jueves, marzo 14, 2013

El ominoso silencio en torno al caso de Sigifredo López


Desde la toma del Palacio de Justicia por el M-19, que fue el comienzo del proceso que conduciría a la Constitución de 1991 y a la implantación del régimen actual, no ha ocurrido nada más grave en Colombia que el montaje de la Fiscalía para dejar impune a Sigifredo López, sobre todo si se tiene en cuenta el crimen de que se lo acusa. Como el asalto ocurrido hace ahora veintisiete años, también es una toma de rehenes por parte de una organización guerrillera, la diferencia es que esta vez el asesinato lo cometen los terroristas sin ser atacados y que finalmente el motivo del crimen se esclarece: no podrían liberarlos porque delatarían a Sigifredo López, y no podían mantener a éste oculto eternamente cuando tenían la ocasión de convertirlo en una figura pública de gran utilidad.

Pero se atravesó el hallazgo del video y un fiscal que creyó que su trabajo era aplicar las leyes, aparte de infinidad de testigos que dejaban ver lo obvio, lo que el video demuestra sin ningún género de dudas. ¿O alguien se imagina que hay una persona que tiene el mismo defecto de pronunciación de Sigifredo López, conoce la Asamblea por dentro, habla con gran soltura y con el mismo tono de voz del exdiputado y hasta comparte rasgos físicos con él?


Tan abrumadora era esa prueba y tan clara para el fiscal de Derechos Humanos de Cali, que ordenó la detención del acusado. Al respecto es muy interesante el auto de la propia fiscalía: ¿por qué hay gente que se niega a entender que los testigos intimidados pueden desdecirse pero sus testimonios son irrefutables porque no puede haber ninguna mente maquiavélica inventándose esas historias?

Lo que llevó a los testigos a desdecirse se evidencia en este video: mientras que el hermano del diputado Jairo Hoyos, que vive en Estados Unidos, señala los motivos por los que cree en la culpabilidad de López, el hijo, concejal, probablemente intimidado y clientelizado por el Frente de Víctimas, dictamina por encima de los testimonios y la evidencia de los sentidos. El hermano desapareció pronto de la escena pública, seguramente persuadido de los problemas que podría ocasionarle a su familia en Colombia su denuncia del pasado de Sigifredo López.

De tal modo, se puede decir que la trama del poder en Colombia quedó al descubierto: por una parte, podría ser que la condena de Sigifredo López pusiera en evidencia muchas complicidades de políticos próximos a la camarilla oligárquica, pero también que fuera una condición de las FARC para darle a Santos ese balón de oxígeno de la promesa de negociar y regalar a los colombianos el anhelado "derecho fundamental a la paz". El caso es que la prensa y el poder judicial adelantaron un montaje descarado para dejar impune al exdiputado, en el que destaca la ocultación de informaciones como ésta:


Para no extenderme en este punto, los invito a recordar las noticias que leían hace unos meses o a leer mis artículos anteriores sobre el tema. Lo que hace la diferencia de Colombia con cualquier país civilizado es la ausencia de crítica: a nadie le importó el montaje. Los supuestos críticos del gobierno de Santos corrieron a "comprar" la leyenda de la "fábrica de testigos" sin que a nadie le interesara decir otra cosa. De cada cien tuiteros críticos del gobierno, unos veinte proclamaron entusiasmados su apoyo al exdiputado y los demás callaron, sin que se pueda decir que siquiera uno de cada cien mostrara alguna incomodidad por algo tan descarado. Los columnistas fueron aún más lejos, por ejemplo, Eduardo Mackenzie
Ahora que nos acercamos en Colombia a una especie de consenso en torno de la existencia de un verdadero mercado ilegal de falsos testigos en el medio judicial, a raíz del descubrimiento de los falsos testigos que intervinieron en el caso del ex diputado Sigifredo López, vale la pena recordar el caso aún más grave y escandaloso que existe en Colombia en esa materia: el proceso del Coronel Alfonso Plazas Vega.
No voy a poner en duda la buena fe de Mackenzie, pero ¡qué llamativo que a NADIE le interesara denunciar el montaje, por mucho que se insistiera y se insistiera! Ante datos como ésos, el pretexto de los uribistas es que hay que respetar la presunción de inocencia, posibilidad que nos remite a un mundo absurdo en el que se inventaron una idiotez como el derecho penal: nunca se podría condenar a nadie, porque al hacerlo se estaría vulnerando su presunción de inocencia. Bah, eso ya es ir demasiado lejos: para respetar la presunción de inocencia ni siquiera hace falta preocuparse por averiguar lo que ocurrió ni la responsabilidad de nadie. ¿O alguien recuerda a algún político de algún nivel o a alguna persona próxima a Uribe que se interese siquiera vagamente por ese caso? El que lo recuerde podría mostrármelo en un comentario a este escrito.

Ricardo Puentes Melo, que sí ha publicado escritos sobre el tema (aunque también reprodujo una perla estremecedora de un uribista que defiende con fervor a Sigifredo López, Rafael Nieto Loaiza), me dice que él es uribista y que por tanto no se puede decir que los uribistas no se interesen por el asunto. Para eso yo conozco a muchos alemanes, ¡NINGUNO! de los cuales tuvo nada que ver en la invasión de la URSS, por lo que debería pensar que es falso que los alemanes invadieran la URSS.

Claro que respecto a ese desinterés de Uribe y su séquito me dice Puentes que el expresidente no tiene por qué atender a todo, como si fuera algo como el caso Colmenares (ejemplo que también puso) o las rivalidades de Protagonistas de Nuestra Tele. Da la impresión de que el crimen de los diputados del Valle fuera cualquier riña callejera y sobre todo que el montaje para dejarlo impune fuera como cualquier otro prevaricato de los que sin duda definen la mayoría de las resoluciones judiciales colombianas. Más enternecedor aún: Uribe y todo su séquito callan sobre ese asunto por su sentido de responsabilidad: ¡no van a verter calumnias sobre un ciudadano que merece la presunción de inocencia!

Esa reacción del uribismo me hace pensar en dos cuestiones muy importantes. La una general, su nulo interés en cuestionar el sistema. Por eso se entusiasmaron con Viviane Morales cuando fue nombrada fiscal y después con Eduardo Montealegre, con quien "volvía el derecho", según José Obdulio Gaviria. Por eso siguen apegados a los partidos "uribistas", que acompañan a Santos en todos sus desmanes. Por eso el olvido de tantos y tantos crímenes del poder judicial, como la "Comisión de la Verdad" que nombraron para justificar la sentencia contra Plazas Vega. Frente a la Constitución del 91 y el régimen que dejó, el uribismo tiene una actitud complaciente, por eso no la cuestionó mientras Uribe fue presidente, ni lógicamente cuestiona a las autoridades judiciales surgidas de ese engendro. Más allá, el uribismo no entiende que esa Constitución fue la primera cuota de la conquista del poder por los comunistas. O tal vez sí lo entiende pero sólo tiene urgencia de ocupar cargos públicos dentro de ese orden.

La otra cuestión es una probable componenda secreta para hacer una oposición "llevadera", que no plantee realmente deslegitimar al gobierno y el legislativo y su alianza con los terroristas, sino sólo lloriquear y dar consejos. Ese silencio inquietante sobre el mayor crimen de la historia colombiana de las últimas décadas es una muestra de eso, como también la negativa a plantear las elecciones de 2011 como un plebiscito sobre el cambio de rumbo de Santos o a denunciar la financiación de las candidaturas inviables que permitieron ganar las elecciones a Petro, así como la negativa a romper con la U y deslegitimar así al poder, dedicado a entregarle el país a los terroristas.

Si uno se pregunta para qué era toda la persecución contra el uribismo no será difícil concluir que se buscaba neutralizarlo como oposición: las interceptaciones del DAS sirven de pretexto casi absurdo para tener a la Comisión de Acusación de la Cámara como espada de Damocles sobre Uribe, que al no plantearse deslegitimar el sistema ni cuestionar a los jueces tiene que ceder de alguna manera. De hecho, el asunto no volvió a aparecer en los medios. Claro que es algo que no se puede demostrar y por tanto tampoco se puede creer a pie juntillas: lo único que da que pensar es esa complacencia con un crimen monstruoso que se comete en las narices de todo el mundo. Y por otra parte, si esa componenda fuera cierta, obviamente no publicarían un documento mostrando el acuerdo sino que seguirían fingiendo desavenencias.

Pero todo eso en últimas carece de interés: el que quiera oponerse a Santos debe saber que el partido de la U lo arropará hasta el final y que Uribe y sus amigos no lo dejarán. Esa seguridad del acuerdo se puede detectar en esta entrevista a Roy Barreras, que cuenta con la permanencia de Uribe como referente de la U.

Es decir, el silencio ante un hecho que habría conmovido hasta sus cimientos a cualquier país y que en Colombia pasa como un detalle de la página de sucesos deja ver de nuevo al uribismo como una pseudo-oposición, que ante la reelección de Santos colectará votos de descontentos para legitimar una segunda vuelta en la que la victoria de Santos será segura. ¿O quiénes creen que serán los candidatos del Partido de la U al Congreso? Claro que Uribe o sus amigos conseguirán avales de ese partido, pero el sistema de asignación de escaños es tal que aun con un triunfo rotundo serían una minoría ínfima en un Congreso controlado por las maquinarias.

(Publicado en el blog País Bizarro el 7 de noviembre de 2012.)