miércoles, octubre 29, 2014

Hacia el infierno

El régimen del crimen organizado comienza hoy su segundo periodo y no es nada difícil pronosticar que todas las desgracias del país se agravarán mucho más de lo que ocurrió en el primero. Sobre todo, se harán manifiestas, porque los altos precios de las materias primas y el clima de inversión favorable que dejó Uribe han permitido que el nivel de vida se mantenga para la mayoría, pero en el medio plazo, a medida que Colombia se vuelve claramente otra república bolivariana, sufrirá la suerte de todas ellas en la imagen que proyectan ante los inversores, y la corrupción y la mala gestión se agravarán, con sus obvias secuelas de miseria y violencia.

El país sin demócratas
Como ya he explicado tantas veces, lo más urgente en Colombia es definir las palabras porque cuando escribo que no hay demócratas recuerdo que no hay casi nadie en Colombia que no se proclame demócrata. Esa mala fe es primitivismo e indigencia moral (luego, primitivismo). Demócratas son los que creen que el "demos" debe participar en el gobierno, y el "demos" alude al conjunto de los ciudadanos y no a tribus, etnias, razas, castas ni clases. La democracia posible y real debe asimilarse a las que existen en Europa y Norteamérica, pues a fin de cuentas en esas sociedades simplemente la humanización es más profunda. Por eso las "interpretaciones" del sentido de "democracia" o los apellidos que se le ponen son sólo recursos para negarla. 

Al final del gobierno de Uribe los colombianos estaban divididos en dos bandos, una mayoría de ciudadanos que querían reelegir al presidente y una minoría de clases superiores que se oponía con vehemencia a esa idea. A ninguno de los bandos le interesaba la democracia, sólo el poder. Ninguno de los que criticaba la segunda reelección se opuso al cambio de rumbo de Santos ni ha hecho el menor reproche al súbito ascenso de las FARC, cuyos intereses y actuaciones son indistinguibles de las del gobierno, salvo que alguien piense que el representante de ventas de la industria cárnica pertenece a una empresa distinta a la del matarife.

Es decir, los sectores que promovían la segunda reelección buscaban sólo su interés, y sin la menor duda Roy Barreras y Roberto Gerlein habrían propuesto a Uribe para el periodo actual, y también para el siguiente, si hubiera podido ganar. Y en todos los casos los sectores que se oponían se habrían agrupado con Iván Cepeda y Piedad Córdoba, pues ¿alguien que no promoviera la segunda reelección de Uribe ha puesto alguna vez en duda que esos dos próceres son "defensores de derechos humanos"? Sencillamente, hay un bando castrochavista y otro que combina el viejo clientelismo, los viejos sueños maoístas y elementos ultraconservadores. El orden asimilable a las democracias reales no lo defiende nadie. El bando castrochavista ha reclutado a las clases altas tradicionales, tal como ocurrió en Cuba, y por eso toda clase de personajes que no se presentaban como comunistas, de los cómplices de César Gaviria a Peñalosa y Mockus, son hoy simplemente promotores de las FARC.

No hay demócratas, menos va a haber civismo
Es impresionante la facilidad con que el régimen (es decir, no el gobierno sino el poder hegemónico, que incluye el legislativo, el poder judicial, la prensa y la universidad) puso del revés la elección de los ciudadanos en 2010 sin ninguna resistencia. Leyendo un artículo que escribí hace ahora tres años, compruebo que era evidente todo lo que ocurriría después, salvo en que todo ocurrió sin que a nadie se le ocurriera cuestionarlo.

De modo que la resurrección de las bandas terroristas, de la producción de cocaína, de la extorsión en todo el territorio, del daño ecológico y demás crímenes sólo produce algún lloriqueo porque hay gente que aspira a cargos públicos de elección y calcula que mostrar descontento puede serles rentable. Al final, una vez posesionados en sus cargos, corren a defender su cuota de poder, incluso justificando lo que hace el gobierno en La Habana, como el señor Uribe en su discurso del 20 de julio (los reproches que profiere hacen pensar en alguien que le criticara a Hitler usar gas Zyklon B con los judíos en lugar de inyecciones letales).

No hay ninguna iniciativa cívica para oponerse a la legitimación del genocidio ni al triunfo total de los terroristas, que es lo que ya ocurre desde que todo el poder judicial les obedece y la prensa los promueve en todo momento. Algo tan monstruoso como que el "Centro de Pensamiento" de la Universidad Nacional decida sobre las víctimas (como poner a Himmler a juzgar el Holocausto) no tiene otra respuesta que algunas protestas de activistas ligados a grupúsculos ultraderechistas, que le sirven a la prensa para relegitimar a los funcionarios públicos cuya tarea es hacer que los asesinos resulten quedando como las víctimas. Ya no hay votos que buscar ni nombramientos sobre los cuales influir, ya a nadie le interesa denunciar esa infamia.

Ya he señalado muchas veces en Twitter que la suerte del uribismo es la del alvarismo en los años noventa, un lloriqueo impotente y una clara asimilación, tal vez no tan lenta. ¿Alguien cree que un candidato que se oponga a las FARC va a ser elegido alcalde de Bogotá en 2015? No, sin la menor duda, vendrá alguien peor que Petro, sencillamente porque la máquina de propaganda llega ahora a gente que no conoció la ciudad de otras épocas y las clientelas imponen su reino.

El rumbo de la paz
Lo que objetivamente ocurre con la paz es que, como ya he explicado otras veces, el Estado no es una institución natural que existe porque sí. Es una organización creada para mantener unas leyes. Cuando renuncia a ellas simplemente sirve al interés de quienes lo controlan, que al no estar sujetos a definiciones de conducta estrictas, obran como simples bandidos. Cuando en aras de los intereses particulares de los amos del Estado se pone el conjunto de instituciones al servicio de quienes violan las leyes, el Estado no sobrevive y se vuelve simplemente un apéndice del poder criminal.

Es decir, dado que por los motivos que sean todos los funcionarios y políticos han aceptado que se reconozca a los terroristas legitimidad política, el resultado sólo puede ser que éstos pasen a controlar totalmente el Estado, cosa que ya ocurrió en gran medida en 1991, por eso el Partido Liberal simplemente se acomoda al poder del M-19 y sus mentores cubanos. Ahora sólo buscan el control total, tarea en la que el gobierno hace todo lo posible por colaborar. ¿O cómo se puede entender que nombrara ministro a alguien tan próximo a las FARC como Alfonso Gómez Méndez? ¿O la labor de propaganda y activismo del fiscal? 

Pero antes de eso es necesaria una rendición total de la sociedad, para lo cual los crímenes aumentarán, dado su poder persuasivo. Por eso en 1991 se impuso tranquilamente la prohibición de extraditar colombianos y al portavoz de la minoría que planteaba algún rechazo, Enrique Low Murtra, lo mataron un día en que sesionaba la Asamblea, tal como intentaron matar a Fernando Londoño el día que se aprobaba el Marco Jurídico para la Paz. Antes los carros bomba habían persuadido a todo el mundo de lo conveniente de no estorbar el nuevo orden.

El avance terrorista conducirá a su triunfo total, a la vez legalizando sus crímenes y capitales y destruyendo toda posibilidad de resistencia, nombrando fichas de las bandas criminales en puestos de poder en el ejército y acentuando la persecución judicial, amén del "plan pistola", que continuará. Es muy probable que en la recomposición de la mesa de negociación incluyan a algún representante del uribismo, de modo que a este sector le caigan algunas migajas sin las cuales no puede sobrevivir (baste entender que el  mismo día en que publiqué el artículo enlazado arriba apareció uno de Óscar Iván Zuluaga felicitando al gobierno: no pueden arriesgarse a que todas las personas que dependen de ellos sean despedidas de los cargos públicos).

Eso es lo que viene, la toma total del poder por los terroristas y sus mentores dejando algunas migajas para los demás sectores políticos. La violencia aumentará durante los próximos meses y aún más después de la oficialización del nuevo orden, y para ajustar al máximo el control será necesario que el Estado se dedique a la paz, para lo cual se adelantarán acercamientos al ELN, que cooptará a los actores más dinámicos y eficientes de las FARC. Esa paz servirá para aumentar el control, obviamente.

Realmente no deberían quejarse. Nadie se ha enterado de que Uribe aplaude el premio del crimen, ¿para qué esperar que entiendan algo? Al menos todavía el peso sobrevaluado permite a muchos emigrar, pero incluso ésos prefieren acomodarse: la opresión totalitaria sólo es continuación del viejo orden de castas colonial y del parasitismo de los grupos poderosos, los únicos que echarían de menos una sociedad normal son precisamente los que van cayendo asesinados.

(Publicado en el blog País Bizarro el 7 de agosto de 2014.)

jueves, octubre 23, 2014

La estrategia del Centro Democrático


Cuando se publicaron las propuestas de "paz" del Centro Democrático hubo algunas quejas en Twitter, que pronto fueron contestadas por varios tuiteros uribistas: "Eso es estrategia", decían. Es una lógica muy colombiana, muy hispanoamericana: cuando algo es falso y torcido, es que es inteligente, la rectitud es sólo simplicidad y candidez.

Y la verdad es que hay varios grados de compromiso y responsabilidad en esa "estrategia". Los candidatos a senadores y congresistas, los precandidatos presidenciales, los columnistas y el propio Uribe son coherentes y claros: nunca se han opuesto a esos diálogos, siempre que hablan de "la paz" aluden a eso, su entusiasmo por la negociación cuando comenzó fue claro y resuelto. No han dicho que buscan que los incluyan en la mesa de La Habana pero tampoco que se negarían a participar ni menos que no reconocerán lo acordado.

Yo no sé si realmente los colombianos serían indiferentes a una denuncia clara del sentido de las negociaciones de paz, de lo que significan como renuncia a la ley y destrucción del Estado en su sentido (que es la ley: cuando el Estado no está para aplicar la ley es sólo una gran banda de forajidos, según recordaba el papa Benedicto XVI citando a san Agustín). Lo cierto es que hay mucha gente que no quiere premiar a los terroristas pero se siente aislada e insignificante frente a la autoridad y el poder de los que quieren hacerlo (en esencia, las clases poderosas, lo que permite ver a las guerrillas comunistas como un simple recurso de dominación: la paz les asegura rentas a las castas superiores, tienen que hacerla necesaria y prometer un futuro amable mientras preparan la siguiente oleada de paz, que podría ser con el ELN a partir de 2018).

Pero el uribismo no está para representar la oposición al premio del crimen porque su sentido es otro y los sectores cuyos intereses representa no son propiamente los ciudadanos que desean la democracia (que son minoría por la cultura del país). Baste recordar la Constitución de 1991, el sometimiento de la sociedad a punta de carros bomba y la imposición de una ley que prohibía la extradición de colombianos y aseguraba el poder a las redes comunistas de las universidades (el caso de la abortada destitución de Petro sirvió para demostrar cuál es la función de la "acción de tutela", la supresión total de la ley, que no vale nada ante la determinación de cualquier funcionario). ¿Dónde estaba Uribe entonces? Era senador liberal muy próximo a Samper, de cuyo movimiento, "Poder Popular", era miembro. (Aun cuando el 8000, Uribe fue un defensor de Samper, según noticias ampliamente divulgadas.) El uribismo fue hegemónico en la sociedad unos diez años, a pesar de la obsesiva propaganda hostil de los medios, y ciertamente NUNCA ha querido cambiar la Constitución de 1991.

Lo que es llamativo no es Uribe y su séquito sino los seguidores "de base", que con frecuencia sienten una genuina indignación con los crímenes terroristas y quisieran que no se premiaran. Por diversas causas, sobre todo por la indigencia intelectual típica del país, esas personas no tienen alternativa a confiar en Uribe y continuamente reorganizan su información para que su rechazo al terrorismo corresponda a los intereses y "estrategias" del líder. Los hay ultraderechistas, conservadores, moderados, etc., pero ante cada situación termina predominando su adhesión al rebaño y su pasión por el Gran Timonel. No es concebible la crítica ni la distancia ni menos el rechazo cabal a la infamia de La Habana: se entendería como división de una oposición que los llena de esperanza a pesar de que al final siempre termina cediendo en todo.

Es decir, Uribe y su séquito son lo que son y dicen lo que piensan, pero gracias a los seguidores que se engañan a sí mismos (y engañan a muchos otros) creyendo que el lloriqueo es rechazo efectivo al premio del crimen, el uribismo termina obrando como la gran trampa que impide que haya oposición. Cualquiera que se quiera oponer a la infamia de La Habana resulta aislado porque unos creen que Uribe se opone y otros que no hay que oponerse porque Uribe tiene una "estrategia" mejor. Ya pasaron cuatro años en que el régimen terrorista no tuvo oposición, tal vez falten cuarenta para que se entienda que premiar el crimen sólo sirve para alentarlo y que el uribismo nunca ha estado en contra de premiarlo. A tal punto que después de que Uribe como senador en 1992 fuera ponente de una ley que aseguraba la impunidad de los autores de la toma del Palacio de Justicia, en 2014 llevó en su lista al Senado a uno de los que la planearon y dirigieron.

Para entender la estrategia del Centro Democrático a partir de ahora, baste prestar atención al discurso de Uribe el 20 de julio. Empieza mostrando ejemplos de la expansión de las bandas terroristas, pero eso sólo sirve como base para el discurso de la "seguridad". La seguridad es muy bonita, sin duda mejor que la inseguridad. Lo más probable es que en Corea del Norte haya mucha seguridad. El problema del terrorismo es la iniquidad, la abolición de la democracia y del Derecho, no la inseguridad. Si el problema colombiano fuera la inseguridad, tal vez habría que darle razón a Santos y a su gente, que intentan remediar la inseguridad apaciguando a los que la generan.

Los anuncios de proyectos de ley son otro ingrediente legitimador: el 80% del legislativo está en manos del crimen organizado, ¿qué sentido tienen esos proyectos de ley que con toda certeza no serán aprobados? Hacen quedar bien a Uribe con los militares perseguidos, no van a cambiar nada. Sólo que un régimen criminal resulta legitimado por la oposición decorativa que encontró.

Lo mismo ocurre con las críticas sobre la inversión, la tasa de cambio, el agro: la clase de oposición que encontraría cualquier gobierno, como si se discutiera con Alfredo Garavito sobre modales en la mesa. La gerencia es el punto fuerte de Uribe, al que se deben la mayor parte de sus logros en el gobierno, pero un país no es una empresa.

Esa clase de temas propios de cualquier discusión con un gobierno normal ocupan casi todo el discurso, aunque ciertamente las singularidades colombianas no le incomodan a Uribe: no menciona el 4 X 1000 ni la persistencia de la parafiscalidad, tal vez porque las concepciones de Uribe sobre economía están más cerca de la plutocracia que del neoliberalismo, como decía una vez Alejandro Gaviria.

En lo concerniente a la "paz", el final del discurso, tengo que citarlo porque la ofuscación de los uribistas resulta de verdad cómica:
¿Cuáles son nuestras preocupaciones frente a la paz? Primero, deterioro de la seguridad; segundo, la impunidad; tercero, la elegibilidad, y cuarto, los riesgos para la iniciativa privada colombiana.
¿De qué "paz" habla? Los uribistas "de a pie" siempre niegan que "paz" quiera decir en esa jerga "conversaciones de La Habana con las FARC", no aluden a la buena paz en que no hay guerra. ¿Qué es "paz" en el discurso de Uribe? Esa frivolidad los hace cómplices del terrorismo, cuyo principal engaño es llamar paz a la legitimación de los crímenes.

Bueno, ¿qué tal las preocupaciones? Todas son legitimación de la infamia de La Habana. El deterioro de la seguridad es un problema que se podría resolver premiando más o antes a las FARC. Los demás puntos los explica Uribe más adelante.

Pero nada de eso corresponde a las preocupaciones de un demócrata: las conversaciones de La Habana son ilícitas e inmorales porque constituyen la renuncia a la democracia y la legitimación de los crímenes terroristas. La estrategia le aconseja a Uribe olvidar eso. Encontrarle a la "paz" los inconvenientes que le encuentra Uribe es como quejarse de los hornos crematorios del Holocausto por el mal olor que generarían.
Empiezo con lo último. En lo que se ha dicho de acuerdos sobre el sector agropecuario, se pone en pie de igualad al propietario honesto con el propietario deshonesto, en el mismo riesgo de expropiación. 
Lo que se ha dicho de acuerdos sobre el sector agropecuario es monstruoso porque el Estado no puede negociar con unos asesinos las leyes ni nada que tenga que ver con el gobierno del país. El reproche de Uribe es fácilmente remediable, se cambia y se protege al propietario honesto, pronto las FARC le comprarán su tierra con los billones de la cocaína y el secuestro. ¿No es tácito el reconocimiento al crimen de La Habana? ¿Es tan complicado entender que los defensores de Uribe se hacen cómplices de esa infamia a la vez que lloriquean por lo que hacen los terroristas? Lo complicado para mí es entender la incapacidad de verlo.
Nosotros creemos que debe haber reducción de sentencias más aún en el caso de las bases de la FARC. No nos oponemos a que haya indulto, amnistía, a que haya elegibilidad política, pero no en el caso de los responsables de crímenes atroces. Por ejemplo, algunos frentes de la Farc y sus cabecillas son responsables del asesinato de más de 300 soldados y policías, en Patascoy, Mitú, Las Delicias. Son los grandes proveedores de los carteles de coca de México.
Insisto, ya el hecho de que se negocie es un crimen contra la democracia, pero en gracia de discusión aceptemos que hubiera que negociar: ¿alguien detecta en el discurso de Uribe la menor alusión a la desmovilización y disolución de las bandas, a la confesión de todos los crímenes y la entrega de las armas? No: sencillamente añade un matiz para que se castigue a los responsables de crímenes atroces: éstos serán los que les dé la gana a los negociadores. Karina y gente así. ¿Cuáles son los crímenes atroces? Se podría decir que los asesinatos de soldados y policías que menciona no lo son porque en virtud del reconocimiento que se hace al negociar serían acciones de guerra. ¿Hay alguna responsabilidad de los jefes del Partido Comunista en esos crímenes atroces? A lo mejor alguien podría demostrar que los jefes del partido nazi no tenían participación directa en el Holocausto. El crimen es levantarse para implantar la tiranía, no lo que ocurre después de que se está en eso.

Es incomunicable y termina siendo claro que los uribistas están en el mismo bando que Santos.

SEÑORES URIBISTAS, YO SÍ ME OPONGO A QUE HAYA INDULTO Y AMNISTÍA Y ELEGIBILIDAD POLÍTICA.

Me opongo a que se dé cualquier reconocimiento a unos criminales y a que el país se someta al poder que han acumulado secuestrando gente. Los partidarios de "reconciliarse" con los terroristas dan menos asco que los que pretenden estar en contra y apoyan esa infamia de Uribe y el Centro Democrático (en todo el discurso no aparece la palabra víctimas).
Yo no creo que al país le convenga la impunidad, que es la madre de nuevas formas de violencia. Nosotros no podemos comparar a nuestro país para aplicar la justicia transicional, con lo que pasó en los países de la región donde se hizo el tránsito de la dictadura a la democracia. Nosotros tenemos una democracia respetable, aquí no estamos haciendo el tránsito de la dictadura a la democracia. La justicia transicional, si en los casos de anormalidad a normalidad, no acepta esa impunidad que se ha querido proponer, menos aquí. Para nosotros el trabajo social es un deber no una pena. Entonces concluimos diciendo: que la única manera de evitar que haya impunidad es con pena privativa de la libertad, así sea reducida, y aceptamos el indulto, la amnistía y la elegibilidad, para las bases de esos movimientos.
Las bases las constituyen niños y rústicos que no aspiran a ser elegidos, y sobre todo: las FARC no se van a desmovilizar ni van a cesar sus crímenes. Si Uribe no sabe eso es un imbécil. Si lo sabe y lo oculta es un canalla. Lo que se cuece en La Habana es la entrega del país al eje chavista representado en las bandas "narcoterroristas" y sus frentes universitarios. No están optando por ir a la cárcel o no, porque los que van a ir a la cárcel, que en gran medida ya están ahí, son los que les han incomodado.

Sólo hay un camino para oponerse a esa infamia: la justicia internacional, la Corte Penal Internacional, que no podría negarse a reconocer un genocidio emprendido por el Partido Comunista desde los años cincuenta. El señor Uribe y su séquito no van a hacer eso porque sólo están pensando en defender su cuota de poder en el nuevo orden, tal como hizo Álvaro Gómez en 1991.

(Publicado en el blog País Bizarro el 30 de julio de 2014.)

viernes, octubre 17, 2014

No hay bandos antitéticos e irreconciliables


Cuando uno viaja por regiones apartadas es frecuente encontrarse con personas de pueblos o ciudades pequeñas en los que hay antiguas rivalidades: para ellos el molde perfecto de lo que no son ni quieren ser es la gente del otro pueblo, para el viajero es imposible saber en qué se diferencian.

Eso mismo pasa en Colombia con la rivalidad entre uribistas y antiuribistas, entre partidarios de la paz que aplauden la condena a Arias y descontentos lloriqueantes que la lamentan. Ambos grupos creen que están en extremos opuestos pero en realidad son muy parecidos.

Tal vez lo que distingue a los uribistas sea una mayor deshonestidad intelectual: al mismo tiempo sostienen una cosa y la contraria y sin el menor pudor cambian el sentido de los términos según les convenga. El caso de la palabra paz es paradigmático: tanto Uribe como Zuluaga y todos los congresistas y senadores la usan con el sentido de "Conversaciones de paz" y más claramente con el de "Negociación entre el gobierno de Santos y las FARC en La Habana", que es a lo que aludía Uribe cuando decía que "no sería obstáculo para la paz", pero los uribistas se las arreglan para entender la paz como el paraíso sin violencia. ¿Se plantea algún político decir que no será obstáculo para el paraíso sin violencia? No importa, no importa que Uribe les ofreciera a los terroristas una Constituyente, que lo acompañe Valencia Cossio, que hizo lo mismo en el Caguán, que lleve al Senado a un genocida sin pudor como Everth Bustamante, que proteja al asesino múltiple Sigifredo López... Da lo mismo: a los uribistas no les importa que las FARC masacren gente sino que eso pueda molestar a su líder.

De hecho, en todas las cuestiones importantes los uribistas están en el mismo bando de los antiuribistas, sólo que no conciben que alguien pueda discrepar de aquello que comparten. ¿Alguna vez se pensó en cambiar la Constitución de 1991 durante los ocho años de Uribe? Al contrario, se la validó todo lo posible a pesar de los desmanes de las cortes, que perseguían al gobierno y no dejaban gobernar. Uribe fue el ponente de una ley que reforzaba la impunidad del M-19 y a veces queda la impresión de que su hostilidad hacia las FARC obedece a puros rencores personales y no a ninguna oposición ideológica (¿no es aún más antidemocrático y antiliberal el maoísmo de sus compañeros del "Centro de Pensamiento Primero Colombia" y de tantos valedores de Robledo?).

No recuerdo al PRIMER uribista que no apoye la "acción de tutela", prodigio del 91 que simplemente significa la abolición del derecho (todo queda en manos del capricho del funcionario). Tiene su lógica: ese prodigio favorece a los sectores poderosos de la sociedad, a los que estudian derecho o tienen alguna relación con los jueces o al menos con los abogados, o recursos para pagarlos, a la gente de los grupos de renta más alta (es decir, de estrato 3-6, que sumados no llegan a ser la mitad de la población). Los uribistas no aspiran a una sociedad democrática como las de Europa y Norteamérica, donde un esperpento así asquearía si supieran lo que es, sino a competir por los puestos públicos con los seguidores de otros líderes.

Eso mismo pasa con la paz, ciertamente, a la que le añaden el adorno de la no impunidad (Rafael Guarín explicó en qué consiste esa aspiración, que resulta patética en quienes llevan al Senado a uno de los que planearon la toma del Palacio de Justicia) y del cese de las acciones violentas. Lo primero es absurdo pero corresponde al mismo impulso de lo segundo, a la disposición a negociar las leyes con exigencias que a la vez serían negociables, como aceptar prostituirse con la condición de un trato respetuoso y tierno.

Si se mira más allá del hecho concreto de la agresión terrorista, hacia los motivos que la generan, la afinidad del uribismo con el antiuribismo es aún más evidente. ¿Cuál es el país que conciben? El mismo: el núcleo de la campaña de Zuluaga era la revolución educativa, centrada en la promesa de brindar cupos universitarios a todos los jóvenes. No se piensa en un país en el que haya oportunidades de empleo (que no hay porque los recursos se gastan en generarles rentas a los educadores, al precio de la parafiscalidad, del 4 por 1000 y de tributos confiscatorios a las empresas que ciertamente los uribistas no se proponen cambiar) sino en satisfacer esa aspiración típica de la mentalidad del país (que es la que genera el atraso y la miseria) de ser doctores aunque el hecho cierto es que los egresados a menudo ignoran cosas que en un país civilizado no ignora nadie que haya hecho la primaria: el modelo uribista es el mismo de Cuba, el único país del mundo que ofrece universidad a todos.

¿Cuántos egresados universitarios habría en toda Europa hacia 1900? Decenas de veces menos que en Colombia hoy, pero extrañamente las óperas tenían un público copioso y las grandes novelas se vendían por millones. Es verdad que había menos oportunidades de entretenimiento, pero el caso cierto es que en Colombia ni siquiera los titulados en literatura están en condiciones de leer una gran novela.

Antes de seguir con esa cuestión del estudio quiero cerrar el tema de la extrema afinidad de los uribistas y los antiuribistas: unos y otros creen que el camino del progreso son los cupos universitarios, idea sumamente extraña pero típica de Hispanoamérica. No están pensando en hacer crecer el PIB favoreciendo la productividad sino en gastar recursos de todos en los más ricos y en complacer al estamento clerical heredado de la sociedad colonial asegurando sus rentas (la cantidad de antiguos seminaristas que terminaron de profesores de universidad enseñando marxismo en lugar de catecismo es fascinante). El que quiera una democracia cabal debe oponerse a eso, no ampliar los cupos universitarios sino procurar que todo el que los obtenga los pague, cerrando las universidades públicas porque su único logro es el adoctrinamiento de partidarios del terrorismo y cobrando impuestos a las privadas como a cualquier otra empresa.

¿Cómo puede ser que cientos de miles de ingenieros no hayan desarrollado ninguna patente útil a la industria mundial? Si se piensa en toda Hispanoamérica podrían ser varios millones. Es porque el viejo orden social se mantiene y hay en esencia una capa de parásitos y otra de esclavos. El título universitario simplemente es un trámite que reemplaza a la condición de hidalgo de otras épocas y no se espera que vaya a ofrecer ningún resultado, sólo asegurar la categoría social de quien lo ostenta. El hecho de brindárselo a todos es un objetivo que asegura grandes recursos para los funcionarios y rentas para los enseñantes: lo que se obtenga de las materias primas que se exporten se gasta en proveerles a los de arriba rentas seguras (por expresar sus opiniones) y para llegar a eso se tiene que cumplir el trámite de aprobar unos exámenes sobre unos temas concretos. El estudiante hace ese esfuerzo y así se encuentra uno con politólogos que no tienen ni idea de historia (ni siquiera la de la primaria) o con antropólogos que nunca han leído una obra literaria: no es lo que les van a preguntar ni se espera que sus estudios tengan otra función que permitirles ser profesores.



Hay que romper ese orden. ¿Que no hay nadie interesado? Como si la penicilina no hubiera sido aceptada por nadie como remedio de la sífilis. La oposición entre uribistas y antiuribistas es una vuelta tediosa alrededor de lo mismo. Al no afectarse el orden social profundo, siempre vuelve a surgir la potente presión en aras de las rentas de los parásitos, que con el triunfo uribista serían simplemente los hijos de los uribistas, a su vez extrañamente descubridores del comunismo (como pasó con los hijos de muchísimos funcionarios y políticos "tradicionales" de las décadas anteriores).

¿Publicado en el blog País Bizarro el 22 de julio de 2014.)

sábado, octubre 11, 2014

La paz realmente existente

No es ninguna sorpresa que tras el triunfo electoral en las legislativas y en las presidenciales el régimen endurezca su política y extienda su hegemonía a extremos propios de las peores dictaduras. Tampoco que todo eso ocurra sin resistencia, pues, como expliqué en mi anterior post, la "oposición" no estaba pensando en defender una democracia amenazada sino en crear cupos universitarios para todos los jóvenes y así entrar en el primer mundo (al parecer formado por países que crearon suficientes cupos a tiempo: la ridiculez de ese discurso es tal que, en comparación, el gobierno del crimen organizado parece formado por gente seria y sensata).

Los ataques terroristas son cada vez más atroces, con hechos como el desastre ecológico del Putumayo, pero eso es sólo lo que se publica, la extensión del negocio extorsivo a todo el territorio es un hecho sobre el que no es fácil encontrar estadísticas, pero que seguramente se agravará cada vez más, como los asesinatos de críticos del gobierno y de miembros de las fuerzas armadas.

Y aun así son más graves los crímenes del poder judicial, como la increíble condena a Andrés Felipe Arias, casi sin rechazo de ninguna clase (ya no hay elecciones y los intérpretes de la angustia popular están ocupados creando su partido y preparándose para formar parte de las conversaciones de paz). Da la impresión de que Uribe encontró en Twitter el medio perfecto para llevar a varios millones de personas sus razones y la verdad es que al final la cuenta termina siendo más bien irrelevante porque no reemplaza a una organización política capaz de emprender acciones contra la tiranía.

Esa arbitrariedad increíble de condenar a un ex ministro a muchos años de prisión por hechos que no constituyen propiamente acciones dolosas y que habían sido costumbre en la institución que dirigía es sólo parte de la costumbre de interpretar la ley como les dé la gana a los responsables de aplicarla. Detrás de esa disposición está simplemente el absolutismo: el adelantado Jiménez de Quesada acataba las órdenes de la lejana autoridad pero no las cumplía, y sus herederos, titulares de una institución judicial, siguieron haciendo lo mismo. No hacía falta ninguna coherencia ni la obediencia a ninguna norma, pues no había contrapesos al poder ni el más remoto asomo de ciudadanía. Poco ha cambiado, la lógica con que opera el poder judicial es la misma.

Así ocurre la increíble anulación de la elección del procurador porque no aparece explícitamente aprobada en la Constitución: lo mismo se aplicó en otros casos para justificar lo contrario, pero ¿no ocurre lo mismo con la destitución de Petro, que excepcionalmente se anula pese a que en muchos otros casos similares se aceptó? El derecho en Colombia es una jerga ridícula con la que unos malhechores elaboran retorcidos galimatías para llegar a las conclusiones que les encargan los verdaderos jefes, los clanes familiares que detentan el poder real desde tiempos inmemoriales y que también están detrás de las bandas terroristas.

Después de imponer el perverso Marco Jurídico para la Paz, impulsado por el uribista senador Juan Lozano, el gobierno promueve un cambio del texto aprobado para permitir que personas condenadas por crímenes de lesa humanidad lleguen a ser representantes políticos (como si hiciera falta y fuera a haber condenas, siendo el poder judicial una parte de la conjura terrorista y sus capitostes genocidas con la misma responsabilidad del Secretariado de las FARC). Sencillamente es el triunfo total del terrorismo. Semejante monstruosidad no llama la atención de ningún personaje de la supuesta oposición sino de alguien tan próximo a las FARC como la decana y columnista Natalia Springer.

Es sólo el comienzo, ni siquiera se ha posesionado el nuevo legislativo y todo parece anunciar que pese a la actitud sonriente y amistosa del uribismo habrá procesamiento del ex presidente en caso de que tome posesión del cargo de senador. Claro que la intimidación y el exterminio de los sectores militares que aún pretenden resistir al triunfo terrorista aumentará, así como las acciones persuasivas (léase masacres) que permitirán un triunfo clamoroso en el referendo que traerá el dominio total de las FARC.

Nadie debe sorprenderse: nunca hubo verdadera resistencia a la Constitución de 1991 ni a la acción de tutela, que es simplemente la confirmación de ese orden absolutista (es decir, la no sujeción de la autoridad a ninguna ley). Tampoco ha habido nadie que se haya enterado de que Uribe negaba hacer oposición a Santos hasta 2013, de que las diferencias fueron desconocidas para la mayoría que no lee periódicos durante la mayor parte del primer gobierno de Santos, de que todos los líderes del uribismo aplaudieron el comienzo de las negociaciones de La Habana, de que NUNCA han denunciado la persecución (cuando encarcelaron a Ramos TODOS los demás precandidatos afirmaron que demostraría su inocencia ante la justicia) y de que nadie le ha contestado a Rafael Guarín, que exige la presencia del uribismo en la mesa de negociación para que pueda haber impunidad.

Esa oposición es en realidad un ingrediente necesario del régimen: unos enemigos inofensivos y confusos que permiten dar la apariencia de democracia. Para denunciar el régimen como la tiranía del crimen hace falta otra cosa, un grupo de personas que entiendan que no hay democracia desde 1991 y que el único camino viable ahora para impedir un régimen genocida es denunciar a las bandas terroristas, al Partido Comunista y al régimen cubano como reos de delitos de lesa humanidad. El Centro Democrático está en el mismo lado del gobierno, prometiendo una "Colombia distinta" a partir de los cupos universitarios y forcejeando por nombramientos (la senadora electa Paloma Valencia proponía al maoísta ortodoxo Jorge Enrique Robledo como candidato a presidente del Senado).

El uribismo ya encauzó el rechazo ciudadano al Caguán hasta llevar a la presidencia de Santos, después impidió cualquier oposición clara y seguirá estorbando esa tarea. Pero nadie se dará cuenta. Esa indolencia, ese servilismo y esa estrechez de miras terminan siendo todo lo que ocurre, como cuando hay una epidemia de un mal curable lo único que cuenta es la llegada de los servicios médicos.

(Purblicado en el blog País Bizarro el 16 de julio de 2014.)

domingo, octubre 05, 2014

La paz avanza sin resistencia

En la revista Credencial publican dos análisis de Mauricio Vargas y Sergio Araújo sobre las causas del triunfo de Santos y la derrota de Zuluaga. 

Según Vargas, que abusa de nociones como "ganar" o "perder" (Zuluaga "ganó" la primera vuelta porque fue el candidato más votado, no porque tuviera una mayoría), la causa de la derrota de Zuluaga fue la incapacidad de comprometerse con la paz, como le proponían algunos de sus asesores (amigos de Vargas): proponer una comisión de paz con Robledo, Angelino Garzón y Álvaro Leyva, y tal vez con el mismo Uribe, podría haberle dado la victoria, ya que la gente apoya la paz.

Es una noticia muy interesante que alrededor del uribismo circulen propuestas así porque uno todos los días detecta esa misma disposición: la misma campaña electoral rehuyó cualquier crítica a la negociación, para la que encontró una fórmula ingeniosa, que sigue repitiendo Uribe: negociación sí pero con cese de actividades criminales. Mientras que Santos insinuaba que eso era irrealizable porque los terroristas no cederían, los que se oponen a la negociación aplaudían porque, avispados como buenos colombianos, a la vez aprobaban la negociación y la hacían imposible.

Mauricio Vargas fue ministro del "kínder" de Gaviria y como columnista representa a ese grupo, complementando a Rudolf Hommes: amigo de Rafael Pardo y del propio ex presidente, hasta nexos con los Nule resultó tener. Su entusiasmo por la paz y la certeza de que era la clave para ganar corresponde a sus inclinaciones pero no a los hechos. El bando de la paz perdió por un amplio margen en 2002, 2006 y 2010. También habría perdido en 2014 (es mi opinión) si hubiera habido un bando que se opusiera a la paz. Pero no lo había.

Siempre que un partido adopta el programa de otro pierde apoyos en favor del primero, porque la gente prefiere el original a la copia. Con una vaga crítica a la negociación de La Habana, Zuluaga obtuvo más votos "de opinión" (los únicos que pueden considerarse lícitos en una democracia) que Santos. Si se hubiera entusiasmado con la paz habría perdido mucho más.

Los resultados de la primera vuelta se repitieron en la segunda: los votos de la "izquierda" fueron más que los de la "derecha". Lo mismo había ocurrido en las legislativas. Sencillamente no hubo una mayoría contundente que se impusiera a Santos, lo cual puede tener muchas explicaciones pero en mi opinión fue el resultado de la falta de claridad sobre la paz por parte del uribismo.

Las propuestas de Mauricio Vargas para el uribismo se ven confirmadas por el escrito de Sergio Araújo: en la parte que dedica a las causas del éxito de Santos, además de denunciar los consabidos escándalos y maquinaciones para obtener votos a cambio de favores, señala que según encuestas la paz no era un tema importante para los ciudadanos.

La paz no era un tema importante para los que contestaron alguna encuesta porque todos daban por descontado que la negociación seguiría, ya que el uribismo no la rechazó (al respecto he publicado decenas de posts en este blog). Y la parte de votos incentivados con mil corruptelas se daba por descontada, de hecho, nadie ha mencionado la intensa presión de los medios para desanimar a los votantes distrayéndolos con el fútbol. Sencillamente, habría que tener un apoyo suficiente para neutralizar todo eso, como ocurrió en 2002 con Uribe.

Cuando Araújo explica por qué no obtuvo Zuluaga un apoyo suficiente, queda clara cuál es la forma en que el uribismo entiende la situación: errores de comunicación, el impacto del montaje del hacker, la actuación del hijo de Zuluaga... Hay un párrafo que tengo que citar:
Un gobierno de Zuluaga habría sido reconciliador. La suya hubiera sido una paz responsable. Su álter ego, Luis Alfonso Hoyos –y no Uribe– habría sido el hombre más importante del Gobierno. Y Colombia hubiera dado seguramente el salto educacional que nos insertara en el primer mundo, transformándonos.
La actitud respecto de la negociación de La Habana resulta simplemente un matiz formal, ni remotamente la ocurrencia de descalificarla o denunciarla como componenda criminal: ¡lo que se perdió no fue la democracia a manos del hampa terrorista y sus socios oligarcas (de hecho, Araújo es un defensor irreductible del modélico Ernesto Samper) sino la oportunidad de dar el salto educacional que conduce al primer mundo! Por si acaso, hay que aclarar que consistía en buena medida en ofrecerle universidad a todos los jóvenes.

Antes de pasar a ocuparme de la actitud del uribismo, repetiré que no ha habido nunca resistencia a la paz (los canallas aman esa palabra porque les permite ponerle un sentido distinto cada vez y aplaudir la componenda de La Habana presionando para buscar un sitio ahí con el matiz doloroso de la "impunidad", "paz sin impunidad", como si alguien fuera a juzgar a los oligarcas que encargan los crímenes). He citado MILES de veces la entrevista de Francisco Santos en que afirma que Uribe habría firmado el acuerdo (y que colombianamente ningún uribista ha leído), he comentado la carta de Luis Carlos Restrepo en que pide apoyo a la negociación, he analizado la disposición de Uribe a no ser obstáculo para la paz... Da igual: los colombianos, sobre todo los uribistas, creen más en lo que les dice la prensa que en lo que ven.

Me he atrevido a señalar que el uribismo en esencia le ve defectos a la negociación porque no ha sido incluido en ella y busca su sitio ahí, cosa que se traduce para mí en hostilidad, bloqueos y unfollows en Twitter porque muchos uribistas creen que es capricho, divisionismo, encargo de Santos, mamertismo encubierto, etc. Ahora hay pruebas claras, patentes, explícitas de eso. El que lo dude puede decir algo sobre el artículo de Rafael Guarín. Pero los uribistas NUNCA responden, estoy esperando al primero que me explique por qué tenía que ir al Senado un genocida que se jacta de los crímenes de su banda o por qué se debe aceptar que no se tengan en cuenta los dictámenes técnicos que muestran que la voz de Sigifredo López es la misma del video: lo mismo condenan lo que ocurre en La Habana que lamentan que las FARC todavía no den muestras de paz, depende de lo que decidan sus jefes.

Guarín lo hace explícito. Cito algunos trozos:

Sobre la disposición del uribismo al consenso:
Zuluaga y Santos tienen razón en plantear un punto de encuentro.
Sobre el sentido recto de la "paz sin impunidad":
... camarada Márquez, los votos y el poder no lavan la sangre de las víctimas, ni pagan la impunidad ante crímenes atroces. El único seguro es un “Acuerdo Político” del que haga parte el Centro Democrático.
Sobre la verdadera disposición del uribismo, presente en sus actuaciones como Centro Democrático:
Pero habiendo aceptado el Centro Democrático el concepto de “paz negociada” lo que procede es dar un paso adelante y proponer al Presidente Santos un Pacto para la Paz. Si hay decisión se puede influir y al fin y al cabo “nada está acordado hasta que todo esté acordado”.
No hay ninguna reacción de ningún sector del uribismo, como mucho, comentarios en Twitter de activistas radicales. Sería exagerado decir que las propuestas de Guarín son oficiales, pero al final son lo que realmente se cuece por mucho que el ruido sea otro.

He señalado que el uribismo es cosa del pasado y que su destino es el de la Anapo de los setenta o el alvarismo de los noventa: no es una alternativa ideológica al santismo sino una serie de matices vagos, que van del conservadurismo más obtuso (a menudo creo que pesa más la aversión al matrimonio entre personas del mismo sexo o al consumo de marihuana que la defensa de la democracia, sencillamente abolida al premiar a los terroristas) al más grosero clientelismo. Lo único que cuenta es la adhesión al líder, que podría optar por aceptar la propuesta de los amigos de Mauricio Vargas o por oponerse a la negociación y de todos modos tendría el aplauso de los leales.



Pero la paz es un crimen colectivo en el que los supervivientes se reparten el botín de las víctimas, que ya no pueden hablar, y negociar con quienes llevan décadas intentando destruir la democracia es sencillamente renunciar a ella. Eso no se va a cambiar porque Everth Bustamante y su grupo decidan ponerse de acuerdo con Santos, por mucho que las cohortes de lambones que siguen al Gran Timonel se entusiasmen.

El sentido preciso de la componenda de La Habana no es tan misterioso como lo quieren presentar. Cada vez que Zuluaga publicaba algún tuit de rechazo a la componenda, tenía cientos de retuits, como ocurre con todos los tuits de Uribe que van en el mismo sentido, sencillamente no se denuncia porque la disposición de los uribistas (Valencia Cossio, Juan Lozano, etc.) no es distinta de la de los ex uribistas (Juan Manuel Santos, Roy Barreras, etc.) y porque para algunos Zuluaga es un jefe político tan natural como Ernesto Samper. Una actitud de rechazo frontal a la claudicación de la democracia habría tenido fuerza suficiente para atraer a una mayoría de votantes, pero no la hubo y no la habrá por parte de los uribistas. Ya es hora de que la gente empiece a darse cuenta de eso.

A tal punto es claro el sentido de la negociación de La Habana que ya se denuncia la aplicación de un plan descrito en un libro publicado en la década pasada en Venezuela. Lo hace un militar retirado, los políticos uribistas están pendientes de la componenda que puedan alcanzar en aras de sus propios intereses.

(Publicado en el blog País Bizarro el 14 de julio de 2014.)