lunes, abril 04, 2011

¿Para qué será la lista?

Probablemente que todo eso debe ser verdad,
aunque es más turbio cómo y de qué manera
llegaron esos individuos a ser lo que son
ni a quién sirven cuando alzan las banderas.

Hombres de paja que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones:
tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,
a colgar en las escuelas su retrato.

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande.

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Joan Manuel Serrat

Según Heródoto, Egipto era el país en el que más prodigios se podían observar: los egipcios comían fuera de las casas y defecaban dentro, pues nada veían deshonroso en que los vieran comiendo, las mujeres orinaban de pie y los hombres sentados, etc. Bien es verdad que la objetividad de ese autor no parece tan notable como su encanto, pero ¡cuánto nos recuerdan esos prodigios a nuestro país!

Por ejemplo, Colombia es el país en el que más confundidas están las profesiones, de modo que muchísimos policías, jueces, periodistas, políticos, abogados, etc., son en realidad mafiosos con escasísima disposición a hacer esfuerzos para aparentar que obran según los requerimientos de la profesión que ostentan. El mafioso disfrazado de policía tiene claras maneras de matón, el mafioso que funge de juez no se preocupa de lo groseras que son las falacias con que justifica la arbitrariedad más increíble, el mafioso metido en política se presenta como uribista durante una década para empezar a perseguir al ex presidente en cuanto lo nombran ministro a pesar de su fracaso electoral. Así.

El mafioso metido a periodista nunca informa ni da explicaciones. ¿Por qué van a tener que responder de sus actos los periodistas? La gente dice "periodistas", pero todo el mundo sabe que son en realidad caballeros de industria poderosísimos a los que hay que rendir pleitesía tal como a quienes les pagan, "a quien sirven cuando alzan las banderas". Por eso nadie se sorprende de que el señor Coronell no haya explicado cómo es que todo su populoso gremio anda alentando el encarcelamiento de funcionarios por investigar monstruosidades (como que los miembros de las altas instancias judiciales anden en francachelas con criminales) mientras que ellos mismos publican conversaciones de un acusado con su abogado, gracias a las cuales se señala a personas que luego son asesinadas por las bandas terroristas. Es como pedirle a un médico que explique una erupción en la piel o a un abogado que aclare un requerimiento judicial. En otros países los periodistas se dedicarían a explicar las cosas, en Colombia, como los personajes de la canción de Serrat, sólo andan ocupados en "sembrar calumnias, mentir con naturalidad".

Pero ¿qué importan los periodistas? ¿Por qué no hablamos de los ciudadanos? ¿Cómo es que nadie ha ido a preguntarle al antiguo corresponsal de El Nuevo Herald qué interés tiene en publicar la foto de un twittero y qué sentido tienen sus acusaciones? Nadie lo hace, pero ¿es calumnioso o no lo del señor Guillén? Nadie responderá: antes de que hubiera mafias y tráfico de drogas había cultura mafiosa, cultura de sumisión a las amenazas y complicidad, cultura de la "ley del silencio" u omertà. NADIE tiene derecho a discutir nada sobre Colombia sin tener claro cuál es su propia actitud, su propia lealtad.

Sin ir más lejos, y respecto al tema de esta entrada, Alejandro Gaviria borró un comentario mío en su blog denunciando la intimidación y las calumnias: ¿cómo va a ponerse a uno a ser insolidario con gente tan importante y poderosa como Coronell y Guillén? A fin de cuentas, Gaviria es uno de los habituales comentaristas que atribuyen la cultura mafiosa al tráfico de drogas, y a la prohibición (que es como atribuir las infecciones a las pústulas), ¿de qué omertà va a tener que entender?

El caso es que a partir de la respuesta del ex presidente Uribe a un artículo calumnioso de Daniel Coronell se creó en Twitter una campaña de apoyo al "periodista", campaña comandada por cierta Emma Flood, no por casualidad bloguera de un medio tan prestigioso en el sentido colombiano del término como El Tiempo. La respuesta de los "twiteros" uribistas dio lugar a las grotescas calumnias de Gonzalo Guillén que denunciamos la semana pasada (yo creo que El Nuevo Herald debería dar alguna explicación sobre las andanzas de su corresponsal, ¿qué clase de propaganda criminal habrá estado publicando al seleccionar "periodistas" de tal calaña?). En ese contexto apareció este interesante tweet de la capitana (¿o "coronella", para aludir a las jerarquías de los "cartelles") de la defensa de Coronell:


Se trata de una clara respuesta relacionada con una comunicación previamente existente. No es una mención cualquiera, y aun, ¿cuál sería la lista que les mandó la bloguera? ¿Quiénes son los que están ahí? ¿Qué fines tiene dicha lista?

Dadas las manifiestas relaciones de Coronell con Ramiro Bejarano, el director del DAS durante el gobierno de Ernesto Samper (durante el cual fueron numerosos los asesinatos no aclarados que convenían al interés de impunidad del presidente y su grupo), el temor de las personas que pueden estar incluidas en esa lista es claramente fundado. No sería nada raro que alguno corriera la suerte de Manuel Moya y Graciano Blandón, líderes populares de Urabá asesinados por las FARC después de la "denuncia" de Coronell, y que obviamente no viajaban "de incógnito en autos blindados" (y pagados por el erario). Sin ir más lejos, es muy llamativa la forma en que Coronell averiguó hasta el número de cédula del abogado Héctor William Morales, que lamentaba que no hubiera un Carlos Castaño que pusiera en su lugar al periodista.

Previsiblemente, ninguno de los cientos de paniaguados de la prensa, tan inmorales como estos "periodistas", se preocupará de encontrar explicación a dicha lista, ni menos se atreverá a pensar que tan importantes personajes deberían dar alguna explicación. Pero es algo respecto de lo cual el lector no tiene derecho a lavarse las manos: se trata de la más pura intimidación, y puede que algo más grave, y el silencio de Guillén y Coronell compromete a quienes publican sus escritos, pues los asesinatos son bastante fáciles cuando ya se ha dado la orden, y sobre todo cuando la bajeza, el servilismo y la cobardía de la sociedad alienta a los asesinos.

Agradecería a los melindrosos que encuentran excesivo el lenguaje con que se alude a tales "periodistas" que me contestaran seriamente si creen que alguien como Pastor Perafán o La Quica sería capaz de algo tan impúdico, tan bajo, tan canallesco como las calumnias de Gonzalo Guillén contra Diegoth (basta ver los pantallazos reproducidos aquí). Sé que no contestarán: el problema no son sólo esos malhechores, sino una forma de ser de las clases acomodadas en Colombia. En realidad denunciar a un "sicario del mal" como ese "periodista" tal vez lo hará prestigioso entre esa gente, tal como lo son decenas de desalmados que son en últimas el sustento ideológico del terrorismo.

Posdata: Hoy 11 de enero han promovido en Twitter las etiquetas #pazencolombia y #apoyoapiedad. La misma autora de la lista y promotora de Piedad Córdoba suscribe esta perla:




Quieren más Marulandas para darles plomo y más plomo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de enero de 2011.)