lunes, julio 02, 2012

Hemipléjicos e hijueputas


Ojalá prestáramos atención a la famosa frase de Ortega y Gasset sobre la izquierda y la derecha:
Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral.
Es algo urgente porque una de las bases de la estrategia de las bandas terroristas y de sus jefes oligarcas es presentar la tragedia colombiana como un enfrentamiento entre la izquierda y la derecha. La confusión que crean se agrava en la medida en que los colombianos son poco apegados a la precisión lingüística y llegan a extremos cómicos en su disposición a tomar por verdad lo que les resulta halagador y por justo lo que les conviene. La unánime desconfianza hacia todas las estadísticas lo confirma. De tal modo, el que se identifica con la "izquierda" jamás se detiene a pensar en el contenido de esa noción y menos en la relación entre lo que predica y lo que efectivamente producen las redes de poder que se atrincheran tras esa retórica. El "derechista" lo acompaña como acto reflejo, tanto en la ignorancia sobre el sentido de las nociones que defiende como en la falta de interés por la aplicación práctica de su ideología.

La frase de Ortega no conduce a sugerir que se deba ser de "centro" sino a rechazar esas referencias ideológicas como un defecto moral. En consecuencia, una persona recta no debería pensar en ser de izquierda ni de derecha, pero como esas nociones de todos modos existen y mucha gente las acepta, voy a intentar discutir el principal punto de contraste bajo la óptica del gran pensador madrileño.

Izquierda y derecha se entienden a menudo como opuestas respecto a diversas cuestiones: libertades, jerarquías, tradiciones, igualdad... Pero tal vez el tema más característico sea el del privilegio. Vale la pena detenerse en esa noción, porque lo que en Colombia llaman izquierda no es más que el barniz de las castas tradicionales y en una sociedad menos propensa a la mentira y el servilismo serían sencillamente derecha: incluso en el más rutinario examen marxista, las camarillas de delfines que conspiran para dar golpes de mano y poseen los medios de comunicación, desde los cuales animan a grupos parasitarios que disfrutan de grandes privilegios gracias a la rapiña, no son más que sectores retrógrados que obstruyen el "desarrollo de las fuerzas productivas".

Pero la cuestión del privilegio merece un poco de atención. Leí la novela Sobre los acantilados de mármol sin poder explicarme el prestigio de su autor, pero me llamó la atención la idea de que en medio de los cambios de la vida siempre hace falta alguien que sepa con certeza lo que está bien y lo que está mal, y que por eso todos los pueblos honran la nobleza de sangre. Bueno, no sólo todos los pueblos sino todas las personas, al menos yo no conozco el primero que rechace emparentarse con familiares de personas prominentes, ricas, nobles, etc.

La noción de privilegio es muy amplia y sólo la gente muy vulgar la reduce a los nexos familiares o al patrimonio. Las personas con una inteligencia excepcional, algún talento único, algún sentido muy desarrollado o algún encanto infrecuente no les parecen privilegiadas. Sólo hace falta que entren en relación con ellas. Si uno se pone a pensar en cosas como la tecnología o los frutos del conocimiento científico, las personas enemigas del privilegio resultarían enemigas también de la penicilina y de todos los inventos importantes, que no fueron provistos por la Providencia Divina ni surgieron de la suma de los esfuerzos de los sufridos y sudorosos peones que acumulaban plusvalía para los dueños de las fábricas, sino que los hicieron personas privilegiadas en favor de otras personas privilegiadas que los pagaban. De hecho, si se piensa al revés, en el disfrute de salud, en la ausencia de desventajas físicas o psíquicas notables, la mitad de la población podría considerarse privilegiada. Y pensando en el largo plazo, todos somos descendientes de los privilegiados que sobrevivían. A saber la cantidad de comunidades que fueron aniquiladas por completo en la prehistoria.

La hemiplejía "de derecha" vendría a ser el apego a privilegios a costa de la justicia, de la sensatez, del interés común y de la solidaridad y al precio de ocasionar el sufrimiento ajeno. Una sociedad hemipléjica que sólo defendiera el privilegio sería una sociedad inicua y opresiva. Sería hemiplejía por sólo tener sentidos para las ventajas del privilegio desatendiendo el sentido de igualdad de las personas. La imagen inversa, la hemiplejía de izquierda, es algo por desgracia muy familiar para un colombiano: el resentimiento más brutal que hace que todo mérito o acierto se vuelva una acusación contra alguien y que la envidia más rastrera se considere tácitamente una virtud. El odio enfermizo a los estadounidenses, a los ricos, a los guapos y finos y cultos. La arrogancia del criminal que no hace más que cometer iniquidades que interpreta como corrección de otras iniquidades.

Lo interesante de Colombia no es sólo que ese resentimiento contra los privilegiados sea un recurso de dominación de los más privilegiados, porque eso mismo lo intentaron los jesuitas en todo el continente con la Teología de la Liberación, sino que les ha dado resultado: los radicales jaleadores del asesinato de José Raquel Mercado desde la revista Alternativa, Daniel Samper Pizano y Enrique Santos Calderón, descendientes de lo más selecto de las castas dueñas del país, consiguieron poner a sus hermanos menores como presidentes.

Pero es una norma, un rasgo del país: el caso más sangrante es la educación superior, en la que se gastan cantidades ingentes en proveer rentas a una minoría privilegiada que no vacila en asegurar que eso que reciben a costa del despojo de los pobres provee igualdad de oportunidades. Es la vieja rutina de lo que en Colombia llaman izquierda, es decir, de los asesinos y demagogos que accedieron al poder gracias a los carros bomba de Pablo Escobar y a la graciosa técnica de llamar "dar" al "quitar": lo que quita oportunidades a los pobres y genera desigualdad es el gasto en universidades públicas y el regalo que se da a los que controlan las privadas al prohibir el lucro, y con eso proveer exención de impuestos (léase, rentas más altas y seguras).

Es decir, lo más perverso de la derecha se presenta como izquierda. Y no es que esas personas representen ninguna nobleza de sangre porque al final sólo proceden de bandidos que tuvieron suerte saqueando, esclavizando y exterminando a los aborígenes. No en balde lo dijo ya tempranamente fray Bartolomé de Las Casas:
La causa por que han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de ánimas los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas.
La tradición tiene un nombre para las personas del nivel más bajo de la escala social, los que no pueden aspirar a ninguna honra: los hijos de las prostitutas. El lenguaje popular ha hecho el término sinónimo de "malvado" o "malhechor". La historia de Colombia es la de la opresión inicua de dinastías de hampones "igualados", a los que denunciaba Las Casas, que al carecer de honor no vacilan en mentir.

Característica de esa estafa, de ese despojo a los pobres consumado en medio del bochinche "izquierdista" es la Constitución de 1991. Al que le interese la evaluación de esa Constitución en términos de valores "de izquierda" como la equidad, le recomiendo este artículo del ex ministro Alberto Carrasquilla, del que copio unas frases:

Gran parte del llamado “Gasto Social” que respalda, en lo práctico, la filosofía del Estado Social de Derecho (ESD) y que debería ser teledirigida a combatir la pobreza, va para las clases pudientes. Según un revelador trabajo de J. Núñez, la población que goza del 20% de mayores ingresos, se queda con el 44.8% de todos los subsidios que otorga el Estado y esa cifra está subiendo. En contraste, el 20% más pobre termina recibiendo solo el 13.7%. Esto se seguirá profundizando, creo yo, porque a la presunción de gratuidad que tiene la clase media en cuanto a sus pensiones y su educación superior, se le suma la nueva presunción de gratuidad en salud. En la Constitución de hecho, la pobreza no importa.
Y eso que en 2010 no ganó Mockus, cuyos partidarios no vacilan en asegurar que querían subir ¡aún más! los impuestos a las empresas, es decir, a la gente productiva (no a los empresarios, que deberían tributar según su ingreso igual que los beneficiarios de rentas salariales, sino a las empresas, cuya existencia es la base del ingreso de los que realmente trabajan duro y tienen rentas miserables).

Pienso en la retórica de los mamertos que predominan en las r
edes sociales y en los comentarios de la prensa y comprendo que el título de esta entrada contiene un error. Suponía que la hemiplejía de los resentidos servía a los cínicos oligarcas y a sus lambones. Concebía en Colombia una parte de patanes fanatizados, los hemipléjicos, que servía a los intereses de una minoría de Isazas y gente así. Pero me doy cuenta de que es inconcebible tanta ingenuidad, de que el adorno justiciero e igualitario es un disfraz de rateros y opresores que carecen completamente de escrúpulos. Son ambas cosas a la vez, hemipléjicos e hijueputas. Las tropas de niños que ensanchan su poder los reflejan con gran precisión: a fin de cuentas no es raro que los jaleen con falacias ridículas (como llamar "paz" al logro de los fines de los asesinos).

No es que sean de izquierda o de derecha, es que carecen de honor y el único privilegio que conciben para sí son los peculados que consiguieron convertir en leyes a punta de asesinatos y carros bomba.