domingo, septiembre 01, 2013

Mentiras, mentiras y más mentiras

¿En qué es distinta Colombia de un país desarrollado? Sobre todo en el lenguaje. Cada palabra que se oye o lee corresponde a un sentido de una manera distinta, como si la humanización consistiera en la precisión de ese encaje. Se tiende a que cualquier combinación de letras puede servir para cualquier significado y la conciencia de la gente se acomoda, como un tipo de personas que usaran ollas en lugar de sombreros y se pasearan encantadas con ese tocado.

Frente a esa mentira sistémica las mentiras concretas son como excrecencias lógicas: como una hortaliza abandonada que empieza a florearse, ante lo cual no tiene sentido la sorpresa. Lo que se lee en la prensa incide en mentiras tan desvergonzadas por parte de personas cuyo oficio sólo es poner la cara para divulgarlas, que hace falta esa previa adaptación a la plasticidad de los significados de las palabras para tolerarlo.

Por ejemplo, Mauricio Vargas no vacila en pedir que no se someta lo acordado con los terroristas a un referendo, con lo que termina ocurriendo esto: el gobierno elegido con otras banderas se alía con los terroristas y cambia las leyes sin que los ciudadanos puedan aprobar o rechazar esos cambios: el gobierno resulta literalmente el dueño de sus súbditos y la diferencia con cualquier tiranía como la cubana será sólo que no todas tienen el historial sanguinario de las FARC y sus socios, los Santos.

Pero en medio de sus eufemismos ésa no es una mentira. La mentira brutal, cínica, completamente asociada a una tarea criminal es ésta:
Pero, en Colombia, ¿a quién demonios representan las Farc? ¿A los campesinos a quienes han masacrado y cuyos hijos han reclutado a la fuerza? ¿A los obreros de las ciudades, que, en todas las encuestas, rechazan 9 a 1 a ese grupo terrorista? ¿A la izquierda legal, que les pide a gritos que dejen la guerra para que esa misma izquierda pueda por fin crecer políticamente?
No hace falta gritar. ¿Alguien recuerda a alguna persona ligada a los grupos conocidos como "izquierda", incluidos los "verdes", "progresistas" y "liberales" que les haya pedido en voz baja o con eufemismos a los terroristas que dejen la "guerra"?

A muchas personas las indigna que yo vea algo subhumano en los colombianos, pero misteriosamente ninguna de esas personas contestará buscando algún ejemplo de persona de "izquierda" que les pida a las FARC o el ELN el cese de los crímenes, o siquiera que REGISTRE esa mentira de Mauricio Vargas. Mucho más grave que los crímenes o que las mentiras de los columnistas es esa "plasticidad" de la conciencia. Todo el mundo convive con las mentiras más atroces sin la más remota esperanza de que alguien las rechace.

La llamada izquierda es lo mismo que las bandas terroristas. Luis Eduardo Garzón hizo carrera en Barrancabermeja como representante del Partido Comunista, en intensa asociación con los grupos de asesinos y secuestradores que controlaban el sindicato petrolero. Sin la intimidación (lo señalaba hace años el mismo Mauricio Vargas) no habrían tenido éxito en sus huelgas. Gracias a ese formidable "argumento" el Partido Comunista domina por completo todos los sindicatos de empleados estatales (baste pensar en los presidentes de Fecode, Jaime Dussán, Tarcisio Mora o Gloria Inés Ramírez, de Fenaltrase, Wilson Borja, de la CUT, el propio Luis Eduardo Garzón y Angelino Garzón, etc.).

No es raro que el exalcalde amenace con un millón de muertos si Santos no alcanza la "paz", que cada vez aparece más claramente como sometimiento total a los terroristas.

Pero el punto está en la conciencia de la gente: nadie rechaza lo que dice Mauricio Vargas ni menos asocia a los terroristas con quienes cobran sus crímenes (Garzón se gastó miles de millones de pesos de los bogotanos en campañas por el "intercambio humanitario"). Bueno, algunas personas rechazan a esta gente, pero casualmente se las describe como de "extrema derecha" y a menudo en efecto lo son: no faltan los neonazis, los ultramontanos, los retrógrados más inverosímiles entre la minoría que no se acomoda a la propaganda de los medios.

Más descaro para mentir, si es que es posible tener más descaro para mentir, exhibe la portavoz del terrorismo María Jimena Duzán, que se pregunta "A cuánto estamos de una primavera colombiana" en una columna en la que aprovecha para hacer campaña por los candidatos de las FARC con el pretexto de descalificar a los políticos elegidos actualmente: claro que son unos malhechores y la prueba está en que apoyan la infame manguala de Santos con los terroristas y aprobaron la Ley de Víctimas y el "Marco Legal para la Paz". Pero no va a haber, como ella y su grupo de asesinos esperan, una rebelión popular para reemplazarlos por terroristas y secuestradores.

Entre las múltiples mentiras de ese escrito está el olvidar que en Brasil la rebelión fue contra el gobierno de la exguerrillera del Foro de Sao Paulo, en el que estaban ellos al principio, hasta que fueron impresentables y sólo dejaron a los portavoces urbanos (PCC y M-19). Los motivos de esa rebelión ciertamente no son tan simples como la burda exposición de agravios de los políticos. Al respecto explica Moisés Naím:
6. La prosperidad no compra estabilidad. La principal sorpresa de estas protestas callejeras es que ocurren en países económicamente exitosos. La economía de Túnez ha sido la mejor de África del Norte. Chile se pone como ejemplo mundial de que el desarrollo es posible. En los últimos años se ha vuelto un lugar común calificar a Turquía de “milagro económico”. Y Brasil no solo ha sacado a millones de personas de la pobreza, sino que incluso ha logrado la hazaña de disminuir su desigualdad. Todos ellos tienen hoy una clase media más numerosa que nunca. ¿Y entonces? ¿Por qué tomar la calle para protestar en vez de celebrar? La respuesta está en un libro que el politólogo estadounidense Samuel Huntington publicó en 1968: El orden político en las sociedades en cambio. Su tesis es que en las sociedades que experimentan transformaciones rápidas, la demanda de servicios públicos crece a mayor velocidad que la capacidad de los Gobiernos para satisfacerla. Esta es la brecha que saca a la gente a la calle a protestar contra el Gobierno. Y que alienta otras muy justificadas protestas: el costo prohibitivo de la educación superior en Chile, el autoritarismo de Erdogan en Turquía o la impunidad de los corruptos en Brasil.
Pero los asesinos siempre esperan pescar en río revuelto y calculan que con sus huestes innumerables de paniaguados (a los que pagan con la plata de la cocaína y la extorsión, amén de los puestos públicos que controlan gracias a sus sindicatos) podrán guiar una rebelión popular contra el gobierno o los políticos. Cuando empezó la rebelión en Egipto, la cuenta de Twitter de Petro era pletórica de elogios a la insurrección popular. Al cabo de poco tiempo se calló: así empezó lo que acabó con el régimen de Gadafi, el antiguo protector del M-19.

Cuando la mentira es la norma, ¿qué de raro tendrá que la verdad sea lo que escandaliza? Es lógico: tal como se procesará y castigará a los que obraron de tal forma que llevaron a los asesinos a matar y a los secuestradores a secuestrar, la verdad se considera una monstruosidad. Así, otro columnista, Julio César Londoño, escribe un texto titulado "El pérfido Rangel". Además de la mentira hay algo espantoso en que escriba columnas una persona tan ignorante. ¿O qué es "pérfido"? Los niños creen que es como un superlativo de "perverso". Bueno, ¿qué va a importar conocer el significado de las palabras si de todos modos se les asignará cualquiera?

Además de insultos y de prodigios como éste: "Apunta, con perfidia, a exacerbar los más bajos instintos de la población, esos que nos tienen condenados a una guerra larga, costosa y cruel" (¿son esos "instintos" de la población la causa de que los asesinos maten y los secuestradores secuestren?), el hombre hace una lista de "perlas" de Alfredo Rangel. ¡Las señala como mentiras porque el lector aceptará el sobreentendido de que lo son porque una comunidad subhumana que le pone cualquier sentido a cualquier término llamará mentira a lo que le digan que es mentira! ¿Habrá algún lector que me muestre dónde está la mentira en las "perlas" citadas?
“Las condecoraciones por orden público de los militares son consideradas por los jueces civiles indicios de un comportamiento criminal”. 
“Uno de los dos magistrados que condenaron al general Plazas Vega fue candidato del Polo en el Huila”. (¿?) 
“Es fácil constatar que durante décadas ha sido el Partido Comunista el que tiene las mayorías en Asonal Judicial, el sindicato que agrupa a jueces y fiscales”.

“La reforma les quedó muy bonita… para un país como Suecia o Dinamarca”.
“Prácticamente ningún ejército del mundo tiene un fuero militar cuyo alcance sea tan limitado como el que tendrá ahora el Ejército colombiano”. 
No obstante, la palma en materia de mentiras se la lleva otro clásico de la opinión, el exministro Rudolf Hommes, mentor de Alejandro Gaviria y cada vez más representante abierto del terrorismo. Su columna trata de la educación y comienza con un prodigio lingüísitico en la entradilla:
El punto de partida hacia una sociedad democrática es que todo el mundo tenga el mismo acceso a educación de buena calidad.
Impresionante: ¿qué es "democrática"? Una palabra bonita que cada demagogo le pone a su interés. Los ciudadanos votan por Santos porque promete continuar con la política de Seguridad Democrática que tantos logros produjo en la década pasada pero él decide acabarla y perseguir a sus antiguos compañeros de gobierno para complacer a los terroristas, cosa que es el comienzo del camino hacia una sociedad democrática.

Más allá del hecho de que la democracia es el gobierno del pueblo, la mentira de la entradilla sigue con la idea de que algún tipo de sociedad mejor se alcanza si todo el mundo tiene el mismo acceso a una educación de buena calidad. Eso es absurdo y ridículo. ¿En algún país todo el mundo tiene el mismo acceso a una educación de buena calidad? Tendría que ser un país comunista, porque en aquellos en que hay libertad la gente que tiene más recursos provee a sus hijos educación de mejor calidad (el acceso de los demás no sería "el mismo"). ¿Qué es una educación de buena calidad? Otra de esas bellezas aptas para la condición de los subhombres, un rótulo que se pone a cualquier cosa y que todos aprobarán como deseable.

La desigualdad educativa es una obsesión de los "intelectuales" colombianos, ya lo comenté en otra ocasión. También la idea de que la democracia depende de esa igualdad soñada. Lo atroz es que no vacilan en afirmar (aunque en realidad el público lo conforman contrahechos morales y no propiamente oligofrénicos: son serviles y bajos y por eso buscan privilegios para sus hijos al tiempo que lloriquean porque los demás no los tienen) que esa igualdad es la condición de una "sociedad democrática", que por lo demás es lo que se obtiene premiando a las FARC.

La singularidad de Colombia es incomprensible para los colombianos, incomunicable, porque a ninguno le parece fascinante un párrafo como éste:
Los jóvenes de familias de altos ingresos reciben educación primaria y secundaria de calidad muy superior a la que ofrecen la mayoría de los colegios públicos o los colegios privados para niños y jóvenes de clase media, salvo notables excepciones. La mayoría de los que no terminan bachillerato proviene de estratos bajos y la mayor parte de los que terminan universidad son de estratos altos y medios.
No es ni siquiera que haya muchos que no sepan o no entiendan que es exactamente lo que pasa en todos los países del mundo, sino que el anhelo de una democracia basada en el ascenso de quienes se levantaron contra los gobiernos legítimos se acompaña con esa pasión pedagógica de conseguir lo que en ninguna parte se consigue, y que en realidad es opuesto a toda noción de educación, salvo cuando se llama así a cualquier cosa, como ocurre con todas las palabras de los colombianos: las familias de altos ingresos son aquellas que tienen mejor educación y es inevitable que esa ventaja se reproduzca. De hecho, es deseable, ya que las personas más preparadas alcanzarán mayores cotas de conocimiento. Lo que no puede darse es que esa ventaja se refuerce a costa de las posibilidades de los de abajo, que es exactamente lo que ocurre con la "educación" universitaria en Colombia, donde se gastan fortunas inmensas de todos en proveerles títulos a los privilegiados, que sólo aprenden a recitar la propaganda terrorista.

El problema no es que los colegios buenos sean mejores que los colegios malos, sino que en Colombia los mejores colegios son más o menos del nivel de los peores de cualquier país civilizado. No sé cuántas personas conozco que han estudiado en los colegios más caros y prestigiosos y que tienen peor lenguaje, menos información y más torpeza cognitiva que cualquier europeo que no haya acabado la escuela primaria. El gran problema de la educación en Colombia es que los colegios de la elite son tan malos como los de las cárceles, pero eso no inquieta a nadie, tampoco a los padres de quienes se "forman" en ellos, porque para asociarse y ganar privilegios a punta de crímenes no necesitan saber nada. (Por eso el famoso episodio del profesor de la "Universidad" Javeriana que renunció porque sus alumnos de periodismo no sabían leer.)

El hombre por si acaso tiene otra explicación de las causas del "conflicto": ¡no son las bajas pasiones sino la acumulación primitiva de activos rurales!
Por eso estamos en La Habana, porque se cree que todo ello va a contribuir a la paz, al avance del campo y a sofocar la violencia que han inducido la codicia y la acumulación primitiva y frecuentemente ilegal de activos rurales
Y yo que creía que estaban en La Habana porque se lucrarían copiosamente ayudando a lavar las decenas de miles de millones de dólares que han obtenido los terroristas secuestrando y masacrando campesinos. Verdaderamente hay un grado moral entre el que envía niños bomba y este asqueroso: el primero no cae tan bajo.

¿Habrá que recordarles que durante el gobierno de Uribe, precisamente porque no se premió el asesinato sino que se lo combatió, fue posible pasar de una cobertura de educación básica del 57% al 100%, que los cupos de formación del Sena aumentaron en un 694%, que el presupuesto para educación pasó del 4,27% al 6,76%? No les importa: la ridícula pretensión de que destruyen el país, al mejor estilo de Chávez, en aras de una justicia educativa que es en últimas la negación de la educación, les permite explotar sus promesas con el mayor descaro.

La mejora del nivel de conocimientos de la mayoría de los ciudadanos depende en gran medida de que haya instituciones de excelencia, pero éstas podría haberlas si hay recursos y si hay valores en la comunidad. Cuando imperan los miserables que promueven el asesinato en masa para lucrarse e inventan mentiras infames para justificar a los asesinos, lo único que se consigue es una desmoralización que se traduce de manera automática en más ignorancia y más desigualdad.

(Publicado en el blog País Bizarro el 26 de junio de 2013.)