domingo, octubre 23, 2011

Aclarémonos

Una idea recurrente en la propaganda de la universidad es la de que el "conflicto" no se acaba "a bala". ¡Hay que negociar! A partir de ahí, quien se opone a que se negocien las leyes con los terroristas es un enemigo de la paz, y la presión alrededor de esa idea es tal que ya la gente se ha acostumbrado a creer que la existencia de negociaciones de paz es lo mismo que la paz. Los adoctrinados ya confunden ambas nociones, por mucho que pensándolo un poco sale claro que las conversaciones de paz son el objetivo de la guerra, y viene a ser como si la disposición a entregarle la billetera al atracador se llamara "seguridad". Ese mecanismo perverso, muestra de algo que decimos hace tiempo, que los ejecutores de atrocidades son otras víctimas en comparación con los intelectuales y profesores que los dirigen a distancia, es la ideología de los medios colombianos.

El caso es que si un día el gobierno negociara las leyes con unas bandas de asesinos se habría abolido por completo el menor vestigio de democracia. ¿Para qué habría elecciones? Pero eso es exactamente lo que se propone el gobierno de Santos, buscar que la presión venezolana y ecuatoriana, con el respaldo de Brasil, lleve a una mesa de negociación en la que sean los asesinos y secuestradores quienes impongan normas y presupuestos a los demás colombianos.

Oponerse a tal designio es una obviedad para cualquier demócrata, pero cuando uno escribe eso recuerda que lo van a leer colombianos. ¿Qué es "demócrata"? La proyección urbana y legal de las organizaciones terroristas se llama "Polo Democrático". El lenguaje es para los colombianos cualquier cosa, sobre todo en el ámbito de la política, de tal modo que la caterva de hampones de origen "liberal" (es decir, socialista, ya que dicho partido pertenece a la Internacional Socialista) que se agruparon alrededor de Uribe en el Congreso se llamaron "Partido Social de Unidad Nacional". ¿Alguien entendió que había un proyecto llamado "Unidad Nacional" consistente en comprar a todos los lagartos gracias a un gigantesco desfalco llamado "Ley de Víctimas"? Tal vez lo pensaba Juan Manuel Santos, pero la gente acudió a votar por el "Partido de la U" sin prestar ninguna atención al nombre, sólo a la primera letra. Las palabras son gratis y quieren decir cualquier cosa. Los asesinatos en masa, como los del Cauca la última semana, parecen la sombra de esa actitud, porque cuando las palabras significan cualquier cosa la gente también se cosifica.

Fuera de Colombia es una obviedad y a nadie se le ocurriría que las leyes se pudieran negociar con bandas de asesinos, pero al pensar en eso hay que volver a esa idea de las palabras que significan cualquier cosa: ya no se trata de las costumbres, sino que las leyes colombianas autorizan la impunidad de los criminales, tal como expresamente aparece en la Constitución y se da por sentado siempre que se aluda al "delito político", falacia criminal que resulta inconcebible en la ley de cualquier país europeo. Como las palabras son cualquier cosa, nadie se fija en el contenido de la constitución del país, sólo los que usufructúan un orden jurídico que hace del país algo bastante parecido a la Venezuela de Chávez.

Así, se podría decir que en Colombia hay dos bandos, uno, mayoritario fuera de la universidad, que se opone a que se decidan las leyes a punta de asesinatos y supone que se debe respetar el resultado de las urnas, y otro, hegemónico entre los periodistas, jueces y profesores universitarios, que plantea la necesidad de esa negociación. Como en realidad esos bandos vienen a corresponder en términos sociológicos a las clases sociales básicas de la sociedad, a los criollos y sus descendientes en el bando del látigo y los demás poniendo los muertos, la percepción resultante es la que promueven los medios de comunicación, que en el caso de los medios escritos corresponde a la visión de los grupos dominantes. A los grupos que plantean un rumbo como el cubano gracias a una negociación con los terroristas se los considera la "izquierda" y a quienes nos oponemos nos llaman "derecha".

El problema de la indigencia intelectual generalizada es que mucha gente termina adoptando esos rótulos sin conocer del todo su significado. Cada vez que alguien que se opone a los terroristas y a quienes cobran sus crímenes se define como de "derecha" legitima al otro bando, que resulta descrito como el de los progresistas, liberales, modernos, etc., cuando sólo representan la dominación de siempre ejercida a través de las tropas de niños que castran policías en público y destruyen poblados de gente humilde. El necio se pone con orgullo el pin de Hitler para humillar al secuestrador que lleva el de Olof Palme.

¿Qué es izquierda y qué es derecha? Según el diccionario, la derecha es la corriente de las personas de ideas conservadoras, que pueden ser las ideas de personas racistas partidarias de excluir a los grupos antes dominados; las personas partidarias de conservar las desventajas de la mujer respecto del hombre; las personas que valoran sobre todo la autoridad y la jerarquía; las personas que quisieran volver a otras épocas; las personas afectas a un orden tradicional que no ven problema en las desigualdades económicas existentes en la sociedad.

Si se juzgara por los valores reales de los grupos de poder que se presentan como "izquierda" se podría asegurar que esas personas son sencillamente de derecha. ¿O cuántos negros hay emparentados con las familias Samper, Santos, Lleras, López, etc.? ¿O no son esas familias y unas cuantas decenas más herederas del orden viejo las que dirigen la "izquierda"? ¿O no son las rentas de los típicos funcionarios estatales de "izquierda" escandalosamente superiores a las de los demás ciudadanos gracias a la relación privilegiada que tienen con el poder político? ¿O no son las bandas terroristas que hacen el trabajo sucio para esas familias y sus redes de lagartos el extremo de sujeción a la autoridad y la jerarquía?

Pero para la buena conciencia del "universicario", del jovencito capaz de aprobar exámenes al que "igualan" a punta de halagos los profesores de las universidades públicas, siempre hay una derecha de terratenientes y ganaderos (los dueños de la izquierda son demasiado ricos y demasiado "finos" para lidiar con ganado, pero los estudiantes creen que por adoptar cierta indumentaria y cierta jerga se parecen a sus amos y se incluyen en los grupos privilegiados).

En todo caso, cuando uno se opone al terrorismo y a la negociación política con los terroristas (que es una máscara del terrorismo tal como el que cobra el secuestro es un secuestrador y no un liberador) no está de por sí contra el progreso ni contra la modernidad. Pero hay gente que sí lo está, y si este escrito se titula "Aclarémonos" es porque la existencia de esos conservadores, reaccionarios, tradicionalistas, integristas católicos, intolerantes, "homofóbicos" y demás termina siendo la legitimación perfecta que necesitan los empresarios del terror.

Puede que la mayor parte del activismo hostil a la propaganda de Semana y El Espectador esté formado por personas de ideas conservadoras como las descritas. Y para mí es muy grave que esas discusiones primen sobre la cuestión decisiva, que es la superación del "conflicto" por desmovilización de las bandas terroristas. Pero desgraciadamente es así: como si la cultura de la muerte se hubiera hecho tan "natural" que ya no importara, ni siquiera el avance de las bandas terroristas, la gente anda más ocupada en prohibir las drogas o buscar que se encarcelen abortistas que en formar una mayoría opuesta a las FARC.

Parte de ese interés de ocultar la cuestión se detecta en la columna de León Valencia que comenté la semana pasada, pero también en este artículo-reportaje de Semana. Este blog, que jamás ha mostrado la menor condescendencia con extremistas, aparece como uno de los órganos de la derecha radical, a la que le cuelgan el "alzatismo" y aun la adhesión a Hitler, Ramiro Ledesma y otros personajes parecidos. Un esfuerzo de manipulación que muestra a esa revista como un órgano bastante cercano a la propaganda hitleriana, aunque con la tosquedad y zafiedad de una sociedad esclavista tropical.

A mí me gustaría que quedara claro: la agenda conservadora se podría discutir y podría haber muchas cuestiones que merecerían reconocimiento, pero no es lo que se discute en Colombia ni lo que distingue a la mayoría de los partidarios de las bandas terroristas y sus patrones. Cada vez que se insiste en el afán de prohibir las drogas se llena de razón a los amigos de la "izquierda", que siempre tienen "argumentos" más eficaces con los que ocultan su verdadero interés de crear un régimen totalitario gracias al terror. Lo mismo ocurre si se trata de la unión de personas del mismo sexo (la cuestión de la palabra "matrimonio" es demasiado sutil para un medio como el colombiano) o de lo que se podría hacer para combatir el aborto.

Cada cosa que existe en el mundo empezó siendo una anomalía que terminó arraigando. Cada especie de ser vivo y aun cada filo y cada orden. Cada costumbre y cada lengua. El territorio de la Nueva Granada o Colombia se fue convirtiendo, a punta de "educación" y propaganda como la de Semana en la tierra del crimen, en el lugar que nunca sale de sus asesinatos en masa y sus bandas de secuestradores. ¿Cuándo entenderán que las manías "identitarias" de quienes pretenden oponerse a dicha facción se vuelven elementos legitimadores?

(Publicado en el blog Atrabilioso el 13 de julio de 2011.)