lunes, noviembre 01, 2010

El inesperado triunfo de los columnistas

Con ocasión de la reciente campaña electoral no sólo afloraron las habituales pasiones políticas sino que también se hicieron patentes las tensiones que definen a la sociedad colombiana, como ese cómico sentido de jerarquía de las clases acomodadas, sobre todo bogotanas, convertido en moda rabiosa y novedosísima por la "ola verde" (que tal vez sería mejor llamar "olla verde" por el extraño fervor que imbuía en sus prosélitos, verdaderos berserker de la afrenta clasista y la calumnia absurda).

Pero lo mejor fue el afán de informarse, que en el caso de este blog condujo a registros diarios de visitas hasta diez veces superiores al promedio del periodo anterior. Es de suponer que igual aumento de lectores habrán tenido los columnistas habituales de la prensa, y que esa mayor difusión de sus ideas habrá sido determinante en el resultado electoral: día a día menguaba la cantidad de gente que aceptaba la autoridad de escritores a los que desconocía, porque al leerlos se enteraba de que
ni siquiera los uribistas más acérrimos pueden negar que el gobierno de los últimos ocho años fue, con distancia, el más politiquero y corrupto de la historia colombiana...
con lo que se establecía claramente que los tiempos en que Martha Catalina Daniels defendía desde el Congreso al presidente elegido por el Cartel de Cali y desde el alto gobierno se encargaban asesinatos era una época de muchísima menos corrupción. Eso por no hablar del rigor histórico de la afirmación, propio de una universidad colombiana.

Claro que no faltará quien diga que hay muchos columnistas, que son muy diversos. Si se piensa en la prensa bogotana, decir "columnista" es aludir a la clase de "creador de opinión" de algún modo relacionado con los grupos políticos poderosos antes de 2002 y rotundamente hostiles al gobierno de Uribe. Al menos ocho de cada diez columnistas caben en esa clasificación, y la gavilla que forman resulta perfectamente descrita con el término "bigornia", que popularizó el ex consejero José Obdulio Gaviria.

Los escépticos seguirán poniendo en duda que haya ese consenso absoluto entre esa mayoría abrumadora de columnistas, pero es porque no hay peor ciego que el que no quiere ver. Claro que no todos felicitan a Piedad Córdoba por su noble labor de Virgen de las Mercedes o por su designación como candidata al Premio Nobel de la Paz, pero es porque los otros se dedican a hablar de leyes o de economía. Lo que es seguro es que NUNCA polemizan con los admiradores de la senadora: sencillamente ponen en práctica el dicho "entre bomberos no se pisan las mangueras".

No sería nada difícil hacer una lista de los puntos en que coinciden esos columnistas, que en últimas terminan generando una especie de "unanimismo", pues los demás son proscritos por los activistas rabiosos (y pagados) que llenan los espacios de comentarios, o bien personas poco conocidas, mayores y en absoluto atractivas para los lectores, como si se les permitiera publicar para hacer menos evidente el sesgo del medio.

La adhesión a la ola verde es uno de esos rasgos, el reconocimiento de la Constitución del 91, otro, así como la hostilidad continua contra Uribe y su gobierno, el apoyo (velado y como distraído en el caso de los más cínicos, de los que pretenden ser tomados como ajenos a la industria del secuestro) a los atropellos judiciales (es decir, a "la justicia", en su jerga), el antiamericanismo disfrazado de odio a Bush, etc.

Casi da pereza volver a explicar que los medios de comunicación obedecen a los intereses de sus dueños y que quienes cuentan con tribunas privilegiadas son aquellos cuyas opiniones más convienen a esos intereses. Columnistas que parecían imprescindibles y capaces de influir decisivamente en la política pasaron al anonimato tras una decisión de los directores (como Fernando Garavito, Antonio Morales, Hernando Gómez Buendía o Claudia López).

En cambio, nadie debería creer que entiende nada de Colombia sin visitar de vez en cuando las hemerotecas: uno por uno esos columnistas mayoritarios eran los mismos que presionaban a Pastrana para que premiara a las FARC y se indignaban con cada masacre, que mostraba lo bárbaro que era el país y lo urgente que era aplicar la agenda que se iba acordando en el Caguán. Se trata de la misma labor de los terroristas, esta vez encargada a tinterillos hábiles para cuyos escritos se cometían las masacres: no faltaría más sino no tener argumentos para conmover a los duros de corazón y arrastrarlos al bando de la paz.

Bueno, ahí tenemos el rasgo principal de esos columnistas: para ellos no hay ninguna explicación histórica de la existencia de las guerrillas que tenga que ver con intelectuales, universidades, grupos de poder, linajes presidenciales, etc. Si no fueran repulsivos embaucadores dirían directamente que las FARC llegaron de la luna, aunque poco les falta para decir que surgieron de tribus desconocidas de las selvas.

Hay uno de esos columnistas con el que NUNCA discute ninguno, que ejerce una clara autoridad sobre los demás por el pedigrí de su relación con las FARC (su padre, asesinado en los ochenta, era un importante líder del partido creado por esa guerrilla para que sacara provecho de las entonces pujantes industrias del secuestro y del tráfico de cocaína). Se trata del escritor Héctor Abad Faciolince.

Desde su tribuna en El Espectador, Abad alentó la unión de Fajardo con Mockus, y promovió con su llamativa prosa la ola verde. No está de más recordar que también fue uno de los que más claramente mostró el sentido del mockusianismo como expresión de la clase de gente que en 2006 promovió a Carlos Gaviria y que de algún modo se siente agraviada por el avance de la Seguridad Democrática:
Tiene razón Plinio en su columna de El Tiempo: esta es parte de la herencia de Uribe, ocho años después del cheque en blanco que le firmamos para que se gastara la mayor tajada del presupuesto en balas, granadas, helicópteros y fusiles.
No hay el menor pudor en aprovechar un escrito que advierte sobre la persistencia del terrorismo para hacer del arquetípico heredero del comunismo criollo el representante de las víctimas de los socios de su padre. ¡Abad le firmó un cheque en blanco a Uribe! Pero ¿cuál es el sentido de esa perla "mockusiana"? Exactamente lo mismo que decía el PCC en 2003, cuando sus militantes salieron a fanfarronear por la masacre de El Nogal: no hay que gastarse en la guerra el dinero de la educación. Al menos Abad muestra algo de sinceridad, algo que no está al alcance de los demás canallas.

En general es una constante: todos los días los columnistas fueron hostiles a Uribe y a la Seguridad Democrática porque esa disposición dañó la negociación política gracias a la cual esperaban hacerse embajadores o ministros vitalicios. La ola verde fue sólo el engendro con que intentaron legitimar su juego. Aunque una vez resultó evidente que no podrían ganar las elecciones volvieron a decir con claridad qué es lo que buscan. Por ejemplo, otro mentor de la campaña de Mockus, Salomón Kalmanovitz:
En aras de la discusión propongo los siguientes temas:

1. Justicia y reparación a las víctimas del conflicto; superación negociada de la guerra que nos atrasa y barbariza. Incluye devolución de las tierras robadas a los desplazados y reforma agraria con base en latifundios en manos de narcotraficantes; llevar jueces y los servicios del Estado al campo. Consolidar la legalidad en el campo colombiano.
No hay el menor asomo de ironía cuando usa términos como "legalidad": ¿qué es lo que hay que solucionar negociando? Sólo el reconocimiento y premio a las guerrillas por sus diversas proezas, pues ¿no es todo tan legítimo como lo que hace el Estado persiguiéndolas? Pues no, mientras que las guerrillas acercan la superación negociada de la barbarie (sin pruebas de esa barbarie superable tampoco habría nada que negociar), el gobierno se gasta en armas el dinero de la salud. Y hay que insistir en que no hay la menor ironía: episodios como el de Plazas Vega demuestran que la legalidad que reina en Colombia es el puro dominio de los criminales.

Es odioso estar siempre repitiendo lo mismo, pero ¿qué hacer si un pariente lleva una mancha de mierda en la cara y no quiere mirarse al espejo? Los crímenes son el negocio de Abad y Kalmanovitz y demás próceres, los pobres niños rústicos, los exaltados y los gángsteres que administran la planta de producción son sólo peones. Cuando esta última afirmación escandaliza a un colombiano es porque éste secretamente piensa que quien encarga asesinatos es menos criminal que quien los comete. El crimen es ser feo, pobre, ordinario, con uñas sucias y mellas en la dentadura, indio o negro o mestizo... Los grandes intelectuales están por encima del crimen, o, dicho en otras palabras, "no hay ideas criminales en la academia".

Hasta ahí todo seguía un guión previsible, sólo que la victoria abrumadora de Santos le abrió el camino a una nueva esperanza. Sobre todo después de que el presidente electo usara un tono conciliador e invitara a la oposición a dialogar. Así, poco antes de la elección, para Abad
El triunfo de Santos, de los sectores más corruptos y retardatarios del país y de las viejas clientelas políticas, será la continuación de nuestra tragedia. Ya se anuncia, además, el desmonte de algunos logros de la Constitución. Si un militar, aliado con paramilitares, decapita un niño en San José de Apartadó (como ya ha ocurrido), el militar será absuelto por la injusticia penal militar. Ocurrirán otras cosas nefastas: en pocos días adjudicarán a la familia Santos, aliada con una familia de franquistas de España, un nuevo canal de televisión del que es socio el actual vicepresidente (con una acción, sí, pero que vale varios millones de dólares). Así Colombia entrará en una era berlusconiana en la que el Presidente será también el dueño casi total de la información televisiva, con dos o tres canales a su servicio.

[...]
Es probable que dentro de ocho días ganen la mentira (no aumentaré los impuestos), la picardía (la falsa voz de Uribe), los falsos positivos (muchachos asesinados a sangre fría y presentados como guerrilleros muertos en combate), la clientela de los contratos estatales y de los canales de televisión. Es probable. Pero los que no estamos de acuerdo con este estado de cosas, los colombianos a quienes nos repugna la violencia y la corrupción, tenemos que demostrar, por lo menos, que somos varios millones y que no nos dejamos hundir ni amedrentar. Que sabremos esperar.
Parece que la prosa del Tucídides criollo se obstina en negarse a sí misma. Bastaron dos semanas para que mostrara que no sabrían esperar:
Lo que está ocurriendo es de verdad interesante y ya se entiende bien por qué Uribe prefería a Uribito.

[...]

Enigma: Eduardo Santos fue del ala derecha del Partido Liberal, pero durante la guerra civil española estuvo siempre a favor de la República, contra los franquistas.

Y la lambonería es tan patética que los Santos pasan en dos semanas de ser aliados de los franquistas a enemigos, mientras que para la clase intelectual colombiana queda profundamente establecida la identidad entre el uribismo y el franquismo: tal es la cultura del país, tal es la gentuza que ejerce la docencia y se presenta como sabia.

La asociación es disparatada: Franco es un golpista que fracasa y necesita varios años de guerra y el apoyo de regímenes criminales para ganar su guerra, Uribe es un líder democrático que gana dos elecciones por mayoría absoluta en la primera vuelta. Franco destruyó a los partidos hostiles, mientras que con Uribe el segundo puesto más importante del país lo tienen los opositores del gobierno. Franco estableció una dictadura, con miles de asesinatos de opositores, mientras que Uribe mejoró la seguridad de todos, incluidos los opositores.

La comparación con los pactos de La Moncloa es igualmente obscena: se trataba de salir de una dictadura, mientras que ahora se trata de continuar una democracia. El Partido Comunista aspiraba a operar legalmente y a cambio de eso reconocía el sistema político y las autoridades existentes, mientras que en Colombia la oposición es legal, y en ningún país de Europa lo sería dados sus nexos evidentes con organizaciones terroristas, manifiestos en los líos de la dirigente liberal Piedad Córdoba y en la hegemonía del Partido Comunista, que apoya abiertamente a las FARC, dentro del Polo Democrático.

La información de Abad es la de una persona grosera e ignorante. Es rotundamente falso que Santiago Carrillo "traicionara" a los comunistas españoles para negociar, pues ese partido fugitivo y fracasado había propuesto desde 1956 la "reconciliación nacional", y los pactos de La Moncloa no contaron con oposición interna.

Pero la mención de ese líder comunista es de extrema actualidad porque la "bigornia", el gremio de los columnistas, es decir, los poderes fácticos que les pagan, pretenden que el juez Baltasar Garzón, procesado en España por prevaricar, podría tener algún papel en sumarios relacionados con Colombia. Bueno, al coronel Plazas Vega lo condenan sin pruebas, por la supuesta desaparición de unas personas cuya identidad no se investiga con los recursos existentes hoy en día, pero a Carrillo nadie lo procesa por miles de asesinatos cometidos contra personas completamente inocentes (es decir, que no tenían relación con el alzamiento de Franco), desarmadas e indefensas en un caso que justificaría mil veces más la calificación de "crimen de lesa humanidad", respecto del cual hay muchísimas pruebas.

Es porque en España se acordó el perdón tanto de los crímenes del franquismo como de los crímenes de los comunistas y demás revolucionarios en la zona republicana. En Colombia se persigue por crímenes inexistentes a quienes impidieron el dominio total de las organizaciones terroristas, y es porque en realidad en Colombia se vive bajo la dictadura de esas bandas, dueñas en gran medida del Estado.

Acerca de la "unidad nacional" de Santos, es difícil no quedar perplejos ante las reacciones que suscita: ¿por qué no va el presidente electo a buscar el máximo reconocimiento y la mínima oposición? Tendría que ser tonto. No es verdad que cambie en eso respecto de Uribe, quien dio embajadas a Serpa, Pastrana y Sanín, y si no cedió a despejar Pradera y Florida, como le pidieron cuatro ex presidentes, aparte de casi todos los columnistas asociados, fue porque eso equivaldría a anular el sentido de su gobierno.

Pero en realidad se trata de otra cosa: los columnistas pretenden torcer el sentido del gobierno de Santos para aislar el uribismo y promover una mayoría "centrista". De ese modo paradójico, o mejor dicho, desvergonzado, como todo lo que sale de esos miserables, son ellos quienes ganan las elecciones, y el gobierno reconocido en todas las encuestas por más del 70 % de quienes contestan y refrendado en las urnas por el 70 % de los votantes el que resulta deslegitimado.

No es imposible que Santos busque el consenso con todos esos centristas y pretenda aislar el uribismo. Puede que las expectativas de prosperidad lo hagan pensar que podrá dejar a Uribe como el protagonista de una época angustiosa, y aun como un incómodo precursor. No es imposible, pero sí muy poco probable: aun si su vanidad fuera tal que quisiera prescindir del espíritu con que fue elegido, su inteligencia no es tan escasa como para preferir a fracasados como los dirigentes del Partido Liberal, cuyas relaciones con Chávez están por esclarecer, o como los cínicos columnistas, verdaderos portavoces de los poderes fácticos que están detrás de las bandas terroristas, y enemistarse con quien sigue contando con la aprobación de la inmensa mayoría de los colombianos.

Es decir, la única esperanza que tiene Santos de salir airoso de su mandato y aspirar a ser reelegido es la alianza con Uribe, mientras que éste podría promover a otro candidato para 2014, y ganar, en caso de que se sintiera traicionado por Santos. El presidente es Santos, pero el mandato es uribista, y el presidente electo es lo bastante convencional para no pretender hacer de aprendiz de brujo confiado en los votos de Rafael Pardo y en la lealtad de William Ospina.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 30 de junio de 2010.)