lunes, junio 03, 2013

La oposición interna del sistema


En 2010 la mayoría de los votantes apoyaron a Santos porque era el heredero de Uribe y nadie tuvo razones serias para pensar que Uribe no lo conocía o que no había evaluado la posibilidad de que traicionara todas sus políticas. Sin esa confianza en el esforzado caudillo, la elección le habría resultado muy difícil a Santos.

Es decir, si se hubiera presentado sin ese disfraz, Santos no habría ganado porque en términos generales sus políticas eran previsibles: su hermano fue el fundador de Alternativa y después director de El Tiempo durante la época del Caguán, el candidato elegido es un oligarca emparentado de muchas maneras con los López y los Samper. Casi que todo lo que ha hecho es lo que se debería esperar.

Pero además de los antecedentes de Santos hay otra cuestión: supongamos que el nuevo presidente fuera un desconocido, otro farsante o alguien con poca ética. ¿Qué habría hecho? La respuesta es: probablemente habría hecho lo mismo que Santos. Y el motivo es que esa forma de obrar resulta muy grata para un gobernante en Colombia porque no encuentra hostilidad ni en la rama judicial del Estado ni en los medios de comunicación ni en los sectores políticamente más activos y resueltos.

Y en cuanto a los representantes elegidos para que respaldaran el continuismo, la inmensa mayoría forman parte de los partidos tradicionales o de sus turbios vástagos y son casi manifiestamente venales. Es decir, la gobernabilidad optando por esas políticas es ideal, mayoría segura en el legislativo, buenas relaciones con el poder judicial y la prensa y escasa conflictividad.

Lo interesante es la naturaleza de esos medios de comunicación y de ese poder judicial. Cuando uno lee las explicaciones que los colombianos le dan a la conducta de esas entidades siempre se queda desconcertado ante tanta ceguera. Los grandes medios impresos son en la práctica de las mismas personas, el dueño de Semana es el hijo de López Michelsen, cuya familia tiene una larga relación con los dueños de El Espectador; el director de El Tiempo accedió al cargo por otra maraña de relaciones con la familia del presidente y sucedió al hermano mayor de éste, que a su vez es el padre del director de Semana... Los canales de televisión y las emisoras principales están en manos de las mismas personas.

El poder judicial en realidad está controlado por las mismas personas, y no porque a los jueces les guste aparecer en la televisión y ser noticia, como cree mucha gente en Colombia, ni tampoco porque necesiten que los medios les den buena imagen a sus decisiones. No, es que la cúpula judicial y el Consejo General del Poder Judicial dependen de los políticos y son nombrados por cuotas, por no hablar de la base, cooptada por los comunistas desde el primer semestre de estudios.

A partir de la Constitución del 91 y de la cúpula judicial surgida de ese golpe de Estado, se implantó un statu quo que es el orden imperante, al que corresponde la noción de "sistema" del título de esta entrada. (No me extiendo sobre el tema porque ya escribí un texto analizándolo.)

En ese sistema, los partidos políticos sirven para que el gobierno seleccione entre las redes de lagartos a la burocracia que ocupará los cargos de responsabilidad en el Estado. El poder político se legitima a través de esos partidos, y premia con puestos los votos obtenidos. Nadie espera que ningún miembro activo de esos partidos tenga ninguna convicción ni ningún interés que no corresponda a los salarios o a los negocios que pueda hacer desde el cargo.

Ante la decisión de Santos de negociar con las FARC, que era la causa principal del antiuribismo de los medios oligárquicos mencionados y que a su vez está contemplada en la constitución, la resistencia resultó insignificante, por mucho que el sentido común y la experiencia de todos los países permita a cualquiera ver que se trata de la abolición de todo vestigio de democracia: cualquier percepción sensata resulta acallada por la hegemonía de los medios y aun en las redes sociales por la presencia de cuentas interesadas en legitimar tácitamente la negociación y de miles de empleados públicos cuyo "trabajo" consiste en imponer la visión del gobierno (que es la misma de las FARC).

La gente descontenta se ha aferrado al expresidente Uribe, que no puede enfrentarse a los grandes partidos porque haría perder el puesto a sus clientelas y partidarios, y que por eso ejerce un patético papel de consejero no deseado que un día sí y otro también recomienda al gobierno lo que debe hacer en La Habana, tratando de hacerse intérprete de los descontentos sin deslegitimar a los partidos que respaldan a Santos ni al poder judicial y la prensa que están en la base del sistema.

Ese juego equívoco pasa inadvertido para la mayoría de la gente, que no entiende que la conservación de la cuota de poder de Uribe tiene el precio de la sumisión real a las decisiones de Santos, que las críticas sirven para atraer votantes a los partidos de la U y conservador, como ya ocurrió en 2011, en que el expresidente incluso hizo campaña por el hijo de Roy Barreras.

Es decir, al no deslegitimar el sistema, el uribismo sólo tiene la función de encauzar votos y apoyos hacia la sumisión al gobierno. Al que lo dude lo invito a interpretar este tweet del senador Juan Carlos Vélez Uribe.
Uno se pregunta qué entenderá la gente en Colombia cuando lee algo así. Es algo que se ha visto en casi todos los amigos de Uribe de gran nivel, la disposición a aceptar la negociación de las leyes con los terroristas, con los delitos que ya ha cometido este gobierno para llevarlos a La Habana.

Una parte de esa actitud es la impotencia que siente quien quiera oponerse a la hegemonía de la ideología "apaciguadora" en la prensa y hasta en las leyes. Lo que las personas que se oponen al terrorismo deben plantearse es si esa actitud va a representar alguna resistencia efectiva contra la alianza del gobierno con los terroristas.

Ya hace al  menos dos años que señalo la incapacidad del discurso uribista para hacer frente a eso. No hay modo de que nadie entre en razón: antes entregar el país a los terroristas que detenerse a pensar. ¿O habrá alguien que espera que Uribe desautorice a Vélez? En ese caso ya se trata de mala fe, pues en aras de conservar cuotas de poder Uribe ha sido capaz de buscar el respaldo de Angelino Garzón, personaje que casi no oculta que ejerce de representante del Partido Comunista en el gobierno.

Mirando con más detalle se puede comprobar que a Uribe nunca le interesó cambiar al poder judicial ni cuestionarlo ni promover una prensa diferente, más aún, que toda su carrera política antes de llegar a la presidencia la hizo en el mismo partido de Santos, Gaviria, Samper (con quien además militaba en el Poder Popular) y los López.

Uf, ya se deprime uno explicándolo: o se intenta renovar el orden político aboliendo la constitución protochavista de 1991 y creando formas de juzgar tanto el prevaricato como la complicidad con el terrorismo del poder judicial actual, y a la vez denunciando en el mismo sentido a la prensa y al poder del totalitarismo en el Estado, sobre todo en la educación, o se toma parte en la rapiña para conservar una parcelita del poder que ya tienen los terroristas.

La respuesta es que prácticamente nadie va a querer pensar en eso ni en denunciar a esos partidos, que son uno de los principales engranajes del sistema, planteándose crear otros. Y para mí todas las personas relacionadas con esos partidos son socios del poder terrorista. Los peores, los que engatusan a los descontentos para arrastrarlos a una situación en la que no hay alternativa y sólo queda exigirles a las FARC que liberen a los dos policías para poder discutir con sus jefes si los propietarios podrán conservar algo o sobre la forma en que el gobierno ayudará a los terroristas a despojarlos.

No, no me engaño: nadie va a apartarse de Uribe. El que no es lambón es corto de miras, fanático, ignorante o conformista. Lo que nadie puede esperar es que con esa clase de políticas no vaya a imponerse el régimen fariano.

(Publicado en el blog País Bizarro el 30 de enero de 2013.)