sábado, noviembre 19, 2011

Tropos y mentiras



Para no enredarme explicando qué es tropo, copio la definición del diccionario:

2. m. Ret. Empleo de las palabras en sentido distinto del que propiamente les corresponde, pero que tiene con este alguna conexión, correspondencia o semejanza. El tropo comprende la sinécdoque, la metonimia y la metáfora en todas sus variedades.
Descartemos la metáfora, que es algo más conocido y menos interesante en un texto sobre la ingeniería de las palabras. La sinécdoque es un uso de términos con un sentido diferente al suyo propio, que comporta la inclusión: la parte por el todo ("la mano que mece la cuna"), o al revés; la especie por el género, o al revés, etc.. Voy a poner algunos ejemplos característicos de uso perverso o de efectos perversos.

Noruega
Tras la masacre de Oslo y la isla de Utoya, muchos usuarios de Twitter razonaban: "Bueno, al menos Noruega se dará cuenta de lo bueno que es el terrorismo y dejará de apoyar a las FARC". Eso produce mucha impaciencia. ¿Qué es Noruega? ¿En qué sentido Noruega puede apoyar a las FARC? En todos los casos se trataría de sinécdoque, pero ¿manifiesta de algún modo el Estado noruego reconocimiento por las FARC? ¿Alguien ha evaluado el apoyo de los ciudadanos noruegos a las FARC? La generalización brutal corresponde a la expresión de un prejuicio extremadamente dañino: el de que las FARC son algo ajeno a Colombia y a los colombianos. Esa cómoda y absurda presunción hace que los dirigentes del Partido Comunista, que creó las FARC y que las apoya públicamente, como Carlos Lozano Guillén, representante de Tirofijo en la "comisión de notables" de tiempos del Caguán, obre como pacifista y cuente con una nutrida tropa de escoltas pagados por los colombianos. Quienes acusan a "Noruega" no obran de mala fe, pero sí crean una simplificación errónea y peligrosa. La mayoría de los países de Europa occidental han acogido a miembros de las FARC y en todos ellos hay simpatizantes de la organización terrorista, aunque la proporción siempre es inferior a la de colombianos. Como mucho se podría decir, y eso sin suponer un reconocimiento oficial, que la socialdemocracia noruega es complaciente con las FARC. Algunos noruegos, etc.

El país
Cuando se habla de lo que piensa o siente "el país" casi siempre hay una intención torcida. Al "país" se le atribuye lo que le interesa al que habla, generando en el espectador o lector una predisposición a dar por mayoritaria o por juiciosamente evaluada la pretensión. Voy a citar una perla de la prensa colombiana para que los lectores que no lo sepan todavía vayan enterados de lo que experimenta "el país".
Pero, detalles aparte, lo cierto es que la condena y el carcelazo a Arias han sido recibidos con un regocijo francamente nacional. Si descontamos la indignación de Uribe y su secta, el país entero aplaude la tragedia de Arias. ¿Por qué? ¿Por qué razón en un país lleno de cafres de marca mayor, execramos así a un mero aprendiz de cafre? ¿Por qué razón Arias concentra los odios en medio de esa legión de funcionarios uribistas sub iúdice? ¿Por qué no convergen en María del Pilar Hurtado, una señora mucho más peligrosa? ¿O en Andrés Uriel, el beato que nos legó una de las peores infraestructuras de carreteras de América? ¿O en los alquimistas de la DIAN, capaces de convertir empresas de papel en oro contante y sonante? ¿O en la aplaudida ministra de Educación, que nos dejó en la cola de las pruebas Pisa? ¿O en el exministro Palacios, a quien recordaremos siempre por su torpe reforma a la salud y su miopía frente a los repagos del Fosyga? ¿O en Arana Sus, el embajador que firmaba con sangre? ¿O en Jorge Noguera, que convirtió el DAS en una agencia paramilitar? ¿O en Bernardo Moreno o en Sabas Pretelt o en los pujantes hijos del ejecutivo? ¿O en el mismo Juan Manuel Santos, que salió impoluto del caso de los falsos positivos, quizás el capítulo más siniestro de nuestra siniestra historia?
Bueno, este hampón ni siquiera se queda en "el país" sino que ya es "el país entero" (por no hablar de "la condena"). Parece que "Uribe y su secta" son una minoría que perdió las elecciones y que el ex presidente nunca ha registrado aprobación en las encuestas. Tiene hasta gracia la lista de agravios, los juicios de valor, los adjetivos... Realmente por la plata baila el perro. La categoría moral de quienes escriben en la prensa es aún peor que la de quienes les hacen el trabajo sucio reteniendo ganaderos y finqueros.

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En la metonimia la relación entre el significado propio del término y el figurado se da más por contigüidad que por inclusión. "Las canas" no son parte de "la vejez", ni al contrario. Las canas acompañan a la vejez. No se "lee a Borges", ciudadano difunto que estuvo compuesto de carne y hueso y no de letras, etc.

La justicia
El uso de "la justicia" por "el poder judicial" sería en parte un caso de polisemia (diversidad de sentidos de una palabra), pero sin duda la inclusión de la nueva acepción en el diccionario corresponde a su uso metonímico. La insistencia y la rutina hacen pensar en un uso deliberadamente perverso por parte de la prensa, que ha contaminado hasta a las personas que tienen más sentido de justicia y ven consternadas que la administración de justicia ha caído en manos de los peores criminales. Nadie quiere darse cuenta de que llamar "la justicia" a la caterva de mafiosos que dominan las altas cortes es legitimarlos, si bien el tránsito semántico parece tortuoso. El Espectador también provee ejemplos encantadores sobre el asunto.

¿Cómo se podría llegar a un lector que no esté prevenido a explicarle que se trata de la sorpresa por un prevaricato monstruoso de unos criminales aliados con los traficantes de cocaína, con los políticos más corruptos y sin duda incentivados por la dictadura venezolana? El sicario moral parte con una ventaja enorme, tiene a la "justicia" de su parte. De tanto admitir que la "operación judicial" es "la justicia", y que por tanto la justicia es injusta (como decir que la nieve hierve), los ciudadanos honrados terminarán como el cíclope de la Odisea, que explicaba a los demás cíclopes que Nadie lo había herido en el ojo (porque Ulises le había dicho que se llamaba "Nadie").

Paz
Esta palabra es usada a todas horas por la prensa colombiana, por los propagandistas del terrorismo, valga la redundancia, y hasta por el actual gobierno, valga de nuevo la redundancia, con un sentido perverso: el de favorecer el premio de los crímenes terroristas. ¿Qué es "paz"? En Twitter hay una etiqueta #pazcolombia, que usan los partidarios de Piedad Córdoba para festejar las masacres terroristas y culpar al uribismo por denunciarlas y criticarlas. "Paz" es metonimia de "conversaciones de paz", que son más bien lo contrario de la paz, pues suponen legitimación de los crímenes. El nivel de perversidad de ese uso llega al extremo de estas declaraciones del nuevo socio del terrorismo, Juan Manuel Santos:
Me acusan de querer la paz. Esa acusación me honra. Cualquier persona tiene que estar mentalmente enferma si no quiere la paz.
El lamentable tartamudo da a entender que quienes lo acusan de ser socio de los terroristas no quieren la paz, y que basta que él se muestre dispuesto a premiar los crímenes, contra sus promesas electorales, para que haya "paz". El titular y el texto de la noticia enlazada son ejemplos increíbles de la manipulación de la prensa propagandística: se habla de prohibir participar a otros países para informar, como algo obvio, que Santos premiará los crímenes.

Cada vez son más claras las pruebas de que el gobierno prepara un proceso de paz con las FARC, con el respaldo de Unasur (por si hubiera militares colombianos poco dispuestos a recibir órdenes de Alfonso Cano). Y es muy curioso que nadie quiera entender que, para que tal proceso se anuncie, los contactos con los terroristas tienen que ser continuos y fluidos. ¿Incluirán ayuda para cometer crímenes? No me sorprendería: las partes tienen que llegar fuertes a la mesa de negociación, y si las FARC dieran muestras de debilidad perdería sentido premiar sus crímenes. Entre tanto, se mantiene una fase de "creación de confianza", que incluye bastante comprensión con los asesinatos y secuestros.

La metonimia de "paz" es lo más perverso y constante, pero no se debe pensar que la responsabilidad se acaba en el presidente. Todo el mundo sabe qué está pasando y qué pasará, pero como que es mejor no buscarse problemas y encomendarse a Dios. La "paz" que busca Santos en su cordura pronto se traducirá en niveles de violencia comparables a los de los noventa, y después mucho peores, pero nadie quiere hacerse cargo de que hay unas elecciones y al menos quienes no quieren ser gobernados por las FARC no deberían refrendar el santismo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 1.º de agosto de 2011.)