miércoles, marzo 27, 2013

Cacerolazo


El cacerolazo es una vieja forma de protesta que en Colombia no ha encontrado arraigo por la bajísima densidad de la población de las ciudades. No sé de quién fue la idea de convocar un cacerolazo contra Santos, pero tarde o temprano se plantearía esa respuesta ciudadana, que esta vez ha encontrado muchos entusiastas en las redes sociales.

También está muy bien que se centre en el rechazo al autócrata Santos y a su gobierno más que en la afirmación de ninguna alternativa: lo que se rechaza es el cogobierno con los terroristas y la evidente corrupción que reina (¿qué otra cosa es la multiplicación de cargos públicos superfluos para comprar lealtades?). Muchos descontentos no somos uribistas y no por eso vamos a callar ante ese gobierno funesto.

Lo que pasa es que entre los convocantes se nota la falta de experiencia en materia de activismo, y así no falta el que quiere reunir a la gente en la plaza de Bolívar de Bogotá. Si alguien pudiera contar con que hubiera 2.000 manifestantes que hicieran acto de presencia, ¿qué necesidad habría de llevar ollas? Sería una incomodidad añadida para la gente. Lo que pasa es que eso es bastante más difícil de lo que se piensa. Los que llevamos algún tiempo en Twitter recordamos el fiasco de las manifestaciones del 4 de marzo de 2011, que en su convocatoria bogotana ciertamente no juntaron a 500 personas. Y el entusiasmo en Twitter era aún mayor que ahora.

No, hay mucha gente descontenta pero muy poca que va a atravesar las ciudades para ir a un sitio a protestar. El cacerolazo es una iniciativa en la que algún valiente empieza solo y atrae a algún otro. Lo corriente en esa clase de protestas es que la gente lo haga en su casa, pero eso en Colombia puede ser problemático, de modo que sería deseable que hubiera al menos veinte sitios de Bogotá en los cuales se pudiera contar con la presencia segura de tres o cuatro personas que empezaran. Tendrían que ser sitios cercanos a zonas de alta densidad de población para probar a invitar a los vecinos a sumarse, pero si no se consigue, al menos ese grupo pequeño podría hacer bastante ruido.

Mucha gente parece creer que algo como la manifestación del 4 de febrero de 2008 es fácil de repetir, pero entonces se contó con el apoyo de los medios, que no podían "pasar de agache" porque quedarían aislados y desprestigiados. No se podía evitar que la gente viera a Uribe en los las transmisiones de los consejos comunales ni en declaraciones que tenían que ser noticia porque era el presidente. Hoy en día no pasará nada parecido y por el contrario, los medios están comprados para hacer propaganda de Santos, cosa que era evidente hace año y medio, cuando publicamos el video #AlertaAutocracia, enlazado arriba.

Yo me atrevería a asegurar que aun a pesar de que no hace falta ningún gran esfuerzo ni atravesar la ciudad y que muchos activistas lo harán seguro, no habrá en Bogotá siquiera mil personas participando en el cacerolazo. ¿Y qué? Aunque fueran sólo cien, hay que intentarlo. Aparte, figúrense que en un pueblo apartado hay una decena de personas que quieren protestar, o menos, ¿no se tiene en cuenta su disposición? Lo ideal es que en todos los municipios importantes haya quien proteste. De hecho, creo que esa primera muestra de rechazo ciudadano al sátrapa podría ser el comienzo de una rebelión que le impidiera reelegirse.

Ojalá se consiga en Twitter acordar al menos veinte puntos de encuentro en Bogotá y otros tantos en Medellín, donde la participación podría ser mucho más alta, y así en todas las ciudades importantes. Ojalá para cada sitio hubiera personas que se comprometieran a acudir de modo que el que esté ahí no resulte completamente solo. Si hay veinte personas dándole a las ollas es fácil atraer a más y hacer mucho ruido, pero tres o cuatro son algo, mientras que una sola persona no se atreve a empezar.
(Publicado en el blog País Bizarro el 17 de noviembre de 2012.)