martes, agosto 16, 2011

La senda del deshonor

Ocurrió durante la semana santa, en la cuenta de Twitter del ex presidente Uribe apareció una alusión en la que se relacionaba a Juan Manuel Santos con Judas. Un retweet de un trino de alguien. La noticia apareció en la prensa, acompañando a otras alusiones críticas sobre el presidente. Al cabo de un tiempo la reacción de los Uribe condujo a la percepción de que alguien puede estar usando esa cuenta para "retuitear" trinos que le parecen dignos de atención. Incluso se habló de "hackers".

Esa historia "jarta" dice mucho sobre la situación política presente, y su interés va mucho más allá de lo que concierne al ex presidente, a su cuenta de Twitter y a sus próximos. Se podría decir lo mismo de las columnas de José Obdulio Gaviria o Saúl Hernández en El Tiempo y de la mayoría de los comentaristas de prensa y redes sociales: hay como una cautela generalizada respecto al gobierno de Santos que obviamente obedece a un cálculo y que a mi juicio es un grave error que traerá consecuencias gravísimas para Colombia, para las mayorías que acompañaron a Uribe y para el mismo grupo de políticos y comentaristas que la observan.

Se podría empezar por la infamia que comentaba ayer Erika Salamanca en este blog: ¿qué se busca con la persecución inmisericorde y resueltamente criminal contra unos ex funcionarios que no son reos de ningún delito? ¿Quién promueve esa persecución? Si uno hace caso a lo que dicen y escriben los uribistas, parece un capricho del fiscal que lo aplica, o un vicio de la "justicia" que a veces opta por ser injusta.

Me perdonarán, pero detrás de esa atrocidad está claramente el interés de Santos y Restrepo por convertir en crimen el AIS, eficaz jugarreta con la que le cierran el paso a Arias como líder de un uribismo de base goda que podría disputarle la elección de 2014 al candidato liberal. Es decir, al de Santos.

La persecución contra el ejército es del mismo jaez: ¿no se alió Santos con la Corte Suprema de Justicia para poner a una fiscal leal a Ernesto Samper que se encargara de perseguir a Uribe y su equipo de gobierno por las interceptaciones? Es obvio que hechos tan monstruosos como la condena contra Arias Cabrales al menos podrían haberse impedido si en las cuentas de Santos no estuviera en primer lugar asegurarse la alianza con esos personajes.

Si no fueran suficientes pruebas del papel del presidente como promotor de la persecución del uribismo se podría prestar atención a la revista Semana. La dirige un sobrino de Santos, y en cuanto este se posesionó la revista se apresuró a librarse del único columnista que no andaba dedicado a la calumnia y el insulto contra Uribe. ¿De dónde saca esa revista los correos electrónicos que recibe y envía el ex presidente? Obviamente de los servicios de información del Estado, que sirven a los intereses de la familia presidencial. No tienen el menor reparo en pretender que se persiga a los funcionarios del anterior gobierno por espiar a criminales como los de las altas cortes o los "periodistas" amigos de las FARC, al tiempo que descaradamente usan el Estado para espiar y perseguir a políticos que podrían incomodarlos.

No tiene sentido seguir enumerando agravios: la persona afín a Uribe que hizo retweet a lo de Judas sólo expresaba algo que uno encuentra en la mayoría de los activistas preocupados por la persistencia del terrorismo y resueltos a defender el sistema democrático. Casi no recuerdo ningún "santista" en Twitter, salvo los que hace diez años se burlaban de los secuestrados y amenazaban a todo el que pusiera en duda que hubiera que repartirse el poder con las FARC. De hecho, ¿alguien recuerda algún crítico del presidente en la prensa? Como en el indecente panegírico de María Isabel Rueda, realmente Santos los fascina a todos. ¡Hasta al asqueroso unísono que hace siete años se quejaba del "unanimismo"!

La cautela de Uribe y su séquito es ante todo la persistencia de un error: no quieren reconocer que el referendo por la segunda reelección fue un disparate, así como la "unción" de Juan Manuel Santos. A lo mejor termina habiendo quien cree que el caudillo se puede equivocar.

Pero sobre todo es un juego mezquino: si Uribe sigue liderando la U y generando lealtad en los políticos godos (cargos electos y funcionarios), conserva algún poder. No va a arriesgarse a que todos esos congresistas tengan que elegir entre Santos y él, porque preferirían a Santos (proveedor de puestos y prebendas), con el consiguiente riesgo de una condena por las "chuzadas" y una situación de soledad.

Esa ficción sólo anima a Santos y sus socios, los otros tres jinetes del Apocalipsis de los noventa, hoy por hoy dedicados a cobrar los crímenes terroristas, pues la persecución del uribismo no es nada más que el pretexto para legitimar la negociación política que se viene con las FARC, en la que las camarillas que rodean a esos personajes, absolutos perdedores de las últimas elecciones, terminarían sacando más recursos y poder que con la Ley de Víctimas.

Ese juego del uribismo no cambiará, y de nada sirve advertirles que es su cautela e hipocresía lo que más anima a los verdugos: la obvia necesidad de superar la tiranía del hampa, de sacar a Colombia de la condición de infierno en el que los jueces son abiertamente criminales, no les interesa tanto como conservar buenas relaciones con quienes tienen el poder. Cualquier confianza en las mayorías resulta intolerable para los promotores del "Estado de opinión" y la democracia participativa.

Y ahí uno termina en lo de siempre, de aguafiestas. Para la aspiración de implantar en Colombia una democracia moderna, cada día que pasa el uribismo se presenta más como un lastre que como un aglutinador. Mientras no se vea en Santos y sus aliados la amenaza, mientras se ceda a la tentación de verlo como un mal menor, tal como hace Plinio A. Mendoza, el contubernio oligarquía-redes marxistas universitarias seguirá destruyendo al ejército y usando el poder judicial como medio de persecución política.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 4 de mayo de 2011.)