martes, abril 26, 2011

Las causas de la mala ortografía

Julio Cortázar es el autor de un texto divertidísimo llamado "Instrucciones para subir una escalera"; lo menciono porque lo recuerdo cada vez que leo algo relacionado con el aprendizaje de la ortografía. Por ejemplo, aprender la regla que determina que salvo la b y la p las demás consonantes van precedidas de n y no de m me parece algo tan poco práctico como la lectura del texto de Cortázar, pero además muy aburrido. ¿Se correrá el riesgo de que alguien escriba "emgañar", "emvío", "emtregar", "imvolución" o "amfibio"?

Eso lleva a pensar en las causas de la mala ortografía. En principio hay una evidente cuestión de escaso hábito lector, de modo que la gente que no dedica tiempo a leer no sabe cómo se escriben palabras que ha visto escritas muy pocas veces. Ocurre con palabras que se escriben con h, v o b o con s, c o z, o bien con ll o y: casos en que la pronunciación llama a engaño. También se debe tener en cuenta una deficiente asimilación de las normas relativas a los acentos, fruto de la mala calidad de la instrucción. Pero aun eso se resolvería fácilmente leyendo. Si la memoria no bastara para aprender la ortografía, tampoco daría para entender lo que se lee, y tal vez ni para expresarse oralmente.

Nada de lo anterior explica el que haya tantas personas que sí leen y sin embargo tienen muy mala ortografía, cosa que por lo demás es increíblemente más frecuente en Colombia que en España. La causa es ésta: al escribir cada palabra la mente busca el registro de su grafía, y el error procede de un registro falso, normalmente introducido antes que el correcto. Ver un par de veces una palabra escrita y recordarla con precisión es extremadamente fácil en comparación con la tarea de borrar una certeza errónea, sobre todo por el esfuerzo que hay que hacer para distinguir el nuevo dato de otros asociados, para que el "echo" no "heche" a perder el error que se cometía. Más grave es cuando el vicio cuenta con la bendición del poder o del uso común, como ocurre con la doble rr en las palabras compuestas: ¿cómo se va a esperar que la gente escriba bien cuando su postre es el "Chocoramo", los periódicos publican "publireportajes" y los anuncios del gobierno municipal bogotano informan de las "ciclorutas"?

Esa cuestión del registro falso trasciende el tema de la ortografía y atraviesa la cultura de Occidente desde Sócrates hasta algunas teorías psicológicas modernas. Cuando el griego proclama que sólo sabe que no sabe nada está denunciando lo que los supuestos sabios creían saber, que sometido a examen era sólo una opinión (doxa), y cuando instruye interrogando busca ir hasta el lugar en que esa "opinión" (hoy diríamos "ideología" o "prejuicio") ha construido un falso cimiento de lo que se cree saber.

En lo que concierne al tema más frecuente de este blog, y suponiendo que el lector acepta que los problemas colombianos son sobre todo la cultura y la mentalidad de los habitantes del país, se puede decir lo mismo: las ideas que tienen los colombianos sobre el mundo son profundamente distintas a las que tienen las personas de los países civilizados, y eso no ocurre por falta de "educación", como se cree, sino exactamente por la "educación", por la clase de registros falsos que reciben en la "educación", no sólo en la instrucción escolar sino en la tradición familiar o en los medios de comunicación.

No estaría mal hacer un inventario de esos registros falsos, de esos prejuicios torcidos que configuran una ideología lamentable que es la única causa del atraso. Sobre la ideología general de los colombianos, a la que en la última década se ha opuesto el hastío con las atrocidades de las bandas fecodistas y las mentiras de los demagogos, recomiendo este viejo escrito: "Maestras y madres". Intentaré señalar algunos rasgos típicos.

Creacionismo: Es el principal error y es casi imposible encontrar un colombiano que no lo comparta. Su forma extrema es el anticapitalismo que culpa a los industriales de la inexistencia de bienes: si los pobres viven sin lavadora los responsables son los fabricantes de lavadoras. Pero podrían ponerse miles de ejemplos. Otro, muy frecuente, es el que relaciona el ingreso o el salario con las necesidades de consumo de las familias. Eso se lo he leído a catedráticos, columnistas, etc.: "¿A ver si ponemos una semana al ministro a vivir con el salario mínimo?". "¿Cómo puede una familia vivir si el salario no alcanza para pagar la canasta familiar?" Es muy raro el colombiano que lamente la ausencia absoluta de patentes de la industria mundial surgidas en Colombia: la ventaja de otros países no se asocia con la historia ni con la cultura sino con la injusticia de su dominación. La destrucción del escaso tejido industrial que se desarrolló durante los años del Frente Nacional pareció a todo el mundo una forma de justicia. Las teorías colombianas sobre el tráfico de drogas son todas regurgitaciones creacionistas que presuponen que el atraso o la barbarie son el resultado de una actividad nefasta de algún agente malintencionado y no la simple ausencia de civilización, y que esperan justificar el hecho de que Colombia esté en buena medida en manos de las mafias en las leyes que prohíben la actividad de esas mafias. Las certezas totalitarias de los parásitos que se forman en las universidades colombianas siempre tienen esa base.

Nacionalismo: Casi siempre los patriotas cometen el error de confundir sus sentimientos con la realidad a la hora de evaluar la importancia o el papel de Colombia en el mundo. El caso más típico es la indignación porque se considere a los colombianos traficantes de drogas. Todo funcionario, lagarto, profesor, periodista o jurista salta lleno de rabia ante tan tremenda suposición. ¡Parece que las naciones importantes de la historia lo fueran porque sus ciudadanos no eran todos delincuentes! Con frecuencia se compara el tamaño del país con el de grandes potencias, como el Reino Unido, como si las aportaciones colombianas en la historia de cualquier ciencia o arte fueran una milésima parte de las británicas. En general, la base creacionista contribuye a que la historia general del continente americano y sobre todo de la América hispana se desconozca, y es ahí donde prospera el sentimiento de agravio tan característico de las sectas parasitarias, de las que las guerrillas son sólo la fuerza de choque rural.

Antiamericanismo: El rápido ascenso de Estados Unidos durante los dos siglos pasados respecto de las viejas potencias europeas y el viejo resentimiento de los españoles contra los británicos y de los católicos contra los protestantes genera un sentimiento de agravio que de nuevo remite a la base creacionista: el antiamericanismo fue una reacción de las clases poderosas contra la cultura de la libertad, contra la iniciativa privada, contra los derechos individuales y la democracia. Cuando la expansión estadounidense llevó a ese país a ser la primera potencia, esas mismas clases canalizan el malestar por la pobreza culpando al país cuya tecnología más ha hecho para reducirla en todo el mundo. Al parecer los computadores y teléfonos "celulares" son regalo divino que usan los gringos para dominar a sus víctimas meridionales, sobre todo complicándoles el disfrute gratuito. El antiamericanismo es una potente fuerza reaccionaria que supone que alguna vez hubo o habrá una autoridad buena del mundo que impartirá justicia entre las naciones. Esa manía arraigada lleva a los hispanoamericanos a estar siempre del lado de la opresión, bien cuando los godos colombianos se pusieron de lado del Eje, bien cuando la totalidad de la clase magisterial y universitaria se puso de parte de la satrapía cubana y sus patrones soviéticos, bien ahora, cuando esos grupos poderosos se hacen cómplices, a través del lamentable gestor de componendas que traicionó a sus votantes y de la prensa de su familia, del régimen venezolano y sus aliados iraníes.

Igualitarismo: La tensión en torno a la igualdad legal y social de todas las personas forma parte de la tradición de Occidente. En la formulación liberal se supone que hay una igualdad ante la ley para el rico y para el pobre, cosa que en los países más próximos al modelo estadounidense se cumple en gran medida. Para la mayoría de los colombianos el hecho de que alguien tenga más riquezas es un agravio y una injusticia, cosa que tiene además el rasgo gracioso de que los predicadores de esa igualdad se ganan el sueldo de decenas de personas por mostrar lo buenas personas que son, cosa que produciría vómito a cualquier capitalista de un país civilizado. De esa suposición, igualmente derivada de la superstición creacionista, sale la aversión al trabajo y el desprecio de aquellos que se preocupan por prosperar individualmente: el pobre siente que aquello que tiene el rico se lo ha quitado a él, cosa que ocurre en la sociedad colombiana y mucho menos en los países capitalistas. No hay que escarbar mucho para encontrar el mismo rencor en las personas feas y en las personas sin talento: ¿puede haber mayor agravio que el encanto y la aptitud de otros? Ese igualitarismo surgido de la superstición sobre el mundo y la vida está en la base de toda la criminalidad, tanto la "egoísta" como la que disfruta de rentas que envidiarían los mafiosos, como ocurre con la administración de justicia o los "Colombianos por la Paz" (en cualquier país civilizado toda esa gente estaría en prisión).

Fetichismo de las normas: Esta manía es de las más increíbles. Llevo como un mes esperando que el bloguero Gaviota Jurídica me explique cómo es que un personaje como Daniel Coronell y toda la "bigornia" de propagandistas de los negocios de los Samper y la Casa López que dominan los medios tienen derecho a interceptar conversaciones de un reo con su abogado y al mismo tiempo a promover el encarcelamiento por décadas a personas que descubrieron actividades criminales gravísimas por parte de magistrados de la mayor instancia judicial y de políticos y "periodistas" que ciertamente colaboran con los secuestros y con su cobro, que es para lo que se cometen. En últimas, la ley es la voluntad de la autoridad, sólo disfrazada por un ritual que celebran una caterva de malhechores: como una misa celebrada por una cofradía de travestis. Una persona de un país civilizado que lo entendiera no podría contener el vómito ante la continua exhibición de poder que hacen los mafiosos que fungen de "periodistas": la prueba de la culpabilidad de alguien es que está preso. Eso se podría haber dicho de Mandela, pero ¿cómo comparar el régimen de Apartheid con el dominio de una caterva de tinterillos que trabajan para la industria de la cocaína y que encarcelan preventinamente a representantes populares basados en pruebas forzadas y a menudo compradas a cambio de premios para los reos culpables de atrocidades? La nación colombiana (como comunidad cultural) se formó en tiempos del Santo Oficio, la razón siempre ha cedido a la autoridad y por eso el país se rige por una Constitución impuesta por el que pagaba una cantidad fija por cada policía asesinado, por una secta de asesinos y por un tinterillo seguramente vendido a los anteriores. Es por esa sumisión a la fuerza, a veces legitimada por el ritual, por lo que las bandas terroristas persisten, no en balde apoyadas y promovidas por los poderes que impusieron esa constitución y que sacan provecho de ese orden de iniquidad.

Son muchísimos otros los registros falsos que se pueden hallar en el fondo de la mentalidad colombiana pero éstos son los que alcanzan en un escrito que ya se ha hecho, como cosa rara, bastante extenso. También serían muchas las posibilidades de explicar esos errores fundamentales, esos datos torcidos presentes en el fondo de la mentalidad habitual, pero es lo que se pudo hacer. No creo que pueda haber progreso si no se hace frente a esos prejuicios, si no surge una generación de colombianos capaces de cuestionar las rutinas del discurso oficial (es decir, del poder real, de las clases dominantes reales y de sus medios y academias).

(Publicado en el blog Atrabilioso el 19 de enero de 2010.)

lunes, abril 18, 2011

Apocalípticos e integrados ante la crueldad de la niña del invierno

Parodio el título de un libro famoso de Umberto Eco porque los dos adjetivos iniciales corresponden a la disposición de los grandes pensadores del país, que recientemente han polemizado sobre las causas e interpretaciones de la catástrofe ambiental. Aunque son varios escritos, y dado que mucha gente se resiste a leerme por escribir textos muy largos, me limitaré a uno que pretende resumir la discusión, y que debemos al que es tal vez el escritor más reconocido después del ganador del Nobel. Ya son dos maravillas, o un mundo maravilloso con varias facetas: el de la cultura colombiana y el de su conspicuo intérprete.

Aclarando un poco más el título, debo mencionar el fastidio que me produce esa variación del término "invierno" en la América tropical, con el que se alude a la abundancia de lluvias; en el Mediterráneo español es más o menos "época en que no llueve". Dentro de poco llamarán "nieve" al barro que se produce por el "invierno".

Copio las partes interesantes:
Naturaleza: crimen y castigo
Por: Héctor Abad Faciolince
En las últimas semanas, mirándose de reojo y con cara de pocos amigos, ha habido en El Espectador una polémica interesante entre dos valiosos intelectuales colombianos: Alejandro Gaviria y William Ospina.

Otros articulistas han metido baza en el asunto, pero me limitaré a Ospina y Gaviria (la llama y el hielo) porque sus posiciones representan los dos extremos opuestos, y se prestan fácilmente para hacer una caricatura de sus actitudes antagónicas. Si los caricaturizo no es para simplificar sus ideas ni para burlarme de sus posiciones, sino para que se entienda más claramente el debate.

La discrepancia empieza desde el mismo estilo, es decir, desde la estrategia retórica de cada uno. Ospina, poeta, usa las armas emotivas del sermón lírico y apela más a la emoción que a la razón; lo típico, en su alegato, es la anáfora (repetir las mismas palabras al principio de cada frase). Gaviria, técnico, experto economista, usa el helado bisturí del conocimiento científico; su figura retórica predilecta es el sarcasmo: muerde a los místicos y a los supersticiosos que ven motivos mágicos y metafísicos donde lo que hay es la acción brutal de la naturaleza.
Realmente no hay ningún misterio interesante en la catástrofe ambiental sino en la clase de cosas que son normales para los colombianos. Sólo en Colombia "poeta" es alguien que usa las armas emotivas del sermón lírico y apela más a la emoción que a la razón y es dado a usar la anáfora. Pues ni Jorge Luis Borges ni Pablo Neruda ni Octavio Paz ni Antonio Machado ni Miguel Hernández, ni siquiera García Lorca, caben en esa descripción de los poetas. Tanto las anáforas como el sermón lírico son rasgos de los oráculos de comunidades primitivas, de los curas de pueblo, de los oradores de la Universidad Nacional y de los demagogos tradicionales en época electoral. Cada vez que se habla de las "dos culturas", como hacía el propio Alejandro Gaviria hace unos años, se da por sentado que los poetas no respetan la razón ni los números ni el sentido común, cosa que forma parte de la cultura del triste muladar que es Colombia. Un lugar en el que parece que se representara la vida humana pero los actores fueran una compañía de micos.

Ciertamente, el bisturí de la ciencia no conduce propiamente al sarcasmo, y si algo distingue a los científicos de los poetas es eso, que los primeros suelen perderse allí donde el lenguaje adquiere la función precisamente llamada poética, cuyo comienzo es la ironía. Sólo es que ese primer peldaño de lo literario resulta demasiado molesto y racionalista a una comunidad inclinada a verse traspasada por la emoción allí donde las palabras trascienden su sentido... En serio, ¿no les parece que esos personajes chavistas como Ospina se burlan de su público? La altisonancia idiota de sus párrafos, no hablemos de sus razones, parece una parodia de un estudiante de bachillerato que quisiera burlarse del rancio cretinismo de la mentalidad tradicional del triste trópico.
El motivo de la disputa es muy simple: se trata de decidir si los desastres del invierno son culpa del hombre (de la sociedad, de los gobiernos, de la técnica arrogante y trasplantada sin tino desde otras latitudes, como piensa Ospina) o consecuencia inevitable de una naturaleza ciega, como cree Gaviria.

Vale la pena oír los argumentos en sus propias palabras. No voy a ofender la inteligencia del lector diciéndole quién es quién. Será fácil reconocerlos cuando hablan de nuestra tierra y de lo que deberíamos hacer con ella. Para uno de ellos deberíamos hacer un homenaje a la naturaleza, que sea “un canto a las montañas nevadas de la pared occidental del Tolima, un canto a las aguas que bajan trayendo fertilidad a los valles, un canto a las llanuras donde fosforecen los cultivos de arroz y a donde bajan a tomar sombra los gavilanes y las águilas, un canto al río que a pesar de las ofrendas con que lo envilecen nuestras ciudades sigue llevando peces y garzas, canoas y músicas”. Para el otro, simplemente: “Hemos sufrido los peores aguaceros de los últimos cuarenta años. Vivimos en un país con una geografía difícil, casi imposible. Los asentamientos en las laderas de las montañas y las riberas de los ríos no son nuevos. Ni van a desaparecer. Son parte de este país”. Ahí pueden escoger: la lírica ensoñadora o el cinismo de los hechos irremediables.
Hay una poderosa corriente académica, periodística, política y cultural en todo el mundo que atribuye el cambio climático, el calentamiento global y el "efecto invernadero", a la acción del hombre. Las inclinaciones de sus defensores no dan para confiar mucho en dicha corriente, pero siendo algo que uno no conoce en detalle, mejor deja hablar a los que sí lo han estudiado a fondo. Ahora bien, que esa corriente se vea representada en el canto a la naturaleza, en el canto rutinario de la tontería solemne, en el canto de la palabrería y el embriagador elixir que ofrece a los ignorantes, en el canto que no interpreta nada sino que tapa la pereza mental con invocaciones y adjetivos y poses y la cautivadora fascinación del polisíndeton... Sinceramente, hace falta un pueblo de micos para aceptar semejante afrenta a esa corriente.

Tiene mucha gracia lo de "el cinismo de los hechos irremediables" porque las palabras que usan los colombianos (incluso fuera de la fiesta de la proclama entusiasta de su patética ostentación verborreica) no tienen el mismo sentido que en otras partes. ¿Qué es "cinismo"? ¿Son cínicos los hechos o es cínico el realismo de evaluarlos por lo que son? ¿Qué es cinismo? Según el diccionario: "Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables". ¿Será la escuela de Antístenes y Diógenes? Poco tendría que ver con la simple resistencia a atribuirle intenciones a la Tierra.

Ya tenemos por una parte la sustentación lírica de la teoría de la responsabilidad del hombre en el cambio climático, después, la consideración realista de los hechos descrita como "cinismo". Así es la cultura colombiana, de estos valiosos intelectuales.
Para William, deberíamos recuperar la sabiduría de nuestros antepasados indígenas, que convivían en armónico idilio con la naturaleza, con la Pacha Mama, y por el mismo motivo ésta no los golpeaba. Para Gaviria, aunque no niegue que la corrupción o las malas decisiones en política ambiental agravan las emergencias, la tragedia que vive Colombia es una calamidad natural sin culpables: no es Gaia que se venga ni los dioses que nos mandan castigos bajo forma aguada. Esta polémica, y estas posiciones locales, reproducen una controversia planetaria: el cambio climático es un ciclo natural de la tierra, o una alteración brusca motivada por los daños ambientales provocados por el hombre.
Lo interesante es que Abad es un portavoz del ateísmo "progre" y se burla con frecuencia de las creencias religiosas de la gente (no vale la pena aludir a "sus" antepasados indígenas). Pues ya lo tenemos: es propio de un gran intelectual atribuir a los pueblos primitivos un idilio armónico con la naturaleza y aun una reciprocidad bondadosa de ésta. Cuando se piensa que alguna comunidad primitiva tenía alguna fórmula que no podemos entender para no dañar la naturaleza, se está desvalorizando todo el conocimiento, empezando por el que sirve para comprender y medir el daño ambiental, pues es innegable que esas hermosas comunidades desconocían aun los rudimentos de la matemática, no hablemos de la física o la química.

El nivel de esa clase de visiones, respetadas por toda la comunidad académica colombiana, aun por los matemáticos y físicos que escriben blogs y artículos en la prensa, para los que Ospina es un autor respetable, es representativo del de la cultura del país. La sabiduría armónica con la naturaleza de una comunidad que desconoce por completo toda la biología es sencillamente la superstición creacionista en su forma más burda, pero es normal en Colombia, donde los decanos de economía mienten de forma tan inverosímil que cuentan los impuestos no pagados por exenciones a la inversión y suman esas pérdidas a las que ocasiona la falta de inversión (esto lo hacía Salomón Kalmanovitz).

Con todo, lo más escandaloso es el aserto de que los que atribuyen a la acción del hombre el cambio climático estén representados en la versión de Ospina (o mejor, en la que da Abad de Ospina). Los que están representados son los apocalípticos colombianos, pero hace falta entender que Colombia no es realmente la humanidad. Al más fanatizado e infantil de los ecologistas europeos lo haría sonreír con infinita condescendencia la suposición de que la Pacha Mama es generosa con aquellos que saben cuidarla porque no se han complicado la vida entendiendo de botánica ni de fisiología.

(Después de escribir este artículo leí la respuesta de Ospina, en la que desautoriza la interpretación que hace Abad de sus ideas. No obstante, pese al contraste con la caricatura del amigo, su visión sigue siendo muy discutible: "Los zenúes, dije, 'ya hace mil años sabían controlar el régimen de las inundaciones y aprovecharlo para convertir las tierras inundables en zonas de cultivo. Quinientas mil hectáreas de canales son testimonio de una extraordinaria civilización hidráulica que, sin ninguno de los recursos técnicos del mundo moderno, crearon ese prodigio de ingeniería que aún sobrevive, siquiera como vestigio de una cultura ejemplar…'". Ahí se confunde la civilización moderna, capaz de movilizar máquinas poderosas y enormes recursos, con la mala gestión de los gobiernos colombianos, siguiendo una vieja rutina de la Cultura de la Universidad Nacional, de la que procede Ospina, que atribuye el atraso del país al sistema capitalista. Lo único que sirve como respuesta a las inundaciones son los recursos técnicos del mundo moderno. Por lo demás, ¿quién ha evaluado la resistencia de los sistemas de irrigación de esos antiguos colombianos frente a desastres como los de "la niña"?)

(Publicado en el blog Atrabilioso el 17 de enero de 2011.)

lunes, abril 11, 2011

Esplendores y miserias de las "narcorrepúblicas"


Si hay algo detestable es ese prefijo "narco" que se popularizó en Colombia en los años setenta y que parece resumir la forma de vida del país: la cocaína es un narcótico tal como los temibles socios del terrorismo, como el sacerdote jesuita Javier Giraldo o la ex senadora Piedad Córdoba, son "defensores de los derechos humanos". Bah, Colombia es el mundo al revés, los privilegios escandalosos de los políticos de la Universidad Nacional, que no son elegidos ni evaluados por nadie y en últimas se dedican a impulsar su carrera política, aun en una utopía de partido único, se definen como "justicia social".

Pero ya no hay modo de cambiar el hecho de que el embajador estadounidense en tiempos de Samper describiera a Colombia como una "narcorrepública", como una república sometida al poder de las organizaciones de traficantes de drogas. Esa triste condición se logró transformar en alguna medida durante la presidencia de Uribe, con muchísimas extradiciones de miembros de las organizaciones criminales, con la fumigación de las áreas cultivadas y con una intensa colaboración de las instituciones que obedecían al poder ejecutivo con las autoridades judiciales estadounidenses y la DEA.

Esa colaboración expresa una actitud clara por parte de los gobiernos de Uribe frente a las mafias de traficantes de drogas, actitud que dista mucho de la de los que difaman al ex presidente, casi siempre justificadores de Piedad Córdoba o de Ernesto Samper, o bien embaucadores que con el pretexto de criticar la prohibición del tráfico legitiman a los traficantes. La firmeza frente a este problema es un punto central de cualquier propuesta política, sobre todo considerando que desgraciadamente abundan los políticos que suponen que dichas mafias son un problema estadounidense y no el poder criminal que destruye a Colombia. Reprochar a EE UU su prohibicionismo o su ineficacia en la persecución o su comedimiento a la hora de aportar fondos es como ostentar grandes virtudes franciscanas a la hora de juzgar a los joyeros o a sus clientes e ir a exigirles una compensación por el esfuerzo que hacemos para que nuestros hijos no los asalten.

Como siempre ocurre en Colombia, "las leyes son para los de ruana", si bien esta prenda ha caído en desuso: cuando se piensa en los intereses ligados al tráfico de drogas ilícitas la responsabilidad se acaba en los exportadores o en sus agentes. Más arriba puede ponerse en práctica lo de la "ventanilla siniestra", puede un ex presidente reunirse con los jefes de la industria, puede otro ser elegido con aportes de esas organizaciones y aun librarse por pura suerte de todos los testigos y hasta pueden los magistrados de la más alta instancia judicial tener tratos con los traficantes y castigar cruelmente a quienes los descubren. Al menos la prensa colombiana no tiene el menor reproche frente a todo eso, si bien hay que entender que la prensa colombiana pertenece a la familia de dichos ex presidentes o de sus testaferros y socios.

La conducta de esos clanes políticos es lo que más determina la calificación de Colombia como "narcorrepública": cuando se piensa en el asesinato de Luis Carlos Galán se tiende a olvidar que a Pablo Escobar lo aconsejaba un político subordinado al mismo prócer que creó la "ventanilla siniestra" y se reunió con los "capos" mafiosos en Panamá (a saber quién aconsejaría a Santofimio), que la revista del hijo del prócer tiende a exculpar a dicho ex ministro, así como a descalificar todos los testimonios que relacionan a Samper y Serpa con el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, que el principal columnista de dicha revista, sobrino político del mismo prócer, acusa a la CIA del asesinato de Galán...

Cuando se habla de eso siempre es necesario aclarar que la relación entre un vasto poder político-financiero de muchas generaciones y una actividad como el tráfico de drogas no puede ser manifiesta. Se trata de magnates desaprensivos y no de idiotas, basta con pensar en la abundancia de dólares en el mercado y en las posibilidades de especulación, o en dicha actividad relacionada con la propiedad inmobiliaria, en la que sin duda los grandes grupos económicos tienen intereses, en lo que puede significar para la bolsa y su valor esa inyección de capital, etc., para entender que esos negocios pueden interesar al poder, por no hablar del papel de la política, siempre condicionada por organizaciones que en últimas favorecen la perpetuación del poder de tales clanes.

Esa determinación de dicho poder fáctico determina la extraña actitud generalizada de los líderes de la opinión de adhesión a la ex senadora que ejerce de portavoz de las FARC, la hostilidad enfermiza que tienen casi todos contra el ex presidente Uribe, la disposición del recio ecologista Daniel Samper Pizano a combatir el uso del "glifosfato", como lo llamaba, el unanimismo en torno a las cómicas teorías del otro líder de la opinión y de la clase alta, Antonio Caballero, sobre las verdaderas motivaciones de quienes prohíben el tráfico de drogas... Cierta, ¿cómo llamarla?, "ideología colombiana" que resulta difícil de concebir como algo posible a quien no tiene una relación cotidiana con los consumidores de dicha prensa o con quienes se "forman" en las universidades del país.

Pero cuando se habla de "narcorrepúblicas" Colombia no está sola: el ascenso de la izquierda democrática en cuatro países vecinos los ha conducido a una situación parecida o puede que peor. Mejor dicho, peor por un tiempo, pues mucho me temo que con el nuevo rumbo del país pronto los alcancemos. Venezuela es el conocido "narcosantuario de las FARC" y no es ninguna casualidad que el dictador expulsara a la DEA, por mucho que se justificara en retórica soberanista. Ecuador también tomó ese rumbo al dar por terminada la concesión con que operaba la base de Manta. Bolivia eligió a un líder de los cultivadores de coca, que en medio de su pobreza puede que sacrifiquen una parte de sus tradiciones para obtener dinero, y Nicaragua también es un país en el que el tráfico de drogas tiene un papel creciente.

Como uno espera que lo lean personas mayores de ocho años, no habrá que buscar en el actual gobierno colombiano una declaración de alianza con los traficantes de cocaína. Sin embargo, lo que ha hecho en los cinco meses que lleva el presidente Santos ejerciendo es claramente eso. ¿A nadie sorprende que todos los creadores de opinión lo apoyen? Habría que pensar que el éxito de Uribe fue tanto que las mafias desaparecieron o dejaron de influir en la prensa, pero no hay tal: los intereses asociados a dichas mafias están felices con el nuevo gobierno, por eso la desconcertante ausencia de críticas por parte de quienes en la campaña electoral parecían dispuestos a descuartizar al candidato.

Uno de los datos fundamentales a la hora de evaluar la veracidad de lo que digo es la alianza con la Corte Suprema de Justicia. Primero desistiendo de una reforma que afectara sus intereses, pues ¿cómo va a consensuar el poder político elegido una reforma con quienes resultarían afectados por ella? Es como si la declaración de abolición de la monarquía requiriera la aprobación del monarca. Un quiasmo, un disparate, detrás del cual está el afán de Santos de conseguir apoyos para perseguir el uribismo. Después, esa disposición se agravó con el cambio de la terna de fiscal, abierta legitimación del prevaricato y también consumación de la alianza con Ernesto Samper: la nueva fiscal parece nombrada para tapar los testimonios que comprometen al ex presidente y a sus funcionarios en el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado.

El sobreentendido que subyace a tan generosa disposición del señor Santos es que las relaciones de los magistrados con Giorgio Sale, Ascensio Reyes, Macaco, Mancuso y otros personajes parecidos era pura afición al karaoke: la Realpolitik llega a ser un cinismo tan escandaloso que parece más propio de Pablo Escobar que de alguien que ha vivido en Londres. La alianza con Samper es algo parecido: el poder de la prensa se vuelca en apoyo del presidente, y a cambio se consiguen excelentes relaciones con el nuevo mejor amigo y un ambiente amistoso con las demás "narcorrepúblicas", motivo por el que la arquetípica investigadora de la Universidad Nacional Socorro Ramírez felicitaba al gobierno.

Otra prueba de esa alianza es la negativa a divulgar el contenido de los computadores del "Mono Jojoy". ¿Se imaginan la cantidad de intermediarios, de testaferros, de cómplices de diverso tipo que encontraría la gente si se publicara el contenido de esos computadores. como proponía Fernando Londoño. La impunidad de esos personajes, o su sumisión a la maquinaria política del presidente, le conviene al gobierno más que el combate al tráfico de drogas y a las bandas terroristas. De hecho, para el interés de hacer todopoderoso su clan familiar, sería muy inconveniente que resultaran encarcelados cientos o miles de discípulos del hermano del presidente, director de la protochavista y proguerrillera revista Alternativa.

La alianza de Santos con el Foro de Sao Paulo llega al extremo de proponer como candidata a la presidencia de Unasur a María Emma Mejía, antigua candidata del Polo Democrático, es decir, del Partido Comunista, a la alcaldía de Bogotá. Las retaliaciones que podría tomar el gobierno estadounidense ante dicha actitud se resolvían, en los cálculos del gobierno, en la disposición del gobierno de Obama, expresión de sectores políticos que falsean la democracia y la convierten en demagogia y viven del engaño (como la supuesta pérdida de empleos por el TLC con Colombia o la supuesta persecución del gobierno colombiano a los sindicalistas). Todo el mundo se preguntará cómo es que la señora Clinton se muestra tan dispuesta al entendimiento con Chávez. La explicación es simple: Obama y su gobierno viven del cuento de que el antiamericanismo es el resultado de la agresividad de Bush, que una actitud sonriente y generosa lo apaciguará. Sus enemigos no son los de su país, sino los candidatos del partido rival, que podrían alejarlos de los privilegios del poder. Esa disposición es a tal punto increíble que el mismo Frechette se felicita de la alianza de Santos con Chávez. Por lo demás, no se debería olvidar que el proceso del Caguán fue promovido por el gobierno de Bill Clinton.

Lo que hace patente de una manera escandalosa la alianza de Santos con las mafias es la determinación de extraditar al mafioso Makled a Venezuela, y el obsceno pretexto con que la justifica el presidente: se trata ni más ni menos que de renunciar a destruir las organizaciones criminales, es decir, se trata de la determinación de protegerlas, pues el reo podría informar de las relaciones del gobierno venezolano con dicho negocio, y de los proveedores colombianos. Decir que "Venezuela pidió antes la extradición" es sencillamente reconocer que se prima la amistad de la mafia sobre la de quienes la persiguen. Nadie espera que la justicia chavista vaya a perseguir a quien podría hacer daño a los propios magistrados.

Ése es el nuevo rumbo de Colombia. La decisión del Senado estadounidense de prorrogar las ventajas del ATPDEA por unas pocas semanas es el efecto de dichas políticas del gobierno colombiano, y obviamente ha tenido escasísimo impacto en la prensa. En realidad, para Santos no es ninguna tragedia, cuanto más débil sea el empresariado local más poderosos serán las fichas de su maquinaria, dedicada a repartirse la renta minera, y sus aliados traficantes de drogas. O mejor dicho, políticos que derivan su poder de representar a esa industria y ya no representan nada para la opinión, como los que dirigen el menguado partido de Piedad Córdoba y Martha Catalina Daniels.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 12 de enero de 2011.)

lunes, abril 04, 2011

¿Para qué será la lista?

Probablemente que todo eso debe ser verdad,
aunque es más turbio cómo y de qué manera
llegaron esos individuos a ser lo que son
ni a quién sirven cuando alzan las banderas.

Hombres de paja que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones:
tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,
a colgar en las escuelas su retrato.

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande.

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Joan Manuel Serrat

Según Heródoto, Egipto era el país en el que más prodigios se podían observar: los egipcios comían fuera de las casas y defecaban dentro, pues nada veían deshonroso en que los vieran comiendo, las mujeres orinaban de pie y los hombres sentados, etc. Bien es verdad que la objetividad de ese autor no parece tan notable como su encanto, pero ¡cuánto nos recuerdan esos prodigios a nuestro país!

Por ejemplo, Colombia es el país en el que más confundidas están las profesiones, de modo que muchísimos policías, jueces, periodistas, políticos, abogados, etc., son en realidad mafiosos con escasísima disposición a hacer esfuerzos para aparentar que obran según los requerimientos de la profesión que ostentan. El mafioso disfrazado de policía tiene claras maneras de matón, el mafioso que funge de juez no se preocupa de lo groseras que son las falacias con que justifica la arbitrariedad más increíble, el mafioso metido en política se presenta como uribista durante una década para empezar a perseguir al ex presidente en cuanto lo nombran ministro a pesar de su fracaso electoral. Así.

El mafioso metido a periodista nunca informa ni da explicaciones. ¿Por qué van a tener que responder de sus actos los periodistas? La gente dice "periodistas", pero todo el mundo sabe que son en realidad caballeros de industria poderosísimos a los que hay que rendir pleitesía tal como a quienes les pagan, "a quien sirven cuando alzan las banderas". Por eso nadie se sorprende de que el señor Coronell no haya explicado cómo es que todo su populoso gremio anda alentando el encarcelamiento de funcionarios por investigar monstruosidades (como que los miembros de las altas instancias judiciales anden en francachelas con criminales) mientras que ellos mismos publican conversaciones de un acusado con su abogado, gracias a las cuales se señala a personas que luego son asesinadas por las bandas terroristas. Es como pedirle a un médico que explique una erupción en la piel o a un abogado que aclare un requerimiento judicial. En otros países los periodistas se dedicarían a explicar las cosas, en Colombia, como los personajes de la canción de Serrat, sólo andan ocupados en "sembrar calumnias, mentir con naturalidad".

Pero ¿qué importan los periodistas? ¿Por qué no hablamos de los ciudadanos? ¿Cómo es que nadie ha ido a preguntarle al antiguo corresponsal de El Nuevo Herald qué interés tiene en publicar la foto de un twittero y qué sentido tienen sus acusaciones? Nadie lo hace, pero ¿es calumnioso o no lo del señor Guillén? Nadie responderá: antes de que hubiera mafias y tráfico de drogas había cultura mafiosa, cultura de sumisión a las amenazas y complicidad, cultura de la "ley del silencio" u omertà. NADIE tiene derecho a discutir nada sobre Colombia sin tener claro cuál es su propia actitud, su propia lealtad.

Sin ir más lejos, y respecto al tema de esta entrada, Alejandro Gaviria borró un comentario mío en su blog denunciando la intimidación y las calumnias: ¿cómo va a ponerse a uno a ser insolidario con gente tan importante y poderosa como Coronell y Guillén? A fin de cuentas, Gaviria es uno de los habituales comentaristas que atribuyen la cultura mafiosa al tráfico de drogas, y a la prohibición (que es como atribuir las infecciones a las pústulas), ¿de qué omertà va a tener que entender?

El caso es que a partir de la respuesta del ex presidente Uribe a un artículo calumnioso de Daniel Coronell se creó en Twitter una campaña de apoyo al "periodista", campaña comandada por cierta Emma Flood, no por casualidad bloguera de un medio tan prestigioso en el sentido colombiano del término como El Tiempo. La respuesta de los "twiteros" uribistas dio lugar a las grotescas calumnias de Gonzalo Guillén que denunciamos la semana pasada (yo creo que El Nuevo Herald debería dar alguna explicación sobre las andanzas de su corresponsal, ¿qué clase de propaganda criminal habrá estado publicando al seleccionar "periodistas" de tal calaña?). En ese contexto apareció este interesante tweet de la capitana (¿o "coronella", para aludir a las jerarquías de los "cartelles") de la defensa de Coronell:


Se trata de una clara respuesta relacionada con una comunicación previamente existente. No es una mención cualquiera, y aun, ¿cuál sería la lista que les mandó la bloguera? ¿Quiénes son los que están ahí? ¿Qué fines tiene dicha lista?

Dadas las manifiestas relaciones de Coronell con Ramiro Bejarano, el director del DAS durante el gobierno de Ernesto Samper (durante el cual fueron numerosos los asesinatos no aclarados que convenían al interés de impunidad del presidente y su grupo), el temor de las personas que pueden estar incluidas en esa lista es claramente fundado. No sería nada raro que alguno corriera la suerte de Manuel Moya y Graciano Blandón, líderes populares de Urabá asesinados por las FARC después de la "denuncia" de Coronell, y que obviamente no viajaban "de incógnito en autos blindados" (y pagados por el erario). Sin ir más lejos, es muy llamativa la forma en que Coronell averiguó hasta el número de cédula del abogado Héctor William Morales, que lamentaba que no hubiera un Carlos Castaño que pusiera en su lugar al periodista.

Previsiblemente, ninguno de los cientos de paniaguados de la prensa, tan inmorales como estos "periodistas", se preocupará de encontrar explicación a dicha lista, ni menos se atreverá a pensar que tan importantes personajes deberían dar alguna explicación. Pero es algo respecto de lo cual el lector no tiene derecho a lavarse las manos: se trata de la más pura intimidación, y puede que algo más grave, y el silencio de Guillén y Coronell compromete a quienes publican sus escritos, pues los asesinatos son bastante fáciles cuando ya se ha dado la orden, y sobre todo cuando la bajeza, el servilismo y la cobardía de la sociedad alienta a los asesinos.

Agradecería a los melindrosos que encuentran excesivo el lenguaje con que se alude a tales "periodistas" que me contestaran seriamente si creen que alguien como Pastor Perafán o La Quica sería capaz de algo tan impúdico, tan bajo, tan canallesco como las calumnias de Gonzalo Guillén contra Diegoth (basta ver los pantallazos reproducidos aquí). Sé que no contestarán: el problema no son sólo esos malhechores, sino una forma de ser de las clases acomodadas en Colombia. En realidad denunciar a un "sicario del mal" como ese "periodista" tal vez lo hará prestigioso entre esa gente, tal como lo son decenas de desalmados que son en últimas el sustento ideológico del terrorismo.

Posdata: Hoy 11 de enero han promovido en Twitter las etiquetas #pazencolombia y #apoyoapiedad. La misma autora de la lista y promotora de Piedad Córdoba suscribe esta perla:




Quieren más Marulandas para darles plomo y más plomo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de enero de 2011.)