lunes, enero 31, 2011

Jojoy y la ideología universitaria. 1. La mejor universidad

En una ocasión leí una noticia sobre un grupo de jóvenes del Huila que habían sido enrolados en las FARC con engaños y después estaban medio secuestrados, mientras sufrían adoctrinamiento y se los preparaba para cumplir tareas al servicio de la banda. Me quedó sonando que una chica de ésas contara que según Jojoy ésa era la mejor universidad que podían tener.

Ya sé que la gente del medio universitario está harta de que se relacione sus beneméritos centros de saber con las guerrillas, pero ¿qué clase de argumento es ése? Es como si los ex presidiarios protestaran porque los incluyeran entre los sospechosos de alguna infracción. Habría que plantearse si hay algo de cierto en eso, cosa que SIEMPRE se descarta en medio de las típicas amenazas y acusaciones de paramilitarismo.

Realmente esa asociación molesta a los interesados y a los ignorantes. Los que se han aventurado a estudiar carreras como sociología o antropología en la Universidad Nacional saben que sus profesores son sólo los compañeros de estudios y militancia de Alfonso Cano, cosa muy fácil de comprobar por ejemplo enterándose de quiénes escriben cartas a las FARC quejándose de los "falsos positivos" y tratando de legitimar a la banda para que se premien sus proezas. O consultando a cualquier persona que conociera las universidades públicas en los años sesenta, setenta y ochenta. Yo conozco incluso profesores extranjeros cuya labor, muy bien pagada, es la difusión del marxismo. Basta echar un vistazo al artículo enlazado en este párrafo para entender que es a lo que se dedican cientos de profesores.

De modo que Jojoy no andaba tan desencaminado cuando se sentía formando una nueva generación de revolucionarios: los demás doctores sólo son más ineptos como asesinos, no menos ignorantes ni menos fanáticos ni menos leales al sueño totalitario.

Lo nuevo es que la izquierda marxista ya no está sólo en la universidad ni se plantea emprender la lucha armada para imponer el socialismo, sino cobrar el fruto de la lucha armada que empezaron los del Movimiento Estudiantil Revolucionario de las generaciones anteriores. Y ahora domina la mayor parte del Estado, a través de los sindicatos, de la Administración de Justicia, de entidades como la Alcaldía de Bogotá y de redes de políticos venales que siguen las órdenes de Hugo Chávez (en algunos casos prácticamente lo dicen).

Arrinconada la tropa rústica, lo que caracteriza a la universidad actual es el odio al líder de la otra Colombia, que llevó a la victoria de las Fuerzas Armadas y formó una mayoría social que rechaza el comunismo. Los pretextos de ese odio son grotescos, a menudo mentiras descaradas o apreciaciones delirantes (como considerar las supuestas interceptaciones a los evidentes socios del tráfico de drogas y el terrorismo como delitos de lesa humanidad) y explotan a la vez el resentimiento contra los que salen en las páginas sociales y el desprecio de las personas cultas y sensibles de la capital por los colombianos de las zonas rurales.

Es el odio de la clase de gente indignada por el monstruoso crimen de unos vulgares subsidios agrícolas, menos sesgados a favor de los ricos que en los demás países, pero dispuesta a considerar justificada la indemnización de 2.000 millones de pesos, decenas de veces lo que un trabajador colombiano obtendría en toda su vida, porque un presunto prevaricador se sintió incómodo ante la posibilidad de que lo estuvieran investigando.

En Twitter yo sigo a decenas de personas que se sienten unidas en su rechazo al terrorismo y a su promotor venezolano. Yo creo que mientras no se tenga claro que el problema es el orden social cuyo principal engranaje es la universidad, y no sus efectos, como las bandas terroristas (si se piensa en las surgidas en las universidades después de la revolución cubana, serían varias decenas: sólo las FARC y el ELN persisten, gracias a la ayuda generosa de la Unión Soviética y del territorio libre de América, en su día); mientras no se entienda que la guerrilla es casi una fatalidad para Colombia y no una desgracia que le llegó por mala suerte, y que incluso cuando la tropa rústica ha sido vencida, aquello que la mueve sigue conspirando y haciendo casi tanto daño como entonces... Mientras no se haya pensado seriamente en eso, sólo se estará disfrutando de una tregua en la cual olvidarse de los problemas.

Para hacerles frente habría que preguntarse ¿por qué produce Colombia personajes como Jojoy o como Pablo Escobar?, ¿de dónde salen las certezas y condicionamientos que los llevan a hacer lo que hicieron? En el caso del campesino comunista el alivio que siente uno al saber que desapareció no compensa la indignación que sigue dejando la impunidad de los cientos de miles de miserables que lo apoyaban y que se lucraron de muchas maneras de las atrocidades que ordenaba, sobre todo robando al conjunto de los ciudadanos a través del sindicalismo estatal, pero también desde ONG, grupos políticos y agencias de mediación de secuestros.

Jojoy desapareció pero las FARC persisten, y seguirán matando colombianos cuya suerte importa a muy pocos. Y el país cuenta con cientos de miles de Timochenkos y Romañas (más cobardes e hipócritas, eso sí) "formados" en las universidades. Mientras no se atienda a esa cruel realidad, la alegría por la desaparición de Jojoy puede ser tan fútil como la que en su día experimentaron los colombianos por la caída de Sangrenegra, Desquite o Efraín González. Los jefes de la conjura siguen disfrutando sus sueldos multimillonarios en la Universidad Nacional y sin duda se ríen del entusiasmo de los colombianos por la muerte del patán al que desprecian tanto como a las víctimas.

Por lo general, cuando se consideran las relaciones de la izquierda universitaria con las bandas terroristas hay personas que se echan a temblar por algo que les parece excesivo o calumnioso. Pero ahí se trata de algo intelectualmente atroz: la pretensión de que un prejuicio va a ser más cierto que el conocimiento empírico. Quienes no dudan de esa relación son quienes conocen por dentro esas sectas, como Plinio Apuleyo Mendoza, José Obdulio Gaviria o Eduardo Mackenzie.

Con todo, lo interesante es considerar lo que era Jojoy, sus valores y aspiraciones, su condición moral y la base de su concepción del mundo. Fuera de su liderazgo, de su zafiedad, de su condición de criminal activo y de su arraigo en la guerra, las ideas de Jojoy son exactamente las que han profesado la mayoría de los intelectuales colombianos desde los años sesenta. Al pie de la letra. A lo mejor es que leía demasiado la prensa y por eso razonaba así. Pero la verdad es que desde los años ochenta el mando en las FARC lo tienen los universitarios. El rústico Jojoy sólo era un peón de las ideas de Cepeda I, de Gilberto Vieira (cuyos descendientes también tienen su parte de mando en las redes de la lucha revolucionaria) y de los demás líderes del PCC.

¿Cuáles son esas ideas? Es profundamente estúpido suponer que se trata de "ideologías foráneas", pero no por eso se debe concluir que son un simple desarrollo endógeno de la mentalidad tradicional. La vieja cultura de saqueo y esclavitud halló un pretexto potente en el totalitarismo marxista, tan potente que el arquetípico golpista venezolano no encontró nada mejor para asegurarse el poder. En gran medida esos valores se adaptan a corrientes poderosas que atraviesan todo Occidente, pero en el contexto primitivo y de indigencia moral generalizada (que es otro nombre del primitivismo) que reina en Colombia, la traducción en crimen masivo fue inmediata. En otras partes no es tan fácil para los rateros convertirse en fanáticos ni para los fanáticos convertirse en rateros.

Es decir, la ambición de un guerrero primitivo como Jojoy encontró la cadena de falacias que le permitían obrar como obraba sin vacilación. La casta intelectual (formada por miles de individuos que reciben sueldos multimillonarios y toda clase de prebendas por dedicarse a hacer política contra el sistema democrático) aseguró su poder gracias a los crímenes de las bandas, y al mismo tiempo proveyó las coartadas que en la mente de decenas de miles de campesinos se convirtieron en la orgía de sangre que todavía asusta a la mayoría de los colombianos.

¿Cuáles son esas coartadas? ¿De qué modo la ideología universitaria sigue siendo hegemónica entre las clases altas en Colombia y amenaza con nuevas erupciones de redes criminales dispuestas a tomarse el poder, toda vez que ya tienen copado la mayor parte del Estado sin que las mayorías se decidan a cambiar esa situación? En la siguiente entrega continuaré explicándolo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 8 de noviembre de 2010.)

martes, enero 25, 2011

¿Será?


Cada día que pasa —y más rabiosamente desde que se posesionó Juan Manuel Santos—, Colombia parece más una universidad pública colombiana: un sitio en que a todas horas hay griterías y tumultos de grupos de exaltados que a la primera ocasión matan a quien se les atraviese. La única diferencia es que la bulla tiene lugar en los medios de comunicación, donde los mismos que organizaban a las turbas de delincuentes juveniles tienen potentes megáfonos para llenarlo todo de su ruido y dar órdenes equívocas a su público.

El objeto de ese ruido es ante todo confundir: crear la sensación de que algo importante está sucediendo y el temor a verse afectados. Exactamente como cuando salen los estudiantes a quemar buses y a matar policías, no va a haber nadie que les diga que eso no está bien. Y lo que sucede, lo que motiva el ruido, es la increíble persecución contra el uribismo, sin la menor duda promovida por el gobierno, que con ese fin buscó la alianza del partido de Piedad Córdoba, Ramiro Bejarano y Felipe Zuleta, que por algo ha sido aplaudido por cuanto calumniador e intimidador contribuye al ruido.

Pero los embates de la campaña prevaricadora y el ruido que los acompaña también son el decorado de otra cosa: de un plan sistemático de exterminio que en parte ejecutan las FARC pero que sin duda dirigen los mismos que encargan y pagan el ruido y las medidas desvergonzadas de la Fiscalía y la "Corte Suprema de Justicia".

La colaboración del gobierno Santos se evidencia en el hecho de que los "temas" de las campañas de calumnias que acompañaban a la "ola verde" se han olvidado por completo. ¿O alguien recuerda muchas alusiones recientes a los "falsos positivos" o a la Operación Fénix? ¡No, el terrible crimen es que se interceptaran las comunicaciones de unos personajes que obviamente obran a favor de Chávez, los terroristas y los mafiosos (si es que tiene sentido distinguir un concepto de otro) y que si se pudiera investigar resultarían copiosamente ricos gracias a sus medidas contra el uribismo!

Claro que las distintas conversaciones interceptadas al presidente y publicadas por esos medios NUNCA han sido motivo de investigación. ¿O alguien recuerda que se quisiera saber cómo se conoció la conversación que terminaba con el famoso "le parto la cara, marica"? ¿O la interceptación de la conversación del general Rito Alejo del Río y Fernando Londoño que publicó Noticias 1 y que todavía se encuentra en el portal de ese programa? Las "chuzadas" son el último pretexto de una persecución que a toda costa debe dejar tranquilo al presidente Santos.

¿Qué más va a hacer falta que muchísimo ruido en todos los noticieros y en las portadas de la prensa para que la gente no preste atención a la terrible catástrofe que es para un país tener unas instituciones de justicia que casi abiertamente proclaman su venalidad y su sesgo perverso? De hecho, ¿no es algo que la sociedad colombiana ha tolerado? ¿O cómo es que se encarceló tantos años a un inocente por el crimen de Galán? ¿O que ocurriera lo mismo con el de Álvaro Gómez? ¿O que las presiones de todo tipo determinaran que Fabio Ochoa y Gilberto Rodríguez Orejuela, presos en España en los ochenta, fueran extraditados a Colombia, donde quedaron libres enseguida?

El gobierno de Uribe fue un intento meritorio de hacer reinar la ley en contra de ese tradicional dominio del crimen, que se había puesto de manifiesto en el statu quo que imperó durante los gobiernos de Samper y Pastrana: expansión incesante de la producción de cocaína y de los ejércitos que la protegen, y colapso de las instituciones, sometidas a las redes de poder que prosperan gracias a la cocaína y a otros negocios rentabilísimos como la extorsión y el secuestro.

A estas alturas se puede decir que la mafia ha vuelto a mandar, y que su primera tarea es el exterminio del uribismo. Seguramente todo eso lo incentivan Chávez y los capos del tráfico de cocaína, como señalaba hace poco Andrés Felipe Arias. Pero encuentran terreno abonado en la clase de gente que se "forma" en las universidades, y que sirve de caja de resonancia.

Al lector interesado lo invito a prestar atención a todo lo que denuncia el ex asesor presidencial José Obdulio Gaviria en este audio:


Pero más a las noticias que rápidamente son ocultadas por la prensa: el asesinato del sindicalista Germán Restrepo casi no mereció atención, tal como el de los dirigentes negros de Urabá Manuel Moya y Graciano Blandón. La prensa colombiana anda ocupada en noticias de más trascendencia:


El recurso al complejo de inferioridad de los colombianos, que creen que las opiniones de gente rubia que no sabe nada de lo que pasa en Colombia deben importar más que las de ellos mismos, es penoso, así como las vulgares campañas del Trust Münzenberg (en Europa pueden vivir hasta diez mil miembros de las FARC y las demás bandas criminales, y puede haber varios millones de simpatizantes: ¿qué noticia es que dos o tres de ellos creen una "organización" y firmen lo que sea? Podrían ser fácilmente 5.000 organizaciones y no significaría nada). Pero lo realmente grave es la falta de respeto a los lectores: el redactor parece un estudiante manifestándose por la calle 26, tal es la consideración que tiene por los lectores.

No obstante, hay un pequeño problema que lo complica todo. Es que a pesar del ruido Uribe sigue siendo el político más popular en Colombia y sin duda puede determinar la elección de los principales alcaldes y gobernadores en 2011. ¿Qué es lo que se hace en Colombia cuando un político afecta los intereses de las familias dueñas del Estado? No hace falta mucha imaginación: ahí están los casos de Galán y Álvaro Gómez.

La desgracia de los colombianos, deformados en los centros de estudio y desinformados por la prensa es que parece como si no pudieran darse cuenta de que quienes encargaron esos crímenes tenían algún fin, que seguramente no sería retirarse de la política y renunciar al poder.

Respecto a Galán, a toda costa pretenden que la responsabilidad se acabe en Pablo Escobar, pero los testimonios demuestran que al mafioso lo aconsejaba Santofimio. ¿A quién representaba Santofimio? Puede que tuviera alguna amistad con la familia dueña de la revista que pretendía exculparlo. Puede que a fin de cuentas Escobar fuera sólo un ejecutor de un encargo superior.

Lo mismo se podría decir de Álvaro Gómez: al respecto son más claros los testimonios y la relación de los sicarios con el poder político, pero ¿no ejercen los acusados de maestros de moral en la prensa y no son hoy por hoy aliados del presidente Santos?

Lo interesante es la comunión de intereses entre los beneficiarios de ambas muertes. Como si fuera una vieja costumbre, como si tras la muerte de Gaitán estuvieran también aliados. Como si utilizaran la amistad con la dictadura cubana y la protección y legitimación que brindan a las tropas terroristas para asegurarse el poder.

Esa trayectoria de los políticos, los jueces, los periodistas y hasta el público prácticamente asegura que intentarán a toda costa asesinar a Uribe. Y necesitan hacerlo antes de las elecciones, para impedir que controle la designación de candidatos a alcaldías, gobernaciones, consejos y asambleas departamentales. Y aun antes de que la ruptura con Santos sea manifiesta, para que el actual presidente pueda quedar como su heredero.

Y para eso necesitan "poralizar" el país, movilizar a las víctimas de la "educación" y a los propagandistas, a los exaltados y a los cínicos. De hecho, una antigua editora de Semana escribió un artículo con todos esos elementos intimidatorios contra el ex presidente, cuya existencia quisiera suprimir. Cuando comenté esas insinuaciones, recibí dos respuestas formidables de activistas muy representativos de los foros de ese periódico:

De modo que prácticamente queda claro cuál es el objetivo de la algarabía del odio: quieren preparar a una chusma de asesinos envalentonados que les sirva de amortiguador cuando le hayan "hecho la vueltica" al ex presidente. Y van probando a ver si la cómica y siniestra persecución judicial les funciona.

Que nadie diga que no se lo esperaba.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 27 de octubre de 2010.)

jueves, enero 20, 2011

La endeblez esencial del "santismo"

Conocida es la desconfianza de los filósofos por el impacto de los grandes acontecimientos: lo importante, nos dicen, ocurre lentamente y en silencio: la vida no tiene prisa ni se sacude por el efecto de los decibelios. Por eso deberíamos prestar menos atención a aquello que ocupa las grandes portadas que a lo que deja de ocuparlas, que a lo que no merece atención de los propagandistas. Y sobre todo, a los motivos de los silencios y las adhesiones, que en el caso del "target" de la propaganda puede ser ingenuo, pero no en el de quienes escriben en la prensa o salen en las tertulias de la televisión.

Lo que debería merecer atención de quien quiera ver algo más que el espectáculo que ofrecen los demiurgos de la prensa, que en Colombia lo son también en gran medida de la realidad, no es tanto la destitución de Piedad Córdoba cuanto el silencio de sus amigos: cuando emprendió la iniciativa de los "Colombianos por la Paz", en medio de la ola ascendente del socialismo del siglo XXI en la región, la acompañaron la mayoría de los columnistas de los grandes medios bogotanos, pese al descarado interés que mostraba dicha correspondencia en legitimar a las bandas criminales. Ahora que tanto la calle como las urnas y las armas han certificado la defunción del proyecto fariano, la decisión del procurador no encuentra casi ninguna contestación, pese a que discutir una medida semejante parece más fácil que alentar, legitimar y cobrar las masacres.

La opinión publicada anda en otro cuento: en reforzar el "unanimismo" en torno al presidente Santos. Son TODOS los que se quejaban unánimemente en la prensa del "unanimismo" popular en torno a Uribe, todos aprecian los gestos conciliadores y la disposición al diálogo, es decir, el reconocimiento que ofrece el presidente a quienes lo acusaban de mandar matar inocentes y lo presentaban como un monstruo de pesadilla. No importa que para compensar tanta ecuanimidad haga falta destripar guerrilleros: los que los alentaban durante los años del Caguán ya aplauden cualquier golpe que sufran (mal paga el diablo a quien bien le sirve), salvo cuando los golpes los dan ellos y resurge la esperanza de negociación, y sobre todo la posibilidad de acusar al uribismo de los crímenes, como hicieron descaradamente después de la bomba de Caracol.

Es decir, para esa poderosa y populosa corporación la caída en desgracia de Piedad Córdoba y la operación Sodoma son golpes que reciben unos aliados que ya resultan incómodos. Si bien para la mayoría de los colombianos la ex senadora y el ejército comunista son el principal problema, uno no puede sobreponerse a la sensación de que eso es como si alguien odiara a la mano de quien intenta matarlo. Tanto la avispada Karina viajera como el fanatizado sicariato rural son sólo "fichas" de redes de poder que en últimas son las dueñas del Estado, y que a estas alturas ya pueden prescindir de sus servicios.

A propósito de esas elites es muy interesante lo que dice un buen conocedor de la vida hispanoamericana, el mexicano Enrique Krauze, sobre otro, el peruano Mario Vargas Llosa:
En sus novelas y ensayos, nuestro continente aparece como el escenario de un drama terrible hecho no solo de pobreza, desigualdad y crimen, sino de corrientes mentales muy profundas y dogmatismos de toda índole que no son mero reflejo de las injustas estructuras económicas internas o externas, sino engendro directo de dictadores de derecha o izquierda, y obra colectiva de castas militares, políticas, religiosas, intelectuales, burocráticas. Estas elites han sido, para Vargas Llosa, el factor fundamental en la postración social y económica de la región. Ellas son el blanco profético de su obra.
¿Qué es lo que hace que dichas elites se entusiasmen con Santos? Se podría reconocer en términos generales la traición a sus votantes, la adopción del programa de los enemigos de quienes lo eligieron y aun el nombramiento de dichas figuras en cargos de poder. Pero lo esencial son dos cosas: una es la colaboración en la persecución judicial contra el uribismo, la otra la promesa de promover una Ley de Tierras y otra de Reparación a las Víctimas, que podrían repartir entre dichas redes fortunas extraordinarias salidas de los recursos comunes.

Para orientar un poco al que no ha entendido de qué se trata la Ley de Víctimas, les cuento que se pretende gastar 44 billones de pesos, unos 25.000 millones de dólares, en compensar a las víctimas del "conflicto", generosa misión que pondría esos recursos en manos de los jueces, de los políticos, de los abogados y las ONG, que repartirían semejante bicoca sustraída al bienestar general entre sus probables clientelas. De ese modo los que se han enriquecido durante estos años gracias a las vacunas y secuestros y a la mayor fuente de ingresos que abrieron las bandas de asesinos, que es el erario, podrán seguir afianzando su poder y multiplicando sus ya copiosos patrimonios.

Una hermosa síntesis de tan amorosa misión la ofrece la entrevista que El Espectador publicó el fin de semana pasado al heredero del frente Manuel Cepeda Vargas:
[Le parece que la propuesta es "mezquina" e insuficiente, pero es que pedir no cuesta nada] Además, se excluye a algunas víctimas. Por ejemplo, familiares de miembros de grupos armados ilegales no serán víctimas para esta ley, lo cual es discriminatorio.
C.O.T.- En sana lógica, se diría que los familiares de los victimarios no deberían tener el mismo tratamiento del Estado que las víctimas de sus parientes.
I.C.C.- Piense en un niño o en un muchacho que fueron reclutados a la fuerza por un grupo armado ilegal. En ese caso, ¿quién determina si ellos son víctimas o victimarios? Si el padre de un paramilitar es secuestrado por la guerrilla, ¿no tiene derecho a reparación administrativa?
El objetivo de cobrar la vacuna a todos los colombianos es descarado: por una parte quiere ofrecer un seguro de vida a los niños que le han hecho su carrera política, por la otra pretende que los crímenes de las bandas terroristas sigan generando lucro a su facción, ahora a través de los abogados y jueces. ¿Quién va a determinar de forma efectiva qué es una víctima? Los campesinos de las regiones azotadas por el servicio doméstico armado de Cepeda II, ¿cómo demostrarán que han pagado extorsión? Y si no la han pagado, ¿no son también víctimas por la miseria y desvalimiento que la ambición de unos asesinos como el padre de Cepeda ocasionaron? Lo que se pretende es que lo sigan siendo, ahora robándoles los recursos. (Al respecto, muy recomendable esta columna de Alfredo Rangel.)

La disposición del gobierno a comprar apoyos con semejante atrocidad marca tal vez la mayor diferencia respecto al uribismo: con esa cantidad se podría compensar por mucho tiempo el costo de abolir la parafiscalidad y aun crear oficinas de trámites que permitieran la expansión empresarial. Incluso compensar a las empresas los aumentos del salario mínimo. Nada de eso se haría porque las víctimas bien relacionadas con las redes de jesuitas o comunistas verían la ocasión de librarse del trabajo y el desempleo seguiría aumentando, esta vez peor aún a causa de la enfermedad holandesa.

No merecen atención quienes dudan de la colaboración de Santos en la persecución del uribismo con base en sus declaraciones. ¿Qué ganaría declarando otra cosa? La alianza con la Corte Suprema de Justicia, con la que incluso quería consensuar la reforma judicial o el nombramiento en el principal ministerio de Germán Vargas Lleras, mentor de Augusto Ibáñez y partidario de no denunciar el escandaloso prevaricato de los magistrados, son muestras de "concordia" con las que se legitima veladamente el prevaricato y el activismo político de dicha institución.

Otra prueba patente de esa colaboración es la reacción de la gran prensa, en buena proporción controlada por su familia. Mientras que las interceptaciones del DAS a personajes sospechosos de colaborar con potencias extranjeras o con bandas de traficantes de drogas ocupan las portadas, el tono elogioso al gobierno está presente en todas las noticias y editoriales. El que crea que no hay una ruptura profunda con el gobierno anterior sólo tiene que prestar atención a las declaraciones de Alejandro Santos, sobrino del presidente y director de Semana, al periódico español ABC:
El Ejecutivo de Santos ha dado un viraje muy grande en la agenda y el estilo de gobierno. Se han empezado a restablecer las relaciones con Venezuela y Ecuador. Se está dando más importancia a la región que a Washington. Ese viraje se ha visto también al considerar una prioridad el tema social, y la tierra como uno de los factores más importantes de la violencia política. A eso le sumamos que Uribe tenía un gran liderazgo personal y se comunicaba directamente con el pueblo. Santos tiene una visión mucho más institucional del manejo del poder. También se ha restablecido la relación con la Justicia. Antes había un claro enfrentamiento entre la cultura de la justicia y el Gobierno.
La "cultura de la justicia" parece una expresión vacía, pero delata el afán de legitimar a los prevaricadores manifiestos de la CSJ. El tono de hostilidad, calumnia y bajeza de esa revista respecto al uribismo no es menor que el de Anncol, pero coincide con un pleno reconocimiento al presidente.

Yo diría que las cuentas de Santos son éstas: con la Unidad Nacional suma el apoyo de congresistas y senadores elegidos en otras listas, de modo que no necesita siempre el de quienes siguen a Uribe. Sus lealtades familiares y sociales determinan un alejamiento de las políticas proempresa y resueltas a generar crecimiento económico del anterior gobierno. El previsible crecimiento derivado de la minería permitiría que la mayoría de la gente no notara el espantoso desfalco de la Ley de Víctimas, al tiempo que con ésta se ganaría el apoyo del "país político". En cuanto a los políticos uribistas, no tendrían otra opción que callar, pues no querrían estar excluidos del pastel de nombramientos y dádivas.

La presencia de Uribe en Colombia y su activismo no contribuyen precisamente a tan halagüeñas perspectivas. En las elecciones de 2011 podría darse un triunfo generalizado de candidatos promovidos por el ex presidente, lo que debilitaría a la vaga entente en que pretende Santos basar su apoyo. Eso puede explicar la violencia de la campaña mediática y judicial contra el presidente, así como la visible desesperación que despierta entre esos grupos la posibilidad de que se convoque una Asamblea Constituyente.

En mi opinión, esas cuentas de Santos son erradas. Si quiere ganar la reelección tendrá grandes dificultades para ganar a un candidato uribista, y los apoyos con que cuenta son turbios, por decir algo, en materia ideológica: se trata de los huérfanos del samperismo, el comunismo y el Partido Verde, todos unidos contra un proyecto que ha mostrado eficacia generando crecimiento a pesar de la guerra y cohesión nacional a pesar de la violenta hostilidad de los medios. Más: contra Uribe tendría que contar con el apoyo de la minoría a la que derrotó, y obrar contra la mayoría que lo eligió.

Esa situación justifica el título de este post: el "santismo" carece de otra legitimidad que la relación del presidente con su predecesor y la jerarquía de su familia en el orden tradicional. Una vez reforzados en su poder y enriquecidos gracias a las necesidades de gobernabilidad de Santos, sus nuevos amigos verán la ocasión de completar la faena, como dicen los taurinos en España. "Chuky" les parecerá poco digno de confianza y poco comprometido con la justicia social. La prensa y la mafia prevaricadora tienen poder, no hay quien lo dude, pero precisamente, ¿cómo es que ganó Uribe dos veces seguidas las elecciones y aun pudo ganar su sucesor?

Respecto a Uribe, la única salida que al parecer queda, y ya se empiezan a ver en la prensa insinuaciones al respecto, es el asesinato del ex presidente. A fin de cuentas, el gobierno de Samper mandó matar a Álvaro Gómez sin que la "cultura de la justicia" se inmute todavía, a pesar de los abrumadores testimonios que demuestran la implicación del entonces presidente y sus ministros. La prensa, y en particular Semana, se dedicaron a descalificar esos testimonios. Sin duda que con las mismas motivaciones con que apoyan el viraje de Santos.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 20 de octubre de 2010.)

domingo, enero 16, 2011

La Gran Sociedad del Estado

Así se llamaba, con pomposa irreverencia, un grupo de rock colombiano de los años setenta. El sarcasmo del título quería destacar el contraste entre la oferta del grupo (espontaneidad y psiquedelia, rebeldía adolescente y rechazo a la guerra, sex and drugs, and rock'n roll), y el mundo adulto de burócratas mezquinos y amargados.

Es muy curioso acordarse de eso porque ese estilo de "trapudos", de dirty chic, se volvió después la marca distintiva de la Universidad Nacional. Durante varias décadas, los futuros abogados, médicos, ingenieros, "científicos sociales", arquitectos, etc., han exhibido su rebeldía en el vestir y con ello expresado su rechazo de las jerarquías y formalidades del mundo no universitario, del mundo de los padres de familia que madrugan a trabajar y tienen que vivir pendientes de observar hábitos indumentarios convencionales.

Ligado a esa rebeldía, a ese "espíritu de las flores", ha estado siempre en ese magno centro del saber el anhelo de una sociedad más justa, con menos desigualdades, etc., y la admiración por quienes intentaron "cambiar las estructuras" para conseguirlo: el Che Guevara y Camilo Torres. El amor libre se encuentra con la lucha armada y se confunden, como en algún cuento de Julio Cortázar. No hay ningún problema, tal como ocurría en todos los países comunistas, la docilidad de la gente ante las mentiras del poder se basaba en que realmente no había que esforzarse mucho (salvo los prisioneros y perseguidos).

Es decir, los enamorados de la utopía amorosa salían de vez en cuando a matar policías, a apedrear buses, a cortar el tráfico y lanzar cocteles Molotov, y según su aptitud, su condición social o sus ambiciones se integraban en organizaciones revolucionarias que exigían cierta disciplina a la hora de retener enemigos, como ocurrió sobre todo con el M-19, grupo que volvió riquísimos a sus líderes y aseguró rentas y cargos de poder a sus militantes gracias a esas proezas. Parecían aplicar sin darse cuenta una de las consignas del mundo de 1984: LA PAZ ES LA GUERRA.

Pero el nombre de ese grupo de rock se convierte en una evocación poderosa en estos días en que la muerte de Jojoy dispara la euforia de la gente, a veces hasta niveles grotescos de odio y malignidad: el daño que ocasionó el destripador destripado sirve para confundir a muchos acerca de las verdaderas dimensiones de la conjura terrorista. Parece que todo fuera una ocurrencia del hampón aficionado a los vehículos y relojes de lujo. Como mucho se piensa en la senadora Piedad Córdoba como cómplice. Casi nadie quiere admitir que detrás de Jojoy lo que está es la Gran Sociedad del Estado, la corporación de los herederos del poder político que intentan defender sus privilegios gracias a los crímenes del torpe y fanático Servicio Doméstico Armado.

Hace ya año y medio publiqué en este blog una entrada comentando la correspondencia de los Colombianos y Colombianas por la Paz con el Secretariado de las FARC, ampliamente divulgada por la prensa, y señalando que se trataba de una operación de propaganda y legitimación de la banda asesina. (Las margaritas con que adornan su página, tal vez inspirados en los girasoles de la ola verde, hacen más siniestros sus designios) Como es habitual, no hubo quien prestara atención: tal vez haya quien se hastíe, pero no veo alternativa a repetirlo cuantas veces haga falta: los grandes medios de prensa colombianos son casi manifiestamente partidarios del terrorismo, y están ligados a intereses que sacan partido de los crímenes de las bandas totalitarias.

De modo que invito a los lectores a fijarse en las personas que siguen a la senadora Córdoba en las firmas de dicha correspondencia. Son gente que tiene redes de poder en las universidades, en los sindicatos estatales y en diversos ambientes que reciben ayudas públicas, a la que la prensa promueve y que ocuparía los ministerios, las embajadas y los cargos importantes en caso de que las FARC consiguieran destruir el Estado y tomar el poder:

Alberto Cienfuegos, aparece en internet como politólogo, obviamente enamorado de la legalidad, declara que "El DAS es una empresa criminal", epíteto que no se aplica a las FARC. Probable inspirador de la ola verde.

Gloria Inés Ramírez, senadora, ex presidenta de Fecode y mencionada en los computadores de Raúl Reyes. Si en Colombia hubiera verdadero periodismo la gente sabría cuál es el sueldo de tantos y tantos beneficiados del "fuero sindical", privilegio que han conseguido gracias al poder de las bandas armadas. Con toda certeza, el presidente de Fecode gana tanto como un ministro.

Jorge Enrique Botero, periodista patricio (compañero de estudios de D'Artagnan) dedicado a promover a las FARC. Autor de un libro sensacionalista sobre el hijo de Clara Rojas e invitado especial a las ceremonias de entrega de prisioneros.

Clara Pinillos, ex senadora, ex representante a la Cámara, ex miembro de la Dirección Nacional del Partido Liberal... Pobre gente que no duerme pensando en tanta desigualdad que hay que corregir.

Alan Jara, ex gobernador del Meta y ex secuestrado que volvió de su cautiverio recitando la propaganda terrorista.

Olga Amparo Sánchez, según Semana, "trabajadora social, máster en estudios de población y especialista en alta dirección del Estado". Importante activista del feminismo ligado a la izquierda democrática y probable "revolucionaria profesional" al servicio de la causa justiciera. No tiene pérdida el panegírico de Semana.

Danilo Rueda R, activista típico con influencia en Europa y compañero de Piedad Córdoba en recientes viajes a Cuba a recibir instrucciones.

Gloria Cuartas, ex alcaldesa de Apartadó muy promovida por la prensa, reconocida activista del PDA próxima a las FARC, según testimonios de desmovilizados. Se la recuerda por pedir la libertad de alias Ricardo Palmera y alias Sonia.

Iván Cepeda Castro, mártir heredero que ha pasado de defensor de derechos humanos a congresista beneficiado por caprichos judiciales con una gran fortuna que pagamos los colombianos, aparte del sueldo de congresista. Hijo del líder del PCC que más descaradamente promovía a las FARC.

Alpher Rojas Carvajal, personaje muy próximo a Piedad Córdoba y a las redes que la acompañan, antiguo director del Instituto de Pensamiento Liberal con peligrosos sesgos en sus escritos. Apoyaba (por algo sería) la candidatura de Rafael Pardo.

Consuelo González de Perdomo, ex secuestrada cuyas motivaciones despiertan inquietud.

Luis Eduardo Celis, "Investigador colombiano en el área de derechos humanos. Asesor Corporación Nuevo Arco Iris", así lo describe la Red Voltaire. No hay mucho que añadir.

Ricardo Sánchez A, antiguo dirigente de un grupo trotskista, ejerce de profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Nacional y cuenta con una poderosa red de promoción personal. Fue director de la Fundación para la Democracia en tiempos de Samper. Escribe en una revista comunista.

Carlos Lozano Guillen, director del semanario Voz, órgano del Partido Comunista, fue designado por Tirofijo para la Comisión de Notables que iba a remediar los líos del Caguán.

Dídima Rico Chavarro, profesora universitaria, autora del interesante estudio "Una aproximación a la proyección social de la universidad en Colombia", de la Universidad Autónoma.

Carlos Medina, "Docente investigador Universidad Nacional". Ya se sabe...

Daniel Samper Pizano, luminoso académico que suma las cifras de pobreza y las de indigencia hasta obtener dos tercios de la población, y que ciertamente tiene sus motivos para tratar de enfrentarse a la dirigencia oligárquica y reducir la desigualdad.

Medófilo Medina, pensador destacado sobre todo por la originalidad de su nombre... Bah, "profesor de la Universidad Nacional", no hay mucho que añadir.

Francisco Caraballo, antiguo líder del EPL, condenado a 38 años de prisión por rebelión, secuestro y terrorismo... un angelito que da lecciones de moral y paz.

Víctor Manuel Moncayo, ¿quién iba a creerlo? Investigador del IEPRI de la Universidad Nacional y filántropo interesado en la paz negociada. Colabora también en la revista Izquierda.

Marck Chernik, profesor de Georgetown especializado en Colombia y obviamente partidario de que se reconozcan y premien las proezas del ejército de niños que lo podría hacer guía del nuevo experimento de ingeniería social.

Felipe Zuleta, pensador de sobra conocido por su columna de El Espectador, tan llena de ingenio, elegancia, inteligencia, sensatez, objetividad (sobre todo) y rigor. Luchador popular que sabe lo necesario que es cambiar las estructuras.

Leopoldo Múnera Ruiz, pues no, éste no es columnista sino "Profesor Asociado, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y sociales, Universidad Nacional de Colombia". ¡No gana uno para sorpresas!

Sigifredo López, otro político ex secuestrado de motivos oscuros.

Florence Thomas, filántropa francesa que vive en Colombia dedicada a revelar al pueblo bruto los grandes avances del Mayo de 1968 francés, y a colaborar con los demás rentistas de la Universidad Nacional a ver si consiguen la paz premiando a las FARC, para lo cual las ayuda a legitimar y a alentar.

William Ospina, "uno de nuestros grandes intelectuales", según Eduardo Posada Carbó (académico que por algún motivo inexplicable no aparece en la lista de los primeros firmantes). Poeta y novelista, se reconoce por una carta abierta a Chávez en la que le declara su respeto y admiración. Pocos meses después fue reconocido con el Premio Rómulo Gallegos.

María Elvira Bonilla, pensadora que ejerce como columnista de El Espectador. Probablemente profesora universitaria.

Alfredo Beltrán Sierra, ex magistrado de la Corte Constitucional, representante de su gremio.

Alfredo Molano B, escritor patricio que durante décadas hizo de valedor de las FARC en el ambiente universitario colombiano.

Luis Jorge Garay, economista incomprendido cuyas propuestas de transformación del país requieren una negociación que requiere una que otra masacre.

Ricardo Montenegro Vásquez, según su blog: "Presidente del Circulo de Pensamiento Caribe. Un ser inconforme con el Mundo actual", "Abogado titulado, activista en derechos humanos, Director Ejecutivo Poder Ciudadano miembro de COLOMBIANOS POR LA PAZ, Asesor del Senado de la República. Ex Candidato a la Cámara de Representantes por el Atlántico y al Senado de la República por el Partido Liberal Colombiano".

Gabriel Izquierdo S.J. No podía faltar la Societate Jesu.

Mario Esteban Hernández, previsiblemente, profesor de la Universidad Nacional, al parecer con algún cargo en la Secretaría de Salud de Bogotá en alguno de los gobiernos del PDA.

Ricardo García Duarte. ¡No me van a creer! Es otro profesor universitario. Hay una parte de los colombianos que no tienen que ver con las universidades públicas y no conocen la apropiación de recursos fabulosos que hacen las sectas comunistas que complementan a las FARC y el ELN, y otra parte que sí tienen que ver con ellas, y resulta clientelizada por esas mafias.

Alonso Ojeda Awad, este médico fue incluso embajador en Hungría, y lo volverá a ser con carácter vitalicio si dejamos que la sección judicial persiga impunemente a los militares. Viejo militante de sectas comunistas, dirige el programa "Pedagogía de la Paz" de la Universidad Pedagógica (para que alguien dude de que el asesinato en masa de gente humilde es uno de los rubros más importantes del gasto público).

[Ahorro al lector datos sobre otros profesores menos conocidos]

José Gregorio Hernández, ex magistrado de la Corte Constitucional y ex candidato a la vicepresidencia. Para que alguien dude de la relación entre las altas cortes y las bandas terroristas.

Gustavo Gallón Giraldo, filántropo que dirigía la Comisión Colombiana de Juristas, una de las ONG más siniestras y más claramente relacionadas con las campañas del terrorismo.

Luis Eladio Pérez, político ex secuestrado locuaz y muy sospechoso, que de hacer la propaganda de las FARC pasó rápidamente a la campaña de Sergio Fajardo como cabeza de lista al Senado.

Oscar Tulio Lizcano, otro ex secuestrado de motivos oscuros.

Javier Darío Restrepo, conocido periodista que suele defender a las FARC de la acusación de "terroristas" ya que en el uso de ese epíteto descubre que “Se trata de eliminar cualquier posibilidad de legitimación de la guerrilla. Esa agresión verbal se propone dejar atrás la imagen del guerrillero que lucha por la justicia y por un nuevo orden, como si estos dos logros ya se hubieran dado o hubieran sido definitivamente abandonados”. Un angelito.

Darío Arizmendi Posada. Sería muy interesante preguntarse cuáles son los intereses del Grupo Prisa en Colombia y por qué tiene en nómina a un locutor que colabora con el terrorismo. Bueno, el sesgo es evidente cuando se piensa en la relación entre ese grupo y el de Santodomingo.

David Sánchez Juliao, escritor angustiado por la falta de justicia social.

Gustavo Álvarez Gardeazábal, ex gobernador del Valle y escritor, encarcelado por corrupción. Suele tener muchos defensores en el ámbito de las FARC.

Hollman Morris, periodista sesgado al que se da mucho espacio en los medios colombianos, que son la parte más importante de la conjura terrorista. No se debe olvidar su labor, junto a Jorge Enrique Botero, en la explotación mediática de las liberaciones.

Harold Alvarado Tenorio, ¡profesor de la Universidad Nacional! y poeta rocambolesco que no pierde ocasión de firmar por causas que complazcan a su institución.

Arlene B. Tickner, profesora de la Universidad de los Andes y miembro de la Comisión de Política Exterior, para que alguien dude de que los promotores del terrorismo ya copan los cargos de poder en Colombia, aun bajo los gobiernos de Uribe.

Vladimir Flores (Vladdo), caricaturista que lidera la decencia y el antiuribismo. Que nadie dude de que su popularidad tiene que ver con que trabaja en la revista de los ricos, que son a la vez los antiuribistas y los promotores y usufructuarios del terrorismo (no todos los ricos, sino la parte de las clases altas que leen Semana).

Gustavo Páez Escobar, columnista de El Espectador. No hay mucho que añadir.

Marlene Singapur, antropóloga y antigua columnista de El Tiempo.

Alberto Rojas Puyo, "ex senador colombiano y militante marxista por más de 40 años, recuerda la primera impresión que sintió cuando vio a Marulanda hace ya más de dos décadas: La fuerza tranquila. 'Es un hombre inteligente, un guerrero impresionante, de gran modestia en su actitud personal, nunca habla de sus hazañas, es reservado'”, contó a EL PAIS.

Francisco Leal Buitrago, ¡qué raro, profesor y columnista siempre indignado por lo que hacía el gobierno de Uribe Vélez!

Hernando Gómez Buendía, Ídem. Cabeza de lista al Congreso en la lista de Mockus en 2006.

John Sudarsky, senador del Partido Verde, para que sigan dudando de que ese partido es sólo una máscara de las mafias terroristas.

Daniel García-Peña, héroe popular que hacía de comisionado de paz en tiempos de Samper; antiguo dirigente del PDA. Columnista de El Espectador.

Renán Vega Cantor, profesor de la Universidad Pedagógica y ganador del Premio Libertador en Venezuela.

Álvaro Camacho Guizado, increíble: profesor universidario, columnista...

León Valencia A, humanista, enamorado de la vida (que considera sagrada, por lo que promovía la Ola Verde), líder de la Corporación Nuevo Arco Iris.

Marleny Orjuela, pariente de un secuestrado que colabora con el noble mártir heredero Cepeda II en campañas de manipulación de los familiares de los secuestrados.

Daniel Pecaut, profesor francés ansioso por ayudar a Colombia a encontrar el camino de la paz.

Fernán González S.J. Nunca faltan los jesuitas.

Apolinar Díaz-Callejas, según la red Voltaire, "ex senador de la República de Colombia, ex ministro del Gabinete del presidente Carlos Lleras Restrepo y miembro actual de la Comisión Andina de Juristas".

Lisandro Duque Naranjo, cineasta y columnista de El Espectador que considera que la combinación de todas las formas de lucha por parte de la izquierda colombiana era "ingenuidad".

Jaime Caicedo T, concejal de Bogotá por el Polo Democrático y secretario general del Comité Central del Partido Comunista de Colombia. Otro benefactor de la humanidad incomprendido.

Jorge Gantiva Silva, adivinen: ¡profesor de la Universidad Nacional!

Carlos Villalba Bustillo, rector o ex rector de la Universidad de Cartagena, historiador, columnista de El Espectador que pretende dar lecciones a los políticos uribistas.

Venus Albeiro Silva, ex representante a la Cámara por el PDA.

Santiago García, director de teatro del grupo La Candelaria.

Pepe Sánchez, director de telenovelas.

Patricia Ariza, "dramaturga, poetisa y actriz colombiana", relacionada con el grupo La Candelaria y presente en documentos de las FARC.

Víctor Gaviria, famoso cineasta.

Eduardo Gómez, poeta y profesor universitario.

Fernando Estrada G, profesor universitario.

Enrique Santos Molano, escritor y columnista de El Tiempo.

De la lista de firmantes publicada en la prensa saco sólo estos nombres, por ser los primeros quince o por ser personas conocidas. Se puede asegurar que las decenas de personas que no he buscado en internet son la mayoría del gremio docente universitario colombiano.

Hay muchas cosas que conviene aclarar, pero todo es pérdida de tiempo si no se hace el esfuerzo de leer la correspondencia entre las FARC y ese grupo. Lo primero es que cualquiera razonará que los cargos de poder en ministerios y embajadas los ocupan en todos los países personas que enseñan en universidades, que se supone que son las que conocen los temas. Pero en Colombia lo que esas personas conocen es el marxismo y sobre todo el leninismo. ¿Para qué aludir siquiera a eso si nadie va a pensar qué implicaciones tiene? El conocimiento de la mayoría de esos profesores, de casi todos los que enseñan materias relacionadas con la administración del Estado en las universidades públicas colombianas, consiste en la forma de hacer la revolución. Pero ¿qué es la revolución? Bueno, la implantación de un régimen socialista sin propiedad privada y sin libertades.

Es obvio que a esa gente la derrota de las FARC le resulta una posibilidad indeseable, por mucho que sus relaciones directas con las actividades de la banda asesina sean muy tenues. Pero ¿qué resultan siendo quienes montan una campaña de legitimación de las organizaciones terroristas y al mismo tiempo obtienen rentas fabulosas gracias al poder que esas bandas han impuesto en las universidades y otras entidades estatales, sin hablar de que en caso de triunfo ocuparían la mayoría de los puestos de mando? La incuria intelectual de la mayoría de los colombianos, aun de los más entusiastas anticomunistas y defensores de la democracia, hace que nadie se preocupe de que eso siga ocurriendo. De que esos accionistas del terrorismo sigan ejerciendo una docencia que consiste por una parte en destrucción de las instituciones que aprueban la mayoría de los colombianos, y por la otra en promoción de sus propias carreras políticas.

Pero ¿y qué? Ni la relación de las clases poderosas con el terrorismo, evidente para cualquiera que conozca la condición de los promotores de esta campaña, ni la pasiva complicidad de la gente que no estudia esos temas ni tiene títulos (lo que la intimida) es nada en comparación con otro tipo de complicidad más dañina: la de quienes se indignan de que se señalen esas cosas y al mismo tiempo pretenden ser distantes de las FARC y del chavismo. ¡Ésos también obtienen lucros del hecho de no incomodar a los socios del terrorismo, y sus pretendidas críticas y condenas sólo sirven para neutralizar la resistencia o la crítica de personas que desean vivir en un país en paz! Esos distraídos son parte de un statu quo que vive cómodamente en medio de quienes se han lucrado copiosamente de los secuestros (decenas de dirigentes del PCC y otros grupos de izquierda que hacían de mediadores gracias a su posibilidad de influir en las bandas criminales y cientos o miles de activistas que colaboraban en la recogida de información).

Es necesario llamar la atención de la gente sobre el efecto de todo eso: el terrorismo no es un fenómeno ajeno a Colombia (en Twitter los patriotas se indignan de que se les cuestione la perfección de su país y la complejidad de las redes de poder de los empresarios del terrorismo: quieren que todo se acabe en Jojoy y Piedad Córdoba). El terrorismo existe porque muchísima gente saca provecho de él, bien directamente en el caso de los profesionales de la revolución que los colombianos pagamos generosamente para que conviertan en militantes antiamericanos y anticapitalistas a nuestros hijos, o en el de quienes intentan medrar gracias a su lealtad y simpatía con esos personajes.

Pero sobre todo gracias a la indolencia de la mayoría de la gente, para la que quien denuncia el sentido de toda esa complicidad, la relación absolutamente obvia entre la revolución y la lucha armada (no, no es que todos sean foquistas o terroristas, es que el fin de la propiedad sólo puede hacerse con violencia, y que al desaparecer los propietarios siguen existiendo los usufructuarios de los bienes producidos, como señalaba Nicolás Gómez Dávila), resulta incomprensible y fastidiosa, gracias a lo cual los usufructuarios lo pueden describir como un exaltado peligroso, paramilitar, extremista, etc. ("mil colinas" me llegó a llamar un cretino que colaboraba con la ola verde de Sudarsky, León Valencia y Sergio Otálora).

Los festejos por la muerte de Jojoy y la destitución de Piedad Córdoba, que sin duda será anulada por el correspondiente tribunal que resolverá las apelaciones, terminan siendo peligrosos por eso. El temible asesino ha caído, pero de las universidades salen cada semestre miles de reemplazos que no necesitan corretear por las selvas ni usar fusiles, pues sirven de muchas maneras a un poder que no es más que un viejo orden, y que incluso se presentan como opositores del terrorismo, pero son increíblemente, asquerosamente dóciles ante quienes encargan y cobran los crímenes. Para cometerlos siempre habrá niños pobres, precisamente gracias a la miseria que ese vasto parasitismo ocasiona.


(Publicado en el blog Atrabilioso el 29 de septiembre de 2010.)

lunes, enero 10, 2011

Abducción y amnesia

Esas dos palabras sirven para describir en el contexto colombiano lo que cierta jerga periodística ha dado en llamar "poder duro" y "poder blando": las dos formas en que una potencia se impone en el contexto global, bien con sus misiles y sus fuerzas especiales o bien con su prestigio, sus universidades, sus productos tecnológicos y sus industrias culturales.

El bando revolucionario en Colombia, que se describe a sí mismo como "izquierda democrática" y es en últimas sólo la expresión de los grupos sociales que siempre han dominado el país, cuenta con el poder duro de la amistad de las fuerzas extraterrestres que retienen a las personas que no contribuyen a la causa, y con el poder blando de sus redes de relaciones y del control de los medios de comunicación, gracias a los cuales los ciudadanos están a salvo de recordar siquiera que las víctimas existieron.

Claro que esas palabras, abducción, extraterrestres, hacen pensar a mucha gente que no se trata de algo muy serio, pero eso es por el efecto del poder blando: es decir, de los cientos de personas influyentes y "creadores de opinión" que se lucraban de los secuestros y viven dedicados a hacer creer a los incautos que tales hechos no tuvieron lugar y que Colombia es un país como los demás, con algunas confusiones derivadas de la falta de obediencia de los políticos a los tecnócratas.

Si lo que uno llama secuestros no eran abducciones, ¿cómo se explica que ninguna autoridad judicial se interese por las personas que se llevaban a las víctimas de las ciudades ni por los que controlaban sus horarios ni por los que pasaban información a los abductores sobre el patrimonio de ciertos ciudadanos? ¿Y que tampoco lo haga nunca ningún periodista?

Para que no hubiera ahí una presencia extraterrestre habría que empezar a preguntarse por la extraña desaparición de los medios de información de una importante líder del sector izquierdista del Partido Liberal, Martha Catalina Daniels, gran defensora de Ernesto Samper. Mejor dicho, habría que pensar que la desconcertante lealtad de ese partido con la senadora Piedad Córdoba, que abiertamente alienta a las FARC, tiene motivos muy, muy parecidos a los que tenía la finadita.

De modo que yo hablo de abducciones y extraterrestres por pura cortesía: en Colombia suponer que los secuestradores tenían cómplices y que las decenas de miles de millones de dólares que recaudaron las FARC con los secuestros y la Ley 002 enriquecieron a muchos miles de personas que viven orondas en las ciudades, es como estar loco o como ser un fanático amigo de los paramilitares. La primera organización económica del país obraba por altruismo y nunca tuvo quien le ayudara.

Y no hay que ser un lince para suponer que los entusiastas defensores de esa generalizada "presunción de inocencia" son a menudo quienes han obtenido ganancias gracias a esos hechos, como la mencionada senadora difunta y quienes la rodeaban. El problema no es que tales personas controlen a los jueces e intimiden a todo aquel que los denuncia, sino que los demás no ven ningún problema en su impunidad y aun en su poder.

La Colombia de hoy en día es un país en el que ese pasado resulta casi honroso, y las nuevas generaciones de pensantes, críticos y revolucionarios, las de los hijos de quienes se enriquecieron secuestrando gente y cobrando extorsiones son EXACTAMENTE las que se rebelaron hace unos meses en aras de la "decencia". ¿O alguien recuerda una sola vez en que uno solo de los simpatizantes de la ola verde se preocupara por los cómplices de los secuestros? ¿O a alguien se le ha ocurrido poner en duda que el Partido Comunista que organizó y dirigió abiertamente las FARC por muchos años encuentra recursos fabulosos, inconmensurables, para las dos campañas de Luis Eduardo Garzón en 2002 y 2003 por pura solidaridad de los entusiastas de la justicia social?

En fin: el poder de la izquierda democrática se ejerce en varios niveles o estratos. Hay un aspecto duro de quienes organizaban las extorsiones y mandaban niños rústicos a castigar a quien no pagaba, y de quienes hicieron carrera política con esos recursos fabulosos, hay un aspecto intermedio de quienes elogian día tras día a los líderes de la izquierda democrática en la prensa o, peor, de quienes tienen por oficio hacer olvidar ese poder, y hay unos estratos bajos, que son los de la mayoría de los colombianos, criaturas serviles que no llegan a molestarse siquiera porque los proveedores de iniquidades sean poderosos y ejerzan de maestros de moral.

Lo cierto, lo innegable, es que los secuestros y extorsiones fueron un negocio muy seguro y muy rentable, y que son muchos más los que prosperaron gracias a ellos que los que ven con alguna inquietud ese poder, que se ha hecho hegemónico en los medios de comunicación, en las redes sociales, en la prensa, en el gobierno local, en las universidades y en las instituciones de justicia.

Y es que sinceramente tampoco hay por qué juzgar a quienes al menos obtienen algún provecho de la complicidad con esos hechos cuando son mayoría quienes sólo se halagan a sí mismos poniéndose de parte de los primeros. Los canallas desprendidos y gratuitos son los más dañinos, no porque sea mayor su perversidad sino porque lo es su número:
Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos,
que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenos.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 22 de septiembre de 2010.)

lunes, enero 03, 2011

El chico de la camiseta



Cuando se piensa en los nombres que la mayoría de los colombianos ponen a sus hijos, es imposible no sentir que esas personas tienen zapatos de cartón y casas de tela asfáltica, la diferencia es que el nombre es gratis. Pero, ojo, sólo es el nombre de pila. El apellido es otra cosa. El apellido habla del linaje y de la condición social, y sólo en circunstancas muy especiales es posible cambiárselo, como hicieron los hijos de Pablo Escobar.

La reacción de la mayoría de los colombianos ante el privilegio y el linaje se podría representar con los nombres de pila que suelen ostentar. Los Ponce de León, De Brigard y similares despiertan un odio inmediato y un sentimiento de agravio e injusticia, salvo que tengan alguna relación personal con sus enemigos espontáneos, cuyo coxis se sacude entonces en un gesto de solicitud y simpatía. Los que entablan tales relaciones se convierten rápidamente en los más resueltos despreciadores de la chusma envidiosa y resentida.

Pero sin duda no hay lugar en el mundo en el que dichos privilegios no despierten sentimientos encontrados. En Desde los acantilados de mármol, Ernst Jünger dice que en medio de los cambios de la vida siempre hace falta alguien que tenga una noción clara de las cosas, y que por eso todos los pueblos honran la nobleza de sangre. Y en todas partes aquellos que destacan o prosperan intentan garantizarles ventajas a sus hijos, reproduciendo el orden de privilegio que odiaban cuando eran de la masa.

Lo cierto es que las personas de apellidos ilustres existen y discretamente conservan mucho poder y prestigio, por mucho que no se las perciba en los medios de comunicación. Con frecuencia proceden de reyes o héroes de la Edad Media y lo más seguro es que cada individuo de esos grupos crezca con nociones de superioridad sobre la gente ordinaria. Con anhelos de emulación respecto a sus antepasados importantes y a los poderosos del mundo, respecto de los cuales no se sienten menos.

Un ámbito en el que he encontrado nombres de ésos es en los documentos académicos de medicina, en los que, todo hay que decirlo, cuando se trata del medio anglosajón son mucho más raros los apellidos hispánicos que los árabes. Pero seguro que en todos los clubes de privilegiados hay gente de ésa, y que conserva poder.

Todo eso me viene a la cabeza pensando en la imagen del Che Guevara, que no sólo ostentaba los apellidos más prestigiosos, sino que era taranieto del hombre más rico de Sudamérica en sus días. Para mí que el revolucionario argentino representa a esa clase de gente más que a los pobres que quería redimir, o que la mera fiebre psicopática que quieren ver sus más rabiosos detractores, que a veces parecen sacar una imagen especular de la hagiografía que divulgan los comunistas.

Creo que no se puede entender al personaje sin considerar ante todo esa condición social y ese afán de "hacer historia". Y que no se puede entender la tragedia de Hispanoamérica sin pensar en los millones de personas que han querido seguir su ejemplo. Y que la clave de sus sueños políticos está en el origen mismo de las sociedades hispánicas, más que en las teorías de Marx.

Es muy llamativo que el "hombre nuevo" que quería crear Guevara se distinga por ese rechazo absoluto de la codicia y el individualismo, de la frivolidad y la falta de trascendencia. El "hombre nuevo" de Guevara es sólo el monje-soldado de Ignacio de Loyola, el paraíso igualitario y justo ya lo ensayaron los mismos discípulos de Loyola en las famosas misiones del Paraguay, y el odio a Estados Unidos ya era una tradición antiquísima, mezcla del rencor español por las derrotas contra Inglaterra y del rechazo del protestantismo y el liberalismo de las clases altas de Hispanoamérica.


Es muy curioso el contraste entre el redentor mítico creado por la propaganda —que en gran medida corresponde a la realidad—: el joven apuesto, fuerte, sano, culto, inteligente, noble y aun bondadoso, y lo que ha sido su herencia en la región, una orgía creciente de crímenes cada vez más mezquinos y brutales. Se equivocan quienes quieren ver en el Che alguna perversidad especial, más allá de una ideología de resentimiento y crimen que por ejemplo afloró en el bogotazo. Una ideología a la que él le daría forma y liderazgo, pero que de todos modos predominaba antes de él y predomina ahora en la región.

Pero el contraste es aún mayor si a su vida se la compara con la clase de gente que se "identifica" con su mito en Europa. ¿Qué clase de idiotas salen todavía con la camiseta del Che Guevara? Son muchísimos, y para mí que podrían tener igual la camiseta de Pablo Escobar, como algunos en Italia, y eso porque no han disfrutado de la marihuana y el reggae, que entonces llevarían la de Bob Marley.

Así, el adalid enredado en la orgía totalitaria y en las mentiras de la historia de Hispanoamérica resulta el símbolo de una rebelión vulgar, inane, anodina y ociosa. No sólo un producto de consumo, como han señalado tantos, sino un producto para la vanidad de la gente a la que más profundamente despreciaría.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 15 de septiembre de 2010.)