lunes, febrero 24, 2014

La esencia criminal del régimen


Si Santos resulta reelegido se habrá consumado todo lo que los comunistas buscan y que a medias consiguieron en 1991 "coronando" a una banda menor como autora de las leyes del país y como instancia de poder que protegía desde la legalidad y los cargos públicos las actividades y negocios de las demás bandas.

Es decir, habrán dado el paso decisivo, final, hacia el triunfo absoluto. Según señala Saúl Hernández, el Congreso elegido tendrá una duración cortísima porque Santos optará por una Constituyente con las FARC, para la que ya proponen que tenga 141 delegados y obviamente no sea elegida en su gran mayoría.

Pero las actuaciones del poder judicial, siempre sesgadas a favor del crimen organizado, no comenzaron con Santos sino mucho antes de 1991, pues Asonal Judicial o su germen ya dominaban el gremio. El comunismo es hegemónico en las facultades de Derecho desde los años sesenta y en realidad se impone porque representa los intereses de las viejas castas de dueños del país, según he explicado infinidad de veces.

Luego, hay un régimen que se hizo hegemónico con esa constitución y cuya base es la alianza de la vieja oligarquía con los comunistas. La descripción de ese régimen fue una tarea que emprendí en un escrito de noviembre de 2010 que copio porque me parece vigente y necesario para explicar en qué consiste ese régimen.

El régimen de la Constitución de Pablo 

Un nuevo orden

Cuando los historiadores se ocupen de este periodo de la historia de Colombia podrían designarlo mencionando la ley fundamental que surgió del acuerdo de un presidente designado por un niño a cuyo padre acababan de matar en alianza con el jefe del tráfico de drogas (al que estafaron convenciéndolo de que permanecería impune al quedar prohibida la extradición en la Constitución) y con una organización terrorista promovida por los herederos de la República Liberal. Tras los dieciséis años del Frente Nacional vinieron otros dieciséis de indecisión, en los que no estaba claro para dónde cogería el país y en los que los exportadores de cocaína llegaron a tener enorme poder político, hasta la consumación de ese proceso en una nueva organización del Estado que pronto cumplirá dos décadas. 
Paréntesis

El desconcierto de mucha gente ante las actuaciones del nuevo presidente resulta cada vez menos justificado: el uribismo viene a ser un paréntesis originado en la revuelta popular contra las atrocidades del Caguán. Cuando las aguas vuelven hasta cierto punto a su cauce, también el poder lo recuperan los amos de siempre. El gobierno de Santos es en esencia la continuidad del de Gaviria y el de Pastrana, con ínfimos matices. Un gobierno que se ajusta al régimen, cosa que no ocurría con el uribismo y que es la causa del desasosiego que genera. Es decir, para entender a Santos y su gobierno hay que tener en cuenta sobre todo el verdadero reparto del poder estatal, más que los vaivenes de la opinión. No busca tanto ganar popularidad cuanto ser un inquilino grato a los dueños del Estado. Si se convierte en el más fiero, aunque melifluo e hipócrita, perseguidor del uribismo, es sobre todo porque de ese modo se legitima ante el poder real. 
Ajustes 
Por tanto, los setenta y los ochenta pueden entenderse como un periodo en que cada grupo de poder ajustaba cuentas para alcanzar la hegemonía a costa de los demás. Tras la creación de una guerrilla controlable a distancia por López Michelsen y el MRL, Enrique Santos Calderón creó la revista Alternativa, también dedicada a incendiar el país con retórica castrista, pero ligada a una nueva banda menos dogmática en la adhesión al foquismo y el modelo guevarista. Los godos contraatacaron buscando dividir el bando liberal-izquierdista mediante el reforzamiento del PCC y su tropa. Antes del Caguán ya Betancur había tratado de brindar reconocimiento a las FARC en busca de un nuevo bipartidismo que encogiera a los liberales. 
Las leyes

Aparte de la retórica totalitaria, que sirve de pretexto a la bien organizada cleptocracia, la Constitución del 91 se distingue por la expansión del gasto público, el debilitamiento drástico de las instituciones elegidas y la "relativización" de todas las leyes y contratos, susceptibles de convertirse en papel mojado cada vez que a un juez o a quien lo nombra le da por inventarse un derecho fundamental que resultaría afectado. De eso sale claramente que el régimen no cuenta con los ciudadanos sino con la clase de los funcionarios y no se somete al veredicto de las urnas. Si se tiene en cuenta que detrás de los políticos y jueces están los clanes poderosos, y que éstos son los dueños de la prensa, la hegemonía con que cuenta es en la práctica absoluta, pero esa hegemonía cuyo último recurso es la inexistencia del derecho (reemplazado por la discrecionalidad de los jueces) tiene un nombre: opresión. ¿Puede concebirse mayor prueba de que se trata de opresión que el hecho de que las autoridades delincan abiertamente, por ejemplo prevaricando respecto del nombramiento de fiscal, sin que ni siquiera se las pueda denunciar? 
Paradojas

Uno escribe "paradojas" como por hacer una broma: la monstruosidad de ese régimen es tal que para hablar de paradojas hay que cerrar los ojos ante las evidencias. La ostentosa impunidad de Piedad Córdoba acompaña a la determinación de que un político que acudió a una reunión con criminales que podrían amenazarlo resulta el planificador de todo lo que hicieran antes y después esos criminales, o que interceptar a personas abiertamente relacionadas con potencias extranjeras hostiles, con organizaciones de traficantes de cocaína o con bandas terroristas se vuelve "crimen contra la humanidad" y el filántropo que profiere tal sentencia era el jefe de una organización de secuestradores y asesinos. No hay ninguna paradoja, el régimen que impera en Colombia es la pura tiranía de los asesinos, traficantes de cocaína y prevaricadores. 
Fulanismos

Ya es tradicional que en Colombia no haya adhesiones a programas ni idearios sino a personas. En el caso de la población ordinaria se podría pensar en falta de madurez política, pero cuando se trata de los aspirantes a cargos públicos se trata de otra cosa: lo único que los mueve es el nombramiento y la autoridad que derivan de él. Obviamente, el robo es el paso siguiente, toda vez que las probabilidades de quedar impunes son altísimas (siempre y cuando se esté de parte del régimen). Sería muy bueno conocer la ideología del gavirismo o del samperismo o del pastranismo, en qué se diferencian realmente. Los capitanes de esas corrientes sólo son los que dispensan favores según el poder accionarial que tengan en el régimen, es decir, según la capacidad que tengan de mover fichas (normalmente en las altas cortes) en favor de uno u otro interés. 
Componendas

Desde que era candidato, Santos se mostró incapaz de comunicar nada creíble a los ciudadanos, pero en cambio muy hábil arreglando apoyos y acuerdos con gente cuya motivación no es propiamente el bien común. Es decir, tratándose del reparto del botín, lo que ocurre siempre es que se negocia a la manera de Tony Soprano. Santos es el rey de esa actividad, pero Gaviria, Samper y Pastrana no le van a la zaga: llegan a presidentes sobre todo por eso. Las prisas por sacar una ley de tierras y otra de víctimas muestra hasta qué punto el régimen es sólo una cleptocracia cuyo fundamento es el poder judicial que emana de la Constitución del 91. Lejos de restituir a los desplazados o despojados por la violencia, se reforzará el poder de aquellos que sepan aliarse con el régimen, con sus políticos, jueces y ONG. Las víctimas favorecidas son sobre todo los mismos próceres, y los victimarios que las restituyen son los demás colombianos, en un nivel de un millón de pesos por cada uno. 
Persistencia

Ese acuerdo para repartirse el botín es sólo la vida colombiana de siempre, sólo que gracias a los "carrobombas" de Escobar y a asesinatos como el del sindicalista José Raquel Mercado ciertos grupos accedieron a las rentas y se halló otra falacia para escamotear la voluntad ciudadana y borrar todo rasgo de democracia. Ese arraigo del orden surgido con el engendro bárbaro que fue esa Constitución explica muchas cosas, tanto la desfachatez de los usufructuarios como el apocamiento de las víctimas. Detrás del descaro de un multimillonario empresario del crimen como Iván Cepeda, en defensa de los jueces que lo enriquecen, está simplemente la esclavitud, que en las regiones donde opera el frente Manuel Cepeda Vargas puede materializarse en una castración pedagógica. 
Impotencia

Uno escribe y registra esas cosas, pero realmente es muy improbable que vaya a cambiar nada. La Asamblea Constituyente de la que surgió el engendro sólo fue elegida por el 20% de los ciudadanos, pero ¿en qué andaba el otro 80%? Todavía en 2002, después de la orgía de sangre que fue el gobierno de Pastrana, con diez secuestros cada día, la segunda lista más votada al Congreso fue la del M-19, y en Bogotá ganó dos veces el partido aliado de las FARC. Es grotesco que anden escandalizados por los desfalcos de Moreno Rojas después de que las FARC apoyaran su candidatura y de que en el Concejo estén tanto el primer líder del Partido de las FARC como el mismo hermano de alias Alfonso Cano, por el mismo partido. La popularidad de Uribe permitió albergar la esperanza de que intentaría cambiar ese orden, pero el único cambio que se le ocurrió fue quedarse otros cuatro años de presidente. Ya libre para actuar en política, se declara comprometido con la obra de Santos, recuerda a quien quiere oírlo lo que hizo en su gobierno y trata de no perder la adhesión de los funcionarios y políticos que participan del botín actualmente. No será Uribe quien promueva una constituyente nueva, y cualquier esperanza de regeneración debe concebirse como algo todavía muy embrionario. De hecho, podría ser que la CSJ "perdonara" a Uribe en agradecimiento a su indolencia.
Si Santos resulta reelegido la esencia criminal del régimen se acentuará aún más y el paso siguiente será la fuga de capitales y luego de personas: mucha gente quiere comparar a las FARC poderosas con el régimen venezolano, pero éste es un régimen de militares cuya principal forma de opresión es la indolencia: algunos funcionarios perversos favorecen la delincuencia mientras que los oficiales simplemente parasitan y roban. En Colombia se trata de sociópatas con una larguísima trayectoria de atrocidades que no van a vacilar en multiplicarlas dado el éxito. El que quiera entender de qué se trata puede investigar sobre la historia de los países en que se impuso el comunismo y lo que les ocurrió a esas sociedades.

Mucha gente piensa que el fracaso del comunismo está anunciado y no se explica por qué sigue habiendo tantos comunistas en Sudamérica. Es porque no atienden a lo inmediato y simple: la vida se mueve por intereses. El Partido Comunista y las mil sectas afines agruparon a los hijos de los funcionarios acomodados de los siglos anteriores, siempre con un amplio control por parte de la oligarquía. Comunismo y régimen oligárquico vienen a ser lo mismo: rapiña. El proceso de destrucción del país puede variar de ritmo, pero al final todos los poderosos corren a buscar sus puestos y negocios, y en lo posible a tener recursos suficientes para emigrar a países ricos. La mayoría no cuenta, nunca ha contado, y por si acaso le han otorgado un montón de "derechos" y le dan educación.

Prácticamente todos los congresistas elegidos en 2010 como "uribistas" son hoy aliados más o menos manifiestos de las FARC y ciertamente apoyan la constituyente corporativa o estamental que Santos convocará. Eso sencillamente porque oponerse significaría quedarse por fuera del reparto de rentas, cosa difícil ahora que hay tanto dinero. Mucho me temo que muchos de los que salgan elegidos por el UCD terminarán haciendo lo mismo (no veo que sea más grave venderse que dirigir el asalto al Palacio de Justicia, como hizo Everth Bustamante, y el propio candidato elogiaba a Santos mucho después de que era evidente su alianza con las FARC). En todo caso, ya advierte Saúl Hernández que será un Congreso breve porque lo reemplazará la Constituyente. Y en Semana anuncian que la paz se logrará este año.

Colombia se hunde en medio siglo de miseria y horror. No parece muy probable que alguien lo pueda conjurar. Ni siquiera hay la menor resistencia sino sólo candidatos buscando votos sin acordarse de que la nueva Constituyente ya está acordada y aun publicitada.

(Publicado en el blog País Bizarro el 15 de enero de 2014.)

lunes, febrero 17, 2014

Los colombianos y los derechos humanos


¿Para dónde va el mundo?

Es muy difícil encontrar un sentido a la historia humana, pero el proceso de la cultura occidental desde la época griega apunta a una continua superación de la crueldad, de la miseria, de la inseguridad, de la violencia y de la arbitrariedad y una continua armonización de las sociedades. Claro que hay retrocesos y crisis, pero lo cierto es que en Europa y América la libertad y el bienestar son hoy mucho mayores que en los siglos anteriores.

Renacimiento, Reforma, Ilustración, Liberalismo
Ese proceso pasó en Europa por diferentes pasos desde la Edad Media, periodo en el que se crearon las naciones modernas y los pueblos germánicos y eslavos adoptaron el cristianismo. El Renacimiento fue la recuperación de valores y conocimientos de la Antigüedad que se habían perdido por las invasiones bárbaras. El nombre de dicho movimiento fue humanismo, y se desarrolló entre los siglos XIV y XVI. La Reforma de los siglos XVI-XVII, una corriente cristiana que reivindicaba la autonomía de las personas frente a las autoridades eclesiásticas y la interpretación libre de los textos sagrados, fue el proceso que siguió al Renacimiento y tuvo su centro en los países europeos occidentales que no habían formado parte del Imperio romano. Como respuesta, la Iglesia oficial, apoyada por el entonces hegemónico Imperio español, lanzó la Contrarreforma, la reafirmación de los dogmas medievales que habían sido cuestionados por el Renacimiento y la Reforma. Este movimiento es muy importante porque, en la época de colonización de América, España estaba hundida en la Contrarreforma y representaba en Europa la reacción, el pasado y el oscurantismo, con su régimen de terror de la Inquisición. De ahí viene el atraso hispanoamericano.

La Ilustración fue el paso siguiente y tuvo su centro en los países en los que no triunfaron ni la Reforma ni la Contrarreforma: Francia e Inglaterra. Nueva afirmación de la libertad individual y predominio de la duda filosófica sobre las certezas del dogma religioso. Los ideales con que se creó la nueva nación surgida de las colonias británicas en la costa Atlántica de Norteamérica son el fruto directo de la Ilustración, aunque aplicados por hijos de la Reforma. Trece años después de esa fundación estalló la Revolución francesa, acontecimiento complejo cuyo eje fue el fin del absolutismo y el surgimiento de nociones modernas como la soberanía nacional (es decir, del pueblo y no del rey) y la famosa tríada de lemas que la movían: libertad, igualdad, fraternidad. El imperio napoleónico que la sucedió y las guerras que terminaron con el predominio francés en Europa abrieron el camino al liberalismo que marcaría el siglo XIX, con la abolición del tráfico de esclavos, el afianzamiento del sistema democrático en Estados Unidos y el crecimiento del parlamentarismo en buena parte de Europa.

Nociones de izquierda y derecha
Si se ve en esos movimientos una corriente dispersa y poco nítida pero continua, y se admite que comparten un impulso por la libertad de las personas, se podría detectar ahí el origen de las nociones de "progreso" y "progresismo". También de "izquierda", palabra que se aplicó al grupo que se sentaba a ese lado en una votación de la Asamblea francesa sobre el derecho de veto del soberano. Desde entonces "izquierda" se entiende como el rechazo al absolutismo y la defensa de las libertades y derechos individuales registrados en la Declaración que acompañó a la Revolución francesa y que Antonio Nariño tradujo e imprimió en Colombia. En el sentido recto de las palabras, la izquierda es el bando de Nariño y la derecha el de Caballero y Góngora.

Dentro de la izquierda, como alternativa a lo establecido, se desarrolló durante el siglo XIX la corriente socialista, partidaria de que el Estado actuara como "redistribuidor" de la riqueza, haciendo prevalecer el interés común sobre el derecho de propiedad. El socialismo terminó correspondiendo en cierta medida a la expansión estatal y los apetitos de los burócratas. También se dice que respecto al liberalismo, que era la ideología propia de la clase burguesa, el socialismo es como una revancha del despotismo ilustrado del siglo XVIII, que era la ideología de los monarcas y las aristocracias que regían entonces: el retorno de la jerarquía. (La clase burguesa es la gente de las ciudades, los comerciantes y artesanos que al cabo de muchas generaciones en algunos casos poseían grandes fortunas y que en el contexto del siglo XVIII era lo mismo que "el pueblo" o el "Tercer Estado", en contraste con la aristocracia y el clero.)

Es decir, el socialismo en su origen era un sector de la izquierda que encontró en Marx un teórico radical con grandes aptitudes literarias y un proyecto que prometía ser liberador y redentor de las masas miserables que pululaban alrededor de las ciudades en que reinaba la burguesía. Es muy importante que se entienda que para Marx y para sus seguidores del siglo XIX el Estado es una máquina de opresión y lo que se busca es su extinción. En las circunstancias rusas de 1917 y después, la idea marxista de la dictadura del proletariado se volvió el verdadero fin del comunismo, de paso forzando la identidad entre el proletariado y el partido y la sumisión total de éste a la nomenklatura.

De tal modo, la izquierda no es de por sí colectivista, si se atiende a su sentido de resultado de una tradición de progreso, y menos estatista. El colectivismo es un rasgo de la Iglesia católica y de su espíritu medieval y de ahí viene la asociación entre católicos y comunistas en Iberoamérica. Si se piensa en el proceso que he explicado arriba de avance de la libertad, el colectivismo y la Iglesia no deberían ser considerados como "izquierda", pero es por otro tránsito semántico que se ha registrado a partir de la hegemonía ideológica tradicional de la Iglesia: dado que el colectivismo es cristiano y el socialismo es colectivista, las nociones de "socialista" y "cristiano" (en el sentido de la compasión y el amor al prójimo) se confunden. Socialismo (que quiere decir "estatismo") y colectivismo han pasado a ser lo que la gente entiende como "izquierda", pero sólo son un elemento reaccionario respecto al progreso (el colectivismo) sumado a una perversión de la izquierda (el socialismo, que parte del principio igualitario y termina en el culto del Estado).

La Declaración Universal de los Derechos Humanos
En donde se expresa sin ocasión para la duda el sentido de la noción de "izquierda" de la tradición, es decir, del bando de Antonio Nariño, de los humanistas, reformistas, ilustrados y liberales y aun de los socialistas que no se habían entregado al absolutismo bolchevique, es en la declaración que impuso el régimen estadounidense a las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial en 1948. Es decir, frente a la perversión totalitaria se imponía la tradición progresista y sus valores nucleares de libertades individuales y derechos humanos básicos.

Esa imposición está en la base de la historia posterior: el régimen soviético no volvió a las orgías criminales de los años treinta y sus satélites en Europa se integraron en el Consejo de Europa, organismo que vigiló los derechos humanos desde 1949. Las evidentes violaciones que cometían los regímenes totalitarios contra una ley universal que habían firmado sirvieron de fundamento a la resistencia que terminó levantándose y acabando con el comunismo en 1989.

También la ONU, surgida de esa declaración, desempeñó un papel importante en la democratización posterior. Se suele considerar a los representantes de esta organización en Colombia como aliados de las bandas terroristas, cosa que efectivamente a menudo son. El problema es que en la opinión de muchos colombianos es más fácil oponerse a los derechos humanos que cuestionar con base en ellos la conducta de esos funcionarios. Un aspecto decisivo es la creencia generalizada en los países avanzados de que las guerrillas colombianas son movimientos populares de sectores oprimidos y excluidos y no exactamente el medio de opresión y exclusión de los usufructuarios de la desigualdad, de los herederos de privilegios y rentas improductivas derivadas de la sociedad colonial. Eso ocurre porque no se ha respondido eficazmente a la propaganda.

Si se atendiera al diccionario, a partir del significado sociológico de la llamada "izquierda" colombiana y de los efectos de sus actuaciones (ya he contado muchas veces que tras la Constitución de 1991 el índice de Gini subió casi 10 puntos hasta 2002), sería muy fácil saber qué es. Es la derecha, el partido de los jesuitas, de los juristas, de los delfines de familias patricias y de los profesores universitarios. (Hay una profunda relación entre las ideas progresistas y el desarrollo material, son la misma clase de personas las que profesan las unas y realizan lo otro y ocurrieron al mismo tiempo en los mismos países; en Hispanoamérica, los retrógrados y parásitos usan ese disfraz que no les corresponde, no es casualidad que no haya ningún invento importante de origen hispanoamericano, ningún avance científico, ninguna manufactura de calidad que cuente en el mercado mundial, nada).

Ideología colombiana
Pero el hecho de que la casta dominante no se pueda llamar lícitamente izquierda no quiere decir que sus contradictores sí lo sean, o no sean también de derecha. El motivo está en el origen contrarreformista de la sociedad y en la herencia compartida de la mentalidad del castellano viejo. En muchísimos casos hay una nostalgia de formas de vida antiguas o un anhelo de amalgama que integre algunos elementos del bienestar del mundo civilizado con ventajas específicas para cada sector o para cada individuo que opina. La elemental pretensión de avanzar hacia la asimilación a los valores del mundo moderno es sencillamente un escándalo para la mayoría de los colombianos que expresan sus opiniones.

De ahí que nadie recuerde que los derechos humanos reconocidos en esa declaración son un compromiso del país que no se puede violar. A los contradictores del terrorismo les parece que los derechos humanos son una añagaza gracias a la cual los terroristas sacan ventaja, cosa que es rotundamente falsa. Lo que ha hecho avanzar a los terroristas es la guerra jurídica y los desvaríos de los gobiernos, no el hecho de que no se pueda torturar o asesinar sin juicio a los terroristas desarmados.

Es verdad que una parte de la guerra jurídica la constituyen las ONG que se autodenominan de paz y derechos humanos, pero no obtendrían nada si previamente no controlaran el poder judicial. Es decir, no obtendrían nada ilícito, porque si denunciaran torturas reales u otros atentados contra los derechos humanos estarían protegiendo la misión del Estado, que en esencia es proteger esos derechos.

Esas ONG en el contexto colombiano son el principal frente terrorista, pero su éxito jurídico y propagandístico se basa en la escasa organización y eficacia de la respuesta. Es decir, las bandas terroristas expresan el orden profundo de la sociedad: las universidades forman personajes de vocación parasitaria que se suman a la "lucha" (uno de los más descarados ideólogos de las FARC, el exmagistrado Rodrigo Uprimny publicó el domingo una legitimación de los niños bomba basada en el pretexto de que el derecho exige la lucha) y para defender la justicia no hay casi nadie, ni siquiera las víctimas.

Dentro de ese odio contra los derechos humanos se inscribe la campaña del concejal de Medellín Juan Felipe Campuzano por la pena de muerte y la tortura a los sicarios, genialidad que ha tenido una amplia repercusión en las redes sociales y que tiene la magia de poner a los empresarios de los niños bomba, como el citado Uprimny, en el bando de los defensores de la ley. En su fervor, Campuzano no vaciló en poner ejemplos de países en los que se aplica la ley islámica, y aun a mostrarse solidario con uno que le hacía propaganda.

Más allá de la cuestión misma de la pena de muerte, creo que lo que aflora en esa embriaguez es otra cosa. Supongamos que se aprobara la pena de muerte, ¿quién la aplicaría? ¿A quién? Ninguno de esos entusiastas muestra la menor confianza en el poder judicial colombiano, con toda razón, por lo que podrían inferir que los condenados a muerte serán a menudo inocentes, mientras que los asesinos y quienes los contratan seguirán quedando impunes como hasta ahora (ninguno de esos comentaristas en ningún caso lamentó que no se los capturara, sino que no se les aplicara la pena de muerte siendo que la de prisión tampoco se les aplica). Lo que desean es el espectáculo del asesinato, otra explicación no hay a esa distracción. Y es en el fondo nostalgia de lo que se hacía antes: las quemas de brujas de la Inquisición no tenían sólo una función pedagógica sino que también eran la provisión de círco que se podía ofrecer a la chusma.

En rigor, la pena de muerte es una violación de los derechos humanos. Una mirada al mapa en que aparecen los países que la aplican deja a EE UU como el único país democrático avanzado en que se aplica. Ojo a esto: 

Ejecutados en 2011: China  (?), Irán (360+), Arabia saudí (82+) Irak (68+), Estados Unidos (43), Yemén, Corea del Norte, Somalia, Sudán, Bangladesh, Vietnam, Sudán del Sur, Taiwán, Singapur, Autoridad Nacional Palestina, Afganistán, Bielorrusia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Malasia, Siria.

También en EE. UU., un país de 300 millones de personas, el número de ejecutados en 2011 fue de 43, mientras que en Colombia sería muchísimo mayor.

En conclusión
Lo que se extrae de todas las respuestas de colombianos opuestos al terrorismo que uno encuentra es una hostilidad aún mayor a los derechos humanos. Muchísimas personas me respondían cuando cuestionaba a Campuzano con el cuento de que los sicarios no habían respetado los derechos humanos de sus víctimas, graciosa operación con la que las instituciones resultan degradadas al nivel de los sicarios. La cuestión de la eficiencia policial a la hora de capturar a los criminales no le interesó a ninguno, era como una molesta cuestión de trabajo cuando la embriaguez de justicia les resultaba tan halagadora.

Ese odio a los derechos humanos forma parte de sus convicciones derechistas, que ciertamente no son una respuesta al terrorismo comunista sino más bien una manifestación del mismo fenómeno, de la incapacidad de asimilar los valores de democracia y libertad que definen al mundo moderno.

Lo que en mi opinión hace falta es una reivindicación de los derechos humanos que permita denunciar a los criminales que explotan su defensa como parte de su labor conjunta con los que mandan niños bomba. Si los políticos e intelectuales colombianos denunciaran a todos los funcionarios y periodistas extranjeros que aluden a Piedad Córdoba, Iván Cepeda u otros asesinos como "defensores de derechos humanos" ante sus gobiernos y organizaciones, otro gallo cantaría. Pero plantear eso es quedarse en minoría: un pobre diablo anónimo llamando a la sensatez cuando los valientes herederos de Joseph de Maistre y demás precursores del fascismo prometen sangre y toda clase de efectos gore, está condenado al fracaso.

(Publicado en el blog País Bizarro el 8 de enero de 2014.)

martes, febrero 11, 2014

Uribe: claudicación y hecatombe


Voy a comentar la última declaración del expresidente.
Declaración de 31 de diciembre de 2013
Álvaro Uribe Vélez

(No seremos obstáculo para la paz pero nos opondremos a que no se castigue con cárcel a los criminales de delitos atroces, se les eleve a partido político y se les convierta en congresistas, porque la falta de justicia es mal ejemplo a las nuevas generaciones, impide el perdón, no garantiza paz estable, engendra nuevas violencias y desprotege a las víctimas.)
El texto aparece así en un Twitlonger, empezando con paréntesis, tal vez porque es cita del texto del comunicado. Lo comentaré cuando llegue a ese punto.
Colombia podría ir mejor, ha perdido 12 posiciones en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, que recoge el resultado de políticas sociales burocratizadas.

Ya que a los empleadores les quitaron la obligación de cotizar al Sena, ICBF y salud por trabajadores hasta de 10 salarios mínimos, es incomprensible y penosamente bajo el incremento del salario mínimo de 26 mil pesos.
La tributación basada en la nómina es un atentado contra el empleo y contra los salarios: cuanta más gente contrate un empleador, más impuestos tiene que pagar; cuanto mejores sean los salarios que pague, más impuestos paga. La reforma tributaria del ministro Cárdenas es un gran acierto. La resistencia del uribismo, un gran error.

El aumento del salario mínimo debería haber sido menor porque cuanto más suba menos probable es que puedan acceder al empleo personas menos capacitadas. Si el resultado es que aumentan las ganancias de las empresas, habrá que pensar que aumentarán la contratación y la inversión. Uribe juega con el prejuicio de que la desigualdad se remedia subiendo los salarios cuando la realidad es que las alzas del salario mínimo generan una igualdad de sueldos que termina siendo injusta para la gente más productiva, condenada a ganarse el mínimo so pena de caer en el desempleo. En España el mínimo es bajísimo en comparación con los sueldos promedio, nunca he conocido a nadie que gane el mínimo. Subirlo "generosamente" fue lo que hizo Chávez, con lo que consiguió que cerraran dos tercios de las empresas en poco tiempo.

Aparte del tipo de "politiquería" evidente en la crítica que siempre podría hacerse a cualquier gobierno, que sufrió el de Uribe de personajes como Robledo durante varios años y que podría ser muy justificadamente al revés si se hiciera lo que proponen, se evidencia una curiosa idea de Uribe, evidente otras veces, de controlar las ganancias de las empresas. Si ahora ganan más, será una buena noticia. Lo que determina los salarios de la gente productiva es la oferta y la demanda, los decretos de aumento del salario mínimo sólo distorsionan ese mercado.
Con visión de País fraterno, impulsaremos un aumento importante de la remuneración de los trabajadores de menores ingresos y una prima de vivienda, que se compensen con menos impuestos a las empresas y a la clase media, y cero derroche del Gobierno. 
Nuestra solidaridad con agricultores y empresarios desoídos por este Gobierno.
Esa clase de promesas forman parte de la campaña electoral en un contexto tranquilo, no en la situación de un país que se asoma al abismo. La complacencia con todo lo que ocurre no es sólo el aplauso de Zuluaga a Santos durante más de dos años de su gobierno sino sobre todo ese tácito reconocimiento de que la situación está para pelear por el salario mínimo.
Colombia ha perdido 10 posiciones en las pruebas Pisa de educación, no obstante que íbamos mejorando.


Impulsaremos con toda devoción la política educativa de nuestro candidato Oscar Iván Zuluaga para tener jornada única, dos alimentos diarios durante 360 días, formación técnica en el bachillerato, universidad o tecnología articulada para todos los graduandos, posibilidades de emprendimiento para los jóvenes y más profesores con mejor preparación y remuneración.



Impulsaremos la educación con el mismo entusiasmo con que hace 12 años propusimos la seguridad democrática.
La cuestión de la caída en el infierno se olvida de nuevo, parece que lo importante fueran las promesas sobre educación. Lo mismo en los párrafos siguientes, que suprimo, para centrarme en el final:
[...] 
Insisto en que No seremos obstáculo para la paz pero nos opondremos a que no se castigue con cárcel a los criminales de delitos atroces, se les eleve a partido político y se les convierta en congresistas, porque la falta de justicia es mal ejemplo a las nuevas generaciones, impide el perdón, no garantiza paz estable, engendra nuevas violencias y desprotege a las víctimas.
Toda la prensa entendió que la "paz" eran las conversaciones de La Habana, pero, siguiendo una costumbre ya típica, los uribistas entienden "paz" con el sentido plano y recto del diccionario. ¿Qué sentido tiene la frase si no es en referencia a dichas conversaciones? Hace pensar en esos niños pequeños aleccionados para decir una mentira que declaran en cuanto ven a alguien "No nos hemos comido el chocolate". ¿Cómo puede decir un político que no será obstáculo para la paz, aludiendo a tal concepto como una generalidad? Claro que no será obstáculo para la paz, para eso también declara que no tiene pensado rebanarse la nariz al día siguiente.

Si uno piensa en el lema de la campaña de Paola Holguín "La paz es la seguridad democrática", ¿qué sentido tiene que el promotor de la seguridad democrática diga que no será obstáculo para la seguridad democrática?

Eso es muy interesante porque se trata de la idiosincrasia local: todo se interpreta hasta que quiere decir lo contrario y nadie tiene el menor pudor en hacerlo. ¿Llega a tal punto la estupidez que no se entiende que Uribe se refiere a las conversaciones? Realmente lo dudo: se trata de la típica mala fe, gracias a la cual Uribe es a la vez pacifista y guerrerista, cree que así atrae a los que quieren que se premie a las FARC mientras los que no lo quieren entenderán que no se refiere a eso. Los demás se aferran a eso, al parecer no tuvieron padres que les advirtieran de la costra de mugre que se le pega a quien deja ver su deshonestidad intelectual.

Muy digno de atención es eso de que "no se castigue con cárcel a los criminales de delitos atroces". ¿A quién se refiere? ¿Hay algún jefe de las FARC que no sea responsable de muchos delitos atroces? Los uribistas me dirán que se refiere a eso, pero en la realidad se puede volver una puerta abierta para que se castigue a los autores materiales, tal como cursan actuaciones del fiscal contra Karina y Martín Sombra.

Es de nuevo el viejo cuento de la "paz sin impunidad", con el que se bendicen las negociaciones y a la vez se busca hacerlas inviables, engañando a la gente, que cree que se puede pensar en castigar a las FARC y a la vez tolerar que se negocien las leyes con ellas. A la gente se le hace creer que las FARC se están rindiendo y para que no las castiguen más aceptarán unos años de cárcel. Y muchos protestarán porque les parece que ante una perspectiva tan agradable como la paz no deberían poner tales obstáculos.

Lo que en la  jerga del gobierno colombiano se llama hoy en día paz es el proceso por el que las FARC se hacen las dueñas del Estado. El señor Uribe tiene que saber que el acuerdo de participación política menciona expresamente la "dejación" de armas (es decir, que no habrá entrega de armas), la asignación de poder a toda clase de entidades nombradas a dedo por los terroristas y su gobierno y la creación de zonas especiales en las que los miembros de las FARC y sus clientelas votarán dos veces para el legislativo, proyecto que tendrá a su favor los recursos del gobierno amigo.

¿Por qué no menciona eso? ¿Por qué no alude a la entrega de las armas y la disolución de la banda asesina? Las condiciones que señala se interpretarán después y serán a su vez objeto de negociación, con lo que el proceso no encuentra rechazo por lo que es sino por lo que el gobierno dice que es.

Ya he explicado muchas veces que esa retórica sólo sirve para legitimar lo que ocurre en La Habana y la actuación de Santos. Me dicen que uno no puede ponerse contra Uribe porque es la única esperanza de oposición que hay, pero casualmente hemos hecho varios videos planteando que lo que este gobierno llama "paz" es sólo un atraco, la continuación de un viejo plan de dominación al que el uribismo no se opone, sino que precisamente respalda diciendo que no será obstáculo para su consumación.

Ya son numerosos los ejemplos de publicaciones del candidato Zuluaga con ese mismo sentido, y la aquiescencia de todos los uribistas (los "pachistas" intentan destruirlo pero siendo seguidores del padre de los "diálogos" no se atreven a desautorizarlo por su pacifismo sino que se escudan en temas como el voto militar).

Habrá un referendo y una constituyente cuyos delegados no serán elegidos libremente por los ciudadanos. El referendo se interpretará como autorización para esa constituyente. Los uribistas no se opondrán a la "paz" ni pretenderán derrotar a Santos en el referendo, por mucho que al comprobar la gente lo que es se vean obligados a no apoyarlo: aportarán sus críticas constructivas, como han hecho durante más de tres años, y lloriquearán por el resultado.

La actuación de Uribe en ese mensaje sólo evidencia el anhelo de buscar un acomodo en el nuevo orden y asegurarse gracias a los votos una cuota de poder que ante la hegemonía comunista será puramente decorativa, como las de los partidos campesino y católico en la Polonia comunista. Los seguidores se aferrarán a cualquier disparate para seguir aplaudiendo a su caudillo, confiados en que algún día se lo podrá elegir a perpetuidad.

En La Habana abolieron totalmente la democracia al legitimar los crímenes de quienes intentan destruirla. Sobre eso nunca hablan los uribistas ni el señor Uribe, ni sobre las nuevas instituciones representativas pero no elegidas. Parece que es mejor hacerle creer a la gente que se puede castigar a las FARC al tiempo que se les permite adueñarse del país.

¿Habría sido posible impedir lo que ya hizo Santos? Yo creo que sí. Pero para impedir toda rebelión estaba el señor Uribe y sus seguidores, aplicados a hacer componendas con los partidos "uribistas" y a mantener cuotas de poder en el gobierno de Santos, y a la vez intimidados por la presión periodística y judicial.

El rechazo a las FARC que cabalgó Uribe en los primeros años de este siglo fue una gran corriente ciudadana que sirvió para que el poder terminara en manos de Santos y finalmente de las FARC. No sólo porque la segunda reelección le abrió el camino al canalla, sino porque la falta de oposición después le facilitó consumar su crimen.

La hecatombe llegó. Las FARC tomaron el poder sin resistencia y los supuestos adalides del rechazo son los primeros en reconocer el premio del crimen como "paz". No les ayuda que haya unos cuantos engañados que se obstinen en entender otra cosa: intentan contagiar su autoengaño y sólo son patéticos. Los crímenes a partir de ahora serán muchos más que nunca antes y gracias a la no resistencia a Santos los jefes militares y policiales están ya al servicio de la banda asesina.

(Publicado en el blog País Bizarro el 2 de enero de 2014.)

martes, febrero 04, 2014

Aritmética chambona

Se acercan las fiestas navideñas y se reducen las visitas a los blogs y el interés por la política, por eso se me ha ocurrido invitar a los lectores y amigos a reflexionar durante estos días sobre la situación y lo que espera a Colombia en el año que comienza, tal vez el momento crucial de la historia del país porque si se toma el rumbo del chavismo ya no habrá modo de volver atrás y la catástrofe será segura: el atraso asegurado para medio siglo, por lo menos, como le ha ocurrido a Cuba, que podría ser más rica y desarrollada que Florida.

La única esperanza de impedirlo sería un triunfo del candidato uribista, o de alguien del conservatismo que surgiera en los próximos meses y consiguiera la unidad con el uribismo. Lo que pasa es que en mi opinión ese triunfo es casi imposible porque hace falta otra disposición para hacer frente al poder que controla la máquina de propaganda y el presupuesto, con el que ceba clientelas sin cesar (sobre todo la decisiva, la de la "educación", a la que acaba de regalarle cinco billones) y cuenta con toda clase de ayudas, como ahora el mismo embajador de Estados Unidos.

Es decir, la posibilidad de sacar a Santos depende de una estrategia muy eficaz, y en mi opinión lo que hace el uribismo, sobre todo su candidato, está basado en unas cuentas que no funcionan, y que casi aseguran el triunfo de Santos. Voy a comentar algunos aspectos de esa aritmética dudosa.

1. La falsa suma de la paz
Ya comenté en otra parte el lenguaje equívoco del candidato Zuluaga sobre la paz, creo que este tuit del expresidente Uribe resume la actitud del uribismo en la actualidad respecto a la negociación: "Diálogo y paz sí. Con cese total de actividades criminales". El cuento es una enorme falacia, pero al menos no tan atroz como el lema anterior "Paz sin impunidad", que hace creer a la gente que las FARC se están rindiendo y los ciudadanos pueden optar por castigar o por perdonar a la banda, con el gracioso resultado de que Santos sale reforzadísimo, pues parece que todo lo que falta para terminar un conflicto tan largo es que esos reticentes acepten una amnistía y quieran perdonar (a los demás colombianos les parece de lo más agradable reconciliarse, incluso honroso, toda vez que las víctimas del terrorismo son otros, y de ese modo la tal "paz" resulta claramente una alianza con los criminales en busca de alguna ventaja).

Digo que ese cuento de "negociemos pero dejan de delinquir" es falaz porque bastaría empezar a negociar para que las FARC se extinguieran: todas sus fuentes de financiación son ilegales. Si Uribe les ofreció una Constituyente en 2006 y no aceptaron, ¿cómo esperan que ahora acepten? No, no esperan que acepten, sino que parece que se les tendiera una mano. (Pero en realidad bastaría que ganaran las elecciones para que empezaran a ser generosos y a ganarse así a la mayoría de los políticos y personajes de clase media que aplaudieron la negociación, y siempre habría buena disposición a reconocer los "gestos de paz" que ahora tanto echan de menos). La oferta por otra parte tiene el sentido de evitar la calificación de "guerreristas" por los medios y atraer a esa mayoría de colombianos que aceptan la "paz" negociada. Si se acepta que no hay enemigos a la derecha, es decir, que nadie puede quitarle al uribismo los votos de los opuestos a la negociación, el cálculo parece sensato porque ampliaría el espectro de población que podría votar por Zuluaga. Pero no lo es.

Ya en otra ocasión expliqué que al aceptar los diálogos para complacer a la mayoría en realidad se legitima el proceso. La suma de pacifistas e intransigentes no se da, sino que el perfil del partido y el candidato se desdibuja y el resultado es que los posibles votantes se abstienen. Si además se tiene en cuenta la presión de los medios por hacer invisible al rival del gobierno, sencillamente no se mejora nada con quitarles el pretexto "guerrerista", por no hablar de lo poco serio que parece proponer negociar con unos criminales que con toda certeza dirán que no si no pueden financiarse con sus negocios tradicionales. La estrechez de miras y la indigencia intelectual les impiden ver que SIEMPRE que se empieza a negociar con terroristas se termina cediendo porque se ha renunciado en lo esencial, por no hablar de las presiones de toda la conjura incrustada en el Estado y hegemónica entre las clases altas.

Un motivo posible de esa disposición de Uribe y compañía es el hecho de haber propuesto negociar cuando era presidente y no querer parecer ahora buscando pretextos para oponerse. Puede que ahora tengan suficientes argumentos para justificar el cambio de opinión: sencillamente, la gente puede entender que de lo que se trata es de una alianza del gobierno con los aliados internacionales de las FARC gracias a la cual se pretende darles total impunidad y favorecer el lavado de las enormes fortunas que han obtenido delinquiendo. También la situación que vendrá después, de obvio predominio de los terroristas y sus socios, puede ser clara para millones de colombianos, pero no lo será si no hay quien se lo dice. Y es lo que ocurre efectivamente con esa actitud apaciguadora, que el uribismo contribuye a tapar las complicidades criminales de toda clase de personajes promovidos por los medios: parecen sólo un poco demasiado dispuestos a buscar la paz y no socios casi abiertos del crimen organizado.

No quieren hacer una cruzada contra una manguala criminal y el resultado de eso será la irrelevancia. La suma de votos de diversas opiniones, incluidos los que creen que se van a ahorrar disgustos premiando a los terroristas, es sólo una resta porque el candidato y el partido pierden nitidez en su discurso así como ocasiones de protagonismo y de cohesión de los seguidores.

2. La falsa suma de la diversidad
Ese mismo problema del discurso borroso se da cuando se piensa en la clase de personas que llevan como candidatos. Everth Bustamante no sólo es responsable del crimen del Palacio de Justicia como líder del M-19, por lo que fue condenado, sino que jamás ha pedido perdón ni menos ha dicho la verdad. Sencillamente, el uribismo parece querer hacer realidad el sueño de Jaime Bateman de un "sancocho a la colombiana" en el que quepan todos: del M19 es de donde nace el movimiento Firmes, cuyo líder más persistente en Antioquia fue José Obdulio Gaviria. La insistencia del CPPC en promover a los moiristas que se apartan de las FARC hace pensar en asociaciones muy extrañas.

Esa suma confusa es una resta: ¿con qué autoridad critican la impunidad de los asesinos de las FARC si no sólo han promovido la impunidad del M-19 sino que le hacen la carrera política a uno de sus jefes con más crímenes a sus espaldas? Esa buena disposición llevó a ese grupo a convertirse en el promotor de Francisco Santos, personaje que se describía como el padre de los diálogos de La Habana, y a perdonar mil ligerezas durante el gobierno de Uribe, como el nombramiento de un grupo de ideólogos del terrorismo y aun de asesinos jubilados en el Grupo de Memoria Histórica.

Lo que podría atraer a los votantes sería una actitud clara y ejemplar de enfrentamiento con todas las formas de criminalidad. Cuando los medios calumnian y a la vez "ningunean" a alguien, su única fuerza es la coherencia de su actitud. Si esa coherencia cede en todo momento a las componendas que cada politiquero imponga, sencillamente los votantes no verán el sentido de esa opción y se quedarán en casa o votarán por alguien que los seduzca con otros argumentos.

3. La resta efectiva de la misa
Es verdad que la inmensa mayoría de los colombianos son católicos, pero eso no determina lo que harán en las urnas. Sin ir más lejos, el partido confesional nunca ha ganado unas elecciones desde 1926 sin que mediara la división del adversario. También cuando ganó Andrés Pastrana, después de que muchos políticos liberales se apartaran de Samper por el 8000 ("Gran Alianza por el Cambio" se llamaba la componenda).

Lo que pasa es que muchos de los políticos que se oponen al terrorismo son personas de ideología conservadora y a veces da la impresión de que esos valores les importan más que la resistencia a las FARC o que el propio triunfo electoral. Dada su percepción, esperan que muchos colombianos molestos por los cambios en las costumbres los apoyen, cosa que no mueve a votar a tantos pero que sí sirve para que los terroristas se presenten como adalides de las libertades y la modernidad.

Es decir, el bando de Santos es directa o indirectamente el de quienes reclutan, violan y mutilan a miles de menores de edad, pero los políticos y activistas conservadores están más interesados en azuzar la rabia contra los fumadores de marihuana que en explotar el rechazo a esos crímenes. El resultado de esa actuación es que los votantes jóvenes o acostumbrados a la vida alegre terminan asustados y votando por los amigos del terrorismo (característica es la obsesión de Petro por presentarse como el defensor de la "diferencia", retórica que al parecer les resulta muy útil para obtener votos de homosexuales, de usuarios de drogas, de acomplejados y raros y feos y deprimidos, etc.).

Es decir, se presentan como un partido de la misa contra el partido del recreo, con los resultados previsibles de éxito del crimen organizado, que resulta legitimado y puede hacer olvidar sus atrocidades sin límites. Ésa es la gracia que resulta de que no haya demócratas y liberales sino retrógrados con nostalgia de Torquemada y retrógrados con nostalgia de Lope de Aguirre.

Límites del uribismo
El mayor problema es la ausencia de un proyecto de país acompañado de una conciencia clara de lo que hay que hacer. Tras los gobiernos de Uribe quedó un legislativo al que Santos cooptó fácilmente, el control del poder judicial por los socios del terrorismo permaneció intacto, al igual que el de las universidades y los medios de comunicación. Los partidos políticos tampoco mejoraron nada tras los ocho años de Uribe. Sencillamente, los uribistas, dichosos de estar en el poder, intentaron acomodarse a las buenas relaciones con la oligarquía y cuando llegó el momento de pensar en la sucesión no tuvieron mejor ocurrencia que lanzar de nuevo a Uribe, con los resultados conocidos.

Todo el daño que hicieron en esos años es poco comparado con el que hicieron después, al negarse a hacer oposición a Santos por quién sabe qué acuerdos con los políticos de la U. Todavía es la hora en que tratan de ocultar la persecución que sufren los propios compañeros del uribismo, como Arias o Ramos.

Pero lo peor es la ausencia de cualquier visión crítica fuera del uribismo: o se está con las FARC o se asegura que Uribe y compañía nunca han cometido ningún error. En uno de esos dos grupos cabrían prácticamente todos los colombianos que opinan de política. Por eso la confusión que aflora por ejemplo con la adhesión a la candidatura de Francisco Santos o en los llamados a Luis Carlos Restrepo, personaje este que parece más dispuesto a premiar el terrorismo que el mismo Santos.

Sin una conciencia clara de la necesidad de una asimilación a las democracias avanzadas se seguirá dando palos de ciego. Las democracias tienen partidos, programas, estatutos, idearios, no sólo la "lealtad" servil a un caudillo cuyo discurso tiene tanta relación con la política "tradicional" y tan poca determinación para obrar como demócrata (en cualquier país civilizado un líder político explicaría por qué hay alguien como Bustamante en la lista cerrada de los supuestos contradictores del terrorismo). Las democracias necesitan civismo, lo que no hay en un movimiento político que permaneció ligado al partido del gobierno años después de infamias como el encarcelamiento de Arias o la manifiesta decisión de negociar con las FARC (había que obrar así porque las clientelas de los líderes podrían quedar sin puesto en caso de romper con el PSUN).

Es sencillo: Santos abolió la democracia, se gastó el presupuesto en comprar apoyos y hacerse propaganda, se alió con Chávez y los Castro, colaboró con los terroristas para hacer necesarios sus crímenes, emprendió persecuciones contra sus contradictores usando el poder judicial y resucitó a las mayores bandas criminales, pero ninguno de esos hechos es el tema de la campaña, sino promesas vagas de inversión en educación (a lo cual Santos ya se ha adelantado promoviendo cinco billones más para las universidades públicas) y vagas denuncias de corrupción (que no animarán a muchos votantes ni desanimarán a nadie de las clientelas, que precisamente se benefician de eso). Más grave no puede ser.

Si hubiera un partido del trabajo y la libertad se plantearía democratizar el gasto público, por ejemplo proponiendo reducir los puestos públicos y gastar los recursos en una pensión de jubilación, por ejemplo de la mitad del mínimo, para todos los colombianos mayores de sesenta años que no tengan trabajo ni pensión, y también para las personas dependientes. Seguro que con propuestas sensatas así atraerían votantes; por mucho que halaguen y sobornen a los universitarios, éstos siempre estarán en el bando del estatismo.

El uribismo fracasará y es facilísimo entender por qué, pero explicarlo es sólo un pasatiempo, nadie hará caso ni querrá entender que esa forma servil de vivir es la causa de todo lo que ocurre después.

(Publicado en el blog País Bizarro el 22 de diciembre de 2013.)