en una posición imposible donde solo pueda perder políticamente. Por un lado, plantean una serie de exigencias para llevar a cabo la entrega de los cautivos. Por otra parte, incrementan la presión armada para hacer más costosa al gobierno cualquier concesión. Bajo tales circunstancias, si el ejecutivo escoge continuar con los contactos para facilitar la liberación de los secuestrados, automáticamente se expone a dar una imagen de debilidad. Por el contrario, si opta por endurecer su discurso, se enfrenta ser condenado por intransigente.
Queda la cuestión de quién condenará a Santos por intransigente. La intransigencia con el terrorismo es popular en Colombia, otra cosa son las cuentas de Santos, que busca comprar a todas las clientelas y aun encontrar respaldo y reconocimiento de Chávez y sus satélites, los parias que votaron en contra de la resolución de la ONU contra el genocida sirio.

Razones para negociar
Más interesante es lo que se aduce para legitimar la negociación. Por ejemplo, respecto a la decisión de "negociar en medio del conflicto" escribe en Twitter el expresidente Samper:

Si la condición para q se inicie un proceso d paz es q no haya hechos d guerra, no hay necesidad d buscar la paz porque ya estaría hecha
Tanta sensatez es casi previsible en el jefe político de Piedad Córdoba: no hay que ponerse demasiado exigentes para empezar a buscar la paz. Claro que también se podría recordar la historia de las negociaciones de paz, o mejor aún, el comienzo de la violencia. Sin ir más lejos, Samper tiene un hermano mayor que era uno de los principales impulsores del movimiento Firmes, que era la fachada legal del M-19 según los propios miembros de la organización terrorista. Es decir, ellos crean el problema y después lo resuelven. Al respecto se podrían decir muchas cosas, como el papel del clan familiar, emparentado desde el siglo XIX con los López, en la violencia, o la persistente tarea del Daniel Samper Pizano en impedir que se combata el tráfico de cocaína (sobre todo con ¡glifosfato!) o a las FARC.

Claro que en la época del M-19 y Firmes Ernesto Samper era el presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras, pues así son ellos, uno representa a los pobres y el otro a los ricos. El propio Alfonso López Pumarejo era banquero antes que político demagogo.

La misma sensatez exhibe otro angelito de buen corazón y espíritu solidario, el ex alcalde Luis Eduardo Garzón, que con toda la modestia del mundo declara:

Si Santos no hace la paz, nos vemos en un millón de muertos
Hace falta ser muy necio para no ver clara la amenaza. ¿Qué es la paz? ¿Cuál es el interés de Garzón en la "paz"? ¿Habrá quien recuerde que desde el Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista encargaba a las FARC sus proezas? ¿Y que fue candidato presidencial primero, y a alcalde de Bogotá después, a nombre del Frente Social y Político, que era un nombre de fachada del mismo Partido Comunista y que terminó integrándose con el M-19 en el Polo Democrático?

Mejor sería recordar cómo hizo carrera Garzón para llegar a la presidencia de la CUT: como profesional del Partido Comunista en Barrancabermeja, dedicado a administrar el poder que habían alcanzado ahí las bandas asesinas.

No, mucho mejor será recordar los resultados de la "paz" en Colombia. ¿Cuántos colombianos han muerto desde que Belisario Betancur empezara a negociar con los terroristas? Es porque sencillamente lo que todos estos personajes llaman "paz" es la rendición de los ciudadanos, a los que ellos someten y despojan. A punta de negociaciones de paz destruyeron a varias generaciones de empresarios urbanos y rurales, víctimas de la exacción más brutal, que se hacía realidad con secuestros.

Lo que sin duda traerá muchísimos muertos serán las negociaciones de Santos, y este año ya se ha visto. Lo que ocurriría en un país normal se vio durante los gobiernos de Uribe, con reducciones drásticas de las tasas de homicidios y secuestros, por mucho que los defensores del gobierno de Santos, como Alejandro Gaviria y todos los demás, intenten ocultarlo. Sencillamente se trata de aplicar las leyes que rigen en todo el mundo, no de premiar los crímenes, que es lo que proponen los que han hecho carrera a punta de asesinatos y complicidad con ellos, como los oligarcas Samper y sus recogepelotas.

Otro que expone argumentos hermosos sobre la paz es el propio hermano mayor del presidente, compañero de fatigas del hermano mayor de Samper en los setenta. No hay que ser muy maliciosos para comprender que el fomento del asesinato y el secuestro sirvió a la carrera política de los hermanos menores. Más aún que con ese fin de perpetuarse en el poder real (que conservan desde los años treinta) esperan que se desista de aplicar las leyes y se premie a los terroristas, que en definitiva son sus empleados.

Todos contentos
A esos designios del gobierno no hay nada que se oponga. Los partidos "uribistas" son los primeros en entusiasmarse con proyectos que son lisa y llanamente el premio del crimen, y la respuesta del guía infalible es un penoso lloriqueo que no excluye las componendas más deprimentes (por ejemplo en Twitter):
Senador Roy Barreras se compromete a ayudar a resolver injusticias contra militares y rectifica a Edulfo Peña de El Tiempo
Es muy importante que se entienda que no se trata de castigar a los autores del montaje contra Plazas Vega ni a la Corte que lo encargó, sino de inventarse algún mico para conseguir que suelten a Plazas Vega. El senador con el que cabildea Uribe es casualmente el ponente del "Marco legal para la paz", del engendro leguleyo que permitirá a Santos repartirse el poder con los terroristas. Ahí encuentra otro pretexto: ¡se hará justicia con los militares injustamente encarcelados! En un audio que nadie debería dejar de oír el hombre aclara el proyecto y explica el designio de paz de Santos, que resistirá a las peores adversidades:

Entiendo la preocupación de algunas voces que piensan que con los actos terroristas hay que echar atrás esas iniciativas, pero no será el terrorismo cobarde de las FARC el que le dicte la agenda ni al gobierno ni al Congreso.
El hombre lo repite varias veces, es una idea prodigiosa: en contra de lo que la gente eligió, de lo que se prometió en la campaña, el gobierno se propone premiar las masacres. ¡Y no son los terroristas que las cometen quienes le dictarán la agenda! Es exactamente lo mismo de Samper, pero con el correspondiente tono bravucón. Los crímenes terminan haciéndose necesarios, y si no lo son, en todo caso el gobierno no se va a dejar dictar la agenda.

El señor Uribe no está en un bando opuesto al del senador Barreras, con el que hace componendas. Los uribistas son por una parte fanáticos que desearían un régimen como el de Pinochet y por la otra están dispuestos a perdonarle a su guía la complicidad con el santismo. ¿Es tan complicado entender que no son parte de la solución sino del problema?

(Publicado en el blog Atrabilioso el 17 de febrero de 2012.)

martes, junio 19, 2012

El bando de Lucio


Las noticias sobre lo que ocurre en Colombia son cada vez más alarmantes, sobre todo por el creciente sentimiento de triunfo de los criminales de todo tipo y los terroristas, que un día imponen una sentencia monstruosa en términos jurídicos y aun morales, al siguiente masacran a varias decenas de personas, al otro profieren órdenes de captura increíbles... Los atropellos ya no respetan ninguna medida, ni tampoco se ocultan las alianzas evidentes entre las bandas terroristas y los partidos de la Unidad Nacional. Sencillamente, el gobierno de Santos está exultante con los altos precios de las materias primas, el reconocimiento que le dan en Europa los medios "progresistas" y sobre todo la pasividad de la mayoría de la gente, absolutamente confundida por los medios de comunicación y cebada en sus peores instintos por el poder, que explota los viejos recursos de la Inquisición y asegura su dominio borrando el uribismo con la más despiadada persecución.

El último episodio, la orden de captura contra el ex comisionado de paz Luis Carlos Restrepo, ya es el colmo: cuando se sienten tan seguros de poder corromperlo todo y cometer cualquier iniquidad, el paso siguiente es la multiplicación exponencial de los asesinatos y demás crímenes de las bandas terroristas. Lo increíble es la mezquindad de todos los que pueden preverlo y prefieren ceder a la intimidación de los paniaguados del régimen que advertir de la infamia que se avecina, mucho peor que el Caguán.

Nadie puede engañarse: a Andrés Felipe Arias le inventaron un delito imposible, sin dolo, sin ninguna implicación real, y a partir de eso le decretaron prisión preventiva. Al terrorista desmovilizado Olivo Saldaña le ofrecieron una gran cantidad para que involucrara al ex comisionado de paz Luis Carlos Restrepo en un delito en el que difícilmente tendría algo que ver, y con base en eso se resolvieron a procesarlo y dictarle orden de captura. No importa que la fiscal esté casada con un individuo de siniestra trayectoria, cuyos verdaderos crímenes denunció Restrepo, ¡ahora es éste el acusado!

Es muy llamativa la orgía de odio que cada episodio de ese tipo genera en Twitter, y nadie debe dudar de que buena parte de los perfiles más "productivos" pertenecen a gente que recibe incentivos, incluso puede que a empleados estatales cuya función es ésa. La situación fascinante que expliqué en mi post anterior de que los peores asesinos son los guardianes de la ley y los que esperan que se premie a las FARC se vuelven los más escrupulosos defensores de las autoridades existentes llega a extremos inverosímiles. Baste ver a estos próceres para entender qué está ocurriendo. Los invito a dedicar tres minutos a ver este video, porque verdaderamente este gobierno y su Unidad Nacional están haciendo historia.

¿No es encantador el tono severo del cómico delfín Gaviria? Parece que Restrepo pudiera ser acusado por ejemplo de acordar con Pablo Escobar una Constitución que le garantizara impunidad y haberle entregado una jaula de oro desde la que podía seguir ordenando asesinatos, como hacía César Gaviria, o que tuviera que ver en los innumerables prodigios del siguiente gobierno del Partido Liberal, en cuyo nombre habla el personaje. ¿No es genial? ¿Habrá que recordar a los Pepes y su alianza con el gobierno de Gaviria cuando Escobar se hizo incontrolable, o problemático por lo que había acordado con el gobierno?


Es la expresión de la Unidad Nacional. Después es formidable Luis Eduardo Garzón: ¡que Restrepo se reconcilie con la justicia! ¿No sería mejor que Garzón se reconciliara al menos con la verdad explicando a los colombianos cómo hizo carrera en Barrancabermeja al lado de las FARC y el ELN? ¡Semejante autoridad moral! Verdaderamente los asesinos y rateros son los aliados que encontró Santos. De hecho, en 2002 Garzón era el candidato del Partido Comunista que todavía no ha pedido a las FARC que dejen de matar colombianos, ¡que se reconcilien con la justicia! Parece mentira. ¡Poner en duda la justicia colombiana!

La sobrina de López Michelsen es aún más lucida: ¡rendir cuentas ante la sociedad! ¿No la recuerdan nombrando a Gloria Cuartas en un cargo de poder en Bogotá?

El más impresionante sin duda es Roy Barreras, amigo de Uribe (al cual éste le pide que se invente alguna ley para dejar en libertad a Plazas Vega). La indecente retórica de ese hampón hace pensar con mucha tristeza en lo que es el uribismo, pues a fin de cuentas se consideraba uno de los ases del ex presidente. De nuevo, un reconocimiento tácito a la fiscal. El presidente del Partido Conservador hace otro tanto, aunque con el correspondiente "guiño" a sus votantes menos dóciles: ¡presunción de inocencia! Como si no fuera clara la decisión de perseguir al ex comisionado por denunciar a Lucio y a la fiscal.

Lucio, el asesino aliado de Mancuso es el verdadero representante de este régimen. Todos los grupos de corruptos y terroristas están hoy unidos, tratando de excluir a una corriente mayoritaria entre la población a punta de persecuciones y manipulaciones de los medios. La grotesca pretensión de que Restrepo ha transgredido la ley, en boca de semejantes hampones, por no hablar de los frentes chavistas más rabiosos en Twitter, sólo muestra a qué nivel de delirio asesino se está llegando.

La próxima semana más masacres de las FARC. Están felices viendo decapitar a quienes las combatieron. Negar la alianza de Santos con esos terroristas es una forma de la mala fe.



(Publicado en el blog Atrabilioso el 10 de febrero de 2012.)

viernes, junio 15, 2012

Guardianes de la ley, la democracia y los derechos humanos

La ratificación de la infame condena al coronel Alfonso Plazas Vega por el Tribunal Superior de Bogotá dio lugar a toda clase de reacciones, que de algún modo son representativas del país y del momento que atraviesa. Los reproches del presidente eran previsibles y forman parte de su juego mezquino y deshonesto de mostrarse bravucón mientras en la práctica alienta todas las infamias judiciales (cosa que se puede comprobar con la persecución contra María del Pilar Hurtado) y muy probablemente también los crímenes terroristas (basta con ver la "reacción" al nombramiento de un traficante de cocaína ligado a las FARC como ministro de Defensa por su mejor amigo para entender que no puede ser inocente al respecto). La burda "pataleta" contra esa infamia es algo con lo que espera congraciarse con la gente que se indigna ante semejante infamia y "dar contentillo" a los militares.

Las respuestas de los editoriales y columnas también siguen el guión previsible: los editoriales de El Tiempo y El Espectador repiten los reproches presidenciales pero sólo con el fin de convencer a los lectores de que sí hubo graves atropellos de los militares. Los portavoces del terrorismo, es decir, los socios de Piedad Córdoba, felicitan a los descarados prevaricadores y un hijo de Alfonso Reyes invoca la infalibilidad de las cortes, aprovechando que la gente olvida que ese poder judicial es el heredero de los carros bomba de Escobar y los asesinatos y secuestros de sus socios del M-19.

Esa infamia, como tantas otras, como los miles de masacres que han cometido los terroristas supérstites después del triunfo que significó la Constitución del 91, se olvidará pronto porque en Colombia se desconoce el civismo. De otro modo Samper y su banda habrían sido procesados de muy diversas maneras por los asesinatos cometidos para favorecer a su gobierno y en los que no faltan las pruebas que comprometen a muchos de sus funcionarios. Basta con pensar en lo que ha ocurrido desde la posesión de Juan Manuel Santos, que en cualquier país civilizado habría llevado al procesamiento de todo el gobierno, para entender que a la gente no le importa, bien porque se deja manipular por la máquina de propaganda, bien porque las grandes fortunas de las regalías le permiten al fatídico autócrata tartamudo comprar conciencias a discreción.

Pero aun así, aun teniendo en cuenta todo eso y resignándose a que la desfachatez de los criminales es lo previsible en un lugar en el que prácticamente sólo se interesan por las cuestiones públicas los aliados del terrorismo, uno no puede leer algo como el comentario del benefactor de la humanidad León Valencia sin preguntarse si no estará probando a ver hasta dónde puede permitirse la burla. Bah, ¿cómo es que las personas supuestamente cultas que leen la única revista política del país toleran eso? Ya lo expliqué: en Colombia la industria del secuestro produjo una revolución que significó que las personas productivas fueran asesinadas, desterradas o empobrecidas, cuando no perseguidas por los "jueces", y las nuevas personas ricas son las que colaboraban con los secuestros o sacaban algún provecho de ellos (como las clientelas sindicales que parasitan al Estado).

¿Para qué volver al holocausto?
Por León Valencia

La sentencia tiene la enorme virtud de activar la memoria de los colombianos y abrir el camino para que cosas como estas no sigan ocurriendo.
Ya tiene mucha gracia que alguien que ordenó miles de asesinatos y secuestros se atreva a hablar de una resolución judicial. Pero el vómito que siente uno ante el desparpajo de semejante asesino es poco ante la fascinación que produce lo que dice la entradilla: de modo que condenar a treinta años de prisión a una persona sin ninguna prueba, por hechos juzgados y prescritos, con evidentes falsedades en el proceso y aun con la "paradoja" de que se lo condena por oponerse a una acción terrorista, ¡abre el camino para que cosas como "estas" no sigan ocurriendo! ¿A qué "cosas" se refiere? ¿A que se impida a los que secuestran gente imponerse sobre los ciudadanos? Pero ¿una condena se mide porque activa la memoria? Este asesino sigue en su viejo juego, ya veremos hasta qué punto.

En un párrafo de "El inmortal" Borges señala que la ciudad de los inmortales "es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasado y el porvenir y de algún modo compromete a los astros". Eso mismo se puede decir de esa sentencia, de ese artículo y aun de la desfachatez de los que lo publican: nadie puede decir que eso no lo afecta o le es ajeno, o que al respecto no puede hacer nada. Esos asesinos, que la semana pasada ya se dieron su festín y en los meses que siguen estarán dichosos haciendo de las suyas, obran así porque los colombianos son criaturas serviles e indolentes que no reaccionan ante tales prodigios.
El ambiente era tranquilo. Todo parecía indicar que el Tribunal Superior de Bogotá rechazaría la sentencia que condena al coronel Alfonso Plazas Vega. Circulaban rumores de que el magistrado Hermes Lara presentaría una ponencia negativa y los magistrados Alberto Perdomo y Fernando Pareja la acogerían.
Para sorpresa de quienes han querido echarle tierra a los dolorosos sucesos del Palacio de Justicia, Perdomo y Pareja no solo no aceptaron la absolución de Plazas Vega sino que fueron muy lejos e instaron a la Corte Penal Internacional a considerar un proceso contra el expresidente Belisario Betancur y ordenaron que el Ejército Nacional le pidiera perdón a las víctimas por las acciones delictivas de algunos de sus miembros en este acontecimiento.
El primer prodigio es el "factor sorpresa". Se trata de un relato rutinario, aunque todo es falso: en medio de un "ambiente tranquilo", en el que se preveían otras cosas, pum, irrumpió la acción del justiciero que llegó a poner las cosas en su sitio. Es que la frase es impresionante: "Para sorpresa de quienes han querido echarle tierra a los dolorosos sucesos". El lector ya está de parte de quienes no quieren "echarle tierra". ¡Y los dolorosos sucesos resultan algo que intentan tapar los defensores de Plazas Vega y no los terroristas y sus socios! Así es Colombia, los lectores de este asesino, ¿qué clase de gente serán? No hay que buscar mucho: son la clientela del terrorismo, llámense samperistas o comunistas, los serviles, totalitarios y corruptos son cada vez más claramente lo mismo.
La tormenta no se hizo esperar. Desde el presidente Santos para abajo, una nube inmensa de políticos, líderes de opinión y funcionarios públicos, incluido el ministro de Justicia, se lanzaron otra vez contra los jueces. Nada más desafortunado para el país. Nada más contrario al esfuerzo que debe hacer la sociedad colombiana para que estas atrocidades no vuelvan a ocurrir.
Perdón por insistir en esa idea, pero la "naturalidad" con que un asesino y secuestrador en absoluto arrepentido, y tampoco desvinculado de su banda, que sigue operando (el que quiera saber cómo tratan esas bandas terroristas a los desertores sólo tiene que buscar en google algún dato sobre Ricardo Lara Parada o Jaime Arenas) hable como el padre de la patria que se preocupa por lo que necesita "el país" refleja una disposición servil generalizada. No hablemos de que dictamine "el esfuerzo que DEBE hacer la sociedad" para que esas ¡ATROCIDADES! no vuelvan a ocurrir. No se refiere a que una banda de asesinos secuestre a las autoridades judiciales, cosa que sin duda intentaría el ELN, a cuyo comando central pertenecía el filántropo, sino a que se impidan. Tranquilamente: el benefactor de la humanidad ya pasa por encima de que el crimen fue la toma del Palacio por una banda de asesinos contratados por Pablo Escobar para dar por sentado que fueron los crímenes que absurdamente se atribuyen a Plazas Vega.
Si después del holocausto la dirigencia nacional hubiese tenido el talante moral y la valentía para avanzar en el esclarecimiento de los hechos y en la provisión de justicia, quizás se habrían evitado los magnicidios que hirieron el corazón del país a finales de la década de los ochenta. Quizás se habría aminorado o impedido la guerra atroz que se apoderó de la nación entre 1995 y 2005, década en la que se produjeron el 80 por ciento de las masacres, los asesinatos, las desapariciones, los secuestros y los desplazamientos forzados de los cincuenta años de conflicto colombiano.
Vamos a comparar la cantidad de muertos ocasionados por los terroristas del M-19 en el Palacio de Justicia y la de las víctimas de León Valencia como dirigente del ELN (sin aludir a su responsabilidad actual, sólo a lo que premió el gobierno de Gaviria). Son decenas de veces más, ¿por qué no aplicar el párrafo a esos hechos? ¿Se ha hecho justicia con los miles de inocentes secuestrados y asesinados por este cínico psicópata? ¿Con los niños reclutados? ¿Con los policías y militares mutilados y asesinados? ¿Se ha hecho un esfuerzo de esclarecimiento. No, ¡con la certeza de que se dirige a criaturas subhumanas sin conciencia ni corazón, se atreve a hablar de "talante moral". ¿No es increíble que el responsable de masacres, desapariciones, secuestros y desplazamientos forzados venga a hablar de cómo se podrían haber evitado? No, en realidad el público de su revista es la clientela que se benefició de todos esos crímenes.
Si en los meses que siguieron se hubiese sabido en detalle la responsabilidad de los militares en las desapariciones y ejecuciones de civiles o en la utilización desproporcionada de la fuerza en la retoma del Palacio de Justicia; si hubiésemos conocido y sancionado la actitud que tuvieron cada uno de los altos funcionarios del gobierno; si en las negociaciones de paz con el M-19 la verdad sobre lo que ocurrió ese noviembre de 1985 hubiese estado en la mesa, es probable que muchos militares se inhibieran en los años siguientes de la racha de ejecuciones extrajudiciales que pusieron en práctica, y que los políticos lo pensaran dos veces antes de enrolarse con fuerzas ilegales y, también, que la guerrilla se abstuviera de brutales actos de terror, como el ataque al Palacio de Nariño en la posesión presidencial de 2002 o la explosión de El Nogal en 2003.
¡Ahora unas desapariciones bien dudosas son los hechos importantes y no el asesinato de los magistrados! Y de ahí resultan excusables los "brutales actos de terror", ¡que son efecto de que no se castigó a los militares! Verdaderamente la vida de los colombianos no la estiman ellos mismos en mucho cuando toleran que los asesinos se burlen así en su cara. ¿Cuál es la racha de ejecuciones extrajudiciales? ¿Cómo puede un asesino volverse el veedor de la democracia y de la legalidad? Bueno, así se puede saber quiénes están gobernando a Colombia.
Claro que es discutible el llamado para que la Corte Penal Internacional investigue al expresidente Betancur. Belisario es, sin duda, la persona de Estado que más ha comprendido el conflicto colombiano y el más generoso en la búsqueda de la reconciliación del país. La guerrilla le pagó con la más vil de las monedas.
No creo que él hubiese preferido contraatacar el Palacio en vez de negociar con el M-19. ¡Y fíjense amigos lectores! El solo llamado produjo un hecho trascendental: Enrique Parejo, ministro de Justicia de la época, dijo que en los sucesos del Palacio hubo constreñimiento de las funciones presidenciales por parte de las Fuerzas Armadas. También puede ser discutible obligar a los militares a pedirles perdón a las víctimas, pero es una afrenta menor a la producida por el general Navas al calificar al coronel Plazas Vega como héroe de la patria en el momento en que se produjo la condena del militar.
De modo que es una afrenta considerar héroe a quien defendió las instituciones y no lo es exigir a los militares que pidan perdón a los terroristas. ¡Si lo dice este benefactor de la humanidad!
La sentencia del Tribunal de Bogotá tiene la enorme virtud de activar la memoria de los colombianos y abrir el camino para que cosas como estas no sigan ocurriendo. Porque... hablemos sin tapujos: si ahora mismo la guerrilla tuviera la oportunidad de tomar como rehenes a un grupo de altos funcionarios del Estado o de líderes políticos o de empresarios, lo haría sin escrúpulo alguno, y las fuerzas de seguridad tendrían igualmente como primera opción el rescate sin importar las consecuencias. ¿No es eso lo que ha ocurrido con muchos secuestrados?
Ya lo ven: si la guerrilla tomara como rehenes a un grupo de altos funcionarios, cosa que hará (y que a lo mejor el jefe sicarial está sugiriendo a sus compañeros), el Estado tiene que rendirse. ¿No es lo que dice?

Este hombre es en gran medida el ideólogo del actual gobierno, amigo personal del Hermano Mayor del presidente Santos, que en una entrevista de Semana afirma:
M.J.D.: ¿Y qué le ha aconsejado al presidente en ese tema?
E.S.: Nada que él no sepa. Que es deber del Estado estar buscando siempre una salida al conflicto que nos desangra. Aun a riesgo de equivocarse, como le sucedió a Betancur, a Gaviria, a Pastrana. Yo creo que se deben mantener los canales abiertos a las posibilidades de paz, que no dependen solo del gobierno. Hoy el balón está del lado de las Farc. Este gobierno ha hecho gestos y actos muy concretos, desde la Ley de Víctimas y de Tierras hasta las autocríticas sobre los excesos del Estado. Cosas que siempre han reclamado las Farc pero que no generan gestos correspondientes por parte de una guerrilla que no aprende ni olvida y persiste en un terrorismo demencial. En esa carta que Timochenko le manda al profesor Medófilo Medina, por ejemplo, no se abre una sola puerta.
Hay casi gracia en los eufemismos: no, premiar el crimen no es deber del Estado, cosa que tiene la misma gracia que la defensa de las leyes por su subalterno León Valencia: Enrique Santos Calderón siempre tuvo relación con las guerrillas y probablemente dirigía el M-19, o al menos le servía de enlace con el gobierno cubano. Cada vez que en ese párrafo se habla de "paz" se sobreentiende que es el premio del crimen, no la aplicación de las leyes. Los reproches a los terroristas llevan siempre el reconocimiento: si no persistieran en su "terrorismo demencial" sino sólo mataran soldados para dominar territorios y abolir la democracia, estarían obrando correctamente.

Bueno, es lo mismo de siempre: no es que un asesino se proclame defensor de la ley ni que un gerente del crimen manipule a la opinión con mentiras tan burdas, sino que la disposición servil e indolente de los colombianos les permite obrar así. Tanto los asesinatos como la desfachatez seguirán, aun, aumentarán, porque ¿hay alguna oposición a un gobierno que en realidad representa a los terroristas y sus clientelas y no a la gente que lo votó? El caudillo perpetuo, malogrado, está con los partidos que sostienen a ese gobierno, visiblemente más preocupado de su relación con los políticos que aprobaron la Ley de Víctimas que por hacer frente a ese proceso hoy por hoy inevitable.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 8 de febrero de 2012.)

lunes, junio 11, 2012

Intimidación de lujo

Colombia es diáfana, pero no para los colombianos, y eso sin duda por un afán secreto de engañarse que merecería atención de algún antropólogo o, mejor, de algún psiquiatra. Por ejemplo, la relación de las bandas terroristas con los grupos universitarios conocidos como "la izquierda" es manifiesta y directa. El Polo "Democrático" o los progresistas jamás han pedido a las bandas terroristas que desistan, sino que cobran sus crímenes exigiendo que se los premie con engaños que parecen concebidos para manipular a niños de cuatro años. ¿O qué es lo que hacen? Sencillamente hay una parte considerable de la sociedad, la que se lucra del Estado, que saca provecho de esos crímenes y los justifica y alienta. Ya sé que es algo que he repetido cientos de veces, pero casi todo el mundo en Colombia obra como si fuera de otra manera.

Otro ejemplo, la relación de los medios de la familia del presidente Santos con las organizaciones terroristas. En esta entrada de Atrabilioso enlacé numerosos documentos que muestran que el hermano mayor del presidente fue uno de los organizadores del M-19 y sin duda estuvo detrás de muchas de sus acciones, por mucho que ahora intente tapar su vinculación a la secta terrorista. Lo mismo se puede decir de la actuación de dicho prócer durante los años del Caguán. ¿Alguien podría explicar que todos los días la prensa diera por sentado que había que permitir a los terroristas reclutar niños en la zona de despeje y emplearla para atacar al resto del país?

Mi explicación de esa ceguera es ésta: el aislamiento hizo que en el centro de Colombia se mantuviera el espíritu de la Contrarreforma, con su terror, sumado a la esclavitud que impusieron los conquistadores. Eso explica el miedo a pensar, la humildad abyecta de la gente pobre, el resentimiento infinito de los que se atreven a renunciar a esa humildad, la tolerancia ante la crueldad o la trampa, el desprecio de las leyes, el servilismo repulsivo de las clases acomodadas ante los poderosos y la doblez general. De ahí que esas realidades obvias, como que los asesinos Petro o León Valencia nunca se han arrepentido de sus asesinatos y secuestros, o que cuentan con protección de gente muy bien relacionada en los medios oligárquicos, sean casi invisibles para los colombianos, o aun tolerables.

Pensando en la familia del presidente, no sólo su hermano mayor dirigía El Tiempo en los años del Caguán, presionando para la negociación mientras que los terroristas se adueñaban del país, con una responsabilidad aún mayor que la de Pastrana en todos esos crímenes, ya que el presidente era sólo un socio de los terroristas (lo ha demostrado con sus recientes declaraciones en Venezuela), mientras que Santos Calderón era uno de sus jefes (ver referencias a la "Alternativa de combate" en el texto enlazado arriba), también su sobrino es el director de la revista Semana, cuyos columnistas principales son casi unánimemente partidarios de los terroristas o en todo caso empleados de ellos en la tarea de la calumnia o el chiste soez contra Uribe y los militares.

Pero es aún más: los demás medios ligados a esa revista contribuyen a la misma tarea. Es el caso de la revista Arcadia, de la que quiero reseñar un editorial muy llamativo, muy diciente.
El prejuicio

La definición del vocablo prejuicio del DRAE dice así: “opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, de algo que se conoce mal”. Y prejuicio es lo que parece dejarse traslucir en las opiniones tenaces y desfavorables que han emitido, a una semana de su posesión, contra el nuevo alcalde de Bogotá desde sus columnas en El Espectador dos reconocidos intelectuales colombianos: Andrés Hoyos, propietario de la revista literaria El malpensante, y Héctor Abad Faciolince, uno de los escritores más apreciados del país.
La elección en octubre del año pasado de un ex guerrillero, que dejó voluntariamente las armas, en el segundo cargo político más importante de Colombia, un país empalado en la violencia ejercida por grupos ilegales armados y por el narcotráfico, fue una noticia que le dio la vuelta al mundo. Con la BBC y CNN a la cabeza, los más importantes medios de Occidente citaron las declaraciones de Petro tras la victoria —“Bogotá ha elegido a un hijo del proceso de paz de 1989 y demuestra con ello que la reconciliación es posible”— y reportaron normalidad en la comicios.
A ver, ¿cómo que Petro dejó voluntariamente las armas? Lo hizo después de que sus asesinatos y secuestros le aseguraran poder y rentas gracias a su alianza con los políticos de entonces. Pero ¿es que el que contrata a un sicario no es un asesino? ¿O es que Petro no ha estado desde entonces cobrando los crímenes de las FARC? ¿O cómo se entiende que en lugar de colaborar para impedir los crímenes de esa banda intenten destruir al gobierno que la combate y forzar una negociación que sencillamente ampliaría el poder de Petro y le dejaría otros aliados cobrando las masacres? ¿Habrá quien no quiera ver que tras el proceso de 1989 y la Constitución de 1991 la actividad de las FARC y el ELN se multiplicó? Es lógico: el Foro de Sao Paulo, al que pertenecían el PCC, el M-19 y las mencionadas bandas FARC y ELN, tenía ya cooptado una parte del Estado, sólo unos cuantos años de masacres le aseguraría el poder. Con el gobierno de Santos parece que lo han consumado.
Petro ha demostrado en pocos días una indudable inteligencia política. Tras un poco menos de dos años en los cuales la agenda mediática ha sido manejada con habilidad casi exclusivamente por el presidente Juan Manuel Santos, en menos de dos semanas el nuevo alcalde ha puesto sobre la mesa dos propuestas de trascendencia: la prohibición de porte de armas, y un rechazo al apoyo institucional a las corridas de toros. Ambas decisiones tienen un poderoso peso simbólico, dado el pasado armado del alcalde. Y lograron poner al país mediático —hoy mucho más democrático con la obligada inclusión de twitter y facebook— a debatir, dándoles a los ciudadanos un respiro a la agenda impuesta desde el palacio de Nariño. Eso forma parte del arte de gobernar.
Ahora resulta que como ya no mata directamente el prócer tiene derecho a desarmar a los ciudadanos para entregarle el monopolio de la fuerza a la milicia que piensa formar y que anunció claramente en la campaña electoral. Qué buena noticia es que un asesino amigo personal de Hugo Chávez quiera desarmar a la gente!
Por supuesto, en un país en el que ser de derecha es algo tan natural que ni se admite ni se reconoce, las críticas y temor ante una auténtica alcaldía de izquierda no se han hecho esperar. Se ha llegado al extremo de decir que es peligroso que a Petro le vaya bien porque eso lo convertiría en un fuerte contendor a la presidencia. Y ahora que ha nombrado un gabinete de lujo, en un país en el cual el ejercicio de la política se ha sumido en un aterrador desprestigio por culpa de la corrupción, se acusa a ese gabinete de falta de experiencia política. Nunca se oyó decir algo semejante cuando ganó la alcaldía el profesor de matemáticas Sergio Fajardo, a quien tanto admira Abad Faciolince. Es más, cuando los elegidos para cargos públicos provienen de la universidad privada, Los Andes más exactamente, se les suele denominar “tecnócratas” con satisfacción. Pero cuando vienen de la pública, de la Universidad Nacional en este caso, resulta que son “académicos” y por lo tanto inexpertos.
En Colombia oponerse al secuestro y al asesinato en masa se llama "ser de derecha". No hablemos de criticar a las bandas de asesinos como tropa al servicio de la oligarquía dueña de Arcadia y cuanta válvula busque el patético esnobismo local.
En su columna “Adios a las armas”, Abad Faciolince admite las bondades de la medida propuesta por el alcalde de prohibir el porte de armas, pero se va lanza en ristre contra Petro por haberla propuesto porque, según el columnista, no le compete: “el abandono de las armas, que es urgente y sería una medida pacificadora de toda la sociedad, que disminuiría nuestros vergonzosos índices de violencia, no puede venir de la iniciativa de un alcalde egocéntrico”. El hecho de que el Ejército haya aceptado la propuesta del alcalde indica que sí podía. Porque en política, los discursos, las palabras, esas mismas palabras que desde las humanidades defendemos tanto, son fundamentales y es a través de ellas que se ejerce el liderazgo político. Ellas propician la acción. (A Obama le dieron el Nobel de la Paz en reconocimiento a la importancia de las palabras.) El que sea el Ejército que firme un papel es un asunto secundario. ¿Y por qué egocéntrico? La gratuidad del insulto pone en evidencia la antipatía que le produce el alcalde, justo cuando la medida que ha tomado es la antítesis del egocentrismo: nada menos que buscar mecanismos para evitar que ciudadanos mueran asesinados.
Abad Faciolince es un sicario moral cuya carrera se debe a la explotación de su condición de mártir heredero. Su aversión a Petro viene de que lo acusa de haber incomodado a su amigo Carlos Gaviria, un jurista próximo a las FARC tan siniestro como el asesino Petro, o como la espeluznante editorialista, ¡capaz de decir que desarmar a los ciudadanos para que los maten como en Venezuela es ¡EVITAR QUE MUERAN ASESINADOS! En un lugar menos degradado moralmente una persona tan cínica sería acusada de asesinato: ¿o es que la indefensión de los ciudadanos que obran dentro de la ley no va a facilitarles el trabajo a los que portan armas ilegales? Es obvio, pero ¿acaso alguna vez han negado que quieren que Colombia tome el rumbo de Venezuela?
La columna “Petrópolis” de Andrés Hoyos es aún más sorprendente: le achaca su triunfo a una derecha dividida, y concluye que su gobernabilidad es muy débil y que no tiene por lo tanto derecho a hacer cambios profundos. “La ciudadanía lo que le dijo a Petro fue: arregle el caos, gobierne con ponderación y haga cambios modestos, mientras que él parece pensar que le extendieron una patente de corso para dar saltos mortales”. Cuando en el tercer país más desigual del mundo estamos ante una oportunidad de oro para equilibrar la balanza de la justicia social, Hoyos le dice a Petro que cuidado va y hace algo revolucionario. Que por favor acabe con los trancones y que con eso quedamos contentos. Pero el alcalde sí debe hacer cosas revolucionarias: él sí conoce las explanadas de miseria y pobreza que abrazan el sur de una ciudad injusta y triste, una ciudad de niños que pasan hambre, que tienen una educación deplorable, en la que la condena de la desigualdad se dicta desde la cuna.
Al lado del cinismo de esta asquerosa los terroristas que masacraron a varias decenas de colombianos estos días son casi gente decente. ¿por qué es Colombia el tercer país más desigual del mundo? Pues gracias a la gente "de izquierda", completamente parasitaria y hecha a cobrar el sueldo de decenas de personas por gritar e intrigar, a pensionarse a veces a los cuarenta años y a disfrutar de infinitas gabelas. ¿Qué sentirá un personaje así y los lectores? Pero ¿cómo es que la educación es deplorable? Claro, es sólo recitación de la burda demagogia del alcalde asesino y de la gentuza que lo promueve desde la prensa. ¿O alguien ha olvidado que la educación está en manos de un sindicato ligado a las FARC? ¿O la presencia de la ex presidenta de Fecode en los computadores de Raúl Reyes se debe olvidar? Claro que la condena de la desigualdad se dicta desde la cuna porque favorece a los dueños de Arcadia, que impidieron toda competencia encargando miles de secuestros.
Este editorial quiere invitar a estos dos importantes intelectuales a abandonar el prejuicio y a darle al nuevo alcalde de los bogotanos la oportunidad histórica que se merecen tanto él como la ciudad. Gustavo Petro ha llegado al poder por vía democrática tras una brillante carrera en el Congreso. No está de más recordar que él —al igual que Navarro Wolff—, dejó las armas tras un pacto con el establecimiento para luchar por sus ideales en la arena política, y ambos han cumplido su palabra a rajatabla —tanto que las Farc los desprecian—, a pesar del posterior asesinato de su líder, el carismático Carlos Pizarro. La historia, en este caso, nos da unos elementos contundentes para una reflexión más tolerante, más sosegada y más profunda.
¿El asesinato es una vía democrática? ¿O es que en 1991 no llegaron al poder? Si es por la elección como alcalde de Bogotá, es indudable que su ascenso es la obra de Santos y su interés en premiarse con el pretexto de las FARC.

Pero la frase que he puesto en negrita es particularmente diciente: no es que una banda de asesinos resulte premiada por corresponder a los intereses de una oligarquía corrupta, sino que tuvieron el noble gesto de no matarnos y secuestrarnos.

La legitimación de los crímenes monstruosos de esos canallas está dada por sentada, pero además hay una clara amenaza: ¡que no vaya a ser que se molesten y desistan de seguir por las buenas! En un país decente esa editorialista estaría procesada, pero en Colombia quienes procesan son los mismos criminales, como ella misma.
Somos muchos quienes pensamos que es una gran noticia el hecho de que un hombre que dejó las armas voluntariamente llegue al poder por la vía democrática. Por ahora, es necesario dar un compás de espera al nuevo alcalde. Que sea su gestión la que diga si ha contribuido, aunque sea en parte, a saldar la enorme deuda histórica con la justicia social.
Una gran noticia que un asesino gane las elecciones a pesar de que no obtuvo el voto de más del 15% de los ciudadanos que podrían elegir, y eso gracias a la maquinaria clientelista del samperismo y a la que construyeron los terroristas del Polo Democrático en sus ocho años de destruir la ciudad. En lugar de pagar por sus crímenes, resulta que les salimos a deber.

Más repugnante aún es la rutina de la "deuda histórica con la justicia social". ¿Cuántas veces hay que explicar que los grupos parasitarios que descienden directamente de los encomenderos son los que se lo reparten todo y condenan a la miseria a la mayoría? Basta con pensar en los ingresos de los lectores de esa revista y en su productividad y comparar esos datos con los de las clases acomodadas de un país civilizado. No producen nada, viven del Estado o de negocios relacionados con él, cobran varias decenas de veces el ingreso promedio y ni siquiera pagan impuestos. Esa retórica es exactamente la condición para que en un país haya bandas al servicio de gente así matando y secuestrando. Esos benefactores de la humanidad son los verdaderos asesinos, y los niños que ponen bombas son sólo su servicio doméstico armado.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 3 de febrero de 2012.)

jueves, junio 07, 2012

La revolución y el derecho


Una persona, cualquiera, puede estar tentada a suponer que las cosas de las que se entera ocurren sin su participación y que lo que opine acerca de ellas no impedirá que ocurran. Ahí hay un sobreentendido erróneo, que es el de la suficiencia de su opinión: como da lo mismo lo que piense, no hay que detenerse a pensar que puede haberse equivocado en algo. Así, la mayoría de los lectores de prensa hispanoamericanos pueden leer sin rabiar que el chavismo es una falsa revolución, sin darse cuenta de que hay fuerzas como el chavismo precisamente por la aprobación generalizada de esa idea de la revolución. Más aún, por la incapacidad de cada persona de explicar en qué consistiría la revolución que le gustaría que tuviera lugar.

Esa idea de la primacía de la opinión pública es de sobra conocida, debería bastar con la frase de Napoleón: "La opinión pública es un poder al que nada resiste", pero vale la pena citar a Ortega y Gasset:
... el mando es el ejercicio normal de la autoridad, [...] se funda siempre en la opinión pública, [...] jamás ha mandado nadie en la Tierra nutriendo su mando esencialmente de otra cosa que de la opinión pública […]. El hecho de que la opinión pública es la fuerza radical que en las sociedades humanas produce el fenómeno de mandar es cosa tan antigua y perenne como el hombre mismo.
Pero intentar definir qué es la opinión pública llevaría a pensar en la conciencia individual, que es donde dicha opinión se materializa. Para no extenderme en este preámbulo me quedaré con que la inmensa mayoría de los habitantes de Hispanoamérica aprueban la idea de la revolución y que el sentido que ésta tendría resulta en últimas difícil de definir para cada persona.

Si uno se ciñe a lo que dice el diccionario, la revolución es el "2. f. Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación". Y si se piensa en lo que define a esas instituciones se llega a encontrar un derecho positivo vigente, que es el que la revolución pretende abolir. No quiere eso decir que toda revolución en todo lugar sea ilegítima ni que ninguna ley deba ser abolida. Sólo que en Hispanoamérica y en la Europa meridional el sentido de ese cambio es desde finales del siglo XIX la abolición del cuerpo de leyes de la democracia burguesa y la imposición de un régimen colectivista.

Y como hay público para eso y la fuente del mando es la opinión pública, el derecho vigente en las democracias está expuesto a las presiones de quienes pretenden usar sus instituciones no para aplicar las leyes sino para impedir que se apliquen, para falsearlas. Esta imagen de portada de El País de ayer sobre las presiones que sufren los jueces que investigan los posibles delitos de Baltasar Garzón lo demuestra.

¿Alguien recuerda qué es el derecho? El titular no dice que el Supremo acepte la posible transgresión de la ley por Garzón, sino que sugiere que la validez de la ley depende de quién haga la acusación. La ley importa menos que el acusador, y ésta es una noción que adopta con gusto el lector "progresista" de ese periódico precisamente porque su progresismo es su simpatía por la revolución, es decir, por la abolición del derecho heredado de las tradiciones liberales. Para reforzar ese aspecto se recuerda el "valor" del juez pidiendo la extradición de Pinochet, de nuevo saltándose las normas del derecho en aras de complacer a la parte de la sociedad que pretende precisamente eso.

Cuando uno va a tener algún lector colombiano siempre está prevenido acerca de lo que entenderá por cada palabra. ¿Qué es "derecho"? Como obviamente todos lo saben demasiado bien, ¿por qué no contestan qué parte de la ley escrita autorizaba a Garzón a pedir la extradición de Pinochet? La disposición de esos justicieros es lo mismo que el crimen, pues cuando se les pregunta por qué no pedía la extradición de Fidel Castro, que ordenó fusilar a muchos españoles, siempre responderían defendiendo la legitimidad del tirano caribeño y su licencia para matar.

Lo mismo se podría decir del juicio contra el franquismo: ¿cómo es que al responsable de la matanza de Paracuellos, que a diferencia de los reos del franquismo está vivo, no lo procesa? Explicar cómo el ejercicio autónomo de la justicia inventándose las leyes conduce de por sí a la iniquidad es desesperante. ¿Para qué iban a hacer falta leyes escritas? La autoridad sin ley era lo que había antes y en realidad el anhelo de revolución es como una nostalgia de un mundo previo a las instituciones, y en países primitivos como el nuestro es la continuidad del espíritu de señores de horca y cuchillo como Álvaro de Oyón (que, como dato curioso, emprendió su rebelión en el mismo pueblo en que crecerían los angelitos coetáneos y compañeros en el Comité Central del PCC Luis Edgar Devia y Jaime Dussán) o Lope de Aguirre.

Lo que diferencia a España de Colombia es la mayor resistencia en el país europeo de las instituciones surgidas de la Constitución de 1978, que no cedieron ni a la presión del todopoderoso grupo de medios ni a las manifestaciones de los activistas ni a las amenazas de desprestigio del país ante los demás progresistas que pretenden abolir el derecho en países distintos al suyo, los mismos que justifican a las FARC en medio mundo.

En Colombia no ocurre nada parecido porque la revolución ya ocurrió al calor de los carros bomba de Escobar y los secuestros y asesinatos del M-19, cuya relación con los carros bomba de Escobar se mantiene oculta. El asalto al Palacio de Justicia fue el primer acto de esa revolución, con la aniquilación física de los que podrían frenar la extradición y defender la democracia ante las pretensiones de los terroristas. A partir de entonces hubo una larga negociación con quienes tenían el poder, el Partido Liberal, que terminó en la rendición de 1991 y la imposición de un orden que sólo requería otras décadas de masacres para llegar a la situación de Cuba.

El espíritu revolucionario floreció sobre todo en las facultades de Derecho de los años sesenta y setenta y se apropió de las instituciones judiciales. Todo lo que ocurre hoy en día y que escandaliza a muchos ocurre porque realmente no ha habido resistencia al dominio de los totalitarios en las altas cortes, tampoco durante los ocho años de Uribe. Pero sobre todo porque entre quienes opinan y tienen alguna influencia es hegemónica desde hace muchas décadas la adhesión a la revolución. Quienes añoran un derecho que respete las normas escritas son minoría, y basta ver las redes sociales para comprobarlo.

Las infamias monstruosas que hemos visto, sobre todo desde que subió Santos, gracias a la complicidad del gobierno con los terroristas erigidos en jueces, y más aún en 2012 con la obscena autoinculpación de Juan Camilo Salazar y la confirmación de la condena a Plazas Vega, son sólo parte de la revolución de las décadas anteriores, en las cuales la clase productiva fue despojada, desterrada y aniquilada a punta de secuestros para que la clase rica pasara a ser la de los tinterillos que han prosperado gracias a los secuestros, a la relación con el tráfico de cocaína de las FARC y el ELN, al saqueo de las arcas públicas y al testaferrato, siempre dependiendo de esas bandas. No es raro que sea tan raquítica la resistencia ante esos hechos, la "cultura" del colombiano todavía no llega a asimilar el derecho, se ha quedado en la revolución, en la suposición de que la justicia es lo que conviene a cada cual, y ante el poder que demostraron los terroristas lo más sensato es adaptarse.

Eso sí, el poder judicial persigue a los militares y a los uribistas, y dudar de que con eso se busca sobre todo legitimar no sólo al M19 sino también a las FARC, con las que Santos negociará, es pura mala fe. Sencillamente, las fuerzas revolucionarias se apropiaron en 1991 de una parte del Estado, la decisiva, y desde ahí le abren el camino a las tropas. Los sicarios de los medios y las redes sociales son sólo otro frente.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 1.º de febrero de 2012.)

sábado, junio 02, 2012

¿Maduros para la democracia?


La cantidad de respuestas desconcertantes que se encuentra quien plantee que Colombia debería cambiar su Constitución política recuerda un lugar común de los representantes de las dictaduras militares que hace unas décadas asolaron a la mayoría de los países de Hispanoamérica: "Es que el país no está aún maduro para la democracia". Ya he explicado alguna vez que el término está tan falseado que hasta los terroristas se llaman "Polo Democrático", de modo que es difícil saber qué entienden los demás colombianos por "democracia".

Analizar esas respuestas serviría por una parte para darse cuenta de que el programa de los comunistas es muchísimo más popular de lo que se cree, y también de que en el bando contrario reina la confusión y aun el conformismo.

Para aludir al escepticismo ante la idea de convocar una Constituyente se puede empezar por el recelo del expresidente Uribe ante la manía colombiana de resolver los problemas expidiendo decretos. Ese recelo llevado al extremo conduce a graves extravíos y tiene mucho que ver con el ascenso de sus enemigos en los últimos años: por un lado se reconoce la ley escrita y a las autoridades existentes (en lugar de superar la infamia de una norma básica dictada por un jefe del tráfico de drogas aliado con una camarilla de tinterillos venales y una banda de asesinos), y por el otro se infiere que las leyes son declaraciones vacías sin relación con la realidad, como en la famosa frase de Groucho Marx: "Éstos son mis principios, si no le gustan tengo otros". "Respeto las leyes, si no me convienen las cambio", como ocurrió con la fatídica ocurrencia de la segunda reelección (que obviamente era sólo el primer paso hacia la presidencia vitalicia y un régimen hispanoamericano, tipo Somoza o Stroessner).

Resulta que hoy en día la principal función de los jueces es prevaricar y servir a los intereses de camarillas aliadas de Chávez, los terroristas y los traficantes de cocaína, y que ese poder está sustentado en la legitimidad de una norma que los uribistas no cuestionan. ¿Cómo esperan superar esa situación? Nunca lo pretendieron cuando tenían el poder ejecutivo y la relación directa con las mayorías, señal de que sus miras no iban por ese camino sino por el de entenderse con esa clase de personajes (cosa fácilmente comprobable en la conducta de los congresistas y senadores elegidos por los partidos que Uribe promovía y que hoy secundan, prácticamente sin excepción, la persecución que emprendió el gobierno criminal).

Aun entre los críticos se encuentra uno con muchísimos que aseguran que en caso de convocarse una Asamblea Constituyente ésta sería manipulada por los políticos. De hecho, el odio "genérico" a los políticos es una condena taimada de la democracia, pues no es concebible un régimen democrático sin personas dedicadas a administrar el Estado. Pero también en los demás sistemas de gobierno hay políticos, y siempre mucha más corrupción, sólo que al no haber libertades no se conoce.

Aparte del desdén por el sistema democrático esas personas manifiestan un tremendo desprecio por la ciudadanía: parece que hubiera que resignarse a que los jueces fueran camarillas de criminales porque de otro modo se correría el riesgo de dejarse engañar. Y que una norma que de forma manifiesta autoriza a matar gente para abolirla merece defensa a causa de ese riesgo virtual.

En ese grupo numerosísimo no faltan los que juran que una Constituyente es lo que necesita Santos para repartirse el poder con las FARC. Si pudiera convocarla y dictar una Constitución más afín a los intereses terroristas, ¿qué lo detendría? Y en este caso la confusión sobre el sentido de la Constitución de 1991 es aún más grave: ¡la norma que entrega el poder judicial a los terroristas resulta ser un dique de contención contra su ascenso!

Primero hay que entender que el comunismo es una concepción de la sociedad y un proyecto político muy preciso que cuenta con una compleja organización internacional. El M-19 sería una organización distinta de las FARC, pero en cuanto proyecto comunista siempre estará de parte de la otra banda. Cuando la Constitución le entrega una parte significativa del poder a esos terroristas, se debe entender que el comunismo ha conquistado una parte significativa del Estado y sólo necesita un empujoncito para hacerlo colapsar y esclavizar a la sociedad. La disposición del poder judicial colombiano desde entonces lo demuestra. La Constitución del 91 es tal vez el principal acicate de las FARC, no sólo por el ejemplo de que "el crimen paga", sino por las garantías expresas que tienen para cometerlo.

Pero si se admite esto, ¿qué es lo que impide decidirse a cambiar ese poder judicial y a nombrar tribunales que juzguen a los prevaricadores que ahora protegen la actividad terrorista? Las propias leyes vigentes bastarían para condenar a los del montaje contra Plazas o la impunidad de Teodora. Claro que cualquier proyecto que se quiera emprender ofrece dificultades, pero en este caso la mayor es esa pereza de hacer frente a una realidad monstruosa.

Y no tiene sentido suponer que una movilización cívica acompañada de propuestas de textos y de listas de candidatos a delegados vaya a ser derrotada por los políticos afines al terrorismo. Quienes así razonan obran en definitiva de tal modo que permiten que sus representantes en el legislativo sean verdaderos delincuentes. ¿Cómo es que el engendro de Pablo fue aprobado por menos del 20% de los ciudadanos que podían votar? ¿Cómo es que a pesar de la campaña de los medios y del terror continuo Uribe fue elegido en 2002?

Esa desconfianza sólo es muestra del escaso arraigo de los valores democráticos: en todas las sociedades anteriores se temía el Apocalipsis si llegaba a permitirse elegir al gobierno a los tontos y a los malvados (por no hablar de los prejuicios contra los negros o las mujeres). ¡Qué raro que las sociedades más prósperas y libres sean democráticas!

(Publicado en el blog Atrabilioso el 26 de enero de 2012.)