sábado, abril 15, 2017

La posición clara de Uribe


El Centro Democrático vive en estos días un conflicto interno que podría conducir a su división. En realidad, lo raro es que se mantenga unido, lo cual sólo se explica por el oportunismo de todos los que lo dirigen, que simplemente se amparan a la sombra del Gran Colombiano y conviven con gentes cuyos valores e ideas son los opuestos. Claro que en todos los partidos hay discrepancias y facciones, y más aún rivalidades personales, pero que en plena campaña el candidato le pida a un senador que renuncie a su curul, como hizo Óscar Iván Zuluaga en 2014, ya es inaudito.

Las presiones para hacer candidato a Iván Duque han forzado la resistencia de sectores conservadores y la apertura de hostilidades. Sencillamente, el CD no tiene sentido porque es un partido a la vez de izquierda, de centro y de derecha, conservador y liberal, pacifista y crítico de la paz. El CD sólo se une por la adhesión a Uribe, que a la vez está con los promotores del terrorismo como Angelino Garzón y con sus víctimas. A pesar de la popularidad del expresidente, sus sobrehumanos atributos no le dan para vencer el viejo refrán de que "el que mucho abarca poco aprieta".

Tras el escándalo que ocasionó el tuit en que Uribe anuncia que su partido no intentará revocar los acuerdos, en su misma cuenta apareció este escrito (que "a su manera" respalda). No es algo que publique Ernesto Yamhure sino Uribe, atribuyéndole la autoría a aquél.
Sobre la traición y la responsabilidad

Yamhure


Unos quieren plantear el asunto como un escenario de traición de parte suya. También caen en el ataque vil como el que me hicieron.
Efectivamente, pese a la proeza inverosímil de presentar un asunto como un escenario, no se puede decir de ningún modo que Uribe traicione a los uribistas, porque éstos se reconocen por estar de acuerdo con Uribe. Y el aserto tampoco sería cierto si diera a entender que traiciona a quienes compartían con él determinada opinión, pues tanto Uribe como los dirigentes del CD siempre han mostrado su apoyo (con críticas constructivas) a las negociaciones de La Habana. Nadie se puede sentir traicionado porque no quisiera ver lo que tenía delante o quisiera interpretarlo al revés. En ese punto el error no está en Uribe ni en los uribistas, sino en los que no quieren hacer frente a la realidad. (En este post he demostrado esa adhesión clara del uribismo a "la paz", si no reinara la mala fe se admitiría que es algo indiscutible, también por parte de Uribe.)

Respecto al "vil" ataque que dice haber sufrido Yamhure (y que no explica), creo que alguien debería escribir la novela de la persecución a Ricardo Puentes Melo, porque se podría ver al amanuense de Uribe ya no como un canalla, sino claramente como un malhechor.
Con cabeza fría he redactado este artículo para mañana en el que pongo el asunto en el plano que debe estar: el de las ideas.

Una posición responsable

En los últimos días hubo oportunidad de leer algunas posiciones y reflexiones del expresidente Álvaro Uribe sobre el futuro del acuerdo de paz después de 2018, año en el que se espera que la oposición gane las elecciones presidenciales.
 
El debate comenzó por cuenta de unas declaraciones del senador José Obdulio Gaviria en las que aseguraba que el Centro Democrático en el poder reversaría algunos elementos del acuerdo Santos-Farc.
Fieles a su posición, Uribe, Gaviria y Yamhure pasan por encima del hecho de que esos acuerdos fueron rechazados en el plebiscito al que tanto se opusieron. Ya apoyaron la violación monstruosa de la ley consistente en negociarla con quienes la violan, ¿por qué no van a seguir ayudando a pasar por encima de lo que la gente votó? Claro que para quienes han ido a la universidad hace falta una aclaración: resulta que en la idea de "reversar (?) algunos elementos del acuerdo" se da por sobreentendido que éste tiene valor jurídico. ¿Lo tiene? Para Uribe y los uribistas sí, es lo que dicen. Quienes mienten y engañan no son ellos, sino quienes viven interpretando sus palabras para que resulte que no están con Santos y las FARC.
La discusión está servida: ¿Qué debe mantenerse, qué debe modificarse, qué debe mejorarse y qué debe suprimirse? Y ahí entró el expresidente Uribe a separar los elementos del análisis. Nadie con un mínimo de sensatez estará en contra de que, por ejemplo, las Farc concentren a sus integrantes en determinadas zonas de ubicación temporal. Tampoco habrá disenso en que se produzca una desmovilización de los guerrilleros de la base con una amnistía amplia y generosa para todos aquellos que no hayan cometido crímenes de lesa humanidad.
¿Qué debe mantenerse del acuerdo? NADA, porque no existe, no tiene valor jurídico, fue rechazado por el pueblo en plebiscito. El problema, lo que no se quiere ver, es que ese acuerdo no sólo era el propósito de Santos y las FARC sino también del uribismo, que intenta mantenerlo y no sencillamente revocarlo. Con apego a la ley y a la democracia, habría que procesar a quienes lo han llevado a cabo, pues su contenido es una suplantación de la Constitución y su trámite surgió de un engaño.

Es que ese "mínimo de sensatez" que demandan Uribe y Yamhure supone la aceptación de la negociación. Pero es aún más grave porque las FARC no se están concentrando en determinadas zonas de forma temporal sino tomando posesión de amplios territorios sin la menor contraprestación. No se han desmovilizado, no se sabe quiénes son sus integrantes y es muy posible que tengan ahí a clientelas que esperan disfrutar de rentas cómodas declarándose parte de las organizaciones de nuevos amos. Los verdaderos miembros de las FARC se volverán activistas políticos legales en otras partes, y si son jóvenes y aptos para matar y secuestrar, se integrarán en el ELN, como ya ocurrió con el M-19.

Pues con la máxima insensatez tenemos que decir que sí habrá "disenso" en que se produzca una desmovilización de los guerrilleros de base, porque esa desmovilización no está contemplada en los acuerdos: como en un cuento de Borges, en que se dice "Ni el prohibido perdón ni la recomendada crueldad tuvieron ocasión de ejercerse", los colombianos no pueden perdonar ni dejar de perdonar a los terroristas porque la negociación comporta un reconocimiento de legitimidad a las bandas. No serán los demás colombianos quienes castiguen o perdonen a los terroristas, sino lo contrario. Eso es lo que llaman "jurisdicción especial para la paz", y ese castigo a quien se considere causante del conflicto está contemplado hace tiempo en los planes del gobierno y las FARC. (Al respecto, lean este impagable anuncio del magistrado Rodolfo Arango.)

De modo que Uribe y Yamhure no sólo aplauden la llamada negociación de paz y reconocen la violación de la soberanía popular sino que ayudan a divulgar las mentiras del narcorrégimen.

¿Quiénes han cometido delitos de lesa humanidad? Por ejemplo, ¿un niño que castró a un policía podría haber cometido un delito de lesa humanidad? Si es así, ni Hitler ni Himmler ni Heydrich ni Bormann ni Goering ni ningún jerarca nazi cometió delitos de lesa humanidad, sino algún rústico reclutado para las SS. Todos los miles de crímenes de lesa humanidad los cometieron todos los jefes terroristas, pues quienes los cometían simplemente obedecían sus órdenes. Pero ¿hay acaso algún reconocimiento de cada acción que pudiera ser susceptible de ese castigo? Ni lo hay ni lo habrá. Lo del castigo específico de esa clase de crímenes es la propaganda del narcorrégimen que sus socios divulgan.
El estado de no violencia es fundamental. Que los ilegales dejen de matar, dejen de extorsionar, de traficar estupefacientes, de desplazar campesinos, de reclutar a niños. Aquello debe mantenerse.
Préstese especial atención a este párrafo, porque la mentira es sencillamente una burla. ¿Han dejado los ilegales de PRODUCIR cocaína? ¿Alguien cree que van a dejar de hacerlo? Ni se menciona. ¿Hay un "estado de no violencia"? Como ya he explicado, los terroristas aptos se integran en el ELN, pero ¿no desplazan campesinos de las áreas que les entrega el gobierno? Todo es excesivo, una mentira monstruosa, porque mientras descubrimos esa mentira pasamos por alto que ese "estado de no violencia" (el mismo "cese al fuego bilateral" llamado por otro nombre para consumo de uribistas) presupone la impunidad efectiva de los terroristas y el desistimiento de la ley. Insisto, ya demostré que los uribistas siempre han apoyado la negociación, pero lo negarán haciendo caso omiso de las pruebas. Si después de las infinitas atrocidades de las FARC se llega a un "estado de no violencia", toda la ley penal sobra, pues ¿quién va a denunciar un secuestro si tras pagar el rescate se llega a un "estado de libertad"? El que vaya a denunciar pone en riesgo el "estado de libertad" y aun su vida. Eso no lo digo con sarcasmo, no es sarcasmo, es sólo el punto de vista del secuestrador. Es que en aras de intereses mezquinos y de su cuota de poder, Uribe y su sanedrín reproducen las razones de las FARC y Santos.
Pero al mismo tiempo hay elementos que son de obligatoria revisión, para efectos de proceder a introducir los cambios que sean necesarios. El primero de ellos, los alcances de la denominada justicia especial de paz, mecanismo macabro que romperá en mi pedazos la juridicidad colombiana y convertirá a la justicia ordinaria de nuestro país en una convidada de piedra. La manera como se integrará el tribunal, la forma como se designarán los magistrados y los alcances infinitos de la jurisdicción son elementos que no son admisibles, tal y como han sido planteados.
Una vez que se defiende la negociación (para la que se resucitó a una banda derrotada y en realidad desterrada) y también el acuerdo final, llega la hora de hablar con autoridad sobre lo que es "de obligatoria revisión", ojo "para efectos de proceder a introducir los cambios que sean necesarios". Alguien lo entiende. Yo no. Es que no tengo estudios. Hay elementos que son de obligatoria revisión, para efectos de proceder a introducir los cambios que sean necesarios. Entonces llega el matiz de los límites de la JEP, toda vez que los nuevos jueces podrían molestar a los uribistas. Lo demás no importa, los muertos y los mutilados y los arruinados por el secuestro, que agradezcan el "estado de no violencia".
Tampoco es aceptable que un delito autónomo como el narcotráfico pase a convertirse en conexo del delito político para efectos de cobijarlo con amnistía.
Uno que razone como Uribe-Yamhure cae en una isla de caníbales y al cabo de poco tiempo empieza a convencerlos de que no se coman la carne humana cruda. Resulta que no hay ningún problema en que la producción y tráfico de drogas sea "conexa" a los delitos "políticos" sino que haya delitos que resten penas de otros. ¿De modo que producir o vender cocaína no debe restar pena pero matar gente y pretender imponer un régimen de partido único sí? ¿En qué ordenamiento jurídico existe algo así? Obviamente en ninguno. Es como si se redujera la pena a los asesinatos de Alfredo Garavito porque su motivación era sexual. Pero para los uribistas no hay ningún problema porque son bastante parecidos a Santos y al hampa que lo sostiene.
Aquella nueva calificación del narcotráfico pone a la democracia colombiana al borde del abismo y amenaza con convertir a nuestro país en un narcoestado.
Insisto, si hubiera comprensión de lectura Colombia avanzaría muchísimo. Resulta que legitimar el negocio de la cocaína pone la democracia colombiana al borde del abismo porque NO LO ESTÁ. ¿Quién va a atreverse a cuestionar una democracia cuyas leyes son dictadas por una secta de sociópatas? Podría considerarse un pequeño defecto de una democracia, no es cuestión de arrastrarla hasta el borde del abismo y "amenazar con convertir a nuestro país en un narcoestado", cosa que obviamente no es (según Uribe-Yamhure).
Adicionalmente, el acuerdo con las Farc debe ser modificado en temas sustantivos como los son la reparación a las víctimas, el esclarecimiento a la verdad y la garantía de no repetición. Tal y como está la redacción del documento actual, un reincidente podrá mantener los beneficios que otorga la JEP y aquello, en pocas palabras, significa que los guerrilleros de las Farc han quedado con una licencia ilimitada para delinquir.
El acuerdo con las FARC no existe, no tiene ninguna validez y el pueblo lo ha rechazado. Los uribistas lo aceptan y sólo buscan mejorarlo de forma que convenga a sus intereses. Durante más de seis años sólo los cuatro gatos (el número es una exageración) de este blog hemos visto que el uribismo se sometía, pero eso no quiere decir que no seamos un bando diferente. Como los primeros que se abstuvieron de comer carne humana en las comunidades caníbales. Este párrafo del escrito de Uribe-Yamhure reincide en el apoyo al acuerdo. Las modificaciones hacen pensar en alguien que desaprobara los arañazos y mordiscos en las violaciones. 

En realidad, no hay nada nuevo en todo eso que dicen y hacen. Sólo unos pocos se incomodaron por la candidatura de Iván Duque, un personaje al que extrañamente el narcorrégimen no intenta matar ni encarcelar sino que lo promueve en los medios. Me atrevo a suponer que en cierta medida habrá un pacto entre el uribismo y el gobierno para hacerlo elegir, pacto que Santos romperá cuando Duque sea el candidato. Pero todos esos descontentos deberían plantearse cómo es que no vieron que todo eso lo dicen y hacen los uribistas desde 2010.
Esas y otras consideraciones adicionales fueron ampliamente expuestas durante la campaña del plebiscito que tuvo lugar el pasado 2 de octubre. El pueblo concurrió a las urnas y mayoritariamente respaldó la opción del NO.

El presidente Uribe y demás líderes del NO, entre los que se contaban los 3 precandidatos del Centro Democrático a la presidencia, el exprocurador Ordóñez, la exministra Martha Lucía Ramírez, cristianos y representantes de las víctimas hicieron lo que correspondía: establecer un diálogo con el gobierno para efectos de encontrar un mecanismo que no generara traumatismos institucionales con miras a incorporar un nuevo acuerdo que incluyera todas, absolutamente todas, las exigencias de los ciudadanos que votaron por el NO.
La relación con los colombianos plantea siempre un problema de comunicación. Veamos. Yo me opongo a la negociación con los terroristas y voto NO. Pero el resultado de mi voto es que me representa Yamhure, que se oponía a votar NO. Es genial. Es la cultura del país, donde siempre aparece la camarilla de lambones representando a los demás viendo "cómo van ellos" ahí. Pero el párrafo contiene otra perla que el señor Ordóñez debería aclarar lo antes posible. ¡El pueblo votó no pero los representantes autodesignados del pueblo fueron a modificar el acuerdo en aras de uno nuevo que incorporara ABSOLUTAMENTE, ABSOLUTAMENTE (insisto, Colombia no es parte de la humanidad) todas (TODAS) las exigencias de los ciudadanos que votamos por el NO! ¿Cómo las conocerían? El pueblo votó NO pero ellos se convirtieron en sus representantes y fueron a decir SÍ, pues la pregunta no era si se modificaba el acuerdo ni si salía uno nuevo. Eso es el interés del uribismo, no del "pueblo".
Y aquella actitud era la que requería el momento histórico. No fue, como se ha querido insinuar desde algunos sectores, un acto de traición, ni mucho menos. Aquello era lo que podían y debían hacer aquellos que ejercieron la vocería ciudadana.
No fue un acto de traición sino de suplantación. Sencillamente, nadie los nombró representantes de los ciudadanos que votamos NO. Ejercieron la vocería ciudadana para encauzarla hacia la satisfacción de sus intereses particulares, nadie los nombró para eso. Si fueran la oposición habrían declarado nula la negociación, pero es que sólo son el adorno del narcorrégimen.
Distinto fue lo que hizo el gobierno que de manera tramposa, mientras dialogaba con los jefes de la oposición, se fue a La Habana a maquillar el acuerdo improbado para luego desconocer el resultado de las urnas e imponer el documento de manera ilegítima a través de unas mayorías clientelistas en el Congreso de la República. 
Nadie puede esperar que un demócrata integral como el presidente Uribe, respetuoso de las instituciones obrara de manera distinta. Su deber con los millones de colombianos que acogieron sus argumentos y votaron por el NO, pero además su responsabilidad con Colombia, lo obligaban a proceder como hizo en ese momento y lo obligan a plantear el futuro del acuerdo de paz en los términos que ahora está utilizando.
Pero, ¿qué clase de demócrata integral puede suscribir un crimen monstruoso como la negociación de paz con los terroristas, para la cual se han cometido todos los crímenes? Es la retórica del maoísmo, el elogio debido al amado líder (a ver quién ponía en duda que Pol Pot, Kim Il-sung o Mugabe son "demócratas integrales"). Este demócrata integral se opone a que se vote NO a un acuerdo criminal (el documento oficial del CD se quejaba de que no les dejaban otra opción) y después resulta el representante de los que votamos NO, en aras de sus intereses particulares. Ahora espera recuperar una partecita del poder llevando a su candidato conjunto con el gobierno y para eso anuncia que reconoce el acuerdo final, al que en realidad sólo le falta alguna concesión para que los tontos que todavía lo siguen se consuelen.

Empecé suponiendo que el desacuerdo con la candidatura de Duque llevaría a la ruptura del CD. Pensándolo bien es dudoso. Ya son demasiados años para que los ahora descontentos no hayan querido enterarse de lo que hace el CD respecto de "la paz". Todavía llaman a Uribe a recapacitar y elogian sus infinitas virtudes. Algún gesto comprensivo del gran timonel los hará recapacitar a ellos. Incluso dudo de que haya una candidatura de Ordóñez, nadie va a soportar que lo acusen de dividir el uribismo.

La tiranía y aun la hambruna (como en Venezuela) son un hecho. El que pueda que emigre a tiempo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 1 de marzo de 2017.)

viernes, abril 07, 2017

La zona oscura

Por @ruiz_senior

Las recientes protestas del uribismo tras la prevista aprobación por el Congreso de puntos muy sensibles del acuerdo de La Habana son en cierta medida desconcertantes, pues parece puro fingimiento, dado que se sabe desde el comienzo qué se buscaba con los diálogos y sencillamente no se ha querido hacer nada para impedirlo, únicamente aprovechar el descontento para acceder a las curules desde las cuales lloriquear y en algunos casos entenderse con los demás congresistas en aras de beneficios personales o grupales.

Lo mismo se puede decir de las movilizaciones previstas, cuyo motivo no son los acuerdos de paz sino la corrupción del gobierno, como si alguna vez en algún país hispanoamericano hubiera habido un gobierno al que no se acusara de corrupción para derribarlo. Tácitamente hay una aprobación de esos acuerdos, que, según manifiesta Uribe en un tuit muy comentado, no intentarán revocar sino corregir para que no conduzcan a un régimen castrochavista. Un régimen castrochavista ya existe en Colombia desde 1991, cuando el crimen organizado accedió al control del poder judicial (personajes tan fascinantes como Carlos Gaviria y Eduardo Montealegre fueron presidentes de la Corte Constitucional, mientras que otros magistrados hicieron su carrera como militantes de organizaciones marxistas ligadas al terrorismo, caso de Alfredo Beltrán o Armando Novoa, por citar sólo un par de ellos).

Para Uribe y su sanedrín ha habido siempre algo más importante que el porvenir del país, evidente desde que Santos anunció en su discurso de posesión de 2010 que la llave de la paz no estaba en el fondo del mar. Se trata de su cuota de poder, que puede menguar pero no desaparecer de golpe. De ahí esa percepción de "normalidad" que se evidencia en el "rechazo al gobierno corrupto", como si la entrega del país a una banda de asesinos fuera igual que cualquier desmán de algún funcionario. (A propósito, es muy llamativo que la corrupción aumentara durante los gobiernos de Uribe, respecto al de Pastrana, aunque eso se podría atribuir a la multiplicación de las oportunidades empresariales que trajo la mejora de la situación de seguridad.)

Pero de eso ya me he ocupado en muchísimos posts de este blog, lo que me interesa señalar es que nada de eso ha tenido la menor resistencia ni el menor reproche hasta la reciente carta de algunos comentaristas descontentos. Con perdón por la jactancia, fuera de este blog no recuerdo a nadie que estuviera fuera de dos bandos claramente identificables, el de los odiadores de Uribe que acompañan toda la persecución mediática y judicial, y el de sus adoradores, que NUNCA dijeron nada de que en las elecciones de 2011 no hubiera ningún candidato diferenciado de los que promovía Santos (salvo Peñalosa, que resultó elegido en 2015 con el apoyo de grupos afines al narcoterrorismo y que simplemente era la alternativa a Petro; probablemente habría ganado en 2011 de no ser por el apoyo de Uribe, al ser tan urgente para el gobierno impedirle a éste demostrar que los votos eran suyos, por lo que se promovieron las tres candidaturas de distracción que permitieron ganar al payaso).

NADIE se sintió incómodo cuando Óscar Iván Zuluaga aseguraba en un artículo publicado en El Tiempo el 7 de agosto de 2011 que el gobierno merecía aprobación, ni cuando ya en 2012 aseguraba que quería que a Santos le fuera bien porque era lo que convenía a su partido (el PSUN), ni cuando Rafael Nieto Loaiza aseguraba que "sólo los criminales" deseaban que a Santos le fuera mal en sus negociaciones de paz. Francisco Santos declaró en una entrevista que si su primo conseguía la paz sería "el rey del universo". Fui el único que la leyó. La he enlazado MUCHOS MILES de veces en Twitter y NUNCA nadie me ha dicho que la conociera o que supiera que el uribismo aprobaba la negociación o que alguien discrepaba de Santos. 

Mucho más grave es que tampoco nadie discutiera nunca que la propaganda del gobierno confundía "paz" con "negociaciones de paz". Como ya he señalado, para mantenerse en una zona de confort se asumía que los colombianos aceptarían el atajo de la negociación, cosa que en sí es complicidad con el crimen, pues tácitamente el Estado renuncia a la ley. Pero como no es cuestión de ser descritos como culpables de la "guerra" ("enemigos de la paz"), pues tampoco va a pasar nada con que "paz" sea lo que se hacía en La Habana. Buenas personas, al fin y al cabo, en lugar de crear problemas con la semántica, denunciaban todos los días las atrocidades terroristas, como si no se cometieran precisamente como "pedagogía de paz". Como quien negocia un secuestro les pone a los paganos la grabación con el llanto del niño para convencerlos de que paguen, así estos "descontentos" publicaban el horror sin negarse a premiarlo, a lo sumo matizando algunos puntos y siempre buscando producir la impresión en el público de que ellos eran los "intérpretes de la angustia popular".

En las tres elecciones que se celebraron en 2014 (las legislativas y las dos vueltas presidenciales), tampoco hubo el menor interés en aludir a la "guerra", o sea, a la "paz". En la cuenta de Twitter de Óscar Iván Zuluaga se hablaba de "consolidar la paz" mediante inversiones en Inzá, pero fui el único que lo leyó. También lo he mostrado cientos de veces en Twitter, pero en los terminales ajenos no llega, nadie lo vio. El único que recuerdo que con ocasión de esas campañas manifestó algo sobre la paz fue Saúl Hernández, que protestaba porque se la utilizara como tema electoral. Debería prohibirse. Para que no crean que me lo invento, cito el fragmento.
Por eso, un tema tan azaroso, que suele ser presa del oportunismo político, debería estar excluido del debate electoral.
Esa renuncia generalizada a la verdad, que es lo que hay en esa aparente filigrana semántica, tampoco la detectó nadie, y los uribistas proclamaban después de las elecciones que nada habría cambiado con Zuluaga respecto a "la paz". ¿O alguien ejecutó la inverosímil proeza de leer esta perla del uribista Sergio Araújo, entenderla y darse por enterado? 
Un gobierno de Zuluaga habría sido reconciliador. La suya hubiera sido una paz responsable. Su álter ego, Luis Alfonso Hoyos –y no Uribe– habría sido el hombre más importante del Gobierno. Y Colombia hubiera dado seguramente el salto educacional que nos insertara en el primer mundo, transformándonos.
Nadie lo leyó. Es sencillo, lo he explicado muchísimas veces con base en lo que afirmaba Octavio Paz: la Contrarreforma de los siglos XVI y XVII dejó en la América española el rastro del rechazo a la crítica. No hay discusión real porque en cualquier momento Roma locuta, resulta uno discrepando con Uribe y echa a perder su carrera. En el mismo enlace afirma Mauricio Vargas que un grupo de amigos de Uribe lo intentaba persuadir para que aplaudiera los acuerdos. Parece que lo convencieron.

Tras las elecciones declaraba Óscar Iván Zuluaga:
Siete millones de colombianos cuya voz tendrá que ser escuchada por el nuevo gobierno. Aquí hay una opinión ciudadana que reclama un espacio en la política de construcción de la paz negociada.
(Citado por Rafael Guarín en un artículo obviamente dedicado a aplaudir la paz negociada y a llamar a la inclusión del uribismo.) 

Pero eso tampoco lo leyó nadie, no faltaría más sino que además lo recordaran. Y no obstante lo que ocurrió después fue mucho peor: ¿qué pasó con las reuniones de representantes del uribismo con Álvaro Leyva? No le interesan a nadie y son paparruchas tan despreciables que nadie las va a comentar, como el testimonio del vendedor de fruta que vio a Sigifredo López dirigiendo el secuestro de los diputados, según el inefable Montealegre. (El caso de ese asesino bastaría para demostrar que el uribismo es sólo una farsa de unos canallas, una evidente suplantación de la sociedad en aras de beneficios particulares: se renuncia a la justicia a cambio de quién sabe qué incentivos.)

Y como NADIE sabe ni quiere saber, salvo los "exegetas", que siempre interpretan las cosas de modo que resulte lo que quieran, tampoco se puede conocer lo que piensa NADIE del proyecto de acordar una Constituyente con las FARC, explícito en este artículo de Juan Lozano que Uribe divulgó en su cuenta de Twitter y que obviamente corresponde a los cálculos del uribismo. Por entonces creían posible anular el referendo, que daban por perdido pues ¿quién no va a aprobar una paz estable y duradera? La solución, visto que el acuerdo que pedía Zuluaga y proponía Guarín no se conseguía, era acordar una Constituyente en la que a cambio de la sumisión a la paz las FARC concederían algo al uribismo, yo casi apuesto a que sería la posibilidad de Uribe de volver a ser candidato.

En ese escrito, Lozano le reprocha a Santos incumplir sus promesas a las FARC, pero curiosamente NADIE lo leyó. Ahora se sorprenden de que Uribe anuncie que no buscará revocar el acuerdo final, pero ¿no es un poco cínico y a la vez ridículo sorprenderse? Es ocasión simplemente de renovar el voto de amor al Gran Timonel y advertirlo contra los malos consejeros, recomendándole que dé marcha atrás y mantenga la ficción de que se opone al acuerdo, como en aquella canción de Camilo Sesto:
Miénteme, porque sólo así me harás saber / que aún nos podemos entender. / Miénteme, tus ojos dicen la verdad, / miénteme.
Y es que sólo esa ficción permite mantener los hechos reales en esa zona oscura en la que no existen, en la que se puede no ver lo que abiertamente ocurre hace muchos años.

Cuando se acusa a los uribistas de rendirse lanzan su protesta: #NoClaudicamos. Ya claudicaron en 2010 y en realidad antes, cuando el gobierno en lugar de acabar con el engendro del 91 prefirió "corregirlo" sólo para poder instaurar un "uribato" inspirado en Mao Zedong y el "culto de la personalidad" que cultivó el comunista chino. Y cuando en combinación con esa proeza aplaudieron la alianza con la politiquería regional y Santos para conservar su cuota de poder.

Y es que el problema de Colombia no es el narcoterrorismo ni la mafia gubernamental sino el uribismo, tal como el enemigo de la salud en África no es el mosquito que transmite la malaria sino la falta de políticas eficientes para erradicarla. No habrá remedio para Colombia mientras no haya una movilización ciudadana que incluya al uribismo en el bando de "la paz" y lo rechace tajantemente, y eso no ocurrirá durante mucho tiempo. Tampoco habrá después de 2018 ningún gobierno uribista, pues la alianza planeada con el gobierno y sus aliados para hacer elegir a Duque se acabará en cuanto sea el candidato oficial: ya no lo querrán tanto los medios y puede que algún juez le encuentre alguna conducta dudosa. Pero es que ¿qué candidato es? ¿Qué representa? Bueno, representa el uribismo, la más vil politiquería y falta de principios que ha permitido la instauración de una dictadura criminal de la que será muy difícil salir.

Pero insisto, para la historia quedará esa derrota total y previsible, para la historia de la conciencia quedará ese milagro increíble de que NADIE haya visto lo que pasaba. Esa zona oscura en la que los hechos obvios no demandan respuesta y ni siquiera se registran.

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de febrero de 2017.)