lunes, marzo 07, 2011

Orwell, De Quincey, Genet

Cada vez es menos frecuente encontrarse con alguien que dude que la vida copia al arte. Esto es cierto por cuanto los seres humanos aprendemos e imitamos, y en las obras artísticas se va sedimentando la experiencia vivida por otros en otros contextos. Tratándose de la vida colombiana es difícil no ver que sigue modelos creados en la literatura de otros países.

El caso más fácil y conocido es la obra del británico George Orwell 1984: casi no hay ninguna atrocidad de las descritas en ese libro que no sea corriente en Colombia, empezando por la consigna que parece definir ese mundo ucrónico de espanto y degradación: ¡La paz es la guerra! Uno tiene la impresión de que los dirigentes de las organizaciones criminales y los que orientan a la prensa, que en últimas tienen que ser las mismas personas, intentan copiar al pie de la letra esa obra. Los que se lucran y obtienen poder de los asesinatos y secuestros se llaman "Colombianos y Colombianas por la Paz". Los medios publican sin cesar mentiras e intoxicaciones dedicadas a favorecer los diversos crímenes, y no obstante a quienes los cuestionan los acusan de estar llenos de odio, tal vez tratando de emular el Ministerio del Amor de la famosa novela.

Un aspecto característico del mundo de 1984 que se encuentra en todo momento en Colombia es la creación por la máquina de terror de algún enemigo al que se fuerza a todo el mundo a odiar. Las incesantes campañas de calumnias, insultos y amenazas de los sicarios morales de la prensa contra el ex asesor presidencial José Obdulio Gaviria (antes eran contra Fernando Londoño y antes contra Plinio Apuleyo Mendoza, siguiendo el modelo universal que llevó a hordas parecidas a quemar en efigie a Octavio Paz y le generó millones de enemigos, centenares por cada lector, a Jorge Luis Borges en todo el continente) son literalmente copiadas de los "cinco minutos de odio" que celebraban los personajes de la novela contra Emmanuel Goldstein.

Claro que en muchos aspectos el parecido del relato con la vida colombiana tiene una explicación sencilla: Orwell intentaba imaginarse cómo sería el planeta en manos de regímenes como el soviético, y es de esa atroz tiranía de donde vienen las FARC, la llamada izquierda democrática, que es a las FARC lo que el partido de Stalin al KGB, y un enorme poder oculto en la sociedad (bastaría pensar en las lealtades de los miles de egresados de las universidades soviéticas). Es como si uno se pareciera al retrato de su abuelo.

En resumen, la vida colombiana es copia del mundo de Orwell en lo que tiene de corrupción del lenguaje y sujeción a un poder opresivo.

Si uno busca modelos más precisos de lo que pasa en Colombia no tarda en encontrarse con otro gran autor británico: Thomas de Quincey. Este erudito opiómano, contemporáneo de Wordsworth y Coleridge y precursor de Poe, al que Borges admiraba, publicó en 1827 la primera parte de una obra a medias humorística llamada "Del asesinato considerado como una de las bellas artes". Remito al lector al enlace del título para más información sobre la obra. En lo que atañe a Colombia baste esta cita que sin duda es la guía moral de los intelectuales del país:
Pues, si por una vez el hombre se ve arrastrado al asesinato, pronto considerará cosa de poca importancia el robo, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y así acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.
Es exactamente lo que ocurre con los desfalcos de los Moreno Rojas y demás próceres del Polo Democrático en la Alcaldía de Bogotá, y en general con ese partido. Uno teme que realmente se arme una rebelión el día que se descubra a uno de ellos hurgándose la nariz.

¿O será que nadie recuerda por ejemplo la alcaldía de Luis Eduardo Garzón invirtiendo muchos millones de pesos de la ciudad en campañas por el "intercambio humanitario"? El cinismo con que los infectos orwellianos de la prensa intentan tapar que el "intercambio humanitario" es el nombre eufemístico del secuestro, aquello para lo que se comete (que es como si se definiera el atraco como "desplazamiento de la billetera") despertaría rabia si la sociedad no estuviera marcada por la tremenda confusión moral que expresa cómicamente la frase citada de Thomas de Quincey.

Todo lo relativo a esa organización criminal recuerda al gran romántico inglés. ¿Ya se olvidó que las FARC llamaban a votar por el lamentable Samu? ¿Y la forma en que se formó la base sindical de la CUT, por ejemplo en Barrancabermeja, donde ejercía, antes de acceder al Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista de Colombia, el dicharachero "neoecologista" Luis E. Garzón? ¿Y las alianzas del M-19 con Pablo Escobar para decapitar el poder judicial y para imponer una Constitución que prohibiera extraditar compatriotas? ¿Cuántos colombianos recuerdan que ése es el origen de la actual administración de la capital?

No obstante, el modelo más afortunado de Colombia, más allá de esa inversión de los valores que delata la identificación con el molde de De Quincey, lo provee otro narrador europeo, de cuyo nacimiento se cumple este mes el centenario: Jean Genet.

Hijo de una joven prostituta, Genet vivió hasta los ocho años en un orfanato, de donde lo sacó una familia con la que vivió dos años. A partir de entonces se dedicó a robar y pronto a prostituirse, y se convirtió en huésped habitual de las correccionales y después de las prisiones. También empezó muy joven a escribir: su obra es el relato de esa vida, y tiene que ver con Colombia sobre todo en que el país es como un enorme patio de prisión en el que reinan los más siniestros malhechores. Basta leer las páginas de opinión de la prensa para encontrar a decenas de personajes que prácticamente hacen ostentación del lucro y el poder que obtienen gracias a los crímenes de las tropas de niños y rústicos con las que colaboran para convertirse en ministros o embajadores vitalicios.

En el Diario del ladrón, Genet explica que un día se convenció de que esa vida espantosa era todo lo que tenía y de que debía sacar un diamante de ella. Lo consiguió a través de la escritura, en una obra llena de intuiciones geniales y turbadoras. Para poner un ejemplo, se refiere a Jesucristo como a un santurrón al que se admira por haber muerto por nuestros pecados, quedándose para sí la honra y dejándonos la culpa. ¡Tendría que haber cometido nuestros pecados, ésa sería la verdadera obra que tendríamos que agradecerle! De algún modo, su relato pretende describir su experiencia delictiva como una forma de vida excepcional, que podía proveerle una sabiduría moral superior.

Además de a robar y a prostituirse, Genet era dado a traicionar y delatar a sus cómplices. Cuando explica esta actitud, razona que para seguir un código de honor habría empezado por no delinquir. Es decir, que la vida de malhechor no puede regirse por la moralidad convencional.

Ésta es exactamente la disposición con que obra el fatídico Master Komponendas que ostenta la Presidencia de la República. Si le estuviera prohibido traicionar y afrentar a sus votantes, a los que prometió seguir la obra de Uribe llegando a extremos grotescos de servilismo, ¿qué gracia tendría ser el reyezuelo? ¿Qué va a significar ser reyezuelo sino precisamente poder prescindir de la opinión de sus súbditos? Uno usa esa palabra siguiendo una rutina, pero ¿alguien se habrá fijado en los cómicos visos monárquicos de la ceremonia de posesión?

En pocos meses el funesto tartamudo ha superado el récord de traiciones del mismo Genet. Entre las más obscenas destaca la que cometió con el líder venezolano Alejandro Peña Esclusa, cuyo infame encarcelamiento refrenda en aras de una supuesta gracia de póquer que termina no siendo más que alianza con las mafias del tráfico de drogas, cosa que se evidencia en el episodio de Makled. A fin de cuentas, aliándose con Samper y la Corte Suprema de Justicia está entrando en tratos con la mafia. Para dudar de eso habría que pensar seriamente que los tratos de los magistrados con Ascensio Reyes y compañía eran pura afición al karaoke.

Pero ésa ya es otra historia, sobre la que no conviene extenderse a riesgo de ultrajar injustamente a Genet, cuyo relato de vicio, traición y latrocinio resulta ligero comparado con la realidad de la triste república tropical.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 15 de diciembre de 2010.)