sábado, septiembre 28, 2013

"Paz sin impunidad"


Produce verdadera inquietud la obstinación de los uribistas en usar esa expresión como hashtag en Twitter. Ninguno me ha querido explicar qué significa. Parece algo que concibió alguien para favorecer al gobierno y a sus socios terroristas.

Supongamos que el componente "paz" corresponde al anhelo de contrarrestar la propaganda que convierte a cualquiera que se oponga a la manguala en un "guerrerista". Lo que en realidad se hace es legitimar la negociación y su retórica. No se trata de "paz" porque no hay "guerra": el que crea que hay guerra, puede explicar por qué el Estado castiga a los militares que cometen crímenes de cualquier tipo. ¿Por qué no es lícito masacrar a los pobladores de las posiciones del enemigo, como éste sin duda lo hace? ¿Hay "guerra" en México donde los socios de las FARC les hacen la competencia en números de personas asesinadas?

La oposición paz/guerra es típica propaganda legitimadora. Tratar de aplicar las leyes y capturar a los que toman parte en el crimen organizado se convierte en "guerra", ante la cual se debe optar por una actitud bondadosa de ayudarles a masacrar gente y estar siempre dispuestos a premiarlos. Los que divulgan esa propaganda son los principales usufructuarios y promotores del crimen terrorista.

Con la levedad de quien no podría de ninguna manera detenerse a pensar más allá de su emotiva adhesión al caudillo de turno (conozco algún caso de uribista que hace unos años era ferviente samperista), cientos de tuiteros se lanzan a "reconocer" que disponerse a impedir los secuestros y demás actos extorsivos o a capturar a quienes los cometen es equivalente a cometerlos: no otro es el sentido de esa retórica.

De modo que quedémonos en las palabras cabales: PAZ es la situación de que disfruta una comunidad cuando se cumplen las leyes y nadie está amenazado por criminales. La tarea de quien quiere la paz es proteger la ley y someter a quienes hacen daño a los demás. También la disposición constitucional que reza que "la paz es un derecho y un deber de obligado cumplimiento" significa eso y no puede significar otra cosa, salvo en los embelecos de los leguleyos.

Pero hay algo más, algo aún más despreciable y hasta sucio en esa actitud de los uribistas: dado que la propaganda del gobierno hace equivaler "paz" a "conversaciones de paz", y que los precandidatos y líderes uribistas apoyan esos diálogos (a tal punto que Francisco Santos declaraba que Uribe habría firmado el acuerdo, que se opone a él por razones mezquinas y que él mismo recomendó a su primo el "guerrillero del Chicó" que "¡Lo que usted ayudó a armar ayúdelo a desarmar!"), la frase es a la vez apoyo a las conversaciones de paz, aceptando la jerga de la propaganda, y el reproche "electorero" a su posible efecto.

Pésima idea: si las negociaciones condujeran a que las FARC dejen de matar e intimidar a la gente, la idea de "paz sin impunidad" correspondería a un prurito irreal: todo el mundo estaría dispuesto a aceptar la impunidad y la elegibilidad si se consiguiera eso, y Santos resultaría el "presidente del universo" como decía su primo en la entrevista que enlacé arriba. "Paz sin impunidad" sería una exigencia inútil y condenada al fracaso.

Pero no hay tal: las FARC ya han obtenido del gobierno un amplio reconocimiento y garantías de todo tipo, también de impunidad (no van a volver de La Habana a la cárcel) y sin embargo declaran tranquilamente que no se van a desarmar ni a desmovilizar ni van a firmar nada si no les hacen una constituyente de democracia corporativa. Con lo que la cuestión de la impunidad no existe, lo que el gobierno firmará será la entrega del país a los terroristas, incluida la constituyente (que podrían disfrazar de algún modo): el efecto real del clamor por la "paz sin impunidad", un burdo engaño de políticos que no denuncian las negociaciones, es engañar a la gente acerca de lo que va a ocurrir.

Santos no habría podido sacar adelante su plan si existiera una oposición coherente que supiera cuáles son sus valores y de algún modo cuestionara la Constitución de 1991, que entre otras muchas bellezas permite discutir las leyes con organizaciones criminales. No la hay: en 2011 Uribe apoyó a los candidatos santistas, incluido por ejemplo el hijo de Roy Barreras, y todavía la mayoría de sus aliados siguen ligados a los partidos uribistas, la única cosa que lamentar es que el ejemplar vicepresidente Angelino Garzón no quisiera ser el candidato uribista para 2014. Ese valiente prócer al que la inmensa mayoría de los uribistas defienden, al igual que a su émulo y paisano Sigifredo López, es el mejor ejemplo de la "paz sin impunidad", junto con algún que otro candidato de la lista uribista al Senado que mató gente en el M-19 y no va a renunciar a su ideología ni va a pedir perdón. Tanta ridiculez asusta.

Lo que un político que quiera parecer honrado debería exigir es el cese de los diálogos: para sustentar esa propuesta bastan las razones expuestas por Alfredo Rangel en su última columna. Pero eso sólo lo podría plantear Uribe, todos los demás son enanitos que no podrían tener carisma porque ninguno quiere correr el riesgo de quedarse solo y contrariar a los medios y a todos los que sostienen al régimen. Ser enanitos, no tener carisma y no correr riesgos vienen a ser tres formas de expresar lo mismo: ser políticos de segunda que esperan obtener votos por recomendación de Uribe.

Y Uribe ya dijo que sería mejor condicionar los diálogos al cese de actividades criminales, propuesta cuyo efecto es únicamente debilitar el rechazo a los diálogos, porque, como decía una vez Alfredo Molano, sin sus formas ilegales de financiarse, ¿de qué modo se van a financiar legalmente las FARC? (Es decir, en esas condiciones no habría negociación, y entonces de lo que se trata es sólo de que la prensa no les diga "guerreristas", tal como se llaman "Centro Democrático" para que no les digan que son de extrema derecha, a la vez que buscan votos con retórica prohibicionista y aun cerca de personajes "homofóbicos", machistas, antiabortistas, etc.)

Las FARC no aceptan la amplia impunidad del Marco Legal para la Paz ni son amables con su protector Santos, al que le suben la apuesta cada vez más, convencidas, con razón, de que para él levantarse la mesa sería reconocer el rotundo fracaso de su gobierno, pero en lugar de exigir que lo haga porque ceder más sería entregarles todo el poder a los terroristas, los uribistas, la oposición interna del sistema, la pseudooposición politiquera, se dedican a promover un eslogan vacío y absurdo.

No es exagerado decir que el uribismo es la gran trampa: una amplísima movilización ciudadana contra el terrorismo encuentra un líder que desde el gobierno consigue recuperar las instituciones pero que no se resiste al torpe vicio caudillista y a la tentación de perpetuarse en el gobierno, animado por moiristas a los que la democracia les interesa muy poco, y que ante la traición de su sucesor, que pone el Estado al servicio del crimen, no tiene otras respuestas que esos eslóganes erráticos.

No habrá modo de restaurar la democracia sin un partido que la defienda con firmeza. Pero hoy por hoy nadie lo echa de menos y el avance de los terroristas, constituyente incluida, es imparable. Esa idiotez de la "paz sin impunidad" es la mejor prueba.

(Publicado en el blog País Bizarro el 17 de julio de 2013.)

martes, septiembre 24, 2013

Detrás de todo

La exsenadora Piedad Córdoba dijo durante un acto público en el Catatumbo "Que vivan las FARC" y todo el que quiso oyó el audio y prácticamente todos los colombianos del bando gobiernista se hicieron los desentendidos o simplemente dijeron que la señora había dicho "Que viva la paz", como tranquilamente afirmó ella misma, y la inmensa mayoría de los ciudadanos ni siquiera se sorprendieron.
Después propuso la frase como hashtag de Twitter, ampliamente seguido por miles de universitarios. No podía faltar el profesor de periodismo que hace unos años dirigió la infame operación de borrar los blogs de gente ingenua para acusarme. Son esa clase de gente: criminales.

No es ninguna noticia que esa señora diga eso, ¿acaso no decía que hacían falta más "marulandas" y que invitaba a los estudiantes a la rebelión? Tampoco que después lo niegue porque al mismo tiempo pretende ser otra cosa que una activista afín a la banda. Lo maravilloso es la actitud de los colombianos, que sin el menor pudor declaran algo completamente falso, o lo toleran.

Pero, como todo, es incomunicable. En ninguna otra parte podría pasar eso, ni que habiendo todas las pruebas que hay contra ella por colaborar en las actuaciones de la banda terrorista no se condene de forma masiva a los jueces que la dejan impune. Los colombianos comparten las mentiras más atroces de tal modo que se distinguen del resto de la humanidad. De hecho, entre los defensores de la senadora tenía que ser una señora extranjera la que partiera del hecho de que podría haber dicho "Que vivan las FARC".
Hay tantas perlas en tan breve texto. Claro que las FARC tienen respaldo social, el de las clases acomodadas que se lucran del Estado, que esperan ampliar sus privilegios gracias a la negociación en que se hacen legítimos los grandes capitales del secuestro y necesarios los miles de asesinatos de la banda. El problema es que el respaldo social no legitima el crimen, y a ese 1-2% de la población que apoya claramente a la banda sería nada en comparación con la proporción de alemanes que apoyaban a Hitler. Eso sólo multiplica el número de criminales.

Para justificar la arremetida de las FARC en el Catatumbo no podría faltar el escritor al que Chávez le dio el premio Rómulo Gallegos, que previsiblemente cuenta con menos rechazo que la exsenadora, la cual casualmente recomendaba esta columna en Twitter:
¿Qué hay detrás de todo esto?
Por William Ospina
Cuando en otros países se preguntan qué hay detrás de los hechos, están tratando de identificar las causas; cuando se lo preguntan en Colombia, están tratando de encontrar un culpable.
Los recursos de este triste canalla son indecentes y remiten a la dudosa pertenencia del Homo colombiensis a la especie humana. Ya en una ocasión comenté los secretos de su prosa. Esta vez se trata de oponer "las causas" y "un culpable". Por ejemplo, en otros países aparece un cadáver con un tiro en la frente, los forenses se aplican a identificar las causas, tal vez discutan si no se tratará ante todo de la mortalidad del ser humano, o del carácter pendenciero y vocinglero del occiso, mientras que en Colombia se ponen a averiguar quién disparó.
En Brasil, después de años de invertir en la comunidad y de un esfuerzo generoso por disminuir la pobreza, el gobierno de Dilma Rousseff, ante el estallido de las protestas populares que piden profundizar la democracia, ofrece a los manifestantes una constituyente. En Colombia, después de décadas de abandono estatal, de exclusión y de desamparo ciudadano, el gobierno, ante el estallido de las protestas, sólo se pregunta qué demonio está detrás de la inconformidad popular.
Ciertas mentiras burdas son menos responsabilidad de quien las dice que de quien las cree. Ocurre que en Brasil surgieron protestas contra el gobierno del PT y su presidenta a causa de la espantosa corrupción y de la impunidad de los políticos bandidos, ¡y gracias a la desfachatez de este malandro resultan ser a favor del gobierno! ¿Cómo es que "invierte en la comunidad" el gobierno brasileño? La falacia de esa idea es típica: ¿qué es lo que "invierte"? ¿Cuál es esa "comunidad"? El gobierno cubano, al que defiende Ospina, "invierte" mucho más en la comunidad sin dejar de generar miseria y opresión. Brasil ha tenido grandes avances en reducción de la pobreza gracias a la estabilidad económica heredada de Cardozo y precisamente a que Lula y su sucesora han respetado la economía de mercado, lo que ha favorecido un enorme crecimiento (basado en la circunstancia especial de los altos precios de las materias primas). La inversión en la comunidad parece ser lo mismo que la corrupción, tal como ha ocurrido en Bogotá con los tres gobiernos del Polo "Democrático", que por lo demás Ospina promovía.

Así, la indignación contra los corruptos despierta movilizaciones masivas en Brasil y la presidenta propone una Constituyente para aprovechar la superior organización de su partido sobre las multitudes que protestan y seguramente asegurar más el poder, y el malandro convierte la protesta en apoyo al gobierno y la solución perversa en la expresión de esa protesta. Es Colombia, sólo es Colombia, es así y tiene esos hijos, no sólo el literato sino también su público. La única forma en que un colombiano puede entender que la humanidad no es así, que los demás países no son así, sería vivir mucho tiempo fuera o partir de un gran esfuerzo de credulidad.

Las protestas del Catatumbo son arremetidas de las FARC como los cientos de huelgas cocaleras, de maestros, de estudiantes universitarios, de indios del Cauca, etcétera, etcétera. El abandono estatal consiste en que los recursos se gastan en proveerles rentas fabulosas a los lectores de Ospina, cuya profesión consiste en promover esas protestas. ¿Hay alguna inconformidad popular en el Catatumbo? Sin duda, "inconformidad popular" es casi un pleonasmo, pues cuando las personas están contentas con su vida y aplicadas a su felicidad no se las define como "pueblo". Pero en el Catatumbo los únicos motivos que hay para manifestarse contra el gobierno son los incentivos de dinero extorsivo y las amenazas sobre los campesinos. La historia del jefe terrorista que lidera las protestas lo demuestra, además del activismo de la increíble exsenadora. (Cómicamente, colombianamente, para defender a ese angelino la revista Semana publica un escrito de otro dirigente terrorista: tal como cuenta Swift, muchas décadas después de la muerte de Gulliver la gente seguía diciendo para reforzar un argumento "Haz de cuenta que te lo dice el señor Gulliver".)

Tiene gracia, pero Colombia es el mundo al revés: las protestas en el Brasil son contra el gobierno pero el malandro las presenta como a favor del gobierno, mientras que en el Catatumbo no hay protestas contra el gobierno sino a favor. Lo que se busca, con cada vez más evidente connivencia de Santos, es mostrar al mundo a la guerrilla como expresión de un movimiento campesino que presenta reivindicaciones ante un gobierno de arrogantes burócratas blancos, según el mito que millones de personas creen en Europa y Norteamérica. El hecho de que haya combates con muertos contribuye a reforzar la importancia del hecho y a legitimar ante el mundo a los terroristas. El que quiera entender el problema que tiene para Santos negociar las leyes con una banda de asesinos que no representan a nadie puede ir pensando en la elección de Petro, en la que tan ingentes recursos se invirtieron para dispersar el voto descontento con el PDA. Fuera de Colombia esa negociación sólo puede parecer legítima si se hace creer a la gente que hay campesinos descontentos que se identifican con las FARC. El gobierno favorece el desplazamiento de los terroristas al territorio venezolano y el ingreso de recursos y armas, "por debajo de cuerda" favorece las protestas para legitimar su negociación.
¿Hasta cuándo les funcionará a los dueños de este país la estrategia de que cuando la gente reclama y se indigna, cuando estalla de exasperación ante una realidad oprobiosa que nadie puede negar, la causa tiene que ser que hay unos malvados infiltrados poniendo a la gente a marchar y a exigir?
Los dueños del país son los que le publican sus columnas a Ospina y a cientos de propagandistas del terror. ¡Qué casualidad! Si los colombianos no fueran subhumanos habría alguno que se preguntara por los motivos de esa autodestrucción de los dueños del país. Bueno, autodestrucción creativa, en ningún otro país del continente hay bandas terroristas que sobreviven por lo menos siete décadas, ni dinastías de gobernantes que duran siglos. Esa autodestrucción creativa debería bastar para explicar la existencia de las bandas terroristas.

Pero ahí está la mentira descarada, directa, brutal: no es que las FARC incentiven y obliguen a la gente del Catatumbo a cortar las calles y enfrentarse a la fuerza pública, sino que los dueños del país se inventan que tal cosa ocurre. En ningún otro país se pueden publicar mentiras semejantes, pero es cuestión de que los colombianos las toleran.
Cuando los voceros tradicionales de nuestro país se preguntan ¿qué hay detrás del Catatumbo?, podemos estar seguros de que no van a descubrir tras esas protestas la injusticia, la miseria y el olvido del Estado. No: detrás ha de estar el terrorismo, algún engendro de maldad y de perversidad empeñado en que el país no funcione.
Quién sabe cuánto tiempo les funcionará la estrategia. Una estrategia muy triste, muy antidemocrática, pero que no es nada nuevo. Uno se asombra de que la dirigencia colombiana tenga esa capacidad escalofriante de no aprender de la experiencia, de repetir ad infinitum una manera de manejar el país para la cual todas las expresiones de inconformidad son siempre sospechosas. Y es posible que haya algún infiltrado, pero una golondrina no borra la noche.
En el caso del Catatumbo no hay ningún infiltrado porque se trata directamente de una movilización "de masas" de las FARC, con un miembro de las FARC como César Jerez haciendo de representante de los que protestan y con Piedad Córdoba e Iván Cepeda como promotores: el hecho de que William Ospina salga a justificar esas protestas debería ser suficiente prueba de que son las FARC.

Pero los colombianos ya están hechos a vivir mintiendo y su servilismo e indignidad los apartan cada vez más de la humanidad. Tranquilamente toleran que Piedad Córdoba haya dicho "Viva la paz" por mucho que la N y la S de los plurales se entiendan claramente, o que unas protestas dirigidas a los fines de las FARC (de crear una zona para las FARC) no son de las FARC, o que Sigifredo López es víctima de un error de la Fiscalía pese a que el único dictamen técnico que hay sobre la voz del video demuestra que es la suya. (Debería bastar que antes de la publicación del video William Ospina iba a presentar un libro del angelino.)

Claro que el que piense que hay alguna diferencia entre el gobierno y las FARC respecto del Catatumbo, o, como tantos idiotas en Twitter, que Santos "no supo manejar" la situación, podría fijarse en que los negociadores que ha enviado son antiguos dirigentes de las FARC: Luis Eduardo y Angelino Garzón. El primero fue el iniciador del dominio terrorista en la región, según nos cuenta el propio Alfredo Molano. Sigue Ospina:
Hace demasiado tiempo que protestar en Colombia es sinónimo de rebeldía, de maldad y de mala intención. Todavía flota en la memoria de la nación esa masacre de las bananeras, que no es una anécdota de nuestra historia sino un símbolo de cómo se manejaron siempre los asuntos ciudadanos. 
En toda democracia verdadera, protestar, exigir, marchar por las calles es lo normal: es el modo como la ciudadanía de a pie se hace sentir, reclama sus derechos, muestra su fuerza y su poder. Y en todas partes el deber del Estado es manejar los conflictos y escuchar la voz ciudadana, no echar en ese fuego la leña de la represión al tiempo que se niegan las causas reales.
Sería casi divertido ir al fondo de la noción que tienen los universitarios colombianos de "rebeldía", porque normalmente es lo más honroso pero esta vez uno de sus ídolos usa el término como algo próximo a "maldad" o "mala intención".

Como es habitual, la noción de "democracia" de los colombianos es plástica y elástica, puede convertirse en cualquier cosa. Ahora es la posibilidad de manifestarse sin represión, cosa bien cómica pero diciente: ¿va a resultar que Cuba no es una democracia a pesar de que Evo Morales declaraba que sí lo era? Pero ¿en la democrática Venezuela se respetan y escuchan las protestas ciudadanas?

En el Catatumbo las protestas incluían armas y explosivos, además de todo tipo de actos de violencia, que en Colombia son habituales y siempre quedan impunes. Lo que distingue a un país civilizado es que esas protestas son rarísimas, a menudo inexistentes (¿cuántas revueltas callejeras se ven en las ciudades de Suiza, de Japón, de Canadá o de Escandinavia?), pero sobre todo que ningún desmán quedará impune. Otra mentira para reforzar la mentira monstruosa que pretenden promover, que lo del Catatumbo no son las FARC.
Pero si un delegado de Naciones Unidas dice una verdad que aquí nadie ignora, que “la población allí asentada reclama al Estado, desde hace décadas, el respeto y la garantía de los derechos a la alimentación adecuada y suficiente, a la salud, a la educación, a la electrificación, al agua potable, al alcantarillado, a vías, y acceso al trabajo digno”, y añade que la muerte de cuatro campesinos “indicaría uso excesivo de la fuerza en contra de los manifestantes”, este Estado, que nunca tiene respuestas inmediatas para la ciudadanía, no tarda un segundo en protestar contra la abominable intromisión en los asuntos internos del país; el Congreso se rasga las vestiduras, las instituciones expresan su preocupación, las fuerzas vivas de la patria se indignan y los medios se alarman. Nadie pregunta si las Naciones Unidas han dicho la verdad, defendiendo a unos seres humanos que son nuestros conciudadanos, una verdad de la que todo el mundo debería poder hablar, así como nosotros podemos hablar de Obama y de Putin, o de los derechos humanos en China. Para esas fuerzas tan prontas a responder, el funcionario está irrespetando al país. Y el irrespeto que el país comete con sus ciudadanos se va quedando atrás, en la niebla, no provoca tanta indignación.
La burocracia de la ONU siempre ha sido cómplice de las FARC, a tal punto que en los años del Caguán los señores Mengeland y Demoine hacían de portavoces de la banda. Eso no demuestra nada. Tanto las muertes de "campesinos" como la respuesta a la ONU contribuyen a difundir la noticia, a "meterle pueblo" a la movilización de las FARC y a legitimar a la banda que oprime a los campesinos como su representante.
Así fue siempre. Aquí, en los años sesenta y setenta a los estudiantes que protestaban no les montaban un escándalo mediático: les montaban un consejo verbal de guerra. Todo resultaba subversivo. Las más elementales expresiones de la democracia: lo que en Francia y en México hacen todos los días los ciudadanos, y con menos motivos, aquí justificaba que a un estudiante lo llevaran ante los tribunales militares y lo juzgaran como criminal en un consejo de guerra.
La hegemonía terrorista en los años sesenta y setenta en las universidades era aún más manifiesta que ahora: gracias al aplomo para mentir de este prócer ese hecho pasa inadvertido: no sé cuántas manifestaciones violentas presencié sin que se sometiera a nadie a Consejo de Guerra ni nada parecido, ahora va a resultar que el problema era la represión y no el activismo revolucionario promovido por las FARC, el ELN, el EPL y el MOIR (que no usaba armas pero perseguía los mismos fines).
Y los directores de los medios de entonces, que eran padres y tíos de los actuales presidentes y candidatos a la presidencia, no veían atrocidad alguna en la conducta del Estado sino que se preguntaban, como siempre, qué maldad estaría detrás de esos estudiantes diabólicos. 
Siempre la misma fórmula. Tal vez por ella se entiende que, hace un par de años, un exvicepresidente de la República, sin duda nostálgico de aquellos tiempos en que el papel de los medios era sólo aplaudir al Estado, se preguntaba ante una manifestación estudiantil pacífica por qué la policía no entraba enseguida a inmovilizar con garrotes eléctricos a esos sediciosos.
Es pura calidad colombiana: ¿quién ha dicho que los autores de desmanes violentos eran "diabólicos"? Se trata de la atribución de ideas y palabras a los demás, tan típica de la mala fe. Esos estudiantes eran comunistas violentos y sólo la desfachatez de este sicofanta generosamente pagada por gobiernos como el venezolano, en cuya génesis tienen un gran papel las industrias del secuestro en Colombia, permite suponer otra cosa.

La idea de inmovilizar a los estudiantes de la manifestación estudiantil "pacífica" (¿es concebible eso en Colombia? ¿No es la MANE una expresión de las FARC?) con garrotes es una de tantas salidas del vicepresidente de Uribe, cuyas ocurrencias son tan atroces que si llegara a ser presidente haría que todo el mundo echara de menos a su primo.
Esos son nuestros demócratas: la violencia de un Estado que debería estar para servir a la gente y resolver sus problemas, merece su alabanza; pero el pueblo en las calles, que es el verdadero nombre de la democracia, les parece un crimen. Quizá por eso algunos piensan que ese personaje debería gobernar a Colombia: se parece tanto a nuestra vieja historia, que sería el más indicado para perpetuarla. 
Ahora bien: si las verdades las dicen las Naciones Unidas, son unos intervencionistas; si las decimos los colombianos, somos unos subversivos, ¿entonces quién tiene derecho aquí a decir la verdad? ¿Y hasta cuándo tendremos que pedir permiso para decirla?
Todo es al revés y francamente monstruoso, pero tiene público en Colombia. El pueblo en las calles es el verdadero nombre del fracaso de la democracia y por eso en las democracias sólidas nunca se ven esas protestas. Los intentos de resistir a asonadas de criminales resultan "violencia de un Estado" y lo obvio, la verdad abrumadora de que en el Catatumbo se mueven los recursos y las armas de las FARC para avanzar en la conquista del territorio, se convierte en lo contrario de la verdad que nadie tiene permiso para decir.

Yo insisto en que el odio a Piedad Córdoba se basa en que es mujer y negra, tal como a los miembros de las FARC les atribuyen un tipo de calzado que favorece la bromhidrosis. No creo que ni unos ni otros hagan tanto daño ni lleguen a grados de desfachatez comparables a los de este asqueroso, "uno de los grandes intelectuales" del país, según Eduardo Posada Carbó.

(Publicado en el blog País Bizarro el 15 de julio de 2013.)

viernes, septiembre 20, 2013

¿No cancelar los diálogos?

Según una noticia reciente, Uribe no querría acabar con los diálogos de La Habana si uno de sus pupilos ganara la elección presidencial en 2014 (quedan unos ocho meses para la primera vuelta).
Si uno de los nuestros llega a la Presidencia y si las cosas con las FARC están como se encuentran hoy, ¿qué hacer? Mi sugerencia respetuosa es no hablar de la cancelación del proceso sino de una suspensión condicionada del diálogo. Que haya cese de actividades criminales.
Sería muy estúpido entender esa frase fuera de su contexto. Es decir, se dice unos ocho meses antes de las elecciones y su impacto tiene lugar mucho antes. No remite a lo que debe hacer un supuesto presidente uribista sino a lo que se dice ahora que debe hacer. Es eso lo que quiero comentar.

En alguna parte señala Ortega y Gasset que la política y el amor son los temas más difíciles y sin embargo precisamente son también los temas sobre los que todo el mundo cree que puede opinar. Conviene no apresurarse a sacar conclusiones y a suponer que uno lo entiende todo a la perfección y puede dar lecciones. Es decir, conviene reflexionar.

Por ejemplo, la primera impresión es que esa idea es buena: la exigencia del cese de actividades criminales bastaría para devolver la negociación al único sentido posible: la desmovilización, la disolución y el desistimiento de los terroristas, medidas que deberían ir acompañadas de la entrega de las armas. Ésas son las cuestiones importantes y no la impunidad o elegibilidad. Si el resultado fuera que las FARC se negaran, no parece haber nada en lo que se pierda más que exigiendo la cancelación resuelta de los diálogos.

Además, la cosa cierta es que la mayoría de los colombianos "compran" esa "paz" y son sensibles a la propaganda según la cual los militares quieren la "guerra" por la parte que les llega del presupuesto y Uribe porque él o sus partidarios se lucran de ella. Hacerle ajustes a la "paz", condicionar los diálogos, etc., parece una forma de desactivar esa propaganda y agradar a las mayorías, sin las cuales no hay esperanzas de gobernar.

Por otra parte, los políticos son un poder fáctico que no se puede menospreciar por apego a "ideales": en buena medida, la moderación de Uribe y sus socios respecto a los partidos de la Unidad Nacional corresponde al temor a perder todas esas redes de influencia y "maquinarias" que mueven la mayor parte de los votos en las legislativas y una parte muy importante en las presidenciales. Esos políticos necesitan los puestos y las rentas para sus clientelas y por eso aprueban todo lo que Santos les pida. Es una paradoja casi cómica que el crecimiento económico que derivó de la seguridad democrática, al ser posible la exploración petrolera y otras formas de explotación de commodities, terminó favoreciendo al traidor, al resultar el gobierno dueño de rentas fabulosas con las que puede comprar a todo el mundo.

El comedimiento respecto de las negociaciones favorece las relaciones con esos políticos, les ayuda a salvar la cara y permite esperar que una posible mayoría uribista en 2014 cuente con ellos.

Desgraciadamente creo que todo eso es un error. Es la persistencia en el juego de buscar al votante y complacerlo en sus errores, que ya comenté hace unos meses. En apariencia la oferta "razonable" desactiva las acusaciones de intransigencia, pero en la realidad legitima los diálogos, tal como una dama, según el viejo chiste machista, cuando dice "No" quiere decir "Quizá". Negociar las leyes ya no es un crimen sino una actuación tolerable.

La propaganda de la conjura terrorista se basa en el supuesto de que sentarse a negociar las leyes con los que mandan niños bomba es el remedio para que eso no pase, y entre los argumentos que prefieren está el que el mismo Uribe lo buscaba. Dado que eso parece cierto, resulta desafortunado pedir ahora que se cancelen los diálogos, por mucho que la búsqueda de negociación podría basarse en la condición de que cesaran todas las actividades criminales.

Pero entonces la presión sobre los diálogos se reduce a una cuestión de matices. Ya puestos a reconocerles a los criminales su capacidad de decidir las leyes, a tolerar su creciente influencia en el Estado y en la prensa (no que no la tuvieran antes, sino que gracias a los diálogos se va volviendo costumbre), la discusión sobre la impunidad y la elegibilidad parece corresponder a puras ganas de protagonismo... Es todo lo que Santos necesita, estar bravucón una semana y conciliador la siguiente mientras la máquina de extorsionar y exportar cocaína funciona a pleno rendimiento. Según los caprichos de la opinión, las posibilidades de manipulación de la prensa y las expectativas electorales, se exige a los terroristas ceder o se manda al ejército a matar a unos cuantos peones. La "paz" sigue avanzando y se hace imprescindible la reelección para completar una tarea que la propaganda convierte en el mayor deber patriótico.

Muchos temen que la firmeza en exigir la cancelación de los diálogos perjudica las posibilidades electorales de quienes la profesen. Era el tema de Luis Carlos Restrepo hace unos meses. La disposición a tolerarlos es lo que legitima a Santos.

La idea, bastante vulgar, por lo demás, es que se debe escoger entre el sentido práctico y el fundamentalismo apegado a los principios, cosa que permite a todos los tontos afiliarse al sentido práctico sin necesidad de detenerse a pensar. Resulta que los principios no son simples elecciones morales, como prostituirse o comer carne humana para no morir de hambre, sino cálculos que atienden a la realidad.

La realidad es que la negociación es abolición de la democracia. A muy pocos colombianos les interesa la democracia (sobre todo les interesa muy poco a las células del MOIR que hacen de abanderados del uribismo), pero su total desaparición sería una tragedia en todos los sentidos (no se debe pensar que Colombia es una democracia, sólo que tras la componenda de Santos con el castrismo, en la que la tiranía va entrando como con calzador, habrá desaparecido todo vestigio de ella).

Así, no denunciar eso de modo que se oiga fuera de Colombia y los colombianos lo entiendan es otro favor que se le hace al régimen.

Por otra parte, los colombianos no están dispuestos a vivir en un régimen como el cubano. Si no se dan cuenta de que es lo que está ocurriendo, el camino que va abriendo Santos, es porque la propaganda los adormece y porque aun sintiéndose descontentos no saben en qué creer. Baste con señalar que el más probable candidato uribista es el padre de la negociación para entender que el ciudadano corriente tiene por una parte la presión de la propaganda "pacifista" y por la otra la confusión acerca del rechazo a las FARC.

La idea de "matizar" la negociación multiplica esa confusión, por mucho que al activista "de a pie" le parezca el colmo de la sensatez. Dado que nadie pide que se cancelen ya los diálogos, pues seguirán y el gobierno en lugar de estar cometiendo un crimen, traicionando a sus electores e incurriendo en concierto para delinquir en la mayor operación de lavado de activos de la historia, resulta ejecutando, tal vez con errores (tal vez no), algo que no tiene oposición.

¿Alguien recuerda que una negociación semejante no puede llegar a ninguna parte? De momento ha llevado a la multiplicación de la actividad de las FARC en el Cauca y ahora en el Catatumbo, a la multiplicación de las bajas militares y policiales, al aumento exponencial de la extorsión y al reino de la propaganda descarada del terrorismo. La gente ya se va acostumbrando a la idea de que las FARC no van a entregar las armas, según declaran sin ruborizarse, y poco a poco a que la "justicia" persiga a los causantes del conflicto.

De hecho, el uribismo contribuye poderosamente a eso. El lloriqueo por la impunidad y la elegibilidad de los terroristas hace que mucha gente se ponga en contra: ¿es el problema la impunidad? No recuerdo al primer uribista que me responda, no lo hay, la razón es algo que les resulta completamente ajeno. Supongamos que las FARC entregan las armas, se disuelven, se desmovilizan, piden perdón, devuelven el dinero y cuentan toda la verdad. ¿Habría que negarse a firmar porque a toda costa hay que meterlos en la cárcel y prohibirles participar en política?

Los uribistas engañan a la gente, le hacen creer que eso es lo que se discute, que a lo mejor, pese a las evidencias, las FARC sí se van a desmovilizar y a entregar las armas, etc. No, no lo van a hacer, van a seguir negociando y multiplicando su control del Estado. Presionarán por una constituyente como la que se proponía firmar con ellos en tiempos del Caguán el ministro de Uribe Fabio Valencia Cossio para poner a todo el mundo a defender el engendro del 91 que les garantiza el control del poder judicial.

Bueno, también eso: el MOIR es una secta maoísta que no tiene ningún apego especial a la democracia. Su facción "derechista" promovió la reelección de Uribe porque su apuesta era por el "culto de la personalidad" y el régimen de dominación vertical. ¡No faltaría más sino suponer que el Gran Timonel podría haberse equivocado aplaudiendo esa Constitución y promoviendo el indulto completo para el M-19! 

Como las cosas funcionan es cuando no se piensa, cuando se olvidan todos los principios y todos los valores y todos los usos del mundo civilizado en aras de una burda religión para patanes que no tienen otro pensamiento que la emoción patriótica y su apego al conducatore, no faltaría más sino complicarse la vida pensando en cambiar el gasto público, la "educación" superior, la acción de tutela y demás.

En resumen, exigir la cancelación de los diálogos es lo único práctico para sacar del poder a Santos, lo que se demostrará sensato y eficaz, lo mismo que una Constituyente que permita sacar del poder judicial a los agentes del hampa terrorista, y de paso hacer que Colombia se pueda asimilar a las democracias avanzadas. Eso también sería popular en el medio plazo.

Es que el precio de renunciar a la pedagogía para coincidir con las "ideas" que la prensa les inculca a los votantes es renunciar al acierto en política: es aceptar un papel en la obra cuyo libreto escribe el enemigo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de julio de 2013.)

domingo, septiembre 15, 2013

El Grupo de Estudio de París

Se están celebrando los cincuenta años de la publicación de Rayuela, la famosa novela de Julio Cortázar que "marcó toda una época" en la literatura en español. En la obra de ese autor esa época fue muy interesante porque marcó un cambio de rumbo hacia la identificación con cierta bohemia intelectual parisina que lo llevaría a participar en la rebelión de mayo de 1968 y a incurrir en diversas formas de legitimación del crimen en sus obras posteriores.

El Libro de Manuel fue publicado en 1974 y sin duda alentó a muchos de los miles de jóvenes que entonces se alistaban en los "Montoneros" y en el "Ejército Revolucionario del Pueblo", toda vez que los secuestros y asesinatos de banqueros resultaban sólo una corrección de la violencia que se ejercía a través del crédito, o de la negativa a proveerlo, según razonamientos muy socorridos por los comunistas y afines (como los jesuitas de la Teología de la Liberación) en todo el Tercer Mundo.

Pero en Rayuela se trataba de una especie de intelectual desadaptado que vive en el París del existencialismo en continuas búsquedas con su grupo multinacional, el "Club de la Serpiente", entre ingestas de drogas y recitales de jazz.

El ambiente descrito en la novela, la ciudad bohemia de finales de los años cincuenta, y el mismo grupo de intelectuales irreverentes y como "por encima" de los intereses y sueños de la gente ordinaria, hace recordar el "Grupo de Estudio de París", que es como se llamaba la entidad controlada por Saloth Sar, más conocido como Pol Pot, el creador de la guerrilla de los jemeres rojos, que llevaría a cabo el más atroz genocidio después de la Segunda Guerra Mundial, llevando a la muerte a más de una cuarta parte de la población de Camboya.

Hay una profunda relación entre la actitud de esos intelectuales y la materialización de sus sueños. También en Colombia la conjura terrorista empezó siendo una apuesta de patricios jóvenes y fantasiosos que en sus delirios de ingeniería social no vacilan en disponer de la vida o de los bienes de los demás, cuya vida les inspira un profundo desprecio (que no otro es el encanto que ofrecían las travesuras de Oliveira a los indigentes intelectualillos sudamericanos de su tiempo). Nadie debe creer que las atrocidades sólo las cometen los rústicos: el hermano de Carlos Pizarro es responsable de uno de los peores episodios, el de Tacueyó.

El segundo líder de los jemeres rojos era Khieu Samphan, cuyas dos hermanas se casaron con Pol Pot y con Ieng Sary, los otros dos dirigentes principales del movimiento. Todos ellos constituían la típica elite intelectual ajena al país que se puede encontrar en toda Hispanoamérica, más pretenciosa cuanto más atrasado y pobre sea el país, que era a fin de cuentas el caso de Camboya. El Club de la Serpiente de Rayuela es un modelo de esas elites. En Colombia esa clase de gente domina en especial el poder judicial y tiene sueños que en nada desmerecen de los de Pol Pot (como la genial idea de Rodolfo Arango, doctorado en Europa, de procesar y encarcelar a los causantes del "conflicto", que no son quienes ordenaron masacrar gente sino quienes dieron lugar con su codicia o antipatía a tales hechos).

Esa clase de damas con algún talento y relaciones con las elites de un país atrasado (como las esposas de Saloth Sar y Ieng Sary) son típicas de Colombia, y siempre me ha fascinado el contraste entre la monstruosidad de los crímenes que dirigen y el pretendido refinamiento que exhiben. He conocido a "princesas mamertas" de ese estilo de diferentes generaciones y puedo dar fe de que viven como ajenas a la violencia que promueven. Tal vez se creen sus propias mentiras, como las admiradoras de Piedad Córdoba.

Esas elites no se enmiendan tras la derrota ni se arrepienten de sus crímenes. Ieng Sary, el concuñado de Pol Pot, fue detenido en 2007, treinta años después del genocidio, en una opulenta mansión que ocupaba en Phnom Penh, y se descubrió que tenía una cuenta con veinte millones de dólares en Hong Kong. Algún día se sabrá de qué modo los "académicos" que proveen falacias para las FARC y sus industrias de extorsión, tráfico de drogas y minería ilegal también acumulan grandes cantidades, una parte de las decenas de miles de millones de dólares, además de las que obtienen del Estado colombiano a través de las universidades.

(Bueno, la capacidad de hacer rentables esas cosas por parte de los teóricos del genocidio es fascinante: además de lo que le cobra a El Espectador por sus "reportajes", desvergonzada propaganda de las FARC, Alfredo Molano reconoce que viaja al Catatumbo por encargo de la Defensoría del Pueblo, para que haya idiotas que sigan creyendo que la guerrilla se enfrenta con el Estado, cuando sólo es una agencia ilegal que sirve a los dueños del Estado para despojar y oprimir a los demás: la esclavitud se refuerza periódicamente mediante la "paz".)

(Publicado en el blog País Bizarro el 10 de julio de 2013.)

jueves, septiembre 12, 2013

Samper también desaconseja una Constituyente


La última noticia que he conocido sobre las negociaciones de La Habana es que las FARC anuncian que no consideran un "inamovible" la Constituyente. Podrían negociar a ver qué les dan a cambio. Siempre les funciona, la gente se acostumbra a que la sometan y las promesas de alivio se van combinando con nuevas atrocidades, que son imprescindibles para dar miedo. Las exigencias aumentan a medida que se muestra disposición a ceder.

Pero no se debe olvidar que sobre esa propuesta ya les advirtió uno de los principales ideólogos "académicos" de la banda, que casualmente era del panel que comentaba lo de el Gran Colombiano. Para que la chusma siga jurando que esos "bandidos" sólo son "narcotraficantes" y no merecen la dignidad de la política.

Más claramente se lo advirtió su mayor aliado en el campo de la política tradicional. Ernesto Samper. Conviene prestar atención a unas declaraciones recientes suyas, según noticia aparecida en El Colombiano.
FARC serían las más perjudicadas con una constituyente:

El expresidente Ernesto Samper Pizano advirtió que “las más perjudicadas por una constituyente serían las Farc, porque teniendo que esta Asamblea debe ser elegida como lo ordena la Constitución, es decir, por voto popular, es muy difícil pensar que ellas alcancen a lograr una mayoría, con lo cual pudiéramos quedar en el peor de los mundos y es que el mecanismo para la ratificación de los acuerdos que se llegaran a alcanzar en La Habana, sea el que sirva para hundirlos”.
No es tan complicado entender que la negociación de "paz" de La Habana es la abolición de la democracia, pero los colombianos lo mismo lo aprobarán que lo negarán: cada palabra tiene un significado distinto para cada uno en cada momento distinto. La misma persona podría afirmar que se trata de la abolición de la democracia y de la realización de la democracia, según los incentivos o las lealtades del momento. Y eso no tanto por perversidad o codicia cuanto por una condición distinta a la de los seres humanos genuinos: los colombianos no alcanzan el umbral de la razón, siguen las proclamas de los políticos con la misma sensatez con la que discurren los niños afectados por el síndrome de Williams.

Pero el expresidente dice con absoluta claridad que si los ciudadanos votan libremente podrían hundir los acuerdos, cosa a la que se opone y sobre la que aconseja a las FARC no insistir, como ya lo habían hecho Mauricio Vargas y Antonio Navarro Wolff. 
Ampliando sobre las negociaciones entre el Gobierno y las Farc en La Habana, Samper dijo que “soy un optimista irresponsable frente a estos procesos. Si no se les pone energía positiva y fe, no salen. El país tiene que poner fe en que esto va a salir adelante. De lo contrario, lo que sí es claro es que la alternativa que queda, que es la de la guerra, no es la mejor para preservar valores y construir el esquema de convivencia que tanto necesitamos”.
La gastada mentira de que aplicar las leyes es "guerra", tal como quien se resiste a la violación ejerce la violencia, con lo fácil que es decir que es la realización del amor.
Sobre el inmediato futuro político del país, el expresidente Samper sostuvo: “Creo que estamos en el camino de la paz. Cualquier persona nombre o proyecto que incorpore el tema de la paz, va a recibir un tratamiento preferencial y mayoritario en las elecciones de 2014. Espero que esté jugando el nombre del presidente Santos, quien no será elegido simplemente por la figura de la reelección en sí, sino porque su proyecto político a futuro está articulado con la paz”.
¿Se entiende? Si la gente vota libremente hunde los acuerdos, pero con la promesa de la paz gana Santos, según espera Samper. El nombre de eso es atraco, pero no se aporta mucho señalándolo: los colombianos no quieren vivir sin atracadores sino entenderse con ellos y cada uno en la medida de lo posible afiliarse a las bandas. Las FARC tienen mucho futuro como opción popular.
Agregó que “sin duda las opciones electorales que tienen hoy los colombianos son la paz o la guerra. Por eso es una idiotez decir que en las próximas elecciones hay que excluir el tema de la paz. Por el contrario, hay que incluirlo. No hay nada más importante para este país que escoger entre la guerra y la paz. Y en los términos de Tolstoi, yo espero que escojamos la paz”.
Cosa que es cierta porque no existe ninguna oposición. Uribe era un seguidor de Samper en su "Movimiento del Poder Popular" y en casi todas las cuestiones importantes comparte valores e ideas con este genio. No es tan raro que ambos sean protectores de Sigifredo López, a saber qué lealtades secretas tienen mientras mandan a los idiotas a pelearse.

Todos los precandidatos uribistas llaman "paz" a la negociación con las FARC, que es como llamar "amor" a la violación convertida en costumbre.

La mención a Tolstói es otra muestra de que los colombianos no forman parte de la humanidad. ¿Qué relación tiene lo que declara Samper con la novela de Tolstói? ¿Cuáles son los "términos de Tolstói? Es fácil. Ningún colombiano la ha leído, nadie va a escandalizarse por una alusión tan ridícula.
Finalmente, sobre el conversatorio Agua y Paz, que promueve la Asociación Colombiana de Ingeniería Sanitaria y Ambiental (Acodal), el expresidente Samper señaló que “tener el agua como punto fundamental en las negociaciones de La Habana es una condición inaplazable para avanzar en la consolidación de buenos índices de desarrollo. Es como una fórmula de agua bendita para el desarrollo”. Por ello, propuso que en el contexto de las negociaciones en torno a un acuerdo de tierras, los pactos finales conduzcan también a una política de agua.
No hay que confundirse: el desarrollo presupone la abolición de la democracia, que es lo que ocurre cuando la política de aguas no la deciden los representantes de los ciudadanos.

Bueno: eso pasa con la Constitución de 1991, cuya asamblea no tuvo votos ni siquiera del 20% del censo electoral y siguió a la traición a la ley que significó el premio al M-19. Una Constituyente podría acabar con todas las atrocidades de ese engendro impuesto a punta de carros bomba, pero no hay demócratas que la quieran convocar sino que todos se sienten aliviados, particularmente los uribistas, con el orden en que los terroristas son dueños del poder judicial.

(Publicado en el blog País Bizarro el 8 de julio de 2013.)

lunes, septiembre 09, 2013

Mamarrachos, payasos y humoristas

La elección de Uribe como el personaje más importante de la historia colombiana ha servido para mostrar de forma patente el retrato de la sociedad colombiana: aparte de un comentarista deportivo convertido en analista político del que no sé nada, los otros tres panelistas que comentaban la elección son portavoces oficiosos de las FARC (si se conociera el contenido de los PC de Cano y Jojoy con toda certeza se sabrían muchas cosas sobre esa gente) y explotaron de ira porque se sienten autorizados a ordenar lo que la gente debe pensar. Y eso porque simplemente es el espíritu de su medio social, formado por personas que en gran medida proceden directamente de los encomenderos: el principal atractivo del comunismo para los universitarios de los años sesenta y setenta era que permitía prescindir de la "farsa electoral". Nada raro.

La misma pregunta es problemática, ¿qué significa ser el "gran colombiano"? ¿Se trata de la influencia o del mérito? ¿Cómo comparar a un líder actual que es ante todo un hombre de acción con un modesto intelectual de un país 70 veces menos poblado hace dos siglos como Nariño? ¿Por qué no incluir a Silva o a Cuervo, más influyentes en sus ámbitos de actuación que García Márquez en el suyo?

Son demasiadas preguntas para un tema fastidioso, del que el dato realmente importante no es que gane Uribe sino que el segundo candidato con más votos, más de un 17%, es el finadito Jaime Garzón. Muestra de que los antiuribistas se verían en verdaderos apuros poniendo como gran modelo de ciudadano a Tirofijo o a Petro. A eso nadie le ha prestado atención y realmente es lo más fascinante: tal vez Garzón no sea el "gran colombiano" pero sí el colombiano más arquetípico. Tal vez el que un evaluador imparcial escogería como paradigma del país.

Respecto a ese mártir, no se trata sólo de fealdad y chabacanería, ni tampoco de una relación innegable con el terrorismo, que parece ser el único recurso que los anticomunistas encuentran para descalificarlo. Es un poco peor: en los años de Samper en que el país era descrito por un embajador estadounidense "buenista" y "progre" como una "narcodemocracia", ese genio indescriptible se dedicaba a divulgar la leyenda de que las desgracias del país provenían de una oligarquía ridícula formada por personas que usaban términos raros, habían alcanzado cierta edad y al parecer cuidaban su indumentaria. ¿Es tan complicado darse cuenta de que se trataba de propaganda del gobierno? Sí, es dificilísimo: los colombianos se reconocen en el fracaso y creen que los grandes medios le dan espacio a un justiciero que casualmente se enfrenta a los odiados poderosos.

La imagen y las gracias de Godofredo Cínico Caspa, el típico antisamperista y después uribista (el personaje sigue existiendo en forma de escritos del antiguo guionista, Antonio Morales Rivera, un pensador que tampoco hace nada por ocultar su adhesión a las bandas terroristas; hace unos meses comenté uno de sus escritos) son exactamente la clase de propaganda que los nazis hicieron sobre los judíos. El reclamo inmediato al resentimiento y envidia de la peor gente. Los recursos "humorísticos" más despreciables al servicio de la calumnia, y, como he explicado arriba, para defender a un régimen mafioso y a sus aliados terroristas.

Ese mamarracho sigue teniendo su versión en el caricaturista @Vladdo, cuyos recursos son más o menos los mismos, por no hablar de la similitud física y las lealtades políticas de ambos. Alguna vez vi una foto de Bacteria Opina, que les gana en apostura, si bien en ingenio es innegable que se copian.

En definitiva, los dueños de los medios, como expliqué en otra parte, explotan el recurso de la risa (las ofensas burdas, las calumnias, la crueldad con los débiles y demás) con la misma función con que explotan la indignación, que siempre encauzan contra otros distintos a sus aliados, como ocurría con Samper y Jaime Garzón, y la desnudez femenina.

Uno de los Samper, el hijo de otro payaso de una época más señorial, explota tanto la pornografía como la risa: su burdel virtual es a la vez circo y los colombianos de clases altas y pretensiones intelectuales encuentran solaz de todo tipo en sus medios. Su genialidad florece en prosa, con prodigios como decirle "pincher" a Andrés Felipe Arias (lo viven repitiendo los demás humoristas de Semana) o burlarse de la mutilación sufrida por el exministro Vargas Lleras.

La chabacanería "chistosa" mezclada no ya con la pornografía sino con la indignación es la especialidad de otro personaje de diverso origen social que Samper pero de extraordinario parecido: Guillermo Prieto, "Pirry". Sigue el mismo patrón que los anteriores, obviamente porque tiene los mismos patrocinadores. Una serie de cuentas de Twitter de las FARC coordinadas por el senador Camilo Romero se dedica a imitarlo. La misma clase de gente que compra SoHo y se ríe de las gracias de Vladdo o Jaime Garzón le "jala" al civismo que practican esos próceres.

Hasta ahí es sólo un circo de enanos y monstruos que no vacilan en lucir a unas cuantas rameras para amenizarle las veladas a su público. El verdadero humor se dirige al público más refinado que lee las columnas de opinión, y no hay que dudar de que Antonio Caballero, por ejemplo, es un humorista. Veamos una pieza de humor negro que habría desconcertado al mismo Kafka, que nació hace 130 años.

La fidelidad a Uribe 
Por León Valencia 
El formulario de inscripción de los candidatos del Centro Democrático ilustra el fanatismo, la ignorancia y el cinismo que campean en la política colombiana.

Leí el formulario de inscripción de precandidatos del Centro Democrático a las elecciones del 2014 y no salgo del asombro ¡Cómo puede concebirse un movimiento político en pleno siglo XXI sobre la base de la fidelidad a un líder!
 
Dice el cuarto requisito de los cinco que trae el formulario: “Ser uribista... Se refiere a empuñar la bandera y acoger la doctrina del expresidente Uribe y ser fiel a su causa”.
La cuestión concreta del procedimiento de selección de los candidatos merecería muchos comentarios, pero no es lo que interesa ahora. El texto de la entradilla es la típica "argumentación" colombiana de descalificaciones que a la clase de público de Pirry, Jaime Garzón, Vladdo, Samper Ospina, Bacteria y demás próceres le produce una cómica sensación de superioridad.

El caso es que la gente reconoce a Uribe y vota por Uribe y los uribistas exigen a sus candidatos que sean leales al jefe del partido. Eso ocurriría en cualquier parte y si es tan directo es sólo porque no hay verdaderos partidos: lo que une a las otras organizaciones políticas son las rentas del crimen, ya se trate de la extorsión y la cocaína, ya del peculado.
El siglo XX fue el apogeo de las grandes doctrinas políticas, de los grandes relatos: el liberalismo, el comunismo, el nazismo. Ofrecían un paraíso para la humanidad.
Fanatismo, ignorancia y cinismo. ¡Ahora el liberalismo es algo comparable al nazismo porque es uno de los grandes relatos! Eso sólo puede ser una broma, pero hay quien se lo toma en serio, y es lo que pasa con estos humoristas, que probablemente sólo quieren burlarse de sus lectores.

Es falso que el liberalismo ofreciera un paraíso para la humanidad: sencillamente ofrecía, como ahora, defender la libertad individual. El nazismo tampoco ofrecía un paraíso para la humanidad porque abiertamente proponía el exterminio de grandes comunidades. Todo es mentira pero la clase de gente que lee a este asesino, los "intelectuales" en el sentido colombiano del término, son tales muertos de hambre a los que se les puede contar algo así.
Todo terminó en la más dolorosa tragedia. El liberalismo primigenio con su canto al individuo, al libre pensar, a las libertades políticas, derivó en el credo neoliberal con su bien calculada dictadura de los mercados y de los bancos y su asombrosa concentración de la riqueza y su lacerante inequidad y pobreza en esa periferia enorme del sistema.
Gracia no le falta al asesino para burlarse del populacho que lo aplaude: ¡el liberalismo derivó en el credo neoliberal y en la concentración de la riqueza! Qué extraño que los países con una desigualdad más marcada son por ejemplo los de Sudamérica, donde nunca ha habido liberalismo ni mercados sino oligarquías y castas de parásitos. ¡Y la "dictadura de los mercados" va a resultar una tragedia como los más de cien millones de personas asesinadas por los comunistas (a veces mediante el hambre) o las víctimas de la guerra provocada por los nazis!

Más gracioso, pero al mismo tiempo característico de la "cultura" local, es que el liberalismo resulte causante de la pobreza en la periferia del sistema. ¡Allí donde no había liberalismo! El orden mental de tales razones define el sentido de la educación colombiana. El que dude de que semejantes disparates son atrocidades intelectuales puede buscar en la prensa de algún país civilizado un cuento semejante. La sociedad abierta viene multiplicando los ingresos de los ciudadanos desde el siglo XVIII, pero de repente resulta causante de que otras sociedades no sean abiertas.

Esto no se puede dejar de relacionar con la educación, que a fin de cuentas es la cuestión principal para una sociedad. ¿Cuántas personas leen a este pensador? La inmensa mayoría de los titulados universitarios, y pienso sólo en carreras con alguna incidencia ideológica o política, no leen las columnas de opinión de la prensa. Son los más aplicados y ambiciosos. Llegan a eso.

Bah: es incomunicable. El único objeto de la educación es formar personas que proclaman la necesidad de la educación, que cada vez más es un despropósito monumental, eficaz no obstante para justificar el reparto de las rentas del subsuelo entre los de siempre con el efecto de asegurar miles de entusiastas defensores que sueñan con tomar parte en la rapiña.
El comunismo, que tuvo su versión más acabada en la extinta Unión Soviética y sus satélites, se convirtió en el intento supremo de absorción del individuo por parte del Estado, en la enajenación abierta de las multitudes, en la cárcel y la muerte para las disidencias, en aras de un bienestar económico y social que nunca llegó o que llegó solo para sectores marginados de la sociedad, que pudieron dar un pequeño paso mediante el acceso a bienes públicos y a subsidios.
Es que es tan chistoso que es incomunicable: el comunismo sólo le produjo bienestar a sectores marginados de la sociedad. No, no es que los colombianos sean subhumanos como a mí me da por pensar, sino que el comunismo era una ocurrencia muy rara. Esto dice el diccionario sobre "marginar"
6. Poner o dejar a una persona o grupo en condiciones sociales, políticas o legales de inferioridad. U. t. c. prnl.
Era porque se trataba de una gran aspiración moral: a los que no tenían una gran pasión por la justicia se los degradaba con bienes públicos y subsidios, para que no molestaran a los que buscaban en el ascetismo la perfección.

Eso es sólo un nivel superficial. Mucho más interesante es esto: este hombre estuvo durante 23 años en el ELN, una organización comunista, y la mayor parte de ese tiempo en su máximo órgano de dirección, desde donde tuvo que ordenar muchos más crímenes que Pablo Escobar. Después pasó a formar parte del frente legal de esa organización (no, la Corriente de Renovación Socialista, ahora Corporación Nuevo Arco Iris, no era una división: a los "liquidacionistas" y divisionistas los matan, como les pasó a Jaime Arenas y Ricardo Lara Parada) y a cobrar los crímenes desde cómodas posiciones de poder y cobrando la extorsión directamente del Estado. ¡Pero ahora es el que denuncia al comunismo por provocar una catástrofe parecida a la del liberalismo!

En Colombia la clase de gente que suscribe esas "ideas" tiene sueldos multimillonarios por enseñar en la universidad y prácticamente nadie los cuestiona.
En medio de la primera gran crisis del liberalismo y de la emergencia del comunismo surgió el fascismo italiano y su hermano el nazismo alemán, para recrear el nacionalismo extremo y el patriotismo (que es otro de los requisitos del formulario de Uribe) para llevar a sus límites el autoritarismo y el racismo y engendrar esa vergüenza de la vieja Europa: el holocausto judío.
Ya ven, ahora este asesino que forma parte del "Ejército de Liberación Nacional" se volvió antipatriota porque pudo encontrar en el nacionalismo de los uribistas un punto de unión con el fascismo. ¿Es un chiste? Claro, la clase de subhumanos que reproducen ese discurso sólo merecen burlas, como aquel personaje del Decamerón que temía estar embarazado porque su mujer se le ponía encima.
Pero estas eran ambiciosas ideologías, forjadas con el concurso de prestantes intelectuales, con una explicación omnímoda de la naturaleza humana, con una versión de la economía y del Estado; no el enunciado vacío del Estado comunitario que ofreció Uribe en su primera campaña o la angustiosa respuesta a la ofensiva guerrillera bajo el rótulo de la seguridad democrática. 
Así que la adhesión a la doctrina del expresidente Uribe termina siendo el aprendizaje del emblemático discurso de acabar con unas guerrillas mediante la acción militar y la sujeción a las ambiciones de un astuto líder político que fue capaz de convertir, temporalmente, el odio a las Farc y sus desmedidas pretensiones de caudillo en un propósito nacional.
Trato de entender este segundo párrafo y siempre me encuentro con los límites de la condición humana. ¿La adhesión a la doctrina termina siendo el aprendizaje del discurso? ¿Qué es "emblemático"? La idea de "acabar con unas guerrillas mediante la acción militar" es lo que en otros países se llamaría aplicar las leyes.
De eso trata el formulario que deberán llenar los candidatos del Centro Democrático. Es una especie de juramento que quiere prevenir la denominada traición perpetrada por el presidente Santos y el Partido de la U.

De nada servirá semejante anacronismo. No lo firmará ningún intelectual serio, ninguna persona culta, que sepa el significado que en el ámbito político tiene la palabra doctrina después de los horrores del siglo XX. Lo firmarán los de siempre. Parecidos a los que ayer adhirieron al Partido de la U, de la U de Uribe.
Los intelectuales serios son los que suscriben que el comunismo favoreció a sectores marginados y todas las demás perlas anteriores. Pero ¿recuerda alguno de esos intelectuales serios ese rechazo a la doctrina? Yo no y hace muchísimo tiempo que leo varios periódicos de varios países civilizados y a todos los intelectuales importantes en el ámbito hispánico. ¡El hecho de exigirles a los candidatos que sean leales a quien les consiga los votos inspira desprecio a las personas cultas porque se parece a las doctrinas como el liberalismo! El lugar en el que alguien así, con un prontuario de miles de secuestros y asesinatos, se permite tales prédicas es parte de la humanidad más o menos como Garavito es un ciudadano colombiano. Una vergüenza mayúscula. Algo grotesco y ridículo.

Pero se trata de humor, no cabe duda.
Políticos colombianos al fin. Jóvenes y decentes algunos, que no tienen mayor idea de lo que ha ocurrido en el mundo en las últimas décadas. Oportunistas la mayoría, que firman lo que sea con el fin de llegar al Congreso o de conquistar una gobernación o una alcaldía. Juran y a la primera mejor oportunidad deshacen el juramento.
¡La caída del liberalismo en el neoliberalismo será una de las cosas que ignoran!
Firmarán eso y firmarán también los otros requisitos: ser una persona honorable, idónea, trabajadora y patriota. Lo firmarán aunque sepan (como sabían, más de cien parlamentarios partidarios de Uribe elegidos en el 2002 y 250 alcaldes y nueve gobernadores elegidos en el 2003, todos vinculados a la parapolítica) que su carrera está saturada de alianzas con ilegales o salpicada de corrupciones diversas.
Este dulce angelino ¡denuncia a Uribe por alianzas con ilegales!, gracias a que los colombianos cedieron a la alianza de los gobiernos de los noventa con los asesinos y le permitieron a éste quedar impune de sus atrocidades: a que las legalizaron. Ahora es el guardián de la legalidad.
Lo firmarán personas idénticas a los ministros y consejeros y jefes de institutos descentralizados del círculo más cercano a Uribe, que ahora están en la cárcel o huyen de la Justicia por haber participado en alguno de los 25 grandes escándalos de corrupción del anterior gobierno destapados hasta la fecha.

Tienen que leer el formulario, es una verdadera joya. Ilustra el fanatismo y la ignorancia, pero también el cinismo, que campean en la política colombiana.
Los payasos también explotaban el hecho de que Arias estuviera en la cárcel como un argumento contra él. Así lo está Arias Cabrales por condenar a Petro por porte ilegal de armas y Plazas Vega por impedir el golpe de Estado de noviembre de 1985: se hace realidad la famosa cita de Thoreau, "Bajo un gobierno que encarcela a cualquiera injustamente, el lugar apropiado para el justo es también la prisión".

Con mucha mayor razón allí donde los asesinos desvergonzados dan clases de moral, de legalidad, de combate contra el crimen y hasta de ciencias políticas. La ridiculez de esa perla desnuda a Colombia en sus clases altas, que son las que leen a este asesino, que por lo demás complementa la galería de imbéciles y canallas de su revista.

(Publicado en el blog País Bizarro el 4 de julio de 2013.)

jueves, septiembre 05, 2013

Habla Pablo Catatumbo

Sísifo fue condenado por los dioses a subir una piedra hasta una cima y dejarla rodar, para volver a empezar. Escribir un blog sobre Colombia es algo así. Repetir y repetir la misma acción tratando de comunicar lo incomunicable con el triste resultado de que realmente eso interesa a muy poca gente.

¿Por qué empiezo hablando de lo incomunicable? Porque el título que he puesto a este artículo corresponde a un titular de la revista Semana y es algo que sólo podría ocurrir en Colombia, algo que ya lo dice todo y realmente no importa qué diga ese asesino porque el problema es que hable. Es decir, el problema es una sociedad que permite a los criminales ejercer de figuras mediáticas como si hubieran hecho méritos para eso.

Es incomunicable porque los colombianos no entienden que su mundo no es el del resto de la humanidad y creen que por ejemplo en España alguna vez algún periódico de gran circulación podría entrevistar a algún jefe terrorista para divulgar sus ideas. Insisto: ¿dónde ocurre algo así? En ninguna parte, pero es inconcebible que un colombiano admita que eso pasa: lo impone una deformidad profunda que hay en su interior y no en entidades que no controla (y que en realidad le sirven de pretexto).

Como si uno llega a la casa y el padre lo saluda sonriendo: "Estaba bueno tu hermano", al que se acaba de comer. Algo así sería para cualquier persona de un país civilizado ese titular, pero no abundarán los colombianos que quieran admitir lo monstruoso de su realidad. Los asesinatos son algo insignificante al lado de esa "naturalidad" con que sus autores aparecen en la prensa, es decir, con que los colombianos toleran que se los impongan como amos. Se vuelve un ciclo fatal porque ya tienen ocupando altos cargos a Angelino Garzón y Luis Eduardo Garzón, miembros del Comité Central del Partido Comunista cuando éste era abiertamente lo mismo que las FARC, o a Petro, procesado en su día por homicidio y terrorismo e indultado gracias a la "paz" de los ochenta. Los asesinos persistirán porque los colombianos, las personas concretas como el improbable lector de este artículo, lo toleran.
Uno de los hombres fuertes de las Farc habla con María Jimena Duzán sobre las posibilidades de un acuerdo.
Al leer lo de "hombre fuerte" referido a ese asesino me acordé de Salomón Kalmanovitz, el cuñado de la entrevistadora, que hace poco publicó una columna titulada "La república de los señores de la guerra". Citó dos prodigios de esa obra para que el lector entienda de qué se trata:
Los modernos señores de la guerra desplazaron a 700.000 familias de 7 millones de hectáreas en los últimos 25 años. Contaron con 35% de la representación congresional, con innumerables alcaldías y gobernaciones y fueron base política del presidente Uribe.
Si hubiera la más remota posibilidad de asociar realmente a Uribe con los paramilitares hace tiempo que sería la obsesión de todos los medios, pero eso no disuade en absoluto a este viejo marxista de calumniarlo: está en la naturaleza del colombiano, en su bajeza y servilismo. El gobierno apoyado por la mayoría porque multiplicó la renta general y el bienestar y redujo drásticamente los homicidios y secuestros resulta ser el de los "señores de la guerra" mientras que los responsables de asesinar a cientos de miles de personas y secuestrar a decenas de miles son "hombres fuertes".

Para que el lector no se engañe sobre lo que son esos señores de la guerra vale la pena prestar atención al final del escrito de ese decano que probablemente tendrá su ministerio cuando los billones de pesos obtenidos con la extorsión y el asesinato por su Servicio Doméstico Armado estén lavados gracias a la alianza de Santos con el crimen.
Si el proceso de paz con las Farc es exitoso, se podría comenzar a marchitar la estructura política de los señores de la guerra, que tan bien se complementa con el clientelismo. Ellos perpetúan el atraso, la pobreza y la exclusión política, garantizan además que los dueños de la tierra no tributen, como los nobles en la Edad Media. Podríamos entrar en una fase de competencia política basada en la argumentación ideológica. Podríamos construir un Estado fuerte, basado en un servicio civil meritocrático incorruptible. Podríamos superar, por fin, la barbarie de los señores de la guerra.
¿Se entiende? Las personas bomba y las minas quiebrapata tienen por objeto "marchitar la estructura política de los señores de la guerra", que es aquella en la que la gente decide qué programa de gobierno prefiere y no el que le impongan los "hombres fuertes" de la paz, cuyo capital político son los asesinatos. ¡Así se saldrá del atraso, la pobreza y la exclusión política!, que es lo que hay cuando se respeta la voluntad de los ciudadanos. Y como son los dueños de casi toda la tierra, con derecho de pernada en las tales "zonas de reserva campesina" (no es exactamente derecho de pernada sino licencia para matar y mucho más), están ansiosos por tributar. ¡Podríamos entrar en una fase de competencia política basada en la argumentación ideológica! Obvio, ¿para qué va a hacer falta refrendar lo que acuerde el gobierno y los terroristas si ya hay competencia política basada en la argumentación ideológica? Gracias a esa negociación habrá un servicio civil meritocrático incorruptible...

El señor Kalmanovitz es un decano de Economía. En una época yo conocía "argumentos" de parecida nobleza en el blog de otro decano, Alejandro Gaviria, que después llegó a ser ministro en el gobierno que busca tan promisorio paraíso de paz y civilización. Es que el terrorismo sólo es el viejo orden que ha hecho de la universidad un búnker en el cual defender privilegios infames con razonamientos de esa categoría.
“Vemos al general naranjo y al general mora como dos adversarios dentro de una confrontación política en la que ellos están en un bando y nosotros en el otro.”
Una confrontación de póquer que sin la menor duda les generará a esos generales una mejora patrimonial gracias a los cientos de toneladas de cocaína que ayudan a exportar mientras se consuma el lavado de activos. Francamente, perdón si se sorprenden (yo he dedicado mucho tiempo a limpiarme lo colombiano), la idea de que no se lucran de ayudar a matar a sus subalternos, de que lo hacen por "idealismo" (la endemia más enternecedora de Colombia es el idealismo lambón) es más monstruosa aún.
MARÍA JIMENA DUZÁN: ¿Hace cuánto no salía del monte? 
PABLO CATATUMBO: A la civilización no vengo desde las negociaciones de Tlaxcala. Es decir, desde hace casi 25 años. Y hace 12 no veía a Iván Márquez.

M. J. D.: Usted fue el primer miembro del secretariado que dio el paso que inició este proceso de paz. ¿Qué lo motivó a darlo?
 
P. C.: Es cierto. Las exploraciones comenzaron con el gobierno de Uribe cuando nos envió una carta, firmada por el entonces comisionado Frank Pearl. En ese momento, sin embargo, consideramos que no era viable insistir en un proceso de paz cuando su mandato estaba acabando.
Esta señora protagoniza una labor obsesiva de su revista de entrevistar continuamente a los jefes terroristas. Es una tarea de legitimación bastante descarada, pero tiene que ver con toda su trayectoria: es otra mártir heredera, como Iván Cepeda o Abad Faciolince. Perdió a su hermana, la esposa de Kalmanovitz, que se había ido a proteger a los campesinos en una región casualmente llena de terroristas. En tiempos del Caguán recibió el consulado en Barcelona como gesto de Pastrana hacia las FARC. Entre las cosas que recuerdo de su principado están que tenía sede en la calle más prestigiosa y sin duda más cara de la ciudad y tenía a una hija de Alfredo Molano de "agregada cultural". Obviamente representaba a las FARC, como de hecho ocurrió con un hermano de alias Alfonso Cano y muchísimos otros personajes: la paz de ahora es sólo un paso más de algo que ya ocurrió en los ochenta y noventa, cuando el asesinato y el secuestro se premiaban con puestos diplomáticos.

La respuesta del asesino pretende legitimar la manguala de La Habana como algo que comenzó Uribe: como si proponer negociaciones fuera lo mismo que hace Santos, que sencillamente les entrega el país. O mejor dicho, asegura el control con el pretexto de calmar al servicio doméstico armado de su clan.
M. J. D.: ¿Y por qué decidieron iniciar los diálogos exploratorios con el gobierno Santos? 
P. C.: Porque las cartas que él nos mandó y los mensajes que nos hizo llegar tenían otro contenido. Además, estaba comenzado un gobierno y desde el día de su posesión el presidente dijo que no tenía cerradas las puertas de la paz y que las llaves las tenía él. Con Alfonso Cano y el secretariado analizamos esa alocución y nos pareció que ahí había un mensaje. Sentimos que había la posibilidad de llegar a encontrar una solución política, que nunca ha estado ausente de nuestro planteamiento estratégico. El resto no se lo puedo decir porque tenemos compromisos de confidencialidad con el presidente, que ambos hemos respetado.

M. J. D.: ¿Qué impacto puede tener en el proceso de paz la posible reelección del presidente Santos?

P. C.: Me parece positivo. Si el presidente es reelegido se le da continuidad al proceso. De otro lado, le da la oportunidad para que lo defienda, cosa que no ha hecho hasta ahora con suficiente fuerza y convicción.
Al mismo tiempo que se legitima a los asesinos, se mete una "cuña" para favorecer al tío del director de la revista en sus anhelos reeleccionistas, ligados a la posibilidad de la paz, que no consiste en que los asesinos desistan, pues cada vez andan más envalentonados, sino en que la sociedad los reconozca. Son hombres fuertes que vienen a remediar el imperio de los señores de la guerra.
M. J. D.: ¿Por qué lo dice?

P. C.: Siempre tiene un doble mensaje. Por un lado está la mesa de La Habana, pero por el otro nos vive hablando de plazos. Primero nos dio uno y luego lo alargó hasta noviembre. Y en varias ocasiones ha dado a entender que si esto no funciona, nada se pierde porque volvemos a la guerra de siempre.

M. J. D.: En el documento escrito por el alto consejero para la paz, Sergio Jaramillo, se defiende el proceso y se plantea la importancia del fin del conflicto. ¿No lo entendió así?
 
P. C.: ¿Qué hizo Sergio Jaramillo? Exponer de manera clara y coherente el pensamiento que tiene el gobierno de lo que debe ser este diálogo de paz. Desde ese punto, me parece interesante porque antes no lo habían hecho. Pero le aclaro, esa es la opinión del gobierno, no la nuestra.

M. J. D.: ¿Y qué es lo que no comparte del documento del alto comisionado?
 
P. C.: Para empezar, diferimos en los tiempos. No queremos un proceso exprés. A una confrontación que ha causado tanta tragedia en el país y que se ha prolongado durante casi 50 años es muy complicado ponerle plazos.

M. J. D.: ¿Significa eso que este año no habrá humo blanco?

P. C.: Yo no quisiera caer en esos escenarios. Nosotros queremos más bien recordarle al gobierno que hay temas muy gruesos en los que todavía no hay acuerdo, como sucede con la propiedad terrateniente en Colombia. El latifundismo es lo que históricamente nos ha llevado a la guerra. Si usted revisa, este conflicto comenzó cuando López Pumarejo dijo que los campesinos tenían derecho a su tierra e inmediatamente el poder terrateniente se le vino encima. Ahí empezó la guerra.
El "doble mensaje" de Santos no tiene nada que ver con distancia respecto de las FARC ni menos con deslealtad a su manguala criminal, sino a la necesidad de quedar bien con las víctimas. Y lógicamente difieren en los tiempos: el hecho de que un grupo dirigente del terrorismo esté a salvo de la persecución legal alienta a los demás, y mientras no haya amenaza de liquidación se podrá seguir exportando cocaína. Todo lo que necesitan es tiempo.

No hay ni que preocuparse por el odio a los terratenientes. Las FARC son los mayores terratenientes que hay en Colombia, pero en la medida en que son socios de los herederos de la república liberal pueden seguir con sus negocios criminales porque favorecen la dominación que esos parásitos y canallas alcanzaron en esa década: les alcanzará para un siglo. ¿Quién administra realmente los billones de las FARC? Antes de ser presidente, López Pumarejo fue banquero, y no es ninguna sorpresa que los medios del grupo creado por Julio Mario Santodomingo Pumarejo, emparentados con los López y siempre socios de los gobiernos afines, sean los más descarados promotores del terrorismo.

M. J. D.: Le pide al gobierno que defienda el proceso, pero ustedes se han tomado seis meses discutiendo el primer punto. A ese ritmo no van a terminar nunca. 
P. C.: Estoy de acuerdo con que el proceso tiene que avanzar. Pero para eso hay que poner voluntad de lado y lado. El gobierno ha dicho que tiene unas líneas rojas y que sabe hasta dónde llegar. Eso, si no lo explican bien, se presta para conjeturas. Se parece mucho a lo que Uribe llamaba los inamovibles.

M. J. D.: En el Congreso se está moviendo una propuesta de suspender el proceso de paz, mientras se llevan a cabo las elecciones. ¿Le parece viable?
 
P. C.: Puede estar bien intencionada, pero faltó sustentarla más y podría hacer inviable el proceso. Insisto: ha habido avances, pero no los suficientes. El gobierno ha ofrecido devolverles las tierras a quienes se las han arrebatado, pero eso no es ninguna reforma agraria, ni mucho menos una revolución. Tan solo un acto de elemental justicia y hasta incompleto, pues el despojo según la Contraloría suma 8 millones de hectáreas y solo ofrecen restituir 2 millones. Para que haya una revolución en el campo, mínimo tendríamos que cambiar la injusta concentración de la propiedad de la tierra. Por eso, cuando nos dicen que la propiedad privada no se va a afectar, pensamos que esas son las líneas rojas de las que habla el presidente Santos.
La legitimación de una monstruosidad, convertir a los criminales en creadores de las leyes, ya se da por sobreentendida, más cuando se los apremia para que el proceso avance. Claro que el asesino no va a decir que cuanto más dure el proceso más obtendrán extorsionando y exportando cocaína, pero de eso se trata, también para la revista y obviamente para el gobierno. La demanda demagógica de repartir la tierra por parte de quienes más la han concentrado en sus manos es el colmo del descaro, pero encuentra público en Colombia: convencer a la gente de atrocidades que no ocurren en ningún país civilizado es lo que llaman educación.
M. J. D.: Nadie cuestiona que haya concentración de la tierra. Pero también hay derecho a la propiedad privada y el gobierno ha sido muy claro en que no se va a tocar ese tema en la mesa. ¿No será que ustedes también tienen sus líneas rojas que tampoco los están dejando avanzar? 
P. C.: Le aclaro, nosotros no estamos hablando de expropiar toda la propiedad latifundista. Solo que se apliquen los instrumentos administrativos y las leyes que hay para ponerle límites a esa concentración. Por eso proponemos que si hay 40 millones de hectáreas en ganadería extensiva que por lo menos se incorpore la mitad a la producción de alimentos. Además en el tema de las Zonas de Reserva Campesina hemos pedido que se legalicen los 9 millones y medio de hectáreas de tierra que están en proceso de construcción, pero el gobierno se niega argumentando que solo hay 3 millones y medio.
Cuando yo entré a la guerrilla, San Vicente del Caguán no existía, la zona de La Uribe y de El Pato eran una selva. El general Rojas había implementado una reforma agraria para darle a los campesinos tierras, pero en la selva, y estos habían llegado con sus hachas a derribar montaña. Esos son los campesinos que hoy están clamando por que les titulen sus tierras. Eso pasó hasta en los Estados Unidos, cuando se pobló el oeste, pero Colombia es el único país donde hay que armar una guerra para conseguir que les titulen una tierra que ya es suya de hecho.
Las justificaciones del terrorismo, surgido entre aventureros urbanos relacionados con familias oligárquicas y después de las universidades, resulta ahora el anhelo de que les titulen tierras. ¿Alguien recuerda la ideología del Partido Comunista y su brazo armado? La desfachatez de estos criminales sólo es superada por la de los medios que les hacen propaganda, y tiene por base la condición moral de su público: colombianos, arribistas serviles que sólo miden el éxito por la proximidad al poder.
M. J. D.: Si este proceso de paz llega a feliz término, ¿usted quisiera llegar al Congreso? 
P. C.: María Jimena... Si mi objetivo fuera llegar al Congreso, no habría necesitado pasar 40 años en el monte. Si he luchado tantos años no es para llegar a ser simplemente un parlamentario. Para eso, me habría metido a un partido tradicional y me hubiera vuelto un clientelista más. Nosotros tenemos una inmensa voluntad de paz, pero sería injusto con el país que una guerra que ha costado tanto se termine sin que haya un cambio mínimo en las condiciones sociales de la gente. Y sería un acto irresponsable de parte de las guerrillas colombianas que solamente se buscaran beneficios personales.

M. J. D.: ¿Y entre esos beneficios personales, el de no ir a la cárcel después de todos los crímenes que han cometido es uno que les interesa?
 
P. C.: Lo que creemos es que la propuesta de Santos no es generosa en ese sentido. El M-19 obtuvo amnistía, constituyente, circunscripción electoral especial, ministerios y hasta noticieros. Todo eso se lo dieron acabando de hacer la toma del Palacio de Justicia. A las Farc-EP, que es una guerrilla mucho más importante, nos ofrecen un marco jurídico en el que nos toca ir a la cárcel. ¿Cuántos años?, pregunta uno. Poquitos, por ahí de cuatro a ocho, le dicen. Eso no tiene lógica.
No tiene ninguna sorpresa que declaren que los colombianos les salen a deber por todo lo que los han matado, secuestrado, extorsionado, mutilado y demás, ni menos que pretendan más que el M-19 cuyos crímenes los colombianos premiaron generosamente. La lógica del terrorista es coherente, han matado más, merecen más. El problema es que los colombianos que creen que no se debe premiar el crimen son minoría: todo el problema es cuántos milenios hacen falta para que el proceso de humanización se consume.
[...] 
M. J. D.: ¿Ustedes aceptan haber secuestrado y asesinado al papá de Carlos Castaño?

P. C.: Aunque yo no era comandante en ese momento, ni estaba en esa zona, sí fue cierto que al padre lo retuvieron las Farc, pero no lo ejecutaron. Su padre murió al parecer en un intento de rescate cuando se estaba procediendo a su liberación. Pero, ¿sabe? No guardo rencores. Yo entiendo que este es un conflicto que nos ha afectado a todos. Y por eso hablamos de las víctimas del conflicto, que incluyen a los familiares de los soldados, de los guerrilleros…
 
M. J. D.: …a las de los diputados del Valle, asesinados por las Farc o a las de los Turbay Cote que corrieron con la misma suerte.

P. C.: Sí, las de los políticos. En realidad yo no tuve participación directa en ninguno de esos dos operativos, pero entiendo que debe ser un drama inmenso y terrible que no podemos negar y que en su momento debemos abordar como organización.

M. J. D.: En el caso dramático del asesinato de los 11 diputados del Valle, ¿están dispuestos a asumir su responsabilidad?

P. C.: Le estoy diciendo que ahí hay una responsabilidad que debemos abordar como organización.
Resulta fascinante la desfachatez de entrevistadora y terrorista cuando ambos, junto con todo el poder terrorista, consiguieron que el principal responsable de esos asesinatos quedara impune. Bueno, como todo lo que ocurre, tal vez de forma más clara que ningún otro hecho ocurrido en Colombia, fue una elección de los colombianos. Una activista del uribismo me dijo que ella no iba a aceptar que la maldad humana fuera tan extrema. El hecho de que sea tan fácil comprobar que la voz del que alecciona a los secuestradores es la de Sigifredo López y no obstante todos aceptan la versión de la prensa lo resuelve todo: se trata de criaturas subhumanas cuyo destino es someterse a los peores asesinos.

[...] 
M. J. D.: Hoy está en La Habana, pero mañana puede volver al monte a librar una guerra que van perdiendo. ¿No teme terminar como Alfonso Cano? 
P. C.: Lo de que vamos perdiendo la guerra es relativo. Lo que sí es cierto es que ni el Ejército nos ha podido derrotar, ni nosotros hemos podido ganar la guerra. Extender este conflicto no puede ser bueno para el país. Me pregunta que si le tengo miedo a la muerte y le respondo: cuando uno asume un compromiso revolucionario tiene que asumir las consecuencias. A los revolucionarios no nos mueve el afán de conservar la vida, sino el de defender nuestros ideales. Por eso el Che Guevara decía que somos unas especies raras. Y en cuanto a la muerte de Alfonso, yo creo que haberlo mandado matar fue el peor error de Santos. Él era el gran hombre de la paz.
Las únicas fuerzas importantes de las FARC son los medios de comunicación social, el poder judicial, las universidades y los sindicatos de empleados estatales. Frente al ejército no tendrían nada que hacer por mucho que cuenten con la ventaja de poder cometer atrocidades. Sencillamente, como expresión de un orden interno de la sociedad tradicional, cuentan con el dominio de resortes fundamentales del poder. La cantidad asombrosa de condenas a militares y de impunidad clamorosa de personajes como Piedad Córdoba, Iván Cepeda o el citado Sigifredo López (samperista y colombiano por la paz como la señora del turbante) lo demuestra.

M. J. D.: Esa imagen altruista de los alzados en armas contrasta con la que se han hecho ustedes a través de tantos años de guerra. Son una guerrilla cada vez más aliada con el narcotráfico y que somete a la población civil a la extorsión y el secuestro, al reclutamiento de menores y a las minas antipersona. 
P. C.: Mire, un Ejército que ha luchado, que ha soportado un tren de guerra como el que hemos soportado, si fuera integrado por narcotraficantes, se habría quebrado hace rato. Hemos soportado ocho años de Plan Patriota, más dos años de combate con este Ejército de Santos. Y le digo una cosa: no es cierto que en este gobierno se haya aminorado el combate. La intensidad del enfrentamiento es igual o mayor que con Uribe. Yo vengo del frente de esa guerra.
No es posible pensar en nada colombiano sin la corrupción del lenguaje. Tal como ocurría con el sicario moral que acusaba a Alfredo Rangel de ser "pérfido", esa corrupción empieza en el nivel más básico de las palabras. ¿Qué es "narcotráfico"? El supuesto es la absurda idea de que la cocaína es un narcótico. ¿Qué importa?, razona el colombiano. Por ahí empieza una serie de extravíos morales que hacen de las explicaciones con que se pretende justificar esa industria algo más monstruoso que cualquier delirio imbuido por ningún psicotrópico.

Primero, resulta que unos asesinos de cientos de miles de inocentes resultan defendiéndose de algo que para los seres humanos es mucho menos grave. El fondo de eso es la mentalidad del castellano viejo, el estúpido "clasismo" que hace que el traficante de drogas animado por la codicia sea despreciable al lado del psicópata que comete las mayores crueldades por un "ideal" que sólo ha significado opresión y miseria en todo el mundo.

Pero la respuesta del hombre va más lejos. Supone que ser productor y exportador de drogas es una condición ajena a hacer eso (cosa que admiten los colombianos por el reflejo clasista explicado en el párrafo anterior). Ellos no son "narcotraficantes" no porque no hagan eso sino porque tienen "ideales", cosa que ocurre con todas las palabras de los comunistas y que explica la popularidad de esa ideología en Colombia. Después de que robar se llama "recuperar" se puede robar sin considerarse ladrón. A nadie le molesta, los que leen son colombianos.
M. J. D.: ¿Cómo se siente sentado enfrente del general Mora y el general Naranjo?

P. C.: Nos saludamos de manera cordial. Nosotros nunca hemos entendido esto como una pelea personal. Los vemos como adversarios dentro de una confrontación política en la que ellos están en un bando y nosotros en el otro. En estos días le escuché decir al general Naranjo que cuando el enemigo se respeta, uno mismo se hace respetable. Me parece una muy buena frase.
 
M. J. D.: Si es cierto que no están secuestrando y que no tienen que ver con el narcotráfico, cosa difícil de creer, ¿cómo están entonces financiando la guerra? 
P. C.: Definitivamente el tema de las retenciones con fines económicos está cancelado. Lo que sí le quiero decir es que nosotros no somos narcotraficantes.
La entrevistadora finge entender que el asesino declara que no tienen relación con el negocio de las drogas ilícitas, ante lo cual le responde que no son "narcotraficantes". Ante el público de la revista Semana, que en su mayoría vota por antiguos asesinos como Petro y Navarro, la defensa del terrorista es eficaz: para ese público mutilar a miles de niños es menos grave que bajar de estrato al de los codiciosos (es decir, los judíos) que aspiran a enriquecerse. La población colombiana se divide esencialmente entre los lectores de esa revista y los que no llegan a ese rango. Los recursos públicos se invierten en preparar personas para que accedan a él. La educación colombiana no hace que las personas aprendan nada productivo, ni menos a leer o a pensar, sino sólo abre el camino para asimilarse a ese grupo social. Al que se ve asimilado se le ofrece algún puesto público. Aparte de la cocaína, cuyas rentas mayoritariamente van a ese grupo (abogados, jueces, periodistas, etc.), y de las riquezas naturales, que rendirían más si las extrajeran empresas foráneas, Colombia no exporta prácticamente nada.

M. J. D.: ¿Por qué se metió a la guerrilla?

P. C.: Me hice guerrillero después de una conversación con Jaime Bateman, que en ese momento era de la red urbana de las Farc. Era un pelao. De esa conversación salí convencido de que el camino era la lucha armada. Ingresé a la guerrilla, me encontré con que mi hermano ya pertenecía a ella y luego con Carlos Pizarro y Álvaro Fayad. A pesar de que estos dos desertaron y se fueron a fundar el M-19, yo no lo hice porque siempre he seguido la política de las Farc. Sin embargo, respeté mucho a Pizarro. Otra cosa es Navarro y compañía. Ellos abandonaron los ideales de Pizarro y Bateman. Navarro nunca fue un revolucionario y Petro creo que ni siquiera fue guerrillero.
Uno de los típicos mitos de la prensa colombiana es la de que el M-19 es algo distinto de las FARC, siendo, como se comprueba con estas respuestas, que no sólo Bateman sino también Pizarro habían pertenecido a esa banda: se trataba de otro tajo en el cual cortar, toda vez que la secta de Tirofijo y su viejo partido estalinista resultaba poco atractivo para las clases acomodadas. El objetivo era el mismo. Es el mismo: desde el poder, los asesinos del M-19 cobran los crímenes de los de las FARC.
M. J. D.: Ustedes dicen que siempre han tenido voluntad de paz pero Pastrana se quedó esperando con una silla vacía a Marulanda, que nunca llegó. 
P. C.: Pastrana se comprometió a acabar con los grupos paramilitares. Pero no lo hizo. Y Marulanda, que era desconfiado, se levantó dos veces de la mesa por el tema de las masacres paramilitares. Marulanda le fue perdiendo confianza. Esa fue la verdad. Marulanda sí quería la paz. Si hasta mandó a hacer una casa en el Caguán con piscina y eso que creo que no sabía ni nadar.

M. J. D.: ¿Y sí piensa que esta vez se va firmar el fin del conflicto? 
P. C.: Hay que construir una sólida convicción de que este proceso es posible en ambas partes. Nosotros nos la vamos a jugar toda en ese propósito. Pero desde el comienzo dijimos muy claramente que lo nuestro no es una reinserción, ni es un proceso similar al del M-19. Estamos hablando de un fin del conflicto, pero que nos conduzca a la justicia social. ¡Nosotros no estamos mamando gallo! El presidente lo sabe y eso quedó claro en las primeras cartas que nos cruzamos. Le voy a decir una perogrullada: los procesos de paz no han funcionado en el país por una razón muy simple. 
M. J. D.: ¿Y cuál es esa razón? 
P. C.: La de que no nos entendemos. Cuando hablamos de paz, el establecimiento entiende desmovilización. Y para nosotros, paz significa justicia social y algunas reformas y garantías de participación política. Ese desencuentro es lo que tenemos que superar. Por eso le digo: hay avances y hay que ser optimistas, pero sobre todo no hay que levantarse de la mesa.

M. J. D: Pero es que ustedes son expertos en no levantarse de la mesa. Les conviene el estatus político que les da la negociación. 
P. C.: Podemos ir avanzando en el tema de la participación política sin cerrar el primer punto agrario. Ahí puede haber varios temas en que estemos de acuerdo, aunque hay uno en el que no lo estamos: el gobierno habla de referendo para refrendar lo acordado y nosotros de una constituyente. Pero para eso estamos aquí, no para imponer condicionamientos sino para acordar vías que nos permitan buscar un acuerdo.
En tiempos del Caguán la pretensión de que el gobierno les quitara a las FARC el estorbo de las "autodefensas" o "paramilitares" era un reclamo obsesivo de la prensa: pretendían exactamente lo que ahora pasa, que el Estado se pone al servicio del crimen, los militares ayudan a fugarse a los asesinos y los ministros viven dedicados a justificarlos. Es un proceso lógico: si se van a negociar las leyes con unos asesinos hay un sobreentendido que es la legalización de sus crímenes. ¿Por qué se les va a impedir cometerlos sin incomodidades?

También el hombre reproduce ese reflejo de la universidad colombiana. ¿Qué es "paz"? Obvio, justicia social y garantías de participación política. ¿No las tienen? No es Cepeda Castro, el delfín del PCC, miembro del parlamento. Quienes no las tienen son los que les incomodan, sobre todo ahora que el gobierno les ayuda a quitarse estorbos. Las persecuciones judiciales son sólo un medio "suave" del asesinato que practican los obreros de "Pablo Catatumbo", pues la Fiscalía sólo se distingue de las FARC por el estilo del calzado, la ropa y el lenguaje de sus miembros: por el estrato.

Y claro, para eso están negociando y se quedarán los cuatro años del segundo gobierno de Santos negociando (si el presidente fuera el otro Santos, el casi seguro candidato uribista, el horror estaría aderezado con mayor ridiculez). Como dicen en España, "por negociar que no quede". Al final se tomarán el poder completamente y harán una segunda Camboya, y realmente no hay de qué quejarse: los colombianos que no estén para someterse han tenido bastante tiempo para emigrar.

(Publicado en el blog País Bizarro el 29 de junio de 2013.)